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SENTENCIADO ETERNAMENTE

Por: Carla M. Soria Conde

Lino Medina, el Dr. Medina hoy; fue hace 10 años un joven impetuoso que salía de la escuela
de medicina con las ansias de cambiar al mundo, orgulloso de su siempre primer puesto en
todos los años de estudios universitarios iniciaba su profesión para demostrar sus habilidades,
sanar personas y ayudar a su comunidad.

Y antes de asentarse en un consultorio de Hospital, decidió visitar cada ciudad lejana de


nuestro País para ayudar a los demás, llegar a lugares donde los auxilios médicos solo se dan
una vez por semana y esto es que con suerte llegará un especialista a atender a los enfermos.
– “Son personas que no superarían una emergencia” – decía el doctor. Fue así como
emprendió el más emocionante de sus viajes… Salvar vidas.

Acompañado de su auto marca Honda Civic Sedan del 2006 (regalo de su abuelo, también
médico) se encaminó por vías que nunca antes había visto, conoció todo tipo de personas
entre amables y descorteces; había saboreado muchas exquisiteces entre conocidos platillos
hasta los más exóticos, pero también había conocido una realidad que no todos tienen
conocimiento sobre la salud de los más necesitados en el interior de nuestro país, sobre todo
los lugares más fríos, áridos y calurosos donde la gente muere hasta de una simple gripe o
picadura de un zancudo. Y es que para nosotros esas enfermedades sólo son una molestia, en
cambio para aquellos desafortunados son enfermedades mortales.

Al cabo de un tiempo de recorrer la sierra y selva del Perú, Lino viajaba al norte, donde un
amigo médico de su promoción llamado Fabián, lo recibió con los brazos abiertos en su
consultorio y almorzaron juntos en su casa donde le presentó a su esposa. Fabián insistió para
que Lino se quedara hasta el día siguiente y así retomar su viaje, pero Lino le agradeció por el
gesto y decidió seguir su camino prometiendo comunicarse con él cuándo llegue a su hotel. Así
fue como Lino se encaminó nuevamente por la panamericana norte y siguió su camino para
llegar a un pueblito lejano. Aproximadamente 20 minutos después inició una lluvia torrencial
propia de las lluvias de la Selva peruana, a lo que Lino se sorprendió muchísimo, pero le alegró
bastante puesto que le encantaba la lluvia.

Como alrededor de las 11:30 de la noche la lluvia se volvió intensa, casi no se podía ver la pista
y las llantas se esforzaban para no nadar entre tanta agua. Lino nunca había visto una lluvia de
tal magnitud ni siquiera en el Oriente. La lluvia provocaba frío y una densa neblina que
empañaba la luna frontal del vehículo y los espejos retrovisores. Lino no podía ver si había
algún vehículo adelante ni tampoco podía percatarse si había alguno atrás de él. Todo un
panorama aterrador.

El reloj automático de su carro marcó las 12 de la noche, y al marcarse la hora la radio dejó de
funcionar, la luz interna del carro se apagó y el vehículo empezó a temblar, Lino no se
explicaba la razón, cuando de pronto vio una silueta difícilmente perceptible por tanta neblina
que se encontraba al borde de la pista; al acercarse más se dio cuenta que era un hombre que
le hacía señas en señal de auxilio. Lino se estacionó cerca al hombre y le preguntó:

- Buenas noches caballero, ¿en qué puedo ayudarlo? – preguntó Lino.


- Buenas noches señor, estoy desesperado, necesito ir a la ciudad por un médico; mi
esposa está dando a luz en mi casa y parece que no se encuentra bien, ha perdido
mucha sangre. – enseñando sus prendas manchadas.
- Caballero, yo soy médico, tal vez pueda ayudarlo. – asentó Lino.
- Gracias a Dios, bendito sea doctor, yo lo llevaré. – contestó aliviado en esposo
- Entonces suba a mi auto, iremos a donde está su esposa. – aseveró el médico.

Lino cuenta que, dobló a la derecha de la pista por una vía sin asfaltar en cuyos bordes veía
sembríos de maíz dibujando el acceso, y como a 5 minutos de viaje llegaron a una casa de
madera propia de las haciendas norteñas. La casa tenía una estructura afrancesada con una
gran puerta y ventanas largas a los lados, el segundo piso se veían hermosos balcones con
decoraciones en los marcos y un ático muy puntiagudo. El hombre salió raudo del vehículo y
llamaba con sus manos a Lino, para enseñarle el camino hacia la emergencia. Al entrar, Lino
observó los hermosos muebles estilo Luis XV que decoraban la casa, una escalera en ele muy
bien alfombrada y en el segundo nivel habitaciones con puertas labradas con asas de bronce.
En la habitación frente a la vía de acceso, la más grande, se encontraba una mujer, la esposa
del señor de la casa que se encontraba en trabajo de parto.

- Doctor, mi esposa está en trabajo de parto desde las 6 de la tarde y ya son las 12 de la
noche, se ve cansada y muy adolorida. Ayúdela por favor.
- Pierda cuidado caballero, hare todo lo que está en mis manos para salvar a su esposa y a
su hijo.

Entonces dirigiéndose a la primeriza mamá y mientras alistaba sus cosas para intervenir,
decidió entablar una conversación con la paciente.

- Buenas noches Sra. Soy el doctor Lino Medina a sus órdenes. ¿Puede decirme su nombre
por favor?
- Arlin, doctor. Pronunció la paciente con dolor.
- Bien Arlin, no quiero que te preocupes ¿sí? Tú y tu bebe estarán bien siempre y cuando
me ayudes, necesito que no te duermas ok, quédate conmigo Arlin.
- Señor, necesito que me traiga una tina con agua caliente y varias toallas limpias, aquí hay
un problema, luego de traerme las cosas le ruego que espere afuera. Se dirigió el galeno al
esposo.
- Muy bien doctor, le traeré lo que necesita.

Lino se dio cuenta que Arlin no estaba dilatando, además que la posición del bebé era de pie,
lo que complicaba aún más su situación ya que las contracciones eran más frecuentes. El
instinto de salvar vidas le permitió arriesgarse en improvisar una cesárea posterior a la
inducción del parto, puesto que la madre ya estaba cansada. Lino le pidió a Arlin que hiciera un
esfuerzo para no quedarse dormida pues sería muy peligroso para ella y para su hijo. Y al cabo
de treinta minutos, Lino pudo ayudar a la joven madre trayendo al mundo a su bebé, los
llantos del pequeño hicieron que el padre ingrese de inmediato a la habitación y con lágrimas
en los ojos besó a su esposa y cargó a su hijo; se notaba la alegría inmensa de los padres. Lino
les mencionó que tenía que seguir su camino hasta el pueblo más cercano para su consulta
médica. Arlet le pidió al doctor que se quedara a pasar la noche, Lino agradeció el gesto, pero
decidió no aceptar ya que tenía compromisos que cumplir muy temprano en la mañana.

- Prometo que vendré mañana al medio día para ver cómo está la mamá y él bebe, además
aprovecho para traerles algunas medicinas que necesitarán. Buen trabajo Arlet. Mencionó
el galeno.
- Gracias a usted doctor. Mencionaron los padres muy agradecidos.

Al cabo de 20 minutos Lino llegó a su hotel, se dispuso a darse un baño de agua tibia e
inmediatamente se echó a dormir. A la mañana, se reportó con la organizadora de la campaña
médica que lo había contactado previo a su viaje para ubicarse en uno de los módulos que
habían preparado. Transcurrió la mañana y al promediar la 1 de la tarde, Lino regresaba por la
misma vía que lo desvió la noche anterior llevando pañales y medicinas. Al llegar al cruce, se
dio cuenta que ya no estaban las plantaciones de la noche, todo el camino estaba despejado y
la tierra árida se apoderó del paisaje. A medida que iba ingresando más a la vía y se acercaba a
la Hacienda, notó que la misma estaba descuidada, sucia y mal arreglada. Ya no estaban
aquellos detalles preciosos por los que se distinguía. Estacionó su auto y se acercó
rápidamente a tocar la puerta que por cierto estaba rajada y muy mal pintada. Luego de llamar
a la puerta, una señora de más o menos 72 años abrió, a lo que refirió:

- Buenas tardes joven, ¿que desea? Refirió la mujer


- Buenas tardes señora, disculpe que la moleste, vine a ver a la Sra. Arlin y a su bebe,
quisiera saber cómo han amanecido después de la dura noche de ayer.
- ¿Disculpe? No le entiendo, aquí no hay ningún bebe. Mencionó la señora.
- Soy el Doctor Lino Medina, ayer estuve en esta casa atendiendo un parto y quedé con los
señores en regresar para saber cómo están la mamá y él bebe. ¿Qué es lo que pasa?
- Pase por favor. Le invitó la mujer un poco abrumada.

Al ingresar a la casa, se dio con la sorpresa que estaba vacía, no había muebles hermosos que
decoraban la sala, no había alfombra en la escalera y no estaban las cortinas en las ventanas.
La mujer lo llevó a la sala de la Casa y le señaló un gran cuadro viejo y sucio en la pared.

- ¿Esta es la pareja con la que habló ayer doctor?


- Sí, es la Sra. Arlin con su esposo, explíqueme que es lo que está sucediendo.
- Le contaré: Arlin era mi hija, ella se había casado con Mauricio. Ambos se enamoraron
desde el colegio y estuvieron juntos hasta ese fatídico día. Todo pasó hace 10 años,
cuando yo me encontraba en Alemania y supe que mi hija estaba embarazada, había
programado mi regreso dos semanas antes del parto, para ayudarla. Pero una noche
lluviosa como nunca, Arlin tuvo complicaciones en el parto, desde las 6 de la tarde. Los
sirvientes se habían ido y solo estaban Arlin y Mauricio en la Casa, ella sangraba mucho y
el bebé no podía salir. Al no querer mover a Arlin, Mauricio salió solo y corriendo en busca
de ayuda a la pista a ver si alguien entraba con él a auxiliar a mi hija, pero nadie paraba.
Desesperado Mauricio regresó a la Casa solo para ver a su esposa y a su hijo muertos.
Mauricio se volvió loco, perdió la razón y al no soportar ver ese cuadro devastador, tomó
las sábanas de su cama, lo ató al balcón de su habitación y se colgó.
- ¿qué?, pero ¿cómo es posible? Yo los vi ayer, los atendí, es imposible.
- Le digo la verdad doctor, es muy penoso para mí contar nuevamente este hecho, pero así
pasaron las cosas.
- Y usted, ¿cómo sabe todo eso? Preguntó Lino muy curioso.
- Antes de perder la razón, Mauricio me dejó una carta contándome que no pudo salvar a
mi hija y suplicando mi perdón para luego quitarse la vida. Las autoridades locales me
mostraron fotos de cómo habían encontrado todo en la casa y fue desgarrador. Usted no
es el primero que viene a esta casa buscando a mi yerno o a mi hija, debe ser que
Mauricio aún trate de salvar a mi hija sin saber que está sentenciado eternamente a
cargar con esa culpa. Yo no vivo aquí, solo vengo algunos días a mantener la casa, o de
repente no quiero dejar ir a mi familia.
Luego de unos minutos más, Lino se despidió de la Sra. Constancia para regresar al pueblo,
todo el viaje se lo pasó pensativo y tratando de buscar una explicación a lo que le había
sucedido. Como un hombre de ciencia, Lino confiaba en lo que podía ver, pero esta
experiencia le mostró que hay cosas más allá de nuestro entendimiento que aún no
comprendemos.

Cada vez que Lino asiste a una reunión con familia o amigos, siempre cuenta esta historia que
a todo el mundo nos deja sorprendidos. A él le costó mucho asimilar lo que pasó, pero ahora
las cosas son diferentes. Tiene una familia muy amorosa, trabaja como director en un hospital
del lugar e inauguró un consultorio privado en la primera planta de su casa. Dice que de vez en
cuando suele viajar, sobre todo para relajarse, claro, mientras viaja, ya no atiende… ¿Quién
desea ir al norte?...

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