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El domingo pasado Eli fue a hacer las compras solo por primera vez.

Aun enredados de sueño, amaneciéndonos con sonrisas, lo miré... y lo vi. Cada uno de sus
siete años que ya casi son ocho. El tiempo que nunca nunca es una línea. Qué habrá sido eso
vi, que enganchó desde el fondo de mis entrañas una frase que salió limpita y de corrido sin
pedirme permiso: -¿Querés ir a la panadería solo a comprar unas facturas?

Preparamos todo: la lista, la plata, la bolsa, las mil indicaciones para dar vuelta a la manzana.
Saltábamos por la casa y nos reíamos.

De atrás del árbol del vecino me quedé mirando su andar bailado, orgulloso y feliz. Eva lo
custodiaba, y al ritmo de su trote se acomodaban mis latidos.

Antes de salir me dijo: -Justo hoy, que parecía un día normal, pasa esto... Estoy tan
emocionado!

Algo tan lindo, no puede llamarse "mandado" ni "compra". Cambiémosle el nombre, el color,
el sentido.

Algo tan doméstico no puede dejar de ser político. Bretch nos lo advirtió... El precio del pan es
político. Y el feminismo agrega: también lo son la crianza, y las tareas domésticas, y las
pequeñas grandes decisiones que cincelan en este mundo, que a veces nos da tanto miedo,
las posibilidades de las niñeces de habitarlo libremente.

M. E. HERMIDA

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