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Lily y James:

Daba mil y una vueltas en la cama, luchando por conciliar el sueño perdido, ese que parecía
abandonarla cada segundo un poco más, resopló molesta, corriendo los cabellos rojos como
el fuego que se amontonaban en su frente. Clavó los ojos en el techo, observando la negra
oscuridad en la que apenas destacaba la tenue luz de la luna que se colaba por la ventana,
pensó en su mejor amigo y lo mal que seguramente lo estaría pasando y no pudo evitar
odiar a esa perfectamente redonda luna que tanto había amado antes.

Bufó mientras se tapaba hasta los hombros, helada de frío debido a que estaban en pleno
enero. Se acomodó entre las mantas que mantenían su cuerpo tibio y cerró los ojos con
todas las intenciones de que Morfeo fuese por ella, pero eso nunca ocurrió.

Volvió a abrir los ojos, clavándolos en el techo nuevamente, comenzó a contar ovejas,
como su abuela una vez le había dicho que hiciera si no podía conciliar el sueño, pero luego
de perderse por tercera vez estuvo a punto de mandar a las ovejas a quien sabe dónde y
junto con un nuevo bufido abrió los ojos como platos, maldiciéndose.

Se quitó las sabanas de encima y tomó asiento en la cama, clavando los ojos en cada una de
sus compañeras que permanecían completamente dormidas, evitando hacer mucho ruido se
puso de pie y comenzó a caminar en puntitas hasta la puerta que para su suerte permanecía
entreabierta. Descendió por las escaleras sigilosamente, casi sin apenas tocar los escalones.

La sala permanecía completamente apacible, sin absolutamente nadie en ella, en un silencio


completo. Lily la observó maravillada, sin poder creer que por una vez estuviera en ese
estado.

Tomó asiento en uno de los pequeños sillones, apretando las piernas contra su pecho y
apoyando la cabeza en estas. Sintió el frío recorrerle debido a su escasa ropa compuesta por
un diminuto short y un gran buzo color rojo.

Sonrió apenas sintiendo el perfume que el buzo desprendía, ese perfume que amaba, ese
perfume que cada vez que tenía cerca la hacía sentir mariposas en la panza. Se mordió el
labio inferior inconscientemente y su mirada se desvió hacia las escaleras del cuarto de los
chicos… ¿Sería posible?

Entrecerró los ojos, cavilando sus posibilidades. No podía dormir y se hallaba allí
completamente sola…un viernes por la noche…en luna llena…

Seguramente Sirius estaría con alguna de sus tantas chicas, Remus estaba en el bosque y
Peter…él seguro dormía profundamente.

Una sonrisa maquiavélica se formó en sus rosados labios en ese momento levemente
temblorosos debido al frío.

James Potter estaba allí arriba, seguramente dormido…su James.


Sin pensarlo un segundo más, sabiendo que si no lo hacía se arrepentiría, se puso de pie y
lentamente comenzó a ascender por las escaleras, una vez más tratando de no hacer ruido.
Caminó por el largo pasillo y no tardó en encontrar la habitación de los chicos de séptimo
año que estaba en el último lugar.

Movió el pestillo lentamente, comprobando que estaba sin traba. Entro a la habitación
lentamente y, para su sorpresa, comprobó que solo una cama de las cuatro permanecía
ocupada y esa era justamente la de James Potter.

Se acercó con cautela hasta la cama.

El morocho dormía profundamente, con sus cabellos azabaches completamente


despeinados, y tapado hasta el cuello. Lily sonrió con ternura mientras se acercaba más,
nunca había visto a James así, tan tranquilo y apacible.

Levantó su mano derecha y la acercó a los cabellos de él que comenzó a acariciar con
delicadeza, mordiéndose el labio inferior mientras lo hacía.

-Lily…-Suspiró él entre sueños y una sonrisa de enamorado se formó en sus labios, la


aludida se acercó más y sin poder contenerse poso sus labios sobre los de él que le
respondió el beso enseguida, atrayéndola aún más hacia sí.

La pelirroja se acomodó sobre el cuerpo de James, apoyando las manos a los lados mientras
movía sus labios insistentes sobre los de él que respondían de la misma forma.

Las manos del morocho descendieron por el cuerpo de ella, acariciando primero sus
cabellos con delicadeza. Posó una sobre la espalda de Lily y otra sobre el muslo derecho.

-James-Llamó la pelirroja apartándose apenas, pero él seguía con los ojos cerrados, aun
completamente dormido.

-Te amo-Susurró el morocho, volviendo a sonreír.

-Yo más-Respondió ella y para su sorpresa el aludido abrió los ojos como platos y ahogó un
grito al verla allí.

-¿Lily?-Preguntó confundido, entrecerrando sus ojos debido a la escasa visión que poseía.

Ella asintió mientras manoteaba los lentes que reposaban en un costado de la cama, los
colocó sobre el rostro de James que le agradeció.

-¿Qué haces acá?-Preguntó notablemente confundido una vez que ambos tomaron asiento
en la cama y se aseguraron que las cortinas estaban perfectamente cerradas.

-No podía dormirme-Confesó ella con una pequeña sonrisa que él respondió mientras la
acunaba entre sus brazos de forma protectora.
-¿Y decidiste venir a visitarme?-Preguntó con tono burlón.

Ella puso los ojos en blanco dándole un leve golpe en el hombro.

-Más bien fue algo así como un impulso-Respondió con un leve encogimiento de hombros-
¿Hay algún problema en que venga a visitar a mi novio?-Inquirió con una ceja alzada.

-Bueno en realidad no pero si en la… ¡Un momento!-Se cortó en seco, observándola con
sus ojos chocolates muy abiertos-¿Dijiste novio?-Preguntó haciendo énfasis en la última
palabra, su voz sonó ilusionada, llena de esperanza.

Lily se sonrojó notablemente, maldiciéndose por ser tan estúpida.

-Bueno…-Respiró hondo, ya era hora de salir de la clandestinidad, después de todo siempre


supo que pasaría-Creo que ya va siendo hora de blanquear las cosas-Soltó como quien
habla del clima pero jugando nerviosamente con sus manos.

-¿De verdad?-Inquirió él, atónito con la declaración.

-Si-Soltó la pelirroja con una sonrisa que se anchó aún más al ver la felicidad grabada en
cada una de las facciones del rostro del morocho.

James, sin poder contenerse, la atrajo hacia sí y comenzó a besarla desesperadamente,


saboreando cada pedacito de esos rosados labios que tanto amaba, deleitándose con el
aroma a lirios que los cabellos como el fuego de ella desprendían.

No cabía en sí de la felicidad, ¡Lily le había dicho que sí!, ¡Su Lily!

Eso que nunca había creído posible estaba pasando de una buena vez, por fin Lily Evans
sería suya y solo suya. Esa hermosa pelirroja que siempre supo le perteneció, que siempre
supo sería el amor de su vida, porque desde que sus ojos chocolates se cruzaron con los
esmeraldas de ella un pacto silencioso se selló y el destino, como buen maestro que es, fue
juntando todas las piezas, de a poco, sin apuros, sin dejar que nada interfiriera en su plan. Y
allí estaban, después de todo, un viernes a las cinco de la madrugada acurrucados en la
cama de él besándose hasta el cansancio, jurándose amor eterno.

La pelirroja se apartó de repente, apegando su frente a la de él y aún con los ojos cerrados
soltó en apenas susurros esas palabras que tanto la atormentaban.

-¿Prometes que esto es para siempre?

James la observó con infinito amor, con esa mirada dulce que solo poseía para ella, para su
pelirroja.

-Lo prometo-Respondió en el mismo tono-Y tú, ¿Prometes nunca dejarme solo?

Lily abrió los ojos para encontrarse con los chocolates de él, sonrió apenas antes de
responder.

-Lo prometo.

Ambos sonrieron, sellando esa promesa con un dulce beso, un beso que demostraba ese
amor tan puro y sincero que sentían. Ese amor que estaba dispuesto a derribar todas las
fronteras que se interpusieran en su camino, ese amor que ya había derribado muchas.

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