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Paternidad y maternidad
El nacimiento del primer hijo otorga una existencia social a la pareja,
transformándola en familia, marca la transición entre dos familias, aquella en la
que se es hijo y la de ahora en la que se es madre o padre. Las respuestas de la
pareja ante la fecundidad guardan una relación directa con la situación económica
y personal. Hoffman y Hoffman (1993) identifican nueve motivaciones principales
implícitas en el hecho de tener un hijo:
Los padres validan el status y la identidad adulta ya que acogen una de las
normas de la edad.
A través de los hijos los padres alcanzan cierto grado de inmortalidad, que
sobrevive más allá de los límites puros de la edad biológica.
El tener hijos es unas de las formas de asumir valores de altruismo, control
de la impulsividad y dedicación social
Los hijos incrementan el grupo familiar y le otorgan un contenido mayor de
afecto
Los hijos resultan simpáticos y agradables.
Tener un hijo es una experiencia creativa y su cuidado contribuye a
incrementar los sentimientos de logro y competencia.
Un bebé se encuentra completamente dependiente de los padres y sirve, a
la vez, para poder ejercer ese control.
Del sentimiento de tener un hijo lindo, saludable y bueno se puede derivar
una satisfacción competitiva para los padres.
Un hijo puede representar una ayuda futura.
Existe pues un conjunto de razones sociales y personales para tener hijos,
razones que varían considerablemente de acuerdo al entorno cultural y en función
de las parejas concretas. Tener hijos ha sido y sigue siendo una de las
experiencias más comunes en la historia, se trata de una de las normas de la edad
adulta y uno de los roles más ampliamente asumidos (M. Cornachione, 2006)
El hombre con la paternidad desarrolla nuevos comportamientos y modifica la
relación que mantiene consigo mismo y con los demás. El acceso a la paternidad
se produce en el campo de lo imaginario y lo simbólico (Hidalgo y Moreno, 1995).
Para el psicoanálisis, el padre provoca una separación en la díada madre-hijo y
conduce a la relación madre-hijo-padre. La vinculación afectiva, que une al padre y
al hijo puede descubrirse como un sentimiento de responsabilidad con relación al
cuidado y la educación del mismo, el cual se experimenta por primera vez en una
relación de apego, es por esto, que generalmente, el padre experimenta ansiedad
y preocupación. Por el contrario, el sentimiento se satisfacción paternal se
presenta al observar el progreso evolutivo del hijo y todo el esfuerzo que se
plasma al progresar (M. Cornachione, 2006)
En el caso de la mujer, al convertirse en madre, no solo produce cambios
fisiológicos, sino que también en las relaciones que mantiene consigo misma y con
las demás personas. La mujer experimenta la maternidad de forma diferente, ya
que experimenta cambios y transformaciones en su cuerpo que inciden en su
imagen corporal durante el embarazo. Estas transformaciones se vivencian de
forma ambivalente, en oportunidades viene acompañado de un sentimiento de
desvalorización, sobre todo cuando el embarazo se produce en condiciones
difíciles desde una perspectiva psicológica y física. En cuanto al aspecto positivo,
el embarazo puede incidir significativamente en el desarrollo personal de la madre,
lo que Erikson denota como “espacio interior productivo”, es decir, aquello que
constituye tanto simbólica como biológicamente el eje central de la realización
femenina (M. Cornachione, 2006)
Según Erikson, los adultos atraviesan por la séptima crisis del desarrollo
psicosocial, la crisis en la que se contrapone la generatividad y el estancamiento.
La primera se refiere a la preocupación por establecer y conducir a la generación
venidera y si esta necesidad no se satisface, la persona se vuelve inactiva, inerte y
tienden a terminar estancada (A. Machado, 1994).
En otras palabras, después de la paternidad y maternidad el impulso generativo
incluye la capacidad de la productividad y creatividad, es decir, la generación de
nuevas ideas para el bienestar de las nuevas generaciones. La virtud propia de
este periodo es el cuidado y el amor. El estancamiento, por lo contrario,
representa una regresión psicosocial y la necesidad obsesiva de pseudo-intimidad
que va acompañada de sentimientos de infertilidad personal y social, percibida en
la incapacidad de generar, de producir y de criar (N. Bordignon, 2005).
Una de las alternativas que estas parejas tienen para compensar ese aspecto de
su vida, sin tener necesariamente un hijo, es tener una mascota, de esta manera
no asume las mismas responsabilidades ni obligaciones legales y morales que
tendrían que practicar ante la presencia de un ser humano a su custodia (G.
Jiménez, 2012).
Referencias
Chacón, Fernanda; Tapia, Marcela. (2017). No quiero tener hijos (as)... continuidad y cambio en las
relaciones de pareja de mujeres profesionales jóvenes. Polis, 193-220. Información
optenida de https://scielo.conicyt.cl/pdf/polis/v16n46/0718-6568-polis-16-46-00193.pdf
del día 26 de enero de 2020.
Papalia, Diane E.; Wendkos, Sally; Duskin, Ruth. (2009). Desarrollo humano. México: McGRAW-
HILL. Información optenida de
http://salud.mendoza.gov.ar/wp-content/uploads/sites/16/2017/03/Psicologia-del-
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Sánchez, G. J. (2012). Teorías del desarrollo III. México: RED TERCER MILENIO S.C. Información
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http://www.aliat.org.mx/BibliotecasDigitales/Educacion/Teorias_del_desarrollo_III.pdf del
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