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UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA

FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS –CUM-


FASE II, TERCER AÑO, CICLO 2019
UNIDAD DIDÁCTICA DE SEMIOLOGÍA MÉDICA II
_____________________________________________________

Reproducido con fines docentes.

HABLEMOS DE BIOÉTICA1
2
José García Noval

¿De qué Bioética hablamos?

Principiemos por recordar que la parte esencial del espíritu de la Bioética, no es necesariamente
algo muy nuevo. En cierta medida, lo nuevo radica en la relevancia que han adquirido algunos
temas de interés, que aparecen acompañando a dilemas morales de las últimas etapas de la
modernidad. Como consecuencia de ello, el surgimiento de una discusión teórica sobre la validez
y prioridades de la aplicación de normas y principios cuya solidez parecía fuera de dudas hasta
hace algunas décadas (tal es el caso de la puesta en duda, en la práctica médica, de la
preeminencia del principio de beneficencia sobre la libre decisión de las personas sobre su
destino, reivindicada en el principio de autonomía).

La fecunda longevidad de las reflexiones sobre los valores, en particular en la práctica médica, es
importante tenerla en mente para reconocer, con modestia, que el nuevo conocimiento se instala
sobre las bases del pensamiento humanista construido por generaciones. La Bioética no es más
que una ética específica y especializada, aplicada a las ciencias biológicas y de la salud, o más
ampliamente a las ciencias de la vida, que crece sobre una tradición de pensamiento que hunde
sus raíces en la historia profunda de la humanidad. No todo, ni siquiera lo esencial es novedoso.

El doctor Van Rensselaer Potter, cancerólogo estadounidense que acuñó el término Bioética,
fue ambicioso en su propuesta. Vio el problema con una amplitud profética; quiso dar al término
una sentido ambiental y evolucionista, intentando crear un “puente” entre la cultura de las
ciencias y la de las humanidades. Su preocupación tocaba tanto a la supervivencia de la especie
humana como la de sus culturas. De ahí la pertinencia del título de su obra pionera en este campo:
“Bioethics: a Bridge to the Future” (Bioética: un puente hacia el futuro) publicada en 1971
(Gafo, Javier, 2001:15,16).

Interpretada así, la Bioética merece la definición más reconocida y enunciada por la Enciclopedia
de Bioética: “El estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias biológicas
y de la atención sanitaria, siempre que ésta sea examinada a la luz de los valores y principios
morales”.

1
Ponencia presentada en el Congreso de Medicina Interna, enero 2004
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Profesor de Bioética. Facultad de Ciencias Médicas. Universidad de San Carlos de Guatemala

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Simultáneamente a la versión de Van Reensselaer Potter nacieron otras interpretaciones también
ampliamente difundidas, como la del obstetra holandés André Hellegers. En este caso, el
objetivo era más restringido, se trataba de crear el puente entre la medicina y la filosofía moral
(ética), al extremo que su aporte ha sido considerado como el de una “revitalización de la ética
médica”. En la práctica, no obstante, el desarrollo de la bioética en ciertos escenarios y textos
con ese título con frecuencia se limita al abordaje de temas muy específicos de la ética médica,
tales como los relacionados con el principio y fin de la vida: la manipulación genética, clonación,
aborto, eutanasia, etcétera3. Aunque Potter se sintió un poco decepcionado del curso que siguió la
Bioética, no menospreció la importancia de los temas incluidos en los enfoques de Helleger.
(Gafo, Javier, Op. cit. p.16)

Coincidiendo con la importancia de esta “revitalización de la ética médica”, que incluye temas de
interés central en la profesión y en la educación médica, es necesario hacer una advertencia. Los
abordajes temáticos muy reducidos de la Bioética tiene dos riesgos: el primero, es el dejar fuera
de la discusión temas fundamentales de la ética médica que impactan la atención a la salud y la
misma relación médico enfermo; tal es el caso del impacto que tienen las distintas concepciones
de justicia en salud pública. Pensemos en la realidad de Guatemala: ¿qué tipo de oportunidades
tiene la mayoría de la población de bajos recursos para la conservación y recuperación de la
salud? ¿cuál debe ser la postura de los responsables de brindar la atención sanitaria ante la
inocultable exclusión por razones étnico-culturales en el país? ¿en qué tipo de situaciones
adquiere relevancia el principio de justicia en la relación médico-paciente? ¿cómo impacta a la
moral médica la frustración de la escasez de recursos para cumplir con la misión asignada?

El segundo riesgo de los abordajes limitados de la Bioética, es el de ceder a un reduccionismo


temático y metodológico que limitaría, a su vez, la comprensión de los fenómenos de la vida
social y natural que inciden en la vida y las conductas individuales (podríamos decir que en
buena medida las determinan). Nos referimos a que al omitir del pensamiento médico temas que
condicionan y determinan la salud humana, como lo es la salud ambiental, la cultura, las políticas
de Estado en todo aquello que de alguna forma toca la salud; o, por ejemplo, la salud psicosocial
que desemboca en fenómenos como la violencia masiva y el deterioro general de los valores
sociales que está en su origen, corremos el riesgo de alojarnos en una bola de cristal y de incidir
escasamente en los temas específicos que nos preocupan. Es decir, actuaremos empapados de
buena voluntad en un medio impermeable.

El “reduccionismo” no sólo lleva al olvido de acontecimientos nefastos para la salud, que parten
de claras violaciones a los valores humanos, sino que impide - justamente por el deterioro de tales
valores - el lograr el impacto buscado en la recuperación o construcción de valores en sectores
concretos de la sociedad (como los médicos y estudiantes de medicina), al olvidar las grandes
causas que influyen a desestabilizar la conducta social.

Voy a poner algunos ejemplos que ilustran la reflexión anterior. Es común la queja de que las
jóvenes generaciones de médicos y estudiantes de medicina tienen una relación inadecuada con
sus pacientes, que, con frecuencia, esta relación atenta contra los derechos básicos y, por ende,
3
Ver por ejemplo textos como: Lucas, Ramón (2003) Boética para todos. Trillas. México.

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contra la dignidad de los enfermos. Si esto es así, podríamos argumentar que toda discusión de
temas puntuales tendrá pocas perspectivas si no hacemos un esfuerzo por ampliar el ámbito de
reflexión y el ámbito de esfuerzos prácticos (el pensar y el actuar). De ahí que no resulta práctico
abandonar, por ejemplo, los esfuerzos de estudio de teorías más generales tanto de la ética misma
como de otras disciplinas que nos hacen comprender mejor la conducta humana, como no resulta
práctico abandonar la vigilancia de los valores y conductas de las instituciones en que nos
desenvolvemos profesionalmente (como universidades y centros de atención médica) . Incluso,
tenemos pruebas dramáticas recientes en nuestro país, de las consecuencias resultantes de no
tomar una actitud más activa como ciudadanos. Así, por ejemplo, podríamos dedicarle muchas
horas a la discusión sobre cómo actuar frente al enfermo terminal (y las conductas extremas como
la eutanasia y el ensañamiento terapéutico) y preguntarnos ¿cuales serían los efectos prácticos si
ignoramos otros temas? ¿qué sentido tiene discutir el valor de la vida, si no traemos a nuestra
conciencia el respeto por la vida y la dignidad de hombres, mujeres y niños que esperan largas
horas por una atención insatisfactoria? (problema que enfrentamos con más frecuencia que la
posibilidad de eutanasia). Por último ¿cómo evaluar nuestra moral médica si observamos
impávidos la descomposición en nuestros escenarios de trabajo? Cuando nos vemos en el dilema
de a qué paciente asignarle el único respirador ¿puede y debe quedar nuestra conciencia tranquila
cuando sabemos que se desviaron algunos millones de quetzales en obra innecesaria con los
obvios dividendos para funcionarios inescrupulosos?

Quiero dejar bien claro, que como Potter lo expresó, el llamar la atención sobre esta realidad
no significa mermar ¡ni un ápice! el interés por la discusión sobre los complejos como los
relacionados con el principio y fin de la vida. Se trata únicamente de intentar la coherencia.

Otro punto de partida que es necesario consolidar es la convicción de que no se puede crear un
ámbito propicio para la Bioética, sin mente abierta y plena libertad de opinión. Hay que recordar
que muchas de las ideas y conductas sociales que hoy consideramos valiosas, fueron alguna vez
propuestas atrevidas de grandes pensadores que, no pocas veces, sufrieron crítica implacable o
persecución y ostracismo. Hay una condición ineludible para abordar seriamente la bioética: el
respeto a las reglas de la deliberación y el diálogo, en que todos debemos observarnos como
“interlocutores válidos” como plantea la ética comunicativa. Como dijo recientemente una
distinguida profesora visitante, la Bioética, más que una disciplina es un ámbito dialógico.

II

¿Cómo nació el interés en la Bioética?

Suele aceptarse que la Bioética surge como una respuesta a los dilemas de orden moral que
compañan al avance tecnológico que, a partir de los años sesentas, impacta el ejercicio médico.
Se reconoce que la bioética, tal y como hoy se ha difundido con mayor amplitud, tiene su origen
en Estados Unidos de América. La mayor parte de textos que exploran la historia de la disciplina

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reconocen como elementos fundamentales en su desarrollo, entre otros, acontecimientos como
los siguientes4:
 El inicio de la hemodiálisis y la necesidad de sustentar criterios para la selección de
pacientes. La publicación, en 1962, en la revista Time Magazine de un artículo sobre los
criterios para la selección de los candidatos al procedimiento llamó la atención sobre el
problema y dio origen a una iniciativa (posiblemente la primera reconocida) para la
participación de profanos en la toma de decisiones (actualmente es ampliamente aceptada
la participación de no médicos en los comités de bioética).

 Sin duda hay otros progresos tecnológicos que estimularon la reflexión bioética, tales
como el respirador artificial, la fertilización in vitro , los avances en neonatología, el
transplante de órganos, etcétera. (recordar el primer transplante cardíaco realizado por el
Dr. Christian Barnard en Ciudad del Cabo, Sudáfrica).

Todos estos hechos representaron grandes aportes a la medicina y, con ello, a la humanidad, en la
medida que apuntaban a mayores posibilidades para el rescate y la prolongación de la vida. No
obstante, la buena noticia siempre se acompañó de dudas inquietantes. Se incrementaron los
dilemas morales que incluían interrogantes como ¿quién toma las decisiones y cómo se
fundamentan al momento de aplicar una técnica de uso limitado? (caso de la selección de
pacientes) ¿cuánto cuenta en las decisiones la perspectiva de la calidad de vida? ¿Cuáles son los
límites de la decisión médica? ¿Cuál es el peso de la voluntad del enfermo?

Si bien a los dilemas antes dichos se le suele atribuir un peso fundamental en el desarrollo de la
Bioética, no menos importante resulta el impacto, en la profesión médica y en los ciudadanos en
general, los abusos (muchos de ellos brutales) de la experimentación en seres humanos. Entre
otros son conocidos como paradigmáticos los siguientes:
 Los realizados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
 El experimento de Tuskegee, Alabama, en el cual se negó el tratamiento con antibióticos
a individuos de raza negra afectados por la sífilis, para poder estudiar el curso de la
enfermedad (la “historia natural de la enfermedad”) (Gafo, Op cit. p.18)

Hechos como los anteriores, además de conmocionar a la comunidad médica y a la opinión


pública, trajeron como secuela positiva iniciativas oficiales (gubernamentales e institucionales)
que han permitido colocar a la Bioética como un centro de interés en el trabajo sanitario. Ejemplo
de ello es la llamada Comisión Nacional de los Estados Unidos (1974-1978) que produjo el
“Informe Belmont” que enfatiza en el derecho de los grupos vulnerables. Es de reconocer que
un acontecimiento anterior tuvo un papel de sensibilización fundamental: el Juicio de
Nuremberg que puso a la vista del mundo crímenes de lesa humanidad, incluyendo
experimentos atroces en seres humanos.

Al reconocer la importancia de este surgimiento y desarrollo reciente de la Bioética


(particularmente en los Estados Unidos de América) hay que saber también observarla, como ya
se dijo, como respuesta a nuevos desafíos y necesidades de la sociedad contemporánea.
4
Consultar, por ejemplo, la obra ya citada de Javier Gafo

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Respuestas, no obstante, que no nacen de un vacío axiológico (valores) absoluto. Para
comprender a cabalidad las propuestas contemporáneas y, así, poder afrontarlas con espíritu
crítico, es necesario reconocer el significado y dimensiones de la construcción histórica del
pensamiento humanista que, desde distintas culturas, ha guiado la llamada Ética Médica. Algunos
ejemplos, además del Juramento Hipocrático, conocido de todos, serían: el “Juramento de
iniciación” en la India del (siglo I a.C); el Juramento de Asph en el mundo judío (siglo III o IV
d.C ); Los cinco mandamientos y las diez exigencias, del médico chino Chen Shih-Kung (siglo
XVII) (Gafo, Op. cit. p.12). También en el mundo de las humanidades (especialmente la
literatura y pintura), no directamente ligado a la profesión médica, encontramos expresiones de
interés por la profundidad del acto médico. En la Eneida, poema épico de Virgilio, es el médico
Ipiax quien se refiere a la medicina como el arte del silencio (“ars muta”) o en el texto clásico de
Séneca, De Beneficiis, que al hablar sobre la amistad entre él y su médico, y preguntarse ¿Por
qué es que yo debo algo más a mi médico y a mi maestro que nunca terminaré de saldar...?
responde con un bello texto que describe las razones que hacen de un médico un profesional
ejemplar (Drane, James, 1998:70 y 96).

Seguirle los pasos al pensamiento ético tiene más de una función. Por una parte, como ya se dijo,
descubrir la grandeza de lo ya dicho y de quienes lo dijeron, lo que inevitablemente nos retornará
algo de modestia intelectual (hoy tan necesaria en el ámbito científico y en el médico en
particular). En segundo lugar, la observación de esa evolución no sólo muestra la necesidad de
profundización en la teoría filosófica sino del por qué de las rupturas y reconstrucciones de las
propuestas actuales.

Un claro ejemplo de lo anterior es la frecuente (aunque no siempre necesaria) contradicción entre


los principios de beneficencia y autonomía, difícil de aceptar a los médicos de buena voluntad, si
no se tienen en cuenta la génesis, evolución y ajustes necesarios, como respuestas a las nuevas
realidades de la medicina y de la sociedad.

Referencias Bibliográficas
 Beauchap, Tom L. & Childress, James F. (1999). Principios de Ética Biomédica. Masson.
Barcelona.522p.
 Drane, James F. (1998). Cómo se un buen Médico. San Pablo. Santa Fe de Bogotá.219p.
 Gafo, Javier (2001). 10 Palabras clave en Bioética. Ed. Vervo Divino. Navarra,385p.
 García Noval, José (2003). Tras el sentido perdido de la Medicina. AVANCSO.
Guatemala. 236p (versión 20/5/04)

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