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Saborear el tuétano conlleva también saborear la cagada más exquisita, defecada con el más
solemne de los gustos. Saborear las entrañas puede llevar al más natural de los aprecios por
lo humano, por lo que hace regodearnos frente a la seriedad implacable de la tradición.
Gargantúa se vuelve un defecador que trasciende el retrete, es el que difama con una risa
monumental el condominio de lo puro y perfectamente ordenado; desde los utensilios más
irrisorios hasta los seres que los crean, deja caer sobre ellos su gran necesidad fisiológica a
punto de reventar. Y vaya que hay un ser en forma de corriente teológica al cual se dirige
Rabelais con una carcajada altiva.
A Rabelais le doy honor con este párrafo de mierda. Esto que escribo es el proceso que
hago conscientemente y con placer de embotellar en una hoja antes limpia ahora mi cagada
revestida de supuesto estudio pero que solo es manifestación de la maquinación diarreica
de mi palabrerío mental. Mierda se expresa, mierda se dice, mierda se aparenta, mierda se
toca, mierda se venera, mierda se escribe, mierda se ve, mierda se oye, mierda se come y,
después de todo, mierda se caga.