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Módulo 2
(Parte 2)

Coach Edmundo Velasco


Fundador y Director De La Escuela Superior de PNL Y La Universidad De
Marketing Y Ventas Con PNL

Ahora vamos a cómo superar la segunda resistencia al cambio, que es


exactamente lo contrario a la proyección. La proyección, como te das cuenta, es hacia
afuera; y esta se llama introyección, que sería el equivalente de una proyección, pero
hacia adentro. Introyección, hacia adentro.
Los introyectos son aquellas programaciones que nos han puesto, aquellas cosas
que nos dijeron sobre la sexualidad, sobre el amor, sobre el dinero, sobre la salud,
principalmente nuestros padres, nuestros maestros y nuestros familiares. Y decía Perls
que somos un costal de introyecciones. Eso es lo que somos: un costal de
introyecciones.
La gente cree que tiene su propio criterio, la gente cree que tiene su forma de
pensar propia, la gente cree que ha desarrollado su propia personalidad, y no sabe que
en realidad esa personalidad, ese criterio y esa forma de pensar es la consecuencia de las
introyecciones, de lo que han metido en tu cabeza, principalmente nuestros padres, los
maestros y familiares cercanos que vivían con nosotros cuando éramos niños.
Es obvio, no necesito repetirlo, que estas introyecciones se dan principalmente
entre los 0 y los 12 años. Y como dicen todas las corrientes psicológicas, lo que
aprendiste entre los 0 y los 12 años es lo que eres, para bien o para mal, o para regular.
Pero, como ha presentado eternamente la programación neurolingüística, ¿se puede
modificar una introyección? Sí, vamos a ver cómo.
Lo primero es preguntarte quién te introyectó, descubrir de dónde viene ese
introyecto. La forma de analizar un introyecto es cuando aparece ese “debes de”, “tienes
que”. El debes, el tienes, el debo de, tengo que, es una introyección normalmente. Es

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una forma, es el “debeísmo” famoso que vimos en el video pasado, que es ajeno a ti
pero lo tienes muy fuerte. Debo de portarme de esta forma, tengo que hacer esto y tengo
que no hacer eso, o debo de no hacer esto. Yo debo de comportarme de esta manera y
no debo de comportarme de esta otra. Tengo que vivir de esta manera y no tengo que
vivir de esta otra.
Entonces, esos debeísmos con ajenos a ti, generan una brecha, como veíamos en
el video pasado, gigantesca entre la capacidad de tu potencial y lo que realmente eres.
Lo que eres y lo que pudieras ser, la brecha es un cañón ahí del Colorado que se forma
entre dos partes, es esos “debes de”.
¿Quién te programó? ¿Quién te introyectó? ¿Cómo lo puedes hacer? Bueno, el
ejemplo más sencillo y la tecnología más simple es descubrir. Por ejemplo, si tienes un
problema económico preguntarte cuáles son los introyectos que tienes sobre el dinero.
Por ejemplo, el dinero es malo, el dinero es sucio, el dinero aleja a la gente de Dios, el
dinero es la causa de todos los males; si ese fuera el problema en tu vida, dinero.
Vas ahí frente al espejo, te vas a mirar al espejo, yo lo recomiendo por las
mañanas después de bañarte y antes de ya irte a trabajar, y viéndote al espejo, que eres
tú, le vas a preguntar con un poco de confrontación, sin agresión pero confrontativo:
“¿Cuál es tu mayor miedo al dinero? A ti que estás ahí enfrente, voltea viéndome a la
cara y dime, por Dios, ¿cuál es tu miedo al dinero?”. Y te vas a quedar callado, vas a
tratar de contestar como si fueras la persona que está en el espejo.
Al principio, me han reportado muchas veces, no viene nada porque aparece la
lógica. Y la lógica te dice: “Yo no tengo miedo el dinero, ¡pues quiero dinero! ¿Cuál
miedo al dinero? No tengo miedo al dinero”. Sigue preguntándote. Yo te digo que, si no
tuvieras miedo al dinero lo tendrías. Entonces, si no lo tienes, es porque tienes un miedo
al dinero, punto, eso es ley. Es ley, si no tienes el dinero es porque tienes un miedo a
tenerlo, que viene de una introyeccion.
“Ay, mi mayor miedo al dinero es echarme a perder”. Ay, ¿de dónde viene?
“Bueno, mi mamá me llevaba caminando de la mano cuando era un pequeñito,
pasábamos por una casa de un chico en la colonia, en el barrio, que era como todos
nosotros y de repente hizo mucha plata, hizo mucho dinero y se metió a las drogas, se

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metió al alcohol, se perdió, digamos. Y cada vez que pasábamos, mi mamá decía: ‘Mira
como el dinero echó a perder a Juan’, o a María, o a quien fuera”. Y yo era un niño de
siete u ocho años, entonces me introyecté que el dinero echa a perder a la gente. Cuando
empiezo a tener dinero, que me empieza a ir bien en la vida, mi cerebro inmediatamente
dice: “Alerta, alerta, alerta… si tienes suficiente dinero te vas a echar a perder”. Es un
intoyecto que viene de mi mamá, o de mi papá, quien haya sido el que lo hizo.
Igual si no tengo una relación de amor sana, si ya tuve una pareja, me divercié,
otra, me divorcié, y si lo que me pasa frecuentemente es que cada vez que establezco
una relación luego termino y termino mal, empiezo muy bien y termino muy mal, son
introyectos. Nuevamente, frente al espejo: “Eh, tú, ¿cuál es tu mayor miedo al amor?”.
Al principio va a venir la lógica: “No, pues yo no tengo miedo al amor, no quiero
pareja”. Aguanta, aguanta, vuelve a preguntar cuál es tu mayor miedo al amor. Porque si
no tuvieras miedo al amor, tendrías amor.
Y de repente puede aparecer algo así como perder mi libertad. Ah, perder mi
autonomía, que otro tenga el poder sobre mí. ¿De dónde viene esa voz? Ay, ¿te acuerdas
de que estábamos en el desayuno los domingos en la casa y hablaban del primo Pedro,
que su mujer lo mandaba, que su mujer lo mangoneaba, que su mujer lo hacía como se
le daba la gana? Era una bruja, decía mi padre o mi madre. Y entonces, decía: “Era tan
buen muchacho y mira cómo perdió su libertad cuando se casó, por enamorarse”. Y yo
era un niño de siete años u ocho años y lo introyecté.
Y cuando empiezo a tener una relación de pareja y me empiezo a sentir
enamorado: alerta, alerta, alerta, vas a perder tu libertad. Y entonces empiezo a tener
conductas agresivas hacia esta pareja, empiezo a tener conductas de indiferencia,
empiezo a tener conductas que manden un mensaje que la otra persona dice: “¿Por qué
me estás diciendo eso?”. “No me vas a poder controlar, eh, no vas a poder tener control
sobre mi vida, no vas a imponer tus cosas…”. “Oye, espérate, yo no quiero eso”. Pero le
mandas ese mensaje a tu pareja y terminas teniendo la relación distorsionada y el
hombre o la mujer dice: “Pues que te aguante tu abuelita”, y se va, porque ya no te
soporta. Este es un ejemplo de un introyecto.

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Igual en la salud. En la salud, ¿por qué siempre estoy con enfermedades,
alergias, gastritis, colitis, úlceras, migrañas? ¿Por qué no puedo estar sano? Porque
tienes una introyección. Una vez cuando eras niño te enfermaste, y tu mamá te llevaba
la comida a la cama y tu papá corrió a comprar unos cuentos para colorear y te ponía ahí
cosas, y aprendiste: “Si me enfermo, me dan atención. Si me enfermo, me quieres. Si
me enfermo, descubro cuánta gente hay en el mundo que me quiere”. Y entonces
aprendes a negociar afecto a través de tu salud. Qué terrible.
Y digo de verdad qué terrible que una persona se haga pedazos la vida en
enfermedades para conseguir a cambio amor, por las introyecciones.
¿Cómo se supera? Una vez que identificas cuál es el problema, por ejemplo en el
caso que te platiqué del dinero, “Mira, ¿de qué le sirvió tanto dinero? Se echó a perder”,
y me acuerdo de que era cuando mi mamá me llevaba caminando de la mano y me hacía
ver eso, voy a trabajar pero otorgando un perdón: “Mamá, o papá, hermano, tío,
maestro, te perdono por haber introyectado en mi cabeza esas tonterías. Entiendo que no
tenías las capacidades y los recursos para hacer un cambio y no conocías esta
información. Te perdono”. Y luego trabaja la deuda emocional.
La deuda emocional es casi inmediatamente después del perdón, que es una
variable, como lo conoces, del perdón. Así que elimino esa voz que dice “debes de”,
“tienes que”, otorgando el perdón y eliminando la deuda emocional.
Muchos de los criterios, de los pensamientos que tengo sobre la vida son
introyecciones muy fuertemente grabadas, que se generan en mi interior, al contrario de
una proyección, hacia adentro, generando conductas, criterios, formas de pensar que yo
creo que son correctas y que solo son mis introyecciones. Entonces, pasa en la salud,
pasa en el dinero y pasa en el amor, como lo puedes ver. Otorgando un perdón una vez
que identifico la introyección, mirándome al espejo, y eliminando la deuda emocional
es como se quita la resistencia al cambio llamada introyección.
Veamos ahora la resistencia al cambio llamada retroflexión. Superar la
retroflexión. Retroflexión es hacerme a mí lo que quisiera hacerle al otro. Gastritis,
migrañas, úlceras, me hago un daño a mí que quisiera hacerle a otro, pero ese otro es tan
simbólicamente fuerte —mi padre, mi madre, mi esposa, mi esposo— que no puedo

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hacerle un daño. Sin embargo, me lo hago a mí. Que tengo la emoción, tengo la
emoción, acuérdate de que es un metasentimiento: sentir feo de lo que sentí.
¿Cómo superas la retroflexión? Lo primero es entonces analizar qué nos estamos
haciendo. ¿Colitis? ¿Gastritis? ¿Úlceras? ¿Migrañas?
Si es una migraña, ¿a quién le quieres dar un palo en la cabeza? ¿A quién
quisieras a martillazos reventarle la cabeza para que pensara de otra forma, para que
actuara de otra manera? Sabemos que, si eres mujer, normalmente es tu marido.
Quisieras darle literalmente palos en la cabeza y te los das a ti. Pero a veces es hombre y
no es a la mujer; es al jefe, es a la vida, es a las circunstancias, es a la historia de su
vida, y ahí está. Y esa lucha genera estas migrañas.
Si es gastritis, sabemos que es algo que te comiste. Si es colitis, simbólicamente,
sabes lo que te tuviste que tragar y no lo puedes digerir porque te dio mucho coraje lo
que pasó. Igual todo lo demás.
Entonces, descubre qué daño específicamente te estás haciendo. Ah, me estoy
haciendo un daño digestivo. Digestivo significa que me tragué algo emocional, que no
puedo digerir. Ah, me estoy haciendo un daño circulatorio: presión arterial alta, presión
arterial baja, hipertensión le llamamos, esclerosis, todo lo que signifique cerrar las
arterias, todo lo que es trombosis, todo lo que es varices en las piernas. Toda la
circulación es la forma como los sentimientos circulan en tu cuerpo, no están circulando
bien.
Entonces, analiza el daño que te estás haciendo y descubre hacia quién tienes esa
emoción, a quién quisieras hacerle algo. Vamos a suponer lo de la cabeza, pues se lo
quiero hacer a mi pareja, quisiera darle un palo en la cabeza. O a esta hija que se casó
con ese borracho, irresponsable, y quisiera sacudirle la cabeza a mi hija para que
reaccione y no se case con ese idiota. Ok, ahí está. Si las emociones no fluyen, a qué
persona quisieras que sus emociones fluyeran y, al no hacerlo, te haces un daño a ti
misma, hacia quién tenemos eso.
Y vamos a suponer que me dice una persona, para ponerte el ejemplo de la
migraña, que es muy común: “Pues es con mi marido, quisiera darle un palo en la
cabeza, quisiera darle de martillazos en la cabeza para que no sea tan obstinado, tan

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cerrado, tan necio, tan absurdo…”, y empieza la persona a decir tan estúpido, animal,
idiota, todas estas cosas que te puedes imaginar. Ahí es, vive la emoción, vívela.
Fíjate que la forma de dejar ir la retroflexión es descubrir hacia quién tienes la
emoción, ponerte un rato a solas. Aquí es donde les digo, puedes hacerlo con un árbol o
puedes hacerlo hacia el césped, hacia la grama. Recuerda que les he estado explicando
que, en la naturaleza, lo que para nosotros es podredumbre, para la naturaleza es
nutrición. Les decía que si tú vas y defecas en un árbol, a la sombra de un árbol haces
popis, ese excremento el árbol lo convierte en nutriente, le estás dando abono. Si orinas
un árbol, también le estás dando abono. Si vomitas en el césped, ese césped toma ese
vómito como nutriente. La naturaleza tiene forma de tomar lo que para nosotros es
desagradable, es repulsivo, es algo malo, lo convierte en algo bueno.
Entonces, si tú vas mirando hacia el césped, vomitas metafóricamente todo tu
coraje, el césped lo convierte en nutriente. Si lo haces con un árbol, el árbol lo convierte
en nutriente. Pero si lo haces con tu hijo, tu hijo no sabe qué hacer con esa energía y le
haces un daño. Te peleas con el marido, estás furiosa, llega el niño y viertes
literalmente, vomitas ese coraje hacia él: “¡Ya te dije que esto no se hace! ¿Que no
entiendes?”. Y la rabia que no pudiste descargar con el marido la vomitas,
simbólicamente, sobre tu hijo, y tu hijo al recibir ese vómito de ira no sabe qué hacer. Y
entonces tiene conductas destructivas, hiperactivo, lento aprendizaje, lo expulsan de la
escuela, se vuelve un niño tímido… Le pasan una serie de cosas que no.
Entonces, ve hacia el césped, ve hacia el césped, ve hacia un árbol, piensa en tu
marido, que tienes esa rabia, y empieza a expresarla, empieza a vivirla. Me molesta
como eres, odia la forma en que eres, aborrezco que seas tan cerrado de la cabeza, cómo
quisiera darte palos en la cabeza y reventarte esa cabeza, necio, aferrado, absurdo… Y
saca toda esa ira tocando el árbol o tocando el césped. Ese césped va a recibir eso como
un nutriente. El árbol, igual. Lo va a transformar, como lo hace con el excremento o con
los orines. Entonces, sácalo, vívelo. ¿Para qué? Para que se vaya. Si lo retienes ahí se
queda como una basura, como algo desastroso que está en tu interior. Entonces sácalo,
sácalo, sácalo, para que se vaya.

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El doctor Atkins nos decía, que para mí es uno de los mejores en el mundo, ya
murió, desgraciadamente: “La única forma para dejarlo ir es vivirlo”. Vívelo, siente esa
emoción hacia la persona, hazlo preferentemente en un árbol, en un césped, y déjalo ir.
Déjalo ir. Es decir, una vez que lo vives y dices “Es que te odio, aborrezco…”, y lo
sacas, se sale la emoción, se sale la molestia, se sale el enojo. Vomitaste el enojo, se lo
echaste al árbol, al césped. Y luego es: déjalo ir. No hay vuelta de hoja. Y así se supera
la retroflexión.
Ahora vamos a revisar cómo superamos la resistencia al cambio llamada
proflexión. Recuerda que la proflexión es darle al otro, hacerle al otro, lo que quisiera
que me dieran a mí o me hicieran a mí. Como te comenté en el video pasado, se llama
“las mujeres que aman demasiado”, es decir, dan tanto amor al alcohólico, al
drogadicto, al mujeriego, como quisieran ser amadas ellas. Igual hay hombres que aman
demasiado, dan tanto amor a una persona que los trata mal, que no les corresponde de la
misma forma, como quisieran ser amados ellos.
Para la proflexión, lo primero es descubrir a quién le estás dando eso que
quisieras recibir tú: a tu mamá, a tu pareja, a tus amigos… De repente te vuelves una
amiga incondicional, te vuelves una amiga paño de lágrimas, de esas personas que todo
el mundo va y vierte sus penas en ellos y se vuelven las amigas o los amigos que son los
que le están resolviendo a todo el mundo la vida. ¿Y por qué se convierten en eso?
Porque en realidad quisieran que a ellos también les pusieran atención. Se convierten en
hombres o mujeres que le ponen atención a todo el mundo, pero nadie les pone atención
a ellos.
¿A quién estás dando lo que quisieras recibir? Descúbrelo, piénsalo. Y si por
ejemplo, vamos a suponer el caso de las mujeres que aman demasiado, me hubiera
gustado que a mí me amaran como yo estoy amando a este hombre, que es de lo peor,
que es un hombre que no me corresponde. A lo mejor no es un alcohólico ni es un
drogadicto, pero es un hombre indiferente a mi amor, es decir, no lo recibe y no lo
valora. Es una persona buena y todo, pero no me da lo que yo quisiera. ¿Y por qué le
están dando tanto? Porque, en el fondo, quisieras tú recibir eso.

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Entonces encuentras en esta primera etapa, a quién —mamá, papá, esposo,
esposa, amigos— le estoy dando lo que quisiera recibir. Por ejemplo, a mi mujer, por
ejemplo a mi pareja; si eres mujer, a tu hombre. Bueno, a quién le estás dando. Y la
clave para superar la proflexión, hacerle al otro lo que quisieras recibir tú, es cuándo, en
qué época de tu vida necesitaste recibir eso. Cuándo te hubiera gustado recibirlo, en la
adolescencia por ejemplo: “Me hubiera gustado que me atendiera, que me escucharan,
que me apoyaran”. Tal vez en la universidad: “Me hubiera gustado que me apoyaran,
me amaran, me quisieran me arroparan”. Entonces, buscar cuándo.
Te vas a encontrar casi siempre, obviamente el problema sucedió en las etapas
primarias, 0 a 12 años. Si lo logras ubicar, y como te decía, casi siempre la esencia es en
la época primaria, la vuelves a vivir en la edad media, en la educación media digamos, y
la vuelves a recibir cuando ya eres adulto, pero el origen casi siempre es entre los 0 y
los 12 años, hay que trabajar, una vez que lo ubicas, el niño interior. “Ay, ¿sabes qué? A
mí me hubiera gustado, cuando tenía 11 años y nació mi hermano menor, me hubieran
amado de una manera diferente y no se hubieran vertido en amor hacia mi pequeño
hermano que nació y me ignoraron”. O por lo menos tú sentiste que te ignoraron. Y si
encuentras el punto, niño interior, la técnica es niño interior, escribes la carta.
Espero que para estas alturas conozcas esta información. Si no, busca en el foro
algún compañero que te lo explique.
Niño interior, y también te puede servir mucho el baile de tres. Te pones tú aquí,
la persona a la cual estás dando la proflexión, y un observador, que eres tú mismo. Aquí
estás tú, dándole al hombre o a la mujer todo lo que te hubiera gustado recibir, y tú estás
de observador. ¿Te gusta esta dinámica? No, no me gusta. ¿Qué cambios le harías? A
este le haría este cambio; a este, este cambio. Hazlo. Solo en el imaginación, por
supuesto, en la técnica del baile de tres. Sin embargo, al integrar todo, se modifican las
redes neuronales. Entonces, desde el observador, le das al otro lo que necesita y te das a
ti lo que necesitas, y esto es lo que llamamos el baile de tres; pero, primero, el niño
interior. Y dije “pero”, o sea, no se puede hacer antes si no trabajas ese niño interior.
Esa es la forma como vas a poder superar la proflexión. Como ves, no es tan
complicado si logras descubrir, la parte complicada o más laboriosa es descubrir cuándo

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en mi vida necesitaba haber recibido ese amor, esa atención, ese cariño, esa tolerancia,
esa paciencia, que es lo que le estás dando al otro y que quisieras recibir tú.
Y entonces, vas a esa etapa, con el niño interior, y ya que trabajaste el niño
interior y ya que hiciste ese proceso, ahora vienes al presente, donde te ves tú, ves la
otra persona y un observador que eres tú mismo, ¿qué te parece eso que está pasando?
No me gusta. ¿Qué necesita esta persona? Pues más confianza, más seguridad, dásela.
¿Y qué necesita esta persona? Más tolerancia, más paciencia, dáselas. Júntalos y
mételos contigo. Y el baile de tres hace una reprogramación neuronal en la corteza de tu
cerebro.
Y de esta manera es la forma más sencilla, no digo que va a ser rápido,
probablemente te lleve unas semanas, unos días, para superar la proflexión, hacerle al
otro, darle al otro, lo que quisiera recibir yo, las personas que aman demasiado.
Vamos a ver ahora cómo superar la deflexión.

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