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Una novela negra al estilo chileno

Vicente Marcos

A pesar de que Hernán Rivera Letelier, autor del libro “La muerte es una vieja historia”
haya declarado que “las novelas negras me aburren a morir”, su obra innegablemente
pertenece a este género literario, conservando varios de los clichés presentes en estas
novelas. Sin embargo, posee una esencia distinta, el autor logra darle su sello propio, y se
enfoca en explorar la realidad de esta ciudad chilena, dándonos una pincelada de la ciudad
y de algunos aspectos de esta, tales como la alta migración actual. Los personajes siguen
siendo personas con adicción al alcohol, los juegos, la fiesta y viviendo en una permanente
pobreza, aunque toda esta supuesta hostilidad, se desvanece al encontrarnos con un estado
anímico bastante alegre, la descripción de los lugares es pintoresca y los personajes siempre
dialogan o discuten de una forma efusiva.

La novela, ambientada en Antofagasta; la Pampa chilena (mismo escenario de las catorce


novelas anteriores), se aleja de la vida dura, laboriosa y solitaria de las personas que
trabajan en las oficinas salitreras, y nos conduce por el paseo diversos lugares importantes
de esta ciudad, sus boliches, sus cabarés, y en especial, por su cementerio.

El relato tiene como protagonistas a una pareja de investigadores privados que se disponen
a encontrar a un violador. Nos encontramos el “tira” Gutiérrez, único detective privado de
la ciudad, que llegó de la pampa y sacó su título de investigador profesional por
correspondencia, un tipo de cuarenta y dos años, amante de los boleros, el cual es requerido
para encontrar al violador que aterra a las mujeres de la ciudad, y a la hermana Tegualda,
mujer que lo contrata, una devota religiosa de vestimenta pechoña, incansable lanzadora de
citas bíblicas que se convierte en su acompañante. Estos personajes y sus dilemas morales
tienen mucho más protagonismo que los hechos de la obra.

Las personalidades de ambos son tan peculiares que esta convencionalidad presente en la
novela negra queda en casi nada. Cada uno tiene un pasado, el cual juega un rol importante
en la novela, y que se va desvelando por medio de sus recurrentes diálogos, los cuales
también nos dan pistas sobre el porqué de sus actos. Pareciera que los dos protagonistas se
acompañaran por razones externas al hecho de investigar la serie de crímenes cometidos en
Antofagasta.

Y no solo los protagonistas son destacables, cada personaje posee un tinte característico,
cada uno con distintas facetas en donde podemos apreciar la importancia del desarrollo de
los personajes, su diversidad y complejidad.

Otro aspecto que destacar es el desarrollo de la novela, relatado de una forma ligera, el
transcurso del libro se basa en una búsqueda de pistas para dar con el violador, lo cual no
da muchos resultados, pero lo realmente fundamental en la novela son los diálogos, en
donde se van conociendo aspectos de cada personaje y el porqué de su actuar. Y como se
menciona al principio, “los crímenes se resuelven solos o no se resuelven” así es como se
llega a inferir quien es el violador, gracias a una coincidencia ocurrida fuera del caso.

En la introducción se cita a Raymond Chandler, explicando que es lo que hace aburrida a


todas las novelas policiales, enfatizando en que todas tienen una estructura similar, con un
argumento que se va desvaneciendo cada vez más, y que al final, lo que a la gente en
realidad le interesa son los dilemas morales de los personajes, y es justamente en eso en lo
que se enfoca Letelier, en los dilemas morales de cada protagonista. Por lo que el libro
cambia el patrón de escritura existente en la novela negra, es una obra que dialoga con
todas las otras novelas policiales. Esto es lo distinto de este libro, lo chileno. Este Letelier
ya más maduro en lo que escribir respecta, nos muestra que cada vez puede apuntar más
alto, buscando la versatilidad, pero siempre con un estilo y unos orígenes que se ven
plasmados en la novela.

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