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Las rabonas eran mujeres que ofrecieron su valentía su fuerza por el Perú sin
pedir nada a cambio. Acompañaban a los soldados en las marchas.
deja grabado en ese oleo en 1888 la figura de una rabona cubriendo con su
cuerpo al soldado peruano ya caído en el suelo, lo protege con su brazo
izquierda, con su mano derecha frena la estocada final y con una miraba
suplicante le dice al soldado chileno:
Esta era una estrategia del ejercito ingles que Chile imito.
En medio de la metralla, del zarpazo criminal contra la patria y del coro que
avivaba la muerte,
tu figura aparecía en horizonte como bálsamo y, fundamentalmente, como uno de
los valores más ricos que pueden tener los pueblos civilizados.” LA
SOLIDARIDAD”.
La Rabona consoló,
enjugo las lágrimas,
calmo la sed
y cuido de las heridas del soldado,
interpuso su mano entre el infierno abatido y
la bayoneta del enemigo que lo repasaba.
Imploró, lloró y oró amargamente ante el cadáver del ser que era todo su mundo.
Era el amor puro y excelso hacia el esposo, hermano, novio y todo aquel que
necesitaba que alguien le cerrara los ojos antes de morir en la defensa de la
patria invadida.
Eras, en aquellos aciagos tiempo, una mujer a la que llamaron “RABONA” porque
ibas detrás de las tropas decisivas y decididas.
Igualmente, en este tributo, a Delfina Paredes, primera actriz del Perú, quien en
su monólogo “Evangelina retorna de la Breña” perenniza todo el fulgor heroico de
nuestra campesina en las acciones de Pisagua, San Francisco, Tarapacá, Tacna,
Arica, Concepción, Pucará, Marcavalle, Tarma y Huamachuco.