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LA TROFOBIOSIS

Una historia oculta que es necesario conocer

En el lenguaje de la ciencia, una teoría es una forma de explicar un fenómeno observado. Para cada
fenómeno, las personas interesadas en su investigación intentan combinar una serie de factores que
le permiten predecir el comportamiento de un sistema particular. Esos factores no necesariamente
son siempre los mismos o la forma en la que interaccionan puede prestarse a distintas
interpretaciones de acuerdo a las motivaciones del investigador, sus pautas culturales, los sucesos
históricos que le dan marco, entre muchas otras cosas. En síntesis, cada teoría se construye de
acuerdo al paradigma que le da sustento.
Mientras esto sucede, duermen en los cajones una enorme cantidad de explicaciones a cada cosa
esperando mejores condiciones sociales y culturales para instalarse y salir a la luz, siendo muchas
veces vapuleadas y conscientemente proscritas por quienes “tienen la luz del conocimiento” (léanse
con atención las comillas) en cada momento en particular.
Lo cierto es que cada conjunto de prácticas está de acuerdo a una teoría propuesta y ésta a un
paradigma. Ya hablé en algún artículo anterior sobre las prácticas que en el agro van de la mano del
paradigma de la Revolución Verde.

La trofobiosis es una de aquellas teorías ocultas que pugna por emerger.


Propuesta en el año 1969 por el investigador francés Francis Chaboussou, formula una explicación
para la generación de enfermedades en las plantas. El tema es bastante complejo, pero sus
principios son simples y de fácil comprensión.
La Trofobiosis tiene gran importancia para la agricultura, por la nueva visión que representa en
cuanto a la salud de nuestros cultivos, con impacto en su rentabilidad y también la salud del
agricultor, de su familia y del consumidor.
La agricultura convencional usa básicamente al suelo como soporte físico de la planta a la cual hay
que alimentar artificialmente, agregándole a éste cada vez más y más abonos químicos, agrotóxicos,
etc. para que la planta pueda rendir su potencial genético.
La teoría de la Trofobiosis es parte de la antítesis de esa agricultura altamente dependientes de
insumos externos y peligrosa para la salud pública. La esencia de las diferencias radica, aparte de lo
técnico-científico, en su filosofia; que va más allá de lo estrictamente mercantilista y enfoca los
procesos como un todo interrelacionado.

Las plantas en su entorno natural establecen una serie de relaciones que les permite vivir y
desarrollarse con estabilidad. Ninguna planta “desconoce” la presencia de millonarios ejércitos de
bacterias y otros microorganismos que viven junto a sus raíces ni es indiferente a las condiciones
del clima y del suelo del lugar. La constante adaptación a ese entorno permite que, por ejemplo, un
ambiente como una selva o un pastizal sean estables y no sean devorados por ninguna plaga.
¿Pero qué pasa en nuestros cultivos?, ¿por qué el pulgón puede afectar gravemente a una alfalfa o
un hongo puede afectar el rendimiento esperado de un trigo? El desequilibrio ambiental y la
ausencia de regulación natural de poblaciones es una parte de la explicación, la otra parte la
propone la trofobiosis desde el interior mismo de la planta.

Los vegetales, a diferencia de los animales de sangre caliente, no tienen un sistema inmunológico
que “luche” contra las enfermedades. Su sistema de defensa ante el ataque de un insecto, bacteria u
hongo se basa en elaborar estructuras que impiden el desarrollo de estos parásitos o inhiben su
accionar. Para esto, utiliza los distintos nutrientes en forma lenta y constante como si con ladrillos
fuera construyendo sus paredes. Este proceso se conoce como proteosíntesis.
Cuando la planta se encuentra ante una situación de desequilibrio, aumentan los procesos de ruptura
de esas paredes. A esta ruptura le llamamos proteólisis. El tema es que el sistema digestivo y la
forma de nutrición de hongos e insectos es muy sencilla y los “ladrillitos” que quedan sueltos
cuando se rompe la pared son su principal alimento. La planta al quedar desbalanceada queda
expuesta a la acción oportunista de estos patógenos. A veces nos dejamos engañar con una planta
bien verde luego de una fertilización pero que luego queda más vulnerable al ataque de las plagas.

1° conclusión:
Podemos cambiar el nombre de plagas y enfermedades por indicadores de mal manejo. Los
insectos, ácaros, nemátodos, hongos, bacterias y virus son la consecuencia y no la causa del
problema.

Entonces, ¿de qué manera podemos intervenir para evitar los desequilibrios en las plantas
previniendo ataques de estos organismos?
En primer lugar conociendo que la aplicación de altas concentraciones de fertilizantes solubles
produce una alta acumulación de sustancias nutritivas en la savia que la planta no puede utilizar en
la formación de sus tejidos. Además, el uso de sustancias tóxicas acelera la proteólisis dentro del
vegetal generando mejores condiciones para otros organismos e incluso con impacto positivo en sus
poblaciones por el aumento de sustancias energéticas derivadas del fósforo.
Las premisas básicas para el normal funcionamiento de los vegetales son:
 Las plantas no leen cantidades de nutrientes, leen su presencia.
 Las plantas no demandan un reducido grupo de nutrientes (cómo el que le aportamos con los
fertilizantes químicos), demandan una amplia diversidad de ellos.
 Las plantas no demandan productos sintéticos porque no evolucionaron con ellos, demandan
sustancias naturales.
 Las plantas no demandan nutrientes y agua de vez en cuando, demandan en forma
permanente.
Conociendo estas premisas podemos llegar a la idea que una serie de tecnologías accesibles para
todos los productores resultan el camino correcto para el logro de cultivos sanos. Algunas de estas
tecnologías son:
 El uso de abonos verdes y cultivos de cobertura permite el enriquecimiento del suelo con
nutrientes provenientes del aire y permiten la retención de agua y una mejor estructuración
del suelo.
 El uso de abonos minerales como el polvo de rocas y la conchilla permite el agregado de
minerales de solubilidad lenta como silicio, calcio, fósforo, potasio y magnesio. Estos
constituyen el esqueleto mineral del suelo.
 El uso de abonos orgánicos aporta sustancias minerales y orgánicas como hormonas y
antibióticos, además de proveer una rica diversidad microbiológica al suelo que establecen
relaciones sinérgicas (de amistad) con las plantas. Los estiércoles sin procesar pueden
generar el mismo efecto que los fertilizantes sintéticos.
 Evitar abonos químicos y el uso de agroquímicos.
 Usar productos que sirvan a la defensa natural de las plantas y que pueden ser elaborados en
la misma chacra como los fosfitos o biofertilizantes enriquecidos.

2° conclusión
Está comprobado en todo el mundo que la utilización de materia orgánica en el suelo aumenta
la resistencia de las plantas.
Inclusive animales alimentados con forrajes producidos en suelos ricos en materia orgánica,
son mucho más resistentes a las enfermedades comunes.

Las principales consecuencias del abonamiento orgánico pueden ser: menor gasto que con
insumos caros, ausencia de "plagas y enfermedades", mayor rentabilidad en los cultivos,
condiciones de vida mucho más saludables y mejor calidad de alimentos.
En síntesis, la trofobiosis empieza del reconocimiento de la importancia que tiene el suelo no como
simple sostén de las plantas sino como proveedor de las sustancias nutritivas que requieren los
vegetales y cuyo funcionamiento depende de una inmensa diversidad que involucra raíces,
bacterias, hongos, insectos, pequeños mamíferos y demás organismos en un delicado equilibrio..
Equilibrio que es afectado negativamente por muchas de nuestras intervenciones. O sea, planta bien
nutrida es planta sana.

¿Cómo llegué a conocer esta teoría? En la facultad me llamaba mucho la atención que un factor
causal de varias de las enfermedades del trigo y el maíz fuera la fertilización nitrogenada. Al
investigar esto, me encontré con la explicación propuesta por Chaboussou y que, hasta el momento,
no existe quién pueda contradecirla. Incluso cualquier jardinero que haya intentado tener mejores
rosas con el agregado de urea puede avalar esta teoría porque seguramente tuvo que aplicar algún
método para combatir los pulgones luego.
Más allá de la obviedad y la simplicidad de esto que acabo de relatar, el profesor de fitopatología de
la facultad -preso en su propio paradigma- me obligó a guardar en el cajón una vez más a
Chaboussou y me sugirió estudiar a los fungicidas del trigo. La experiencia no me ha hecho más
que confirmar una y otra vez aquello que intenté decirle. Y que hoy comparto con los lectores de
esta revista.

CRISTIAN CRESPO
Docente, técnico y productor de la zona de Carlos Tejedor

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