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“Acuérdense de aquellos

dirigentes de ustedes que les


expusieron la palabra de
Dios, y, teniendo presente
cómo acabaron su vida,
imiten su fe” (Heb. 13:7,
Nueva Biblia Española). MDS
44.1

¿C ómo puede una persona


conocer al verdadero Abraham
Lincoln o Florencia Nightingale
o a Booker T. Washington? En
parte, leyendo sus escritos.
Pero para formar un cuadro
objetivo, uno debiera escuchar
lo que otros dicen sobre ellos.
Uno debe dirigirse a sus
contemporáneos y notar cómo
fueron afectados o
influenciados por estas
personas excepcionales. MDS
44.2

Cuando Lincoln murió, repare


en el luto de una nación.
Mientras su tren mortuorio
serpenteaba lentamente hacia
el oeste, rumbo a su lugar de
descanso en Springfield,
Illinois, miles de dolientes
flanqueaban las vías, llorando
abiertamente. Ricos y pobres,
negros y blancos, educados e
ignorantes: la tristeza
estremecía a una unión de
Estados que ahora estaban
casi en paz. Después de su
muerte, aun sus enemigos
aplaudieron su grandeza de
espíritu y su generosidad
transparente. 1 Para los
millones que lo llamaban
“Padre Abraham”, su muerte
prematura fue como si hubiese
muerto un padre. Cuando los
Estados Unidos construyeron
su primera supercarretera
transcontinental desde Jersey
City, Nueva Jersey, hasta San
Francisco, California, el
Presidente Taft sintió que el
hecho de ponerle al nuevo
camino el nombre de “Lincoln
Highway” promovería la unidad
nacional. 2 MDS 44.3
Sin embargo, cuando el
Presidente Lincoln estaba vivo,
fue el blanco de un inmenso
ridículo y del rechazo mordaz
por parte de muchos dirigentes
nacionales, de seguidores y de
miembros de la prensa pública.
Pero después que murió, una
nación aturdida comenzó a
apreciar aquello que él
representaba. Una nación triste
pero agradecida pronto atesoró
sus profundos discursos y
escritos, tales como el discurso
de Gettysburg y el de la
Inauguración de su segunda
presidencia. La enorme
contribución de Abraham
Lincoln pudo ser vista en su
verdadera perspectiva sólo con
el transcurso del tiempo y
después de serena reflexión.
MDS 44.4

Al aguardar la visita de Elena


de White a Australia en 1891,
G. C. Tenney, primer
presidente de la Asociación
Australiana, escribió en la
revista de la iglesia: “Apenas
necesito decir que todos
nosotros anticipamos este
evento con gran interés. Creo
que es sumamente oportuno.
La posición que la Hna. White y
su obra ocupan en conexión
con nuestra causa, hace
imperativo que nuestro pueblo
se relacione personalmente
con ella, hasta tanto sea
posible. MDS 44.5

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