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Mirmg

Trabajo Fin de Grado

4º Grado en Psicología

Facultad de Psicología
Universidad de Sevilla

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Anexo III

Trabajo Fin de Grado en Psicología


Universidad de Sevilla

Miriam

Géneros Musicales y su Efecto en las


Emociones en Adolescentes

9 de Junio de 2020

Moreno García, Inmaculada


Camacho Martínez Vara de Rey, Carlos

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Índice

Anexo IV. Declaración de Autoría responsable…………………………….……....… pág. 1

Anexo V. Cláusula de confidencialidad…………………………………….……….... pág. 2

Resumen……………………………………………………………………….…….... pág. 4

Introducción…………………………………………………………………………… pág. 6

Método……………………………………………………………………………….... pág. 12

Participantes………………………………………………………………….... pág. 12

Instrumentos…………………………………………………………………… pág. 12

Procedimiento……………………………………………….…………..……... pág. 13

Diseño…………………………………………………………….……………. pág. 15

Resultados………………………………………………………………….…………... pág. 15

Discusión………………………………………………………………………....……. pág. 19

Referencias Bibliográficas……………………………………………………………... pág. 24

Anexo I. Consentimiento Informado……………………………………...…………… pág. 29

Anexo II. Positive Affect Negative Affect Schedule para Niños y Adolescentes………. pág. 30

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Resumen

La música como herramienta terapéutica se ha usado a lo largo de la historia, y que


tiene la capacidad de generar emociones en los oyentes es algo indudable. En este estudio
hemos pretendido dar respuesta a qué diferencias de emociones se obtendrán con distintos
géneros musicales y si una mayor afectividad positiva depende de la preferencia musical del
oyente. 90 adolescentes de entre 12 y 17 años, escucharon 8 canciones de géneros variados y
respondieron al Positive Affect and Negative Affect Schedule para Niños y Adolescentes o
PANASN (Sandín, 1997). Una vez analizado los datos mediante tres ANOVA de medidas
repetidas, pudimos observar que el Reggaeton es el estilo con mayor media de Afecto
Positivo (22.25) y el Heavy Metal el que más de Afecto Negativo (15.70); por otro lado, en
varios géneros musicales de forma significativa, había mayor Afecto Positivo en el
participante si éste se trataba de su género de preferencia. Como conclusiones, podemos
afirmar que hay diferencias de emocionalidad según el género que se escuche, por lo que para
seleccionar un género para uso terapéutico habría que tener en cuenta sus objetivos, pero
además, se ha de considerar la preferencia musical del adolescente, para obtener mejores
resultados.

Palabras Clave: género musical, emociones, adolescente, preferencia musical.

Abstract

Music as a therapeutic tool has been used through history and its power of generating
emotions in listeners is indubitable. In this study we tried to answer two questions: which
kind of differences in emotions will appear between music genres and whether more positive
affection depends on the music preference of the listener. 90 from 12 to 17
year-old-teenagers, listened to 8 different songs from various music genres and answered the
Positive Affect and Negative Affect Schedule for Children and Adolescent or PANASN
(Sandín, 1997). So in that way, using three One-way repeated-measures ANOVA, we could
see that Reggaeton was the style with the highest Positive Affect (22.25) and Heavy Metal
got the highest in Negative Affect (15.70); furthermore, in various music genres and
significantly, we obtained higher Positive Affect in the participant when it was their preferred

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genre. In conclusion, we can confirm that there exists differences in emotional response
depending on the music genre someone is listening to, so therapy objectives should be taken
into account when choosing which music to use, and moreover the adolescent music
preference, to reach better results.

Key Words: music genre, emotions, adolescent, teenager, music preference.

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Introducción

Según la Real Academia Española (RAE, 2001), la música es “el arte de combinar los
sonidos de la voz humana o de los instrumentos, o de unos y otros a la vez, de suerte que
produzcan deleite, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre, ya tristemente”. En otras
palabras, la música es una percepción agradable de sonidos, de tal manera que generen alguna
emoción en el oyente. Éste es un proceso complejo que se relaciona con aspectos generales
de la comunicación de emociones como la percepción o la inducción de las mismas (Juslin y
Västfjäll, 2008), modelos de emociones (Eerola y Vuoskoski, 2011) y a la personalidad de
aquellos que la oyen (Kallinen y Ravaja, 2004); tanto es así, que a la música se le podría
llegar a considerar a la fuente más importante de comunicación emocional en estos aspectos
anteriormente mencionados.

La música ha sido empleada como método de generar emociones e incluso como


herramienta terapéutica a lo largo de la historia. Escritos muestran cómo en el antiguo Egipto
se consideraba que la música tenía un efecto favorable en la salud de las personas, contribuía
a mejorar los estados de ánimo, purificar el alma y era indispensable en los rituales de
fertilidad en la mujer; y de hecho, los jeroglíficos que representaban la palabra “música” eran
iguales que a los que se empleaban para representar la alegría y el bienestar (Agustín, 2000).

Filósofos conocidos de la antigua Grecia como Pitágoras o Aristóteles resaltaron en


sus escritos la relación entre la música y el cuerpo, no solo en cuanto a la parte espiritual, sino
también cómo ésta podía afectar al buen estado físico de una persona; además numerosas
veces se hace referencia a la música en la mitología, por ejemplo, en el mito que se cuenta
cómo Hermes mata una tortuga y ata doce cuerdas a su caparazón empleando los intestinos
de las vacas que le robó a Apolo (Ojeda, 2011).

En el Antiguo Testamento queda reflejado cómo David empleaba el arpa para calmar
la sintomatología depresiva del rey Saúl. Más tarde, Alejandro el Grande usaba música para
convocar y motivar a sus soldados para la batalla, y como relajante tras el combate. Y durante
el renacimiento los médicos también la empleaban para tratar la depresión de los reyes
europeos (Klein y Winkelstein, 1996). Estas expuestas y otras muestras históricas coinciden

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en que la música produce un estado placentero en el oyente, dando resultados extraordinarios
relacionados con la emoción de la persona.

Numerosos estudios han intentado probar el efecto de la música en nuestro cuerpo,


como en los signos vitales y la digestión (Alvin, 1966) y funciones psicológicas (Cook,
1981). Por ende, la música se ha demostrado que logra abrir las puertas a la emocionalidad y
comunicación de la misma, así como que ayuda a procesar sentimientos, ya sea mediante la
creación de piezas o escuchando las mismas. En concreto, se ha visto que en niños ayuda a
verbalizar la ansiedad y mejora las habilidades sociales (Grimm y Pefley, 1990). Además,
Barrocal (2011, pp. 25-26) afirma que “cuando escuchamos música que nos gusta, se activan
determinadas sustancias químicas en nuestro organismo que actúan sobre el sistema nervioso
central (SNC). Se estimula la producción de neurotransmisores (dopamina, oxitocina,
endorfinas…) obteniéndose un estado que favorece la alegría y el optimismo en general”.

Todos estos conocimientos de cómo la música afecta a la salud, se recogen y emplean


en la rama de musicoterapia, definida por la RAE (2001) como “el empleo de la música con
fines terapéuticos, por lo general psicológicos”. En palabras de Verónica et al. (2015, p. 96)
“la musicoterapia es una disciplina funcional y sistemática que requiere de métodos y
técnicas específicas para mantener o rehabilitar la salud de los pacientes, de sus familiares y
del personal de salud que interactúa en ese momento.” La existencia de la musicoterapia
refleja el conocimiento de que el empleo de la música en terapias mejora la salud física,
emocional y social, lo que se evidencia de manera importante en la salud mental.

El género musical se refiere al conjunto de rasgos que hace que una canción sea
clasificado como jazz, clásico, hip hop, rap, etc. Esta clasificación ha sido utilizada durante
muchos años y nos permite determinar la forma intrínseca de una canción incluso antes de
escucharla, es decir, el género al que pertenece, nos indica más o menos qué instrumental
emplea, la sonoridad, el tempo, e incluso qué estilo de vestuario y apariencia puede llegar a
tener una persona que se identifique con dicho género, entre otras cosas. Estudios indican
que, a parte de otros datos como el artista, la letra y título de dicha canción, el género es lo
más llamativo a la hora de buscar y escuchar una canción (Lee y Downie, 2004).

Relacionando la música con las emociones, ya han habido estudios que han
pretendido clasificar la música en vez de su género, según la emoción que ésta genera; a

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pesar de que los usuarios tienden más a buscar en base a la segunda clasificación o según el
artista, el mayor poder de la música es comunicar y generar emociones, por ello el interés de
clasificar según la emoción (e.g. Huron, 2000; Markov y Matsui, 2014). La afirmación sobre
la capacidad emocional de la música ha sido ya respaldado por estudios como el de
McFarland (1984), que muestran que la música en sí misma, sin atender a géneros, influyen
directamente en el estado de ánimo y el afecto. En cambio, esta clasificación en base a las
emociones ha sido complicada de realizar, debido a la dificultad de la recogida de datos
subjetivos en cuanto a dichas emociones (Yang et al., 2008). En el estudio de Li et al. (2009)
compaginan ambas clasificaciones, en base a estudios previos que muestran que el género y
la emoción que éste ocasiona están relacionados. Aun así, vemos que estas investigaciones
muestran distintas limitaciones como: presentación de música en insolación (e.g. Dalla Bella,
Peretz, Rousseau y Gosselin, 2001), basados en estímulos artificiales (e.g. Bresin y Friberg,
2000) o utilizan exclusivamente música clásica, lo cual según estudiaron Eerola y Vuoskoski
(2011) se da en el 50% de las investigaciones; por ello, creemos que hay necesidad de realizar
un análisis más detallado sobre qué tipo de emociones causan distintos géneros musicales en
los oyentes.

Por otro lado, el estudio de Roberts, Dimsdale, East y Friedman (1998) muestra que
los adolescentes tienden a tomar más conductas de riesgo según aumente su respuesta
emocional ante la música (sobretodo si ésta era negativa), también relacionado con niveles
más altos de sintomatología depresiva, como exponen los resultados del estudio de Ekinci et
al. (2013) en el Children’s Depression Inventory (CDI). Dichas conclusiones se ven
respaldadas por otras investigaciones como las de Martin, Clarke y Pearce (1993) y Brown y
Hendee (1989), que indican que ciertos tipos de música como el heavy metal o el punk rock,
se correlacionan con pensamientos suicidas, autolesión y abuso de sustancias en adolescentes.

También se ha visto una serie conductas o emocionalidad según la preferencia


musical, por ejemplo, los adolescentes que prefieren el dance o el hip-hop, tienden a
consumir más alcohol que otros adolescentes que prefieren otros géneros, mientras que
aquellos que prefieren el heavy metal, presentan resultados altos en el CDI y una mala
relación con las figuras parentales (Ekinci et al., 2013). Además, se observa que hay tres
grupos de emociones relacionados con géneros empleados en este estudio: el conjunto de
emociones de ira, tristeza y miedo o preocupación están relacionados con el heavy metal, el

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rock y el rap. Mientras que, en el segundo caso, la agrupación de ira y tristeza se ve originado
por el género pop, y por último, la tristeza se relaciona con la música clásica y el dance/hip
hop; asimismo, aquellos que pertenecen a estos dos últimos grupos presentan menor nivel en
la emocionalidad, es decir, se observa correlación, pero la intensidad de esas emociones es
más baja que en el primer grupo. Ekinci et al. especulan que la relación entre un género
musical y la depresión ya no es tanto el gusto por dicho género, sino más bien el acto de
elegir escucharlo. Señalan, de este modo, la importancia de las letras de las canciones (por
ejemplo, en el heavy metal, por lo general se habla de rebelarse contra la autoridad, normas
sociales y obligaciones) y por ello, debido a que la música es un componente básico de la
vida adolescente, si se escucha mucho sobre un tema, éste calará en el menor. Aun así, en sus
estudios no hallaron correlación suficiente como para afirmar que comprender la letra o que
está fuera significativa para el adolescente estuviera relacionada con niveles altos de
sintomatología depresiva. Por otro lado, lo mencionado anteriormente sobre el consumo de
alcohol y su conexión con el hip hop, aclaran que podría darse debido a que en donde se
suelen poner estas canciones son en sitios con consumo de alcohol. De esta manera, intuyen
que todos los comportamientos abusivos enumerados previamente se hallen más ligados a la
cultura que rodea al género musical que el género en sí mismo. Finalmente Ekinci et al.
(2013) coinciden con la conclusión de Roberts et al. (1998), que lo que realmente influye en
niveles altos de CDI es si los adolescentes al escuchar música tienen pensamientos
negativos, más allá de cual sea su preferencia musical.

Aun así, la relación entre la preferencia musical y determinadas conductas y perfiles


psiquiátricos todavía no está del todo clara ya que los géneros en los que mayormente se han
centrado han sido en el heavy metal y el rap, estando éste último relacionado con el abuso de
alcohol y sustancias y comportamiento delincuente, según el estudio de Chen et al. (2006).
Por ello, nos resulta interesante plantear cómo afectan distintos géneros a las emociones, y de
forma específica, a los adolescentes, debido a que presentan una emocionalidad más intensa
que los adultos (Greene, 1990) y porque tiene un impacto muy importante en sus vidas, sin
importar el género de preferencia (Council on Communications and Media, 2009). Además,
debido al uso del internet entre los adolescentes y la facilidad de encontrar todo tipo de
música en el mismo, el impacto de ésta sobre sus vidas ha aumentado en estos años (Tarrant,
North y Hargreaves, 2000).

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Definir las emociones se trata de un trabajo costoso, debido a su carácter subjetivo. En
cambio, los investigadores coinciden en que éstas se pueden diferenciar en base a si son
placenteras o desagradables, o en otras palabras, si generan afectividad positiva o negativa.
Desde hace años, la diferenciación entre los afectos positivo y negativo se considera como
esenciales para la separación conceptual entre la depresión y la ansiedad (Tellegen, 1985).
Ambos trastornos comparten un Afecto Negativo (AN) alto, pero solo la depresión se
caracteriza por una puntuación baja de Afecto Positivo (AP). El AN es un rasgo que indica la
propensión o tendencia de una persona a experimentar emociones de corte negativo (tristeza,
asco,...), es decir, la inclinación a sentir malestar en general; está compuesto por tres
elementos característicos, los cuales son: la expectativa ansiosa o en otras palabras,
anticipación a lo que pueda pasar, la repetición, que se puede reflejar como preocupación,
rumia, evitación… y el ánimo disfórico o difícil, molesto, irritable… Por otro lado, el AP se
define como el nivel de actividad, tener energía y entusiasmo por la vida, una relación buena
con el ambiente y los otros, seguridad en uno mismo, es decir, bienestar en general (Clark y
Watson, 1991).

En base a estos conceptos Clark y Watson (1991) crearon lo que se conoce como el
“Modelo Tripartito” para explicar la ansiedad y la depresión; el modelo dice que la
sintomatología puede ser explicada por los tres componentes de distress general (el AN alto),
la hiperactivación fisiológica (típico en la ansiedad) y la anhedonia o incapacidad para
experimentar placer, fatiga, bajos niveles de confianza y asertividad, languidez (el bajo AP)
que forman a la ansiedad y depresión. Este modelo ha sido muy útil para definir e identificar
distintos trastornos relacionados con la ansiedad y la depresión recogidos en el DSM V.

Estos valores pueden ser medidos con distintas pruebas psicométricas, pero en este
trabajo se emplea el autoinforme Positive Affect and Negative Affect Schedule (PANAS),
instrumento breve creado por Watson, Clark y Tellegen (1988). La idea inicial de los autores
para la construcción del instrumento fue la obtención de una medida del afecto basada en
descriptores “puros”, es decir, en el AN y el AP. El PANAS está destinado para población
adulta, por lo que en nuestro estudio va a ser usado su versión para niños y adolescente, el
Positive Affect and Negative Affect Schedule para Niños y Adolescentes (PANASN) de Sandín
(1997) cuya fiabilidad y validez fue probada por él mismo en un estudio empírico (2003),
dado que en esta población la diferenciación entre ansiedad y depresión es aún más compleja

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que en la población adulta. Nos resulta interesante emplear este instrumento tomando como
referencia el estudio de Roberts et al. (1998), ya que lo utilizan para determinar si las
emociones generadas por la música dan lugar a mayores comportamientos de riesgo.

En relación a este trabajo y qué clasificación musical empleamos, hemos seleccionado


la de la investigación hecha por Roberts et al. (1998), de ocho géneros diferenciados, ya que
como se indica en el estudio de Markov y Matsui (2014) a lo largo del tiempo aparecen cada
vez más estilos mientras que otros géneros se van anticuando y pasan a ser olvidados o
irrelevantes; añaden además, que a veces las categorizaciones pueden ser subjetivas e incluso
arbitrarias, ya que consideran que lo que representa a un género musical no es únicamente el
audio, sino también otros factores como el baile que rodea a dicho género, las letras,
conexiones políticas y religiosas, etc., en otras palabras, la cultura que lo caracteriza. Debido
a la gran amplitud de géneros que existen, como explican los autores que hemos señalado
anteriormente, nos hemos inclinado por usar una definición de género musical más simple, y
por ende, una clasificación más reducida de estilos musicales, de tal manera que el estudio se
presente atractivo para los participantes y la cumplimentación del test no resulte tediosa, ya
que hay que tener en cuenta la población a la que está dirigida y la fatiga que puede crear el
proceso.

En la investigación se tendrá en cuenta la emocionalidad del género musical en tanto


si causa afectividad positiva o negativa; de este modo, nos ahorraremos el problema inherente
de definir las emociones (ya que estas son subjetivas de la experiencia humana) de tal manera
que sea aceptable para la mayoría de los investigadores de la emoción (Frijda, 2007).

En los últimos años el estudio del poder de la música en la psique ha tomado cada vez
más importancia, uniendo a psicólogos, músicos e investigadores para dar respuesta a las
posibilidades de uso. Por ello nos surge una pregunta: ¿valen todos los géneros musicales
como herramienta terapéutica o hay algunos más recomendados? ¿Influye también las
preferencias musicales de una persona a las emociones que una canción puede generar?
Dichas dudas las procuraremos responder en este estudio.

En resumen, este estudio se pretenderá, como primer objetivo, en dar respuesta a qué
géneros causan emociones de corte positivo y cuáles displacenteros en adolescentes,
empleando una adaptación del autoinforme Positive Affect and Negative Affect Schedule para

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NIños y Adolescentes o PANASN (Sandín, 1997), siendo la primera hipótesis que habrá
diferencias de Afecto Positivo y Afecto Negativo entre los distintos géneros musicales. Como
segundo objetivo, pretendemos averiguar si estas emociones se ven influenciadas por la
preferencia musical del adolescente, siendo nuestra segunda hipótesis que habrá un mayor
Afecto Positivo en el participante a la hora de escuchar su género de preferencia. Así que se
pueda determinar de alguna manera qué estilos musicales son más recomendables de
escuchar como herramientas terapéuticas.

Método

Participantes

Para estudiar la relación entre géneros musicales y las emociones que éstas generan
contamos con una muestra de 90 chicos y chicas de procedencia española, de los cuales 53
estudian ESO (Educación Secundaria Obligatoria), 31 Bachillerato y 6 Grado Medio. De este
número total 57 (63.3%) fueron mujeres y 33 (36.6%) hombres. La edad comprendida fue de
entre 12 a 17 años, cuya media es 15.15; esto se debió a que nuestro estudio se centra en las
edades de la adolescencia.

La selección de la muestra fue aleatoria por estratos debido a la selección del rango de
edad para centrar este estudio en los adolescentes, con el posible sesgo del deseo de realizar
la encuesta, debido a su carácter telemático. La encuesta en la que se recogían los datos del
estudio fue enviada por redes sociales a los tutores legales de los participantes, quienes
firmaban el consentimiento informado y le hacían llegar el cuestionario a los menores.

Instrumentos

Para la recogida de datos se utilizó una encuesta online de Google. Se empleó el


Positive and Negative Affect Schedule para Niños y Adolescentes (Sandín, 2003) que se
presenta en el Anexo II; se trata de un instrumento breve, ya que tiene solo 20 ítems, 10 de los
cuales están dirigidos a medir el Afecto Positivo (interés, excitación, entusiasmo, orgullo,
inspiración, determinación, atención y activación) y otros 10 el Afecto Negativo (culpa,
aflicción, molestia, miedo, hostilidad, irritación, vergüenza, nerviosismo y agitación) y se
cumplimenta en 5 minutos aproximadamente. Los adolescentes debían marcar cada ítem en
formato tipo Likert con 3 opciones de respuesta: 1 (Nunca), 2 (A veces) y 3 (Siempre). De

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este modo, se obtiene una puntuación absoluta de 10 a 30 tanto del Afecto Positivo (AP)
como del Afecto Negativo (AN).

Los ítems 1, 3, 7, 9, 11, 12, 13, 16, 17 y 19 fueron editados de tal manera que las
respuestas pudiesen variar tras escuchar cada género, pero con el mismo significado
intrínseco del ítem original. Esto se realizó debido a que algunos se hallaban redactados de
manera muy general; por ejemplo, el ítem 1 originalmente se exponía como “Me intereso por
la gente o las cosas”, mientras que en nuestra edición se presenta como “Ahora me intereso
por la gente o las cosas”, dándole un carácter más inmediato. Los ítems originales se
encuentran en el artículo de Sandín (2003, p. 177) sobre el Positive and Negative Affect
Schedule para Niños y Adolescentes (PANASN).

El uso de este instrumento nos resulta interesante por su brevedad, facilidad de


aplicación y comprensión por parte de los participantes, tomando como ejemplo el estudio
realizado por Roberts et al. (1998), quienes lo aplican para observar la relación entre una
respuesta emocional fuerte ante la música y la posibilidad de presentar comportamientos de
riesgo en adolescentes, además de haber sido constatada la validez y fiabilidad para la
medición de la emocionalidad en su traducción al español.

Procedimiento

Debido a la pandemia vivida en la primavera del 2020 por el virus COVID-19 hubo
que modificar el planteamiento inicial de realizarlo en varios colegios de forma presencial.

En primer lugar, la encuesta online de Google fue pasada por redes sociales, como
Whatsapp, junto con el PDF del consentimiento informado (Anexo I) a rellenar, ya fuese con
firma electrónica o escaneando la firma física. Dichos consentimientos fueron enviados al
correo electrónico que se indicaba al inicio.

La encuesta recoge, tras explicar brevemente de qué va a tratar la prueba, los datos
generales del participante y el consentimiento informado para los representantes legales,
debido a que la muestra se trata de menores. Entre la información recogida se encuentran las
iniciales (para relacionar los consentimientos informados con la encuesta), la edad (cuyo
rango debía de ser de entre 12 a 17 para ser incluido en el estudio como se indicó en el
apartado Participantes), el género (pudiendo seleccionar: hombre, mujer u otro) y estudios

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que realiza en la actualidad (pudiendo seleccionar: ESO, Bachillerato, Grado Medio o “no
estudio”).

Tras esto, el participante debía pasar a la siguiente fase en donde se presentaron 8


canciones (una para cada género), las cuales fueron elegidas en español de tal manera que la
lengua no fuese un sesgo en el estudio. Las seleccionadas fueron las siguientes, cuya duración
media fue de 3’54’’:

Género Musical Nombre de la canción Autor/Artistas Año

Clásico Serenade Schubert 1828

Indie Alta Fidelidad Lori Meyers 2008

Country El Potro Lobo Gateado Country Roland Band 2005

Heavy Metal Maldito Sea Tu Nombre Ángeles del Infierno 1984

Reggaeton Lo Que Pasó, Pasó Daddy Yankee 2004

Pop La Chica de Ayer Nacha Pop 1980

Rock Oye Mi Amor Maná 1992

Rap Efectos Vocales Nach 2008

Tabla 1. Datos básicos sobre las canciones empleadas en el estudio.

La metodología de presentación de las canciones y los Positive and Negative Affect


Schedule para Niños y Adolescentes (Sandín, 2003) fue la misma para los 8 géneros. En
primer lugar se exponía la canción a la que el adolescente debía prestar atención, y a
continuación, al pasar a la siguiente página, se encontraban con el Positive and Negative
Affect Schedule para Niños y Adolescentes a rellenar.

Una vez escuchado y complimentado las ocho fases se recogía la preferencia musical
del participante bajo la pregunta “¿Cuál es el género que más te gusta escuchar
normalmente?” pudiendo elegir entre los ocho géneros previamente mostrados. Finalmente,
debían pasar a la última página del cuestionario y darle a “Enviar”, de esta manera, las
respuestas se registraban de manera online.

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Diseño

El análisis de los datos obtenidos del estudio se han ejecutado en base a la definición
de las variables explicativas y de respuesta. Podríamos afirmar que estamos ante un estudio
de ANOVA factorial mixto debido a que, en primer lugar, se planteó como factor intragrupo
el género musical, dividido en ocho como ya hemos presentado anteriormente, y como
variable de respuesta (VR) la emocionalidad separada en Afecto Positivo (AP) y Afecto
Negativo (AN). También se controló la preferencia musical de cada individuo siendo éste el
factor intergrupo, para ver si existe relación entre dicha preferencia y mayor Afecto Positivo.
La edad de los participantes se tomó como variable control, ya que deseamos obtener
resultados que sean representativos para la adolescencia, y se marcó dicho rango de edad
(12-17 años).

Resultados

Los datos obtenidos de los ocho Positive and Negative Affect Schedule para Niños y
Adolescentes (Sandín, 2003) de cada participante se analizaron estadísticamente con el
programa SPSS, empleando tres ANOVA de medidas repetidas, dos para la primera hipótesis
(Afecto Positivo y Afecto Negativo por separado) sobre la diferencia de emocionalidad entre
géneros y otro para la segunda hipótesis, la existencia de mayor Afecto Positivo en el género
musical de preferencia.

En el análisis de la varianza del género musical se observó un efecto significativo en


la variable del AP F (5.63, 501.12) = 14.17; p < 0.001, η²p= .54; teniendo un tamaño de
efecto grande. Como podemos observar en la Figura 1 el estilo que más emociones positivas
genera es el Reggeaton con una media de 22.25 (SD = 5.62), cuya diferencia es significativa
frente al resto de géneros (p < 0.001). En cambio, el género que tiene la media más baja de
AP es el Country (M = 17.46, SD = 5.79), aunque, observando las comparaciones por parejas,
las diferencias entre éste y el Heavy Metal (p > 0.99, SD = 5.43), el Pop (p > 0.99, SD =
5.36), el Rock (p > 0.99, SD = 5.90) y el Rap (p > 0.45, SD = 5.85) no son significativas.

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Figura 1. Medias de Afectos Positivos según el género musical.

Continuando con la primera hipótesis, al analizar la relación entre el género y el AN


observamos una conexión significativa entre ambos, F (5.54, 493.74) = 9.70; p < 0.001, η²p=
.45, presentando igual que en el caso anterior, un tamaño de efecto grande. Tal como
representa la Figura 2 el género que causa mayor emocionalidad negativa y significativa
frente a los otros géneros musicales (p < 0.001) es el Heavy Metal con una media de 15.70
(SD = 4.46). El estilo musical que genera menor AN es el Reggaeton obteniendo de media
11.98 (SD = 3.24), aunque esta diferencia no es significativa frente al Clásico (p > 0.24, SD =
3.61), al Country (p > 0.99, SD = 3.70) y al Pop (p > 0.99, SD = 3.50) si observamos las
comparaciones por parejas.

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Figura 2. Medias de Afectos Negativos según el género musical.

Tras la exposición de estos datos, podemos definir tres grupos: los que crean buenas
sensaciones y no malas y que son bastante elegidos, los “indiferentes” (valores medios tanto
de Afecto Positivo y Afecto Negativo) y los géneros que dan lugar a mayores sensaciones
negativas que positivas. En el primer grupo podríamos incluir al Reggaeton, Pop, Indie y a la
Clásica, en el segundo al Country y Rap, y por último al Heavy Metal y al Rock. Se observa
que entre aquellos géneros que no había diferencias lo suficientemente significativas o bien
eran de musicalidad parecida (ritmo, instrumental, temas en las canciones, etc.) o coincidían
en estar en dichos “grupos”.

Por último, para la segunda hipótesis que afirma que habrá mayor AP según la
preferencia musical de cada adolescentes observamos un efecto significativo entre estas
variables F (34.40,475.89) = 2.00; p < 0.001, η²p= .12; con un tamaño de efecto medio.

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Género N

Clásica 4

Indie 3

Country 0

Heavy Metal 1

Reggaeton 32

Pop 35

Rock 2

Rap 13
Tabla 2. Número total de sujetos que eligieron cada género como su preferencia
musical.

Como se puede ver en la Figura 3, que refleja como AP la media de de Afectos


Positivos obtenidos en los 8 géneros, la media de AP es mayor según el género de
preferencia, salvo en los casos del Indie, el Pop y el Rock, que tienden al Reggaeton; esto
puede deberse a que, como hemos visto anteriormente, este último género es el que obtiene
mayor puntuación de Afecto Postivo. En la Figura 3 no aparece en “Preferencias” el Country
ya que, como se expone en la Tabla 2, ningún sujeto seleccionó este género como su
preferencia.

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Figura 3. Diferencia de medias de AP según el género musical de preferencia.

Discusión

Como bien hemos visto, la música se trata de un elemento fundamental en la vida


cotidiana del ser humano, y especialmente, en la de los adolescentes, como nos señalan
numerosos estudios que han pretendido analizar este impacto. Este arte influye en los signos
vitales, la digestión y funciones psicológicas (e.g., Alvin, 1966; Cook, 1981), pero sobre
todo, permite comunicar emociones a través de procesos complejos y de esta manera
generarlas en el oyente, hechos que se ven secundados por los resultados obtenidos en este
estudio.

Nuestra investigación se encuentra en el área de las emociones y la música, de tal


manera que relacionando ambas, se pueda determinar qué estilo musical es más
recomendable para el uso terapéutico centrado en adolescentes. Los objetivos de este estudio
se orientaron en confirmar que habrá diferencia de emocionalidad positiva y negativa según
el género musical que se escuche y que éste mayor Afecto Positivo depende de la preferencia
musical del oyente. Nos resultaba interesante plantear estas cuestiones a los adolescentes de
forma específica, ya que, como afirma Greene (1990) éstos presentan una emocionalidad más
intensa que las personas adultas.

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Los datos de nuestra investigación muestran una clara diferencia de resultados en el
afecto según el género musical que se escuche, creándose así los tres grupos de géneros
musicales que expusimos previamente: en primer lugar Reggaeton, Pop, Indie y a la Clásica
(altos niveles de Afecto Positivo), en el segundo al Country y Rap (niveles medio de afectos),
y por último al Heavy Metal y al Rock (Niveles altos de Afecto Negativo). Estos datos
pueden verse relacionados, como indican otros estudios tales como el de Ekinci et al. (2013)
sobre la relación entre el consumo de sustancias y la música, con la cultura del género más
que con el estilo musical en sí. Por ejemplo, las canciones del Reggaeton están más
vinculadas a la fiesta, quedar con amigos y la diversión, pudiendo generar en los oyentes
estas mismas sensaciones al escucharlas en un contexto distinto. Además, tal como refieren
varios estudios (e.g., Greenfield et al., 1987) la repetición de mensajes concretos en las
canciones cala en los adolescentes, y entre todos, este es el género del que más se habla de
cosas relacionadas con aquellos elementos que forman parte del Afecto Positivo. Estos
estudios añaden que los adolescentes añaden su propio significado a lo que escuchan en las
canciones, dándoles un significado individual y único en base a su experiencia propia, esto
es, por ejemplo, los contextos en los que suele escuchar dicha música (Sousou, 1997).

Por otro lado, la música Pop forma parte de un género muy amplio, con gran registro
tanto de musicalidad como de mensajes o, según la definición del Oxford Learner’s
Dictionary (2020) es el “estilo musical nacido en la década de 1950, que tiene elementos de
la música rock, el soul y de otros géneros populares de la época y se caracteriza por su
estructura sencilla y directa y por la especial importancia que se concede a la melodía”. En
otras palabras, es un género que cubre múltiples registros y que puede dar lugar muy distintas
emocionalidades, como hemos podido comprobar, ya que la propia concepción de este género
se basa en ello. Además, el Pop se presenta en contextos muy heterogéneos de la vida
cotidiana, por lo que también genera un gran rango de emociones por la mera relación
inconsciente del oyente.

De esta manera, observamos que los géneros que se encuentran en el grupo que
causan, sobre todo, emociones positivas se tratan de aquellos que están relacionados con
contextos que dan lugar a este mismo tipo de emociones.

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En cambio, lo que creemos que ocurre con otros géneros, en concreto con el Heavy
Metal que obtuvo la mayor puntuación de Afecto Negativo, no es que el género en sí sea
“malo”; sino que históricamente es un estilo musical que se relaciona con el desahogo de
emociones como la ira o la rabia y de mensajes de rebelión contra las autoridades y las
normas, por lo que, en connotación lo visto previamente, las emociones que el género
musical causa están en sintonía con estos apuntes. De igual manera, nuestros datos coinciden
con los de varios estudios, como los de Ekinci et al. (2013), que señalan que aquellos
adolescentes que escuchan este Heavy Metal, Rap y Rock tienden a experimentar de manera
más significativa sentimientos de ira, tristeza y miedo o preocupación, frente a otros grupos
de géneros musicales (los cuales también tienen similitud con los grupos generados en esta
investigación). Esta información se ve reflejada en nuestro estudio conteniendo los tres
géneros musicales los valores más altos de Afecto Negativo, que reúne emociones como las
expuestas previamente.

Creemos, a pesar de ello, que para el uso de la música como herramienta terapéutica
hemos de conocer los gustos del adolescente al que tratamos, ya que, como se observa en
nuestros resultados, la preferencia musical influye en mayor grado de Afecto Positivo. Solo
en tres casos el nivel más alto de AP no coincidía con el estilo de preferencia, pero en estas
contadas ocasiones el puesto con mayor Afecto Positivo lo ocupaba el Reggeaton, que
coincide con ser el género con mayor AP de media.

Aun así, no creemos que en todas las circunstancias se deba usar el Reggeaton para
causar emociones placenteras, ya que, al escuchar la música que nos agrada, en el sistema
nervioso central se segregan gran cantidad de neurotransmisores relacionados con la alegría y
el placer (Barrocal, 2011). De tal manera, es más útil emplear un género poco convencional
pero que agrade al adolescente, que el que este estudio destaca como más idóneo; además,
habría que tener en cuenta los objetivos terapéuticos, en cuanto a si se quieren
exclusivamente originar sensaciones positivas o se pretende explorar otros sentimientos, por
ejemplo. A pesar de esto, previos estudios sugieren que la mayoría de los adolescentes se
sienten más positivos al escuchar el género musical que prefieren, pero que aquellos que
tienen sensaciones y pensamientos negativos al hacerlo, tienen riesgo de padecer
psicopatologías (e.g. Martin et al., 1993); opinamos que este dato es de gran importancia a la
hora de usar la música en terapia, ya que, como muestran otros estudios (Gowda, Harish,

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Preeti, Thesia y Magaji, 2014) sobre la preferencia musical y el consumo de cannabis, la
música tiene una importante capacidad de ejercer como herramienta proyectiva para los
adolescentes, e indican que la preferencia musical de los mismos pueden servir como señal de
los conflictos emocionales por los que está pasando el adolescente. Por ello, reforzamos la
idea de la importancia de la música en la vida de los adolescentes (Council on
Communications and Media, 2009) y sobre todo, el conocer las preferencias musicales del
paciente a la hora de emplear la música como herramienta terapéutica.

Debido a que, efectivamente la preferencia musical influye en la mayor sensación de


emociones positivas, podemos establecer una relación entre este hecho y lo mencionado
previamente sobre la cultura de los géneros musicales. Así, podemos llegar a comprender
mejor los niveles de afectos obtenidos en el Country y en el Heavy Metal.

Por un lado, el Country es un género musical que en España no tiene mucha


popularidad, de hecho, no se encuentra entre los ocho primeros favoritos de quienes escuchan
música de forma regular según el estudio de Ariño (2007); dichos datos coinciden con los de
nuestro estudio, puesto que en el nuestro el Country no ha sido elegido como género de
preferencia por ninguno de los participantes. Por ello, podemos llegar a comprender los
niveles bajos de AP y los altos de AN. De esta manera, pensamos que en futuras
investigaciones sería más idóneo emplear canciones del folclore español o del flamenco, para
comprobar si hay diferencias en los resultados.

Por otro lado, el Heavy Metal se trata de un género musical cuya cultura ha perdido
fuerza a lo largo de los años, pudiendo corroborarse en cuanto a que solo una persona eligió
este estilo como su preferido. Y así, los datos obtenidos de baja puntuación de AP y alta de
AN correlacionan con su poca popularidad, además de todos los datos expuestos previamente
en relación a investigaciones previas sobre los mensajes de sus canciones y musicalidad.

En relación a las limitaciones, la principal de este estudio fue tener que aplicar los
tests de forma telemática, sin control de la muestra ni de los participantes, ya que esto pudo
afectar a la validez de los datos recogidos, puesto que no sabemos cómo realizaron los
apartados, en qué momento del día ni la concentración, entre otras cosas. Debido a la
pandemia mundial por el virus COVID-19, se tuvo que rechazar la idea inicial de aplicar los
instrumentos en dos colegios desde el primer ciclo de la ESO hasta el segundo curso de

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Bachillerato de forma presencial. En cambio, esto a su vez también significó una mayor
variedad de participantes, haciendo el muestreo aleatorio, por lo que este estudio puede ser
generalizado al resto de la población con mayor validez.

Por ello, opinamos que para futuros estudios sería conveniente recuperar la idea
original de aplicación física, para así poder controlar variables como la atención y asegurar
que todos los participantes se centren en todas las partes del estudio, aplicándolo en distintos
colegios o institutos, asegurando la variedad en la muestra.

Por otro lado, el instrumento Positive and Negative Affect Schedule para Niños y
Adolescentes de Sandín (1997) se pudo ver afectado por el hecho de ser aplicado de forma
online, por ello también pensamos que podría probarse en otros estudios otra herramienta de
medida de emociones que sea de específica aplicación telemática, para así evitar posibles
errores en su uso.

De esta misma manera, pensamos que sería interesante en futuros estudios, exponer
varias canciones de cada género musical y en diversos idiomas, de tal manera que los
resultados no se vean afectados según si la canción aislada le pareció más placentera o
desagradable al sujeto. En caso de que así se hiciera, opinamos que lo más conveniente sería
separar a la muestra por grupos para que pasen por géneros en concreto, ya que en ese caso la
fatiga de los participantes se haría más notable.

Como conclusión, nuestro estudio indica que el género más idóneo para causar en los
adolescentes de hoy en día emociones positivas es el Reggaeton, pero que, orientándose al
uso terapéutico, el más útil sería el Pop, siendo el más amplio en su registro y mensaje, y el
más apreciado en este rango de edad. Por lo tanto, para el uso terapéutico de la música habrá
de tenerse en cuenta la predilección del paciente, ya que, obteniendo datos concluyentes de
que en cuanto más se acerque la canción a la que el adolescente se ha visto expuesto al
género que normalmente prefiere, podemos afirmar que mayor cantidad de emocionalidad
positiva y más potente se obtendrá.

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Anexo II. Positive and Negative Affect Schedule para Niños y Adolescentes (PANASN).

1 (Nunca) 2 (A veces) 3 (Siempre)


1. Ahora me intereso por la gente o las cosas

2. Me siento tenso/a, agobiado/a, con sensación de


estrés

3. Estoy animado/a o emocionado/a

4. Me siento disgustado/a o molesto/a

5. Siento que tengo vitalidad o energía

6. Me siento culpable

7. Ahora me podría asustar

8. Estoy enfadado/a o furioso/a

9. Estoy entusiasmado (por cosas, personas, etc.)

10. Me siento orgulloso/a (de algo), satisfecho/a

11. Estoy de mal humor (alterado/a o irritado/a)

12. Me siento despierto/a, «espabilado/a»

13. Estoy avergonzado/a

14. Me siento inspirado/a

15. Me siento nervioso/a

16. Siento que ahora podría tomar una decisión

17. Estoy atento/a, esmerado/a en la tarea

18. Siento sensaciones corporales de estar


intranquilo/a o preocupado/a

19. Estoy activo/a

20. Siento miedo

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