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Mt.

4:19

IGLESIA EVANGELICA

“UNIDOS AL PADRE, HIJO, Y ESPIRITU SANTO”


M.I.J Nº 7922
Barinas-Venezuela

¡BIEN DISPUESTO Y TRABAJANDO!

“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia
solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con
temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer,
por su buena voluntad.” Filipenses 2:12,13

Esta combinación hace que todo sea la obra de Dios, y sin embargo, nos pone a trabajar.
Él pone la buena voluntad, y el trabajo. Pero nosotros ponemos de manifiesto
exteriormente, lo que él ha hecho ya en nuestro corazón.

Es algo bienaventurado saber, y recordarnos a nosotros mismos, a medida que


proseguimos nuestra marcha, lo siguiente: “Dios obra en mi así como el querer como el
hacer de su buena voluntad.” Empero recordemos el reverso: “porque yo, lo que a él
agrada, hago siempre.” Juan 8:29. ¡Cuán pocos creyentes piensan jamás de ocuparse de
su salvación “con temor y temblor” en estos días de religiones baratas y fáciles! Una
preocupación diaria, profunda y sólida, de servir al Señor constituye una singular
excepción.

Dios tiene buena voluntad y trabaja, y obra en nosotros así el querer como el hacer.
Nuestros débiles propósitos y empresas adquieren verdadera importancia cuando
comprendemos que Dios es quien suministra su potencial (energía). El padre no nos ha
dejado solos. Por lo tanto, estamos capacitados por él para hacer aquello que le agrada
al Señor.
Debemos adquirir una buena conciencia para glorificar el nombre del Señor, como nos lo
dice el apóstol Pedro:

“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente,


misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición,
sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis
bendición.

Porque:

El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no
hablen engaño;

Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están
sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones;

Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Más también si
alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os
amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en
vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay
en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros
como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en
Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo
quiere, que haciendo el mal. Porque también Cristo padeció una sola vez por los
pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la
carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus
encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la
paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas
personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto
ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una
buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo, quien habiendo subido al
cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.” (1ª
Pedro 3:8-22).

Ahora bien, hoy en día hay muchos feligreses que dicen a voz populi: ¡Avívanos Señor,
pero no ahora!

Juan el Bautista demandó una prueba real de cambio de corazón. “Haced pues frutos
dignos de arrepentimiento.” Mt. 3:8

Vivimos en una “epidemia” de lo que se denomina avivamiento todo el año, pero la


mayor parte de los miembros de la iglesia emerge de esos avivamientos sin haberse
arrepentido, o sin los frutos derivados de él, que son la renuncia al pecado y la
restitución.
Necesitamos un nuevo Juan el Bautista, que ponga el hacha en la raíz, y no en el fruto
del árbol; que predique entre los creyentes el arrepentimiento nacido de la convicción
de pecado, un cambio mental, un dolor que es según Dios, la confesión y renuncia del
pecado, pues como dicen las Escrituras, “el que encubre sus pecados, no prosperara; más
el que los confiesa y se aparta, alcanzara misericordia”. Un Juan el Bautista que predique
también la restitución, siempre que sea posible, una cancelación las viejas deudas, como
lo hizo Zaqueo.

Esto si es el verdadero avivamiento espiritual, y no simplemente cantar “Avívanos,


Señor,” sin intención alguna de pagar el precio necesario. Obviamente, lo maravilloso y
transcendental es el cantar a Dios con gozo inefable, en espíritu y verdad.

¡AMADO SIERVO, DISPONTE PARA DIOS, TRABAJANDO Y AVIVANDO SU OBRA CON


BUENA CONCIENCIA SANTA!

El pastor Amigo:

Adolfo Briceño Palacios

Cel.0424-5588065; 0412-6722814
Email: adolfophes@hotmail.com

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