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17.Eliade, M. El mito del eterno retorno. Cap. II. Edición digital 1, p.p. 58-87.

En concepto de: “historia, considerada como una sucesión de acontecimientos


irreversibles, imprevisibles y de valor autónomo” (Eliade, 2001: 58); como vivía el
hombre en sus inicios ante esta historia de sufrir toda seria de eventos no
deseables.

La evolución de: “haber transformado el dolor de estado negativo en experiencia


de contenido espiritual `positivo`” (Eliade, 2001: 59); la consecuencia de sufrir por
un valor de salvarse, ante la incertidumbre de un evento que fuera motivado por
una catástrofe natural, una conquista del otro, del devenir de las clases sociales,
etcétera.

Por ejemplo, en el tratado de la historia, menciona que: “en el culto de los pueblos
llamados primitivos, los Seres Supremos celestiales no intervienen sino en última
instancia, cuando todas las diligencias hechas ante los dioses, los demonios o los
brujos, con el fin de alejar un “sufrimiento” (sequía, exceso de lluvia, calamidad,
enfermedad, etcétera) han fracasado” (Eliade, 2001: 59-60); donde lo mágico-
religioso se manifiesta la forma de hacer algo para evitar el sufrimiento.

Para entender este procedimiento, se considera: “En general puede decirse que el
sufrimiento es considerado como la consecuencia de un extravío con relación a la
`norma`” (Eliade, 2001: 60); este acontecer que se suma a no seguir una dirección
trazada y determinada en conducirse, propia o del otro y en la consecuencia de la
visión de un sentido claro de entendimiento.

Hasta el acercamiento de mejor dejarse morir, porque: “no es sólo la muerte del
individuo la que se `salva`, sino también sus sufrimientos” (Eliade, 2001: 63); la
muerte tiene un significado, alejarse de esta vida y claro de los impredecibles
actos de sufrir.

Para los hebreos, su sufrimiento se debía a su inoperancia de saberse considerar,


por ejemplo: “Mas después clamaron al Señor y dijeron: Hemos pecado, porque
hemos dejado al Señor, y hemos servido a los Baal y a Astaroth; líbranos, pues,
ahora de las manos de nuestros enemigos y te serviremos” (Eliade, 2001: 64); así
que para poder seguir las normas de rectitud, de quien las profesa, basta decir
que se necesita de castigar para entender, de desobedecer y penalizar para
remediar.

Así: “que tales escenarios mitológicos presentan una estructura en extremo


arcaica, y derivan —si no `históricamente`, al menos formalmente— de mitos
lunares de cuya antigüedad no tenemos derecho a dudar” (Eliade, 2001: 63);
porque condenarse era más fácil de comprender que negarse a ser enjuiciado por
los demás, a determinarse a ser señalado, a ser excluido, etcétera.

Por ejemplo: “todo ocurre de modo cíclico, la muerte es inevitablemente seguida


por una resurrección, el cataclismo, por una nueva creación” (Eliade, 2001: 63);
hasta la fecha se centra la acción de pensar de esa manera y en algunas
religiones se profesa.

Continuando: “En ambas doctrinas —la del tiempo-cíclico infinito y la del tiempo-
cíclico limitado— esa edad de oro es recuperable; en otros términos, es repetible,
una infinidad de veces en la primera doctrina, una sola vez en la otra” (Eliade,
2001: 71); la repetición de la idea de que lo anterior fue mejor ante el presente, y
que el futuro se depara en la consecuencia del pasado, dejando al presente en la
relatividad del devenir y no de la razón propia de crearlo.

Anaximandro 1
, Empédocles2, Heráclito3, pitagorismo primitivo4, así los
antecedentes de las investigaciones se deducen que son de origen iranio-
babilónico.

Deduzcamos lo expuesto por Platón: “...En este Universo, que es el nuestro, ora la
Divinidad guía el conjunto de su revolución circular, ora lo abandona a sí mismo,
una vez que las revoluciones han alcanzado en duración la medida que conviene
1
sabe que todas las cosas nacieron del apeiron y a él volverán.
2
explica por la supremacía alternante de los dos principios opuestos, philia y neikos, las eternas
creaciones y destrucciones del Cosmos (ciclo en que se pueden distinguir cuatro fases” algo
análogas a los cuatro “incalculables” de la doctrina budista).
3
Ya hemos visto que la conflagración universal es aceptada también por él.
4
En cuanto al “eterno retorno” —la recuperación periódica de la existencia anterior por todos los
seres— es uno de los pocos dogmas de los que sabemos con certeza que pertenecían al
pitagorismo.
a este universo; y empieza de nuevo a dar vueltas en sentido opuesto al de su
propio movimiento...” (Eliade, 2001: 76); determinada por la eventualidad de la
regresión y las catástrofes en el doble movimiento del Universo.

Para responder esta pregunta: “¿cómo soporta, el hombre la historia? La


respuesta es evidente en cada sistema en particular: por su situación misma en un
ciclo cósmico —pueda éste repetirse o no— incumbe al hombre cierto destino
histórico” (Eliade, 2001:83); así la continuidad de historias se debate en el
fatalismo, en la ciclicidad, en la destrucción, en la felicidad o en la podredumbre.

Que acaso no estamos viviendo la podredumbre del ser humano, sin estar escrito
desde la antigüedad, si no por la consecuencia de sus actos, de su miserable
consecuencia de tener lo del otro.

La de esclavizarse y esclavizar, al del amo y el esclavo, en todos los sentidos y en


todas las dades, hay una disposición de que hacer, de que repetir, de que creer,
de que ya no creer, de estigmatizar o de predecir.

La angustia del ser humano se prevalece como la sombra de no saber que hacer,
como si fuera un animal sin dueño, a donde no sabe hacia donde dirijirse, de
pensar y razonar, sino que todo lo contrario su sentido animalesco lo limita a ser
vorágine de si mismo.

Una búsqueda de explicaciones que no se detiene por la firme convicción de sus


propias acciones, del constructo cultural al que se involucran y a la determinación
de creencias que se determinan en el ámbito de sus posibilidades de
entendimiento.

La determinación de culpa de lo que le sucede a alguien esta determinada por la


forma en que se concibe. Un aprendizaje heredado, que se fragua en el
consciente del ser.

La causa y el efecto, la causalidad, la casualidad, las leyes divinas, las formas de


pensamiento den bien y del mal, de lo bien hecho o lo mal hecho, etcétera.
Las mismas rectitudes de seguir las normas que se rigen por la idiosincrasia de
cada cultura, se plasman en lo que va más allá de comprensible, de lo real, y en
muchas de las coacciones de lo comprobable.

Una semblanza de poque se consigue hasta la fecha una idea de esta magnitud,
por enseñanza, por repetición, por conveniencia, por apego, por amistad, por
encontrar un camino o un sentido a la vida.

El sentido dela vida, se centra en la magnitud de los hechos, de la historia , y de


los eventos interpretados en cuestión, los cuales como grilletes arcaicos se
manifiestan en seguir hasta el final dela historia del hombre.

Que diría un ser evolucionado, de las costumbres de pensamiento y de la


secuencia de rituales mágico-religiosos que condena a la humanidad a seguirse
limitado en harás de no entender que las acciones propias del mismo hombre son
las consecuencias de su propia incertidumbre de pensar en la razón.

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