Está en la página 1de 6

El sonido Articulado.

El sonido articulado se produce debido a una causa psiquica, intelectual, previa a todo movimiento
orgánico. Cuando queremos emitir un sonido, el cerebro envía desde su centro nervioso un impulso
neuromotriz a través del nervio recurrente. Éste tiene sus terminaciones en el diafragma y en las cuercas
vocales

Hablar no solamente es emitir sonidos y mover la lengua. Cuando hablamos o cantamos interviene todo
tu cuerpo. Tu voz es el final de un proceso en el que cuenta, desde la manera de pararse o sentarse hasta
la posición de la cabeza, y más.

La velocidad de lectura de una persona habiruada a leer en voz alta, es de 150 P.P.M.

Vocalización consciente: Es leer moviendo los labios. Si nos acercamos, podremos oír como un susurro:
cada palabra leída es repetida a media voz.

Vocalización Inconsciente: Es no articular los sonidos sino que utilizan la laringe: hacer vibrar
involuntariamente las cuerdas vocales.

Cómo corregir ERRORES de Vocalización.


Discurso mal Vocalizado: "Lotro día matacaron unos cacianos quetraron enmi casa"

Discurso Bien vocalizado: "El otro día me atacaron unos marcianos que entraron en mi casa".

No se debe cambiar el sinido de las letras o saltar su pronunciación. Por ejemplo: decir peliar por pelear;
genral por general; nunkintesteso por nunca intenté eso; damicocholate por dame chocolate o, pase
diaño por pase de año, dame majagua, por dame más agua...
Ejercicios de Vocalizacíon:
Abra la boca todo lo que puedan, mantégala así por unos 10 segundos y vuélvala a cerrar. Estos bostezos
repitalos cinco veces en la mañana y cinco veces en la noche durante cinco diás.

Ejercicios:
a continacion, con un compañero en parjas, vocalizan todas las sílabas como si fuera una conversación
como si estuvieras enojado.

bla, ble, bli, blo, blu

cla, cle, cli, clo, clu

ela, ele, eli, elo, elu

fla, fle, fli, flo, flu

ila, ile, ili, ilo, ilu

la, le, li, lo, lu

ma, me, mi, mo, mu

nala, nele, nili, nolo, nulu

ola, ole, oli, olo, ulu

tla, tle, tli, tlo, tlu

ula, ule, uli, ulo, ulu

Cétacio...
(¿Sabias que asím se le llama a las ballenas?)

silven bastante. Silbar ayuda a aflojar los labios y a controlar la salida de aire.

Lean o improvisen, hablen muy pausadamente, lento... "masticando las palabras", las sílabas y cada
letra. Exageren las articulaciones, la prO - nUn - cIA -ciÓn de casa sílaba. Si encuentran una palabra
o una sílaba difícil, con mayor razón, con más capricho insistan en su correcta, clara y fuerte pro - nun
- cia - ción.
trabalenguas:

1-Cosas de querer Cómo quieres que te quiera, si el que quiero no me quiere, no me quiere como quiero
que me quiera.

2-El rey de Constantinopla

El rey de Constantinopla esta constantinoplizado. Consta que Constanza, no lo pudo


desconstantinoplizar. El desconstantinoplizador que desconstantinoplizare al rey de Constantinopla,
buen desconstantinoplizador será.

3-Hipopótamo Hipo El hipopótamo Hipo está con hipo, ¿quién le quita el hipo al hipopótamo Hipo?

4-Capas El que compra pocas capas, pocas capas paga, como yo compré pocas capas, pocas capas pago.

5-María Chuzena María Chuzena su choza techaba, y un techador que por ahí pasaba le dijo: -María
Chuzena, ¿tú techas tu choza o techas la ajena? -No techo mi choza ni techo la ajena. Yo techo la choza
de María Chuzena.

6-Pedro Pérez Pita Pedro Pérez Pita pintor perpetuo, pinta paisajes por poco precio para poder partir
pronto para París. El podador poda parras Podador que podas la parra, ¿qué parra podas? ¿Podas mi
parra o tu parra podas? Ni podo tu parra ni mi parra podo, que podo la parra de mi tío Bartolo.

7-Enladrillado El cielo está enladrillado, ¿quién lo desenladrillará? El que lo desenladrille, buen


desenladrillador será.

Leamos...
La zorra y las uvas.
Cuenta la fábula que, hace muchos años, vivía una zorra que un día se sintió muy agobiada. Se había
pasado horas y horas de aquí para allá, intentando cazar algo para poder comer. Desgraciadamente, la
jornada no se le había dado demasiado bien. Por mucho que vigiló tras los árboles, merodeó por el
campo y escuchó con atención cada ruido que surgía de entre la hierba, no logró olfatear ninguna presa
que llevarse a la boca.

Llegó un momento en que estaba harta y sobrepasada por la desesperación. Tenía mucha hambre y una
sed tremenda porque además, era un día de bastante calor. Deambuló por todos lados hasta que al fin,
la suerte se puso de su lado.

Colgado de una vid, distinguió un racimo de grandes y apetitosas uvas. A la zorra se le hizo la boca agua
¡Qué dulces y jugosas parecían! … Pero había un problema: el racimo estaba tan alto que la única
manera de alcanzarlo era dando un gran brinco. Cogió impulso y, apretando las mandíbulas, saltó
estirando su cuerpo lo más que pudo.

No hubo suerte ¡Tenía que concentrarse para dar un salto mucho mayor! Se agachó y tensó sus músculos
al máximo para volver a intentarlo con más ímpetu, pero fue imposible llegar hasta él. La zorra
empezaba a enfadarse ¡Esas uvas maduras tenían que ser suyas!

Por mucho que saltó, de ninguna manera consiguió engancharlas con sus patas ¡Su rabia era enorme!
Frustrada, llegó un momento en que comprendió que nada podía hacer. Se trataba de una misión
imposible y por allí no había nadie que pudiera echarle una mano. La única opción, era rendirse. Su
pelaje se había llenado de polvo y ramitas de tanto caerse al suelo, así que se sacudió bien y se dijo a sí
misma:

– ¡Bah! ¡Me da igual! Total… ¿Para qué quiero esas uvas? Seguro que están verdes y duras como piedras!
¡Que se las coma otro!

Y así fue como la orgullosa zorra, con el cuello muy alto y creyéndose muy digna, se alejó en busca de
otro lugar donde encontrar alimentos y agua para saciar su sed.

Moraleja: si algo es inalcanzable para ti o no te ves capaz de conseguirlo, no debes culpar a los demás o
a las circunstancias. Es bueno reconocer y aceptar que todos tenemos muchas capacidades, pero
también limitaciones.

El león y el mosquito
Estaba un día el grande y fiero león, considerado por todos el rey de los animales, dormitando sobre la
hierba seca de la sabana. Todo estaba tranquilo y sólo se oía de vez en cuando el canto de algunos
pájaros o el gritito agudo de algún mono.

De repente, esa paz se rompió. Un mosquito se acercó al soñoliento león y comenzó a darle la tabarra.

– ¡Eh, tú! Todo el mundo dice que eres el rey de todo esto, pero yo no acabo de creérmelo – dijo el
mosquito provocando al gran felino.

– ¿Y para decirme eso te atreves a despertarme? – rugió el león – Si todos me consideran el rey, por algo
será ¡Y ahora, vete de aquí!

– ¡No! – repitió el mosquito con chulería – ¡Yo soy mucho más fuerte que tú!

– ¡Te he dicho que no me molestes! – repitió el león empezando a enfadarse seriamente – ¡No digas
tonterías!

– ¿Tonterías? ¡Pues ahora verás que soy capaz de vencerte! – chilló el insecto con insolencia.

El león, estupefacto, vio cómo el mosquito comenzaba a zumbar sobre él y a propinarle un picotazo tras
otro. El pobre felino se vio sin escapatoria. Intentaba zafarse como podía y se revolvía sobre sí mismo
para evitar los pinchazos, pero el mosquito era tan rápido que no le daba opción alguna. Al indefenso
león le picaba tanto el cuerpo que se arañó con sus propias garras la cara y el pecho. Finalmente, se
rindió.
– ¿Ves? ¡Soy más fuerte que tú! – se jactó el repelente mosquito.

Loco de alegría, empezó a bailar delante del león y a hablarle de manera burlona.

– ¡Ja ja ja! ¡Te he ganado! ¿Qué pensarán los demás cuando sepan que un animalito tan pequeño como
yo ha conseguido derrotarte? ¡Ja ja ja!

En uno de sus absurdos giros, tropezó con una tela de araña y, de repente, se hizo el silencio. Cayó en la
cuenta de que estaba atrapado sin posibilidad de salvarse y en décimas de segundo se le bajaron los
humos. Suspiró y dijo con amargura:

– Vaya, vaya, vaya… He vencido a un animal poderoso, pero al final, otro mucho más insignificante me ha
vencido a mí.

Moraleja: no te creas nunca el mejor en todo. Es bueno tener éxitos en la vida y hay que alegrarse por
ellos, pero no seas arrogante y pienses que los demás son menos que tú.

Los dos amigos


Había una vez dos amigos llamados Pedro y Ramón que se querían muchísimo. Desde pequeños iban
juntos a todas partes. Les encantaba salir a pescar, jugar al escondite y observar a los insectos. Cuando
empezaban a sentir hambre, se sentaban un rato en cualquier sitio y entre risas compartían su
merienda. Pedro solía comer pan con chocolate y le daba la mitad a Ramón. A cambio, él le daba
galletas y zumo de naranja. Estaban muy compenetrados y entre ellos jamás se peleaban.

Pasaron los años y se hicieron mayores, pero la amistad no se rompió. Al contrario, cada día se sentían
más unidos. Como eran adultos ya no jugaban a cosas de niños, pero seguían reuniéndose para echar
partidas de ajedrez, cenar juntos y contarse sus cosas. Eran tan inseparables que hasta construyeron sus
casas una junto a la otra.

Una noche de invierno, Pedro se despertó sobresaltado. Se puso el abrigo de lana, se calzó unos zapatos
y llamó a la puerta de su amigo y vecino. Llamó y llamó varias veces con insistencia hasta que Ramón le
abrió. Al verle se asustó.

– ¡Pedro! ¿Qué haces aquí a estas horas de la noche? ¿Te pasa algo?

Pedro iba a responder, pero su amigo Ramón estaba tan agitado que siguió hablando.

– ¿Han entrado a tu casa a robar en plena noche? ¿Te has puesto enfermo y necesitas que te lleve al
médico? ¿Le ha pasado algo a tu familia? …¡Dímelo, por favor, que me estoy poniendo muy nervioso y ya
sabes que puedes contar conmigo para lo que sea!

Su amigo Pedro le miró fijamente a los ojos y tranquilizándole, le dijo:

– ¡Oh, amigo, no es nada de eso! Estaba durmiendo y soñé que hoy estabas triste y preocupado por algo.
Sentí que tenía que venir para comprobar que sólo era un sueño y que en realidad te encuentras bien.
Dime… ¿Cómo estás?

Ramón sonrió y miró a Pedro con ternura.

– Muchas gracias, amigo. Gracias por preocuparte por mí. Me siento feliz y nada me preocupa. Ven aquí
y dame un abrazo.

Ramón estaba emocionado. Su amigo había ido en plena noche a su casa sólo para asegurarse de que se
encontraba bien y ofrecerle ayuda por si la necesitaba. No había duda de que la amistad que tenían era
de verdad. Tanta emoción les quitó el sueño, así que se prepararon un buen chocolate caliente y
disfrutaron de una de sus animadas conversaciones hasta el amanecer.

Moraleja: los amigos verdaderos son aquellos que se cuidan mutuamente y están pendientes uno del
otro en los buenos y malos momentos.

También podría gustarte