Está en la página 1de 52

FLUJO DE LODOS EN EL

COTOPAXI
Ing. Eduardo Aguilera

1. EL VOLCAN COTOPAXI

1.1 La actividad volcánica

La forma actual del Cotopaxi es el resultado de una


actividad volcánica que ha edificado un cono regular
por la paulatina acumulación de materiales eruptivos
(piroclastitas y coladas de lava), emitidas desde el
cráter central durante los últimos 5000 años.

Barberi et al.,(1992) han reconstruido la historia


eruptiva del Cotopaxi y reconocido un volcán más
antiguo, denominado Paleo-Cotopaxi, cuya actividad
fue inicialmente explosiva y caracterizada por la
depositación de un fall pliniano riolítico y una lluvia de
cenizas. La edad radiométrica de esta actividad llega a
0.5 Ma. Le sigue una fase de emisión más tranquila que
edificó un pequeño estratovolcán ubicado al sur del
cono actual, el Morurco. La actividad del Cotopaxi y
del Paleo-Cotopaxi está separada por una fase erosiva y
la emisión de la denominada "ignimbrita Chalupas".

El estudio de la actividad volcánica del Cotopaxi ha


permitido reconstruir la columna estratigráfica general
que aparece en la Fig. 1.3, cuyo límite inferior
constituyen los depósitos de un deslizamiento
volcánico (volcanic debris avalanche). Las dataciones
radiométricas indican un lapso de 5000 años para el
intervalo que abarca la antes mencionada columna
estratigráfica (Barberi et al., 1992).

La actividad anterior a la formación del cono se


caracteriza por una serie de erupciones explosivas, ( de
las cuales, por lo menos tres son de gran tamaño) con la
emisión de un fall pliniano, de composición riolítica-
dacítica, y cenizas. Las dataciones radiométricas
efectuadas sobre estos productos, con el método de las
trazas de fisión en fragmentos de obsidiana, indican
una edad de alrededor de 0.5 a 0.10 Ma. (Del Carlo,
1991; Tundo, 1991).

A esta fase explosiva le sigue una actividad


caracterizada por la emisión de magmas andesíticos
que marcan el inicio de la construcción del cono actual,
interrumpida por un episodio catastrófico relacionado
con la falla de la porción nor-oriental del edificio
volcánico (Smith y Clapperton, 1986), que
desencadenó un deslizamiento volcánico (dry debris
avalanche), a lo largo de la cuenca superior del Río
Pita. A este evento se le había asignado anteriormente
una edad comprendida ente 13.000 y 25.000 años A.P.;
no obstante, la reconstrucción efectuada por Barberi et
al. (1995) reconoce una edad ligeramente superior a
5.000 años A.P. Debido al relleno con los productos de
la actividad subsecuente, no han quedado huellas de
una depresión, tipo anfiteatro, que suele caracterizar al
colapso parcial de un cono volcánico
El depósito relacionado con el deslizamiento cubre un
área de 26 km2, caracterizada por una típica morfología
de colinetas, cuya altura decrece a medida que se alejan
del cráter. Las colinetas más próximas (denominadas
localmente "zhumbas"), tienen alrededor de una
centena de metros de altura, con una forma cónica
aguda; se observa que, en ellas, las lavas presentan un
bajo grado de fracturación, compatible con un corto
trecho de desplazamiento. Los afloramientos distales
del depósito presentan facies litológicas típicas de un
transporte en seco, tales como bloques de lavas con
fracturas en zigzag (Barberi et al., 1995)

Barberi et al., (1992), asumen razonablemente la


ocurrencia de un fenómeno de mezcla entre la
avalancha de escombros (debris avalanche) y el
material piroclástico, todavía no consolidado, que
recubría la cuenca superior del Río Pita.

Las erupciones explosivas fueron del tipo pliniano y


produjeron depósitos de caída de lapillis claros y
obscuros, flujos piroclásticos (escorias y flujos de
pómez) y depósitos de "surge" piroclástico.

A través del método de Carey & Sparks (1986), Barberi


et al. (1992) han reconstruido la altura de la columna y
la tasa eruptiva de siete distintas erupciones ocurridas
en los últimos 2000 años de la historia del Cotopaxi.
Las alturas de dichas columnas son considerables, pues
varían entre 28 y 40 km. En cambio, los volúmenes de
los productos de emisión, estimados con el método de
Pyle, son bastante modestos (0.1 - 0.2 km3), si se les
compara con columnas tan altas como las mencionadas.

El estudio estratigráfico de los depósitos de tefra ha


evindeciado que existen por lo menos 17 niveles guía
que representan otras tantas erupciones explosivas con
columna sostenida (Barberi et al., 1992).

Las erupciones que indican los más grandes volúmenes


(3 y 9 de la columna estratigráfica), son aquellas
asociadas con coladas piroclásticas. La escasa
presencia de depósitos de flujo indicaría que muy raras
veces ocurrió la transición de una fase de columna
convectiva a la de colapso.

La erupción 3 (820+-80) fue un evento espectacular


desde el punto de vista del volumen emitido, pues se
manifiesta con depósitos de lapilli de alrededor de 20
cm de espesor, ubicados a una distancia de casi 40 km
al occidente del volcán (Barberi et al., 1992). En
épocas más recientes, las erupciones históricas 1 y 2
acumularon depósitos de alrededor de 20 cm de espesor
en la zona de El Chasqui, ubicada a unos 20 km al
occidente del volcán.

Durante los últimos 466 años del período histórico, que


se inicia a partir de 1534 con la conquista española de
los territorios de Quito, no han ocurrido erupciones
explosivas con columna sostenida (Sodiro, 1877; Wolf,
1878; Almeida, 1994), pero sí, en cambio, varias
erupciones explosivas de corta duración con pequeños
ascensos de magma.
Ha sido muy frecuente el fenómeno del "boiling over",
término inglés que define la emisión de una miscela
piroclástica, pobre en volátiles, que origina nubes
ardientes capaces de fundir el glaciar que recubre la
cima del volcán y generar grandes flujos de lodo que
adquieren una gran capacidad de trensporte, como lo
demuestra, como ejemplo, el gigantesco bloque
denominado "La Quilindosa", que yace cerca de
Mulaló y mide 21 m de largo, 15 m de altura y 41 m de
perímetro (Almeida, 1994).

A pesar de que la erupción del 26 de junio de 1877,


descrita muy detalladamente en las crónicas, forma
parte de esta tipología eruptiva, se la tratará in extenso,
más adelante.

1.2 Actividad Histórica

El Cotopaxi es uno de los volcanes más activos del


Ecuador y, por lo tanto, existe un apreciable número de
crónicas históricas que comienzan en la época de la
conquista española. La mayoría de ellas fueron
recopiladas por Hantke y Parodi (1966), Hradecka et al.
(1974), Hall (1977), Simkin et al. (1981), Barberi et al.
(1995). Dichas crónicas confirman que en los últimos
466 años, han ocurrido solo 4 episodios lahariticos de
grandes dimensiones: en 1534, 1742-1744, 1768 y
1877.
El estudio estratigráfico de los depósitos (Barberi et al.,
1992) ha identificado estas cuatro erupciones y
relacionado con los correspondientes niveles de tefra
reconocibles en el terreno.

Almeida (1994) distingue cinco períodos eruptivos en


la actividad histórica del Cotopaxi. Exceptuando el
último, que corresponde a la erupción de 1877, que se
halla bien documentado, los datos históricos sobre los
cuatro restantes son bastante escasos y fragmentarios.

Las crónicas de Sodiro (1877) y Wolf (1878) presentan


información sobre algunos lahares históricos del
Cotopaxi. Adicionalmente, existen testimonios de
eventos laharíticos anteriores a la conquista española
que produjeron muerte y destrucción entre la población
indígena (Cieza de León, Agustín de Zárate, citados en
Wolf, 1873). Agustín de Zárate menciona un pequeño
pueblo, denominado "La Contiega", que fue alcanzado
por la onda de crecida de un flujo de lodo.
Desafortunadamente, no ha sido posible hasta ahora
determinar su ubicación, pero, no obstante, éste sería el
primer asentamiento humano destruido por un lahar del
Cotopaxi, del que se tiene noticias en la historia del
Ecuador.

A pesar de que se conoce poco sobre el lahar de 1534,


las crónicas hablan de una "lluvia de cenizas" que
afectó al pequeño ejército de Pedro de Alvarado, que
en ese momento se encontraba movilizándose por el pie
de la Cordillera Occidental (Wolf, 1878). Según el
mismo autor, la población indígena que resistía a los
conquistadores españoles, interpretó este fenómeno
natural como una señal premonitoria contraria a esa
causa.

La descripción más clara parecería ser la de Agustín de


Zárate, que menciona "una corriente de agua y
piedras".

En 1742 ocurrieron dos eventos laharíticos, descritos


por Pedro Muñoz de Chamorro, escribano de
Latacunga, quien advierte su enorme fuerza
destructiva, cuando habla de puentes destruidos y
molinos invadidos por los torrentes de lodo y piedras.

Wolf (1878) describe a estos episodios como "una


enorme lluvia de arena y ceniza", a la cual siguieron
"grandes avenidas de agua y lodo"que, dirigiéndose a
lo largo de los valles que nacen en el volcán,
devastaron todo lo que encontraban a su paso. El
mismo autor sostiene que, a partir de 1742 y por la
actividad del Cotopaxi, comenzó la decadencia de la
provincia de León o Latacunga, antes muy rica y fértil.

En 1744 ocurrió una erupción explosiva, tipo 1877, con


fusión de la nieve y formación de flujos de lodo
destructivos en las tres principales cuencas
hidrográficas que nacen en el Cotopaxi (Pita, Cutuchi y
Napo). Existen varias crónicas sobre los daños
causados por dichos flujos de lodo; la población de
Napo fue alcanzada y destruida después de 6 horas del
inicio de la erupción. En la ciudad de Latacunga se
dañó el Colegio de la Compañía de Jesús y la Plaza
Mayor de la ciudad.

En 1766, los flujos de lodo desencadenados por la


erupción inundaron la planicie de Latacunga y
acumularon tal cantidad de materiales, que el Río
Alaquez fue obligado a cambiar su curso.

La erupción explosiva de 1768 estuvo caracterizada por


una lluvia inicial de bombas, que provocó algunas
víctimas en Mulaló. Luego continuó con una lluvia de
cenizas y lapilli, la lava emergió del cráter, originando
lahares que volvieron a devastar los valles de Chillo y
Latacunga, causando ingentes daños materiales y
víctimas. La ciudad de Latacunga fue, otra vez,
gravemente afectada. En Tumbaco se destruyó un
puente por efecto del lahar, que tomó una hora y media
en llegar hasta el sitio.

No obstante, y contrariamente a lo que hasta ahora se


suponía, el evento de 1768 tuvo menores dimensiones
que el de 1877; esto se deduce de la información
respecto al Inventario de Producción de la Fábrica
Chillo, de fecha 22 de Septiembre de 1768 (cinco
meses después de ocurrido el evento), que no indica
novedades y, más bien, da cuenta de un apreciable
envío de productos terminados. En vista que la fábrica
estuvo ubicada justo en la orilla del Río Santa Clara,
este hecho admitiría, como única posibilidad, la que el
lahar no tuvo un caudal suficiente para desbordar el
cauce del Río Pita, en el sitio "La Caldera" El Libro de
Cuentas de la Hacienda Pedregal incluye los recibos de
la producción de quesos de dos meses consecutivos;
abril y mayo de 1768. De estos puede deducirse, que en
esa hacienda ubicada bastante más cerca del volcán, los
daños tampoco fueron graves (Archivo Nacional: Serie
Haciendas,1768; Temporalidades, 1768).

Años más tarde, la Hacienda Chillo Compañía, incluida


su floreciente fábrica de tejidos, pasó a ser de
propiedad de la Familia Aguirre hasta que fue destruida
por el paso del flujo de lodo del 26 de junio de 1877.

La erupción de 1853 produjo, aparte de la caída de


cenizas y la formación de lahares, una colada de lava
que se desplazó sobre la pendiente oriental del cono
para bifurcarse en la parte inferior. Esta colada la
utilizó Reiss como camino para su ascensión al cráter
en 1874. Un viajero alemán que se encontraba de paso,
H. Karsten, describió también esta erupción (Wolf,
1878). Según Sodiro (1877), se tiene noticias sobre 3
lahares producidos por este evento que ocurrió en el
mes de septiembre; uno de estos, el del día 13, está
descrito por el Gobernador de la Provincia en un
informe remitido al Gobierno Central. En él se habla de
la inundación de la planicie de Latacunga.

Entre 1855 y 1866 se verificaron por lo menos cuatro


erupciones pequeñas y no muy bien descritas en las
crónicas.

Después de la gran erupción de 1877, en el período


1878-1885, han ocurrido varias erupciones explosivas
menores que han emitido nubes ardientes, flujos de
lava y originado pequeños flujos de lodo.
Parece que después de 1885, aparte de la erupción no
verificada de 1942, el Cotopaxi ha permanecido
inactivo hasta el presente.

1.2.1 La erupción y Flujo de Lodo de 1877

El 26 de junio de 1877 ocurrió la erupción histórica


más importante de las que ha presentado el volcán.
Desde el inicio de aquel año se manifestaron varias
señales precursoras, como la aparición de una densa
columna de humo y explosiones profundas que
causaron gran sobresalto. El 21 de abril, entre las 7 de
la mañana y 10 de la noche, ocurrió el primer episodio
eruptivo que no causó daños, en vista que sus efectos
estuvieron solamente restringidos a la periferia
inmediata del cono. La actividad explosiva continuó
intermitentemente hasta el 25 de junio, cuando después
de una fuerte explosión, se levantó del cráter una
columna de humo negro y cenizas que se expandió por
la atmósfera. Al día siguiente, al las 6:30 de la mañana,
se reinició una fuerte actividad explosiva con la
formación de una columna de cenizas.

A partir de las 10 de la mañana del mismo día, el


volcán entró en la fase paroxísmica de la erupción;
"...la lava ígnea del cráter del volcán entró en
efervescencia y ebullición lanzándose con una rapidez
extraordinaria sobre los flancos del cono".

Los habitantes de la zona describieron la actividad en la


siguiente forma, recogida por T. Wolf , (1878):
".. una masa negra (la lava) brotaba humeante y con
gran turbulencia simultáneamente sobre todo el
rededor del cráter como la espuma que, de una olla de
arroz colocada sobre el fuego, comienza de un
improviso a hervir y rebosar...".

Esta descripción, tremendamente gráfica, corresponde


exactamente a la formación de flujos piroclásticos
directamente desde el cráter, sin que exista un colapso
de columna, denominada "boiling over", al punto que
ahora constituye un ejemplo clásico, recogido en la
literatura vulcanológica mundial (Cass y Wright,
1987).

Este tipo de actividad demostró ser particularmente


eficaz para fundir una gran cantidad de hielo glacial, de
modo que, en forma inmediata, se formaron enormes
lahares que, al densificarse por la incorporación de
sólidos a lo largo de los flancos del cono,
incrementaron su capacidad destructiva y causaron
graves tragedias cuando llegaron a los valles de
Latacunga y Chillo.

Sodiro (1877) y Wolf (1878) presentan una prolija


descripción del evento en sí y de los daños causados.
Por la cuenca sur, el flujo llegó a Latacunga en menos
de una hora y, por la cuenca norte, en el mismo lapso, a
Alangasí, Guangopolo y Conocoto, que quedaron
cubiertos por arena y piedras.

".. Eran inmensos raudales de agua con enormes


masas de hielo, lodo, piedras y peñascos que con
ímpetu inconcebible se precipitaban del cerro. A poco
rato brotaban ya de las grandes quebradas del austro-
occidental arrancando árboles, destruyendo casas y
arrebatando consigo ganados, personas y cuanto
encontraban en su curso..." (Sodiro, 1877).

Al describir el movimiento de los flujos de lodo, Wolf


percibe que: "...las aguas duplicaron su volumen y
fuerza por las sustancias sólidas que recibieron cuales
son peñascos y trozos de hielo, pedazos de lava nueva,
piedra pómez, escorias menores, etc. ...".

Refeririéndose, en particular, a la cuenca septentrional ,


la descripción continúa como sigue:

"... Verdad es que por las quebradas del lado norte y


noreste bajaron cantidades de agua, lodo y piedras tan
considerables y aún más grandes que por las del lado
de Latacunga, pero la mayor parte de los materiales y
los más gruesos se depositaron en la altura de los
páramos, en las llanuras de Limpiopungo, de
Saltopamba y del Mutadero...".

"... El Río Pita corre desde su reunión con el río


Pedregal encajonado en una quebrada profunda hacia
el Valle del Chillo. Pero al entrar en las llanuras
espaciosas se dividió en algunos brazos y devastó
horriblemente ese ameno valle, que bien podría
llamársele el vergel de Quito...".

"...Después de haber bajado del volcán y recorrido la


grande planicie que media entre éste y el punto
llamado Llavepungo, la avenida se hallaba encajonada
en el profundo cauce del Río Pita, entre los dos cerros
Pasochoa y Sincholagua, y habría debido seguir en el,
en cuyo caso los daños habrían sido mucho menores;
pero llegando al sitio llamado La Caldera, a donde el
cauce forma un recodo, por el ímpetu con que venía,
una gran parte de ella saltó la orilla izquierda, que en
aquel punto es bastante baja tomando la dirección de
Pillocoto y Sangolquí, encanalada en el río
Cunungyacu (o de San Rafael) ...". (Sodiro, 1877).

En la actualidad, a este río se le denomina Santa Clara


y, al igual que el Pita, cruza por áreas densamente
pobladas (Selva Alegre, Sangolquí, Santa Clara, San
Rafael); la descripción anterior explica la razón por la
que, a pesar de que no desciende del Cotopaxi, sino de
la vertiente oriental del Pasochoa, ha constituido un
canal para el tránsito de los lahares originados en el
primero.

Las diferencias que existían, a la época, en cuanto al


desarrollo relativo entre Latacunga y Chillo y el hecho
cierto que la avenida por el lado norte recorrió, por
algunos kilómetros, una región deshabitada, hicieron
que, en las crónicas, se haya consignado un mayor
número de datos y referencias sobre la cuenca sur.
Hacia el lado de Chillo, éstas son mas bien escasas y,
generalmente, se refieren a unas pocas haciendas que,
como es conocido, en aquel tiempo ocupaban extensos
territorios, y a la fábrica de la familia Aguirre; esto
dificultó, en cierta manera, la labor de adquisición y
verificación de datos históricos; sin embargo, como se
tratará más adelante, se ha logrado recuperar
importante información y otras evidencias que
estuvieron reservadas a la transmisión oral entre padres
e hijos o desapercibidas en los archivos citadinos, a
pesar de su gran valor para la reconstrucción del lahar
de 1877.

Refiriéndose a los daños en el Valle de Los Chillos,


Wolf dice que: "...El daño principal que hizo por este
lado consiste sin duda en la completa destrucción de
dos máquinas para hilados y tejidos pertenecientes a
los señores Aguirre y situadas en su hacienda Chillo.
Los perjuicios de los propietarios se calculan en
200.000 pesos. Los valles de Tumbaco y de
Guayllabamba participaron de las devastaciones del
de Chillo. A las 4 de la mañana siguiente, es decir, 18
horas después del principio de la catástrofe, llegó la
avenida en forma de una creciente del río Esmeraldas
al Océano Pacífico. El nivel del anchuroso río se
levantó en algunos pies y los cadáveres, pedazos de
casas, muebles de toda clase, palos, árboles etc. que
flotaban en el agua turbia, anunciaron a los habitantes
del Litoral la desgracia que había sucedido a sus
hermanos del interior...".

El impacto que causó el flujo de lodo sobre el Valle de


Los Chillos fue tan intenso que, aparte de los graves
estragos económicos derivados de la destrucción de los
molinos, sembríos, puentes, caminos, acequias, etc.,
apareció un problemas inédito, atribuible a la intensa
modificación de la red de drenaje; una epidemia de
paludismo que afectó a los habitantes de Alangasí, a
partir de septiembre de 1877. En abril de 1878 se
continuaban presentando "...estragos de una
mortandad, más de 100 enfermos que sufren fiebre y
fríos." (Archivo Nacional, Gobernación de Pichincha
1877- 1878).

En la vertiente oriental, cuenca del Río Napo, también


se produjeron estragos, que los refiere el Gobernador
de la Provincia de Oriente, en un Informe fechado el 20
de julio de 1877:

"... El dia martes 26 de Junio a la una de la tarde, poco


mas o menos, se oyó un bramido de volcan; media hora
después un ruido como de carruaje, y hora y media
después se presentó la creciente, la que era puro lodo,
y vino asolando cuanto encontró.

Como desde el momento en que se oyó el ruido con que


bajaba, oscureció la atmósfera, no se pudo distinguir
lo que llevaba sobre las palizadas.

Finalmente dejó de crecer a las cinco de la tarde, y se


aclaró como media hora, y después volvio a oscurecer
de manera aterrante, resultando una lluvia de tierra,
que duró hasta el amanecer del día siguiente.

Así que calmó un poco la creciente, pude descubrir que


los indios que poblaban las cabeceras del rio, han sido
arrebatados con sus casas y sembríos de los cuales han
salvado dos hombres y una mujer entre las palizadas;
el uno bajó como una milla, y el otro dos, y la mujer
con su criatura. Hasta hoy solo se nota la falta de
veinte y siete personas entre hombres, mujeres y niños.
Del puerto del pueblo se ha llevado doce casas, con
muy pocos trastos. Así que rebajó un poco más, se ha
encontrado una mula, cuatro caballos y seis cabezas de
ganado.

Este particular da a conocer que hay alguna hacienda


inmediata al rio Napo. Con este motivo he resuelto
hacer una explicación, así que entre el verano, que
será el mes de Septiembre; pues ofrece mucha
facilidad, porque la creciente ha pasado desmontado
las playas, y pocos seran los obstaculos que haya que
vencer; de suerte que no es dificil encontrar el sitio de
donde arrebató las bestias y el ganado.

De los pueblos de abajo no he podido saber nada por


falta de canoas, de indios y principalmente porque se
conserva crecido el rio.

En este momento llegó un indio que estaba en las


Zaparías del Sarayacu, y da razon que el rio Pastaza
creció más que el Napo, y que sus playas se
encontraron cuerpos despedazados de gente blanca,
bestias y ganado en abundancia ....". (Quesada, 1877).

1.3 Análisis de los flujos de lodo de la cuenca


septentrional

Hasta ahora se conocía una simulación numérica del


lahar de 1877, efectuada por Barberi et al. (1992), para
la cuenca del Río Cutuchi y sus afluentes y un trabajo
mucho más expeditivo, Castro et al. (1992) respecto al
"Uso del Modelo HEC-1 para el estudio de los Lahares
del Volcán Cotopaxi", aplicado a la cuenca del Río
Pita.

La zona norte del volcán fue también afectada por la


catástrofe del 26 de junio de 1877, aunque,
comparativamente, en menor medida debido a que, en
esa época, era mucho menos habitada que la zona sur.
Esto, obviamente, se refleja en el número y precisión
de los datos que aportan las crónicas de la época,
respecto al fenómeno del tránsito de los flujos de lodo.

El Río Pita se forma por la unión de 8 pequeñas


quebradas que se alimentan por el deshielo de los
glaciares de la parte norte y nororiental del Cotopaxi, y
fluyen hacia la Llanura de Limpiopungo. Un poco mas
hacia aguas abajo, el Río Pita se une con el Río El
Salto, en una cascada de alrededor de 40 m de altura. A
partir de ese punto, atraviesa un profundo y abrupto
valle con una pendiente promedio de alrededor del 5%
(Figura X).

En esta zona se encuentra un recodo denominado "La


Caldera", en el que, durante la erupción de 1877, el
flujo de lodo que transitaba por el Río Pita, desbordó la
orilla izquierda, que en aquel punto es bastante baja, y
tomó la dirección de Pillocoto y Sangolquí, encanalada
por el Río Santa Clara (antes denominado Cunungyacu
o de San Rafael).

El daño principal que causó el lahar por este lado fue,


sin duda, la destrucción de la fábrica de tejidos de
propiedad de los señores Aguirre, propietarios de la
Hacienda Chillo. La casa de la hacienda, que se
conserva hasta la presente, fue alcanzada por el lodo,
que acumuló un depósito de 50 cm de espesor;
mientras, las señales de la inundación sobre las paredes
del primer piso, llegaron a más de un metro de altura
(Sodiro, 1877).

Más hacia aguas abajo, en la zona de Cashapamba, se


destruyó el molino del señor Palacios, ubicado muy
cerca de Sangolquí. La Hacienda San Rafael, de
propiedad del señor Manuel Checa, fue invadida por el
torrente de lodo y detritos que cubrieron un área de
unos 2 km de longitud y 1.5 de latitud.

Una parte del río de lodo se descargó después en el Río


Cunungyacu (Santa Clara), afluente del Pita, e invadió
el camino a Sangolquí y el Río San Pedro, en cuyo
cauce las aguas sobrepasaron las arcadas del puente y
rellenaron con detritos los espacios de entre las
pilastras.

Al noreste de la Hacienda San Rafael, los tres ríos, Pita,


Cunungyacu y San Pedro, se juntaron en un solo curso
para atravesar la planicie de Conocoto y dirigirse hacia
Tumbaco. Allí invadió los terrenos del señor Fernando
Saá, destruyó un molino, sembríos de caña de azúcar y
causó algunas víctimas. Durante el resto de su curso,
hasta la junta con el Río Pachijal, el río se denomina
Guayllabamba y, a lo largo de un abrupto valle, cruza
terrenos áridos y zonas poco habitadas, razón por la
cual, los daños debieron ser menores. No obstante, los
problemas no dejaron de presentarse, tal como se
desprende de una comunicación enviada por el Jefe
Civil y Militar de Otavalo, para informar sobre la
destrucción de varios puentes y la consiguiente
interrupción del tránsito entre Otavalo (región norte del
País) y Quito (Ubidia Carlos, 1877).

Las observaciones de campo que se realizaron durante


el desarrollo de este trabajo confirmaron las
descripciones extraídas de las crónicas, a la vez que
permitieron recoger algunos nuevos datos, que
resultaron verdaderamente valiosos para una precisa
calibración del modelo. Entre estos se mencionan el
"descubrimiento" de las ruinas de los muros y obras
hidráulicas de la fábrica Aguirre, el sitio "El Aguacate"
y, la casa Sanguano.

La erupción de 1877 acumuló depósitos de coladas


piroclásticas, dispuestos radialmente en torno al
edificio volcánico y un limitado depósito de scoria
flow. Los depósitos derivados de la actividad de
"boiling over" consisten en grandes escorias, muy
vesciculadas, inmersas en una matriz de ceniza y arena
con pocos líticos que, usualmente, se ubican en la
cresta del flujo.

Los depósitos de fallout dispersos en la zona proximal,


alrededor de la elevación 4500-4800, están constituídos
por escorias claras recubiertas por un nivel discontínuo
de cenizas obscuras, que se las observa principalmente
hacia el oeste, con espesores máximos de unos 20 cm,
en la zona del Morurco. Los depósitos laharíticos se
hallan sobre el fondo de los tres valles principales; Pita,
Tambo y Cutuchi y contienen grandes bloques de lavas
andesíticas que aparecen en los bordes de las curvas y
en los puntos donde cambia la pendiente. Más hacia
aguas arriba, estos depósitos presentan abundante
material juvenil de color obscuro (Barberi et al., 1992).

1.4 Previsiones sobre la actividad eruptiva del


Cotopaxi

Tomando como base las informaciones sobre la


actividad histórica y una precisa reconstrucción de la
tefroestratigrafía, sustentada en quince nuevas
dataciones14C, Barberi et al. (1995), han evaluado la
frecuencia eruptiva de los eventos explosivos del
Cotopaxi para un intervalo período. El período
investigado se extiende desde el deslizamiento, y
posterior avalancha de escombros dle Río Pita (5000
años A.P.), hasta el presente.

La tefroestratigrafía de los últimos 2000 años revela la


existencia de 22 capas de material de caída (fallout).
De éstas, siete se dataron con el método del 14C, y tres
fueron atribuidas a las erupciones de 1534, 1768 y
1877, por relación con los datos históricos.

Para el período histórico, 1534 hasta el presente, se


puede concluir que los mayores eventos explosivos
ocurrieron en los años 1534, 1744, 1768 y 1877. Los
análisis estratigráficos confirman la ocurrencia de tres
erupciones y dejan dudas sobre la posibilidad de una
cuarta, debido a que la reconstrucción estratigráfica
requiere de una mayor precisión en el área más
proximal, y en el sector sur del Cotopaxi (Barberi et
al.,1995).

El análisis estratigráfico de la serie de depósitos


prehistóricos de fallout de los últimos 2000 años les
permitió identificar y contabilizar todos los mayores
episodios eruptivos. En la Fig. 6 se presenta un
cronograma de la actividad histórica y pre-histórica del
Cotopaxi. Se observa que, en el período pre-histórico, y
considerando todos los intervalos de reposo, la
duración de los mismos varía entre 15 y 187 años.
Estos valores concuerdan con los del período histórico,
que tienen una duración variable entre 24 y 210 años.

Con base en los datos recabados sobre la extensión de


los intervalos de reposo de los últimos 2000 años, se
puede sostener que la extensión promedio del período
de recurrencia entre dos erupciones sucesivas es de
117+- 70 años (Barberi et al. ,1995). Si se toma en
cuenta que la última erupción ocurrió en 1877, la
duración del actual intervalo de reposo coincide justo
con ese promedio.

Si es que se asume una distribución poissoniana para la


extensión de los períodos de reposo (Wickman, 1976) y
un valor de 117 años como duración promedio de los
mismos, la probabilidad de de que ocurra una erupción
explosiva, similar o más grande que la de 1877, dentro
de los próximos 50, 100 y 200 años es,
respectivamente, igual a 0.35, 0.57 y 0.82 (Barberi et
al. ,1995).
2. El Modelo Numérico

La elaboración de un modelo numérico para simular el


comportamiento de un fenómeno natural como un
lahar, es de importancia fundamental para prever sus
impactos sobre el territorio. A diferencia de la
reconstrucción de los eventos históricos, que resulta
sumamente útil como elemento de calibración, el
enfoque modelístico permite incluir la situación actual
y, por lo tanto, una cuantificación más adecuada de la
peligrosidad, con el propósito de evitar que se
subestime o se exagere la magnitud del fenómeno, lo
que resulta fundamental para las actividades de
prevención de desastres naturales.

El modelo numérico que se utiliza en el presente


trabajo fue desarrollado por Macedonio y Pareschi
(1992) para resolver el caso de un flujo canalizado en
el que la longitud del canal, se considera la dimensión
espacial más significativa. Por consiguiente, sobre las
secciones que definen al canal, se emplean valores
integrados de la velocidad, caudal, etc.

2.1 Derivación de las Ecuaciones del Movimiento

El modelo se sustenta en los principios de conservación


de la masa y de la cantidad de movimiento, aplicados a
un flujo canalizado y, más específicamente, a un
elemento de volumen en el interior del fluido.

Se asume específicamente que:


1) El flujo es homogéneo; esto es, que tiene una
concentración constante y que no presenta diferencias
significativas entre las velocidades del agua y el lodo y
la de los sedimentos.

2) El volumen se mantiene constante; esto significa que


son despreciables los efectos de sedimentación y
erosión.

Las siguientes ecuaciones se aplican a un flujo


canalizado que se desplaza con un movimiento
uniformente variado (Mahmood y Yevjevich, 1975;
Chen, 1987; Macedonio y Pareschi, 1992):

dA/dt + dQ/dx = 0 (1)

dQ/dt + dbUQ/dx +gAdh/dx = gA(Sx-Sf) (2)

En las que:

x = distancia

t = tiempo

A = área de la sección transversal

h = profundidad del flujo

g = aceleración de la gravedad

U= velocidad media (en la sección)

Q= caudal = UA
Sx= pendiente del lecho = tgq

Sf = gradiente hidráulico

b = factor de correción de la cantidad de movimiento


(=1)

La ecuación (2) es válida cuando la aceleración vertical


es despreciable; las diferencias entre los flujos de agua
clara (clean water) y los flujos de detritos (debris flow)
se las define principalmente a través del factor de
corrección de la cantidad de movimiento b, y del
gradiente hidráulico Sf.

Para el caso de los flujos hídricos normales, Sf se le


puede expresar a través de la fórmula de Manning:

Sf = (nU)2 / Rh4/3 (3)

En la que:

n = coeficiente de rugosidad de Manning

Rh = radio hidráulico

o, de la Fórmula de Chezy :

Sf = U 2 / (C 2 Rh ) (4)
en la que; C es el coeficiente de Chezy.

El valor del coeficiente de rugosidad de Manning, n,


está fuertemente controlado por las características del
lecho y la pendiente del canal. En la literatura existe
una amplia información sobre las fórmulas para
calcularlo. En el caso de canales con pequeñas
pendientes, el valor de n varía entre 0.015 y 0.060 m-1/3
s; mientras en los canales con fuertes pendientes está
comprendido entre 0.03 y 0.095m-1/3 s (Jarret,1984).

A partir de las observaciones efectuadas por Li et al.


(1993), se ha establecido que los "debris flows"
presentan un comportamiento turbulento únicamente en
la cabeza del flujo, mientras en todo el resto predomina
un comportamiento de tipo laminar, debido a que la
turbulencia disminuye cuando se incrementa el
contenido de sólidos.

Entre los factores que controlan las propiedades


reológicas de los lahares se mencionan; la
concentración de sólidos; el contenido de arcillas; el
tipo de arcilla; la relación entre los contenidos de
arcillas, arenas y limos; la proporción de materiales
finos y gruesos; las características de los clastos
(geometría, dimensiones, densidad), y las
características electroquímicas de la fase líquida. Es,
por lo tanto, muy complicado el desarrollo de
ecuaciones teóricas para describir el comportamiento
del flujo. Para tal propósito, y a partir de la relación :

t = t0 + m1 (dvTdt)h
en la que:

t = esfuerzo cortante

t0 = umbral de plasticidad

m1 = coeficiente de proporcionalidad

h = índice de comportamiento del flujo

Chen (1988) derivó una expresión para la velocidad U,


de la cual se obtienen las siguientes ecuaciones
(Macedonio y Pareschi, 1992):

Sf = 25/4 (m1/gr) U2/h3 = nd2 U2/h3 (5), para flujos


dilatantes, y;

Sf = 3 (m1/gr) U/h2 = nv2 U/h2 (6), para flujos viscosos.

El índice de comportamiento del flujo, h, tiene un valor


igual a 1 para los flujos viscosos y de 2, para los flujos
dilatantes. Cuando h = 1, a m1 se le denomina
viscosidad plástica.

Con las ecuaciones (5) y (6) se puede calcular el


término Sf , para incorporarle en la ecuación (2).

Muchos lahares bien estudiados y documentados, como


por ejemplo el South Fork, North Fork, Pine Creek y
Mudy River del St. Helens (1980), podrían adaptarse a
un modelo viscoso, debido a su alto contenido de finos.
En este caso los valores de nv están comprendidos entre
0.1 y 0.8 m1/2 s. Valores más altos se relacionan con
canales que presentan curvas estrechas y, por
consiguiente, pueden frenar significativamente el flujo
del lahar.

Experimentos de laboratorio realizados sobre los flujos


de lodo muy diluidos (suspensiones) del lahar del
North Fork River, que contenían sedimentos de
dimensiones inferiores a 2 mm, indicaron un
comportamiento visco- plástico o débilmente dilatante
(Major y Pierson, 1992); en cambio, cuando se
incrementa la concentración de arena (por encima de
0.2), aparecen efectos que hacen bastante difícil la
aplicación de un modelo reológico simplificado.

Macedonio y Pareschi (1992) efectuaron una


simulación de los lahares del Pine Creek y el Muddy
River, desencadenados por la acción de flujos
piroclásticos que fundieron la nieve y el hielo glaciar,
durante la erupción de mayo de 1980 en el Mt. St.
Helens. En este trabajo, los autores consideran tanto un
comportamiento de tipo dilatante, como viscoso.

2.2 Simulación del Flujo de Lodo de 1877

En los capítulos anteriores se ha efectuado un recuento


sobre las erupciones del volcán. Se debe remarcar
ahora que, en el momento de la erupción, el
movimiento de los flujos piroclásticos funde una parte
del hielo y la nieve glaciar que recubren la cima y que,
por consiguiente, y en tiempos muy breves, se libera
una ingente masa de agua líquida que desencadena los
peligrosos flujos de lodo.
En la Tabla 5.1 se resumen algunos datos sobre las
distancias máximas alcanzadas por los lahares
históricos del Cotopaxi en el período 1534-1914.

Tal como se ha mencionado, este trabajo concentra su


atención en los lahares del sector norte del volcán, que
ha sido afectado por varios eventos que causaron
algunos daños, a pesar de que, anteriormente, era una
zona poco habitada y desarrollada. La situación actual
difiere notablemente, en vista del grado de desarrollo y
el incremento de los asentamientos humanos; esto hace
sustentable la afirmación de que el riesgo ha crecido en
forma exponencial.

Para la simulación del tránsito de los flujos de lodo a lo


largo del cauce del Río Pita, se ha seleccionado al lahar
de 1877, que se considera el evento referencial de la
erupción máxima esperada.

El modelo que se ha adoptado para la simulación


numérica utiliza, como datos de input, la información
topográfica de la zona atravesada y el volumen total,
considerado como la suma de sedimentos y agua.

2.2.1 Datos Topográficos

La topografía de los cauces se la reconstruyó a través


de 127 perfiles transversales (71 en el Río Pita, 17 en el
Río El Salto, 36 en el Río Santa Clara y 3 en el Río San
Pedro). La distancia promedio entre cada uno de ellos
es de alrededor de 1 km. Los perfiles se obtuvieron por
medio de levantamientos topográficos y restitución de
fotografías aéreas. En el Anexo 1 se presentan las
gráficas de los perfiles transversales y su ubicación
sobre las cartas topográficas 1:25.000.

El Río Pita corre por su cauce hasta la junta con el Río


Salto, ubicada a unos 19 km del cráter. A partir de este
punto prosigue a lo largo de un valle angosto y
profundo, que tiene una pendiente promedio del orden
del 5%, cortada por algunas cascadas (Fig.5.1).

A unos 4 km de distancia está el punto denominado "La


Caldera", en el que se nota una curva muy pronunciada
hacia el este. Durante el fenómeno de lahar de 1877, el
flujo, que bajaba encanalado por el Río Pita, se
desbordó aquí de su cauce para verterse parcialmente
hacia el Río Santa Clara. En este sitio se densificó el
número de perfiles, con el objeto de disponer de una
topografía bastante más precisa.

Hacia aguas abajo, los dos ríos continúan casi en forma


paralela y profundamente encauzados en sus
respectivos valles, hasta arribar a Sangolquí y San
Rafael, ubicados a unos 36 km de distancia del volcán,
donde se ensanchan y expanden en la planicie del Valle
de Los Chillos. En este último tramo, las pendientes
son bastante más suaves (1%-1.5%). En la Figura 1.6
se ha ploteado el ancho de los valles versus las cotas
10m, 20m y 30m, tomadas desde el fondo.

Pocos kilómetros aguas abajo los ríos Pita y Santa


Clara confluyen en el San Pedro, para dirigirse hacia el
Valle de Tumbaco.
2.2.2 El Volumen

La estimación del volumen total (agua y sedimentos)


movilizado en el fenómeno laharítico de 1877, se
sustenta en algunas consideraciones que han tomado en
cuenta, sobretodo, la cantidad de hielo fundida por la
erupción. Se asume que, bajo la acción de fenómenos
eruptivos iguales, la cantidad de agua líquida liberada
está relacionada con las características del glaciar y,
particularmente, con su superficie y pendiente.

En la Tabla 5.3 se presenta la pendiente de los glaciares


y los espesores promedio del hielo fundido por los
flujos piroclásticos durante la erupción del 18 de mayo
de 1980 en el Mt. St. Helens (Brugman y Meier, 1981).
Los espesores varían entre 10 y 15 m con pendientes
comprendidas entre 26.5° y 30.9°. Resulta evidente el
hecho que no existe una relación simple entre la
pendiente y el espesor del hielo fundido (Barberi et al.,
1992).

Se conoce con certeza, que las actuales dimensiones del


glaciar que recubre la cima del Cotopaxi son muy
distintas de las que existían en 1877. Esto se confirma a
partir de las descripciones de Sodiro y Wolf, que
indican que en 1877, el glaciar era bastante más
extenso. Sodiro(1877) intentó una estimación de la
cantidad de agua involucrada y fijó el límite inferior de
la nieve en una cota promedio que resulta 350 m más
baja que la actual (Figura XX).

La extensión que cubría el glaciar en 1877 se la


encuentra determinada con precisión en el trabajo de
Barberi et al.(1992), a partir de la interpretación de
fotografías aéreas y, particularmente, de la observación
de los depósitos morrénicos atribuidos con certeza a
una fase de retroceso del glaciar posterior a 1877, ya
que la violencia de la erupción fue suficiente para
borrar todos los anteriores depósitos.

La superficie del glaciar determinada en Jordan (1983),


a partir de fotografías aéreas tomadas en 1976, es de
alrededor de 8 x 106 m2, mientras que la misma en 1877
se la ha estimado aproximadamente igual a 3/2 de ésta
(Barberi et al., 1992).

A partir de la comparación entre las características


actuales del glaciar del Cotopaxi y las del Mt. St.
Helens en el momento de las erupciones de 1980 y
1982 que, como se sabe, produjeron lahares bien
observados y descritos, y de un trabajo iterativo de
calibración en varios puntos seleccionados, Barberi et
al. (1992) determinaron con exactitud que, en el caso
de la erupción de 1877, el volumen total del lahar debió
ser del orden de 150 millones de metros cúbicos.

Con base en la extensión de los glaciares que alimentan


a las cuencas hidrográficas de la zona norte, se ha
tomado, para esta simulación, un volumen de referencia
de 60 millones de metros cúbicos. De éstos, muy
probablemente, la mayor parte (4/5) fluirán sobre el
Río Pita, mientras solo una pequeña parte lo hará sobre
el Río El Salto; en efecto, al observar las fotografías
aéreas y las cartas topográficas 1:25.000, se nota que,
sobre el borde norte del cráter, existe un alto
topográficoque actúa como un verdadero dique en lo
orígenes del Río El Salto. Durante la erupción de 1877,
éste habrá disminuido fuertemente la afluencia hídrica
hacia ese río.

Además, si se toma en cuenta que, durante la erupción


de 1877, se emitieron flujos piroclásticos muy densos
(boiling over), cuyo movimiento está fuertemente
controlado por la topografía, se puede presumir
razonablemente que el flujo tuvo por delante un fuerte
obstáculo. La presencia de este alto topográfico fue
mencionada por Wolf (1878), cuando describe las
condiciones del cráter, antes de que ocurra la erupción
de 1877, con base en las informaciones consignadas
por W. Reiss, en una Carta dirigida a S:E: el Presidente
de la República, después de su ascención efectuada en
1873. Según los cálculos trigonométricos efectuados
por Reiss, los bordes sur y sudeste del cráter estaban 21
m más abajo que el borde norte (Wolf, 1878).

Wolf también indica que, en vista de la configuración


del cráter, durante la erupción de 1877, la "lava"
emergió preferentemente del lado oeste y este del cráter
y, en mayor cantidad con respecto al lado norte.

Para sustentar la hipótesis sobre la notable diferencia


de volumen entre los flujos de lodo que transitaron
sobre los ríos Pita y el El Salto, se debe recordar el
relato de T. Wolf sobre a su ascención al volcán,
realizada el 1 de septiembre de 1877. La expedición,
intentó inicialmente avanzar por el lado oeste del
volcán, pero tuvo que desistir debido a que "tan
terriblemente devastado y destruido se presentaba el
volcán" que no fue posible encontrar un camino
accesible. Posteriormente se dirigieron hacia la parte
norte, donde encontraron un paso para emprender el
ascenso. Es evidente que este lado debió estar mucho
menos afectado por la acción de los flujos piroclásticos.

El testimonio de Edward Whymper, que visitó el área


del volcán en febrero de 1880, aporta a confirmar la
misma hipótesis, cuando relata su viaje hacia el
Sincholagua y refiere que atravesó el "pequeño Río
Pedregal" (curso medio del Río El Salto), en el que no
observó huellas importantes del lahar de 1877; no así
en el caso del Río Pita, en el que le impresionaron las
trazas del tremendo flujo de lodo que continuaban
siendo muy evidentes. Se podría, entonces, ratificar que
la mayor parte de la onda debió haber transitado por el
Río Pita, en el que provocó notables daños.

2.2.3 Las simulaciones numéricas

El modelo adoptado para la simulación numérica


considera que el flujo es homogéneo y moviliza un
volumen constante. En la zona próxima al volcán,
donde las pendientes son muy pronunciadas, el flujo no
es canalizado, razón por la cual no puede simularse el
tránsito del lahar. Aquí ocurre, claramente, un marcado
proceso de englobamiento de detritos; en consecuencia,
la simulación se inicia más hacia aguas abajo, donde se
considera que ha "terminado" el proceso de erosión
acentuada. En vista que en muchos segmentos, el lahar
transita profundamente encanalado y, por lo tanto,
podría tornarse erosivo, se discutirá posteriormente
sobre la validez de la hipótesis del volumen constante.

Al asumir, para el flujo, un comportamiento del tipo


dilatante, se ha escogido un coeficiente de disipación nd
con un valor comprendido entre 0.2 y 0.6 m1/2 s. Estos
valores de nd son compatibles con los que se utilizaron
para la simulación del lahar en la cuenca del Río
Cutuchi (Barberi et al., 1992). A pesar de que
tratándose de los flujos de lodo, cabe perfectamente la
posibilidad de un comportamiento de tipo viscoso, en el
presente trabajo se ha escogido el modelo dilatante, en
vista que las fuertes pendientes determinan elevados
gradientes de velocidad (dU/dz), en forma similar a lo
que se determinó en el caso del flujo del Nevado del
Ruiz. En efecto, se remarca que para valores del
Número de Bagnold > 450, se tiene que esperar un
comportamiento dilatante, pues éste depende del
gradiente de velocidad.

Adicionalmente, en vista de la escasa disponibilidad de


agua a lo largo del recorrido del lahar, se ha asumido
que no ocurre la transición de "debris flow" a
"hyperconcentrated flow".

En el caso de la erupción del St. Helens (1980) y el


lahar del South Fork, la transición ocurrió a unos 45 km
del cráter, por efecto de la confluencia con el el Río
North Fork (Scott, 1988).

En el caso del Cotopaxi y, particularmente de la cuenca


del Río Pita, se asume que esta transición no puede
ocurrir, pues no existen afluentes importantes y los
caudales propios son bastante modestos, según como se
aprecia en la siguiente tabla:

Tabla : 5.1 Datos Hidrologicos del Río Pita

ESTACION: RIO PITA EN LA BOCATOMA


(Limnimétrica)

Cota: 3320 m.s.n.m.

Area: 195 km2

Precipitación: 1096 mm/año

Caudal medio 2.88 m3/s


interanual:

Caudal unitario: 14.8 l/s/ km2

Caudal mínimo: 1.36 m3/s

Fuente: Empresa Municipal de Agua Potable de Quito,


mayo de 1996

El Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología


(INAMHI) opera, desde 1964, la Estación Limnigráfica
PITA A.J. SALTO, ubicada en la elevación 3634, con
un área de drenaje de 141 km2 , en la que se han
registrado los siguientes datos sobre caudales máximos:

Fecha Caudal

27-07-82 3.33 m3/s

04-03-86 4.42 m3/s

25-03-91 3.11 m3/s

No existen datos sobre los ríos Santa Clara y El Salto,


pero se puede afirmar con certeza que son menores que
los del Pita.

En la Fig. 5.4a se presenta, en forma esquemática, la


ubicación de los tramos en los que se ha subdividido al
Río Pita para simular una situación bastante compleja,
caracterizada por la presencia de un valle principal (Río
Pita) y dos valles laterales (Ríos Santa Clara y El
Salto).

En la Fig. 5.5b están graficadas las pendientes de los


valles materia de este estudio y, para fines de
comparación, la del Río Cutuchi. La diferencia es
notabilísima, pues, como promedio de todo el tramo, la
pendiente de los primeros está alrededor de un XX%,
mientras la del Cutuchi apenas llega a un xx%.

En la Fig. 5.5a aparece el hidrograma inicial utilizado


para el primer tramo (I°) del Río Pita y en la 5.5b, el en
el tramo del Río Salto (II°).
En la Fig. 5.6 se presentan los hidrogramas
reconstruidos por Fairchild (1987) y por Pierson (1985)
de varios lahares desencadenados por la erupción del
St. Helens en 1980. Tal como puede observarse, los
hidrogramas iniciales tienen formas diferentes.

Concordantemente con el mecanismo de iniciación del


lahar del Cotopaxi en 1877, se seleccionó un
hidrograma inicial de forma triangular, con un pico
definido a partir del volumen previamente determinado
y un intervalo temporal de 1800 segundos,
coherentemente con las crónicas históricas que refieren
que el flujo pasó por El Pedregal (ubicado cerca de la
primera sección del modelo), en alrededor de media
hora (Sodiro, 1877, Wolf, 1878).

Por similitud con el hidrograma inicial del lahar del


Pine Creek (Pierson 1985), se asignó un tiempo de 450
segundos (1/4 del tiempo total) al período que
transcurre hasta alcanzar el caudal pico.

Este hidrograma inicial sirvió para los dos primeros


tramos, anteriores a la junta con el Río El Salto. En este
sitio, se calculó el hidrograma "suma" de la Fig. 5.9,
que resulta de la adición de los dos hidrogramas
obtenidos de las secciones inmediatamente anteriores.
De todas formas, se remarca que, si se asigna todo el
caudal al Río Pita, los datos de la simulación hacia
aguas abajo de la confluencia, no presentan notables
diferencias.

El hidrograma "suma" se convirtió después en el


hidrograma inicial para el III° tramo de la simulación
correspondiente al Río Pita, que se extiende entre la
junta con el El Salto y el sitio La Caldera, en donde se
calculó la altura máxima (54.5 m) que puede alcanzar
el flujo, antes de desbordarse por la orilla izquierda
hacia el cauce del Santa Clara; no obstante, se debe
señalar que el modelo de simulación no puede tomar en
cuenta los eventuales desniveles entre el centro y el
borde de una curva estrecha, donde se manifiesta con
mayor intensidad la acción de la fuerza centrífuga. Por
consiguiente, se deben corregir los datos de la altura
alcanzada por el flujo, por medio de la ecuación de
Chow (1959):

U = (gDhr/b)1/2

en la que:

g = aceleración de la gravedad

b, Dh = ancho y profundidad del flujo en la sección


considerada

r = radio de curvatura.

En vista que U constituye uno de los datos de salida del


programa de simulación, Dh se lo puede despejar
fácilmente de la ecuación, en la sección considerada, y
verificar el desbordamiento a partir de la diferencia de
nivel entre ambas márgenes.

En la Fig. 5.9 b se presenta el hidrograma


correspondiente a la sección "La Caldera". El área
comprendida bajo la línea de puntos representa el
volumen del lahar que continúa transitando por el Río
Pita y, la restante, el volumen que desborda hacia el
Río Santa Clara.

La simulación prosigue después sobre dos tramos


separados (IV° a lo largo del Pita y V° a lo largo del
Santa Clara), con su propio hidrograma inicial que se
les obtuvo a partir de los resultados que suministra el
hidrograma de la sección "La Caldera".

2.2.4 Reconstrucción del Flujo de Lodo de 1877 a


partir de los datos históricos

Después de transcurridos 119 años del último evento,


es verdaderamente imposible, a menos que se efectúe
un ejercicio de prestidigitación, identificar a ciencia
cierta las huellas que pudo dejar en el terreno el paso
del flujo de lodo. Tampoco es seguro asignar una edad
a los múltiples depósitos laharíticos de igual número de
eventos históricos y subhistóricos en un área de gran
desarrollo urbano. Por consiguiente, para calibrar la
simulación, en cuanto a las alturas que alcanzó el lahar
de 1877, quedaba como única opción encontrar algunas
secciones en las que la información provista por las
crónicas podía ser suficientemente confiable.

Para lograr este propósito se desarrolló, previamente,


un extenso y preciso trabajo de reconstrucción de los
daños causados por el evento de 1877, que fue
complementado con una investigación de archivos
históricos, algunos todavía inéditos, para incrementar el
volumen de la información referida en las crónicas de
Sodiro (1877) y Wolf (1878). Sobre esta base se
establecieron 3 secciones de control, a lo largo del Pita,
y 7 a lo largo del Santa Clara.

2.2.5 Secciones de Control en el Río Pita

i) "La Colina"

Se pudo determinar un punto sobre la sección (El.


2485), en el que, al momento de la erupción de 1877,
existía una casa de habitación ocupada por la familia
Sanguano. El jefe de familia, que fue testigo presencial
del fenómeno y murió a la edad de 104 años, relató
insistentemente a su hijo, que tiene actualmente 74
años, que dicha casa fue ligeramente tocada por la
inundación (Anexo1). A partir de este dato, y
considerando que el fondo del valle está en la elevación
2477.5, se ha podido determinar que el lahar tuvo una
altura de 7.5 m.

ii) Sección PT-49

Está ubicada cerca de la casa de la antigua Hda. San


Rafael, que no fue destruida por el lahar de 1877. Se ha
estimado una altura mayor a 10 m, en vista que el
fondo del valle se encuentra en la elevación 2464 y la
casa en la 2474.
iii) Sección PT 49’

Tiene una ubicación muy cercana a la anterior y toma


como referencia la misma casa antigua que, según
Sodiro (1877), permaneció incólume después del paso
del lahar de 1877. Aquí se ha calculado una altura del
flujo igual a 10.5 m, pues el fondo del valle está en la
elevación 2466, y la casa (Punto 14 del perfil), en la
2476.5.

2.2.6 Secciones de Control en el Río Santa Clara

iv) Sección AG-1

Al igual que las secciones AG-2 y AG-3, se encuentra


ubicada en el area que ocupó la Fábrica Aguirre,
mencionada en las crónicas de Sodiro (1877) y Wolf
(1878). La sección pasa por sobre las ruinas de un muro
de piedra, recubiertas por un depósito de 30-40 cm de
lodo. La altura del muro es de alrededor de 2m y se
encuentra en la elevación 2539, mientras el fondo del
valle está en la elevación 2528; en consecuencia, se ha
calculado una altura del lahar comprendida entre 12 y
13 m.

v) Sección AG-2

El perfil arranca justo al píe del muro de la casa de la


Hacienda Chillo Compañía que, según la crónica de
Sodiro (1877), sufrió la inundación de su planta baja y
la acumulación de un depósito de detritos de 50 cm de
espesor; las señales sobre las paredes indicaban que el
agua llegó hasta 1 m de altura. Considerando que el
fondo del valle está en la elevación 2526.8 y el pie del
muro en la 2532.6, se ha determinado una altura
máxima de alrededor de 7 m.

vi) Sección AG-3

El perfil se inicia exactamente en el muro de la


pequeña capilla, edificada en 1872, que se encuentra
junto a la casa de la Hacienda Chillo Compañía.
Considerando que el fondo del valle se encuentra en la
elevación 2533.9, se ha calculado una altura máxima
comprendida entre 7.5 y 9 metros.

vii) Sección SC 14

Está ubicada en la zona de Cashapamba, donde , según


las crónicas históricas, el lahar desbordó la margen
derecha del Río Santa Clara. La elevación del fondo del
valle es 2512 y la del borde 2520; en consecuencia, se
estima una altura mayor de 8 m. OJO

viii) Sección Santa Clara 17’

Sobre esta sección existía, hasta hace pocos años, un


viejo árbol de aguacate, en cuyo tronco quedaron
atascadas algunas piezas metálicas arrastradas desde la
Fábrica Aguirre, por el lahar de 1877. La elevación del
fondo del valle es 2486, y la del sitio donde estuvo
plantado el árbol, 2498; por consiguiente, el flujo debió
haber alcanzado una altura comprendida entre 10 y 12
m.

ix) Sección SC 22’

Esta sección pasa cerca de la casa de la Hacienda San


Rafael, que se encuentra en la elevación 2474. Como
ya se ha mencionado anteriormente, la casa permaneció
incólume; en vista que la elevación del fondo del valle
es 2464, se ha calculado una altura comprendida entre
8 y 11 m.

x) Sección SC 23

Se halla, también, ubicada cerca de la casa de la


Hacienda San Rafael. La elevación del fondo del valle
es 2453.5. Es, probablemente, en este sitio donde el
lahar de 1877 se desbordó por la márgen izquierda del
río, para invadir el camino a Sangolquí. La elevación
del terreno contíguo a la casa es 2463, por lo que se ha
estimado una altura máxima superior a 10m.

ANEXOS

Crecida en el Río Pita a la altura de La Colina


Crecida en el Río Santa Clara a la altura de la Haciendo
Chillo

Crecida en el Río Santa ClaraPita a la altura de El


Aguacate
Alturas MAXIMAS (m)
calculadas
en la
en las Secciones de Control

del R. Pita

Volumen nd La Hda. San Rafael Fábrica Agu


Colin
(106 m3 ) (m ½ s) a sec.PT 49 sec.PT49’ (Selva Aleg

(h-8 (h> 10m) (h< 10.5m) sec. AG1 sec.AG2 se


m)
(h>12m) (h~ 7 m) (

80 0.4- 8.9 11.9 10.6 17.1 10.4


0.3
70 8.6 11.5 10.2 14.8 8.8
0.3
60 9.8 12.8 11.2 13.4 8.2
0.4
60 9.1 12.1 10.8 11.1 7.0
0.5-
60 0.3 9.2 12.1 10.9 6.3 5.5

0.6-
0.3

0.2 7.2 9.8 8.9 13.3 7.6

48 0.3 8.6 11.4 10.1 11.9 7.3

48 0.4 9.6 12.2 10.7 6.9 6.0


48 0.6- 8.4 10.9 9.7 - -
0.3
48*

36 0.2 7.1 9.7 8.8 5.8

36* 0.3 8.2 10.6 9.4 8.3 -

24* 6.4 8.8 7.8 - -

0.2

* Los lahares no desbordan hacia el Río Santa Clara en el sitio


"La Caldera"

6. REFERENCIAS :

. AGUILERA E. et al.,(1996): Numerical simulation


of the lahars triggered by the 1877 eruption of
Cotopaxi Volcano (Ecuador). Proceedings 6th
International Conference "Hydrosoft 96".
Penang, Malaysia.

. AGUILERA E. (1988): Evidencia de tectónica


activa en el área del V. El Reventador ; El
terremoto del 5 de marzo de 1987. Geoinforme,
Universidad Central del Ecuador, Quito, pp.28.
. AGUILERA E. et al. (1988): El Reventador: An
active volcano in the sub-andean zone of
Ecuador. Special Volume of Rendiconti della
Società Italiana di Mineralogia e Petrologia.
Volume 43, Fascicolo 4, 1988. Milano, Italia.
. BARBERI F. et al., (1995): Chronology and
dispersal characteristics of recently (last 5000
years) erupted tephra of Cotopaxi (Ecuador):
implications for long- term eruptive
forecasting. Journal of Volcanology and
Geotherm.Research 69 (1995) 217-239
.

BLONG R.J (1984): Volcanic hazards, a sourcebook


on the effects of eruptions, 424 pp. Academy press.

CAREY S. & SIGURDSSON H. (1989): The


intensity of plinian eruptions Bull. Volc. 51,28-40

CAREY S. AND SPARKS R.S.J. (1986):

Quantitative models of the fallout and dispersal of


trefra from volcanic eruptive columns. Bull Volc.
48:109-125

CASS R.A.F. AND WRIGHT J.V. (1987) :

Volcanic Successsions Modern and Ancient. Allen &


Unwin, London.

CHIIODINI G. Y RACO B. (1991) :


L’esplosione freatica di Aguashuca, (El Salvador);
rapporto sulla missione efectuata del 18 al 19 de
diciembre de 1990 (inédito).

CRANDELL AND MULLINEAUX D.R. (1978):

Potencial hazards from future eruptions of Mount


St. Helens volcano, Washington. Geological Survey
Bulletin 1383-C.

CRANDELL D.R. AND HOBLIT R.P. (1986):

Lateral blast at Mount St. Helens and hazard


zonation,

Bull, Volc. 48, 27-37

FISCHER R.V., GLICKEN H.X. & HOBLITT R.


P. (1987):

May 18, Mount St. Helens deposits in South


Coldwater

Creek, Washington, Journ. Geophys Res. 2B-10267-


10283

GEOTERMICA ITALIANA-INEMIN, (1988):

Mitigación del Riesgo Volcánico en el Area


Metropolitana

de Quito. Departamento de Cooperación para el


Desarrollo, Ministerio de Asuntos Exteriores de
Italia.

TUNDO U. (1990): Il Paleo Cotopaxi (Ecuador);


Stratigrafia de Evoluzione Magmatica. Tesis di
Laurea. Università degli Studi di Pisa.

UNDRO-UNESCO (1985): Volcanic emergency


management U.N.NY.

También podría gustarte