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Este panorama es motivo de preocupación para la familia, la comunidad y el estado, pues las
evidencias nos hacen suponer, con temor, que las nuevas generaciones están siguiendo un
derrotero similar, o acaso, peor. Las causas asociadas a la violencia juvenil son múltiples
(problema familiares, económicos, educativos, entre otros).
Con relación a las infracciones de adolescentes a la ley penal, los datos también revelan un
incremento importante. Si bien dichas infracciones suelen ser leves, al ser reiterativas,
afectan a un número significativo y cada vez mayor de personas. Según el Ministerio Público
las denuncias de infracciones a la ley penal por adolescentes se incrementaron de 14,647 en
el 2007 a 19,264 casos en el 2010.
Las infracciones más comunes cometidas por los adolescentes son: hurto agravado,
“arrebato” (hurto simple), faltas contra el patrimonio, robo agravado (arma de fuego, arma
blanca), lesiones, tenencia de armas, aborto, actos contra el pudor, tráfico de drogas y
violación.
Debe tenerse en cuenta que los adolescentes que infringen la ley provienen de contextos
complejos a nivel personal, familiar y social, y traen consigo un potencial de riesgo muy alto.
Un tratamiento inadecuado que implique maltrato, abuso o castigo, o un tratamiento
inefectivo que no es inmediato, integral ni especializado; además de perjudicar su situación,
impide o dificulta el cambio y las posibilidades de los adolescentes de reintegrarse en la
sociedad, aumentando, en el futuro inmediato, los niveles de violencia delincuencial. Esta
situación viene ocurriendo en el Perú, por lo que urgen cambios sustantivos en el
tratamiento de la infracción adolescente.
Los adolescentes, detenidos por infringir la ley, carecen de una defensa pública efectiva que
garantice el respeto a sus derechos durante la detención, investigación y procesamiento,
haciéndolos vulnerables al maltrato y abuso, afectando su situación y posibilidades de
cambio y alimentando el círculo de la violencia.
Por otro lado, es importante considerar el desamparo en que se encuentran las víctimas de
la infracción, que sufren secuelas lamentables que afectan su calidad de vida, y la propia
comunidad que incrementa su sensación de inseguridad y se ve obligada a restringir sus
actividades con graves consecuencias sociales y económicas.
Puede observarse igualmente que los distritos urbanos marginales son los que tienen más
pandilleros en comparación con distritos socio-económicos considerados medios y medios
altos.A efectos de tener una visión panorámica de la violencia juvenil, resulta conveniente
agrupar los distritos con presencia de pandillaje en cuatro niveles de acuerdo al número de
sus integrantes y a las agrupaciones violentas que operan en el lugar, considerándose en
este sentido a distritos con "muy alta presencia", "alta presencia", "presencia moderada" y
"baja presencia". En el primer nivel se encuentran los distritos de Comas, El Agustino, San
Juan de Lurigancho, Rímac, Vitarte, Villa María del Triunfo, San Martín de Porres, Los Olivos
y Santa Anita.
Por lo tanto, más que exigir severidad en las penas, se necesita ofrecerles a estos
adolescentes infractores una oportunidad de acoplarse a una medida socioeducativa, ya que
solo el tratamiento penal no es una alternativa para recortar la trayectoria delictiva que va
en aumento, sino que se requiere de una política de seguimiento para los casos más graves,
a través una atención personalizada que permita desarrollar y restaurar sus valores morales,
hábitos y habilidades dentro de un proceso educativo, para que de esta manera sean
capaces de asumir la responsabilidad por los actos cometidos y se conviertan
posteriormente en ciudadanos de bien que puedan contribuir de manera adecuada a la
sociedad.
¿De qué manera influye la Justicia Juvenil Restaurativa en la reinserción social de los
adolescentes infractores en conflicto con la ley penal?
• ¿La responsabilidad del infractor influye en la reparación material o simbólica del daño?