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LOS CUATRO PLANOS DE LA EDUCACIÓN

MARÍA MONTESSORI

Texto de una conferencia impartida por la Dra. María Montessori, durante el Congreso
Montessori de 1938 en Edimburgo, así como de otra ponencia presentada en Londres en marzo
de 1939. Editado por Mario Montessori.

Nuestro método se ha basado en el hecho de que hemos sido guiados por las manifestaciones
de nuestros niños en distintas etapas del crecimiento. Cada una de éstas puede ser considerada
como un nivel o plano. En cada uno de los distintos niveles de la vida, existen necesidades y
manifestaciones diferentes. No estoy sola al decir esto. Lo mismo ha sido expresado por muchos
expertos en educación.

El niño no crece de una forma uniforme día con día, en la misma medida. En el crecimiento hay
crisis, algo así como la metamorfosis de los insectos. En el niño los cambios no son tan obvios,
pero el proceso es similar. Si en un enfoque educacional uno toma al niño como guía, es obvio
que el educador es guiado por el niño en vez de por las percepciones y prejuicios. De hecho, es
el niño mismo quien será la guía de la educación.

Como mencioné, he encontrado que en su desarrollo, el niño atraviesa por ciertas fases, cada
una de las cuales tiene sus necesidades particulares. Las características de cada una son tan
diferentes, que los pasos de una a otra han sido descritos por ciertos psicólogos como
“renacimientos”.

Es algo similar a la transición del estado larval al de ninfa, en los insectos. Las dos etapas son
completamente diferentes. Cada una dura un cierto período de tiempo, tiene sus propias
necesidades y modos de comportamiento.

En relación al niño, la educación debe corresponder a estas etapas, de tal manera que, en vez
de dividir las escuelas en guardería, primaria, secundaria y universidad, deberíamos organizar la
educación en planos, en donde cada uno de éstos corresponderá a la etapa por la que estuviera
atravesando la individualidad en desarrollo.

Vayamos a los detalles. La primera fase del desarrollo del niño va del nacimiento, a digamos, los
seis años de edad. En esta etapa el niño está parcialmente en casa y parcialmente en la
escuela. El plano de la educación debería considerar ambas situaciones. Hacia los tres años, el
niño es aceptado en una institución educativa. Es el apacible niño de chapas y ricitos que
conocemos tan bien. Es un ser que necesita amor y protección. De parte del adulto no hay
necesidad de ningún conocimiento pedagógico especial. Por su propia gracia, el niño pide y
obtiene esa ayuda. Pero se debe tener en cuenta que más allá de esto, los niños deben alcanzar
su crecimiento y que lo hacen satisfaciendo ciertas necesidades vitales. El niño está atravesando
por un período formativo, fisiológicamente formativo desde un punto de vista biológico. Nuestro
estudio nos ha permitido ver ciertos hechos que no habíamos observado antes. Por ejemplo, que
el niño “valoriza” su personalidad. Que incluso cuando son menores a tres años, los niños
necesitan vida social y una cierta independencia. Estas son necesidades serias en sus vidas.

Esto generalmente no había sido entendido; pero los niños lo han demostrado. Es para
corresponder a esas necesidades que hemos preparado un ambiente proporcional al tamaño e
inteligencia de los niños, en donde pudieran trabajar y alcanzar su independencia.

Mientras uno los estudia en este ambiente, uno ve que su necesidad de actividad y trabajo es
algo fundamental. El niño se da cuenta que a través de su propio esfuerzo puede ser
independiente y alcanzar cosas para las que se ha mentalizado. Y gradualmente nosotros, los
educadores, estamos confrontados con un simple pero importante hecho: que lo que el niño no
necesita es que lo ayudemos y que, de hecho, darle ayuda es un impedimento para él. Por lo
tanto, se le debe permitir actuar libremente por su propia iniciativa en este ambiente libre.

Esta afirmación no se debe malentender, sin embargo: la libertad no significa ser libre para hacer
lo que uno quiera, sino que significa ser capaz de actuar sin ayuda.

¿Qué es el ambiente especial? Aquellos que visitan nuestras escuelas ven que son como una
casa amueblada, una “casa de niños”. ¿Y qué hacen los niños? Hacen lo que uno hace en su
propia casa. Llevan a cabo tareas que tienen un objetivo práctico, barren, sacuden, se visten,
etc. En esta casa cada uno hace su propio trabajo independientemente de los demás, pero si
algo le sucede a uno de ellos, como tirar una taza llena de cuentitas, o cuando existe la
necesidad de ayuda en accidentes similares, los demás niños son rápidos en asistir.

Aquí se muestra una gran sabiduría. Es un ejemplo para nosotros, porque los adultos
generalmente corren a ayudar cuando no hay necesidad, pero cuando realmente se necesita la
ayuda que requiere un sacrificio de su parte, no son tan rápidos en responder. Los niños
repetidamente nos han dado este ejemplo. Cuando han escogido una tarea y los adultos les van
a ayudar, pensando que ésta es muy difícil, los niños se defienden contra esta ayuda inútil. Esto
es fácil de entender porque el niño, con el fin de crecer, debe estar activo en sus tareas, su
inteligencia le dice lo que puede hacer, y si la gente va a ayudar al niño, actúan ellos en lugar de
él. Podemos resumir esto en dos frases, la primera realmente fue dicha por un niño a una
maestra: “Ayúdame a hacerlo yo mismo”. La otra es una que nosotros formulamos:” Cada ayuda
inútil es un obstáculo al desarrollo”.

Los niños en esta etapa son activos espontáneamente. Es curioso notar que, mientras están
activos de una manera práctica, no sólo sus movimientos, sino también su inteligencia se
desarrolla enormemente; aprenden cosas que se consideraban por encima de las posibilidades
de su edad. Entre más tiempo experimentamos, más vemos que siempre a una edad temprana,
el niño puede aprender aquellas cosas que se consideraban aptas sólo para niños mayores. Por
ejemplo, al principio vimos que los niños aprendían a escribir a los 4 y medio años, a leer a los 5
años, que a los 4 y medio comenzaban a aprender aritmética. Consideramos esto un hecho
extraordinario, pero experimentos posteriores han demostrado que el niño puede escribir y leer
incluso antes y que a los 5 puede llevar a cabo las cuatro operaciones aritméticas. Esto ha
comprobado que, dada la posibilidad de estar activo, el niño incluso puede hacer trabajos que se
consideraban propios para niños de mayor edad.

Aparte de estos hechos que son meramente escolásticos, existen otros que se relacionan con el
comportamiento social. Generalmente los niños son tímidos y recalcitrantes cuando se les pide
que saluden a la gente. En este ambiente de libre actividad, los niños son gentiles y demuestran
buenos modales. No sólo es un sentimiento, les gusta aprender todas las cortesías de la vida
social. Si uno les enseña, les interesa cómo saludar, cómo pedir permiso cuando pasan frente a
otras personas, etc. Les interesa la ropa, les gusta ver gente bien vestida alrededor de ellos, a
ellos mismos les gusta estar bien vestidos y limpios. Nos dimos cuenta de esto, así que les
dimos la posibilidad al proveerlos de cepillos, peines, espejos bajos, etc. La belleza del ambiente
también les afecta, así que les gusta arreglar flores, etc.

Todo esto ocurre porque ellos se sienten como si fueran dueños de una pequeña casita. Son
calmados, tienen dignidad e independencia. La calma de estos niños es una característica
llamativa. Fue impresionante que adultos que habían sufrido una pérdida y estaban con una
pena interior, fueron para observar a los niños para restablecerse a sí mismos. En estas nuevas
condiciones, el amor de los niños parece expandirse. En Italia, donde primero ocurrieron estos
fenómenos, esta expansión la notaron las madres cuando los niños decían sus oraciones.
Repitiendo después de la madre, ellos rezaban por los miembros de su familia. Ahí la madre se
detenía, pero los niños continuaban para incluir a sus amigos, a los sirvientes que ayudaban en
la casa, e incluso a sus perros y gatos. También para ellos mismos: los niños sienten la
necesidad de protección. Esto entra dentro de la educación religiosa prevaleciente. Necesitan
sentirse protegidos, percibir que hay fuerzas que los protegen, así como un ángel guardián
particular que se encarga de cada niño.

Estos hechos, atestiguados en la vida de los niños pequeños, llevaron a muchos a decir que esta
era una expresión del Reino de los Cielos sobre la tierra, y que la sociedad adulta podría ser
mejorada si se modelara con este patrón. Existen muchas personas así en la sociedad adulta.
Son las personas a las que les gusta ser bellas ellas mismas y vivir en una casa placentera y
bien ordenada. Disfrutan la vida social y siempre tienen presente en sus mentes, las
necesidades y vidas de aquellos que los rodean. Estas personas son cultas, calmadas y activas.
Si son religiosas, confían enormemente en el poder de Dios. Ellos, como el niño, rezarán para
que otros tengan la paz y protección de la que ellos mismos gozan.

Quizá sea cierto, quizá así comenzará una reforma de la humanidad. Quizá uno pueda concebir
para los adultos un ambiente así, un lugar bello, tranquilo y en calma. Pero la forma de
existencia que se viviría, sería aquella que corresponde a la del desarrollo de un niño de menos
de seis años de edad. Yo creo que el niño debe pasar el primer período de vida de esta forma,
con el fin de que los períodos siguientes se desenvuelvan de forma perfecta. Sin embargo, este
no es el último logro del desarrollo humano, pues el niño a los 7 años de edad cambia
completamente. Lo que sigue puede ser llamada la segunda fase de la infancia.

Para responder a ella, la educación debe pasar a otro plano.


A los siete años comienza un cambio físico y psicológico. El niño de siete años de edad tiene
una actitud psíquica diferente. Físicamente la naturaleza pone una señal que es obvia. Los
dientes aperlados del pequeño, comienzan a caerse, son reemplazados por dientes grandes,
fuertes, y de raíz profunda; el cabello de rizos se alisa y oscurece; el cuerpo llenito se vuelve
más delgado. La dulzura de carácter cede hacia cierta dureza, tanta, que esta etapa de la vida,
la cual continúa hacia la adolescencia, ha sido llamada la edad de la rudeza.

Como dije, el plano psicológico también cambia. Permítanme dar un ejemplo que ilustra
claramente este cambio. En una escuela estábamos haciendo experimentos de biología, había
un acuario para niños de tres a nueve años. Una mañana los peces estaban todos muertos. Los
niños pequeños, impresionados por este hecho, corrían hacia sus compañeros que entraban
para anunciarles que “los peces estaban muertos”, luego corrían a seguir con su actividad
previa. Los demás niños mayores permanecieron parados y en silencio alrededor del acuario,
preguntando: “¿Por qué han muerto los peces?”, ”¿por qué?”, “¿por qué suceden las cosas, qué
las causa?”

Su independencia se desarrolla en un campo diferente y sus aspiraciones tienen metas distintas.


Quieren saber muchas cosas que sus mentes de hecho no podrían entender. No digo que el
niño se convierte en un filósofo, pero desarrolla sentimientos hacia lo abstracto, igual que en la
primera etapa tenía sentimientos hacia lo concreto.

Podríamos decir que los niños más pequeños absorben las cosas sensorialmente. El niño de
siete entra al campo de lo abstracto, desea saber razones. Es curioso notar que una de las
cosas que preocupa a estos niños es lo que es ético en la vida: qué es bueno y qué es malo. Si
uno le dice al niño pequeño qué es malo o bueno, él sólo lo acepta, mientras que el niño de siete
años de edad quiere saber por qué es malo y qué es ser malo, etc.

Un ejemplo de esto lo dio una maestra. Tenía un niño que siempre acudía a ella para contarle
las travesuras que hacían otros niños: “¿Es eso bueno o malo?” “Acusar a otros no es bueno”, le
contestó ella finalmente. Pero él seguía yendo con la maestra. Otras veces contaba algo
positivo, siempre preguntando lo mismo. Fue hasta después que la maestra se dio cuenta que
este niño sólo trataba de fijar en su mente, como una guía para su propio comportamiento, lo
que era bueno y malo en su salón. Pues cuando logró entenderlo, dejó de acusar a los demás.

Otra peculiaridad de esta fase es la actitud de separación del ambiente de casa. Les gusta un
entorno placentero, pero ya no es por mucho la necesidad vital que era en la etapa anterior.
Además, al niño tampoco le preocupa si está aseado y limpio. Lo que le gusta es salir. Las
limitaciones y la protección de casa se vuelven molestas. Esta necesidad es tan grande, que
pensamos que a esta edad deben tener parte de su vida fuera del hogar y de la escuela. El
ambiente de la fase anterior, una casa amueblada con muebles pequeños y cosas bellas, ya no
es adecuado o satisfactorio. El esfuerzo que el niño hizo en la primera etapa para evitar la
ayuda, con el fin de hacer las cosas por sí mismo, ya no es suficiente. Necesita un esfuerzo
diferente y mayor. Los contactos con la escuela, los cuales en la fase anterior completaron las
experiencias que él encontró en casa, ya no son suficientes. El niño siente la necesidad de algo
diferente, un entorno más rígido, con bastante más contactos sociales.

Uno de los experimentos que parecen ser una respuesta social a las necesidades del niño en
esta fase, se puede observar en los Boy Scouts. ¿Qué son los Boy Scouts sino personas que
buscan para sí mismas un entorno más emocionante, más contactos sociales, experiencias más
amplias e independencia de sus familias? En esta etapa los niños ya no quieren un ambiente
bajo el mismo modelo anterior. Ahora requieren salir al mundo a tener más contactos, tanto con
la naturaleza, como con la sociedad humana.

Yo creo que esta forma instintiva de exploración debe ser aprovechada por la escuela para
ampliar el desarrollo cultural del niño. No es suficiente proveer material para que el niño trabaje
en la escuela. Él demanda salir al mundo. Además del material, la escuela también debería
proveer guías para que el niño pueda encontrar el material por sí mismo.

Hemos proveído escuelas y material, pero no son suficientes. El niño requiere explorar el mundo
físico y a la sociedad. Ya no quiere que lo acaricien, quiere una vida simple, independencia de su
círculo familiar y esfuerzo físico.

Si en esta fase que lleva a la adolescencia, un niño puede decir “Puedo caminar con mi mochila
sobre mis hombros y puedo dormir a la intemperie”, muestra que esta personalidad atravesó por
una transformación del niño delicado de la fase anterior.

Si las tendencias de esta transformación estuvieran conformadas por una guía a la cultura para
que el niño la absorba en este ambiente más vasto, sería una gran contribución. Es por esto que
el fomento del desarrollo mental en esta etapa es muy importante.

En base a mis experiencias, creo que la cultura que se imparte hoy en las escuelas primarias
ortodoxas se debería expandir enormemente. Esta necesidad de cultura en nuestras escuelas
primarias es un hecho impresionante que el niño nos ha revelado. De hecho, hemos llegado a la
conclusión que la base de toda la cultura se debe dar en este período de los siete años a la
adolescencia. Mencioné el hecho de que, en este plano educacional, dar material no era
suficiente, sin embargo, éste es esencial. En el plano educativo anterior, el material ayudó a
construir las características básicas de la personalidad individual; en esta fase el material
educativo ayuda a la adquisición de cultura. La falta de respuesta de los niños en escuelas
ortodoxas quizá se deba a esto, pues resulta difícil dar cultura a aquellos que quieren entender
las razones de las cosas por su propio esfuerzo. Todos conocen la dificultad de tratar de
enseñarle a un niño de siete años. O no pone atención, o hace el mayor esfuerzo por irse del
salón, pues en él, el niño es un receptor pasivo, ahí no hay nada que pueda hacer y que le de
satisfacción. Pero cuando se da un material, el panorama cambia. El niño entonces trabaja
infatigablemente, pues persistirá hasta encontrar las causas, razones y consecuencias que
busca. Los esfuerzos mentales del niño siempre están acompañados por la actividad de la mano
que le sirve para fijar la atención sobre la tarea. Si se les ayuda con material, muchos
aprendizajes abstractos como el álgebra, serían posibles a esta edad, pues en este nivel la
mente funciona en un plano abstracto.

De la misma manera, muchas otras materias que generalmente se enseñan en las escuelas
secundarias, pueden ser transferidas a la primaria con una gran ventaja. Nuestra experiencia ha
mostrado que cuando hay material disponible, los niños trabajan.

De otra forma, buscan escapar de la escuela.

¿Qué vemos en el campo ético? Lo que más sobresale es que los niños tienen un sentimiento
agudo hacia la injusticia. Cuando el adulto demanda de un niño muy pequeño algo que éste no
le puede dar, es siempre el niño de siete el que defiende al menor. La rebelión contra la injusticia
es general; incluso se extiende hasta los animales. Uno podría dar muchos ejemplos. Yo una vez
tuve una interesante experiencia con una pequeña cabra que teníamos en el jardín de la
escuela. Me encantaba verla parada sobre sus patas traseras para alcanzar las hojas de los
árboles. Un día le estaba dando pasto, sosteniéndola en el aire para ver qué tan alto se estiraba.
Un niño de siete años se acercó para sostenerle a la cabra sus patas delanteras, de tal forma
que ésta pudiera alcanzar su comida sin fatigarse. Al mismo tiempo, el niño me manifestó lo
cruel que yo era.

Uno podría decir que el niño en su segunda fase de crecimiento, demuestra más rasgos
admirables que el niño del periodo anterior.

Existen algunos adultos que tienen estos mismos rasgos y uno los prefiere a los adultos que
muestran los rasgos de la primera fase. Los primeros quizá no tengan muy buenos modales o
estén tan bien vestidos, pero tienen más carácter; tienen un gran sentido de honestidad, no
pueden ver ninguna injusticia sin intervenir, estudian seriamente, hacen caminatas largas y
hacen deportes con gran entusiasmo. Ciertamente existen muchos adultos así. Admirable, sí,
pero ellos reflejan la psicología del niño que aún no ha alcanzado la adolescencia.

Hay algo superior a esto, pues siempre, después de haber alcanzado un plano mayor, existen
planos todavía más elevados que se pueden alcanzar desde el nivel en el que se está, sólo por
haber vivido a través del primer plano. Cada uno de los planos se debe vivir plenamente para
poder pasar con maestría al siguiente.

Yo creo que el psicoanálisis tiene conceptos similares, pues afirma que aquellos que no han
pasado por un plano, vuelven a él después. Por ejemplo, cuando un hombre joven que ha
experimentado falta de amor materno, busca satisfacción al casarse con una mujer mayor a él.

La tercera fase comienza con la adolescencia y requiere un tercer plano de educación. Sólo daré
una referencia breve y me limitaré a los sentimientos sociales que vienen con esta etapa. Los
niños pasan de tener sentimientos hacia el gran número de individuos que los rodean en su
segundo ambiente más vasto, en el que es testigo de cómo funciona el mundo físico y la
sociedad humana, un sentimiento social abstracto por el Hombre en general. Pueden, por
ejemplo, sentir algo por la gente deprimida, pero generalmente tratan de entender el
comportamiento del hombre en el mundo como un todo, incluyendo el pasado. Una psicología
totalmente diferente es la que ahora distingue al individuo. Pasa de sentir por sí mismo en
relación con aquellos con los que está en contacto, a sentir por otros que nunca ha visto. Es un
amor abstracto. Es amor sin retribución, pues está dirigido hacia aquellos que nunca ha visto y
que tampoco verá, pues son muy numerosos.

Es en esta etapa que ocurren la “vocación” y “militancia”. Estos chicos quieren hacer una
contribución directa a la sociedad y quieren que se les reconozca. Es algo nuevo.

Todos reconocen que los chicos a esta edad tienen un gran interés por la historia. Pero no es
por el estudio por asimilación que obtenemos en escuelas ortodoxas. En esta etapa ya no
asimilan como en las fases anteriores. Quieren investigar y experimentar por sí mismos. Se
están orientando y valorizando a sí mismos en la sociedad. El estudio por “asimilación” que los
amarra a un programa de estudio, no debe impartirse en esta etapa.

Quizá el fracaso de la escuela secundaria se debe al hecho de que utiliza métodos de


asimilación que ya no son apropiados para el desarrollo del niño. El chico ya no debe estar
restringido al ambiente de la escuela, en donde aprendió y comprendió el cómo y el porqué.
Tampoco debe estar tan cerca de la familia de la que depende económicamente; lo que quiere
es “vivir” a la sociedad. Debería irse más lejos.

Yo creo esto, porque en esta etapa se vuelve tan propenso a la tuberculosis, etc., como en la
primera etapa -debería trabajar bastante más en el campo, así como continuar con sus estudios
guiados. Yo creo que los adolescentes no sólo deberían trabajar, sino recibir un pago por su
trabajo. Esto podría sonar escandaloso porque el dinero se considera algo sórdido. Pero el
respeto por sí mismo se debería ganar.
Pues ganar dinero por su propio esfuerzo es un signo de que uno ha hecho algo útil, de otra
manera el dinero sólo es algo que la familia les da y se convierten en parásitos. ¿Y qué persona
que se respete a sí misma quiere ser un parásito?

En las familias de la clase trabajadora siempre ha habido y habrá innumerables adolescentes


que trabajan.
Podría argumentarse que lo hicieron porque tenían que hacerlo, pero yo he visto el deseo de ser
económicamente independiente en otro tipo de chicos de esa edad y lo mucho que aprecian el
dinero que se han ganado. Había un hijo de un millonario americano que escapó de casa para
ganarse su propia vida. Cuando eventualmente fue hallado, trabajaba en una banda de jazz.
Anteriormente había vivido en condiciones maravillosas, tenía autos y todo el dinero que quería,
pero ahora, ¡qué satisfecho estaba de ganar 8 dólares a la semana con los que debía subsistir!
¿Por qué? Porque había adquirido y sentido el valor de su propia personalidad. ¿Continuó en la
banda de jazz? No. Pero en esta fase necesitaba tener la experiencia de ser productivo en una
manera social y experimental.

Este es sólo un ejemplo. Sin embargo, nos debemos dar cuenta que en esta etapa el chico debe
continuar su desarrollo cultural, viviendo las experiencias de cualquier aspecto de la sociedad
que le atraiga a través de métodos de producción, trabajo y experimento. Debe ser capaz de
orientarse y crearse a sí mismo. Así como en la primera etapa llamamos a los niños “los niños de
los muebles” -porque eran los muebles hecho a su medida los que les permitieron revelarse a sí
mismos- podríamos llamar a estos muchachos, “los niños del mundo”. El tipo correspondiente de
adultos -una vez que se han involucrado en su misión- es de aquellos que se interesan por la
política internacional, por la producción y el comercio. Estos hombres no son realmente el tipo
perfecto de humanidad. Como uno lo podría pensar, son transicionales, y sus rasgos de carácter
pertenecen a esta etapa del desarrollo.

Podemos pensar en un hombre que lleva una pesada carga, que aún ama a su hogar, que goza
la exploración filosófica, la producción y la creación. En mi opinión, aún no es un hombre adulto,
es un adolescente.

Más allá de esta fase existe una que correspondería a la universidad ortodoxa. El individuo
debería ser el hombre que sabe cómo escoger sus propias acciones al haber pasado de manera
perfecta las fases precedentes.
Debería ser como una chispa viva y comprender la puerta que ha pasado a través de las
diferentes fases y problemas del desarrollo y la educación. Ahora ha alcanzado los problemas de
la etapa final.

La cultura y la educación no tienen saltos ni límites; ahora el hombre está en una fase en la cual
debe decidir por sí mismo qué tan lejos puede avanzar en la cultura que le pertenece a toda la
humanidad. Sin importar lo que escoja, debe darse cuenta que la cultura nunca termina. Debe
entender este hecho en esta etapa, con el fin de mantenerse al ritmo de la humanidad en
evolución. La educación debería continuar a lo largo de toda la vida. Es muy necesario para las
necesidades de la humanidad, que existan este tipo de hombres, conscientes de sus poderes y
que hayan atravesado por todas las experiencias y fases del desarrollo. Todos desean que la
humanidad goce de entendimiento mutuo, pero esto no viene fácilmente. Para lograrlo, debemos
elevarnos un paso más y alcanzar un nivel mayor de responsabilidad y conciencia. Para
alcanzarlo cuando uno entra a su propia misión en la vida social, debió haber habido una larga
preparación moral. No es meramente a través del estudio y de la ciencia que uno puede alcanzar
este nivel. Todo lo bueno de todas las edades se debió haber absorbido y sobrepasado.

Podríamos terminar con la visión de lo que se necesita en nuestros tiempos y simbolizarlo a


través de la figura de Cristo en el Desierto antes de comenzar su vida pública. Debemos
entender que Cristo no se encontró a Dios en el Desierto, se encontró con el Demonio. Esta es
la última etapa, o el cuarto plano de educación. El amor al poder, el amor de posesión, el amor
por una vida fácil, todo eso debe superarse. Esto es imposible de lograr a menos que el hombre
haya pasado por todas las experiencias anteriores, pues esta separación es algo que sólo puede
ocurrir en un hombre completamente desarrollado. No es suficiente decir que en la humanidad
debe haber un entendimiento mutuo. Se deben proveer las condiciones para que el hombre
pueda desarrollarse de tal forma que sea capaz del entendimiento mutuo.

Debemos tomar al hombre mismo, tomarlo con paciencia y confianza, a través de todos los
planos de la educación. Debemos poner todo ante él, la escuela, la cultura, la religión, el mundo
mismo. Debemos ayudarle a desarrollar dentro de sí mismo, aquello que lo hará capaz del
entendimiento. No son meramente palabras, es una labor de educación. Esta será una
preparación para la paz -pues la paz no puede existir sin la justicia y sin hombres provistos de
una personalidad y conciencia fuertes.

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