El desafío que tenemos como Iglesia hoy, es hacer de la catequesis tradicional
una catequesis profundamente misionera. Frente a los cambios de época, de cultura, de pensamiento, la catequesis de la Iglesia debe poder dar una respuesta a los mismos. En primer lugar, asumiendo que no se puede dar por supuesto una fe inicial, sobre la cual trabajar y profundizar, hoy la catequesis misionera debe hacer este anuncio kerygmatico y la formación permanente casi en simultaneo. Esto es el cambio de paradigma de la catequesis: de una concepción lineal casi estanca a una circular y simultánea.
2)Catequesis kerigmatica o misionera
Frente a la pregunta: ¿por qué podemos hablar de una catequesis kerigmatica o
misionera?, habría que detenerse a desmenuzar cada uno de los términos que en la pregunta aparecen, tan ricos y densos en sí mismos: allí, entonces, encontraremos la respuesta que estamos buscando.
Hablamos, primeramente, de una catequesis. Sí, una catequesis. Que no es ni
una simple instrucción, ni una clase, ni un grupo de auto ayuda, ni una especie de terapia. Lejos de ello, la catequesis se configura como la profundización de la fe, o en su carácter kerigmatico, el inicio de la vida de la fe y su permanente formación. El rol del catequista aquí es fundamental, y no debe de perder de vista ciertos elementos para que la catequesis no pierda su esencia y logre así que el catecúmeno alcance un verdadero encuentro con el Resucitado. El catequista ha de ser creativo para que el mensaje de Jesús llegue con toda su belleza y esplendor al catecúmeno. Teniendo siempre presente cual es la fuente y culmen de nuestra vida cristiana: todo confluye en la liturgia.
Al pensar la catequesis como misionera, es inevitable traer a colación la
experiencia de Pablo. Lo que he recibido es lo que transmito: que Jesús murió por nosotros y resucitó. Por lo tanto, la catequesis no es un trabajo, es un estilo de vida. Es, en el fondo, un servicio pastoral de la Palabra. El catequista es un custodio de la Palabra, que no se la guarda para sí, sino que, al modo de Pablo, quiere transmitirla fielmente a su comunidad. Y, al hablar de estilo de vida, es menester resaltar que el catequista, en primer lugar, tenga este encuentro personal con el Resucitado para el anuncio (veamos la figura de María Magdalena).