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¡PRITZKER!

Bernardo Moncada Cárdenas

Desde 1978, a falta de un Premio Nobel (es significativa la discriminación de


disciplinas y méritos escogidas por la Academia Sueca para el distinguido
galardón, excluyendo la arquitectura y las artes), fue creado un premio
internacional para arquitectura. Tocó a la familia Pritzker, propietarios de
importante cadena hotelera y sensibles habitantes de Chicago y su arquitectura,
instituir y organizar la distinción. Tom, sucesor de Jay y Cindy Pritzker, relata:
“Cuando se acudió a nosotros con la idea de honrar arquitectos vivientes, la
acogimos. Mi madre y mi padre pensaron que un premio significativo alentaría y
estimularía no solamente una mayor atención del público a los edificios, sino
inspiraría además mayor creatividad en la profesión arquitectónica” (Pritzker
Prize, History).

Para no abundar sobre un hecho suficientemente conocido, basta recordar el


propósito que motiva a los jurados: “Honrar un arquitecto o arquitectos vivos
cuya obra construida demuestra una combinación de aquellas cualidades de
talento, visión, y compromiso, que ha generado contribuciones consistentes y
significativas a la humanidad y al entorno construido a través del arte de la
arquitectura.” Desde 1979, anualmente ha sido otorgado el premio a arquitectos
de todo el mundo. Partiendo de Philip Johnson (1979), Luis Barragán (1980),
James Stirling (1981), Kevin Roche (1982) e Ieoh Ming Pei (1983), el Pritzker no ha
fallado en dirigir sus reflectores sobre figuras que en gran medida cumplen con
sus altos designios, mereciendo sobradamente ser llamado “Nobel de la
arquitectura”.

El año que ya finaliza vio recaer los laureles del Pritzker en Alejandro Aravena,
chileno de trayectoria internacional (entre sus muchos méritos está haber sido
jurado del premio, precisamente). Con Aravena queda subrayada una directriz
que marca el deslinde que la cultura arquitectónica está realizando hacia
proyectistas menos atentos a proezas tecnológicas o audacias estéticas en pro de
una arquitectura socialmente comprometida, sin que por esto caiga en las

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simplificaciones del panfleto político o la deformación sociologista. Este sutil
modo de responder a las demandas del residente, y el tipo de respuestas que lo
expresan, son justamente el tema de este escrito.

Un galardón influyente
Me atrevo a juzgar que, desde su instauración, el Pritzker ciertamente ha logrado
contribuir de manera decisiva con el direccionamiento de la profesión. Al merecer
el prestigio que se le ha reconocido, actúa como indicador de coyunturales
pertinencias, materialización de valores a observar en la concepción y
construcción de arquitectura, y consagración de personajes ejemplares –no
siempre tan conocidos- cuya teorización y actitudes ciertamente llegan a erguirse
como paradigmas cuya sucesión es toda una tendencia.

Figura 1 Ganadores y jurados del premio en 2006 (web del Pritzker)

Pritzker y posmodernidad

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