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Vin-hilo y mi miedo escénico

Quienes me conocen saben que tengo una personalidad complicada. La euforia es dueña
de mi mente y de mi cuerpo y así como puedo estar estrepitosamente feliz, puedo
hundirme en la más profunda de las tristezas, acorralarme en el paredón de las soledades
o estallar en el volcán de la furia.

Soy un sube y baja, una montaña rusa, un artefacto explosivo.

A veces me siento orgullosa de ser esto que soy, porque hay que tener ovarios para no
bajar el rabioso proceder por las ganas de encajar en un mundo cuadriculado y mojigato.
Pero a veces no me soporto, porque sí… es cansón estar en el tope de las emociones y los
sentimientos todo el tiempo.

Entonces, es cuando me encierro en mí misma. Porque quienes me conocen saben bien


que a ratos me desaparezco.

Los libros siempre fueron un refugio y de ahí la escritura como arma para exteriorizar lo
que me eleva y lo que me pudre. Porque es un ejercicio entre la página en blanco y yo,
nadie más. Luego llegaron las redes y ese mundo me tragó de inmediato. Era el teclado,
miles de personas y yo, pero sin vernos, sin rozarnos y aún así haciendo amistad, chistes,
peleas, odios, rencores, envidias, amores, mucha falsedad e hipocresía. Descubrí que se
podía vivir dentro de una pecera.

Pero como todos los vicios, las redes secuestraron mi tiempo y llegó el punto en el que
descubrí que mi vida se iba allí, en el teclado.

Ya en medio de ese torbellino, perdí un montón de prácticas, momentos y oportunidades.


Cansada y perdida, llegaron de vuelta a mí los discos de acetato.

Cerré los ojos y me lancé en esa aventura. Un viaje en el tiempo, un punto a favor de la
nostalgia, una máquina de recuerdos. Un lugar agradable en donde estar. Y ya en pocos
meses estaba metida de lleno.

Hoy tengo un programa llamado Vin-hilo. Tuve la idea, mi compadre me dio el nombre y la
agencia de noticias Venezuela News el espacio.

Jamás me hubiese atrevido a estar frente a una pantalla. Y menos ahora que los 45 años
muestran las huellas de una vida de altibajos. Pero se dio y me metí de cabeza.

Siento en ese breve espacio de dos minutos una nueva oportunidad. Huracanada como
siempre, pero con un propósito para encauzar todo este fuego, todo este hielo, tanto
terremoto, el tsunami que me arrastra.
Gracias a quienes lo hicieron y lo hacen posible.

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