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Revista Apuntes Críticos

coyuntura política
latinoamericana
Año II N°5 III Trimestre 2020

Directora:
Eva Carolina Alvarez

Comité Editorial:
Alejandro Araneda
Adrián Pereyra
Juan Carlos Peña

Al cuidado de:
Manuel Azuaje Reverón

Santiago de Chile, julio de 2020

ISSN: 2452-5790

Contacto: institutoestudioscritico@gmail.com
https://institutoestudioscriticos.blogspot.com/

Portada: Olfer Leonardo (2019) Mural Niña Puka Picante,


fachada de la Municipalidad de San Juan Bautista,
Huamanga- Ayacucho, Perú.

Esta publicación puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma,


incluidos fotocopia, citando siempre autor/a y fuente.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en artículos, estudios y otras
colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores y autoras firmantes.
Apuntes Críticos
coyuntura política
latinoamericana

Argentina - Chile - Cuba


Perú - Venezuela

año II n°5
III trimestre 2020
Vichaycocha- Pacaraos, Perú.
Olfer Leonardo, mural Hilanderas.
Contenido

Presentación
Por la memoria histórica
de la participación emancipadora. 5
Ensayos
Las asambleas populares en Chile 2019-2020:
bases de la revuelta popular
9
El leviatán enfermo: pandemia e imaginación
utópica más allá de los límites del Estado 28
Colombia y las veedurías ciudadanas, lo que
no ha podido ser 51
Literatura
Derecho al grito 73
Apuntes Críticos | 4 | Instituto Estudios Críticos
Presentación

Por la memoria histórica


de la participación
emancipadora
Manuel Azuaje Reverón*

A
rriba una nueva edición de nuestra revista y el
confinamiento global continúa, lo que parecía
cuestión de unas semanas se presenta ahora
como la excepción convertida en regla. Los pueblos no
desean retornar a la normalidad del estado de cosas
precuarentena, en todo caso muchos anhelan volver al
encendido impulso movilizador de los últimos meses de
2019, que amenazaba con conducirnos a nuevos escena-
rios donde lo infalible fuera reemplazado por un abani-
co de nuevas posibilidades. Sin embargo, aquí estamos,
a disposición de los Estados y sus medidas de seguridad
epidemiológica, el despliegue de su protección paternal
o la desnudez de su incapacidad para garantizar la vida,
reducidos al mínimo y arrinconados por el capital.

El confinamiento nos separa físicamente e impul-


sa la fuerte fragmentación social de nuestros países,
situación conveniente para las lógicas de poder que de-
sean mantener desactivada la fuerza de lo común. Fren-
te a eso, nuevas formas de encuentro social resurgen
cotidianamente como respuesta a las múltiples crisis

*Profesor de filosofía, investigador en marxismo, filosofía política


y latinoamericana. Investigador del Instituto de Estudios Críticos
Venezuela.
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que la pandemia potencia. Revisar en la memoria los
fragmentos de las experiencias pasadas, para construir
desde ellas los nuevos códigos de resistencia, es la clave
de una lucha que conecta todos los territorios, igualados
en una situación de contingencia mundial.

Esta coyuntura, minimizada en la edición anterior,


encuentra en este número un espacio concreto para con-
vocar al debate descarnado respecto al fortalecimiento
del Estado en el contexto del COVID-19, situación elogia-
da y promovida como una solución desde la izquierda.
De igual manera, presentamos una revisión profunda
y analítica del proceso organizativo chileno impulsado
por las protestas y sintetizado en las Asambleas Popula-
res que ocupan buena parte de las comunas del país aus-
tral. En tercera instancia, se plantea un aporte para la
comprensión de las veedurías ciudadanas, en tanto una
experiencia histórica de participación democrática en
Colombia, en el contexto del país con el conflicto arma-
do más duradero de la región. Por último, como hemos
venido haciendo desde hace algunos números, incorpo-
ramos una serie de relatos que visibilizan la situación de
violencia en la que se encuentran las mujeres.

La clave común que teje el sentido de este número


es la participación popular, la democracia profunda que
resurge cada cierto tiempo en el seno de nuestras socie-
dades. Desde las asambleas en Chile a las veedurías en
Colombia, la organización de las y los oprimidos renace
como respuesta permanente a las formas de poder exis-
tentes, fortaleciéndose como una respuesta sostenible y
neurálgica para la construcción de futuro. Apuntes Crí-
ticos apuesta a la sistematización, el análisis y el debate
de estas experiencias, desde la rigurosidad y compromi-
so. A su vez, invita a quienes la leen a realizar sus apor-
tes en esta dirección, abriendo nuestras páginas para
ustedes.
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Fotografía extraída de Convergencia Medios, Santiago de Chile.

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Ensayo

LAS ASAMBLEAS POPULARES EN


CHILE 2019-2020:
BASES DE LA REVUELTA POPULAR

Ignacio Abarca Lizana*

Nota introductoria

E
l propósito del presente artículo es motivar una
reflexión crítica y un debate en torno al fenóme-
no de las asambleas populares que toman fuerza
desde el estallido de la revuelta popular en Chile, en oc-
tubre de 2019, hasta ahora. Para eso, inicio planteando
que históricamente las asambleas populares no son una
novedad, provienen de una larga y fecunda experiencia
de los movimientos de masas chilenos, ligada al desa-
rrollo de organizaciones territoriales con características
comunes. A su vez, adelanto una definición tentativa de
asamblea popular, pasando a explicar cuál es su función
social y política en el marco de la revuelta popular, segui-
do de algunas reflexiones acerca de la compleja y cam-
biante relación entre composición de clase y dinámicas
de movilización dentro de ellas. Cierro con unas pocas
referencias en torno al lugar y el papel de las asambleas
populares ante la emergencia del COVID-19.

* Psicólogo con Mención Educacional Infanto-Juvenil, Universidad


de Santiago de Chile. Miembro del Instituto de Estudios Críticos.
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Dos consideraciones previas que, si se quiere, pue-
den tomarse como excusa personal: el artículo posee la
condición característica de hablar en tiempo presente,
dado lo cual, el objetivo se cumpliría satisfactoriamente
si termina siendo un aporte para sopesar y valorar en
correcta medida determinados elementos y tendencias
integrantes del proceso de revuelta y, particularmente,
de la organización popular en asambleas territoriales
que están en pleno curso. Segundo, el artículo se escri-
be desde una mirada y una experiencia que ocurre en la
Región Metropolitana, por lo tanto, inevitablemente, las
referencias más cercanas —los puntos de apoyo y posi-
blemente ciertas apreciaciones— contienen elementos
de estos procesos que, además de ser generales, son a su
vez particulares de una situación en Santiago de Chile.

1. Memoria colectiva, memoria popular

Garcés y Milos (1983) abordan el papel de la memoria


popular en la historia de las sociedades y en la historia
de las luchas sociales. Esta sirve como un recurso colec-
tivo para buscar solución a los problemas y dilemas del
presente, tal como afirman: “en efecto, así como a nivel
personal recurrimos a nuestra memoria y a nuestra ex-
periencia para afrontar los momentos difíciles, a nivel
de toda una sociedad, de todo un pueblo, también se
buscan explicaciones y recursos en el pasado. Se activa
una memoria colectiva que trae al presente las huellas
y marcas del pasado con la intención de aclarar los dile-
mas del presente” (p. 3).

De acuerdo con este concepto, la respuesta histó-


rica del pueblo chileno está relacionada con las dinámi-
cas de organización local y territorial que surgen frente
a coyunturas atravesadas por necesidades materiales
relevantes. Por ejemplo, períodos de “crisis económicas”
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agudas, o catástrofes naturales como terremotos o alu-
viones. También durante momentos de alta intensidad,
masividad y profundidad de la movilización popular;
como lo fue durante el ciclo de gobierno de la Unidad
Popular del 70 al 73, o los procesos de organización po-
pular para la resistencia a la dictadura en los 80 (Goico-
vic 1996). Con diversas formas y modos particulares, una
de estas dinámicas que se expresa actualmente en todo
el territorio nacional son las denominadas asambleas
populares.

¿Qué son las asambleas populares? Son organi-


zaciones de masas de composición popular, localizadas
geográficamente, con el fin de satisfacer, de manera
autogestionada y colectiva, las necesidades materiales
y económicas inmediatas, desplegar luchas reivindica-
tivas y/o desarrollar procesos políticos asociados a un
proyecto del pueblo trabajador, circunscritas a un al-
cance determinado por el momento histórico concreto
en el que se desarrollan.

A mi juicio, uno de los fenómenos más significati-


vos de la revuelta popular, abierta en Chile desde octu-
bre 2019, es el de las asambleas populares surgidas a lo
largo de todo el territorio dominado por el Estado chi-
leno. De una u otra manera, el hecho de que, a más de
siete meses de iniciada la revuelta, un número enorme
de asambleas permanezcan en funcionamiento, es un
indicador de la profundidad y el alcance cualitativo del
proceso histórico que recorremos desde finales del año
pasado.

Como ya adelantaba, no es la primera vez en la


historia chilena que el fenómeno de las asambleas po-
pulares se manifiesta. Podemos mencionar, con sus ras-
gos históricos distintivos, al menos los siguientes mo-
mentos: los procesos de organización obrera y popular

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Marcha Santiago de Chile, circa 1972
durante el primer cuarto del Siglo XX, con el desarrollo
de mutuales, mancomunales, sociedades de resistencia
y clubes sociales (Artaza 2014); las luchas territoriales
por la vivienda y por un espacio geosocial donde asen-
tar comunidad durante las décadas del 50, 60 y 70 —con
particular intensidad hasta el golpe de Estado en 1973—
(Garcés 2004); los procesos populares de movilización
política y revolucionaria en el contexto del período de
gobierno de la Unidad Popular entre 1970 y 1973, con
la formación y extensión de los Comandos Comunales
de Trabajadores (Leiva s/f), y también, en cierta medi-
da, con un componente territorial como el señalado,
los Cordones Industriales y Consejos de Campesines
(Gaudichaud 2004); los procesos populares de resisten-
cia armada a la dictadura en los 80, como, asimismo, el
conjunto de la organización popular articulado con el
fin de resolver la subsistencia material de poblaciones
y comunidades en lucha colectiva contra la miseria y el
hambre (Garcés, 2004); y más recientemente, las asam-
bleas populares emergidas al calor de las movilizaciones
estudiantiles de 2006 y 2011 (Guerrero & Cabezas, s/f);
por último, las luchas territoriales y socioambientales
desplegadas del 2010 al 2015 aproximadamente —en
Punta Arenas, Aysén, Chiloé, Freirina— (Ibíd.).

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El propósito de la anterior mención sucinta es
plantear que los actuales procesos de protesta y orga-
nización popular y territorial en Chile son tributarios
de esos precedentes y, de modo significativo, portan un
contenido histórico, memoria histórica y memoria po-
pular, que se reactiva para hacer frente a las necesida-
des sociales y políticas del presente.

2. La función social y política de las asambleas popula-


res en el marco de la revuelta popular

Las asambleas populares, como actrices protagónicas,


empiezan a aparecer en escena de forma “instintiva”
casi desde el mismo 18 de octubre 2019, cuando se desa-
tan las protestas en la Región Metropolitana, y desde el
19 en las demás regiones del país. Durante esa primera
semana post-estallido del lunes 21 de octubre se multi-
plican rápidamente en todo el territorio nacional, pro-
ceso que sigue reproduciéndose con fuerza —se puede
estimar— a lo largo de uno o dos meses (Zambrano &
Huaiqui 2020).

Desde octubre de 2019 hasta ahora, a grandes


rasgos, se puede afirmar que una porción del total de
asambleas que surgieron se han mantenido en funcio-
namiento, más o menos consolidadas con mayores o
menores niveles de desarrollo, agrupando e incorporan-
do al trabajo territorial a un número que puede fluctuar
entre 10 y 100 personas aproximadamente. Durante oc-
tubre-noviembre este número podía multiplicarse por
tres o cinco. Otra porción han fenecido, la gente dejó de
reunirse —¿momentáneamente?— y por diversas razo-
nes ya no existen como tal, ya sea que decayó el ánimo,
no tuvieron conducción, se debilitaron por divergencias
acerca del “Proceso Constituyente” o no soportaron la

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nueva e inesperada condición que impuso la llegada del
COVID-19 a Chile. Podríamos hablar de una tercera por-
ción “intermedia” donde, por una o varias de las circuns-
tancias ya esbozadas, las asambleas fueron disminuyen-
do, a tal punto que terminaron reducidas a un puñado o
núcleo de “miembros de la asamblea”, 3, 4 o 5 personas
que han seguido operativas realizando agitación y pro-
paganda en su barrio, acciones de protesta callejera o
actividades relacionadas con necesidades sanitarias o
de abastecimiento económico y alimenticio en el marco
de la pandemia, pero no puede decirse que conformen
una asamblea propiamente como tal, al menos en la si-
tuación actual.

Más allá de las expectativas que cada une pueda


tener, las proyecciones propias o los deseos, desde octu-
bre 2019 hasta hoy las asambleas populares han desem-
peñado las siguientes funciones sociales y políticas:

a) Han servido como lugar de reencuentro popular y


comunitario, reuniendo y entrelazando a los sujetos
populares, lo que a veces se llama el “tejido popular”,
profundamente destruido, desintegrado y descom-
puesto por obra de la dictadura cívico-militar, pero
fundamentalmente, y sobre todo, por el modelo so-
cial de mercado desarrollado con inusitado empuje
desde la transición pactada a la democracia “neolibe-
ral”, desde 1990 en adelante (Moulian 1994).

A través de estas Asambleas, se han generado diver-


sas instancias de comunicación, contrainformación,
protesta, marchas territoriales, jornadas de autofor-
mación y discusión, actividades culturales, de salud,
de re-encuentro entre vecines y pobladores, entre
un sinnúmero de actividades que ha reactivado la
discusión política y el reconocimiento de les veci-
nes en los territorios, reconstruyendo el tejido social

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desgarrado en dictadura y fortalecido por el miedo,
el individualismo y la desconfianza impuesta por el
modelo neoliberal profundizado en los posteriores
años de transición a la democracia (Guerrero & Ca-
bezas, s/f).

b) Han jugado un rol de reapropiación espacial y sim-


bólica de determinados “centros comunes” en un te-
rritorio local. El más famoso es el caso de la ex “Plaza
Italia” —Plaza Baquedano oficialmente—, bautizada
por el movimiento popular como “Plaza Dignidad”.
Pero más allá de aquel centro neurálgico, en todas las
regiones, comunas, barrios y poblaciones, las plazas
que han sido sitio de reunión, operación y vida de las
asambleas, fueron bautizadas con nuevos nombres
—y en muchos casos, símbolos gráficos que luego
fueron digitalizados— que la propia gente les colocó,
que por lo general hacen alusión a “la dignidad”, “la
unidad”, “18 de octubre”, “la revolución”, “la esperan-
za”, “la victoria” o a identidades del pasado. Por ejem-
plo la emblemática “Nueva La Habana” al oriente en
la comuna de La Florida en Santiago. Así es como esta
revuelta está cargada de simbolismo, imágenes colec-
tivas, recuerdos populares, canciones populares, arte
histórico y nuevo del pueblo chileno.

Se destaca que la revuelta social ha otorgado valor a


muchos espacios antes desapercibidos por la pobla-
ción, pero que hoy son puntos icónicos de discusión,
catarsis y encuentro en las comunidades. Ejemplifi-
cación de aquello es la “ex Plaza Italia”, hoy denomi-
nada “Plaza Dignidad”, la que se proyecta como lugar
de encuentro, de resistencia, de enfrentamiento o de
esperanza, según la posición en que se encuentren
los distintos actores (Zambrano & Huaiqui 2020).

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c) Han fungido como preparación, reserva y retaguardia
de determinadas dinámicas de enfrentamiento po-
pular, principalmente contra las fuerzas represivas
de Carabineros. Cabe acotar que no todas ni la ma-
yoría de las acciones de enfrentamiento callejero son
organizadas por las asambleas populares, la mayor
parte de ellas tienen un grado alto de espontaneidad
e inorganicidad. Nos guste o no nos guste, la repre-
sión enloquece porque no encuentra responsables,
cabecillas ni “autores intelectuales”. “Los cacerolazos,
intervenciones, cortes de calles, barricadas y marchas
fueron las acciones organizadas desde las asambleas
para desafiar el toque de queda y visibilizar el des-
contento ante la fuerza militar desplegada” (Guerre-
ro & Cabezas). Como explican Albert y Köhler:

Aprendieron unos de otros para resolver temas


prácticos: ¿cómo tratar las lesiones de lacrimógenas
y perdigones?, ¿quién puede prestar primeros au-
xilios en las manifestaciones?, ¿qué hay que hacer
cuando detienen a alguien en una protesta?.

d) Han funcionado como instancia de auto-educación


popular. Desarrollando procesos muy profundos
de aprendizaje, reflexión y debate comunitario que
—obviamente— jamás proveyeron la escuela, la te-
levisión, ni ningún instrumento ideológico para la
dominación y la alienación de las masas populares.
Las personas reunidas en las asambleas aprendie-
ron, hablaron y hablan acerca de cómo y por qué es
el modelo social en que vivimos, el papel de las ins-
tituciones políticas, las instituciones represivas y el
Estado, de perspectivas de un “buen vivir” y de una
sociedad del respeto entre pueblos, etnias, géneros y
disidencias sexuales. Asuntos que, por ejemplo, mu-
chas personas sobre los cincuenta años nunca en su
vida habían escuchado:
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[…] si bien en un principio una gran cantidad de
charlas, foros y conversatorios buscaban abordar
el tema de la constitución y la Asamblea Constitu-
yente, progresivamente se ha ampliado el espectro
de discusión hasta un amplio horizonte que inclu-
ye problemáticas desde perspectivas feministas, de
derechos humanos y derechos sociales, de las disi-
dencias sexuales, por la autonomía territorial, de
procesos constituyentes históricos de Chile y Lati-
noamérica, entre otros (Guerrero & Cabezas, s/f).

e) Han servido como instancia de deliberación y parti-


cipación política de la comunidad, pero de acuerdo a
un nuevo paradigma autogestionado, autoconvoca-
do, horizontal, de democracia participativa y directa.
En este sentido, las asambleas expresan un profundo
—y hasta visceral— rechazo y desprestigio hacia las
formas caducas de la democracia representativa. De
manera masiva, potente y hegemónica, las asambleas
populares se impusieron con el apellido de “autocon-
vocadas”, lo que quiere decir, muy concretamente,
que no son convocadas ni dirigidas por partidos polí-
ticos, organizaciones ni instituciones del Estado o de
la esfera del bloque dominante —entiéndase iglesias,
entidades privadas o empresariales como las Socie-
dades Anónimas de clubes deportivos o fundaciones
pertenecientes al mundillo de las elites—, sino que se
autoconvocan y autodirigen. Con esto no busco ha-
cer apología de alguno de los rasgos de las asambleas
populares, estoy tratando de explicar cómo son —al
menos en este momento histórico—.

f) En la actual coyuntura de pandemia, las asambleas


populares han intentado brindar respuesta comu-
nitaria a las necesidades sanitarias, económicas y
de alimentación de la población. Así es como se han
levantado ollas comunes, centros de acopio alimen-
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ticio, cajas de alimentos e insumos básicos para la fa-
milia en respuesta a la ausencia o grosero retraso del
gobierno. También han realizado la sanitización au-
togestionada de espacios públicos —lo que no hicie-
ron ni los Municipios ni ninguna otra institución—,
atención o ayuda autogestionada de enfermes por
COVID-19, apoyo feminista a mujeres o disidencias
sexuales, que en el contexto de cuarentena estuvie-
sen conviviendo con un agresor, y más.

g) Por último, se han llevado a cabo gigantescos esfuer-


zos para lograr la articulación entre las distintas
asambleas populares y el complejo de redes territo-
riales fraguado en el proceso de revuelta, desarrollán-
dose “coordinaciones de asambleas” (Albert & Köhler
2020) en el ámbito de una comuna o de un conjunto
de comunas, lo que se ha denominado —otra vez la
memoria popular— “cordones”, de una región com-
pleta —o al menos en ese empeño— y también entre
diferentes regiones, como iniciativa interregional.

Al mismo tiempo se empezaron a organizar coor-


dinaciones más a nivel territorial […] como lo son la
Asamblea de Maipú que aglutina más de 15 asam-
bleas más pequeñas; la Coordinadora de Asambleas
Territoriales de la Provincia Cordillera, que convoca
a alrededor de 20 asambleas de la zona sur oriente
del Gran Santiago; y otras coordinaciones más pe-
queñas que, entre otras, podemos mencionar al Co-
munal Santiago, donde se coordinan acciones entre
15 asambleas del centro de Santiago y el Cordón Gre-
cia, impulsando el accionar y lucha directa de esta
gran arteria de la capital (Guerrero & Cabezas, s/f).

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3. Asambleas populares, composición de clase y diná-
micas de movilización

Entramos de lleno al tercer apartado con dos interro-


gantes que intentaré responder. Vamos con la primera:

¿Qué sectores sociales


componen las asambleas populares?

Una primera respuesta general sugiere que las asam-


bleas populares son socialmente heterogéneas y las
componen las grandes masas populares y trabajadoras
identificadas por la precarización de sus condiciones de
vida en uno u otro nivel (Escuela Popular Permanente
2020). Las componen los vastos sectores sociales preca-
rizados, que representan prácticamente a toda la pobla-
ción trabajadora. Las integran todes quienes se oponen,
critican o se desafectan del modelo social capitalista en
su expresión neoliberal chilena, el cual es patrimonio de
una pequeña fracción social burguesa que no ha visto
empeorada su existencia, sino al contrario, es cada vez
más favorecida, adinerada y poderosa.

Como decíamos, entonces, tenemos una gran he-


terogeneidad en la composición social de las asambleas:
desde sectores socioeconómicos “medios”, profesionales
o pequeñoburgueses —precarizados—, hasta sectores
populares altamente marginados y excluidos, incluso
de los mismos circuitos de la explotación económica, y
ni hablar del acceso a la educación, a una salud digna,
etc. Nos encontramos con todo ese arco.

Otro dato de utilidad es que las asambleas se de-


sarrollan predominantemente en sectores urbanos, es
un fenómeno eminentemente urbano, según demuestra
el estudio de Geo Constituyente (Zambrano & Huaiqui

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2020). Sus fuerzas principales se concentran en las ur-
bes y, todavía más, en las grandes metrópolis: “A modo
general, en relación al escenario regional, todas las capi-
tales regionales registran la mayor cantidad de cabildos
y asambleas auto convocadas” (Ibíd.). Se puede decir que
lo anterior se explica fundamentalmente de dos mane-
ras: a) En las urbes se concentran y aglutinan grandes
masas en espacios compactos, donde las condiciones
de vida se pauperizan y se vuelven insoportables, tan-
to material como psicológicamente; b) En las urbaniza-
ciones sucede un mayor desarrollo de las dinámicas y
los movimientos políticos, hay costumbre de marchas y
protestas, hace mucho tiempo están en la calle les estu-
diantes, es donde se ha expresado y desplegado asom-
brosamente el feminismo, las mujeres y disidencias, y
la mayor parte de los movimientos de les trabajadores.
Dichos elementos, si bien no de forma exclusiva, sientan
precedentes inmediatos de los actuales procesos de or-
ganización popular en asambleas territoriales.
Protesta en la plaza Dignidad,
Santiago de Chile.

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¿Qué relación podríamos establecer
entre composición social
y dinámicas de movilización?

Hay una constatación. No todo el movimiento popular,


en sus diversas facetas, se organiza en la asamblea po-
pular. De hecho, cuantitativamente, este sector cons-
tituye una franja bastante reducida del conjunto del
movimiento. Son muchas más las personas que han
“caceroleado” que las que se organizan en la asamblea,
y son muchas más también las que se han manifesta-
do en la calle, marchado y protestado en el marco de la
revuelta, en apoyo explícito y en participación directa
en el proceso, hasta el punto de llegar a poner —literal-
mente— en juego su vida en el enfrentamiento, que las
que levantan la asamblea y se organizan allí. Es decir, no
tenemos ningún derecho ni razón para poner en duda el
compromiso social y político y la consciencia de clase de
quienes —entre muchas comillas— “solamente” protes-
tan, pero no se organizan territorialmente, ni tampoco
en otros ámbitos —como podría ser, por ejemplo, una
organización sindical o estudiantil, un colectivo político,
de mujeres o medioambiental, o un medio de informa-
ción alternativo y popular—.

¿Qué es lo que tiene de particular,


entonces, este sector popular
organizado en la asamblea?

Que impulsa procesos organizativos de bases con pers-


pectivas políticas e históricas, más allá de su grado espe-
cífico de profundidad. Organizar implica asumir como
propia la responsabilidad colectiva con las perspectivas
de futuro. Eso es lo específico. Manifestarse o protestar
no conlleva necesariamente la asunción de responsabi-
lidad hacia el proceso colectivo, con todas sus aristas y
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Asamblea en Santiago de Chile.
requerimientos, digamos, en su complejidad de proce-
so histórico. Perfectamente, manifestarse y protestar,
aunque son muestra de consciencia –no quiero que eso
se confunda– pueden expresar más bien una descarga,
totalmente legítima, de rabia e indignación, o significar
en realidad un acto de venganza, también legítimo, para
con el opresor —estoy convencido que la revuelta sig-
nifica mucho de eso—, pero no necesariamente porta
perspectiva de futuro o perspectiva de proceso históri-
co; o, por otro lado, podría también revelar una posición
más o menos subsidiaria de “apoyo” al movimiento, lo
que se puede identificar en el acto del cacerolazo, el se
hace, a veces, desde la “simpatía”, “yo les apoyo a elles
que están luchando”. Ciertamente, estos sectores socia-
les de apoyo, simpatía y validación de los movimientos,
son vitales, fundamentales y decisivos para su suerte y,
de hecho, hacen parte asimismo del Movimiento Popu-
lar, desde su lugar de decir “yo les apoyo, y por eso toco
la olla”, pero no tienen perspectivas de futuro o, mejor

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dicho de otra forma, esa perspectiva no se materializa
en esa acción.

En cambio, organizarse implica asumir conscien-


temente —en forma de proceso, de modo irregular, por
supuesto— que: a) yo soy parte de una colectividad, soy
une sujete colective; b) me toca luchar, pero también
educarme y educar, pensar y discutir con mis pares so-
bre el rumbo —a futuro, en perspectiva— de esta lucha;
c) además de enfrentar o autodefendernos de los emba-
tes del poder, debo y debemos producir toda una serie
de cambios en “nosotres”: en la relación machista y pa-
triarcal, en la relación con el alcohol y las drogas, en la
relación con los ecosistemas, en el cuidado y bienestar
general de mi población o barrio, etc. En una palabra,
que no es solamente con el enemigo, sino que también
y fundamentalmente, con nosotres mismes. Este es el
gran “punto de quiebre” en los procesos de consciencia.

Dichos grados de reflexión se adquieren con ex-


periencias de lucha. Algunes los adquieren —hacen
catarsis, a decir de Gramsci (Oliver 2017)—, otres no, o
no suficientemente. Un proceso como el de la revuelta
popular, sin duda, multiplica estas consciencias y estos
seres sociales que siembran organización, de allí su tras-
cendencia histórica.

Podemos afirmar, a su vez, que la transmisión his-


tórica juega un papel en todo esto: las asambleas que
han logrado levantarse, desarrollarse, perdurar y madu-
rar, casi en su totalidad contienen elementos “militan-
tes” que portan experiencias previas de organización
y movilización. El actual proceso no surge de la nada,
de hecho, es un continuo de lo que ni la dictadura, ni
la transición pactada a la democracia, pudo aniquilar;
de los ciclos de movilización social y popular iniciados
unas dos décadas antes de la revuelta: “Estos espacios

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de organización territorial fueron convocados por el
mismo pueblo en las calles, y si bien su convocatoria fue
espontánea durante los primeros días de la Revuelta,
ellas nacen del acumulado de años de luchas y aprendi-
zajes” (Guerrero & Cabezas s/f).

Finalmente, podemos establecer una relación muy


general. De los sectores organizados territorialmente,
los más prestos a la combatividad, la autodefensa, la
acción directa y la radicalidad, en su más amplio senti-
do, son los sectores socialmente más populares, empo-
brecidos, pauperizados y excluidos del sistema y por el
sistema. Unas cuantas excepciones pueden ser sectores
con larga y profunda tradición combativa y política, por
ejemplo la Villa Frei en Ñuñoa. Mientras que los sec-
tores que podríamos llamar “medios” o más “pequeño-
burgueses”, tienden a la evasión de la lucha con formas
radicales y a una inclinación hacia los espacios que ofre-
ce la institucionalidad estatal. Obviamente no se trata
de una relación mecánica, pero sí podemos plantearla
como relación dinámica.

¿Por qué pasa esto? Yo diría que, básicamente, ope-


ra una antiquísima situación histórica: en los sectores
populares más empobrecidos y excluidos hay menos, o
nada, que perder; y hay menos, o nada, que esperar del
sistema y su institucionalidad. Aquella ubicación social
—la exclusión— moldea todo un conjunto de prácticas,
hábitos, formas de expresión y patrones culturales.

4. Las asambleas populares ante la emergencia del co-


vid-19

Esta es una historia que está en pleno transcurso. De he-


cho, desde hace aproximadamente una semana —estas
letras se escriben al día jueves 28 de mayo— comenza-

Apuntes Críticos | 23 | Instituto Estudios Críticos


ron a producirse en Santiago movilizaciones populares
por el hambre, con pobladores de El Bosque como los
primeros en salir a la calle de forma masiva a protestar,
seguidos luego por poblaciones de La Pintana, Puente
Alto, San Bernardo, Cerrillos, Peñalolén, y sigue.

Podemos afirmar que las asambleas populares han


sido un espacio fundamental, si no el más importante,
para dar respuesta concreta a necesidades materiales,
sanitarias, sociales y afectivo-psicológicas de la pobla-
ción en contexto de pandemia. Tales respuestas, sin
excepción, son parciales, muy limitadas, acotadas local-
mente y con recursos, a decir lo menos, precarios. Pero
han cubierto urgencias como no ha sido capaz ninguna
institución —ni que hablar de militares y policías—.

Un dato importante es que las ayudas e iniciativas


se realizan desde una total transparencia y validación
moral, de la cual no goza la institucionalidad. Tanto así
que, en ocasiones, vecines no participantes organizades
acuden a asambleas o redes territoriales para realizar
un requerimiento, ya sea alimenticio, económico, psi-
cológico, de protección ante VIF —“violencia intrafa-
miliar”— y no van a la Municipalidad, por ejemplo, o a
Carabineros. Así de concretas se demuestran las relacio-
nes de confianza.

Por último, también es algo concreto que allí don-


de las asambleas populares fueron y son más contun-
dentes y robustas, producto de la revuelta popular y
sus experiencias, es exactamente donde se ha podido
responder de mejor manera ante las nuevas necesida-
des materiales —y de todo tipo— que genera el contexto
de pandemia. Podemos establecer esta relación directa-
mente e inclusive, proyectarla. Esta historia continuará.

Apuntes Críticos | 24 | Instituto Estudios Críticos


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Apuntes Críticos | 26 | Instituto Estudios Críticos


Ciudades Latinoamericanas en pandemia:
1.Lima 2.Buenos Aires
3.Santiago de Chile 4.La Habana
5. Caracas 6 Sao Pablo

Apuntes Críticos | 27 | Instituto Estudios Críticos


Ensayo

EL LEVIATAN ENFERMO:
PANDEMIA E IMAGINACIÓN
UTÓPICA MÁS ALLÁ DE LOS
LÍMITES DEL ESTADO*

David Alvarado Patiño**


Manuel Azuaje Reverón***

Introducción

L
as líneas que siguen han sido escritas desde
los primeros días de la cuarentena mundial, a
finales de marzo, en un primer momento como un
esfuerzo para identificar las principales ideas puestas
sobre la mesa por parte de la izquierda mundial y en un
segundo paso como un aporte crítico frente a algunos
lugares comunes que han circulado en torno a estos
temas. Si algo queda patente hoy es la esterilidad del
pensamiento individual, estamos convencidos de que
solo de manera colectiva pueden surgir ideas que den
respuesta a las transformaciones que se avecinan.

* El contenido de este ensayo fue publicado por entregas en la revis-


ta https://catarsimagazin.cat/
** Licenciado en filosofía (UCV-Venezuela), columnista en varios me-
dios digitales. Miembro del IEC-Venezuela.
*** Profesor de filosofía, investigador en marxismo, filosofía política
y latinoamericana. Investigador del Instituto de Estudios Críticos
Venezuela.
Apuntes Críticos | 28 | Instituto Estudios Críticos
El mítico animal marino con el que Thomas Hob-
bes identificó al Estado, hoy en día sirve como analogía
que se extiende desde las estructuras de la producción
capitalista hacia las instituciones globales y nacionales
que garantizan el sostenimiento del modelo de acumu-
lación. Es este sistema el que hoy genera y a la vez pa-
dece la enfermedad estructural de la que el COVID-19
es una expresión. La pandemia del coronavirus es una
nueva oportunidad para la acción colectiva global, para
ello es necesario comprender el comportamiento del
capital y los aparatos funcionales al despliegue de sus
cadenas de acumulación.

1. Discusiones críticas para una alternativa más allá de


los límites

La pandemia del COVID-19 ha provocado que los Esta-


dos de la mayoría de los países del mundo, tomen me-
didas restrictivas severas, solamente vistas en situa-
ciones de guerra. Nos interesa sintetizar algunas de las
posturas del debate de la izquierda intelectual mundial
respecto a estas medidas y las implicaciones políticas y
económicas de la pandemia. Esta discusión será el pun-
to de partida para hacer algunos aportes críticos y apro-
ximarnos al planteamiento de alternativas más allá de
la lógica del Estado capitalista.

Algunos elementos destacados de la


discusión sobre el COVID-19

El foco de la discusión, al menos en Europa, se ha cen-


trado en el papel del Estado y sus medidas restrictivas
de aislamiento para evitar una mayor propagación del
virus. En Italia, hasta ahora el país más afectado del
continente europeo, se ha generado el debate respecto a

Apuntes Críticos | 29 | Instituto Estudios Críticos


la sospecha biopolítica de las medidas oficiales que jus-
tifican un Estado de excepción, aprovechando la excusa
de la pandemia para socavar los espacios comunitarios
y reducirlos a esferas digitales que mutilen el encuen-
tro necesario de las personas y sus alternativas políticas
ante la crisis. Esta es, someramente, la posición, tanto de
Giorgio Agamben y Roberto Esposito, ambos filósofos
italianos de destacada trayectoria. Las dos posturas se
confrontan a la interlocución crítica del filósofo francés
Jean-Luc Nancy, el cual reprocha que la situación de ex-
cepción es propia de la civilización occidental moderna
y no de las medidas coyunturales de los Estados. Este
último considera peligroso subestimar la pandemia a
partir de perspectivas biopolíticas.

Por otra parte, el filósofo esloveno Slavoj Žižek


pone de manifiesto la posibilidad de que, ante esta si-
tuación de menesterosidad colectiva, emerja una nueva
conciencia de solidaridad global, como alternativa a las
políticas soberanas de los Estados, demostrando su in-
capacidad para resolver crisis mundiales. De acuerdo
con él, el COVID-19 supone un duro golpe al capitalis-
mo, porque revela la forma de su propia impotencia, que
podría abrir paso a otro tipo de organización global de
la economía.

A su vez, el filósofo sur coreano Byung Chul Han,


le parece que si bien China ha logrado estabilizar la si-
tuación de manera más eficiente que Europa, esto no es
nada digno de celebrar, sino más bien de preocuparse.
No manifiesta otra cosa que lo enormemente contro-
lada que está la sociedad china por parte de un Estado
policial digital que irrumpe inconsultamente en los es-
pacios privados de las personas, a través de la tecnología
móvil y sus mecanismos de vigilancia. El éxito discipli-
nario ha sido tal que el pueblo parece celebrar y agra-
decer la usurpación de sus datos confidenciales por las
Apuntes Críticos | 30 | Instituto Estudios Críticos
buenas razones del gobierno. Lo que quedará de todo
esto, considera, será un modelo ejemplar y eficiente de
Estado policial vigilante, que eventualmente será re-
producido en Europa, cuya solución ante la crisis pan-
démica no ha sido otra que el cierre de fronteras como
ejercicio desesperado de autonomía, en vez de adoptar
medidas colaborativas en la eurozona. En este último
aspecto Han podría estar de acuerdo con Zizek, aunque
difiere de él en creer que la pandemia representa un
golpe al corazón del capitalismo. Cree todo lo contrario,
que los mecanismos biopolíticos, psicopolíticos y tecno-
lógicos del neoliberalismo se renovarán ante esta crisis
pandémica, tal como han emergido históricamente lue-
go de traumas sociales.

En otro nivel de la discusión, sobre las implicacio-


nes políticas y económicas del COVID-19 en el análisis,
está presente en la izquierda la idea general de que los
efectos de la pandemia ponen en evidencia la debilidad
del modelo económico neoliberal que domina actual-
mente el mundo. Catástrofes que empiezan a verse en el
sistema de salud, en el mercado y en la economía finan-
ciera, revelan la vulnerabilidad del orden social en ma-
nos del neoliberalismo. El desastre que empieza a verse
y la catástrofe que es inminente, son los elementos que
indican la necesidad de un cambio radical. Esta es la po-
sición de David Harvey, Noam Chomsky, Atilio Borón y
otros intelectuales.

Finalmente, entre las posiciones iniciales, está la


posición de Alain Badiou, quien intenta refutar cual-
quier tipo de teoría conspirativa respecto a la propaga-
ción y los efectos del virus, a partir de la explicación de
las determinaciones causales y demostrativas que, a su
juicio, desmontan cualquier explicación especulativa
sobre el origen y propagación del COVID-19. Tales deter-
minaciones son: a) Tal como el SARS del 2002, el virus se
Apuntes Críticos | 31 | Instituto Estudios Críticos
transmite de animal a humanos. b) Su rápida expansión
global es producto de la posición que ocupa China en
el mercado mundial. A esta posición pudiera comple-
mentarla el análisis del sociólogo venezolano Emiliano
Terán, quien considera que el coronavirus, tal como las
demás epidemias, es producto del avance del capital ha-
cia la ocupación de nuevas fronteras ecosistémicas que
alteran la naturaleza y producen epidemias como la ac-
tual, rápidamente propagables por el mundo, debido a
la interconexión globalizada del capitalismo contempo-
ráneo.

Estas posiciones recogen el sentido general de los


debates y los enfoques que rápidamente se han propa-
gado por las distintas páginas de opinión que abundan
en internet; la sospecha biopolítica, la confianza en el
derrumbe del capitalismo, la advertencia sobre el deve-
nir autoritario de los Estados a nivel global, el final defi-
nitivo —ahora si— del neoliberismo y la explicación de
la pandemia asociada al modo de expansión del capital.
Las coordenadas generales de las aproximaciones tem-
pranas se han presentado en esos términos, lo que pone
en evidencia el refugio seguro de los lugares comunes
en la izquierda y la autoafirmación permanente de su
intelectualidad, que ha usado la pandemia para demos-
trar que las certezas que ha cosechado durante años
quedan comprobadas.

COVID-19. Implicaciones políticas


más allá del discurso del fracaso neoliberal.

Se han sintetizado las aproximaciones iniciales en tor-


no al COVID-19 para discutir con varias de las posturas
dominantes. Una de ellas es la común afirmación de que
los efectos del coronavirus demuestran el fracaso del
neoliberalismo. Este es un argumento que busca per-

Apuntes Críticos | 32 | Instituto Estudios Críticos


suadir a quienes aún creen que el neoliberalismo puede
ser solución de algo. O, para nosotros mismos, que no
terminamos de convencernos de la miseria provocada
por este modelo y debemos seguir dándonos razones
para romper con él. En definitiva, continuar repitiendo
lo mismo —expidiendo el certificado de defunción del
neoliberalismo— no ayuda a comprender el significado
que tienen las acciones tomadas por los gobiernos du-
rante esta pandemia mundial.

Las decisiones de Emmanuel Macron en Francia,


de Nayib Bukele en El Salvador, o las medidas de nacio-
nalización de empresas en varios países de Europa para
combatir los embates de la pandemia en sus países, no
demuestran la impotencia del neoliberalismo para re-
solver los grandes problemas, sino la capacidad que
tienen los Estados para proteger estratégicamente el ca-
pital a fin de evitar una catástrofe que lo ponga verda-
deramente en riesgo. Tras la forma aparente de políticas
sociales en favor de las mayorías, se oculta una estrate-
Sebastián Gil Miranda. Hombre en bicicleta en la Villa 31
durante el aislamiento social obligatorio
decretado por el Gobierno.

Apuntes Críticos | 33 | Instituto Estudios Críticos


gia de protección de las grandes empresas privadas y su
capital. Fue la Comisión europea la que dio permiso a
los gobiernos de la eurozona a ayudar a empresas ante
la inminente recesión, dando la posibilidad de su nacio-
nalización. Al igual que dieron máxima flexibilidad en
las reglas fiscales, permitiendo incluso posponer el pac-
to interno de estabilidad y crecimiento económico que
permiten las leyes neoliberales de los países europeos.
En este sentido, la Presidenta de la Comisión europea
Ursula von der Leyen ha dicho que se “podrán tomar
medidas, como subsidios salariales, suspensión de pa-
gos de impuestos, IVA y cotizaciones sociales”. Además,
el ministro de finanzas de Alemania expresó este país
ya ha tomado medidas de nacionalización en la crisis
financiera del 2008 para ayudar a los bancos. Todo en
defensa del capital. Son consensos a los que han llega-
do las empresas privadas y los Estados, por orientación
de las instancias institucionales de Europa con el fin de
proteger los capitales locales.

En este sentido, nos parece certera la posición de


Badiou, quien asegura que las medidas sociales se to-
man respetando al máximo los mecanismos del capital,
pero modificando el estilo y los actos de poder, yendo
más allá de su naturaleza de clase para conservar el fun-
cionamiento económico y evitar un desastre estratégi-
co.

De manera que, al terminar esta pandemia, no de-


bemos esperar a un neoliberalismo herido de muerte,
e impotente ante la posibilidad de defenderse. Todo lo
contrario, debemos esperar nuevos mecanismos de con-
trol y explotación, para recomponer el maltrato a la tasa
de ganancia generado por la carencia de producción y
de consumo en este contexto pandémico. De acuerdo
con esto, parece más útil la actitud de sospecha que las
esperas optimistas por un modelo más justo luego de
Apuntes Críticos | 34 | Instituto Estudios Críticos
catástrofe. Es la sospecha y no la confianza la actitud
necesaria para preparar las luchas de las clases popula-
res en función de la conquista de sus derechos.

La crisis pandémica y una alternativa


más allá del Estado

El Estado moderno capitalista tiene como función ga-


rantizar la acumulación de capital en su propia locali-
dad. Si algo nos ha revelado esta pandemia es el mito
de la existencia autónoma de un capital transnacional
y financiero que se produce y reproduce extraterrito-
rialmente. No hay cuidadores de ese capital global. Lo
máximo que se puede hacer es proteger la acumulación
de cada localidad, asegurando con ello la plusvalía de las
cadenas internacionales que se extrae en cada territo-
rio. Fuera de esta dinámica de producción y acumula-
ción, todo capital es ficticio. De allí la crisis financiera
que se genera apenas bajan los niveles de producción y
consumo en los territorios, se explota la burbuja y la ilu-
sión desaparece.

Este hecho no evidencia otra cosa que la alianza


infranqueable entre los Estados y el capital. De allí que
las medidas que parecen proteger a las clases más desfa-
vorecidas en esta coyuntura, no sean más que métodos
estratégicos para la protección del gran capital, evitan-
do una situación catastrófica.

Todo lo anterior debe obligarnos como izquierda


anticapitalista a pensar una alternativa para la solución
—tanto de esta crisis pandémica global, como de todas
las producidas por el capitalismo contemporáneo— más
allá de la puja por regresar a modelos de Estado garan-
tes de más derechos sociales. Se ha perdido de vista el
horizonte poscapitalista de la crítica, y nos hemos con-

Apuntes Críticos | 35 | Instituto Estudios Críticos


formado con arreglos reivindicativos y redistributivos
que nos proporcionen los Estados ante las situaciones
de crisis.

Es necesario volver la mirada a las organizacio-


nes sociales que desde sus espacios de resistencia están
construyendo relaciones de poder de nuevo tipo, apos-
tando a la creación de alternativas distintas a las ofreci-
das por los márgenes legales coercitivos de los Estados.

En este sentido, varias comunas de Venezuela es-


tán experimentando mecanismos de organización y
colaboración mutua para afrontar la pandemia. Desde
producción y distribución de mascarillas, hasta la crea-
ción de cuadrillas médicas comunitarias que atiendan
casa por casa los casos sintomáticos sospechosos de te-
ner el virus. Sin pretensiones de idealizar estas peque-
ñas acciones, lo que se nos pone de manifiesto es que lo
comunitario implica la protección positiva de la vida, en
tanto que todas las personas afectadas participan pro-
tagónicamente en la solución solidaria del problema.
Lo que contrasta con la lógica operativa del Estado real-
mente existente, que ofrece su solución desde la protec-
ción negativa de la vida, cerrando las posibilidades co-
lectivas de solución, e imponiendo las medidas a partir
de mecanismos restrictivos de participación. El sentido
de esto último no es subestimar las medidas de seguri-
dad dispuestas por las autoridades venezolanas, sino
estimular el pensamiento crítico en torno a las alterna-
tivas populares que pujan por construir formas distin-
tas de organización de la sociedad, que luchan contra la
lógica acumulativa y privatizadora del capital, con el fin
de conquistar espacios de poder distintos a los que hoy
ordenan nuestra vida social.

Apuntes Críticos | 36 | Instituto Estudios Críticos


Tande Firmino, habitantes de la comunidad. Río de Janeiro, Brasil.
ta, con equipamiento autogestionado por los hermanos Thiago y
Ana Carolina Fernandes. Limpieza sanitaria en la favela Santa Mar-
2. Recuperación y fortalecimiento del estado post co-
vid-19

“¡El neoliberalismo ha muerto, que viva el Estado!”. El


perpetrador, un virus mortal cuyo origen es objeto de
disputa geopolítica. “La pandemia es el Muro de Berlín
del capitalismo”, se lee en las líneas de algunos distin-
guidos analistas contemporáneos. Con desesperado fa-
talismo o exacerbado entusiasmo, se han volcado en el
ciberespacio todas las opiniones, el lugar de encuentro
por excelencia hoy. Por eso, retomando la sugerencia
crítica planteada anteriormente, frente al vitoreo gene-
ralizado y el aplauso dado a la actuación de algunos go-
biernos, nos atrevemos a preguntar ¿quién gana cuando
se fortalece el Estado?

Suspender la sospecha… ¿hasta cuándo?

Nadie quiere retratarse con figuras del calibre de Bolso-


naro, Trump o Piñera, no se trata de poner en cuestión

Apuntes Críticos | 37 | Instituto Estudios Críticos


la cuarentena en sí misma, sino de advertir ciertas po-
sibilidades abiertas frente a las cuales es necesaria una
actitud distinta al exceso de confianza. Así como a los
líderes populistas de derecha no les preocupa el exce-
sivo control social, a nosotros no nos preocupa que la
cuarentena sea una disposición necesaria para garanti-
zar la vida, lo que sabemos: que no colapsen los sistemas
de salud a partir de un aumento drástico de la curva de
contagios. Comprendemos que una medida de confina-
miento en la magnitud que se debía aplicar solo podía
ser asumida por los gobiernos y los aparatos estatales.
Si cuestionar hoy, nos acerca Trump o Bolsonaro, ¿cuán-
do es el momento para empezar a sospechar?

Sin embargo, es necesario romper con ciertos


chantajes y afirmar que no, que la crítica no se hace
desde el mismo lugar que la ultraderecha, que son otros
los sentidos y su finalidad. Es necesario permitirnos re-
flexionar críticamente sobre el estado de las cosas y pre-
guntarnos si el Estado —tal como existe ahora— está
actuando extraordinariamente o lo hace de acuerdo a
su propia lógica. En la dirección de la pregunta inicial
¿salimos ganando? Sí, claro, si nos viéramos obligados a
elegir, por supuesto que optaríamos por un Estado que
no te deja morir en tu casa frente a uno que te deja en
manos de los seguros privados.

Para quienes se oponen al neoliberalismo porque


limita la vida de las mayorías, el Estado se presenta
como garantía de vida. Pero, ¿neoliberalismo y Estado
son formas irreconciliables? Todo parece indicar que,
al menos en su sentido más restringido, quien garanti-
za la fiel aplicación del neoliberalismo son los cuerpos
institucionales del Estado, principalmente sus aparatos
represivos, aunque no sean los únicos. ¿Podemos seguir
hablando abstractamente de “Estado” o es necesario
adjetivarlo siempre? En tanto expresión de una correla-
Apuntes Críticos | 38 | Instituto Estudios Críticos
ción de fuerzas y un cuerpo de creencias colectivas ge-
neralizadas en un tiempo específico, que se cristalizan
en una materialidad institucional, parece difícil pensar
que el Estado puede actuar al margen de las relaciones
sociales existentes en un determinado momento histó-
rico. Siendo así, pedir el fortalecimiento del Estado per
se, es, en todo caso, desear que se refuercen de las rela-
ciones sociales actuales ¿son las más favorables para las
mayorías?

Un Estado que regresa repotenciado a partir del


miedo a la expansión de un virus mortal se parece mu-
cho al origen en el que supone Hobbes para su mons-
truo marino. Necesitamos un aparato coactivo absoluto,
que mantenga a raya la expansión natural del letal CO-
VID-19. Si ese es el contexto social desde el cual se edi-
fica una nueva institucionalidad o fortalecen las enti-
dades existentes, sorprenden las voces que piden “¡Más
Estado!”, “¡Más Estado!”, “¡Más Estado!”. Hoy, aceptamos
y promovemos cosas que antes criticábamos: permane-
cer en casa en los términos que deciden los gobiernos, la
agresividad policial, la intervención de las comunicacio-
nes. De ahí nuestro llamado a la cautela y la sospecha
como actitud crítica respecto a un Estado que se edifica
a partir del miedo, que no parece lo más deseable, sobre
todo si pensamos que hasta hace nada pedíamos una
transformación del estado de las cosas y no su preser-
vación a garrotazos.

Aparato institucional y garantías de


desarrollo para el capital

La izquierda anticapitalista no tiene una visión unifi-


cada sobre esta cuestión, pero suspende la crítica ante
a una situación especial donde el Estado opera con los
mecanismos de control necesarios, cuyas medidas “ex-

Apuntes Críticos | 39 | Instituto Estudios Críticos


traordinarias” detienen la propagación de una pande-
mia, ignorando la relación que esta pueda tener con la
expansión del capital hacia nuevas fronteras naturales,
al punto de alterar el ecosistema y producir enfermeda-
des masivas y descontroladas. Expansión posible gra-
cias al apoyo fundamental que le han dado los propios
Estados, sin distinción política de sus administradores.
Retomar el Estado ignorando las experiencias de los lla-
mados gobiernos progresistas en esta materia sería con-
tinuar cierta tendencia de la izquierda a hacer caída y
mesa limpia respecto a los errores del pasado. También
se puso en estado de excepción el pensamiento crítico y
este también se moviliza a través de la provocación

Que esta izquierda, generalmente crítica del Esta-


do —mundialmente capitalista—, salga en su defensa,
significa sucumbir ante la forma como aparecen en este
momento coyuntural las restricciones, control social y
medidas coercitivas para sus ciudadanos. El Estado real-
mente existente se ha topado con la situación perfecta
para legitimarse ante todas las posturas críticas. Contra
cierta visión dominante, la forma aparencial, bajo esta
circunstancia particularísima, expresa su verdadero
contenido. El Estado moderno capitalista, es por su pro-
pia naturaleza restrictivo, cerrado, controlador violento
y administrador de las crisis siempre en beneficio de los
sectores del capital y en detrimento de los desposeídos.
Este “Estado de excepción” no es una condición extraor-
dinaria, sólo aplicada para detener la crisis pandémica,
simplemente vuelve manifiesta la estructura inmunita-
ria que le subyace. De acuerdo con Roberto Esposito, el
“paradigma inmunitario” es una característica funda-
mental suya, para sustentar su autonomía sobre la pro-
tección negativa de la vida. En este contexto pandémico,
el Estado no sabe hacer otra cosa que cerrarse hacia sí
mismo, accionando los mecanismos coercitivos de con-

Apuntes Críticos | 40 | Instituto Estudios Críticos


trol para protegerse ante el enemigo. Queda excluida de
esta lógica inmunitaria, que impacta en términos abso-
lutos a todo el territorio, cualquier alternativa contraria
a este modo de operar.

Respecto a este clamor, abundan en Europa voces


que afirman sin tapujos que lo más revolucionario que
les puede suceder es un retorno del Estado de bienestar,
planteando que la nueva agenda de la izquierda debe
ser la conservación frente a la vorágine del desmantela-
miento neoliberal. Desde el Sur advertimos el contenido
moderno y colonial en ese llamado, porque el sistema
económico mundial se basa en la explotación de unos
países sobre otros y solo es posible el restablecimiento
del bienestar europeo sobre la base de la expoliación de
la periferia. En ese sentido, vale la pena recuperar las
coordenadas definidas por Alejo Brignole respecto a los
países sumergentes y las naciones sumergidas. La hu-
manidad no va a solucionar los problemas actuales, ni
los que se vienen, cerrándose en las fronteras de los Es-
tados nacionales, porque el esquema asimétrico que do-
mina no hará otra cosa que profundizar la desigualdad
global. Las medidas como la aplicación de una Renta
Sara Aliaga. Mujer haciendo compras en un mercado local
durante la emergencia sanitaria en La Paz.

Apuntes Críticos | 41 | Instituto Estudios Críticos


Básica Universal y la condonación de la deuda externa,
urgentes para el mundo que viene, requieren un nuevo
paradigma para las relaciones internacionales, pero és-
tas no cambian si no se transforman las correlaciones
de fuerzas locales y globales de las cuáles son expresión.
Aquí tampoco se puede poner la carreta delante de los
caballos.

Los voceros del capital, sus representantes me-


diáticos, llevan semanas acompañándonos en nuestro
clamor colectivo “¡Más Estado!” piden también. Desde
Bloomberg y otros medios, solicitan a los gobiernos ac-
ciones urgentes para establecer un New Deal que regirá
a partir de ahora. Tienen claro que los Estados son el
instrumento capaz de llevar a cabo las grandes trans-
formaciones que el capital requiere para ajustarse a
los cambios que afectan al mundo y que son una con-
secuencia de su propio patrón de expansión. Dirigentes
políticos, líderes, cabezas de gobierno, han empezado
a decir, una y otra vez, que el futuro que se viene será
distinto. ¿Para bien? Se aproxima una nueva era en la
que las pandemias serán cada vez más frecuentes, y en
la medida en que son una consecuencia de la expansión
del modelo de acumulación, el único modo de combatir-
las sin atender las causas, es una gestión eficiente de la
vida social a través del control de la movilidad. De ahí
que nos preparen para que la cuarentena sea la norma y
las salidas libres una excepción.

Frente a todo esto, sería necio olvidar que el tema


central hoy es la salud pública, ese es el locus desde el
cual se piensa la cuestión del Estado mismo. Recien-
temente se viralizó un video de Barack Obama, en sus
tiempos de presidente, advirtiendo la llegada de una en-
fermedad contagiosa y llamando a prepararse, pero ¿a
qué llaman “prepararse” los gobiernos? No a evitar las
enfermedades si no a definir los mecanismos para aten-
Apuntes Críticos | 42 | Instituto Estudios Críticos
der la llegada, entre ellos el desarrollo de las vacunas,
there is the Money. Si el consumo es el factor determi-
nante para el sistema de salud de los Estados, y la pre-
vención no puede consumirse como una vacuna, y por
tanto, no generar capital, no forma parte de las medidas
políticas, aunque se desarrolle un sistema robusto de sa-
lud. Es un buen momento para cuestionar la capacidad
que tienen los gobiernos actuales para avanzar hacia un
modelo preventivo, que no pasa solo por fortalecer la in-
fraestructura y el acceso a la salud. Una vez se desarro-
lle la vacuna, los criterios de discriminación se pondrán
de nuevo sobre el tapete. Un análisis comparativo de la
respuesta de los gobiernos permite contemplar dónde
están las debilidades y los errores. Es urgente sustituir
un sistema basado en la enfermedad por uno sustenta-
do en la preservación de la vida. No basta con un siste-
ma público de salud dónde el capital sale por la puerta y
entra por la ventana.

El progresismo y la gestión del Estado presente.

A estas alturas, luego de apoyar los gobiernos progresis-


tas latinoamericanos ¿devenimos anarquistas? Como
dijimos, no se puede pensar el Estado de espaldas a la
experiencia latinoamericana de los últimos veinte años.
Discutir estos temas como si no hubiésemos sido —o si-
gamos siendo— gobierno en muchas partes, es cuando
menos una insensatez. Los límites y las contradicciones
en el ejercicio del poder desde los aparatos instituciona-
les tienen que ser hoy, necesariamente, parte de lo que
debemos reflexionar antes de solicitar más Estado. Des-
de el exilio, Álvaro García Linera afirma que, en tanto no
ocurran ciertas cosas, es imprescindible el Estado, pero
no en abstracto como aparato autónomo de gestión im-
parcial, sino como un mecanismo “social plebeyo” capaz

Apuntes Críticos | 43 | Instituto Estudios Críticos


de una serie de políticas sociales transitorias mientras
se van fortaleciendo nuevas cadenas para la toma de de-
cisiones de abajo hacia arriba. Aunque estos análisis ca-
recen del sentido autocrítico y la responsabilidad men-
cionada más arriba, si apuntan sobre la necesidad de no
perder el horizonte utópico de la emancipación.

Por su parte, José Manuel Iglesias escribió recien-


temente sobre este tema a partir de la experiencia cha-
vista, advirtiendo que la mistificación negativa del Esta-
do conduce a que no veamos los poderes fácticos que lo
constituyen. Es por eso que no se puede pedir más Esta-
do solo clamando por una mayor presencia de su dimen-
sión institucional, sino a partir de la transformación de
las redes de producción social —material y subjetiva—
que le subyacen. Sin embargo, en este momento no es
posible hacer tabula rasa de las experiencias mundiales
que han intentado ese camino, identificando entre otras
cosas la debilidad estructural que supone hacerse del
Estado heredado para constituir esa nueva estatalidad
a partir de él, lo que conduce inevitablemente a una con-
frontación absolutamente desigual.

Bajo el dominio del Estado inmunitario, lo comu-


nitario como acción colectiva colaborativa de los afecta-
dos es la esfera de la realidad que queda completamente
excluida de las posibilidades políticas y participativas
de superar la crisis pandémica, que por demás, lleva la
impronta de arremeter más duramente contra las clases
populares, que no tienen el privilegio de someterse a las
ordenes restrictivas que se imponen. Lo inmunitario y
lo comunitario son términos antagónicos, en donde se
mutila la participación colectiva de las víctimas, en la so-
lución a la crisis. Mientras escribimos, reflexionamos y
pensamos aisladamente, se multiplican las experiencias
locales exitosas en la autogestión sanitaria preventiva.
A pesar del aislamiento la comunidad no desaparece,
Apuntes Críticos | 44 | Instituto Estudios Críticos
aunque está clara la paradoja sintetizada por Hugo Chá-
vez en su momento cuando dijo que “lo local, confinado
solo a lo local, es contrarrevolucionario”. Cientos, miles,
millones tal vez, de experiencias pequeñas desarticula-
das entre sí, no constituyen el tejido social expansivo
necesario para hacer frente a la lógica omniabarcante
del capital. El fracaso en la gestión del Estado heredado
no debe llevarnos a tomar pequeñas experiencias como
un salvavidas que nos mantiene a flote, dándonos un
consuelo de tontos. Al mismo tiempo, la superación del
imaginario neoliberal solo es posible a partir de la ac-
ción colectiva que tiene como horizonte utópico —con-
creto— la disolución del Estado conocido.

Nuevos y viejos fetichismos sobre el estado en


tiempos de pandemia

En los dos apartados anteriores hemos realizado una se-


rie de críticas respecto a la petición de más Estado como
alternativa a la administración neoliberal de la crisis
Moisés Castillo, foto del vecindario La limonada
en cuarentena, Guatemala.

Apuntes Críticos | 45 | Instituto Estudios Críticos


pandémica. Esta postura, asumida por buena parte de la
izquierda anticapitalista, supone que, a mayor interven-
ción del Estado, menor es la participación del capital en
una posible solución en favor de las mayorías.

Las ideas básicas del primer apartado plantean la


ingenuidad de este razonamiento, al olvidar la capaci-
dad que posee el capital de protegerse estratégicamente
tras pactos con el Estado, cuyas políticas de rescate fi-
nanciero puedan evitar una catástrofe que lo ponga en
riesgo definitivo. La presencia del sector público en el
cuidado del capital, ha producido no pocos argumentos
apologéticos del fin del neoliberalismo. En el segundo
apartado hemos dado un paso más, al preguntarnos so-
bre el vínculo entre el Estado y las relaciones sociales
existentes, en donde aquel se encuentra determinado
por éstas. De manera que, pedir el fortalecimiento del
Estado —concebido abstractamente— oculta el necesa-
rio reforzamiento de aquellas relaciones actuales que lo
sustentan.

En este apartado final, nos disponemos plantear


que estos argumentos a favor del Estado —siempre con-
cebidos de manera indeterminada— en nuestro actual
contexto pandémico, están fundados sobre la base de su
forma fetichista, en tanto que ocultan el fondo real, y
en su lugar aparecen formas fenoménicas aisladas del
proceso social e histórico al que pertenecen. En este
sentido, el Estado se convierte en un fetiche cuando se
concibe independiente del proceso de producción es-
pecíficamente capitalista que lo determina. Hace falta,
entonces, revelar el carácter productivo que valoriza al
capital a partir de la extracción de plusvalor, como el
fondo esencial de las relaciones capitalistas que funda-
mentan la acción de los Estados modernos, en plena cri-
sis pandémica.

Apuntes Críticos | 46 | Instituto Estudios Críticos


El fetichismo del exotismo:
Inversión del origen real de COVID 19

El subtítulo que abre este segmento no pretende demos-


trar el origen espacio-temporal del COVID-19, lo que se
propone es discutir la inversión fetichista de las causas
reales que lo originaron. El fetichismo del exotismo sur-
ge cuando se aísla el origen del virus de la forma como
se ha desarrollado la producción capitalista, planteando
que se debe al consumo de animales exóticos en condi-
ciones insalubres, desviando el problema real a un asun-
to cultural, propio la costumbre culinaria china. Este
argumento, que el sentido común hegemoniza, no es
más que un “quid pro quo [cambiar una cosa por otra]”
—como diría K. Marx en El Capital— en donde una for-
ma particularísima de consumo, pretende situarse en
el lugar ontológico del origen de una de las pandemias
más brutales de la historia humana.

Este relato del exotismo no ha pasado desaperci-


bido por la crítica de izquierda, pero en su mayoría se-
ñalan el discurso xenófobo que EEUU quiere imponer
como arma destructora en contra del Estado chino y su
economía en el contexto de una guerra comercial. Sin
embargo, sigue quedando fuera del análisis el carácter
destructor del capital, cuyo movimiento expansivo en
busca de la producción de plusvalor altera el orden eco-
sistémico, creando una amplia variedad de enfermeda-
des en el contexto global del capitalismo contemporá-
neo.

Más allá de las formas, el problema fundamental


del origen del coronavirus debemos ubicarlo en la rela-
ción que mantiene el capitalismo con la naturaleza. La
fuente de los valores de uso, y por tanto de toda rique-
za material, es la naturaleza, tal cual señala Marx en su

Apuntes Críticos | 47 | Instituto Estudios Críticos


Crítica al programa de Gotha. Por tanto, el capital no
tiene otra opción para valorizarse que la extracción de
los bienes naturales cuyos componentes conforman las
mercancías que deben circular de manera creciente en
el mercado —explotación del trabajo mediante— para
reproducir el capital y aumentar su excedente. Esta
dinámica de acumulación supone la destrucción de la
naturaleza y la alteración de los ecosistemas, modifica-
dos a partir del desplazamiento forzado de cualquier
variedad de animales que son posibles portadores de
gran cantidad de virus, tal como ha ocurrido con la ac-
tual pandemia del COVID-19. La dinámica expansionis-
ta del capital, en busca de nuevas fronteras ecosistémi-
cas para continuar reproduciéndose ad infinitum según
su lógica acumulativa, ha hecho que la tasa mundial de
biodiversidad alcance un nivel de pérdida miles de veces
mayores que en épocas preindustriales. Así mismo, la
comunidad científica señala que dos terceras partes de
los servicios ambientales generados por los ecosistemas
planetarios se están deteriorando.

La destrucción de la naturaleza como medio para


la acumulación de capital —generadora de la pandemia
que nos azota— no ocurre a espalda de los Estados na-
cionales, al contrario, su marco de legislación económi-
ca lo posibilita. El Estado no es una víctima más de la
era global del capital transnacional, que somete al mun-
do con su expansión extrafronteriza. No existe capital
planetario fuera de la dinámica de los Estados naciona-
les. De manera que es un actor protagónico en la des-
trucción de la naturaleza. Esto parece que no se tiene
en cuenta cuando se pide más Estado como solución
a la crisis mundial provocada por el COVID-19. Existe
hoy tanta intervención de los Estados nacionales, como
existen contratos de empresas que aumentan su capi-
tal a partir de la destrucción de los ecosistemas en cada

Apuntes Críticos | 48 | Instituto Estudios Críticos


uno de los territorios. Estado y producción capitalista,
se revelan como una relación indisoluble en la cual hay
que hurgar el origen, tanto de esta pandemia, como de
los tantos virus mortales que han azotado a nuestras
sociedades, dejando atrás relatos fetichistas que velan
nuestro modo de producción, como el problema real.

El doble carácter fetichista de la crisis


económica a raíz de la pandemia mundial

Se puede identificar un fetichismo doble en torno a la


crisis económica y la pandemia. Por un lado, los voce-
ros del capitalismo plantean que la crisis económica que
viene es producto de la pandemia, mientras que, por el
otro, la izquierda plantea que la crisis económica se ve-
nía gestando antes; ambas explicaciones son insuficien-
tes, porque velan el papel de la producción específica-
mente capitalista en dicha crisis. Los teóricos del capital
sugieren que el coronavirus es el causante del colapso
bursátil, independientemente del carácter productivo
que lo determina, tanto a la crisis financiera, como a la
propia pandemia. Mientras que los argumentos de la iz-
quierda, en general, buscan mostrar que la crisis finan-
ciera se viene cocinando desde mucho antes de la pan-
demia, y que se va a culpar al coronavirus para ocultar
las causas estructurales. Pero por esta vía se revela una
cosa y se oculta otra, que es la relación orgánica de la ex-
pansión capitalista con el aumento de las enfermedades
a nivel mundial. La versión de la izquierda hace parecer
que el virus es algo fortuito y aunque viene a influenciar
la crisis económica, no tiene una relación causal directa
con el modelo de producción.

Algunos análisis de cierta corriente de la izquier-


da, si bien critican el carácter estructural de la crisis
financiera, no dejan de incurrir en concepciones feti-

Apuntes Críticos | 49 | Instituto Estudios Críticos


chistas, porque suponen al capital financiero como una
entidad autónoma que se autovaloriza sin necesidad de
la producción de plusvalor. Por eso la discusión se cen-
tra sólo en caracterizar a los responsables de esta gran
crisis económica de raíz financiera. Este mismo velo es
lo suficientemente largo para ocultar también la deter-
minación capitalista de la pandemia, cuyo método de
acumulación destruye los ecosistemas, generando pató-
genos que ponen en riesgo la vida humana.

De nuevo, este tipo de fetichismos, suelen dejar en


un segundo plano al Estado como elemento clave en la
acumulación de capital. No puede ser de otra manera,
porque la ilusión de la autonomía del capital financiero,
plantea que en la fase neoliberal de desarrollo, el capi-
tal global se genera fuera de los límites territoriales de
los Estados y por eso “ya no hay patrón capitalista vi-
sible: hay clase dominante global”. Siguiendo a Claudio
Katz en Neoliberalismo, Neodesarrollismo, Socialismo,
pudiéramos decir que “la principal razón de perdura-
bilidad del Estado nacional radica en su papel en la ex-
plotación de los asalariados, porque no hay manera de
extraer plusvalor cuyo usufructo se diluya en una clase
global indeterminada, sin que recaiga en un territorio
específico, “protegido por su respectivo Estado nacio-
nal” como señala Renán Vega Cantor, así como también
es imposible explotar una “naturaleza global” fuera de la
autonomía y permisibilidad de las naciones.

La expansión de la pandemia y
el fetichismo de la globalización.

Cierta corriente de la izquierda crítica ha podido demos-


trar con buenos argumentos, que el carácter velozmen-
te expansivo del COVID-19, es producto del capitalismo
globalizado del “justo a tiempo” que domina nuestra
forma de vida social. Sin que deje de ser cierto, parece
Apuntes Críticos | 50 | Instituto Estudios Críticos
que este fenómeno se considera un problema en sí mis-
mo. Cuando así ocurre, el análisis deviene en fetichismo,
pues de nuevo se toma una cosa por la otra, la forma
específica por su contenido total.

Este tipo de análisis han podido demostrar de for-


ma rigurosa que las epidemias acaecidas a lo largo de la
historia se han expandido con la velocidad que se lo ha
permitido el nivel de desarrollo del capitalismo según
cada época. En este sentido, con el COVID-19 estamos
frente a una epidemia moderna, que “no nos retrotrae a
las epidemias de la antigüedad”. Pero, ¿puede condenar-
se el carácter global del capital, sin antes haber puesto
en juicio su carácter productivo? La forma en como cir-
cula el capital en nuestra época, supone un mal mayor,
que es la forma en cómo se acumula, y los métodos des-
tructivos que desarrolla para garantizar su reproduc-
ción. Resaltar la circulación del capital en el mercado
global, como el mal de nuestra época, fuera de las con-
diciones de la acumulación de ese mismo capital, resul-
ta una inversión fetichista, porque se toma como real,
sólo una forma específica que adquiere la producción en
su proceso total. Por eso, el mismo Marx señala que en
la producción social, “el plusvalor se escinde en varias
partes”, cuyas fracciones “revisten formas” que aparen-
tan ser “diferentes e independientes entre sí”, en donde
el “fraccionamiento del plusvalor y el movimiento me-
diador de la circulación velan la forma básica simple del
proceso de acumulación”. De manera que, juzgar la tota-
lidad del proceso de producción capitalista solo por una
de sus formas específicas que adquiere en el momento
de la circulación, es invertir la relación real, dejando por
fuera el verdadero problema del capitalismo, la destruc-
ción de la vida humana y natral que supone su modo de
acumulación.

Apuntes Críticos | 51 | Instituto Estudios Críticos


Si bien, hay una diferencia de forma respecto a vi-
rus anteriores, debido a la circulación global de las mer-
cancías en el capitalismo contemporáneo, que convierte
a este virus en una pandemia mundial, el contenido real
basado en la destrucción de la naturaleza como manera
de acumular capital es el elemento común a todas las
epidemias conocidas hasta nuestros días.

De nuevo, el capitalismo, diluido en su fase global


planetaria, fuera de las dinámicas territoriales produc-
ción de plusvalor y destrucción de los ecosistemas, pa-
rece subestimar la responsabilidad de los Estados en
dichas dinámicas acumulativas generadoras de pande-
mias mundiales.

Consideramos que estas son algunas de las for-


mas fetichistas sobre las cuales se sustentan la petición
de más Estado, como contraposición a los malestares
producidos por el capital en todos los ámbitos de la vida
humana.

Como hemos advertido en ocasiones anteriores,


no despreciamos las reivindicaciones sociales de los
Estados que puedan oxigenar a las clases populares en
esta crisis pandémica, lo que creemos es que la izquierda
debe recuperar la imaginación utópica. Siendo capaz de
plantear alternativas basadas en el análisis dialéctico de
la realidad capitalista actual, cuyo horizonte teleológico
alcance formas concretas de superación del viejo orden
mundial que nos domina. Todo ello bajo el supuesto de
abandonar posturas medias que se conforman con la
petición de más Estado, que, por demás, lleva la impron-
ta de estar velado por formas fetichistas.

Apuntes Críticos | 52 | Instituto Estudios Críticos


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Apuntes Críticos | 54 | Instituto Estudios Críticos


Alejandro Obregón (1956)
Estudiante muerto (el velorio).

Apuntes Críticos | 55 | Instituto Estudios Críticos


Ensayo

colombia y las veedurías


ciudadanas, lo que no ha
podido ser
Jesus Fernando Alavez Salazar*
Ricardo Contreras García **

Yo pregunto sobre su tumba cavada en la


montaña: ¿No habrá manera de que Colombia,
en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de
vivir? Si Colombia no puede responder a esta
pregunta, entonces profetizo una desgracia:
Desquite resucitará, y la tierra se volverá a
regar de sangre, dolor y lágrimas.

Elegía a Desquite. Obra negra. Gonzalo Arango

Pensar y repensar: entre lo urgente y lo primordial

E
n medio de la pandemia, que ha impactado sobre-
manera al mundo de la globalización neoliberal
que habitamos, nos vimos en la necesidad de exa-
minar y reflexionar sobre una figura estratégica y po-

* Maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacio-


nal Autónoma de México (UNAM), politólogo e investigador univer-
sitario.

**Comunicador Social por la Universidad Tecnológica de Bolívar


(UTB) y gestor cultural en Cartagena de Indias, Colombia.

Apuntes Críticos | 56 | Instituto Estudios Críticos


lítica que pudiese representar una opción organizativa
desde las comunidades en Colombia. Este país andino
lleva un poco más de dos décadas inserto de lleno en el
concierto del capitalismo neoliberal de guerra, reivindi-
cando la defensa y promoción de la seguridad en nom-
bre de una democracia procedimental envanecida como
la más añeja de la región latinoamericana. Lo anterior se
lleva a cabo a través de procesos militarizados, con mi-
ras al control de los recursos estratégicos dentro de su
territorio, asomándose, de igual manera, proyecciones
expansionistas en las costas caribeñas y del Pacífico de
los países centroamericanos, aunado a los embates que
encabeza regionalmente frente a la República Bolivaria-
na de Venezuela. La columna vertebral de este proceso
se halla en la contrainsurgencia, donde la violencia, la
militarización y la paramilitarización, son inherentes al
patrón de acumulación, seguido del característico deseo
de poder del abanico de posiciones político-ideológicas
neoconservadoras, junto al histórico esfuerzo de las oli-
garquías por contener a las fuerzas populares.
Los pueblos que hoy residen en el territorio de la
Republica de Colombia se encuentran atrapados entre
las propuestas pueriles de un gobierno que carece de toda
credibilidad y un conflicto armado que, desde hace más
Alejandro Obregón (1983) Amanecer en los Andes.

Apuntes Críticos | 57 | Instituto Estudios Críticos


de seis décadas, solo ven reconfigurarse. La polarización
belicista es el telón de fondo de este escenario. Es aquí
donde vemos a las veedurías ciudadanas como una
apuesta que puede velar por el principio de la vida, en
primer lugar, y por la organización político-social como
una salida comunitaria ante la dificultad presente. Los
diagnósticos del futuro inmediato de esta crisis abundan,
mientras son sembrados miedos e incertidumbres en
exceso, sin embargo las propuestas para soportar lo que
viene brillan por su ausencia. En un contexto donde las
banderas rojas anuncian la emergencia alimentaria, no
formulamos que las veedurías ciudadanas sean una
“tercera vía”, sabemos bien la trampa que esto puede
representar. Las asumimos, sin embargo, como un
instrumento que puede germinar de mejor manera y
donde puede distinguirse lo urgente de lo importante.

Historia, constitución y democracia participativa, mo-


tores de las veedurías ciudadanas

En 1991 se promulgó la nueva Constitución Política de


Colombia —constitución que inspiró otras asambleas
constituyentes, como la venezolana, que dio pauta
a la Constitución de 19991— consecuencia palpable
de la desmovilización, un año antes, del Movimiento
19 de abril (M-19), del Ejército Popular de Liberación
(EPL) y del Movimiento Quintín Lame ese mismo
año. La Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar
(CGSM) que entonces solo aglutinaba a las FARC-EP
y al ELN, acusaba su soledad y el desgaste de la lucha
vanguardista armada. Colombia —según su carta
magna— se abría paso hacia la participación ciudadana
y empapaba la Constitución naciente de ese nuevo brío,
en el que las armas eran depuestas para optar por vías
políticas y jurídicas alternas. Este importante giro de
las instituciones estatales, acorde con los convulsos
Apuntes Críticos | 58 | Instituto Estudios Críticos
y no homogéneos hitos de los llamados procesos de
democratización latinoamericana —empezados una
década antes e íntimamente ligados al enquistamiento
del neoliberalismo en la región— apuntaba hacia un
alegre control social, que contrastaba con la triste
pesadez de los tiempos del Frente Nacional. Aquel
acuerdo fue una cadena de sucesiones pactadas en el
gobierno nacional y llevadas a cabo por el bipartidismo
tradicional colombiano —el Partido Liberal y el Partido
Conservador—, que buscaba así contener la violencia
desatada por su propia lucha de intereses, en lo que
nosotros denominamos el “primer periodo de violencia”.
Este júbilo, aunque menos efectista, era residual de
aquel con que los chilenos del “No” a grito de “la alegría
ya viene” habían derrotado a Pinochet en 1987. Las
esperanzas y los nuevos caminos que parecían abrirse
a la vista dieron paso a la concepción dominante de la
democracia, su apuntalamiento.
La relación que este furor tuvo con los hechos del
Frente Nacional es indiscutible, no sólo como evidente
consecuencia de la repartija biparditista sino por lo que
le era subyacente. La destitución de Alberto Ruiz Novoa,
ministro de guerra de Guillermo León Valencia durante
el primer turno conservador, denota la profunda
ceguera geopolítica del Frente y el orden centralizado
de las tensiones internas en el bipartidismo. Ruiz
Novoa, quién era descrito como un aglutinador informe
—mezclador por igual de posiciones nacionalistas,
anticomunistas, postulados paternalistas religiosos,
teorías económicas, e interpretaciones de la política
militar estadounidense para justificar el papel
desarrollista del ejército— fue el primero en hacer de
la ofensiva contra los enclaves comunistas del Tolima
—en 1964 estas arremetidas se convertirían en el Plan
Lazo2 — un objetivo político que rebasaba los intereses
de un Frente Nacional, que hasta ese momento se había
Apuntes Críticos | 59 | Instituto Estudios Críticos
limitado a atender los brotes del “bandolerismo” como
un modo de preservar su estabilidad. A expensas de esa
ceguera, las fuerzas militares, con el apoyo militar de
Estados Unidos, empezaban a operar bajo el leitmotiv
de la contrainsurgencia, heredado de la Guerra Fría,
logrando trascendencia nacional y política, a la vez
que se presentaban como figuras de orden político.
Su destitución, en medio de recelos, se sumó al robo
de las elecciones de 1970, en los malogrados intentos
bipartidistas de cerrar las vías al ascenso a tercerías
políticas.
La Alianza Nacional Popular (ANAPO), cuyo
contenido político era una respuesta a la aglutinación
bipartidista a través de una cohesión de disidencias —
líderes de izquierda, compañeros de la lucha armada,
curas insurgentes, militares reaccionarios, socialistas,
liberales y conservadores— ya permitía avizorar, entre su
heterogénea amalgama, las fuerzas que posteriormente
regirían los destinos de Colombia; en ella coexistían la
indignación contra la repartición bipartidista, es decir, el
deseo de establecer la democracia, y la incipiente teoría
de la lucha contrainsurgente, posteriormente lanzada
como doctrina de seguridización. Ambas fuerzas se
presentarían aglutinadas en la fallida candidatura
del General Rojas Pinilla en las elecciones de 1970 y
separadas tras la frustración de las elecciones de 1974.
La victoria de Alfonso Lopez Michelsen sobre la
ANAPO, en 1974, fue vista como una victoria del Frente
Nacional, a pesar de que ese mismo año supuso el final
de sus cuatro turnos presidenciales. Con las fuerzas
de la ANAPO replegadas en pequeños movimientos
políticos, algunos limitados a sus funciones, otros
simplemente apartados o en actividades clandestinas,
decantadas casi siempre por el salto hacia la lucha
armada, el bipartisdismo consiguió mantenerse más o
menos estable hasta las elecciones de 1990. Los diálogos
Apuntes Críticos | 60 | Instituto Estudios Críticos
infructuosos con las insurgencias, en las presidencias
de Belisario Betancur (1982-1986) y Virgilio Barco
(1986-1990), fueron los antecedentes inmediatos de la
Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de 1991.
En medio del descontento con las oligarquías
dominantes se logró impulsar un referéndum para
iniciar la redacción de la nueva constitución. Su
contexto inmediato era la desmovilización de grupos
completos o grandes núcleos de insurgencias armadas:
el Movimiento Armado Quintín Lame, que tuvo un
importante papel en su desmovilización y participación
constituyente, al plasmar derechos constitucionales de
los pueblos originarios y afrocolombianos; el Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que también
se desmovilizó en 1991. Desde la década de los ochenta,
la organización armada insurgente maoísta EPL se
dualizaba entre las dificultades de involucrase de lleno
en la lucha política sin abandonar la lucha armada,
debate que dio pauta a una desmovilización parcial y a
la creación del movimiento Esperanza, Paz y Libertad
—sufriendo un exterminio por sus disidencias, las
FARC-EP y los bloques paramilitares— con el objetivo
de incorporarse como civiles a la contienda política. Por
su parte, el partido político Alianza Democrática M-19
(ADM-19) fue la representación asamblearia del otrora
grupo guerrillero bolivariano y socialdemócrata M-19, la
segunda delegación más grande, solo por debajo de la
del Partido Liberal, teniendo un destacado papel en la
constituyente. Ese año de 1990, en respuesta a la negativa
de Virgilio Barco de crear una Asamblea Nacional
Constituyente, surge el Movimiento Estudiantil de la
Séptima Papeleta cuya repercusión daría lugar a la
celebración de la Constitución Política de 1991.
La instauración de una nueva Carta Magna era
mucho más que —como quisieron hacerlo ver algunos
sectores de la oligarquía— el capricho del M-19 para
Apuntes Críticos | 61 | Instituto Estudios Críticos
Alejandro Obregón (1989) Cóndor.
desmovilizarse. Con ella se buscaba, a través de la
descentralización, evidenciar dos crisis que coexistían
hacía ya más de una década: la crisis político-social y la
violencia proveniente del narcotráfico. Fue en la década
de los ochenta que se formalizaron las acusaciones
como narcoterroristas a los agentes insurgentes
organizados. Fue también el tiempo en que se mostró
al mundo el afianzamiento del músculo armado de las
organizaciones que traficaban estupefacientes —el
atentado del ex ministro Enrique Parejo en Budapest
daba cuenta de ello— y el arraigo de las organizaciones
paramilitares que ocupaban tierras que llamaban
“liberadas” (Gutiérrez Sanín & Vargas Reina 2016).
Frente a un modelo securitario policíaco-militar que
combatía —y sigue combatiendo— principalmente
a las guerrillas y a los nombrados cárteles, la nutrida
participación popular de los años ochenta, que no se
agotaba en la agregación institucional del perseguido
y exterminado partido político Unión Patriótica (UP)
—pues había expresiones políticas que no buscaban
formalizar en el sistema político colombiano pero que
tampoco pretendía tomar las armas (Velázquez 1998)—,
perfilaba hacia lo que muchos autores consideran
la configuración del estado moderno colombiano: la
Constitución de 1991.

Apuntes Críticos | 62 | Instituto Estudios Críticos


Veedurías ciudadanas, adelantadas a su tiempo pero
estrujadas por el momento

Antes de la Constitución, los vínculos programáticos es-


tatales y gubernamentales habían sido articulados to-
talmente desde lo burocrático-institucional, además se
tornaban insuficientes e ineficaces, especialmente para
las comunidades afrocolombianas e indígenas. Por ello,
la nueva Constitución Política permitía que la pobla-
ción colombiana se encausara por vías que intentaran
fortalecer su participación. Nos referimos a las veedu-
rías: mecanismos de participación y supervisión, que
fungen como organizaciones ciudadanas con el objeto
de hacer seguimiento y control. Para los efectos que per-
sigue el presente artículo, hablaremos exclusivamente
de las veedurías ciudadanas. Es decir, las de participa-
ción política únicamente, que surgieron como un proce-
so semi institucional. Rendón Corona (2019) lo expresa
de la siguiente manera:

La democracia local y el control democrático del


poder público han sido objetivos de los movimien-
tos sociales, pero tuvieron buena acogida por las
clases dirigentes para desahogar la conflictividad
social. Paralelamente desde los centros de poder del
capitalismo global se lanzó la consigna a los países
dependientes del FMI y Banco Mundial, de hacer
reformas institucionales en el sentido de descon-
centrar y descentralizar las funciones del Estado,
coherente con la estrategia de adelgazamiento del
Estado periférico. Descentralización y participación
podían dar salida a la presión popular demandante
de democracia efectiva que no se podía alcanzar con
la mera democracia representativa, que sin embargo
se ofreció como único modelo capaz de sustituir al
fracasado modelo de dictadura militar en los años
ochenta (p. 9).

Apuntes Críticos | 63 | Instituto Estudios Críticos


Las veedurías ciudadanas encuentran su
antecedente y fundamentación participativa en las
Juntas de Acción Comunal (JAC) —aún vigentes— desde
las cuales se articulan los mecanismos de la, gravemente
herida, paz participativa y transformadora. Las JAC
provienen de la legitimación del Frente Nacional y son
el vínculo programático que, en soledad, relaciona a la
gran mayoría de la sociedad y las instituciones estatales.
La diferencia sustancial entre ambos procesos es que las
veedurías buscan escapar de las lógicas del clientelismo
electoral y estimular el actuar popular frente a las
instituciones gubernamentales y su proceder. Es decir,
la consolidación de la ciudadanía social, desarrollando
un impacto positivo en la gobernabilidad democrática
(Céspedes Rahal 2014) a través de la democracia
participativa consagrada constitucionalmente, para que
no quede como una democracia plebiscitaria (Rendón
Corona 2010). La corrupción política es el núcleo que se
combate desde tal figura democrática participativa, pero
también vigila la no violación de derechos humanos,
imperante en un país donde, en lo que va del 2020, han sido
asesinados 101 liderezas, líderes sociales y defensores de
derechos humanos, 8 familiares o personas relacionadas
con estos y 25 firmantes del acuerdo de paz —tan solo en
la cuarentena , hasta el 19 de mayo, se reportan datos de
24 asesinatos a líderes sociales y defensores de derechos
humanos, tres personas relacionadas o familiares a
estos y seis excombatientes, firmantes del acuerdo de
paz— con base en cifras del Instituto de Estudios para
el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ). Lo que hace de las
veedurías ciudadanas una propuesta vanguardista —en
la medida en que sus alcances aún por explorar— es que
abre una singular relación entre la sociedad organizada
y las instituciones que las rigen:

Apuntes Críticos | 64 | Instituto Estudios Críticos


Paralelamente a las diferentes formas participativas
que existían entonces, Comités de Defensa de la Re-
volución en Cuba (1960) y Presupuesto Participati-
vo en Brasil (1988), surge la experiencia colombiana,
en su momento una de las más prometedoras de la
democracia participativa latinoamericana, con la
peculiaridad de que se abría paso en condiciones
de violencia política y delincuencial de larga data,
como una salida desde la sociedad civil de esa diná-
mica destructiva (Rendón Corona 2019, p. 14).

Sin embargo, la batalla frontal que las veedurías


debían haber emprendido, desde su creación, contra
la corrupción política y social, no ha dado grandes
resultados, dado en parte a que ni la Ley 136 (1994), ni
la complementaria Ley 489 (1998), ambas alimentadoras
de la Ley 850 (2003) —tríada que constituye el sustento
jurídico-político de las veedurías ciudadanas— pudieron
visibilizarlas como un ejercicio nacional. Las veedurías,
recibidas con frenesí a principios de la última década
del siglo pasado, hoy son “prácticamente inexistentes”
(Romero 2002). El conflicto insta, mientras las veedurías
ciudadanas, emboscadas por la desatención estatal y los
desplazamientos forzados, fruto del acaparamiento de
tierras, brillan por su ausencia.
Tres de las más importantes acciones organizati-
vas que las veedurías buscaban lograr eran: las Comisio-
nes municipales de policía y participación ciudadana,
las juntas de vigilancia —especialmente ante actores no
estatales— y los comités de veeduría popular. Empero,
una serie de acontecimientos dinamitaron sus posibili-
dades. A saber: la transfiguración ideológica del sujeto
político, la solidificación del neoconservadurismo en la
sociedad colombiana, la tergiversación de la categoría
social “participación ciudadana” hecha por el uribismo
desde la llamada Política de Defensa y Seguridad De-
mocrática, y el autoritarismo subnacional, categorizado

Apuntes Críticos | 65 | Instituto Estudios Críticos


por Edward L. Gibson3 como control político-social local
en regímenes llamados democráticos cuando el Estado
recula4 :

[...] la Constitución de 1991 suponía un sujeto políti-


co ya formado, o en proceso, que asumiera espontá-
neamente su participación en los nuevos espacios
institucionales. “Sin embargo, la realidad demostró
que ese ciudadano virtuoso, respetuoso de la ley,
simplemente no existía: había que moldearlo.”. El
autor afirma que ha habido una ausencia de capital
social, “definido como la capacidad para asociarse,
para crear redes de solidaridad, confianza y recipro-
cidad, no sólo dentro y entre los miembros de los di-
ferentes grupos sociales, sino entre los potenciales
ciudadanos y las distintas organizaciones estatales”
(Rendón Corona 2019, p. 43).

En efecto, el control ciudadano sucumbió ante el


control hegemónico del Estado, especialmente desde el
ascenso de la Seguridad Democrática: la participación
ciudadana fue delimitada al rol de delator. El poder
organizativo popular se cortó de tajo antes de su
florecimiento, debido a que no estaba basado en la
movilización popular —que representa la protección
y el ejercicio de los derechos colectivos—, sino en una
ciudadanía voluntarista presa fácil de la cooptación
y el amedrentamiento. Fruto de la securitización, la
violencia descarnada hacía justificable la persecución
sistemática de otras formas de organización política,
incluso alejadas de las armas.
No cabe duda que, tanto el conflicto armado, como
sus actores insurgentes, estatales y armados irregulares
de extrema derecha, tienen responsabilidad en el poco
desarrollo y la promoción, ya no se diga del pensamiento
crítico, sino de figuras de control ciudadano como las
veedurías. Al día de hoy, ninguna posición político-
Apuntes Críticos | 66 | Instituto Estudios Críticos
ideológica en Colombia ha decidido acogerlas de nuevo,
a pesar de que la naturaleza citadina de las veedurías
no les impide la potencialidad de reproducirse en los
lugares más marginales del territorio, y que ese impulso
podría traducirse en eje de mejorías político-sociales de
comunidades vulnerables o minoritarias, el contenido
político de los partidos ha pasado a ignorarlas. Las
fuerzas desatadas en los tiempos del Frente Nacional;
la democracia como idea prevalente y su enfervorizada
defensa, la seguritización, entonces aglutinadas en su
insipiencia por la ANAPO y luego apropiadas por el
Uribismo durante su ascenso a principio de siglo, hoy
se vuelven a maridar bajo el rostro amable del falso
progresismo —el centro político—, movilizadas tras el
velo de una incesante lucha contra la corrupción que ya
goza de cierto éxito político. Lucha que, sin aspavientos
punitivitas y, mejor aún, sin convertirse en punta de
lanza de ocultos intereses políticos y económicos, podría
ser encausada a través de las veedurías ciudadanas. De
este potencial puede derivarse el desinterés de ciertas
élites políticas por hacer proliferar la organización
ciudadana y sus ejercicios de control.
A su pesar, no ha sido el desinterés político
su único ni su peor mal, puesto que como iniciativa
ciudadana debería poder pervivir con independencia y
autonomía. Sin embargo, la mala calidad de la educación,
la subinformación y poca cobertura del Estado, han
sido las mayores causantes de que las veedurías acusen
desde sus comienzos cierta esterilidad que podría llegar
a dilapidarlas.

Apuntes Críticos | 67 | Instituto Estudios Críticos


Para seguir reflexionando

En este breve texto y en el caso que nos ocupa,


concebimos a las veedurías ciudadanas como producto
de una democracia constituida por ejercicios de lucha
y de conquista de derechos, tanto individuales como
colectivos. Una acción no necesariamente liberal pero
sí incluyente, participativa y radical. Una propuesta
que constitucionalmente es viable en un tejido social
colombiano, donde la naturalización de la cultura de
guerra y la aceptación de crueldades domésticas están
sumamente arraigadas, como menciona Carolina
Sanin: los imaginarios de gran parte de los colombianos
se basan en la añoranza de la seguridad a través de
un paternalismo autoritario y, de manera ficticia,
participativo. Esta proposición es viable si asumimos
que, por un lado, son instrumentos que ya están ahí, y
que tal empoderamiento y politización, necesarios para
tal efecto, no va venir del Estado y gobierno colombianos
actuales. Las veedurías ciudadanas pueden ser el
semillero para —como puntea Álvaro García Linera—
aislar a las fuerzas neoconservadores y reforzar la
ampliación de los bienes comunes; rompiendo la idea de
la democracia mecánica y procedimental, aprovechando
la predisposición de las mayorías frente a la irresolución
de lo inmediato, en una permisible reconfiguración del
Estado, ya sea larga y agónica o inminente y sumamente
violenta, que depende de la luchas sociales y la
politización que estas impriman.

Apuntes Críticos | 68 | Instituto Estudios Críticos


Bibliografía

Céspedes Rahal C. (2014). Ciudadanía social: progresos


y desafíos. En Ciudadanía política voz y
participación ciudadana en América Latina (189-
238). Argentina: PNUD Siglo XXI Editores.
Gibson Edward L. (2006). Autoritarismo subnacional:
estrategias territoriales de control político en
regímenes democráticos. En Desafíos, 14-1 (204-
237).
Gutiérrez Sanín Gutiérrez y Vargas Reina J. (Eds.). (2016).
El despojo paramilitar y su variación: quiénes,
cómo y por qué. Bogotá: Universidad del Rosario.
Rendón Corona A. (2010) La consulta al pueblo. Formas
de la democracia semidirecta. México D.F.: Ítaca.
(2019). Poder Popular. Instituciones
de participación ciudadana en Colombia, Brasil,
Bolivia, Venezuela y Cuba. CDMX: Texto en
proceso de publicación.
Romero M. (2002). Paz, reformas y cambio en la sociedad
civil colombiana. En Sociedad civil, esfera pública
y democratización en América Latina: Andes y
Cono sur (331-358). México: Pontificia Universidad
Católica del Perú-Fondo de Cultura Económica.
___________ (2019). Sociedad civil, cooperación y
movilización por la paz en Colombia. En Poder
Popular. Instituciones de participación ciudadana
en Colombia, Brasil, Bolivia, Venezuela y Cuba.
CDMX: Texto en proceso de publicación.
Serrano S. (2018). El día que Petro y Chávez se fueron
de paseo al puente de Boyacá. 15 de abril de 2020,
de Pacifista Sitio web: https://pacifista.tv/notas/
el-dia-que-petro-y-chavez-se-fueron-de-paseo-al-
puente-de-boyaca/

Apuntes Críticos | 69 | Instituto Estudios Críticos


Velázquez F. E. (1998). La veeduría ciudadana en
Colombia: en busca de nuevas relaciones entre el
Estado y la sociedad civil. En Lo público no estatal
en la reforma del Estado (257-290). México: Paidós-
Centro Latinoamericano de Administración para
el Desarrollo.

1. El 27 de marzo de 1994 el entonces exteniente coronel, Hugo


Chávez Frías, fue liberado producto del indulto ordenado
por quien era presidente en aquel momento, Rafael Cal-
dera. Su prisión se debía a la intentona de golpe de Esta-
do —aunque en la narrativa Chavista se maneja como una
insurrección cívico-militar, debido a sus características no
deja de ser un frustrado golpe de Estado— el 4 de febrero
de 1992. Hugo Chávez ya libre, viajó a La Habana, Cuba, en
diciembre de 1994 donde fue recibido con los honores de un
jefe de Estado y a Bogotá, Colombia, para conocer las expe-
riencias de 35 años de la Revolución cubana y de la Asam-
blea Nacional Constituyente de 1991, respectivamente. Es
en este contexto que se toma una fotografía con Gustavo
Petro, ex candidato presidencial colombiano, y que repre-
sentó su escarnio político-social en Colombia cuando fue
explotada y sacada de contexto, estimulando con fuerza la
inexistente “venezolanización de Colombia” (Serrano 2018).
2. El Plan Latin American Security Operation (LASSO) se ges-
tó entre 1962 y 1964. Pese a que existe un debate en torno a
su comprensión y aplicación semántica, el plan LASSO O
LAZO fue, en términos programáticos y políticos, el antece-
dente directo de la Política de Defensa y Seguridad Demo-
crática. Este plan no abandonó las matrices anticomunistas
dirigidas por el gobierno estadounidense, pero comenzó a
contemplar otros riesgos y amenazas, como el narcotráfico.
3. Entre las teorías pluralistas del Estado para nombrar a la
crisis democratizadora en niveles locales existe una disyun-
tiva, están los que, como en los casos mexicano o colombia-
no, parten de la premisa de la “debilidad estatal”, la cual nu-
tre hipótesis como los “estados fallidos”. Sin embargo, existe
otra herramienta analítica llamada “autoritarismo subna-
Apuntes Críticos | 70 | Instituto Estudios Críticos
cional”, que es resultado del conflicto entre las élites autori-
tarias en el poder y sus oponentes locales. Este se configura
a través de tres elementos: la parroquialización del poder, la
nacionalización de su influencia y la monopolización de los
vínculos institucionales entre lo nacional y lo subnacional
(Gibson 2006).
4. En Colombia ha sido llevado a cabo por las guerrillas y, so-
bre todo, por las organizaciones paramilitares. Actualmen-
te es desarrollado por las trasfiguraciones de estos últimos,
difundidas como Bandas Criminales (BACRIM), disidencias
de insurgencias, cárteles del narcotráfico como el llamado
“clan del Golfo”.

Apuntes Críticos | 71 | Instituto Estudios Críticos


Paz Errázuriz:
1. Serie Mujeres, 1992
2. Las Juezas, Santiago, de la serie Vejez, 1983
3. Evelyn I, Santiago, de la serie La manzana de Adán, 1987

Apuntes Críticos | 72 | Instituto Estudios Críticos


Literatura

DERECHO AL GRITO
Camila Alamos Mubarak*

No le ofrezco el cielo, porque sé que los


ángeles le aburren. Tampoco un carrete
interminable, porque el bolsillo roto de la
izquierda no da para tanto. Tal vez, en esta
carta, podamos imaginar un sitio digno donde
respirar libertad, justicia y oportunidades sin
besarle el culo a nadie.

«Carta a la dulce juventud» Pedro Lemebel

ADVERTENCIA:
Ya van a ver, cuando el mundo se escriba
como lo queremos leer.

Dicen que la realidad supera a la ficción, y eso es porque


la ficción está únicamente inspirada en lo que pasa y
lo que sentimos en el mundo real. Suena como si esto
que yo escribo no fuese real, porque es ficción ¿o no?,
pero de todas maneras se les puede hacer familiar.
Porque ha ocurrido, porque sigue ocurriendo, porque
probablemente va a seguir pasando. Es así, terriblemente.
Tienen aquí un mal augurio como lectores. Pero lo que
quiero es que lo sientan como personas.

*Licenciada en Lengua y Literatura, @talleresmujerparasi


Apuntes Críticos | 73 | Instituto Estudios Críticos
ANA (O EL SUEÑO DEL CASTILLO PROPIO)

A
na creció en un centro del Sename, porque su “fa-
milia” no era lo suficientemente apta para hacer-
se cargo de los cuidados de una niña. Ana huyó
del Sename, porque no aguantó un día más los abusos
de quien debía protegerla en la institución, creada con
esos supuestos fines. Esto pasó a sus trece años. Al salir
del lugar, sintió la libertad y el abandono. El mundo es-
taba a sus pies, pero qué insignificante se sintió al mis-
mo tiempo. Ella no le importaba a nadie, pensó decep-
cionada cuando no supo a dónde ir.

Pero la calle tiene un lugar para quien lo necesite,


y Ana sabía que en el parque Portales había muchas
carpas, donde vivía gente como ella. No tenía carpa, así
que debía probar suerte simpatizando entre las personas
del lugar. Entonces se le ocurrió ponerse a machetear
afuera del metro Quinta Normal, para comprar una
cerveza y caer en gracia. No podía llegar con las manos
vacías. También se compró un cigarro suelto, que fumó
mientras caminaba en dirección al parque, que más que
un parque, parecía un simple terreno para que la gente
como ella se instalara a vivir. No había otro espacio al
cual ella pudiese acceder, al menos por el momento.

Se sentó en una banca y abrió la cerveza. No pasó


mucho tiempo hasta que un joven se le acercó para
pedirle un sorbito. Ella accedió contenta, porque al
parecer su plan estaba funcionando.

—Fernando me llamo, vivo aquí hace dos meses,


¿tú que haces acá a esta hora? ¿No vas al colegio?

—No, no voy. Me acabo de arrancar del Sename.

—Chucha ¿y qué vas a hacer?

Apuntes Críticos | 74 | Instituto Estudios Críticos


—No sé, pensaba vivir acá por ahora, limpiar
vidrios, cuidar autos.

—Quédate conmigo, yo estoy solo.

—Bueno, me quedo contigo, gracias.

Por dentro, la carpa lucía como un castillo en


ruinas. Un colchón de dos plazas, manchado y con
quemaduras, cubierto a la rápida con una manta de
polar apolillada, iba a ser su cama ahora. La de ambos,
porque iban a tener que compartirla. Ojalá este no
me viole, pensó. Porque ese lugar le parecía el último
rincón del universo, y si arrancaba de ahí, no existiría
otro espacio. No habría más carpas ni colchones sucios,
estaba cansada.

—¿Puedo echarme a dormir un rato? Estoy pa la


cagá.

—Si, obvio. Esta ahora es tu casa igual. Tómate el


día libre. —Le dijo Fernando riendo—. Mañana podemos
salir los dos a hacer moneas, bacán tener una amiga.

—Bueno, mañana te acompaño. —Y se durmió


hasta el otro día.

A la mañana siguiente, despertó por el calor que


entraba a la carpa. Pero la carpa ya no era una carpa. Era
un castillo, uno de verdad. El colchón roñoso era muy
blando, y estaba limpio. En vez de una camiseta y sus
calzas, tenía puesto un pijama esponjoso, muy bonito
y suave. Había un olor muy rico: pan tostado y café.
Se levantó como si nada de esto fuera una sorpresa, se
puso las pantuflas de unicornio que había a los pies de
la cama, salió de la pieza y vio a Fernando, en una cocina
con mesa y todo. Ven a comer, que se va a enfriar, le dijo
él con una sonrisa de dientes perfectos. “Esto parece el
paraíso”, pensó Ana, y se sentó a comer.
Apuntes Críticos | 75 | Instituto Estudios Críticos
Pusieron la radio, sonaba Bad Bunny, y los dos
cantaron muertos de la risa. Escuchemos otra cosa.
Cambiaron el dial y dejaron uno que daba las noticias.
Ahí, dijo ella. Hay que saber qué pasa en el país, ser
pobres, pero nunca tan ignorantes. Encuentran a una
mujer muerta en el parque Quinta Normal, flotando
en la laguna artificial, envuelta en bolsas de basura. El
cuerpo aún no ha sido identificado, pero se trataría de
una joven de entre 13 y 16 años. Hay signos de violación,
el cuerpo presenta hematomas y quemaduras de cigarro,
al parecer, el deceso ocurrió por asfixia. Ana dejó caer su
café al suelo, miró a su nuevo amigo con espanto.

—¿Qué me hiciste, hueón?

—Te juro que yo no fui, Anita. Yo salí a dar una


vuelta y cuando volví ya no estabas en la carpa. Caminé
como yendo pa Matucana y caché a unos hueones arras-
trando algo, quedé helado, porque supe al tiro que eras
tú. Los fui a encarar, pero eran tres y me molieron a pa-
los. Anda a saber dónde me van a encontrar a mí.

Ana lo miró, con los ojos hechos de cristal.

—Al menos aquí no nos falta nada —dijo—, y


ambos sonrieron satisfechos.
Paz Errázuriz:
Reinas (1981)

Apuntes Críticos | 76 | Instituto Estudios Críticos


ROSITA (O FUE COSA DEL DESTINO)

N
adie sabe con certeza cuál era la edad de Rosita,
pero yo la recuerdo como de 30, ofreciéndome
un vaso de jugo al llegar del colegio. En esas tar-
des de jugar a equilibrarnos en la cuneta, de camino a su
casa, el sol brillaba sin clemencia sobre el asfalto ardien-
te, pues casi era verano. El viento, cada tanto, se enreda-
ba en remolinos con la tierra de la cancha y nos hacía
picar los ojos. En mi casa no había nadie a esa hora, así
que yo me iba a pasar la tarde con mi amigo Felipe. Su
mamá –Rosita– nos recibía con una sonrisa y cuidaba de
mí como de un hijo más.

No sé en qué momento las cosas fueron


cambiando, pero con el paso de los años Felipe y yo
nos distanciamos. Parecía que las cosas que divertían a
uno, resultaban aburridas para el otro, y esto nos llevó
a ambos a hacer nuevas amistades. Yo prefería estar en
casa escuchando música o leyendo, mientras el Pipe,
andaba dando vueltas día y noche por las calles de la
población. Empezó a adelgazar, y cada día me costaba un
poco más encontrar la mirada de mi amigo de infancia.
La pasta base lo tenía ojeroso y mal humorado, porque
casi siempre le faltaba plata para comprar. Su angustia
lo llevó a salvarse robando, primero en las micros, luego
metiéndose a casas, hasta que lo pillaron y se fue preso.

La noche que se lo llevaron vi como la sonrisa


de Rosita se apagaba irremediablemente. Pasaron los
meses, los años, y cada vez se le notaban más los huesos.
Al igual que Felipe, se fue poniendo ojerosa, pero en
vez de malhumorada se la veía triste. Sus ojos nunca
volvieron a brillar. Cómo hacerlo, si por causas que
ignoro perdió su casa y se fue a vivir a un terreno baldío
en Santa Rosa con San Nicolás, rodeada de basura y
escombros. Tenía un pololo que era más viejo que ella y
Apuntes Críticos | 77 | Instituto Estudios Críticos
se pasaba las horas macheteando afuera de la botillería.
Por las noches salían juntos a recolectar cartones, latas,
y cualquier cosa que se pudiera vender.
Los vecinos seguían queriendo a Rosita, porque
nunca se portó mal con nadie. Le llevaban comida, a
veces incluso le ofrecían algún pituto planchando o
pasando virutilla en sus casas. Esto fue así hasta hace
algunas semanas, cuando no volvió a salir del basural
en que dormía. La gente comentaba que durante varios
días se le había visto pelear a los gritos con el pololo,
y que en más de una ocasión él la había golpeado. Yo
pensaba que si el Felipe supiera, habría espantado al
viejo a patadas.
Pero ni Felipe ni nadie estuvo ahí para cuidarla de
lo que venía.
No hay una manera delicada para contarles lo
que les voy a contar, lo que vi ayer, cuando hubiese
deseado habitar otra dimensión. El camino a casa tenía
muchas opciones, pero justamente anoche yo tomé un
desafortunado atajo. Los mismos rincones de la niñez
me llevaron hasta el cuerpo de Rosita, inerte y morado.
Su pelo estaba atrapado desordenadamente en el moño
con el que yo la recordaba cuando sonreía, su polera se
fijaba a la piel por la sangre que comenzaba a secarse,
y la mordaza que apretaba entre sus labios helados,
también se había teñido de rojo.
Una brisa de hielo me recorrió de pies a cabeza
en solo cosa de segundos, y no pude más que pensar
en Felipe, que no estuvo ahí para salvarle la vida, como
tampoco estuve yo para devolverle los cuidados que de
niño me brindó con tanto afecto.
Fue una pelea, pero yo me vine a enterar recién por
las noticias, a solo horas de que se la llevaran al servicio
médico legal sin nadie que fuese a reclamar el cuerpo.

Apuntes Críticos | 78 | Instituto Estudios Críticos


Recordé entonces su voz diciéndome “lindo”, su mano
áspera al cruzar la calle, los cumpleaños sin piñata y su
delantal celeste. Las vecinas hicieron una colecta para
poder comprarle un cajón a Rosita y enterrarla en el
rincón más económico del Cementerio Metropolitano.
Yo quisiera visitar a Felipe y contarle lo que pasó con
su mamá, decirle que el borracho con el que dormía en
la calle la había apuñalado 15 veces en el tórax, porque
se puso celoso del tipo de la botillería cuando le regaló
un cigarro y la Rosita tímidamente le pagó con una
de sus escuálidas sonrisas. Quisiera, pero no puedo,
decirle que su mamá murió en la calle, desangrada, sin
testigos, sin una gota de suerte, sin posibilidad de rezar,
defendiéndose inútilmente hasta el final, hasta que se
agotó la pizca de posibilidad de que alguna vez, alguien
pudiera cuidar de ella o al menos, compartirle un vaso
de jugo.

Apuntes Críticos | 79 | Instituto Estudios Críticos


MARCELA

(O ANGUSTIOSA RUTINA)

E
speró a que los niños se durmieran y entonces sa-
lió al patio a fumar un cigarro. Mientras estaba en
eso, comenzó a pensar en todo lo que había hecho
durante el día. A las 6 en punto salió de la cama, se duchó
y luego despertó a los niños para desayunar. Mientras
sus hijos reaccionaban, fue a la cocina y abrió el refrige-
rador, que le ofrecía dos huevos para preparar. No había
aceite, así que los hizo al agua y los llevó a la mesa junto
con los dos panes que quedaban. “Uno y uno”, pensó. Ya
más tarde ella podría comer algo.

Cuando la tetera hirvió, sirvió dos tazas de té.


Como notó que la bolsa rendía para una más, decidió
sentarse junto a los niños. Fue a dejarlos al colegio, los
besó en la frente y siguió su trayecto al trabajo, era au-
xiliar de aseo en otro colegio del sector. Caminó mien-
tras encendía el segundo cigarro del día, hasta llegar a
su destino. Allí, se topó con una banca en la que tomó
asiento, afirmó su cabeza entre las manos y rompió en
llanto, sabiendo que ya no podía entrar ni limpiar. Iba
recién en la mitad del tercer y último cigarro, pero no
pudo recordar más, porque en ese minuto exacto de la
mañana, desde hace una semana de idénticas horas, sin-
tió que su día se volvía a terminar.

Apuntes Críticos | 80 | Instituto Estudios Críticos


Paz Errázuriz:
1.Serie Mujeres, 1992
2. Regias, Santiago, 1988
3. Evelyn, Santiago, 1988
4. Serie El infarto del alma, 1994.

Apuntes Críticos | 81 | Instituto Estudios Críticos


Apuntes Críticos | 82 | Instituto Estudios Críticos
Apuntes Críticos | 83 | Instituto Estudios Críticos

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