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LA QUEMA
vivía en esos tiempos. Los veranos los pasaba en tu casa, en tu barrio, con tu gente; que
Era la temporada de fin de año y en nuestra ciudad, La Plata, se suele hacer el ritual de
“quema del muñeco”. No es exclusivo de nuestra identidad, es compartido por muchas otras
ciudades del mundo. La nuestra es vivida como una expresión de renovación, de cierre y
Aquel año decidimos hacer honor a esta tradicional festividad platense. No creo que haya
sido de manera consciente pero lo hicimos. Todo comenzó cuando nos preguntamos cómo
pasar el tiempo en aquel caluroso día y Raquel no tuvo mejor idea: ¿y si hacemos un
muñeco? Uno fácil, para el barrio, para nosotras. Y ahí comenzó la aventura, la cual inició, en
primer lugar, con la búsqueda de dinero y por lo tanto, de auspiciantes. Sí, entrábamos a los
locales del barrio y pedíamos dinero. De alguna forma todas esas personas que colaboraron
Una vez que tuvimos el dinero, nos decidimos por hacer un muñeco de tamaño mediano de
un dibujo animado de esa época y que sobre todo era seguro que podíamos hacer, era simple.
Esos momentos de felicidad nos llevaron a no poder ver, ni calcular, ni siquiera pensar en lo
que se desataría a partir de la quema. Decidimos llevarla a cabo a las 2.00 de la madrugada,
idealmente poner música en la calle a partir de la 1.00 y luego, cuando la gente estuviera
reunida, alrededor del muñeco, dar inicio al ritual. Estábamos muy nerviosas y no era para
menos, éramos adolescentes encarando una responsabilidad social. Cuando empezó el fuego,
nos miramos y nos dimos cuenta que, en ese acto despertamos a un ser oscuro. No todos lo
veían, pero mientras el fuego ascendía había una sombra que crecía por detrás del muñeco.
Era una sombra que conocíamos, pero que igualmente nos dió miedo y, al mismo tiempo, nos
encandiló. Las otras personas aplaudían, reían, no la notaban. Terminó la quema y esa
manifestación había desaparecido. Por más que nos sentimos raras y con la sensación de
Luego de 15 años, ya separada de mis amigas, pude darme cuenta que eso, lo que había
desatado el ritual, se había metido en nosotras y había esperado el momento oportuno para
mostrarse, para sentirlo. Ahí está esa sensación de vacío que, por momentos de quietud, se
apodera de mi. A tal punto que me hace dudar de todo, y emerge como una voz del interior
Aquel ritual no significó sólo la renovación de un nuevo año, sino también, la muerte de lo
que habíamos sido pero que seguía allí sin poder cruzar hacía el otro lado y nos atormentaba.
diagonal 74. Cuando llegué y las ví me sorprendí, estaban igual, no parecía haber pasado el
tiempo y, no solo a nivel físico, sino también a nivel de nuestra relación. Percibía confianza y
cariño, parecía que los años no habían pasado. Nos pusimos al día y les conté lo que me había
pasado. Al principio dudaron de todo lo que les dije, pero luego empezaron a recordar que
eso que había pasado en la quema era real. Con dos botellas de vino encima, decidimos ir a
visitar a Victoria. Ella era conocida de Raquel y se dedicaba a curar empachos, limpiezas
hogareñas, hechizos de amor y toda una variedad de saberes locales alternativos. Ya que
estábamos frente a algo o alguien desconocido para las ciencias, creímos que los
Al día siguiente nos encontramos a la tardecita en Plaza San Martín y de ahí fuimos
caminando hasta la casa de Victoria. Vivía en un edificio antiguo que había sido remodelado
unas cuantas veces. Cuando llegamos tocamos el timbre y nos abren sin escuchar ninguna
voz por el comunicador. Raquel ya había ido unas cuantas veces y le había servido para
“ordenar su vida” o eso era lo que ella decía. Entramos a un lugar oscuro, alumbrado
solamente por velas, lo cual me pareció de película. Victoria sale a recibirnos, era una mujer
de unos 60 y pico de años y no, no tenía una nariz en gancho, ni una verruga en su rostro, ni
nada de eso de uno recuerda de las películas de Disney donde la bruja era un ser malvado.
Le contamos todo, cada detalle y luego, de unos minutos en silencio nos dijo que no había
nada por hacer, que el ritual ya había sido iniciado y que no existía un contra ritual. Si nos dio
algunos consejos sobre cómo cuidarnos y no dejar que la sombra nos apodere.
Amargadas por la explicación o por la no explicación y furiosas porque no había nada que
hacer, nos fuimos al bar. Parecía que beber nos daba cierta tranquilidad.
Al otro día, descubrí que estar juntas, volver a encontrarnos significó la ausencia de ese vacío
que días atrás había sentido. Tal vez lo que se quemaba no era una misma, sino la amistad y
que ese reencuentro nos había despertado, nos había sacado de la sombra y de la quietud.