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Cuadernos para
la reflexión y la acción
2022
4 - El liderazgo evangélico actual
cienda” que nos inclina a ver en los otros a peones que nos deben
servir, y el “espíritu de capataz” que nos lleva a creernos amos de
los demás y ver en ellos a herramientas para nuestros fines, siguen
vivos en nuestro interior.
Al mismo tiempo, y contradictoriamente, aunque los tiempos
coloniales pasaron, en nuestra mente todavía vivimos, simbólica-
mente, como peones de hacienda sometidos muchas veces a líde-
res seculares y religiosos autoritarios con espíritu de capataces. Es
la cultura colonial interiorizada en cada uno de nosotros y que no
hemos superado del todo.
Gracias a la entrada de los primeros misioneros evangélicos en el
continente en el siglo 19, la Iglesia Católica empezó a perder su
dominio-monopolio espiritual, pero aquello no significó, necesa-
riamente, que los dominados alcanzaran la libertad, pues tenían
demasiado interiorizada la cultura heredada. Así, el pastor pasó a
ser el nuevo símbolo de poder, el nuevo “caudillo”, el nuevo “cura”,
el nuevo “padrecito”, la autoridad infalible e incontestable.
Muchos creyentes evangélicos nuevos y viejos siguen convencidos
de que el pastor tiene poderes sobrenaturales, alguna conexión di-
recta con lo divino, algún privilegio, porque en el imaginario de
muchos de estos fieles un pastor está “arriba en la pirámide” y por
lo tanto “a él Dios sí le hace caso”.
De manera que el modo de entender el liderazgo cristiano en la
iglesia evangélica ha ido deformándose para convertirse en pro-
yecto de dominio en lugar de ser apostolado de servicio. La pirá-
mide, la jerarquía, los desniveles persisten; sólo han cambiado los
que ocupan el vértice de la pirámide en las nuevas comunidades
cristianas evangélicas, los que conforman la nueva jerarquía. En
los otros peldaños estamos todos los demás, obligados a obedecer
a las autoridades “puestas por Dios”. Ha cambiado todo, pero en
realidad no ha cambiado nada.
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pregunta que cabe aquí es, ¿tiene entonces sentido apelar, como se
hace ahora, a todos los recursos para que crezca el número de cre-
yentes y asistentes de una iglesia para luego dejarlos abandonados,
sin atenderlos apropiadamente?
El llamado “ministerio de visitación” a los creyentes, una práctica
que atrajo a muchos a la fe por la evidente muestra de interés
por la persona que implicaba buscarla y visitarla, desapareció de
la mayoría de iglesias hace tiempo. Por ahora, no hay alternativas
para recuperar por lo menos en alguna medida la cercanía física
y emocional entre liderazgo y creyentes, marca distintiva de una
comunidad de discípulos que ama al ser humano en los hechos
tanto como nos ama Dios. La masificación siempre crea estos pro-
blemas, pero al liderazgo de las iglesias con sueños de grandeza
aparentemente no les importa.
Con escasa preparación. La mayoría de pastores y líderes evan-
gélicos del continente carecen de buena preparación, provienen de
estratos de bajos recursos y educación y, lo que es peor, no mues-
tran interés por prepararse. Desde luego, hay excepciones, pero
son pocas. Muchos pastores y líderes no quieren cursar estudios
largos que les exijan algún esfuerzo, lo que ha obligado a muchos
centros de estudio a ofrecer cursos rápidos, cortos (si son gratuitos
mejor) con la esperanza de conseguir alumnos.
Una visita a los seminarios de cada país indicará sin lugar a dudas
que el número de personas que se preparan para el ministerio es
muy pequeño y va en declive. La pregunta que cabe aquí es, ¿dón-
de y cómo se ha formado entonces la gran cantidad de pastores,
líderes, “ministros”, “profetas”, “apóstoles”, “especialistas”, “adora-
dores”, “salmistas”, etc., que se han multiplicado en nuestras igle-
sias? La respuesta es que en ningún lugar: simplemente carecen de
educación bíblica formal, y eso incide directamente en la calidad
de su participación y servicio.
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Estudiemos y conversemos:
1. ¿Qué es un líder? Intenten responder esta pregunta con el úni-
co recurso de la Biblia, sin recurrir a opiniones de ningún gurú
popular en el ambiente evangélico.
2. ¿Cuáles son las diferencias y semejanzas entre un pastor cris-
tiano y un líder empresarial? ¿Son sus características intercam-
biables o no? ¿Por qué?
3. ¿Cuáles con las diferencias y semejanzas entre una iglesia y una
empresa? ¿Puede la una equipararse en todo con la otra? ¿Son
intercambiables su naturaleza y características? ¿Por qué?
4. ¿Tiene la cultura (el conjunto de ideas, actitudes, hábitos y
comportamientos de un grupo humano) una influencia impor-
tante en la forma de vivir la fe?
5. ¿Cuáles ideas, actitudes, hábitos y comportamientos (costum-
bres) de nuestra cultura ecuatoriana y evangélica considera posi-
tivos y que hay que mantener? ¿Cuáles sería mejor reemplazar?
Actuemos:
1. Hagan una pequeña encuesta entre los pastores y líderes de
su iglesia: ¿Cuántos tienen formación académica? ¿Qué estu-
diaron? ¿Por cuánto tiempo? ¿En qué campos del ministerio
tienen calificación formal para ejercer de manera competente?
2. Elaboren en grupo el perfil de un pastor al estilo de la Biblia:
características humanas, espirituales e intelectuales. No usen
referencias de ningún “gurú”, usen exclusivamente la Biblia.
Presenten este perfil al liderazgo de la iglesia en una reunión
específicamente solicitada para el efecto.
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