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Su Santidad Kirill, Patriarca de Moscú y toda Rusia

“Fue atormentado y ulcerado, pero cura toda enfermedad y toda dolencia.

Subido a un árbol y clavado; pero nos restaura con el árbol de la vida…

Muere, pero da vida y destruye la muerte con la muerte.

Enterrado, pero se levanta. Desciende al infierno, pero saca almas de él»

(San Gregorio Teólogo. Palabra 29. Sobre Dios Hijo).

¡Su Santidad!

En su bondad, el Señor nos ha concedido una vez más la oportunidad de celebrar


la Pascua. En estos días, cuando sentimos todo el peso del sufrimiento de los
miembros de nuestra familia humana, aplastados por la violencia, la guerra y las
múltiples manifestaciones de la injusticia, volvemos a admirar con el corazón
agradecido que el Señor ha tomado sobre sí todo el mal y todo el dolor de nuestro
mundo. Lo ha hecho para siempre y en todo el universo por la fuerza de su Cruz,
confiándose filialmente en las manos del Padre (cf. Lc 23,46).

Obediente a la voluntad del Padre, en la unidad del Espíritu, Jesús entregó su vida
para destruir la muerte. En verdad, la muerte de Cristo fue el comienzo de una
nueva vida y la liberación de las ataduras del pecado y la ocasión de nuestra alegría
pascual, abriendo ante todos los hombres el camino desde la sombra de las tinieblas
a la luz del reino de Dios.

¡Querido hermano!: recemos unos por otros para hacer creíble el testimonio del
mensaje evangélico de Cristo resucitado y de la Iglesia como sacramento universal
de salvación, para que todos entren en el reino de «la justicia, la paz y la alegría en
el Espíritu Santo» (Rm 14,17).

Que el Espíritu Santo transforme nuestros corazones y nos convierta en verdaderos


artífices de la paz, especialmente para la Ucrania desgarrada por la guerra, para
que el gran paso pascual de la muerte a la nueva vida en Cristo sea una realidad lo
antes posible para el pueblo ucraniano, que anhela un nuevo amanecer que ponga
fin a la oscuridad de la guerra.

Unidos en la oración mutua, encomendemos a nuestras Iglesias y a todos nuestros


hermanos a la intercesión de María, Madre de Dios, que estuvo con su Hijo en su
sufrimiento y en su muerte y participó en la alegría de su resurrección. Deseo
sinceramente a Su Santidad una feliz y bendecida Pascua.

¡Feliz Pascua!

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