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LA CIUDAD DEL SOL.

En el ideal de la ciudad del Sol tienen gran importancia las técnicas mágicas y
astrológicas; la utopía política de la ciudad del Sol fue expuesta por Campanella a
través de un diálogo entre personajes ficticios. Para que hable de los
ordenamientos perfectos vigentes en La fabulosa Ciudad del Sol, el autor presenta
a un almirante genovés que acaba de dar la vuelta a la tierra; su interlocutor es un
gran maestro de la orden de los hospitalarios. Obligado a tomar tierra en
trapobana, el almirante es conducido a la ciudad del sol, erigida sobre una
empinada colina y ceñida por siete círculos de murallas que van disminuyendo de
alturas extremadamente fortificadas y casi inexpugnables, cada uno consagrado a
uno de los siete planetas. Un admirable templo consagrado al sol se alza en La
cúspide del monte.
El supremo rector de la ciudad es un sacerdote a quien los habitantes llaman Hoh,
y que en nuestra lengua se llamaría Metafísico. Es asistido por otros jefes, Pon,
Sin y Mor, a quienes nosotros llamaríamos potencia, sabiduría y amor. De estos
tres, el primero tiene el mando de todo el cuerpo militar; el segundo la dirección de
los estudios; este, por orden admirable, ha mandado decorar las paredes con
pinturas que representan todas las ciencias para que cada cual pueda tener,
prontamente, una imagen práctica de ellas, y desde niño, guiado por los maestros,
comience a aprenderlas en forma de agradable pasatiempo; el tercer magistrado,
Mor, preside la generación y la puericultura.
Cada cual acepta alegremente sus propias misiones; no existen amos ni criados,
sino que todos trabajan por la común prosperidad. Para impedir cualquier
discordia están los magistrados, que, en número y nombre, corresponden a las
virtudes, y son elegidos por los triunviros Pon, Sin y Mor, según su idoneidad para
los diversos oficios. A la dignidad de Hoh nadie puede aspirar si no posee
conocimientos vastísimos de todas las ciencias, en especial de las metafísicas y
teológicas; en Hoh, efectivamente, debe estar incorporada una inmensa pero
orgánica sabiduría; para esto es menester que posea mucho talento, el cual, en su
múltiple capacidad, resulte apto también para el dominio político.
Las mujeres no pueden engendrar antes de los diecinueve años, ni los hombres
antes de los veinte. El acto de la generación adquiere el carácter de un verdadero
rito religioso al cual los escogidos se preparan con oraciones y abstinencias. La
mujer que resulta estéril se convierte en absolutamente común y está privada de
todos los honores reservados a las matronas.
Los niños, terminada la lactancia, pasan a la custodia de los maestros, que
comienzan su instrucción, sin distinción de sexo; en efecto, hombres y mujeres
son igualmente adiestrados en las armas e instruidos en todas las artes, aunque a
las mujeres se reserva su parte menos fatigosa. Gracias al comienzo precoz de la
instrucción y a su gran habilidad estratégica los habitantes solares salen siempre
vencedores de sus guerras, que emprenden a favor de los pueblos oprimidos o
contra tiranos agresores; y los triunfos que celebran la victoria obtenida superan
en magnificencia a los de los antiguos romanos. Junto con el de la guerra, son
considerados artes nobilísimas la agricultura y el pastoreo; en cambio, el tráfico
mercantil y las escasas operaciones comerciales se cumplen en forma de trueque;
el dinero es empleado solamente por los legados para procurarse la subsistencia
en los viales que hacen a países extranjeros para estudiar sus usos y costumbres.
Es preciado también el arte náutico; es más, los habitantes solares poseen naves
que viajan sin velas y sin remos mediante una admirable combinación de rodajes.
Tienen también máquinas para volar. Dado su higiénico tenor de vida, los
ciudadanos de Trapobana son casi todos de larga edad.
En cuanto al régimen político, todos los mayores de veinte años toman parte en
las asambleas en las que cada cual puede exponer sus objeciones a ciertos
ordenamientos. Las leyes son breves y claras. Para castigar los delitos se toma en
cuenta la ley del Talión. No se instruyen largos procesos, ni existen cárceles,
como no sean para prisioneros de guerra. No hay verdugos, sino que es el pueblo
el que ajusticia a los condenados a muerte. Los magistrados, investidos de
autoridad sacerdotal, asumen también el ministerio de la religión; reciben las
confesiones de los ciudadanos, viniendo de este modo a conocer los vicios más
frecuentes, los cuales procuran evitar. El ministerio de los poetas es aceptado con
tal de que en sus creaciones no mezclen la mentira.
La religión de los habitantes solares es una especie de cristianismo natural;
honran al universo en cuanto lo consideran imagen viviente de Dios. Creen en la
inmortalidad del alma, pero no tienen absoluta certeza en cuanto a los lugares de
premio o de condena, ni de si la duración de la pena será o no eterna. Reputan
como principios metafísicos el Ente, que es Dios, y la Nada, que es la negatividad,
de la que son sacadas físicamente las cosas; y piensan que de la tendencia al no
ser nacen el pecado y el desorden del mundo. Adoran en Dios la trinidad de
Potencia, Sabiduría y Amor. Admiten la influencia de los astros como de fuerzas
nefastas capaces de obrar en los sentidos, turbando la razón. Con una larga
exposición astrológica, el almirante termina su relato.
Campanella hace seguir inmediatamente al diálogo las Cuestiones sobre la mejor
república, en las que resume y debate todas las posibles objeciones a su doctrina
política. Hay en esta obra algo que la diferencia de las abstractas utopías
estrictamente intelectuales: es la realización ideal de un anhelo y de una pasión
ardientísimas. No se puede olvidar que Campanella, antes que en La ciudad del
Sol, había querido implantar, en su tierra de Calabria, su propia idea por medio de
una revolución, rebelándose contra el dominio de España. Fracasada su empresa,
el heroico religioso habla sido encarcelado y, en las dilaciones de la sentencia, su
fe y su pasión le dictaron esta obra imaginativa y llena de vida, pues justamente el
contrastar el trágico presente y la realidad opresora le sugirió el resalte y el
deslumbramiento de su visión.
El mismo Campanella cita, entre los modelos de su obra, la Utopía de Tomás
Moro y la República de Platón; y es singular la coincidencia del carácter heroico
entre los tres autores, pues Moro murió en el patíbulo por su fe y Platón fue
vendido como esclavo. Por otra parte, todo paralelo entre las tres obras debe ser
muy circunspecto. En 1605, con la Monarquía del Mesías, Campanella,
renunciando a su ideal, pero tal vez con dudosa sinceridad, creerá identificar su
teocracia solar con la positiva teocracia papal.

1. La ciudad del sol es una obra que deja muchas ideas de superación tanto
espiritual como física, dando a entender para sus lectores la importancia de
la perfecta organización y el buen manejo de las habilidades que se
poseen, no sé desprecia la rareza sino que se impulsa a creer en sí mismos
y avanzar hacia una mejor sociedad.
2. El ver la mala organización social es uno de los puntos claves de
inspiración para escribir la obra ya que en ella nos detalla la manera
adecuada de organizar a las personas y la buena manera de liderar una
población
3. Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José d
cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte
piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto. Génesis 37:28.
Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus
ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a
Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y
puesto de rodillas, clamo a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este
pecado. Y habiendo dicho esto, durmió. Hechos 7:58-60.
4. La ciudad del sol me deja un 80% de lecciones de vida a tomar en cuenta
para el mejoramiento personal y social.

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