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MIKROKOSMOS

6-11-2021
Cuentos cortos

Evelyn López Hernández


CESES
Índice

❖ La vieja Rosa

❖ Sueño de princesas

❖ La princesa y la sonrisa

mágica

La

mejor

decisión

❖ La niña de la playa

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La Vieja Rosa

Una niña llamada Rosa estaba en sus vacaciones de verano. Ella insistía a

sus padres para que la dejaran ir al campamento de su vida. El campamento

enseñaba a cantar, actuar, dibujar y tocar instrumentos. A Rosa le encantaba

“He aprendido
aprender nuevas cosas. Para a quererme
sus compañeros de la aescuela
mí mismo
ella por
era quien soy, quien fui y quien
apodada

como “nerd”. espero ser.”

BTS.
Rosa hacía cualquier cosa para que al menos le dijera “Vamos a ver”.

Un día de diciembre los padres la llamaron. Entusiasmada bajo para oír la

noticia. “Vas a ir a el campamento, pero no exactamente al que querías ir. Es…

más o menos similar”. Con una cara de berrinche que le ocupaba media cabeza,

Rosa dio la vuelta y subió a su cuarto nuevamente.

A la mañana siguiente la mamá de Rosa la despertó a las 7:50 de la

mañana. Tenía una maleta a su lado en la cual contenía toda la ropa de Rosa que

se iba a poner durante su tiempo en el campamento. “¿Ya hoy tengo que ir al

campamento? No es demasiado temprano” dijo con una cara de dormida.

Cuando el autobús la pasó a recoger, le tocó ir sentada a lado de un chico

rubio y con ojos grises. A Rosa se le hacía muy lindo, para que ella pudiera

disimular, no volvería a verlo de nuevo.

Tan educada como siempre no perdió su seriedad. “Su nombre es?” le

pregunto. “Ramiro” le contestó el chico rubio.

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Cuando llegaron al campamento, salieron del autobús y como iban bajando

a cada campista le iban asignando su cabaña en la cual van a pasar su estancia.

A Rosa le tocó el número 10 en donde sus compañeros son: Micaela, una chica

totalmente desconocida para ella, Ramiro, Paco, su vecino y Carolina.

Por la noche, Rosa ha decidido salir a caminar al bosque. Donde contaban

que si pisabas un piso de donde antes estaba la casa de la Vieja Elba en donde te

podrían suceder cosas terribles. Pero como Rosa no sabía sobre esa leyenda

siguió su rumbo.

Sus compañeros de cabaña se despertaron a causa del despertador de

Rosa y se dieron cuenta que ella no estaba en su cama. Por ende, salieron a

buscarla por todo el bosque. Buscaron por todas partes, en el comedor, en los

baños, en las cabañas de los demás y en el salón de actos. A nadie se le ocurrió

buscar en el bosque hasta que Micaela dijo; “Creen que haya ido al bosque? Es

tentador. Una persona nueva en este campamento nunca se resiste a ir allí”.

Todos buscaron a rosa por el bosque.

Carolina gritó tan fuerte que despertó a los maestros. “¡AAAAH!!!

¡¡¡Encontré a Rosa!!! ¡¡¡Es espantoso rápido!!!”.

Todos los compañeros se guiaron hacia dónde venían los gritos. Si, era

Rosa. Pero todos se llevaron una sorpresa y es que encontraron a

Rosa un poco extraña ya que se espantaba por todo.

FIN

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SUEÑO DE PRINCESAS

Había una vez una niña que se llamaba Lucy, a la que le encantaba leer. Se pasaba

horas bajo un árbol leyendo y leyendo, una afición que le hacía huir del aburrimiento de

las tardes veraniegas.

Le gustaban mucho los libros de hadas, magos y princesas, en donde a cada frase

que leía, disfrutaba de cada una de las palabras. Pero un día empezó a pensar:

-Blancanieves se encontró con un montón de enanitos, y para colmo, se fue a un

gran castillo con un chico divino. La bella durmiente se quedó dormida y la despertó otro

hermoso chico. Por otro lado, la Cenicienta se encontró con un hada medio modista que le

hizo la mejor ropa, luego perdió un zapato que le devolvió un príncipe y se terminó

casando con él. ¡Qué suerte había tenido esas chicas! A mí nunca me pasó nada

interesante.

Y se fue a dormir pensando en estas tres chicas suertudas. A los pocos minutos

quedó completamente dormida, su madre no podía despertarla, ni su padre, ni su amiga

Valeria, ni su perro Toby, nadie ni nada podía despertarla. Cayó en un sueño profundo

como la historia de la Bella durmiente.

Lucy se quedó en su habitación totalmente sola, hasta que de repente como por

arte de magia, aparecieron nada más y nada menos que los siete enanitos picaros que la

despertaron. Ella no podía creerlo, ¡eran iguales a los del cuento de Blancanieves!

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- ¡Qué contenta estoy! - Dijo Lucy.

Las siete personas le dijeron que tenía que conocer a alguien especial, y la

pequeña protagonista al oír eso, se le dibujó una gran sonrisa en su cara, no podía creerlo.

Uno de los enanitos le dijo:

- ¡No puedes ir con esa persona!, yo conozco a un hada modista que te va a vestir

con una ropa más adecuada para conocer a un bello príncipe.

Entonces el pequeño enanito llamó a un hada, pero no era un hada cualquiera,

sino que era justamente la que había vestido ¡a Cenicienta! Era un hada maravillosa que

dejó en su habitación estrellas y alegría nada más entrar. Además, le puso a Lucy el

vestido más bonito de todos los cuentos de princesas, de color Magenta, con una gran

cantidad de brillos que hacían iluminar por completo la habitación. Continúo haciendo un

hermoso peinado que resalta los preciosos ojos azul claro de la pequeña princesa. Por

último, le colocó unas zapatillas de cristal color plata, y mirándose en el espejo la pequeña

princesa Lucy exclamó:

- ¡Me parezco a una princesa de verdad!

-Falta algo. – Dijo el hada. – El transporte.

Al no tener calabazas, con una simple manzana hizo un hermoso carruaje que la

llevó al palacio donde le esperaba ¡su vecinito Mauricio!, que era incluso mucho más

guapo vestido de príncipe. Dentro del palacio había una gran pista de baile donde bailaron

sin parar hasta las diez de la noche, el límite que le obligó a cumplir el hada. Al llegar la

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hora volvió otra vez a su casa pensando en la hermosa noche que había tenido, con magia,

bailes, diversión y alegría.

De repente se despertó al sentir a Toby lamiendo su pequeña nariz y pensó que

esa noche ella también tuvo su propio cuento de hadas. En ese mismo instante tomó lápiz

y papel, y empezó a escribir su propia historia que comienza así: “Había una vez una niña

que se llamaba Lucy, a la que le encantaba leer…”

FIN

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LA PRINCESA Y SU SONRISA MÁGICA

Había una vez una hermosa princesa Emma que tenía el don de sanar y de que

todo fuera perfecto con solo sonreír. Pero un día, una malvada bruja aprovechó una

oportunidad para llevársela y encerrarla en lo más oscuro del bosque, en la cual era

siempre vigilada por un feroz dragón, el cual contaba con una pequeña hija dragón la cual

amaba y quería mucho a la princesa Emma.

Los soldados del reino de Busan, los cuales fueron enviados por el rey Alexis, para

que hiciera todo lo posible por rescatar y buscar a la princesa Emma, pero no tuvieron

ningún éxito en la búsqueda. A la princesa Emma se le había borrado la sonrisa del rostro;

estaba muy triste y, por eso, la gente de su reino también empezaba a perder su encanto.

A los niños no se les veía jugar; las flores iban marchitando; los árboles no daban frutos; ya

no salía ningún arcoíris y todo se tornaba gris. La malvada bruja había logrado lo que

quería.

Al pasar los días todo iba empeorando, hasta el punto de que enfermara incluso a

la hija del dragón feroz. Si, aunque pertenecía a la bruja, al dragón feroz y a su hija les

gustaba la alegría que reinaba en el reino de Busan de donde es la princesa Emma.

La bruja, al ver que la hija del dragón feroz empezaba a enfermarse, tomó la

decisión de dejar en libertad a la princesa. Esta se puso tan, pero tan feliz, que su sonrisa

volvió y con ella asomó un bello arcoíris que hizo desaparecer el cielo gris. Florecieron las

rosas, los árboles se llenaron de los mejores frutos, las personas y los niños se veían

alegres.

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Y la princesa, acercándose a la hija del dragón feroz que estaba muy enferma, la

princesa sonrió y le dijo:

- ¡Mejorarás hermoso dragón!

La hija del dragón comenzó a abrir los ojos y a tener fuerza de nuevo. La bruja

también se puso muy contenta y eso hizo que se volviera hermosa. Se dirigió a la princesa

y le dijo:

- ¡Gracias princesa! Prometo nunca más hacerte daño. Mis dos dragones y yo

vamos a cuidarte siempre para que nadie la intente lastimar.

Y la princesa y sus padres se mostraron agradecidos y vivieron muy felices.

FIN.

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LA MEJOR DECISIÓN

Miguel era un niño muy pequeño, lento y distraído, y aunque siempre se esforzaba

era muy malo en los deportes. No tenía amigos y siempre estaba solo, y los demás niños

de su calle lo llamaban “tonto”. Jugaba en los columpios todas las tardes, y

eventualmente, siempre llegaba alguien a molestarlo.

“Pues sí que tienes la frente grande, y no sabes lanzar ni un balón”-le decían todo

el tiempo para molestarlo.

Sin embargo, él, que era muy paciente, les sonreía de modo que estos niños se

aburrían y se iban.

Pero uno de ellos era más pesado de lo normal, y no perdía la oportunidad de

humillar a Miguel. Su nombre era Luis, y era tan grande y fuerte como una muralla. No

había en todo el parque un niño que le enfrentará. Por alguna razón, no hacía otra cosa

que molestar a Miguel, y amenazaba a los demás niños para que no hablaran con Miguel.

“¡Quien se atreva a hablarle a Miguel, mi puño descubrirá!” - decía Luis.

Y como en el parque le tenía mucho miedo, no se atrevía a desafiarlo y Miguel

jugaba solo en sus columpios días tras días. Pero no solo hacía que todos a su alrededor se

alejaran de él, sino que, además, Luis, les lanzaba balones de fútbol a la cara y los

empujaba cada vez que los veía junto a Miguel. A pesar de eso, el dulce encanto de Miguel

nunca perdió la paciencia.

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Todo eso, hasta que un día, Luis fue demasiado lejos empujando muy fuerte el

columpio de Miguel. El pequeño niño salió volando, tanto, que cayó al suelo rompiéndose

las gafas. En uno de sus bracitos también sentía algo de dolor.

Solo entonces, finalmente, Miguel comenzó a llorar:

“¡Miren todos, Miguel es un llorón!” -grito Luis, al ver sus lágrimas brotar.

Miguel salió corriendo mientras todos se reían, y juro que nunca más regresaría a

ese parque. Y así fue, porque nunca volvió a verlo en el parque e incluso corrieron los

rumores de que su familia se había mudado a otra parte.

Pasaron los años, tanto para Luis, como para Miguel crecieron y cada uno hizo su

vida por su lado. Pero un día, Luis tuvo un accidente en bicicleta. Justo antes de una curva

se distrajo, y sin darse cuenta, tropezó con un palo. Intentó ponerse de pie, pero el tobillo

le dolía demasiado, incluso tenía en la pierna un enorme bulto morado.

No había nadie cerca que le pudiera pedir ayuda, lo que hizo que Luis se

desespere. Comenzó a llorar con mucha fuerza, pero nadie parecía escucharlo, hasta que

a lo lejos vio a un niño que se acercaba a él. Luis no podía creer lo que estaba viendo: ¡era

Miguel!

“Luis, ¿te ocurrió algo malo?” -preguntó Miguel ofreciéndole la mano.

“¿Tú no te habías mudado?” -respondió Luis tomando la mano.

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Miguel le ayudó a levantarse y le preguntó cómo podría ayudarlo << ¿Por qué se

portaba tan bien este niño con él, después de todo lo que le había hecho? ¿No recordaba

el empujón del columpio?>>

“¿Qué es lo que planeas? ¿Acaso no recuerdas que hace años me burlé de ti y te

llamé “llorón”?” -preguntó Luis.

Entonces Miguel reventó de la risa, mientras le daba a su compañero una palmada

en la espalda:

“Hay dos clases de personas en este mundo: las que cuando son heridas más

fuertes se hacen y las que pierden el rumbo” -respondí Miguel.

Luis, muy sorprendido, comprendió las palabras de Miguel. De hecho, viéndolo de

esa forma, casi le parecía un héroe.

“Aun así, ahora me estás ayudando” -preguntó sorprendido Luis.

“Que tú hayas sido malo conmigo, no quiere decir que yo tenga que serlo con

alguien” -respondió Miguel alegremente.

Fue en ese momento cuando Luis entendió lo fuerte que era Miguel a pesar de ser

pequeño. Y así, de repente, sin medir palabras, le pidió que fueran amigos.

FIN

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LA NIÑA DE LA PLAYA

Érase una vez en un lugar muy lejano que vivía un hombre muy sabio. Todos los

días, al despuntar el sol, salía a pasear a la orilla del mar.

Aquel día pasó algo que consiguió llamarle poderosamente la atención. Había una

bellísima y frágil muchacha que iba andando por la arena, de vez en cuando observó que

la niña se agachaba a recoger algo de la arena, y que inmediatamente lo devolvía al mar.

Intrigado viendo esa escena repetirse día tras día, decidió acercarse y ver qué era lo que

con tanto afán aquella niña lanzaba al mar todas las mañanas hacía ya tanto tiempo.

Conforme se aproximaba a la niña, comprobaba como verdaderamente era de una

belleza tan extraordinaria que más bien parecía un ángel. Observó con asombro que lo

que la niña devolvía eran estrellas de mar que las olas habían arrastrado hasta la orilla.

- “¿Por qué devuelves al mar las estrellas que arrastran las olas?”- pregunta el

señor a la niña.

- “Es que, si no las devuelvo pronto, cuando el sol esté más alto, con su calor las

secarán y morirán”- responde la niña con una voz tan dulce y tan bella

- “¿Pero no ves la inutilidad de lo que haces? En estas orillas el mar arrastra miles

de estrellas, y tú empleas tu tiempo tan absurdo. ¿Nunca podrás salvar a una estrella?”-

respondió el señor a la niña.

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La niña miro al sabio con sus ojos de color violeta, sostuvo unos momentos su

mirada y con una leve expresión de extrañeza y volviendo a su tarea, cogió una nueva

estrella y la lanzo con fuerza al mar diciendo:

- “Ésta ya se salvó”- dijo alegremente la niña.

Aquella noche el sabio no pudo conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en

aquella niña que tanta pena le daba. De pronto, una pesadilla horrible le hizo ver un cielo

sin estrellas, un mundo seco y frío. Y es que cada vez que moría una estrella de mar, otra

se apagaba en el cielo.

En cuanto amaneció el sabio se asomó a la ventana, vio como la niña ya estaba en

la playa devolviendo las estrellas al mar, no lo pensó dos veces y dándose toda la prisa

posible llego a la playa, se agachó, cogió una estrella y la devolvió al agua donde dijo:

- “Ésta ya se salvó”- dijo felizmente

FIN

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