Había una vez un niño que se llamaba Fabian que le
gustaba jugar mucho.
Un día su mamá le ordeno que arreglara su cuarto, siguió
jugando con sus juguetes, al llegar a la hora del almuerzo mamá de Fabian fue a buscarlo a su habitación y no encontró ordenado el cuarto. Fabian estaba en el patio jugando con sus juguetes, entonces su mamá lo castigo quitándolo los juguetes y que vaya a su cuarto a ordenarlo, para que luego almuerce
Fabián no obedeció de nuevo y se fue al bosque muy
molesto y empezó a caminar mucho, no se dio cuenta que se había alejado mucho de casa, se preocupó por que no sabía cómo llegar a casa, ya estaba anocheciendo y su mamá se preocupó por qué Fabian no estaba en casa. Su mamá pidió ayuda a sus vecinos, todos fueron con antorchas a buscar a Fabian y no lograron encontrarlo.
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Fabian tenía mucho miedo porque no sabía cómo llegar a
casa y de pronto encontró una cueva para poder pasar la noche, pensó mucho lo que le estaba pasando, el motivo fue por desobediente y juguetón, pidió mucho a Dios que lo ayudara a llegar a casa y que se iba a portar muy bien con su mamá y ayudaría en casa. Al amanecer salió un sol hermoso; Fabian muy contento empezó a buscar el camino de regreso a casa, hasta que de pronto en lo más lejos vio el camino que lo dirigía a casa. Fabian vio a su mamá muy preocupada y con los ojos llorosos corrió donde ella y la abrazo muy fuerte; llenándole de besos le pidió perdón, le prometió que ayudaría en casa y luego de terminar los quehaceres jugaría y desde ahí Fabián cambio y fueron muy felices.