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Primer Parcial
Introducción
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6.7. Legislación penal especial.
7. Fuentes del Derecho Penal.
7.1. La ley.
7.2. La costumbre.
7.3. Los principios generales del Derecho.
7.4. Tratados Internacionales.
7.5. La Jurisprudencia.
7.6. El principio de legalidad :
7.6.1. Garantías que implica.
7.6.2. Problemas que plantea.
7.7. La prohibición de la analogía.
10. La Extradición.
10.1. Concepto.
10.2. Clases de extradición.
10.3. Principios generales.
10.4. La extradición en los delitos políticos y militares.
a) Limitaciones de la extradición por razón de la índole del delincuente.
b) Limitaciones de la extradición por razón de la índole de los delitos.
c) Limitaciones de la extradición por razón de las penas.
d) Extradición y respeto a los derechos humanos.
10.5. Fuentes de la extradición en España.
10.6. El asilo.
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12.2. Concepto de la acción y de la omisión.
13. La causalidad como elemento de la acción y como elemento
del tipo.
13.1. El método para la averiguación de los nexos causales : La teoría de
la equivalencia de las condiciones.
13.2. Las teorías individualizadoras y la teoría de la causalidad adecuada.
13.3. La causalidad jurídicopenalmente relevante.
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19. El delito como acción antijurídica.
19.1. Las causas de justificación.
19.2. Intentos de sistematización.
19.3. Elementos subjetivos
19.4 Valor de la acción y valor del resultado en las causas de justificación
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gravedad de lo injusto.
25.1. Alevosía.
25.2. Abuso de superioridad.
25.3. Cometer el delito aprovechando las circunstancias de lugar, tiempo o
auxilio de otras personas que debiliten la defensa del ofendido o faciliten
la
impunidad del delincuente :
25.3.1. Disfraz.
25.3.2. Prevalerse del carácter público.
25.3.3. Abuso de confianza.
25.3.4. Parentesco.
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Introducción
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Concepto del Derecho Penal.
El Derecho penal es un sector del ordenamiento jurídico al que, según la
opinión dominante en la moderna Ciencia del Derecho penal, le incumbe la tarea
de la protección de los bienes vitales fundamentales del individuo y la comunidad.
Estos bienes son elevados por la protección de las normas del Derecho a la
categoría de bienes jurídicos.
El portador de los bienes jurídicos puede ser el particular o la comunidad.
Dado el carácter público del Derecho penal, sin embargo, la lesión de los bienes
jurídicos faculta exclusivamente al Estado a imponer una pena, o a aplicar una
medida de seguridad. Los bienes del individuo son protegidos por el Derecho
penal solamente en la medida en que revisten una importancia social. Objeto de la
protección del Derecho, es, además sólo el bien jurídico mismo y no el interés que
pueda tener en él su portador. El bien jurídico es, por ello, siempre un bien del
Derecho y no del particular.
El sustrato de los bienes jurídicos puede ser muy diverso. Puede ser, un
objeto psicofísico (la vida la integridad corporal), un objeto espiritual ideal (el
honor), una situación real (la paz del domicilio), una relación social (el matrimonio,
el parentesco) o una relación jurídica (la propiedad). Bien jurídico es todo bien,
situación o relación deseados y protegidos por el Derecho. La suma de los bienes
jurídicos constituye el orden social creado y protegido por el Derecho.
El Derecho penal no protege los bienes jurídicos de un modo absoluto, pues
éstos, han de cumplir su función en la vida social. El cumplimiento de esta función
entraña a veces de modo necesario un cierto peligro (tráfico motorizado, industrias
peligrosas, etc.) que ha de ser permitido por el Derecho penal. El Derecho penal
protege los bienes jurídicos exclusivamente frente a determinadas formas de
agresión.
No hay que confundir el bien jurídico con el objeto material del delito, sobre el
que recae la acción delictiva. En el hurto, por ejemplo, el bien jurídico protegido es
el patrimonio y el objeto material, la cosa sustraída. El bien jurídico, como valor
ideal del orden social, se distingue claramente de los objetos reales en que se
encarna.
El Derecho penal protege los bienes jurídicos mediante sus normas
(mandatos y prohibiciones). El Derecho penal prohíbe las acciones dirigidas a la
lesión de los bienes jurídicos o que encierran en si el peligro de dicha lesión. Los
mandatos del Derecho penal ordenan la realización de determinadas acciones
para evitar las lesiones de los bienes jurídicos.
El término "norma" es utilizado aquí en el sentido de precepto jurídico
independiente, obligatorio, en la forma de un mandato o una prohibición sin
referencia alguna a las consecuencias jurídicas. Esta definición de norma, es la
más frecuente en la Ciencia jurídica alemana y se aparta de la tradición jurídica
patria, que identifica norma y ley. La norma aquí definida es el presupuesto lógico
de la ley. Cuando no haya sido expresamente formulada en el texto legal puede
ser deducida del tipo de la ley penal.
La función del Derecho penal no puede limitarse, sin embargo, a una
protección actual de los bienes jurídicos, pues para ello llega generalmente
demasiado tarde. La aplicación de la pena sigue a la comisión del delito. La
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función del Derecho penal consiste esencialmente en el fomento del respeto a los
bienes jurídicos.
Para fomentar el respeto a los bienes jurídicos, el Derecho penal ha de tratar
de obligar a los ciudadanos en su conciencia, por su contenido valioso, de
habituarles a su cumplimiento (mediante su continuidad) y de apelar, incluso, a sus
intereses egoístas por medio de la coacción.
1.1. EL DELITO.
En la selección de los bienes jurídicos tutelados por el Derecho penal y
especialmente en la determinación del ámbito de protección de estos bienes
jurídicos desempeñan un papel decisivo las concepciones ético sociales, jurídicas
y políticas dominantes en la sociedad en un momento determinado. Las
concepciones ético sociales desempeñan un papel primordial, pues el Derecho
penal castiga general mente como delito las infracciones más graves de las
normas de la Ética social. Las concepciones ético sociales son cambiantes a lo
largo de la historia y ello explica la diversa regulación de algunas figuras delictivas.
La usura, por ejemplo, severamente castigada en la Edad Media por influencia del
cristianismo, era generalmente impune en el siglo XlX, por influencia de las ideas
de la Ilustración y del liberalismo económico. En el Código penal de 1848 se
castigaba únicamente, dentro de las estafas y otros engaños (art. 458), el caso
calificado por el abuso de las pasiones o impericia del menor. La crisis del
liberalismo económico a fines del siglo XlX y principios del XX se reflejó en la ley
Azcárate de 1908 que reguló ampliamente la usura como ilícito civil y en los
Códigos penales de 1928, 1932 y 1944. En el nuevo Código penal de 1995
desaparece, el delito de usura.
Las concepciones jurídicas desempeñan un papel decisivo en la
determinación del ámbito de lo ilícito penal y de un modo particular las
concepciones acerca de la relación entre el Derecho penal y la Ética social. no es
función del Derecho penal la tutela de la totalidad del orden ético-social sino sólo
en la medida en que sea necesario para la conservación de la sociedad. El
Derecho penal ha de limitarse a tutelar las normas fundamentales de la Ética
social. Las normas éticas y las jurídicas coinciden esencialmente en su contenido.
El Derecho penal no puede exigir, la moralidad en el aspecto subjetivo, es decir, el
cumplimiento de sus normas por la conciencia de su contenido valioso, sino que
tiene que conformarse con el acatamiento externo de las mismas aunque se
realice por móviles egoístas. La moralidad subjetiva tiene que confiarla
necesariamente a la libertad del ciudadano. La reforma de la regulación, en el
Código penal español recientemente derogado, de los delitos de estupro, rapto y
escándalo público, por las Leyes de 7 de octubre de 1978 y 9 de junio de 1988,
supuso una amplia despenalización de las conductas contrarias a la moral sexual.
En el nuevo Código penal se acentúa la adecuación del ámbito de las conductas
punibles a las infracciones que se consideran actualmente más graves de la moral
sexual y cuya sanción se considera imprescindible para el mantenimiento del
orden social. Únicamente constituyen un ilícito penal las conductas que atentan
contra la libertad sexual o ponen en peligro el desarrollo moral normal de la
juventud. El orden moral sexual sólo debe ser objeto de tutela en la medida en que
sea imprescindible para el mantenimiento del orden social.
Las concepciones políticas dominantes influyen también de un modo decisivo
en el ámbito de lo ilícito penal, y no solamente dentro de los delitos contra la
seguridad del Estado. En la introducción del delito de abandono de familia de
adulterio y en la Ley contra el aborto y la propaganda anticoncepcionista de 24 de
enero de 1941, a raíz de la guerra civil española y las oscilaciones en la punición
de la conspiración, proposición y provocación para delinquir. El Derecho penal es
siempre instrumento de protección del sistema político dominante y el contenido
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de las figuras delictivas contra la seguridad interior del Estado está determinado
por las concepciones políticas vigentes. Toda reforma constitucional va seguida de
una reforma, al menos parcial, del Código penal. En un planteamiento filosófico
jurídico hay que tener en cuenta, sin embargo, que si el Derecho no quiere ser
mera fuerza, si quiere obligar a los ciudadanos en su conciencia ha de respetar la
condición del hombre como persona, como ser responsable. El Derecho tiene ya
fuerza obligatoria por su mera positividad, pero en caso de una infracción grave
del principio material de justicia, de validez a priori, del respeto a la dignidad de la
persona humana, carecerá de fuerza obligatoria y dada su injusticia será preciso
negarle el carácter de Derecho. El Derecho penal castiga a veces como delito
conductas carentes de relevancia ético-social cuya relevancia ético-social es
escasa, caso de algunas conductas castigadas en la Ley sobre Régimen Jurídico
de Control de Cambios, cuyo contenido penal quedó drásticamente reducido por
el Real Decreto 1916/1991, sobre transacciones económicas con el exterior luego
suprimido por el Real Decreto 1638/1996. El legislador debe evitar la incriminación
de conductas por meras razones de oportunidad ; el castigo como delito de
conductas cuya relevancia ético-social o cultural (política, económica) sea escasa.
La pena ha de ser considerada, según la opinión dominante en la doctrina
moderna, como la ultima ratio en la defensa del orden social. Sólo se debe acudir
a la pena cuando sea absolutamente imprescindible por resultar insuficientes otras
formas de reacción jurídica (sanciones administrativas, civiles, etc.). El Derecho
penal tiene un carácter subsidiario y, por tanto, fragmentario. Se habla, en este
sentido, del principio de intervención mínima, como un principio fundamental del
moderno Derecho penal. El delito es, desde el punto de vista material, una
conducta que lesiona o pone en peligro un bien jurídico y constituye una grave
infracción de las normas de la Ética social o del orden político o económico de la
sociedad.
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tradicionalmente con la intimidación. La amenaza y la aplicación de la pena
pueden infundir temor a los posibles delincuentes y moverles a abstenerse de
cometer el delito. En la prevención general se incluye también, y en primer
término, por algunos autores modernos, la función de ejemplaridad de la pena. Al
sancionar las leyes penales las normas fundamentales de la Ética social, realiza el
Derecho penal una función pedagógica o formativa. La prevención especial
implica, en cambio, una actuación sobre la persona del delincuente, para evitar
que vuelva a delinquir en el futuro. En la prevención especial suelen distinguirse
en la doctrina moderna aspectos de la advertencia o intimidación individual,
corrección o enmienda del delincuente o al menos su readaptación social,
separación o inocuización, cuando se trate de delincuentes incorregibles o de
corrección prácticamente imposible. Las teorías relativas son concepciones
utilitarias de la pena. Teoría relativa de la pena era la de los penalistas de la
Ilustración (Beccaria, Lardizábal, Bentham, Romagnosi, Filangieri, Feuerbach, que
oponían el acento en la prevención general ; la escuela positivista italiana, que
vinculaba la pena a la peligrosidad del delincuente ; la escuela correccionalista
positivista ; la tercera escuela o escuela del positivismo crítico italiana ; escuela
sociológica o político-criminal de V. Liszt ; la de la nueva defensa social : la
concepción de la pena del Proyecto Alternativo de Código penal alemán y las de
Noll y Jakobs, en la moderna Ciencia del Derecho penal alemana.
Las teorías unitarias reconocen que la retribución constituye la esencia de la
pena, pero ésta ha de perseguir al mismo tiempo los fines de la prevención
general y la prevención especial. Las teorías unitarias tienen su raíz en Aristóteles
y Santo Tomás, sustentadas, con diversas variantes, por los teólogos y juristas
españoles de los siglos XVI y XVII, por Pacheco, la escuela correccionalista
española (Concepción Arenal), siendo las dominantes en la moderna Ciencia del
Derecho penal española.
Un análisis más profundo de las teorías unitarias permite descubrir, sin
embargo, diferencias importantes. Algunos de sus representantes distinguen entre
fundamento y fines de la pena y consideran que el fundamento de la pena está
constituido exclusivamente por la retribución. En el fondo sustentan, una teoría
absoluta, aunque le asignen también a la pena los fines de la prevención general y
la especial. La proporcionalidad del delito y la pena es, según Antón, exigencia de
la ejemplaridad, que constituye para él la manifestación más importante de la
prevención general. Sólo será ejemplar la pena proporcionada a la gravedad del
delito.
1.3. LA PENA.
La pena es una especie del género sanción jurídica ; es la más grave de las
sanciones del ordenamiento jurídico. La pena encuentra su justificación en el delito
cometido y en la necesidad de evitar la comisión de nuevos delitos en el futuro. La
pena ha de ser justa, adecuada a la gravedad del delito, pero además ha de ser
necesaria para el mantenimiento del orden social, pues se trata de la justificación
de la pena estatal. La aplicación de la pena implica una reafirmación del
ordenamiento jurídico y en este sentido es retribución. No puede concebirse, en
cambio, la retribución como la compensación del mal moral causado por el delito,
pues esta compensación no es posible ni es racional buscarla mediante la
aplicación de otro mal al delincuente. La pena al tener su fundamento en la
gravedad del delito cometido, es decir en la medida de lo ilícito y de la
culpabilidad, permite la expiación de la culpabilidad por parte del delincuente. La
expiación es posible, pero no necesaria, pues no puede ser impuesta por la
fuerza. Implica la aceptación voluntaria de la pena como sanción justa del delito
cometido. La proporcionalidad de la pena y el delito es una exigencia de la justicia
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y no solamente de la prevención general, Si la pena rebasa la gravedad del delito,
en virtud de las exigencias de la prevención general, el delincuente es utilizado
como instrumento para el mantenimiento del orden social. Esto implica un
desconocimiento de su dignidad humana. Si la pena rebasa la gravedad del delito
en virtud de las exigencias de la prevención especial, el delincuente no es utilizado
como instrumento, sino considerado como fin, siempre que se trate de curarle,
corregirle o enmendarle. No así, en cambio, si se trata de apartarle de la sociedad.
No obstante, en esos casos la pena es también injusta porque rebasa la medida
de la culpabilidad. La pena puede ser, sin duda, inferior a la gravedad del delito, si
la aplicación de la pena justa no es necesaria para el mantenimiento del orden
social. Si los fines de la prevención general y la prevención especial no exigen la
aplicación de la totalidad de la pena merecida, el tribunal puede aplicar una pena
inferior (dentro del margen de arbitrio judicial reconocido por el Código o dejar de
aplicarla ( condena condicional o suspensión de ejecución de la pena).
La proporcionalidad del delito y de la pena es una exigencia de la justicia,
pero sirve sin duda a la prevención general, que consiste primordialmente en la
ejemplaridad y sólo en segundo término (cuando se trate de infracciones de
carácter político o económico irrelevantes desde el punto de vista ético-social o
cuya relevancia sea escasa) en la intimidación. La proporcionalidad del delito y de
la pena sirve también en muchos casos a la prevención especial. Una pena justa,
adecuada a la gravedad del delito es más favorable a la corrección o enmienda del
delincuente que una pena desproporcionada o injusta. El esfuerzo por conseguir la
corrección o enmienda del delincuente es una exigencia de la ejemplaridad de la
pena.
La pena no puede encontrar su fundamento sólo en los fines preventivos, de
la prevención general y de la prevención especial. Un Derecho penal basado en la
prevención general, aun no concebida ésta como mera intimidación, daría lugar a
un incremento constante de las penas de los delitos más graves, o de los que se
come ten con mayor frecuencia. Se llegaría fácilmente a penas injustas,
desproporcionadas a la gravedad del delito. Si la pena persiguiese sólo el fin de la
prevención especial (como pretende el sector más radical de la nueva defensa
social) el Derecho penal no podría cumplir su misión de protección de los bienes
jurídicos. La inmensa mayoría de la criminalidad está constituida por los
delincuentes ocasionales, en los que no cabe apreciar una peligrosidad criminal.
Estos delincuentes no están necesitados de un tratamiento correctivo de
prevención especial. Habría que prescindir, por ello, en estos casos de toda
sanción, con grave menoscabo de la función de protección de los bienes jurídicos,
propia del Derecho penal. Las exigencias de la prevención especial podrían dar
lugar, además, en casos de delincuentes peligrosos que sean autores de delitos
de escasa gravedad, a la aplicación de las penas desproporcionadas a la
gravedad del delito y por tanto injustas.
En el art. 25, apdo. 2, de la CE se dispone que las penas privativas de libertad
"estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social". Esta exigencia que
sólo puede tener el sentido de que éste sea uno de los fines esenciales de estas
penas, de modo que siempre que fuera necesario se haga todo lo posible para
conseguir la reeducación y reinserción social del delincuente. La Ley General
Penitenciaria 1979 asigna a las Instituciones Penitenciarias "como fin primordial la
reeducación y la reinserción social de los sentenciados a penas y medidas
penales privativas de libertad, así como la retención y custodia de detenidos,
presos y penados". De la concepción del Estado social y democrático de Derecho,
que inspira la Constitución (art. 1.1), no es posible derivar la exigencia de que la
reeducación y reinserción social del delincuente constituya el único fin de la pena y
no que deban atribuirse a la misma funciones exclusivamente preventivas
(prevención general y prevención especial). La concepción del Estado social y
democrático de Derecho es incompatible únicamente con las teorías absolutas de
la pena. Una concepción unitaria de la pena, que encuentre su justificación en el
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delito cometido y en la necesidad de evitar la comisión de delitos en el futuro,
satisface en mayor medida las exigencias de un Estado social y democrático de
Derecho, al proporcionar un sólido fundamento a la exigencia de proporcionalidad
de los delitos y las penas.
El Cp1995 se inspira en una teoría unitaria de la pena, que aúna los fines de
la reafirmación del ordenamiento jurídico (retribución), de la prevención general y
de la prevención especial. El Cp define los delitos y faltas que constituyen los
presupuestos de la aplicación de la forma suprema que puede revestir el poder
coactivo del Estado : La pena criminal, resaltándose en ella la reforma total del
actual sistema de penas, de modo que permita alcanzar, en lo posible, los
objetivos de resocialización que la Constitución le asigna. La pena de prisión tiene,
en general, un limite máximo de duración de veinte años (art. 36), pero, aparte de
los supuestos de concurso de delitos (art. 76), en algunas figuras delictivas se
establecen penas de mayor gravedad. En el delito de rebelión (art. 473), en el
homicidio del Rey, sus ascendientes o descendientes, la Reina consorte, el
consorte de la Reina, los regentes o el príncipe heredero de la Corona (art. 485) y
el homicidio de un Jefe de Estado extranjero (art. 605.1), pueden imponer penas
de prisión de hasta 25 y 30 años, en los de terrorismo (art. 572) y genocidio (art.
607.1.º) de hasta 30 años y en el asesinato (art. 140) de hasta 25 años. En el
nuevo Código penal no se incluye la redención de penas por el trabajo.
En la moderna Ciencia del Derecho penal se considera que el cumplimiento
de una pena privativa de libertad de duración real superior a quince años puede
producir un grave deterioro de la personalidad del recluso. Una pena de prisión de
30 y aun de 25 años, por la concesión de la libertad condicional (art.90.1.2.ª)
dejaría sólo de cumplirse generalmente una cuarta parte de la misma, podría
considerarse, por ello, contraria al precepto constitucional (art.15) que prohíbe las
penas inhumanas.
Desde el punto de vista de la prevención especial hay que destacar el
acierto de la supresión de las penas de prisión de duración inferior a seis meses
(art. 36) y de la previsión de la posibilidad de sustituir las penas de prisión que no
excedan de 1 año por las de arresto de fin de semana o multa, "aunque la Ley no
prevea estas penas para el delito de que se trate, cuando las circunstancias
personales del reo, la naturaleza del hecho, su conducta, particular, el esfuerzo
por reparar el daño causado así lo aconsejen, siempre que no se trate de reos
habituales" (art. 88.1,1.º), así como la posibilidad de sustituir, previa conformidad
del reo, las penas de arresto de fin de semana por multa o trabajos en beneficio de
la comunidad (art. 88.2).
Parece rechazable, en cambio, la posibilidad de que el juez o tribunal pueda
sustituir las penas de prisión de hasta dos años de duración, por las de arresto de
fin de semana o multa, a los delincuentes no habituales, "cuando de las
circunstancias del hecho y del culpable se infiera que el cumplimiento de aquéllas
habría de frustrar sus fines de prevención y reinserción social". La pena de prisión
de 6 meses a dos años es una pena menos grave, con la que se sancionan delitos
(menos graves), no faltas, y en el art. 88 no se hace referencia a las penas de
prisión abstractas, establecidas en la Ley para las diversas figuras delictivas, sino
a las penas impuestas, las penas concretas, con lo que el ámbito de aplicación del
mencionado precepto se extiende a los delitos graves.
Desde el punto de vista de la prevención especial constituye, sin duda, un
acierto que la responsabilidad personal subsidiaria por impago de multas se pueda
cumplir en régimen de arresto de fin de semana y que, previa conformidad del
penado, el Juez o Tribunal puedan acordar su cumplimiento mediante trabajos en
beneficio de la comunidad (art. 53).
La figura de la suspensión de la ejecución de la pena (arts. 80 y ss.) no
interrumpe el procedimiento, pero una vez declarada la firmeza de la sentencia
condenatoria y acordada la suspensión de la ejecución de la pena, la inscripción
de aquélla se llevará a cabo en una sección especial, separada y reservada, del
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Registro Central de Penados y Rebeldes (art. 82). Si el sujeto no delinque en el
plazo de prueba, el juez o tribunal acordará la remisión de la pena y ordenará la
cancelación de la inscripción de la sentencia en la sección especial del Registro,
no pudiéndose tener en cuenta este antecedente a ningún efecto (art. 85.2). Muy
importante es la posibilidad de que el juez o tribunal puedan imponer al reo,
cuando la pena suspendida sea de prisión, la observancia de determinadas reglas
de conducta durante el período de suspensión de la condena (art. 83). No se
prevé, sin embargo, la posibilidad de que se le preste ayuda al delincuente durante
el período de prueba por los organismos asistenciales de instituciones
penitenciarias. Falta, pues, un elemento esencial del tratamiento en libertad.
La ampliación de la posibilidad de concesión, con carácter general, de la
suspensión de la ejecución de la pena hasta las privativas de libertad de dos años
de duración (arts.80.1 y 81.2.) implica, un grave menoscabo de las exigencias de
la prevención general de la reafirmación del ordenamiento jurídico en aras de la
prevención especial. Hay que tener en cuenta que en el art. 80.1 y 81.2. hace
referencia no a la pena abstracta, sino a las penas impuestas, concretas, con lo
que la posible concesión de la suspensión de la ejecución de la pena se extienda
a los delitos graves.
1.4. LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD.
En el Derecho penal moderno la pena no es la única consecuencia del delito, a
ella se añaden las medidas de seguridad y reinserción social. Estas medidas se
orientan exclusivamente en los fines de la prevención especial (advertencia
individual, corrección o enmienda del delincuente, inocuización) y se aplican a los
delincuentes peligrosos, delincuentes en los que cabe apreciar una probabilidad
mayor o menor de que vuelvan a delinquir. La pena ajustada a la gravedad del
delito, a la medida de la culpabilidad, resulta o puede resultar insuficiente para
hacer frente a la peligrosidad de estos delincuentes. Su campo principal de
aplicación son los delincuentes de estado o condición que, se diferencian
claramente por su origen, carácter y condiciones de vida de los delincuentes
ocasionales. Sus familias están taradas por graves anomalías de carácter. No
han recibido una educación adecuada, han abandonado tempranamente la
escuela, carecen de profesión u oficio y realizan sólo trabajos de tipo ocasional.
Faltos de los vínculos de la profesión y la familia, su vida asocial les lleva a la
comisión de una cadena ininterrumpida de delitos, iniciada ya la mayor parte de
las veces a una edad muy temprana. La índole y la duración de las medidas están
en función de la peligrosidad y por tanto, de la personalidad del delincuente. Los
efectos aflictivos o intimidantes de las medidas, que deben ser reducidos al
mínimo, son ajenos a su esencia.
Las medidas de seguridad se introducen en las legislaciones penales
modernas a raíz del Anteproyecto de Código penal suizo de Stoos de 1893, por
influencia de la escuela positivista italiana (que vinculaba la pena a la peligrosidad
del delincuente). En nuestro país las medidas de seguridad aparecen por primera
vez en el Código penal de 1928. En la Ley de vagos y maleantes de 4 de agosto
de 1933, se incluía un amplio catálogo de medidas de seguridad predilictuales y
postdelictuales, lo mismo que en la Ley de peligrosidad y rehabilitación social de 4
de agosto de 1970.
Medidas de seguridad predelictuales son las que se establecen para las
personas que no han realizado aún una conducta delictiva pero se considera
probable que lleguen a realizarla en el futuro. Las medidas de seguridad
postdelictuales se establecen para hacer frente a la peligrosidad puesta de
manifiesto por la realización de una conducta delictiva.
La Ley de peligrosidad y rehabilitación social de 4 de agosto de 1970
presentaba graves defectos. Confundía la peligrosidad criminal y la peligrosidad
social. La peligrosidad criminal consiste en la probabilidad de que un sujeto realice
en el futuro una conducta delictiva. "Peligrosidad social", es la posibilidad o
realidad, de que un individuo llegue a ser o sea ya un marginado, un parásito,
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molesto para la convivencia social y que sea por tanto un asocial, aunque no suele
cometer delitos propiamente dichos". Sólo para los antisociales, es decir, los
peligrosos criminalmente, deben establecerse en la Ley medidas de seguridad. A
la mera peligrosidad social hay que hacerle frente con medidas preventivas de
carácter asistencial, al margen del Derecho penal.
Por otra parte, la aplicación de medidas de seguridad a personas cuya
peligrosidad criminal no se ha puesto de manifiesto a través de la realización de
una conducta delictiva, a personas que no han delinquido aún, implica un grave
riesgo para la seguridad jurídica, aunque se lleve a cabo, como sucedía en
España, por los órganos de la jurisdicción criminal. La exigencia de la previa
comisión de un delito cumple una triple función garantizadora : Refuerza el
pronóstico de peligrosidad, fortalece la vigencia del principio de legalidad y reduce
a limites tolerables la función preventiva.
El establecimiento de medidas de seguridad predelictuales no es, además,
necesario para el mantenimiento del orden social. Parece un acierto, por ello, que
en el nuevo Código penal se incluyan únicamente medidas de seguridad
postdelictuales y se exija que la realización del hecho previsto como delito revele
la peligrosidad criminal del sujeto (arts. 6.1 y 95). La supresión de las medidas de
seguridad postdelictuales supondría, en cambio, un grave error desde el punto de
vista político-criminal e implicaría un retroceso al Derecho penal del siglo XIX,
parece censurable, que no se incluyan en el nuevo Código penal medidas de
seguridad privativas de libertad para los delincuentes habituales peligrosos de
criminalidad grave.
En la moderna Ciencia del Derecho penal se estima que no bastan las
consideraciones utilitarias para justificar las medidas de seguridad y reinserción
social, es preciso que tengan una justificación ética. Las medidas de seguridad se
basan en el principio ético-social de que sólo puede participar sin restricciones en
la vida social aquél que es capaz de regirse por las normas de la comunidad. La
libertad exterior encuentra únicamente justificación en la libertad interior, es decir,
en la capacidad de regirse por las normas de la Ética-social. Cuando esta
capacidad falta, como en los enfermos mentales, está considerablemente
disminuida como consecuencia de las disposiciones, vicios o hábitos, el sujeto no
puede exigir la plena libertad exterior. La medida de seguridad estará en estos
casos éticamente justificada si la disminución de la libertad exterior no es superior
a la disminución de la libertad interior del sujeto. A este criterio general se añaden,
otros también de carácter ético, como el derecho y el deber del Estado de curar y
ayudar a los enfermos mentales o a los drogadictos y de educar a los menores y a
los vagos.
Esta fundamentación sólo es válida, sin embargo para las medidas de
seguridad aplicables a los inimputables o semimputables, es decir, las personas a
las que el Derecho penal reconoce su incapacidad o la disminución de su
capacidad de culpabilidad. En el Cp1995 se formula el principio de la
proporcionalidad de otro modo : "Las medidas de seguridad no pueden resultar ni
más gravosas ni de mayor duración que la pena abstractamente aplicable al hecho
cometido, ni exceder el limite de lo necesario para prevenir la peligrosidad del
autor" (art. 6.2). Con arreglo a este criterio se condiciona la posibilidad de aplicar
medidas de seguridad privativas de libertad a que el delito cometido esté
sancionado con una pena privativa de libertad y la duración de la medida no puede
exceder de la pena que le hubiere sido impuesta al sujeto de haber obrado
culpablemente o de la prevista por el Cp para el delito de que se trate (arts. 95.2).
Criterio erróneo : Las medidas de seguridad, a diferencia de las penas, no tienen
que ser necesariamente proporcionadas a la gravedad de los delitos cometidos,
sino únicamente a la peligrosidad del delincuente. La referencia a la gravedad del
delito cometido, en la formulación del principio de la proporcionalidad, sólo puede
tener el sentido de que se trata de un síntoma más a tener en cuenta para
enjuiciar la peligrosidad del delincuente ; un síntoma que puede ser confirmado o
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desvirtuado por otros. El delito cometido puede ser de escasa gravedad, pero
aparece como sumamente probable la comisión futura de delitos más graves.
1.5. LA REPARACIÓN.
En la moderna Ciencia del Derecho penal alemana, se ha propuesto introducir
la reparación a la víctima del delito como una tercera vía, como una tercera
consecuencia jurídico-penal del delito, junto a las penas y medidas de seguridad.
Al poder cumplir, plenamente, en muchos casos los fines de la pena podría dar
lugar a una sustitución o atenuación de la misma, estaría legitimada por el carácter
subsidiario del Derecho penal.
La reparación del perjuicio causado a la victima, objeto de la responsabilidad
civil derivada del delito, contribuye también, parcialmente a la realización de los
fines de la pena. La reparación voluntaria del perjuicio causado a la victima
contribuye a la reafirmación del ordenamiento jurídico y pone de manifiesto,
además, una menor necesidad, o incluso la falta de necesidad, de la pena desde
el punto de vista de la prevención especial, sobre todo cuando obedezca a un
móvil de arrepentimiento.
Desde el punto de vista de la prevención general, la reparación no puede
satisfacer plenamente la función de ejemplaridad de la pena, pues el bien jurídico
lesionado es siempre un bien del Derecho, aunque su portador sea un particular.
El delito implica siempre una lesión de intereses sociales, pues atenta contra las
condiciones mínimas de la vida en sociedad. La eficacia intimidante de la
reparación es, por otra parte, escasa e inferior, sin duda, a la pena. Al no poder
cumplir plenamente los fines de la pena, la reparación sólo debe dar lugar a una
atenuación, aunque sea considerable, de la misma, pero no a su sustitución. En el
nuevo Código penal español de 1995 se ha introducido una circunstancia
atenuante de reparación del daño ocasionado a la victima, o de disminución de
sus efectos, que podría aplicarse, en su caso como muy cualificada y dar lugar a
una disminución de la pena en uno o dos grados. No hay inconveniente tampoco
en que se incluya, como se hace en el nuevo Código, entre las condiciones
necesarias para la suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad,
la de que se hayan satisfecho las responsabilidades civiles derivadas del delito,
"salvo que el Juez o Tribunal sentenciador, después de oír a los interesados y al
Ministerio Fiscal, declare la imposibilidad total o parcial de que el condenado haga
frente a las mismas" (art. 81.3.ª).
La reparación del daño causado a la victima puede estar indicada también
como sustitutivo de una medida de seguridad de carácter educativo,
especialmente para los jóvenes delincuentes.
2
La delimitación del Derecho Penal del resto de los sectores
del Ordenamiento Jurídico.
14
Presenta dificultades cuando se trata de realizar en el plano material,
surgiendo entonces el problema de distinguir materialmente lo ilícito penal, de lo
ilícito civil, administrativo, etc. La distinción material de la pena de las restantes
sanciones del ordenamiento jurídico no es tampoco tarea fácil.
El intento más serio de distinción material de lo ilícito penal y lo ilícito civil se
debe a los filósofos idealistas alemanes. Para Hegel y Kant el delito es
esencialmente distinto de lo ilícito civil. El delito es una rebelión contra el orden
exigido por la razón moral y no se reduce, por tanto al menoscabo de los intereses
o derechos del individuo o de la sociedad.
La concepción material de la antijuridicidad como lesión o peligro de los bienes
jurídicos protegidos no permite establecer tampoco una distinción entre lo ilícito
penal y civil, pues el concepto de bien jurídico no puede ser reducido al ámbito del
Derecho penal. Lo mismo sucede con el concepto de la antijuricidad como
dañosidad. Dañosos son también lo ilícito civil o administrativo.
La distinción material de la pena de las sanciones de otros sectores del
ordenamiento jurídico presenta también dificultades. La pena y las medidas de
seguridad del Derecho penal se diferencian de otras sanciones semejantes por
tener como presupuesto necesario el delito y por tener que ser impuestas por
jueces independientes en un proceso, según las reglas del Derecho procesal
penal (art 3.1 del Código penal y art.1.º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. La
pena se diferencia, además, de otras sanciones semejantes por su absoluta
independencia. Puede ser impuesta sin perjuicio de la aplicación simultánea de
otras sanciones. Esta simultaneidad no constituye una infracción del principio ne
bis in idem. Problemática es, sin embargo, la posibilidad de concretar un carácter
distintivo puramente material. El problema de la distinción material del Derecho
penal de otros sectores del ordenamiento jurídico ha adquirido un interés actual
con el intento renovado de deslindar del Derecho penal criminal un Derecho penal
meramente administrativo y el Derecho penal disciplinario.
15
En nuestro país el problema se ha planteado de un modo diferente, pues el
aumento de la actividad administrativa del Estado no dio lugar a una hipertrofia del
Derecho penal, como en otros países europeos (Alemania, Francia, Italia), sino al
desarrollo de un desmesurado poder sancionatorio de la Administración misma. En
nuestro país se reclama no una despenalización o segregación de un Derecho
penal administrativo del cuerpo del Derecho penal criminal sino una
desadministrativización de la actividad sancionatoria de la Administración o al
menos la sujeción de la misma a algunos de los principios fundamentales del
Derecho penal (principio de legalidad, de retroactividad de las leyes favorables, y
de culpabilidad) y la aplicación del principio ne bis in idem en relación con las
sanciones penales y administrativas. El problema del deslinde material de lo ilícito
administrativo es también fundamental.
Los delitos del Derecho penal criminal serian delitos "naturales per se", de
"Derecho Natural", "previamente dados", o "metapositivos", mientras que los
delitos administrativos serían "delitos artificiales", o "creados sólo por la voluntad
del Estado". Esta distinción es inadmisible. La historicidad, es tan inseparable de la
esencia del Derecho como de la esencia del hombre. No es posible hablar, por
ello, de delitos "naturales" o de "Derecho natural".
Como consecuencia de las críticas ha precisado que su distinción de delitos
"naturales" y " artificiales" no se fundamenta en una concepción jusnaturalista. Se
quiere decir únicamente que delitos "naturales" o del Derecho penal criminal serán
en cada momento histórico aquellas acciones delictivas que sean ético
socialmente relevantes o que tengan una significación cultural. El delito
administrativo será siempre, una acción irrelevante para la Ética social o
culturalmente indiferente.
Lo ilícito administrativo se agotaría, en la desobediencia de los mandatos y
prohibiciones establecidos positivamente por el legislador. Sería un ilícito
puramente formal. Lo ilícito del delito administrativo no estaría constituido por la
lesión o el peligro concreto de un bien jurídico, sino solamente por la lesión de un
interés de la administración. El peligro de los bienes jurídicos, es, a lo sumo, ratio
legis de la punición de estas conductas. Esta distinción cualitativa entre lo ilícito
administrativo y criminal tendría luego su repercusión en la diversa función y
estructura dogmática de la sanción administrativa y de la pena criminal. La sanción
administrativa no tendría otro fin que apelar al desobediente y recordarle sus
deberes.
La afirmación de que lo ilícito administrativo sea ético-social o culturalmente
indiferente no parece convincente. El legislador no establece sus mandatos y
prohibiciones, para ejercitar la obediencia de los ciudadanos, sino para crear un
estado o situación valiosos o impedir la producción de un daño. Desde el núcleo
central del Derecho penal hasta las últimas faltas penales o infracciones
administrativas discurre una línea continua de un ilícito material que se va
atenuando, pero que no llega a desaparecer nunca del todo. La mayor parte de las
veces es la lejanía del sector vital respectivo la que induce a creer a los juristas
que lo injusto de una falta determinada es puramente formal.
En el Derecho penal español, incluso las acciones constitutivas de las faltas
contra los intereses generales y el orden público tienen siempre una relevancia
ético-social o cultural mayor o menor. Los que realizan actividades careciendo de
los seguros obligatorios de responsabilidad civil que se exijan legalmente para su
ejercicio (art. 636) ponen en peligro la percepción de las indemnizaciones
correspondientes por parte de los perjudicados. En algunos casos lo ilícito material
puede ser, incluso, más grave que en ciertos delitos (las faltas de los arts. 630 y
631 y el delito de daños del art. 263) En el seno de una regulación jurídica puede
haber normas puramente arbitrarias o creadas exclusivamente por la voluntad del
Estado. Este es el caso, por ejemplo, dentro de la regulación del tráfico, de la
norma que dispone que los vehículos han de circular por la derecha. En estos
casos sólo la existencia de una ordenación está materialmente fundada, pero es
16
indiferente el sentido de la misma. Estas normas son siempre, sin embargo, parte
integrante de una regulación jurídica más amplia fundamentada materialmente. El
derecho del tráfico, por ejemplo, tiende, sin duda, a proteger la vida humana, la
integridad corporal y la propiedad. Una regulación jurídica arbitraria, sin
fundamento material alguno sería puramente despótica y debería ser extirpada de
nuestro Derecho.
La exclusión del concepto del bien jurídico del ámbito del llamado Derecho
penal administrativo carece de fundamento. No es posible precisar una diferencia
entre los intereses de la Administración tutelados por el Derecho, y el resto de los
bienes jurídicos. Si lo injusto administrativo fuera puramente formal, si se agotase
en la desobediencia de los mandatos o prohibiciones del Derecho, no podría
establecer el legislador diferencias en la sanción entre las diversas infracciones del
Derecho penal administrativo. El delito penal y el delito administrativo o de policía
tienen un contenido material semejante y la misma estructura lógica.
La pena o las sanciones del llamado Derecho penal administrativo encuentran
su justificación proporcionalmente a la gravedad de la infracción y en su
necesidad, como la pena del Derecho penal criminal. La imposición de la sanción
administrativa será también con frecuencia expresión de un juicio desvalorativo
ético-social. Entre las penas y las sanciones administrativas existen únicamente
diferencias cuantitativas. Toda la actividad del Estado, aun girando en torno a
intereses temporales de la Administración, va dirigida al fin unitario de crear un
orden justo y útil.
Hasta el momento no ha sido posible encontrar un criterio que permita apreciar
una diferencia cualitativa entre lo ilícito penal y lo ilícito administrativo. Al no haber
sido posible hasta ahora determinar una diferencia cualitativa entre ilícito penal e
ilícito administrativo y entre pena y sanción administrativa, resulta inadmisible
desde el punto de vista de las exigencias del Estado de Derecho la hipertrofia
actual de la potestad sancionatoria de la administración en España.
La Administración podía imponer, incluso, hasta no hace mucho tiempo,
sanciones privativas de libertad en sustitución de las penas pecuniarias,
posibilidad que ha sido excluida por el art. 25, apdo 3 de la CE, que declara " La
Administración civil no podrá imponer sanciones que, directa, o subsidiariamente,
impliquen privación de libertad". En algún caso la Administración llegó a imponer
penas privativas de libertad. El Real Decreto ley 1/1977, de 4 de enero, atribuyó a
los Juzgados Centrales de Instrucción y a la Audiencia Nacional la competencia
para juzgar los delitos de tráfico monetario comprendidos en los arts. 283-290
(falsificación de moneda) del viejo Código penal y en la Ley de delitos monetarios.
La Ley penal y procesal de delitos monetarios fue derogada por la Ley 40/1979,
sobre régimen jurídico del Control de Cambios.
Es urgente un replanteamiento por parte del legislador de los límites del
Derecho penal y el Derecho administrativo. Entre lo ilícito penal y lo ilícito
administrativo, entre la pena y la sanción administrativa, únicamente cabe
establecer diferencias cuantitativas y el límite ha de ser trazado positivamente por
el legislador. En la redistribución de la materia ha de tener en cuenta de un modo
primordial la gravedad de las infracciones desde el punto de vista material
(desvalor ético-social o cultural) y, sólo en segundo término, consideraciones de
política criminal (la rapidez y eficacia de la sanción). Algunas faltas del Libro III del
Código penal podrían transformarse en infracciones puramente administrativas, y
las más graves deberían convertirse en delitos o faltas, o ser suprimidas cuando
coincidan con figuras delictivas existentes actualmente en el Código.
Al no haberse podido determinar hasta ahora diferencias cualitativas entre lo
ilícito penal y lo ilícito administrativo, es preciso extender a las infracciones
administrativas la aplicación de algunos de los principios fundamentales del
Derecho penal. La Constitución siguió ya este criterio al establecer el principio de
legalidad para las infracciones y sanciones administrativas (art. 25.1): " Nadie
puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento
17
de producirse no constituyan infracción administrativa, según la legislación vigente
en aquel momento." Criterio loable, pero que debería haberse limitado a las
infracciones y sanciones administrativas graves. Su aplicación a todas las
infracciones y sanciones administrativas no parece viable sin un amplio recurso a
la técnica de las leyes penales en blanco, que plantea serios problemas, desde el
punto de vista del principio de legalidad, o a una simple habilitación legal para
regular infracciones y sanciones administrativas.
El Tribunal Constitucional, consideró que el principio ne bis in idem entre las
penas y las sanciones administrativas "va íntimamente unido a los principios de
legalidad y tipicidad de las infracciones recogidos principalmente en el art. 25 de la
CE". El Tribunal Constitucional invocó, en apoyo de su tesis, los trabajos de
elaboración del texto de la Constitución en el Congreso, donde se renunció a
establecer de forma expresa, en el art. 9.º, el principio ne bis in idem por
considerarlo incluido en el de legalidad y tipicidad proclamado en el art. 25."
En el art. 9.3 de la Constitución se establece también el principio de la irretro
actividad "de las disposiciones sancionadoras no favorables", entre las que se
encuentran comprendidas, sin duda, las de carácter administrativo.
Era preciso, sin embargo, promulgar una ley que regulara, con carácter
general, el ejercicio de la potestad sancionadora de la Administración en la que se
previera la aplicación a las infracciones y sanciones administrativas de otros
principios fundamentales del Derecho penal, además de los anteriormente
mencionados y establecidos en la Constitución : Esta ansiada regulación se ha
incluido en la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del
Procedimiento Administrativo Común. En ella se recogen los principios de
legalidad y tipicidad de irretroactividad y ne bis in idem entre las sanciones
penales y administrativas (art.133), y se establece el principio de retroactividad de
las disposiciones sancionadoras favorables (art.128, apdo. 2) y la prescripción de
las infracciones y sanciones administrativas (art.132). No se establece, en cambio,
el principio de culpabilidad, pues en el apdo. 1 del art. 130 se dispone que : " Sólo
podrán ser sancionadas por hechos constitutivos de infracción administrativa las
personas físicas y jurídicas que resulten responsables de las mis mas aun a título
de simple inobservancia" y se prevé, incluso, una responsabilidad de carácter
solidario" ( n.º 3 del art. 130). En la regulación del principio de proporcionalidad
(apdo 3º del art. 131) se dispone únicamente que: " En la determinación normativa
del régimen sancionador, así como en la imposición de sanciones por las
Administraciones Públicas se deberá guardar la debida adecuación entre la
gravedad del hecho constitutivo de la infracción y la sanción aplicada,
considerándose especialmente los siguientes criterios para la graduación de la
sanción a aplicar :
18
2.2. DERECHO PENAL Y DERECHO DISCIPLINARIO.
Los intentos de delimitación material de lo ilícito criminal y lo ilícito
disciplinario han sido hasta el momento poco afortunados. Lo ilícito disciplinario
tiene un carácter interno y concurre aunque no haya sufrido menoscabo alguno la
autoridad del Esta do, ni haya sufrido perturbación alguna la marcha de la
Administración. En los delitos de los funcionarios públicos, el bien jurídico
protegido es, en cambio, la confianza de los ciudadanos en la pureza de la gestión
administrativa. Criterio que no permite realizar una diferenciación cualitativa entre
lo ilícito penal y lo ilícito disciplinario. El menoscabo de la confianza de los
ciudadanos en la pureza de la gestión administrativa puede ser producido también
por lo ilícito disciplinario y puede faltar, en cambio, en los delitos de los
funcionarios públicos. En el Derecho disciplinario, las infracciones interesan sólo
como síntoma de que el funcionario no es merecedor de confianza (es un Derecho
de autor) y la sanción es, en rigor, una medida con fines de corrección y
protección, a diferencia de la pena que es retribución del hecho delictivo realizado.
Resulta difícil admitir, sin embargo, que la sanción disciplinaria no deba guardar
relación con la gravedad de la infracción, sino únicamente con la falta de probidad
del funcionario de la cual la infracción deba ser un mero síntoma. El Derecho penal
no se limita a tutelar un orden jurídico preexistente, sino que constituye también
una parte de dicho orden. Los preceptos del Derecho penal que regulan los delitos
de los funcionarios públicos tienen como fin, lo mismo que los del Derecho
disciplinario, el mantener a los funcionarios en la observancia de sus deberes y el
contribuir a la mejor organización del servicio público.
Entre lo ilícito disciplinario y lo ilícito penal no hay sino una diferencia de
grado. El legislador extiende la amenaza de la pena a las formas más graves de lo
ilícito disciplinario. La sanción disciplinaria y la pena no se diferencian
esencialmente. La sanción disciplinaria ha de ser también justa, adecuada a la
gravedad de la infracción, y necesaria. La sanción disciplinaria, dentro del límite
máximo marcado por la justicia, tiene en cuenta no sólo los fines de la prevención
general y la prevención especial sino también las exigencias del prestigio y el buen
funcionamiento, de la administración. Las sanciones penales y las sanciones
disciplinarias son por ello, independientes.
La menor gravedad de lo ilícito disciplinario frente a lo ilícito penal explica que
en el Derecho disciplinario las conductas prohibidas no estén reguladas con
frecuencia en una Ley, sino en disposiciones de carácter reglamentario, con una
simple habilitación legal. Su definición no suele ser exhaustiva, ni viene vinculada
expresamente a cada una de ellas una sanción determinada. Las sanciones
disciplinarias no son impuestas , por el mismo motivo, por la jurisdicción ordinaria,
sino por las autoridades administrativas en resoluciones por lo general revocables.
19
del Derecho penal podrían ser deducidas en su totalidad de los preceptos de otros
sectores del ordenamiento jurídico. Al Derecho penal le correspondería
exclusivamente una función protectora del resto del ordenamiento jurídico, que
constituiría su prius lógico. Los preceptos jurídico penales no extenderían la
amenaza de la pena sino a las formas más graves de lo ilícito civil. administrativo,
etc.
Esta teoría no ha hallado eco en la dogmática moderna. Diversos autores han
señalado, con razón, que los preceptos jurídico penales extienden a veces la
amenaza de la pena a conductas que no se hallan prohibidas por otros sectores
del ordenamiento jurídico. No es posible deducir, en estos casos, las normas
penales de los preceptos de otros sectores del Derecho positivo. Al Derecho penal
le corresponde en estos casos una función valorativa y no meramente
sancionatoria. En el derecho penal español estos supuestos son excepcionales,
dada la amplia redacción del art. 1.902 del Código civil, pero cabe citar como
ejemplo el art. 395 (falsificación de documentos privados, cuando no se haya
causado un perjuicio a un tercero, aunque se haya realizado con ánimo de
causárselo). En estos casos el Derecho penal no se limita a sancionar un orden
jurídico, lógicamente preexistente, sino que crea dicho orden. Pero no sólo en
estos supuestos, que son los menos frecuentes, le incumbe al Derecho penal una
función valorativa. Al seleccionar las formas más graves de lo ilícito civil,
administrativo, etc., y extender a ellas la amenaza de la pena, el Derecho penal
realiza asimismo una función valorativa.
20
3
Enciclopedia de las Ciencias penales.
3.1. DOGMÁTICA.
La dogmática del Derecho penal tiene la tarea de conocer el sentido de los
preceptos jurídicos penales positivos y desenvolver su contenido de modo
sistemático. La tarea de la dogmática del Derecho penal es la interpretación del
Derecho penal positivo, si el término "interpretación" es utilizado en su acepción
más amplia, que incluye la elaboración del sistema.
El término "dogmática" se deriva de la palabra "dogma" porque para el
intérprete los preceptos del Derecho positivo son como un dogma al que tiene que
atenerse necesariamente.
21
La dogmática del Derecho penal ha de conocer el sentido de los preceptos
jurídicos penales positivos. La interpretación habrá de ser entendida, por ello,
como una captación del sentido, como una comprensión. Sólo así será posible
incluir a la dogmática del Derecho en general y a la dogmática del Derecho penal
en particular, dentro del marco de las ciencias del espíritu. Dónde se encuentra el
sentido de los preceptos jurídico penales positivos ? En el contenido de la
voluntad del legislador histórico que redactó y promulgó el precepto legal? (teoría
subjetiva) ? O en la Ley misma (teoría objetiva) ?
Ese problema no es otro que el del fin de la labor del intérprete. Porque la
misión de la interpretación no puede reducirse a constatar los diversos sentidos
posibles de un precepto jurídico, sino que ha de precisar cuál de ellos es
vinculante para la vida jurídica práctica.
La razón decisiva, en favor de la teoría objetiva, es que permite una
adaptación de la ley a las nuevas circunstancias. Una modificación de la situación
regulada por la ley se da, en principio, desde el mismo momento de su
promulgación; puesto que el legislador tiene a la vista sólo un cierto número de
casos y en función de ellos configura la regulación jurídica.
El Derecho es una parte integrante de la cultura y ha de ser interpretado de
forma que pueda cumplir las tareas éticas, sociales y económicas de nuestro
tiempo. Esta interpretación sólo es posible realizarla en el marco de la teoría
objetiva. El intérprete ha de preguntarse qué juicio valoratorio del actual estado de
cultura ha hallado expresión en el precepto jurídico-positivo. No podrían
satisfacerse las exigencias de esta concepción funcional del Derecho si para
comprender el sentido de los preceptos jurídico penales hubiera que situarse en la
mente de un legislador que vivió hace, más de un siglo, en un estado de cultura
distinto.
Esta ventaja indudable de la teoría objetiva de la interpretación lleva
aparejado, un riesgo para la seguridad jurídica. La vinculación del juez y del
funcionario del poder ejecutivo a la ley puede ser puesta en peligro so pretexto de
hacer valer el sentido objetivo de la misma. Este peligro puede ser conjurado, sin
embargo, dentro del marco de la teoría objetiva.
El sentido objetivo del precepto legal ha de haber hallado, en primer lugar,
expresión, aunque sea imperfecta, en el tenor literal del mismo. La interpretación
ha de mantenerse dentro de los limites del sentido literal posible del precepto.
Más importante que el límite formal es la vinculación del intérprete en la
selección del criterio o directriz que le ha de servir de guía para comprender el
sentido objetivo del precepto legal. El intérprete no podrá utilizar como pauta
cualquier concepción (ética, jurídica, política o económica) que sea sustentada en
el momento actual, sino sólo aquellas que sean dominantes en nuestra sociedad y
en particular las que hayan hallado acogida en la Constitución.
Para determinar el sentido objetivo de la ley, el intérprete se sirve de los
medios tradicionales de interpretación: interpretación gramatical, lógico
sistemática, histórica y teleológica, cuyo estudio, pertenece a la Teoría General
del Derecho.
3.2. CRIMINOLOGÍA.
La Criminología es una ciencia empírica, de carácter interdisciplinario, que
estudia el delito como un hecho en la vida del individuo y de la sociedad, la
personalidad del delincuente, así como la aplicación práctica y la eficacia real de
las penas y las medidas de seguridad.
La Criminología es una ciencia empírica, y utiliza por ello fundamentalmente
los métodos de las ciencias naturales, pero, por otra parte, al ser el delito una
forma de conducta humana, valorada negativamente en una sociedad y en un
22
momento determinado, su conocimiento exige también la utilización del método
comprensivo.
La Criminología estudia el delito como un hecho en la vida del individuo y de
la sociedad. El concepto del delito le viene dado a la Criminología por el Derecho
penal de cada país en un momento determinado. El concepto del delito
representa, pues, un elemento normativo de la Criminología. Su carácter
cambiante (lo que es hoy delito, puede no serlo mañana y lo que es delito en
nuestro país puede no serlo en otro) no es un obstáculo para el carácter de la
Criminología como ciencia empírica. Todos los fenómenos sociales están
históricamente condicionados.
Ninguna figura delictiva ha permanecido constante, en su contenido, a lo
largo de la historia. Incluso el homicidio ha variado de contenido. Delitos son, en
cada país y en cada momento histórico las infracciones más graves,
insoportables, del orden ético-social, político, o económico de la comunidad. Un
problema distinto es si la Criminología puede extender también su estudio a
formas de conducta relacionadas con el delito, aunque en sí no sean delictivas.
Existen, por otra parte, conductas delictivas carentes de interés criminológico o de
interés criminológico muy escaso.
La investigación criminológica del delito y del delincuente puede estar
orientada a la descripción de sus formas de aparición (fenomenología criminal) o a
la averiguación de los factores del delito (etiología criminal). En la moderna
Criminología se ha sustituido el término "causa" por el de "factores" o
"conexiones", por estimarse que los conocimientos de que se dispone son aún
muy limitados para hablar de causas y por no asentarse ya generalmente la
investigación criminológica en una concepción determinista del hombre (se parte
de una concepción del hombre como ser responsable y capaz de
autodeterminación, o, con mayor frecuencia, se hace abstracción del problema del
libre albedrío.
Algunos criminólogos europeos no incluyen el estudio de la pena y de las
medidas de seguridad en el objeto de la Criminología. La pena y las medidas de
seguridad pueden ser también objeto, sin embargo, de un estudio empírico en
cuanto a su aplicación concreta en la realidad, a su influencia en la personalidad
del delincuente, a las reacciones sociales que producen y a su eficacia en relación
con el cumplimiento de sus fines. Implica, en cambio, una grave confusión
metodológica, la inclusión en las obras de Criminología del estudio de la
regulación jurídica de las penas y las medidas de seguridad, de la condena y la
libertad condicionales, etc., tan frecuente en la Criminología norteamericana.
La Criminología es una ciencia moderna. Su origen se encuentra en las
investigaciones de Lombroso, famosa teoría del delincuente nato. La Sociología
criminal se inicia por la llamada escuela sociológica francesa, de Lyón. El término
"Criminología" se generalizó a partir de la obra de Garofalo. Las investigaciones
de la Psicología criminal y la Psiquiatría criminal han enriquecido también
considerablemente los conocimientos criminológicos. La moderna Criminología es
el resultado de la confluencia de los conocimientos de la Antropología criminal, la
Psicología criminal, la Psiquiatría criminal y la Sociología criminal.
La Criminología como ciencia empírica utiliza fundamentalmente un método
inductivo. Su tarea comienza con la recopilación de datos por medio de técnicas
muy variadas. La observación directa de la comisión del delito no es posible casi
nunca si cabe, en cambio, la observación directa del lugar de comisión del delito
y de las huellas, instrumentos o productos del mismo. Es posible obtener datos
referentes al delito, al delincuente, a la victima o a la aplicación de las penas y las
medidas de seguridad por medio de escritos o documentos.
El examen de la personalidad del delincuente se lleva a cabo por medio de
técnicas muy diversas. Se utilizan todas las técnicas de la Medicina en general y
de la Psiquiatría, en particular. Entre las últimas cabe destacar la exploración, que
es utilizada también por la Psicología. El ambiente social del delincuente se
23
investiga por medio de la observación del lugar en que habitaba, de su familia, de
su lugar de trabajo, sus amistades, sus lugares de diversión, etc., y por medio de
entrevistas con sus familiares o personas que le trataban o conocían.
El método estadístico tiene una gran importancia en la investigación
criminológica. Se distinguen las estadísticas de masas y las elaboradas con base
en el estudio de casos análogos ( método de los casos). La estadística de masas
se utiliza para el conocimiento de la criminalidad como fenómeno colectivo. Las
estadísticas de masas se dividen en judiciales y policiales. En las estadísticas
judiciales se registran los delitos sobre los que ha recaído sentencia condenatoria
en un periodo de tiempo determinado. El Instituto Nacional de Estadística publica,
con carácter anual, las estadísticas Judiciales de España. En ellas se incluyen, la
Estadística penal común, la Estadística penitenciaria y la Estadística de los
Tribunales Tutelares de Menores.
En la Estadística penal común se incluyen los delitos y las faltas sobre los
que ha recaído sentencia condenatoria. Los delitos se clasifican según su
naturaleza, tiempo y lugar de comisión, grado de ejecución y pena impuesta. Los
condenados en general y los reincidentes, en particular, se clasifican según la
naturaleza del delito cometido, su edad, sexo, estado civil, profesión, etc.,.
Con base en los datos de la estadística el criminólogo calcula la llamada cifra
de criminalidad, es decir, el número de delitos por cada cien mil habitantes con
mayoría de edad penal.
En las estadísticas policiales figuran todos los delitos de que ha tenido
noticia la policía o que han sido esclarecidos por ella. La estadística policial da una
imagen más real de la delincuencia, pero tampoco exacta, pues a veces la policía
tiene la vehemente sospecha de la comisión de un delito que en realidad no se ha
cometido. Hay, además, delitos cuya comisión no llega a conocimiento de la
policía o que ésta no incluye, por su escasa gravedad o por otras razones, en la
estadística.
Se habla de la cifra oscura o con más exactitud de la zona oscura de la
delincuencia para designar los delitos que no figuran en la estadística judicial o en
la policial. La zona oscura es de una extensión mayor o menor según la índole del
delito. Es muy grande en el aborto, en algunos delitos contra la propiedad (estafa,
hurto, apropiación indebida) y en los delitos contra la seguridad del tráfico. En
otros delitos (por ejemplo, el asesinato o el homicidio) su importancia es escasa.
Para tratar de averiguar la importancia de la zona oscura se utilizan, en la
moderna investigación criminológica, los informes de autodenuncia y las encuestas
de victimización. En los primeros se garantiza el anonimato y la confidencialidad
de la consulta acerca de la comisión de hechos delictivos, durante un determinado
período de tiempo y aunque no hayan sido objeto de denuncia y persecución
penal.
Más fidedigna resulta la técnica de las encuestas acerca de si se ha sido
víctima de un delito en un determinado período de tiempo y aunque se trate de
hechos delictivos que no hayan sido denunciados. El método estadístico tiene sus
limitaciones y si no se utiliza con cuidado se puede incurrir fácilmente en grandes
errores.
En la utilización del método estadístico hay que tener en cuenta los cambios
introducidos en la legislación (por ejemplo, alteración de los límites entre los delitos
y faltas de hurto, estafa, apropiación indebida y daños) y la alteración de los datos
producida por la aplicación de un indulto sin haber recaído sentencia condenatoria.
Después de la fase de la recogida de datos mediante las diversas técnicas o
métodos es preciso proceder a su elaboración, que se lleva a efecto mediante su
ordenación, comparación e interpretación. Se llega así a la formulación de
hipótesis o teorías de carácter más o menos general, que es preciso someter
continuamente a nuevas comprobaciones empíricas. La elaboración de tipologías
de delincuentes y de tablas de pronósticos es también una tarea muy importante
de la Criminología.
24
Las corrientes de la moderna Criminología son muy variadas : Criminología
clínica, Criminología de orientación fundamentalmente sociológica o
psicosociológica cultivada preferentemente en los Estados Unidos, etc ...
En España, prescindiendo de antecedentes más remotos, tuvo la
Criminología importantes cultivadores a fines del pasado siglo y principios de éste
para pasar luego por una fase de profunda decadencia. A partir de los años
setenta se produjo un resurgimiento de la investigación criminológica.
La Criminología, a pesar de su juventud, ha ejercido ya una gran influencia
en el Derecho penal. Los conocimientos de la Criminología son de gran
importancia para la dogmática y para la administración de la Justicia penal
(interpretación de las leyes, medición de la pena, concesión de la suspensión de la
ejecución de la pena. etc ...)
3.4. CRIMINALÍSTICA.
Conjunto de conocimientos o técnicas tendentes al esclarecimiento del delito,
al descubrimiento del delincuente, a la aportación de las pruebas y a impedir la
comisión de los delitos futuros ( técnicas de inspección del lugar del delito, para
recoger huellas, conocer los instrumentos de comisión del delito, la psicología del
testimonio ...). Aunque comprende un conjunto de técnicas muy diversas, es una
ciencia empírica, que suministra datos interesantes a la Ciencia del Derecho penal
y a la Criminología.
A la Criminalística, en sentido amplio, pertenece la Medicina legal, que es el
conjunto de conocimientos médicos necesarios para la Administración de Justicia.
Una rama de la Medicina legal es la Psiquiatría forense, de importancia capital en
25
la Administración de Justicia Criminal, especialmente para determinación de la
imputabilidad (capacidad de culpabilidad).
4
La ciencia del Derecho Penal Española.
La Ciencia del Derecho penal, en sentido estricto, comprende la dogmática y
la política criminal. La filosofía del Derecho penal es, una parte de la filosofía del
Derecho. En Séneca y en los filósofos y teólogos españoles de los siglos XVI y
XVII es posible encontrar doctrinas sobre el fundamento y los fines de la pena, así
como sobre cuestiones importantes de la parte general del Derecho penal (el
principio del versari in re illicita, la relevancia del error de derecho, etc), pero no
puede decirse que hicieran ciencia del Derecho penal en sentido estricto. Carece
de fundamento, por ello, situar en Alfonso de Castro el origen de la ciencia
española del Derecho penal. En su obra De Potestate legis poenalis se ocupó de
26
un problema de teología moral, como es el de la obligatoriedad en conciencia de
las leyes penales, en sentido amplio, comprensivo de todas las leyes
sancionadoras, aunque tratase de pasada de una serie de cuestiones de Derecho
penal.
La Ciencia del Derecho penal española arranca de la labor de los juristas del
siglo XVI, entre los que cabe destacar especialmente a Diego de Covarrubias y
Leyva y a Antonio Gómez. Estos juristas, de una gran cultura humanística,
ejercieron una gran influencia en los demás países europeos, influencia favorecida
por la hegemonía política española, el uso común del latín como lengua científica
y el cultivo preferente del Derecho romano y canónico, con descuido del Derecho
nacional. Los juristas españoles no llegaron, sin embargo, a elaborar obras de
carácter general, sistematizadas, como la de Tiberio Deciano en Italia, Tiraquellus
en Francia o Theodoricus en Alemania. Ello se debe a que la influencia del
humanismo en España fue poco profunda, dado el neoescolasticismo dominante
en Castilla y nuestros juristas del siglo XVI siguieron, por consiguiente, apegados
en gran parte al mos italicus (caracterizado por el logicismo escolástico, el
casuismo y el recurso al argumento de autoridad). Al mos italicus, se contraponía
el mos gallicus, propio de los juristas humanistas, caracterizado por un mayor rigor
filológico, un mayor sentido histórico, una preocupación por la elaboración
sistemática y un predominio del razonamiento frente al argumento de autoridad.
La atención de nuestros juristas se centraba fundamentalmente en el Derecho
romano y canónico y prestaban escasa atención al Derecho real. A fines del siglo
XVI y principios del siglo XVII se inicia una reacción en este aspecto, por parte de
los prácticos castellanos, entre los que cabe destacar a Antonio de la Peña y
Pradilla y Barnuevo, tendencia que continúa en el siglo XVIII. Estos prácticos
centraron su atención en el derecho real, pero sus obras son de una sistemática
muy elemental y falta en ellas una parte destinada al estudio de los problemas
generales.
27
fines preventivos, de prevención general (intimidación) y prevención especial, pero
se pone el acento en la primera. Se exige la proporcionalidad de los delitos y las
penas, no en aras de la retribución o de la expiación, sino de la misma prevención
general. Más eficaz que la pena dura, cruel, la pena cierta, pronta y proporcionada
al delito. Consecuencia del contrato social es también el principio de legalidad de
los delitos y de las penas. Es el legislador, representante de la sociedad unida por
el contrato social, el único que debe establecer los delitos y las penas. Combatió
Beccaria el excesivo arbitrio judicial, la crueldad de las penas del Antiguo
Régimen, la desigualdad de los ciudadanos ante la ley penal, el tormento, las
confiscaciones, etc. Combatió la pena de muerte, que no es justa, no es derecho,
por no poder basarse en el contrato social, porque nadie concederá esa facultad a
los demás y si lo hace infringirá el principio de la indisponibilidad de la vida
humana y no es útil por el ejemplo que da a los hombres de atrocidad. Propone su
sustitución por una pena perpetua de privación de libertad acompañada de
trabajos útiles a la sociedad ("esclavitud perpetua"), aunque admite la pena de
muerte en dos supuestos excepcionales.
La obra de Beccaria fue publicada en 1774, diez años después de su
aparición, pero era conocida ya antes por los juristas españoles. Montesquieu y
Beccaria son los pensadores que más influyeron en los penalistas españoles de la
Ilustración. La influencia de Bentham fue posterior, se inicia a principios del siglo
XIX y fue muy importante en la elaboración del primer Código penal español de
1822. Bentham sustentó también una concepción utilitaria de la pena y aunque
establecida una distinción entre la prevención general y la particular y se ocupó del
problema penitenciario, asignaba a la pena como fin primordial el de la
intimidación, llegando a propugnar una especie de talión simbólico.
Filangieri ejerció también gran influencia en España. Su Ciencia de la
Legislación, cuyo interés radica más que en la originalidad del pensamiento del
autor en su intento de elaboración sistemática, fue traducida al castellano y fue
muy citada por los juristas españoles. Romagnosi, otra gran figura de la Ilustración
en Italia y Feuerbach, cuyo tratado se considera el origen de la moderna Ciencia
del Derecho penal alemán, han ejercido escasa influencia en nuestro país.
La influencia de las ideas de la Ilustración en los penalistas españoles fue
considerable. La figura principal, de los penalistas españoles de la Ilustración fue
D. Manuel de Lardizábal y Uribe. Nació en México, en Puebla, el 23 de diciembre
de 1739. Se graduó como bachiller en leyes en la Universidad de Burgo de Osma,
fue profesor extraordinario de la Universidad de Valladolid, Alcalde del crimen
(magistrado de lo penal) en la Chancillería de Granada, Secretario de la Academia
de la lengua y miembro (incluso fiscal y ministro) del Consejo de Castilla o Consejo
Real. Murió el 25 de diciembre de1820.
El Consejo de Castilla encargó a Lardizábal que formara un extracto de las
leyes criminales de la Recopilación, señalando las concordancias con los demás
cuerpos legislativos españoles. Estos trabajos estaban destinados a servir de base
a la elaboración de un Código criminal. No llegó a elaborarse este Código, por la
lentitud y complejidad de los trámites burocráticos y quizá por la resistencia de los
sectores tradicionales al reformismo de los políticos ilustrados del reinado de
Carlos III. Los trabajos culminaron en un plan y distribución del Código Criminal de
1787, sumamente mediocre, carente de Parte general.
La realización de los extractos de las leyes criminales de España para
procurar su reforma movieron a Lardizábal a publicar en 1782 su Discurso sobre
las penas, contraído a las Leyes criminales de España para facilitar su reforma.
Se han analizado con detalle las condiciones y divergencias entre el
pensamiento de Lardizábal y Beccaria. Para comprender unas y otras es preciso
tener en cuenta las características peculiares de la Ilustración en España : "Lo
peculiar de la Ilustración española radica en la compatibilidad de la crítica y la
razón por un lado, con la tradición cristiana, de otro". Los valores más
representativos de la cultura española del Setecientos fueron unos perfectos
28
"cristianos ilustrados", que pusieron siempre de relieve la aludida compatibilidad
entre sus convicciones religiosas y su entrega total a los nuevos horizontes
abiertos por las luces del siglo. "Lardizábal está encuadrado claramente en el
centro de los reformistas, los "cristianos ilustrados", al que pertenecían
Campomanes, Floridablanca y Jovellanos, que se distingue del pequeño grupo de
los "revolucionarios" cuya figura más representativa es el Conde de Aranda y de
los tradicionalistas de la derecha. Todos ellos tienen que hacer frente a la reacción
de los enemigos de la reforma (escolásticos).
Lardizábal acepta la tesis del contrato social, pero trata de conciliarla con sus
creencias cristianas. El fundamento del ius puniendi no se halla sólo en el contrato
social sino en Dios que ha atribuido tal poder a los gobernantes. No menciona
siquiera Lardizábal el principio de la división de poderes, incompatible con la
estructura del Consejo de Castilla (con atribuciones de gobierno, legislativas y
judiciales), pero admite el principio de legalidad de los delitos y de las penas y
rechaza el arbitrio judicial. En el legalismo no llega, sin embargo, tan lejos como
Beccaria, pues admite la interpretación extensiva de las leyes, es decir, su
aplicación a casos no comprendidos en su letra pero sí en su espíritu. La pena,
según Lardizábal, ha de ser proporcionada al delito, pronta, necesaria, o sea, lo
menos rigurosa posible y segura.
Defiende la legitimidad de la pena de muerte y rechaza los argumentos de
Beccaria para negarla, pero se muestra partidario de una restricción de su
aplicación a los casos en que sea absolutamente necesaria. No acepta tampoco
Lardizábal la igualdad de los ciudadanos ante la ley penal y defiende la aplicación
de penas diferentes a los nobles y a los plebeyos, por la mayor sensibilidad de los
primeros. Combate, en cambio, decididamente el tormento.
La concepción de la pena de Lardizábal es una concepción utilitaria, relativa,
típica del pensamiento de la Ilustración. Asigna a la pena un fin general: la
seguridad de los ciudadanos y la salud de la Republica. Señala, a continuación,
una serie de fines particulares, subordinados al fin general y sin los cuales no
podría cumplirse éste. Destaca entre ellos en primer lugar "la corrección del
delincuente para hacerle mejor, si puede ser y para que no vuelva a perjudicar a la
sociedad" ; a continuación menciona "el escarmiento y ejemplo para que los que
no han pecado se abstengan de hacerlo", "la seguridad de las personas y de los
bienes de los ciudadanos" y "el resarcimiento o reparación del perjuicio causado al
orden social o a los particulares". La teoría de los fines de la pena en Lardizábal es
más completa y acertada que la de Beccaria y los demás penalistas de la
Ilustración. Es el que más atención concede al pensamiento de la prevención
especial. Preocupado por la corrección y enmienda del delincuente, denuncia el
efecto corruptor de los presidios y arsenales y propone la creación de casas de
corrección.
La influencia de Lardizábal en el Código penal de 1822 fue muy escasa. Había
triunfado ya entonces la revolución liberal y el pensamiento de Lardizábal,
característico de la Ilustración, resultaba demasiado moderado. Políticamente está
marginado, además, por haberse significado en favor del principio de la monarquía
absoluta. Son Bentham, sobre todo, Beccaria y Filangieri los que ejercen una
mayor influencia en nuestro primer Código penal.
29
En el aspecto político Rossi pertenecía al grupo mentor de los liberales
doctrinarios franceses, es decir, de los teóricos de la monarquía constitucional.
Pacheco expuso las ideas de los doctrinarios franceses en sus Lecciones de
Derecho político-constitucional y limitó en el partido moderado, encabezando
incluso el grupo disidente de los puritanos, frente a los progresistas.
Basándose en las ideas de Rossi, Pacheco en sus famosas Lecciones
pronunciadas en el Ateneo de Madrid en el curso 18391840, rechaza la tesis del
contrato social y la concepción utilitaria de la pena de la Ilustración. Según
Pacheco, es "legítimo el castigo de los crímenes, porque es natural y porque es
necesario. Hay derecho para él, porque se funda en las relaciones que
comprenden como forzosas la razón y la conciencia, al mismo tiempo que la
sociedad, nuestra gran Ley, lo demuestran indispensable para su conservación".
El derecho de castigar, para Pacheco, "es una de las leyes necesarias de la
humanidad, una de las relaciones morales que dependen de nuestra naturaleza".
El delito (crimen social) supone siempre para Pacheco, una infracción del orden
moral (crimen moral), pero "la esfera moral es el límite, de donde no puede pasar,
a donde puede no llegar el legislador. Dentro de ese límite, en el terreno de ese
fundamento, el interés social ha de guiarle, y la conveniencia pública le debe
señalar más o menos extensos términos".
En cuanto a los fines de la pena, Pacheco sustentó consecuentemente una
teoría ecléctica o unitaria. Los fines de la pena según él son, por este orden : La
expiación, la intimidación, la imposibilidad de dañar y la reforma de los criminales.
Los dos primeros son, para Pacheco, los fines más importantes, imprescindibles,
de la pena, mientras que los dos últimos "son inferiores en categoría, más
accidentales y variables pero ni lo uno ni lo otro parece poco digno de
consideración y sobre todo la última, merece que se ocupen asiduamente de ella
los filósofos y los legisladores".
Las ideas de Pacheco tienen gran importancia porque inspiraron el Código
penal español de 1848, que ha estado en vigor hasta el 24 de Mayo de 1996,
salvo el breve paréntesis de la vigencia del Código penal de 1928. En ese largo
período de tiempo se hicieron en él únicamente reformas de carácter parcial.
30
enraizada en la tradición senequista y cristiana. Los correccionalistas españoles,
sin embargo, de acuerdo con la tradición de nuestro país, no asignaron a la pena
como único fin el de la corrección o enmienda, sino que combinaron éste con otros
fines, principalmente el de la expiación y el de la intimidación.
Las figuras más destacadas de la Escuela Correccionalista española son
Concepción Arenal, Luis Silvela y Félix de Aramburu y Zuloaga.
La esencia de la pena, según Concepción Arenal, es que sea buena, que
haga bien, porque nadie, ni individuo ni colectividad, tiene derecho a realizar el
mal. "Dada la naturaleza del hombre y la esencia de la pena, ésta ha de ser
necesariamente correccional." A la hora de determinar los fines de la pena,
Concepción Arenal menciona la expiación, la seguridad (modo de reducir al malo a
la impotencia de hacer mal), la intimidación, la afirmación de la justicia y la
educación. Estos fines, no están en contradicción sino que se armonizan.
Luis Silvela fue profesor de Derecho Penal de la Universidad de Madrid,
participó activamente en la vida política y fue miembro de la Academia de Ciencias
Morales y Políticas y de la de Jurisprudencia. Escribió el primer tratado importante
de la Parte General del Derecho penal español, el Derecho penal estudiado en
principios y en la legislación vigente en España. Silvela considera que el
fundamento de la pena es el delito cometido y su finalidad consiste, por ello, en la
restauración del orden perturbado. Pero la restauración de este orden exige, de
acuerdo con la tesis correccionalista, penetrar hasta la raíz del delito que es la
voluntad criminal. La corrección o enmienda es el fin esencial de la pena.
Corrección o enmienda que no entiende Silvela en un sentido puramente moral
sino jurídico, del mismo modo que en el delito no se contempla su aspecto ético,
sino de perturbación jurídica. Consiste en la adaptación del delincuente a una vida
sin conflictos con la ley penal. Destaca también Silvela la ejemplaridad o
intimidación como fin de la pena : Intenta armonizar los dos principios de la justicia
absoluta y de la corrección sin olvidar la prevención general.
Félix de Aramburu y Zuloaga fue catedrático de derecho Penal de la
Universidad de Oviedo y de Antropología Criminal y Estudios Superiores de
Derecho Penal en la Universidad de Madrid y magistrado del Tribunal Supremo.
En su obra se advierte el influjo del correccionismo de Röder, pero fundamenta la
pena de acuerdo con las teorías absolutas, en el delito cometido y la asigna como
fines el de la intimidación (Feuerbach) y el de la corrección (Röder).
31
La escuela positiva italiana, dentro del marco del naturalismo y el positivismo
imperantes en la segunda mitad del siglo XIX, aplicaba el método inductivo-
experimental al estudio del delito y del delincuente. Tiene su arranque en la obra
de Lombroso : L´uomo delincuente, en la que formuló su tesis del delincuente nato
y con la que nace la Antropología criminal. Ferri aplicó también el método
inductivo-expe rimental al estudio del delito y del delincuente y dió un impulso
considerable a la Sociología criminal. Garofalo y Ferri dedujeron las consecuencias
de las nuevas ideas para el Derecho penal.
Los positivistas partían de una concepción determinista del hombre.
Rechazaban el libre albedrío y la fundamentación de la responsabilidad moral. El
hombre es responsable por el mero hecho de vivir en sociedad (responsabilidad
social o legal). El fundamento de la pena no se halla en la culpabilidad, sino en la
temibilidad o peligrosidad. El delito no interesa por sí mismo, sino como síntoma
de la peligrosidad del delincuente (concepción sintomática). La pena no tiene otro
fin que la defensa social, es decir, fines preventivos, de prevención general y de
prevención especial, pero los positivistas ponían el acento en esta última, pues al
admitir la existencia del delincuente nato no creían en la eficacia intimidante de la
pena. Mediante la pena se trata de conseguir la readaptación social del
delincuente, por medio de su segregación por tiempo indeterminado.
Dorado Montero no acepta expresamente el determinismo, se limita a partir del
determinismo como hipótesis, pero se advierte en sus escritos una clara
inclinación hacia el mismo. Partiendo de la hipótesis determinista, considera
Dorado que los delincuentes, seres inadaptados, anormales sociales, deben ser
objeto de un tratamiento tutelar. Enlaza aquí, con la concepción de la pena como
tutela, como un bien para el delincuente, característica de la escuela
correccionalista. Al tener el tratamiento como fin la corrección y tutela del
delincuente, exige una máxima individualización del mismo y una considerable
ampliación del arbitrio judicial, llegando a la negación del principio de legalidad de
los delitos y de las penas y a la afirmación de la retroactividad de la ley penal.
Partiendo de la concepción de la pena como un bien y de la evolución del
Estado de instrumento de dominación a medio de promoción y tutela, llega a la
visión de un futuro en que el Derecho protector de los criminales sería aplicado por
médicos sociales, médicos penales, tutores penales o policías sociales, al modo
de la cura de almas. Estos funcionarios desempeñarían las tareas que hoy
cumplen la policía y los jueces con un procedimiento sencillo, similar al que se
utilizaba con los menores y aplicarían su tratamiento con el más amplio arbitrio, sin
sujeción al principio de legalidad de los delitos y de las penas, no sólo a los que
hubieran delinquido, sino a todos aquellos en que se aprecie el peligro de que
lleguen a hacerlo. Las garantías procesales y penales no serían necesarias al ser
la pena un bien para el delincuente, aunque entre las formas de tratamiento
admite, cuando sean necesarios, para la corrección del delincuente, el empleo de
la coacción y la violencia. Las ideas de Dorado Montero encontraron acogida en
Bernaldo de Quirós. Se acusa también su influencia en Jiménez de Asúa, según
el cual, el Derecho penal desaparecería y sería sustituido por la Criminología. Se
ha calificado la concepción de Dorado Montero de utópica. Es difícil deslindar lo
realizable de lo irrealizable, pero sí hay que señalar que la realización de las ideas
de Dorado implicaría graves riesgos para la seguridad jurídica y el respeto de los
derechos de la persona humana. La experiencia de los modernos regímenes
totalitarios ha puesto de manifiesto la necesidad insoslayable y el valor
permanente de las garantías procesales y penales. Por otra parte, si se asignan a
la pena únicamente fines de prevención especial, el Derecho penal no podría
cumplir su función de protección de los bienes jurídicos, pues la inmensa mayoría
de los delincuentes lo son ocasionalmente, en los que no cabe apreciar una
probabilidad de que vuelvan a delinquir y no estando por ello, necesitados de
corrección o tutela. Dentro de esta dirección correccionalista positivista hay que
incluir a D. Rafael Salillas, médico, inspector de prisiones, que dedicó
32
preferentemente su atención a la investigación criminológica y a los problemas
penitenciarios.
33
En las obras de Cuello Calón se advierte una preocupación predominante por
la política criminal. En sus concepciones fundamentales se mantuvo fiel a la
orientación de las direcciones intermedias, de la tercera escuela italiana y de la
escuela político-criminal de v. Liszt, aunque de acuerdo con la evolución general
de la Ciencia del Derecho penal, dio entrada después, en su concepción de la
pena a la idea de la retribución.
Dedicó gran atención, al Derecho penal juvenil y a la penología. En el primer
aspecto hay que destacar sus obras tribunales para niños y Criminalidad infantil y
juvenil, así como sus artículos "El nuevo derecho penal juvenil europeo y el
tratamiento de los jóvenes delincuentes en España" y "El tratamiento de la
criminalidad infantil y juvenil". En 1920 publicó su Penología y posteriormente, en
1958, el primer tomo de La moderna penología, que quedó desgraciadamente
incompleta.
El Derecho Penal, de Cuello Calón, comprensivo de la Parte General y de la
Parte Especial, que se publica en España ha sido el libro de texto en casi todas las
Universidades españolas durante muchos años.
Luis Jiménez de Asúa fue el gran renovador de la Ciencia del Derecho penal
española. Es la figura más destacada de la generación de la política criminal y al
mismo tiempo el punto de arranque del gran desarrollo de la dogmática del
Derecho penal en nuestro país en los últimos tiempos. Fue catedrático de derecho
Penal en la Universidad de Madrid, desde 1918 hasta 1939 y exiliado entonces
como consecuencia de la guerra civil, siguió desempeñando sus actividades
docentes en las universidades hispanoamericanas, especialmente en la
Universidad de la Plata y en la Universidad nacional de Buenos Aires. Desarrolló
en sus largos y amargos años de exilio una gran labor científica y dio a conocer
en Hispanoamérica la Ciencia del Derecho penal española. Al mismo tiempo, a
través de sus publicaciones, dio a conocer en España la evolución de la legislación
y la ciencia del Derecho penal de los países hispanoamericanos.
Jiménez de Asúa se adhiere a la dirección político-criminal de V.LIszt y acepta
especialmente su concepción finalista de la pena (concepción puramente
preventiva, en la que se pone el acento en la prevención especial), pero considera
que el Derecho penal del porvenir es el sistema de la tutela, el derecho protector
de los criminales, ideado por Dorado Montero. En su evolución posterior, Jiménez
de Asúa incluye la idea de la retribución en su teoría de la pena y ve el momento
de la realización del ideal de Dorado cada vez más lejano.
Llevado de su preocupación político-criminal se ocupó del concepto de
peligrosidad en su monografía El estado peligroso del delincuente y sus
consecuencias ante el Derecho penal moderno, que fue publicada con un prólogo
de Ferri. Publicó asimismo un Estudio critico del Proyecto de Código penal italiano
de 1921, obra de una Comisión presidida por Ferri. Estudió la vida penal en Rusia,
pero fiel a sus convicciones políticas democráticas, criticó el Derecho penal
soviético por su carácter totalitario. Es autor de muchas obras de Derecho
comparado y su preocupación por la Criminología se advierte principalmente en su
obra Psicoanálisis criminal, que alcanzo 5 ediciones.
La contribución de Jiménez de Asúa al desarrollo de la dogmática en nuestro
país ha sido decisiva. Liszt había sido un gran dogmático, pero en este aspecto
fueron también sus maestros Beling, Max Ernesto Mayer y Mezger. En su labor,
como dogmático, hay que destacar su Teoría jurídica del delito y su monumental
Tratado de Derecho Penal.
34
A partir de la publicación de Jiménez de Asúa sobre La teoría jurídica del
delito se produce en nuestro país un extraordinario desarrollo de la dogmática,
muy descuidada en la época de la polémica entre las escuelas.
Hay que destacar las figuras de Rodríguez Muñoz y Antón Oneca. El primero,
fue catedrático de Derecho Penal de las Universidades de La Laguna y Valencia ;
discípulo de Jiménez de Asúa, recibió también gran influencia de Binding y
Mezger.
Su obra La doctrina de la acción finalista es citada con elogio por Welzel y
ha sido el punto de arranque de la polémica en torno a la doctrina de la acción
finalista en nuestro país.
Antón Oneca catedrático de Derecho Penal de las Universidades de
Salamanca y Madrid, director del Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales,
es una de las figuras más destacadas de la moderna Ciencia del Derecho penal
española. Discípulo de Jiménez de Asúa se mantuvo siempre en la línea de la
dirección político-criminal, pues aunque diera entrada, como su maestro, a la idea
de la retribución en su concepción de la pena, lo hizo únicamente con el objeto de
asegurar la proporcionalidad de los delitos y las penas, el respeto a los derechos
de la persona y la exclusión de la responsabilidad objetiva. Su teoría de la pena,
unitaria en apariencia, es en el fondo una concepción utilitaria o relativa, su obra
más importante es, sin duda, la Parte General del Derecho Penal publicada en
1949, basada en la dirección político-criminal, y de una calidad extraordinaria.
Entre sus trabajos de dogmática destacan, por su importancia y calidad, Las
estafas y otros engaños, El delito continuado y las lesiones.
Antón Oneca dedicó una gran atención a las teorías penales, en la
Universidad de Salamanca : La prevención general y la prevención especial en la
teoría de la pena, en la utopía penal de Dorado Montero y en otros trabajos. Muy
importantes son también sus publicaciones de historia del Derecho penal español
entre las que destaca El Código penal de 1848 y D. Joaquín Francisco Pacheco,
en la que logró desvanecer el mito de que Pacheco fuera el principal redactor de
dicho Código.
Rodríguez Devesa fue catedrático de Derecho Penal en las Universidades de
Murcia, Valladolid y Madrid. Discípulo de Rodríguez Muñoz muy influido por el
pensamiento de Mezger, prestó atención preferente a la dogmática del Derecho
penal, publicando una magnífica Parte Especial del Derecho penal español, a la
que siguió una Parte General. Entre sus trabajos de dogmática cabe destacar
también una importante monografía sobre el hurto, que fue su tesis doctoral.
Miembro del Cuerpo Jurídico Militar del Ejército de Tierra, publicó importantes
trabajos sobre el Derecho penal militar, sector del ordenamiento jurídico
completamente descuidado hasta entonces por los profesores universitarios
españoles.
Sainz Cantero catedrático de Derecho Penal en las Universidades de
Santiago de Compostela, Murcia y Granada. Aunque conocedor de la moderna
dogmática del Derecho penal alemán, en su obra se advierte también una gran
influencia de la Ciencia del Derecho penal italiana. Entre sus numerosos trabajos
cabe destacar sus magnificas monografías La Ciencia del Derecho Penal y su
evolución y la exigibilidad de conducta adecuada a la norma en Derecho Penal y
sus Lecciones de Derecho Penal, Parte General, en las que logra aunar la calidad
científica con una extraordinaria claridad de exposición.
En la actualidad la dogmática se encuentra en un momento de clara
expansión en nuestro país por el numero y calidad de sus cultivadores y al mismo
tiempo se ha producido un renacimiento de la preocupación por la política criminal,
especialmente por influencia del pensamiento de Roxin y del movimiento de
reforma de la legislación penal en diversos países europeos.
35
5
El Nacimiento del Derecho Penal Español Moderno
36
Algunos monarcas europeos, imbuidos de las ideas de la Ilustración,
acometieron, la reforma de las leyes penales. Pedro Leopoldo de Toscana
promulgó una famosa Ley en 1786 por la que suprimió la pena de muerte y el
tormento, trató de establecer una proporción entre la gravedad de las penas y los
delitos, limitó el arbitrio judicial y estableció el principio de la igualdad de los
ciudadanos ante la Ley penal.
La reforma de las leyes penales bajo la influencia de las ideas de la
Ilustración se acomete en España en el reinado de Carlos III. Promulgó este
monarca algunas pragmáticas inspiradas en el espíritu humanitario y el utilitarismo
de la Ilustración.
Hay que destacar también en el reinado de Carlos III la preocupación por el
problema penitenciario, revelada por la creación de la Casa de Corrección de San
Fernando de Jarama y la constitución de sociedades de patronato de los presos,
como la Asociación de señoras fundada por el P. Portillo en 1787 y la de
caballeros, bajo la dirección del Conde de Miranda en 1799.
El triunfo pleno de las ideas de la Ilustración no se produjo en Europa
hasta la Revolución francesa, con la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789 y la promulgación de los Códigos penales franceses de
1791 y de 1810 (Código de Napoleón) y en España hasta que se inicia el proceso
revolucionario en las Cortes de Cádiz. Estas abolieron el tormento, los azotes, la
horca, como forma de ejecución de la pena de muerte, que fue sustituida por el
garrote y la confiscación de bienes.
En la Constitución de 1812 se establecía el principio de la personalidad de las
penas y se disponía que los Códigos civil, criminal y de comercio fueran los
mismos en toda la Monarquía, pero la vuelta de Fernando VII y el restablecimiento
de la Monarquía absoluta impidieron que se iniciara el proceso de codificación y
dieron lugar a la derogación de toda la legislación liberal de las Cortes de Cádiz.
37
Se basaba el Código en el principio de la excepcionalidad del castigo de las
"culpas", es decir, de los delitos culposos, regulados éstos junto a los
correspondientes delitos dolosos, principio y técnica que se consideran los más
acertados en la doctrina moderna.
En cuanto a los fines de la pena predomina la preocupación por la prevención
general : agravante de "la mayor necesidad que tenga la sociedad de
escarmientos, por la mayor frecuencia de los delitos", el castigo de los actos
preparatorios, la pena de declaración de infamia, la muerte civil, la pena "de ver
ejecutar una sentencia de muerte" y la forma severa y solemne prevista para la
ejecución de la pena capital, estableciendo diferencias según la índole del delito
cometido y seguida de la exposición del cadáver.
Suele destacarse entre los aciertos de este Código, el establecimiento del
principio de legalidad de los delitos y las penas, la previsión expresa y la acertada
regulación de la autoría mediata, la agravante de "la mayor instrucción o dignidad
del delincuente y sus mayores obligaciones para con la sociedad o con las
personas contra quienes delinquiere". Cabría mencionar también la amplia
protección del secreto profesional.
38
El Código penal de 1848 era de inspiración liberal conservadora. el liberalismo
se advierte en el establecimiento del principio de legalidad, en la restricción,
excesiva, del arbitrio judicial, de tal modo que la determinación de la pena por el
juez se convierte casi en una mera operación aritmética y en la impunidad general
de los actos preparatorios, castigándose únicamente la proposición y conspiración
en los casos especialmente previstos en la ley. El conservadurismo del Código se
advierte en la dura represión de los delitos políticos y los delitos religiosos.
En la propia Ley de Promulgación del Código se disponía que el Gobierno
propondría a las cortes en el plazo de tres años o antes si lo estimaba oportuno,
las reformas que considerase convenientes. No se cumplió pero el Gobierno
introdujo una serie de reformas mediante decretos. La más importante fue la de 30
de junio de 1850. Se acentúa el carácter autoritario del código, al castigar de modo
general la proposición y la conspiración para delinquir, al aumentar la protección
de la autoridad y sus agentes, y al suprimir el principio de legalidad de las penas
(al disponer el art. 19 que : "No será castigado ningún delito ni las faltas de que
sólo pueden conocer los tribunales, con pena que no se halle establecida
previamente por la ley, ordenanza o mandato de la autoridad a la cual estuviera
concedida esa facultad"). Estas reformas introducidas son consecuencia de la
preocupación producida por las "tormentas" de 1848, que dieron lugar en Francia
a la caída de la monarquía de Luis Felipe y a la proclamación de la República.
39
Aumentó aún más el casuismo del Código en la regulación de las figuras
delictivas, especialmente en las de lesiones y robo.
Fue un acierto el nuevo criterio de clasificación de las faltas.
En la reforma de 1870 hay que destacar también la incorporación al Código
de los delitos de imprenta que estaban regulados anteriormente en una ley
especial y eran juzgados por tribunales especiales. Se introdujo una circunstancia
mixta, que podía ser atenuante o agravante, según los casos.
40
6
El Derecho Penal Español Contemporáneo
41
obstante, adaptar el viejo Código a la nueva Constitución de 1931 y remozarlo
técnicamente.
42
seguridad del Estado, se advierte un paralelismo con el Derecho penal
nacionalista. La similitud fue mayor con el Derecho penal fascista italiano: orden
externo autoritario. El delito no parecía, como violación de un deber de fidelidad a
la comunidad popular. Es la infracción del orden externo, violación de la norma
legal. El delito tenía una firme configuración objetiva. El juez penal seguía
vinculado a la Ley y se mantenía el principio de legalidad. La acentuación de la
prevención general en el Código penal de 1944 se advierte no sólo la inclusión de
la pena de muerte en las escalas penales sino también en el aumento del número
de delitos calificados por el resultado (art. 348, delitos contra la salud pública con
resultado de muerte o lesiones graves; arts. 233 y 234, atentado con resultados de
muerte o lesiones graves, etc.) y en general en su mayor severidad (inclusión de
dos nuevas agravantes, publicidad y lugar sagrado, apreciación obligatoria de
todas ellas, elevación de la pena en uno o dos grados a partir de la segunda
reincidencia y castigo del encubrimiento en las faltas).
La mayor protección de los intereses estatales se advierte en la regulación de
los delitos contra la seguridad exterior e interior del Estado. Se elevan las penas y
algunas de estas figuras delictivas son modificadas para adaptarlas a la estructura
política del régimen franquista ; es especialmente significativa, la nueva regulación
de los delitos de asociación ilícita y de propagandas ilegales.
La religión católica vuelve a ser la religión oficial del Estado y se otorga
únicamente a ella protección penal especial. En el Código penal de 1944 se
protegen con mayor energía la familia y las buenas costumbres, siguiendo la
tónica de las leyes especiales promulgadas con anterioridad. Se incluyen en el
Código penal los delitos de adulterio y amancebamiento de abandono de familia,
se modifica la regulación del estupro y se restablece el tratamiento privilegiado del
uxoricidio con motivo de adulterio.
A pesar de estos rasgos característicos del Derecho penal autoritario, se
registran en el Código penal de 1944 importantes avances desde el punto de vista
de la prevención especial. Se produce una ampliación del arbitrio judicial se
extiende la posibilidad de concesión de la condena condicional, cuando concurra
una atenuante muy cualificada, hasta las penas privativas de libertad de dos años
de duración se introduce la redención de penas por el trabajo, de modo que por
cada dos días de trabajo se extingue otro más de condena y se prevé la
posibilidad de sustituir la pena atenuada por una medida de seguridad a los
delincuentes menores de dieciocho años y mayores de dieciséis.
En conjunto, el Código siguió inspirado en una concepción ecléctica, pero con
fuertes tensiones internas por su falta de armonía. Se acentuó la prevención
general pero se hicieron también progresos en el sentido de la prevención
especial. No se introducen en el Código las medidas de seguridad, sino que se
mantuvo en vigor la Ley de Vagos y Maleantes de 4 de Agosto de 1893, en la
que se hicieron algunas reformas parciales, introduciendo nuevas categorías de
estado peligroso algunas de ellas redactadas con una gran imprecisión.
Por la Ley de 17 de Julio de 1945 se promulgó un nuevo Código de Justicia
Militar que sustituyó al Código de Justicia Militar de 1890 y al Código de la Marina
de Guerra de 1888.
43
Ley de Vagos y Maleantes y se establecen también medidas de seguridad para los
estados peligrosos predelictuales.
44
tuvo también la Ley Orgánica de 5 de Julio de 1985, que despenalizó
parcialmente el aborto, siguiendo la pauta marcada por el art. 162 del
Anteproyecto de Código penal de 1979, que no se incluyó en el proyecto de 1980
al ser rechazado por el Gobierno.
El nuevo Código penal se basa, en una teoría unitaria o ecléctica de la pena,
aunque no se armonizan en él adecuadamente los fines de la reafirmación del
ordenamiento jurídico y de la prevención general con los de la prevención
especial. Su inspiración política es democrática.
El nuevo Código penal se basa en los principios fundamentales de legalidad,
culpabilidad y de intervención mínima.
En los arts. 1.º y 2.º del nuevo Código se establece el principio de legalidad,
no sólo de los delitos y las penas, como en el art. 25.1 de la Constitución, sino
también de las medidas de seguridad y de los presupuestos de su aplicación. En
el apdo. 2.º del art. 1.º se declara que: "Las medidas de seguridad sólo podrán
aplicarse cuando concurran los presupuestos establecidos previamente por la
Ley".
El principio de culpabilidad, según el cual no hay pena sin culpabilidad y
la medida de la pena no debe rebasar la medida de la culpabilidad, no se formula
expresamente en el nuevo Código. No obstante, en él, la culpabilidad es el
fundamento y el límite de la pena. En el art. 5.º se excluye la responsabilidad
objetiva, al declarar que : "No hay pena sin dolo o imprudencia", y en el art. 20 se
incluyen eximentes que son interpretadas por la opinión dominante como causas
de exclusión de la capacidad de culpabilidad o de inculpabilidad.
Entre las causas de inculpabilidad se incluyen, por la opinión dominante, las
eximentes de estado de necesidad, cuando el mal causado sea igual al que se
trate de evitar (nº 5.) y de miedo insuperable (nº 6.). Excluye la culpabilidad,
asimismo, según la opinión dominante, el error invencible sobre la ilicitud del
hecho (art. 14). Eximentes, todas ellas, que no pueden interpretarse en función de
la ineficacia de la pena desde el punto de vista de la prevención general y de la
prevención especial.
En el nuevo Código se condiciona, además, la exención de responsabilidad
en los supuestos de anomalía o alteración psíquica y de intoxicación por bebidas
alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes, u otras sustancias que produzcan
efectos análogos o de actuación bajo los efectos de un síndrome de abstinencia, a
que ello impida al sujeto "comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a su
comprensión".
Para la más plena realización del principio de culpabilidad, en el nuevo
Código penal no se ha incluido la atenuante de preterintencionalidad, del número
4º del art 9. del viejo Código. Se ha tratado de evitar, además, la existencia de
delitos calificados por el resultado y no se ha incluido, por ello, en el nuevo Código
un precepto equivalente al del segundo inciso del párrafo 2º del art. 1. del viejo
Código penal : "Cuando la pena venga determinada por la producción de un
ulterior resultado más grave, sólo se responderá de éste si se hubiere causado, al
menos, por culpa".
En la Parte Especial hay algunas figuras delictivas, que han de interpretarse
como delitos calificados por el resultado ; La exigencia de que el resultado más
grave, que determina la aplicación de una pena más elevada, se haya producido
dolosamente, parece forzada. Deberían haberse suprimido estos delitos
calificados por el resultado, creando, si se consideraba necesario otorgar una
protección indirecta a otros bienes jurídicos, nuevos tipos de delitos de peligro o de
delitos imprudentes o unas figuras complejas, compuestas de un tipo básico
doloso y un tipo doloso de peligro concreto. El resultado más grave, que determina
la aplicación de una pena más elevada, tendrá que haberse producido, sin
embargo, al menos por culpa, dado que, según el art. 5.º, no hay pena sin dolo o
imprudencia.
45
El principio de intervención mínima ha llevado a la adopción del criterio de la
excepcionalidad del castigo de las conductas imprudentes. Según el art. 12 : "Las
acciones u omisiones imprudentes sólo se castigarán cuando expresamente lo
disponga la Ley". Consecuentemente se incluyen en la Parte Especial algunas
figuras concretas de delitos o faltas imprudentes, como, por ejemplo, el homicidio
por imprudencia (arts. 142 y 621.2), aborto por imprudencia grave (art.146),
lesiones corporales por imprudencia (arts.152, 621.1 y 3), lesiones en el feto por
imprudencia grave (art.158), daños por imprudencia grave (art. 267), delitos contra
los recursos naturales y el medio ambiente por imprudencia grave (art.331), delitos
relativos a la energía nuclear y las radiaciones ionizantes por imprudencia grave
(art. 344), estragos por imprudencia grave (art. 347), incendios por imprudencia
grave (art. 358), delitos contra la salud pública por imprudencia grave (art. 367),
falsedad documental por imprudencia grave cometida por autoridad o funcionario
público (art. 391), prevaricación del abogado o procurador por imprudencia grave
(art. 467, párrafo 3.º) y delitos de los funcionarios públicos contra la libertad
individual por imprudencia grave (art. 532). Con ello se satisfacen también las
exigencias del principio de legalidad, pues el castigo de las conductas imprudentes
a través de las cláusulas generales de los arts. 565, 586 bis y 600 del art. CP
planteaba el problema, de si una determinada figura delictiva era o no susceptible
de realización por imprudencia.
El principio de intervención mínima explica también que los actos
preparatorios de la conspiración, proposición y provocación para delinquir sólo se
castiguen en los casos expresamente previstos por la Ley (arts. 17 y 18), a
deferencia de lo que sucedía en el art. CP (art. 3). En aplicación del principio de
intervención mínima debería haberse adoptado también el criterio de la
excepcionalidad del castigo de los delitos de comisión por omisión. La inclusión de
la cláusula general del art. 11 puede dar lugar a una ampliación excesiva del
ámbito de las conductas punibles.
Se incluye en el nuevo Código de un Título Preliminar, dedicado a las
garantías penales y a la aplicación de la Ley penal. No se incluye, sin embargo, la
regulación de la eficacia de la ley penal en el espacio, contenida en la Ley
Orgánica del Poder Judicial de 1 de Julio de 1985 (art.23), sin que se aproveche la
oportunidad para colmar la laguna existente en dicha regulación, determinado el
jugar en que se entiende cometido el delito a efectos de aplicación del principio de
territorialidad.
En la teoría del delito tiene una importancia extraordinaria, por su repercusión
en la teoría de lo injusto, la exclusión de la tentativa imposible o inidónea del
concepto de tentativa (arts. 16.1 62), con lo que lamentablemente se abandona
una corriente subjetivista, que tiene su origen en nuestro país en la escuela
correccionalista y que halló expresión en el Proyecto Silvela de nuevo Código
penal de 1884.
Es digna de elogio, por atender, aunque sea mínimamente a las exigencias del
principio de legalidad, la inclusión de un precepto o cláusula de carácter general
que regule los delitos de comisión por omisión (art.11), se incluyen en ella los
requisitos esenciales, la posición de garante y la equivalencia desde el punto de
vista del contenido de lo injusto, desacertada, sin embargo, la concepción
predominantemente formal de las posiciones de garante (deber jurídico específico
derivado de una ley o de un contrato), y prematura su tipificación. La inclusión de
la cláusula general debería haber ido acompañada, de la declaración de que la
comisión por omisión sólo se castigaría en los casos expresamente previstos en la
ley.
En la autoría y participación hay que destacar el acierto de la introducción de
la figura del autor mediato y de una regulación de la coautoria (art. 28, párrafo 1).
Es censurable, en cambio, el mantenimiento de la figura obsoleta del cooperador
necesario (art. 28, párrafo 2).
46
La regulación del error de prohibición (art. 14.3) se sigue inspirando en la
teoría de la culpabilidad, como la del párrafo 3.º del art. 6 bis a) del art.. CP. No se
regula tampoco expresamente el error sobre las circunstancias que sirven de base
a las causas de justificación. Queda confiada a la Ciencia del Derecho penal
española y a la jurisprudencia, la tarea de determinar si es o debe ser tratado
como un error sobre elementos del tipo o como un error de prohibición.
Es un desacierto que no se incluya, entre las circunstancias agravantes, la
premeditación (art. 10.6.ª del viejo Código penal). La premeditación debería ser
una circunstancia agravante de apreciación facultativa, de acuerdo con la llamada
teoría sintomática, cuando revele una mayor gravedad de la culpabilidad. Su
campo de aplicación debería limitarse, como en la alevosía, a los delitos contra las
personas.
La regulación de la agravante de reincidencia (art. 22.8.ª) es satisfactoria. Se
incluye en ella únicamente la reincidencia específica, cuando el nuevo delito es de
la misma o semejante naturaleza que aquél por el que había sido condenado el
sujeto con anterioridad. La reincidencia supone siempre una mayor gravedad de la
culpabilidad. La nueva acción u omisión típica y antijurídica es más reprochable si
el sujeto, al delinquir, había sido ya ejecutoriamente condenado por otro delito.
La sentencia condenatoria implica un juicio desvalorativo sobre la conducta
delictiva realizada y una advertencia, y el cumplimiento de la pena hace posible, al
menos, un tratamiento tendente a conseguir la reinserción social del delincuente.
La mayor gravedad de la culpabilidad se hace más patente, sin embargo, en la
reincidencia específica, mientras que en la genérica puede ser en ocasiones de
escasa entidad. Por otra parte, el carácter específico de la reincidencia no se
determina ya, como en el viejo Código penal (n.º 15 del art. 10), con un criterio
meramente formal. Se exige que "al delinquir el culpable haya sido condenado
ejecutoriamente por un delito comprendido en el mismo título de este Código,
siempre que sea de la misma naturaleza".
Las innovaciones en el sistema de penas son trascendentales. Se simplifican
las penas privativas de libertad, que quedan reducidas a las de prisión, arresto de
fin de semana y la responsabilidad personal subsidiaria por impago de multa (art.
35). El limite máximo de duración normal de la pena de prisión es de veinte años y
el mínimo de seis meses ( art. 36). Quedan suprimidas, por tanto, las penas
cortas de privación de libertad de cumplimiento continuo o ininterrumpido. Es
posible, además, la sustitución de las penas de prisión inferiores a un año por las
de arresto de fin de semana o multa "aunque la Ley no prevea estas penas para el
delito de que se trate, cuando las circunstancias personales del reo, la naturaleza
del hecho, su conducta y, en particular, el esfuerzo para reparar el daño causado
así lo aconsejen, siempre que no se trate de reos habituales" (art. 88.1, párrafo 1).
El precepto que parece plausible, no así, en cambio, cuando la posibilidad de
sustituir las penas de prisión de hasta dos años de duración por las de arresto de
fin de semana o multa (art. 88.1, párrafo 2).
El arresto de fin de semana es una pena corta de privación de libertad, pero al
ser de cumplimiento discontinuo se evita el desarraigo del delincuente y si se
configura adecuadamente su ejecución se puede evitar la influencia corruptora del
ambiente carcelario. La amplitud del campo de aplicación de esta pena y las
dificultades prácticas de su ejecución pueden comprometer, sin embargo,
seriamente su eficacia y con ello la suerte del nuevo Código penal desde el punto
de vista político criminal. Estas dificultades de aplicación se ven únicamente
aliviadas por la posibilidad de concesión de la suspensión de la ejecución de la
pena (arts. 80 y ss.) y por su posible sustitución por las penas de multa o de
trabajos en beneficio de la comunidad (art. 88.2). La aplicación de la pena de
trabajos en beneficio de la comunidad puede plantear también, sin embargo,
considerables dificultades prácticas.
Una de las novedades más interesantes del nuevo Código es la introducción
de la regulación de la pena de multa con arreglo al llamado sistema escandinavo
47
de los días multa (arts.50 y ss.). De acuerdo con este sistema, la pena de multa se
regula mediante cuotas diarias. El número de cuotas está en función de la
gravedad del delito y su cuantía, en cambio, en función de la capacidad
económica del delincuente. La multa se puede pagar a plazos, pero el pago a
plazos no es obligatorio (art. 50.6) y no se introduce, por tanto, como en el
Proyecto de 1980 y en la Propuesta de Ante proyecto del nuevo Código penal de
1983, la variante del sistema de los días multa, ideada por Baumann y plasmada
en el Proyecto alternativo de Código penal alemán, de la ejecución espaciada a lo
largo del tiempo o multa temporal. Lo que es más criticable, sin embargo, en la
regulación de la pena de multa en el nuevo Código es que se mantenga junto a la
nueva pena de multa la antigua multa proporcional (art. 52.1).
Es un gran acierto que la responsabilidad personal subsidiaria, en caso de
impago de multa, pueda cumplirse en régimen de arrestos de fin de semana y que
el juez o tribunal, previa conformidad del reo, puedan acordar, incluso, que la
responsabilidad personal subsidiaria se cumpla mediante trabajos en beneficio de
la comunidad (art. 53.1).
No se introduce la suspensión del fallo, pero se incluye la condena condicional
elementos de la probation anglosajona, llegándose a una figura híbrida a la que se
denomina suspensión de la ejecución de la pena (arts.80 y ss.). Se soslaya la
interrupción del proceso, una vez comprobada la culpabilidad del delincuente, pero
se evitan las consecuencias negativas de los antecedentes penales para la
reinserción social. Se introduce, aunque tímidamente, un tratamiento en libertad.
No se introduce, en cambio, el tratamiento en libertad en la libertad condicional,
a diferencia de lo que sucedía en el Proyecto de 1980 (art. 101).
En el nuevo Código se incluyen únicamente medidas de seguridad
postdelictuales y se exige que la realización del hecho previsto como delito revele
la peligrosidad criminal del sujeto (arts. 6.1 y 95). Queda derogada la Ley de
Peligrosidad y Rehabilitación Social de 4 de Agosto de 1970, con lo que han
desaparecido de nuestro ordenamiento jurídico las medidas de seguridad
predelictuales, de acuerdo con la opinión prácticamente unánime en la moderna
Ciencia del Derecho penal.
Uno de los mayores defectos del nuevo Código penal, desde el punto de vista
político criminal, es la falta de previsión de medidas de seguridad postdelictuales
para los delincuentes habituales peligrosos de criminalidad grave. Para hacer
frente a su peligrosidad no basta con las penas, ajustadas a la medida de la
culpabilidad, ni siquiera con la agravante de reincidencia, que queda reducida
ahora, además, a la reincidencia específica (art. 22.8). Debería haberse
introducido la medida de internamiento en un centro de terapia social, limitando su
campo de aplicación, para evitar su fracaso en la práctica, dado el elevado coste
de estos centros, a los delincuentes habituales peligrosos de criminalidad grave,
menores de 21 o 25 años, que presenten graves anomalías en su personalidad,
que hayan influido en la comisión del delito. La aplicación de la medida debería
ser, en todo caso, voluntaria, debería llevarse a cabo siempre con la anuencia del
condenado.
Debería introducirse también la medida de seguridad de internamiento en un
centro de custodia para los delincuentes habituales peligrosos de criminalidad
grave a quienes no se pueda aplicar, o que no acepten la aplicación, de la medida
de internamiento en un centro de terapia social.
En la Parte Especial se adopta una nueva clasificación de las figuras
delictivas, en función del bien jurídico protegido y con arreglo a un esquema
básico, según que su portador sea el individuo, la familia, la sociedad, el Estado o
la Comunidad internacional. El esquema no se respeta siempre, pues los delitos
contra el patrimonio, al regularse conjuntamente con los delitos contra el orden
socioeconómico, figuran después que los delitos contra las relaciones familiares.
Los delitos contra la Hacienda Pública y la Seguridad social deberían ser incluidos
entre los delitos contra el Estado y no entre los delitos contra la sociedad. La
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inclusión dentro de un mismo Título (XIII) de los delitos contra el patrimonio y
contra el orden socioeconómico sólo se explica por la dificultad de deslindarlos.
Es digna de elogio la inclusión de un Título (X) para los delitos contra la
intimidad, el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del domicilio, y de otro
(XVI) para los delitos relativos a la ordenación del territorio y la protección del
patrimonio histórico y del medio ambiente. Parece excesivo, en cambio, reservar
todo un Título (IX) a la omisión del deber de socorro.
Parecen dignas de elogio, en la Parte Especial, la regulación del
encubrimiento como delito autónomo (arts. 298 y ss 451 y ss.), la amplia
protección que se otorga a la intimidad, al derecho a la propia imagen y a la
inviolabilidad del domicilio (arts.197 y ss.), así como al medio ambiente la
introducción del llamado delito urbanístico, dentro de los delitos contra la
ordenación del territorio (arts. 319 y 320) y sobre el patrimonio histórico (arts. 321 y
322), de los delitos societarios (arts. 290 y ss.), la nueva regulación de los delitos
contra la propiedad industrial (arts. 273 y ss.), la introducción de los delitos
relativos al mercado y a los consumidores (arts. 278 y ss.), la despenalización de
la eutanasia pasiva y la atenuación de la pena prevista para la eutanasia activa
(art. 143.4) y la creación de las nuevas figuras delictivas de lesiones en el feto
(arts. 157 y 158) y de manipulación genética (arts. 159 y ss.).
49
común, es mediante inundación, incendio, veneno o explosivo. La premeditación
debería ser circunstancia calificativa cuando revelase una mayor gravedad de la
culpabilidad. La utilización de medios de peligro común implica una mayor
gravedad de lo injusto, concretamente del desvalor de la acción. La regulación del
asesinato en el viejo Código penal (art. 406) era una de las más logradas que
existen. En ella se armonizaban perfectamente, la tradición romana (precio,
veneno, premeditación) y la germánica (alevosía) y se aunaban los criterios de la
índole de los motivos y de los medios de ejecución que impliquen un peligro
común. Únicamente era necesario relativizar la premeditación como circunstancia
calificativa del asesinato con arreglo a la teoría sintomática.
Queda fuera del CP la regulación de las llamadas indicaciones en el aborto,
es decir de los supuestos en que se despenaliza. En espera de la aprobación de
una futura ley se mantiene en vigor el artículo 417 bis del viejo CP. Las razones
que se esgrimen, para ello, en la Exposición de Motivos no parecen convincentes.
Las garantías exigidas por el Tribunal Constitucional pueden establecerse total o
parcialmente, en disposiciones de carácter administrativo y la regulación de las
indicaciones no tiene por qué carecer de estabilidad y fijeza. La verdadera razón
es de índole política.
Quedan también fuera del Código penal los delitos monetarios, por los
constantes vaivenes de la vida económica, extraordinariamente cambiante. La
parte penal de la Ley de Régimen Jurídico de Control de Cambios de 10 de
Diciembre de 1979 (modificada por la Ley Orgánica 10/1983, de 16 de Agosto)
quedó prácticamente vacía de contenido por el Real Decreto 1816/1991, de 20 de
Diciembre, sobre transacciones económicas con el exterior (modificado por el Real
Decreto 42/1993, de 15 de Enero), y suprimida por el Real Decreto 1638/1996, de
5 de Julio. El argumento es valido también, aunque en menor medida, en relación
con los delitos de contrabando, que no se incluyen entre los delitos contra el
patrimonio y el orden socioeconómico.
Parece un acierto que se hayan incluido, en cambio, en el nuevo Código,
durante la tramitación parlamentaria, los delitos contra la Hacienda Pública, que no
figuraban en el Proyecto de 1994, presentado por el Gobierno. Ello podría
contribuir a poner de relieve su trascendencia, por afectar a la solidaridad y a la
redistribución de rentas, y a robustecer la débil conciencia fiscal de los españoles.
Por otra parte, se han incluido en el Código delitos regulados hasta ahora en
leyes especiales, como los de caza y pesca (arts. 335 a 337) y los relativos a la
energía nuclear (arts. 341 y ss. y 602).
Por último, hay que señalar que, aunque se fije en el nuevo Código la
mayoría de edad penal a los dieciocho años (art. 19), mientras no se apruebe la
Ley que regule la responsabilidad penal del menor, que implicará la creación de un
Derecho penal juvenil, se mantienen en vigor la eximente 2ª del art. 8º, la
atenuante 3ª del art. 9º y el art. 65 del viejo Código penal. La mayoría de edad
penal se mantiene, pues, provisionalmente, en los dieciséis años. La creación de
un Derecho penal juvenil, orientado fundamentalmente en los fines de la
prevención especial, es una tarea sumamente laudable, pero de difícil realización,
pues la aprobación de la ley debe ir acompañada de la creación de toda una
infraestructura de centros de cumplimiento de las penas y las medidas de
seguridad juveniles.
50
aplicarán como supletorias en lo previsto expresamente por aquéllas" : Título
Preliminar, que contiene las disposiciones referentes a las garantías penales y a la
aplicación de la ley penal.
En las leyes penales especiales suele distinguirse un primer grupo, de aquellas
que vienen a complementar las disposiciones del Libro I, es decir, de la Parte
General, del Código. Entre ellas hay que mencionar la Ley reguladora de la
competencia y el procedimiento de los Juzgados de menores, aprobada por
Decreto de 11 de Junio de 1948 (con Reglamento del mismo año) y reformada por
la Ley Orgánica 4/1992, de 5 de Junio, a la que se remite el número 2.º del art. 8.º
del viejo Código penal (que continua en vigor) al declarar exentos de
responsabilidad criminal a los menores de dieciséis años; la Ley Orgánica 1/1979,
de 26 de Septiembre, General Penitenciaria, modificada por la Ley Orgánica
13/1995, de 18 de Diciembre ; el reglamento Penitenciario, aprobado por el Real
Decreto 190/1996, de 9 de Febrero, y el Real Decreto 690/1996, de 26 de Abril,
por el que se establecen las circunstancias de la ejecución de las penas de trabajo
en beneficio de la comunidad y arresto de fin de semana, a los que se remiten los
arts. 3.2, 37.4 y 49, párrafo último, del Código Penal, al tratar de la ejecución de
las penas y de las medidas de seguridad; y la Ley para el ejercicio de la gracia de
indulto de 18 de Junio de 1870, modificada por la Ley 1/1988, de 14 de Enero, que
desarrolla la causa de extinción de la responsabilidad criminal número 3.º del art.
130 del Código Penal. La principal razón de la existencia de estas leyes penales
especiales es que la inclusión de sus preceptos en el Código haría que la
regulación de éste fuera excesivamente extensa.
Un segundo grupo de leyes penales especiales está formado por aquellas que
establecen figuras delictivas no contenidas en el Código. A este grupo pertenecen
la Ley de 12 de Enero de 1887, de protección de los cables submarinos; la ley
Orgánica 12/1995, de 12 de Diciembre de represión del contrabando, y la Ley
penal y procesal de la navegación aérea de 24 de Diciembre de 1964. La razón de
la existencia de estas leyes penales especiales es el carácter cambiante o peculiar
de la materia de su regulación.
Existen también una serie de disposiciones penales incorporadas a las leyes
de contenido más amplio y de carácter administrativo, civil, mercantil o procesal,
por razón de la unidad de la materia. Este es el caso de la Ley Orgánica 5/1985,
de 19 de Junio, de Régimen electoral general (que contiene una regulación de los
delitos e infracciones electorales en el Capítulo VIII, Título I), modificada por la Ley
Orgánica 6/1992, de 2 de Noviembre, y la disposición derogatoria única.1.f) del
nuevo Código penal ; la Ley de 23 de Noviembre de 1877 de policía de
ferrocarriles ; y la Ley Orgánica 5/1995, del Tribunal del Jurado.
La más extensa y completa de las leyes penales especiales es la Ley Orgánica
13/1985, de 9 de Diciembre, de Código penal militar. En él se incluyen no sólo
figuras delictivas no contenidas en el Código penal común, sino disposiciones
generales de carácter específico. Con este nuevo Código, con la Ley Orgánica
12/1985, de 27 de Noviembre del régimen disciplinario de las Fuerzas Armadas ; la
Ley Orgánica 4/1987 de 15 de Julio, de la competencia y organización territorial de
la jurisdicción militar, y la Ley Orgánica 2/1989, de 13 de Abril, procesal militar, se
ha dado cumplimiento al mandato constitucional contenido en el artículo 117.5 :
"La Ley regulará el ejercicio de la jurisdicción militar en el ámbito estrictamente
castrense y en los supuestos de estado de sitio, de acuerdo con los principios de
la Constitución". En el nuevo Código penal militar, se incluyen casi exclusivamente
delitos militares en sentido estricto, aquellos que afecten a la disciplina o el honor
militares o a los fines y medios de las Fuerzas Armadas y sean cometidos por
militares. Quedan sólo unas pocas figuras delictivas que puedan ser realizadas
tanto por militares como por paisanos.
En el nuevo Código penal militar se establecen los principios de legalidad, no
admitiéndose ya como en el Código de Justicia Militar de 1945 (art. 181), la
creación de delitos ni el establecimiento de penas por medio de bandos militares,
51
de culpabilidad, de igualdad ante la ley penal, de irretroactividad de las leyes
penales desfavorables y retroactividad de las favorables para el reo, y de
especialidad. Con arreglo a este último principio : "Las disposiciones del Código
penal serán aplicables a los delitos militares en cuanto lo permita su especial
naturaleza y no se opongan a los preceptos del presente Código" (art. 5.º).
En el nuevo Código penal militar se incluyen únicamente delitos, habiéndose
relegado fundamentalmente las faltas al Derecho disciplinario, aunque algunas de
las antiguas faltas del Código de Justicia Militar de 1945 se han transformado en
delitos. Las infracciones disciplinarias están reguladas en la Ley Orgánica de 27
de Noviembre de 1985 de régimen disciplinario de las Fuerzas Armadas.
En el aspecto jurisdiccional destaca la supresión de la competencia de los
Tribunales militares por razón del lugar de comisión del delito y de las personas
responsables, la creación de tribunales militares permanentes (los Juzgados
togados militares, los tribunales militares territoriales, el Tribunal militar central y la
sala 5.ª de lo Militar del Tribunal Supremo) y el respeto a la división de poderes, al
suprimirse la facultad que tenían anteriormente los Capitanes Generales para
aprobar o rechazar, de conformidad con el Auditor, las sentencias de los Consejos
de guerra.
52
7
Fuentes del Derecho Penal.
53
La creación de figuras delictivas o categorías de estado peligroso y el
establecimiento o agravación de las penas o medidas de seguridad sólo puede
realizarse mediante una ley. Del principio de legalidad se deriva, una considerable
restricción de la importancia de la costumbre y de los principios generales del
derecho como fuentes del Derecho penal. No es posible la creación de figuras
delictivas o categorías de estado peligroso, ni el establecimiento o agravación de
penas o medidas de seguridad mediante la simple publicación en el BOE de
tratados internacionales suscritos y ratificados por España. La Ley es la fuente
principal del Derecho penal.
7.1. LA LEY.
La ley es una disposición jurídica de carácter general, emanada de los
órganos del Estado que tienen encomendado el desempeño de las funciones
legislativas. En nuestro país este órgano son las Cortes Generales (art.66.2 de la
Constitución). El Rey se limita a sancionar y promulgar las leyes (art. 62.a de la
Constitución.
En el concepto de ley, a efectos de aplicación del principio de legalidad están
incluidas, en primer lugar, todas las leyes en el sentido formal aunque no sean de
carácter orgánico. Según el art. 81, apdo. 1, de la Constitución : "Son leyes
orgánicas las referentes al desarrollo de los derechos fundamentales y de las
libertades públicas". Sólo aquellas leyes penales que por el bien jurídico protegido
o por la índole de las sanciones que establezcan (penas privativas de libertad, por
ejemplo) afecten a los derechos fundamentales y libertades públicas regulados en
la Sección 1ª del Capítulo II del Título I de la Constitución (derecho a la vida,
integridad física, libertad y seguridad, honor, a expresar y difundir libremente los
pensamientos, ideas y opiniones, reunión, asociación, etc.) tendrán que tener el
carácter de orgánicas. Una ley penal que no tutele, como bien jurídico, uno de los
derechos fundamentales y libertades públicas contenidos en la Sección1ª del
Capítulo II del Título I, por ejemplo, que regule los delitos o faltas contra la
propiedad o delitos relativos al control de cambios y que establezcan algún tipo de
sanción que no afecte a los derechos fundamentales y libertades públicas
mencionados, por ejemplo una pena de multa (el derecho de propiedad se declara
en el art. 33, comprendido en el Sección 2.ª del Capítulo II del Título I ), podría
tener el carácter de ley ordinaria.
Tienen asimismo la consideración de leyes otras disposiciones jurídicas de
carácter general que lo son sólo en un sentido material. En primer lugar hay que
mencionar los decretos legislativos mediante los cuales el Gobierno desarrolla una
Ley de Bases o una Ley ordinaria, aprobada por las Cortes Generales. Por este
procedimiento se llevaron a cabo las reformas parciales del Código penal de 1932,
1944 y1963 y se publicó el texto refundido del Código penal de 1973. En virtud de
lo dispuesto en el art. 82, apdo 1, de la Constitución, los decretos legislativos no
podrán versar sobre el desarrollo de los derechos fundamentales y las libertades
públicas.
No pueden tener ya la consideración de ley, a efectos de aplicación del
principio de legalidad, los decretos leyes, pues en el art. 86.1 CE se declara que
"no podrán afectar los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos regulados
en el Título I ". Así como cabe imaginar figuras delictivas, categorías de estado
peligroso, penas y medidas de seguridad que no afecten a los derechos
fundamentales y a las libertades públicas contenidos en la Sec. 1.ª Cap. II, es
inimaginable que no afecten a alguno de los decretos, deberes y libertades
regulados en la totalidad del Título I.
No tienen la consideración de ley los decretos y órdenes ministeriales, ni las
disposiciones dictadas por las autoridades administrativas de rango inferior. No
tienen carácter de ley los reglamentos de la administración, como el Reglamento
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Penitenciario aprobado por el Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero, y el Real
Decreto 690/1996, de 26 de abril, por el que se establecen las circunstancias de
ejecución de las penas de trabajo en beneficio de la comunidad y arresto de fin de
semana. No pueden tener tampoco carácter de ley, a efectos de aplicación del
principio de legalidad los bandos que dicte la Autoridad militar cuando se declare
el estado de sitio, de acuerdo con lo previsto en la Constitución y en la Ley
Orgánica 4/1981, de los estados de alarma, excepción y sitio. Ni en la Constitución
ni en la mencionada Ley existe precepto alguno que pudiera servir de fundamento
para la creación de figuras delictivas o categorías de estado peligroso, o el
establecimiento o agravación de las penas o medidas de seguridad por medio de
bandos de la Autoridad militar.
Las leyes penales prohíben u ordenan la realización de determinadas
acciones y establecen las sanciones correspondientes. Se distinguen, por ello, en
la ley penal, 2 elementos : Norma y sanción. En el art. 138 del, Código penal,
donde se regula el delito de homicidio doloso, se dice: "El que matare a otro será
castigado, como reo de homicidio, con la pena de prisión de diez a quince años ".
La norma consiste en una prohibición de matar a otro ser humano, "no matarás",
que está implícita en la figura delictiva. La sanción consiste en la pena de prisión
de 10 a 15 años. Estas leyes penales que contienen, al menos implícitamente, la
norma y la sanción son las leyes penales. De ellas se distinguen las leyes penales
en blanco, que contienen la sanción, pero no describen las acciones prohibidas (u
ordenadas, en los delitos de omisión). Se remiten, en cuanto a la norma, a otras
leyes penales, a las leyes de otros sectores del ordenamiento jurídico o a
disposiciones de rango inferior a la ley, generalmente de carácter reglamentario.
Las leyes penales en blanco plantean problemas desde el punto de vista del
principio de legalidad cuando para la descripción de las acciones prohibidas (u
ordenadas) se hace remisión a disposiciones jurídicas de rango inferior a la ley.
Esta técnica sólo es aceptable cuando sea necesaria por razones de técnica
legislativa o por el carácter extraordinariamente cambiante de la materia objeto de
la regulación, que exigiría una revisión muy frecuente de las acciones prohibidas u
ordenadas. Es preciso, además, que en la ley penal en blanco se contenga la
descripción del núcleo esencial de acción prohibida (u ordenada).
7.2 LA COSTUMBRE.
El concepto de costumbres es objeto de polémica entre los juristas. En su
acepción más propia, la costumbre se distingue claramente de los usos sociales y
de la jurisprudencia. Supone la costumbre una conducta general y repetida de un
medio social o territorial, que éste considera jurídicamente obligada. Se distingue
claramente de los usos sociales "en que su violación acarrea una responsabilidad
de tipo jurídico y no de mera reprobación social".
No hay que confundir tampoco la costumbre con la jurisprudencia, es decir,
con los criterios mantenidos, aunque sea de modo reiterado y constante, por los
tribuna les en la interpretación de las leyes. La jurisprudencia, aun siendo
reiterada, sólo podría asimilarse a la costumbre cuando consagra usos y prácticas
anteriores, mas no cuando los jueces arbitran y repiten una solución racional,
porque ni ellos representan necesariamente la convicción jurídica de la comunidad
circunstante, ni son ellos mismos quienes practican la regla como vinculante en
propias incumbencias, sino que la entienden existente para otro.
La costumbre, según el apdo. 3 del art. 1.º del Título Preliminar del Código
civil, "sólo regirá en defecto de ley aplicable, siempre que no sea contraria a la
moral o al orden público y que resulte probada". La costumbre sólo puede adquirir
relevancia, por tanto, como fuente del Derecho, cuando es conforme a la ley o
colma una laguna de la misma. En el Derecho penal, sin embargo, dada la
vigencia del principio de legalidad de los delitos y de las penas, la costumbre no
55
puede servir de base para la creación de figuras delictivas o categorías de estado
peligroso, ni para el establecimiento o agravación de penas o medidas de
seguridad. El Derecho penal se remite a veces a normas o conceptos del Derecho
civil, Derecho administrativo o de otros sectores del ordenamiento jurídico (leyes
penales en blanco, concepto de cosa ajena etc) y de este modo puede adquirir
relevancia indirectamente la costumbre en el Derecho penal. La causa de
justificación del número 7 del art. 20 ("El que obre en cumplimiento de un deber o
en el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo") lleva implícita la referencia a
la totalidad del ordenamiento jurídico y un deber o derecho basado en preceptos
de Derecho consuetudinario determina la exclusión de la antijuricidad de la
conducta. La costumbre contra legem carace de eficacia; el desuso o falta de
aplicación de una ley no implica su derogación. Según el art. 2º 2 del Título
Preliminar del Código civil : "Las leyes sólo se derogan por otras posteriores".
7.5. LA JURISPRUDENCIA.
El término "jurisprudencia" se utiliza como sinónimo de la ciencia del Derecho,
para designar el conjunto de las sentencias o resoluciones dictadas por los
tribunales de justicia. En un sentido amplio comprende las sentencias o
resoluciones de todos los tribunales y en un sentido estricto comprende
únicamente las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo (Sala 2.ª o Sala 5.ª de
lo Militar) al resolver los recursos de casación.
56
La jurisprudencia no figura en el elenco de las fuentes del ordenamiento
jurídico español contenido en el art. 1.º, número 1.º, del Título Preliminar del
Código civil. No obstante, el número 6.º del mismo artículo declara que la
jurisprudencia "complementará el ordenamiento jurídico con la doctrina que, de
modo reiterado, establezca el Tribunal Supremo al interpretar y aplicar la ley, la
costumbre y los principios generales del derecho". La jurisprudencia completa, el
ordenamiento jurídico. Los tribunales establecen unos criterios de interpretación
de la Ley y el Tribunal Supremo, a través del recurso de casación, logra una cierta
unificación de la jurisprudencia, pues, aunque los tribunales inferiores no están
obligados a adoptar los criterios del Tribunal Supremo, suelen hacerlo, pues éste
puede casar sus sentencias y dictar otras en su lugar. La jurisprudencia reiterada y
constante del Tribunal Supremo tiene un gran valor para el conocimiento del
Derecho realmente vigente en el país. Las resoluciones judiciales constituyen no
sólo interpretación de la ley (la costumbre o los principios generales del Derecho),
sino creación del Derecho. El Tribunal Supremo ha introducido, incluso, algunas
figuras creadas por la doctrina, como la del dolo eventual. Pero la jurisprudencia
no es fuente del Derecho, en el sentido de que no puede crear normas de carácter
general, de segura aplicación en el futuro. Se trata siempre de criterios o normas
de aplicación sólo probable, pues el Tribunal Supremo puede cambiar y cambia,
en ocasiones, de orientación en la interpretación de la ley. No está nunca
vinculado necesariamente a los criterios mantenidos en las sentencias anteriores.
El estudio de la jurisprudencia es, no obstante, muy útil para el conocimiento de la
ley (la costumbre y los principios generales del Derecho) y del Derecho penal
realmente vigente en el país.
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Con el triunfo de la Revolución francesa el principio de legalidad de los delitos
y las penas se convierte en uno de los pilares fundamentales del Derecho penal
liberal y en un fino exponente del Estado de Derecho. A lo largo del siglo XIX fue
incluido en casi todos los Códigos penales del continente europeo y en muchas
Constituciones. En España figura en todos los Códigos penales, con excepción del
de 1850, en el que se establece el principio de legalidad de los delitos, pero no el
de las penas, y en todas las Constituciones.
En Inglaterra, rige fundamentalmente el Common law, una especie de tradición
jurídica judicial, completado por algunas leyes (Statute Law) que regulan algunas
cuestiones concretas de parte general, especialmente las sanciones y algunos
delitos en particular. La seguridad jurídica se ve, no obstante, garantizada, en los
países anglosajones por la vinculación de los jueces a los precedentes, así como
por su independencia e inamovilidad.
A fines del siglo XIX se produce una reacción contra el principio de legalidad,
especialmente el de las penas, por parte de los penalistas de la escuela
correccionalista y de la escuela positivista italiana.
La crisis más profunda del principio de legalidad se produjo, con el
advenimiento de los modernos regímenes totalitarios. En los Códigos penales
rusos de 1922 y1926 se admite expresamente y con una gran amplitud la
aplicación de la ley penal por analogía. Es la primera vez que se produce la
ruptura con la tradición del continente europeo.
Después de la Segunda Guerra Mundial se restableció el principio de
legalidad en la Alemania ocupada, por varias disposiciones de las potencias
vencedoras. El principio de legalidad figura en la Ley fundamental de la República
Federal de Alemania, restableciéndose, con ligeras variantes, la redacción del art.
2.º del Código penal anterior a la Ley de 28 de Junio de 1935.
El principio de legalidad figura asimismo en la nueva Parte General del Código
penal alemán aprobada por la Ley de 4 de Julio de 1969. En la Rusia soviética se
restableció el principio de legalidad de los delitos y las penas en los Fundamentos
de Derecho penal de 1958 y en el nuevo Código penal de 1960.
La preocupación por la seguridad jurídica ha llevado a formular en la
Declaración Universal de los Derechos del hombre de 10 de Diciembre de 1948 el
principio de que "Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento
de cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional o internacional.
Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la
comisión del delito". En rigor esta declaración no coincide con el principio de
legalidad, pues se alude al Derecho nacional e internacional y en algunos casos la
fuente puede no ser la ley, sino la costumbre, o como en los países anglosajones,
un Derecho judicial. Lo mismo cabe decir de la declaración contenida en el art. 7.º
de la Convención europea de salvaguardia de los derechos del hombre y de las
libertades fundamentales de 4 de Noviembre de 1950 y en el art. 15 del Pacto
internacional de derechos políticos y civiles de 19 de Diciembre de 1966 (suscritos
ambos y ratificados por España), donde se admite, incluso, como fuente los
principios generales del Derecho reconocidos por las naciones civilizadas o por la
comunidad internacional.
El principio de legalidad es una exigencia insoslayable de la seguridad
jurídica en el Derecho penal de los países del continente europeo en los que se
llevó a cabo el proceso de codificación. No está esencialmente vinculado, sin
embargo, como suele suponerse al Estado material de Derecho. En los países
anglosajones, Inglaterra y los Estados Unidos, existe un Estado material de
Derecho y la seguridad jurídica se ve garantizada de otro modo. por parte, aunque
alcance únicamente su pleno significado en el Estado material de Derecho, al ser
la ley emanación del poder legislativo, encarnado en unas Cortes o Parlamento
elegidos democráticamente, no hay que desconocer la trascendencia de su
mantenimiento o restablecimiento en los regímenes políticos no democráticos.
58
7.6.1. Garantías que implica.
El principio de legalidad de los delitos y de las penas implica en primer
lugar la llamada garantía criminal (nullum crimen sine previa lege), no puede
castigarse como delito conducta alguna, si no ha sido previamente declarada
como tal en una ley. Esta garantía está establecida en el apdo 1.º del art. 1.º del
Código penal español : "No será castigada ninguna acción ni omisión que no esté
prevista como delito o falta por Ley anterior a su perpetración", viéndose reforzada
por lo dispuesto en el art.10 : "Son delitos o faltas las acciones y omisiones
dolosas o imprudentes penadas por la Ley", y por el apdo 2.º del art. 4.º : "En el
caso de que un Juez o Tribunal, en el ejercicio de su jurisdicción, tenga
conocimiento de alguna acción u omisión que, sin estar penada por la ley, estime
digna de represión, se abstendrá de todo procedimiento sobre ella y expondrá al
Gobierno las razones que le asistan para creer que debiera ser objeto de sanción
penal".
El principio de legalidad de los estados peligrosos se establece en el apdo.
2.º del art. 1.º del Código penal: "Las medidas de seguridad sólo podrán aplicarse
cuando concurran los presupuestos establecidos previamente por la Ley".
La garantía penal (nulla poena sine previa lege) significa que no se puede
imponer por los tribunales pena alguna que no se halle establecida previamente
en una ley. Está formulada en el apdo. 1.º del art. 2.º del Código penal : "No será
castigado ningún delito ni falta con pena que no se halle prevista por Ley anterior a
su perpetración", y se ve reforzada por lo dispuesto en el apdo. 3.º del art. 4.º :
"Del mismo modo acudirá al Gobierno exponiendo lo conveniente sobre la
derogación o modificación del precepto o la concesión de indulto, sin perjuicio de
ejecutar desde luego la sentencia, cuando de la rigurosa aplicación de las
disposiciones de la ley resulte penada una acción u omisión que, a juicio del Juez
o Tribunal, no debiera serlo, o cuando la pena sea notablemente excesiva,
atendidos el mal causado por la infracción y las circunstancias personales del reo".
El principio de legalidad de las medidas de seguridad puede considerarse
implícito en el apdo. 2.º del art. 1.º, aunque en él se establezca únicamente, de un
modo expreso, el principio de legalidad en relación con los presupuestos de su
aplicación.
La garantía jurisdiccional, implícita en el artículo 24.2 de la Constitución,
está contenida en el art. 3.º del Código penal, según el cual : "No podrá ejecutarse
pena ni medida de seguridad sino en virtud de sentencia firme dictada por el Juez
o Tribunal competente, de acuerdo con las leyes procesales".
La eficacia del principio de legalidad se extiende hasta la ejecución de las
penas y las medidas de seguridad y así, según el art. 3.º, apdo. 2.º, del Código
penal: "Tampoco podrá ejecutarse pena ni medida de seguridad en otra forma que
la prescrita por la ley y reglamentos que la desarrollan, ni con otras circunstancias
o accidentes que los expresados en su texto. La ejecución de la pena o de la
medida de seguridad se realizará bajo el control de los Jueces y Tribunales
competentes". Esta garantía de ejecución se reitera en el art. 36.2 para las penas
de prisión : "Su cumplimiento, así como los beneficios penitenciarios que
supongan acortamiento de la condena, se ajustarán a lo dispuesto en las leyes y
el presente Código".
59
reales. No puede renunciar tampoco el legislador a utilizar elementos normativos
(que implican un juicio de valor o son sólo susceptibles de comprensión espiritual).
La descripción de las figuras delictivas ha de ser, lo suficientemente concreta para
que queden satisfechas las exigencias de la seguridad jurídica. El mayor peligro
para el principio de legalidad lo constituyen las leyes penales indeterminadas.
La exigencia de concreción se refiere no sólo a la descripción de las
conductas delictivas, sino también a la fijación de los marcos penales. Un marco
excesivamente amplio es incompatible con el principio de legalidad.
Una limitación considerable en las posibilidades de aplicación del principio de
legalidad se da en los delitos imprudentes, en los que es el juez o tribunal el que
tiene que fijar en cada caso el cuidado objetivamente debido al realizar una
conducta determinada. No es posible determinar en la ley el cuidado
objetivamente debido al realizar la innumerable variedad de conductas que se da
en la vida real.
60
apdo. 1º del art 4.º del Código penal. La creación de figuras delictivas o de penas
por analogía ha estado siempre prohibida en nuestros Códigos penales.
Nuestros tribunales, generalmente fieles al principio de legalidad, incurrieron,
en ocasiones, en la analogía prohibida, durante la vigencia del viejo C. P. de 1848.
La analogía favorable para el reo (analogía in bonam partem) está sólo
parcialmente permitida en nuestro Código penal. La apreciación de atenuantes por
analogía está prevista expresamente en el nº 6 del art. 21. No es posible, sin
embargo, la apreciación de eximentes por analogía, pues a ello se opone lo
dispuesto en el apdo. 3.º del art. 4.º del Código penal :
"Del mismo modo acudirá al Gobierno [el Juez o Tribunal] exponiendo lo
conveniente sobre la derogación o modificación del precepto o la concesión de
indulto, sin perjuicio de ejecutar desde luego la sentencia, cuando de la rigurosa
aplicación de las disposiciones de la ley resulte penada una acción u omisión que,
a juicio del juez o Tribunal, no debiera serlo, o cuando la pena sea notablemente
excesiva, atendidos el mal causado por la infracción y las circunstancias
personales del reo". No es posible considerar, en relación con el párrafo 2.º del art.
2.º del viejo Código penal, que este precepto exija únicamente una aplicación
rigurosa de las figuras delictivas y de los marcos penales establecidos en el
Código, pero no haga referencia a la aplicación de eximentes o atenuantes por
analogía. Cabía considerar, entonces, que el párrafo 2.º del art. 2.º prohibía
únicamente a los tribunales dejar de aplicar las figuras delictivas del Código, de un
modo general o a grupos de casos comprendidos claramente en ellas, o alterar los
marcos penales establecidos en el Código. Ahora se hace referencia, a las penas
concretas, pues, en otro caso, carecería de sentido la alusión a la posibilidad de
solicitar el indulto.
Parece un grave error la exclusión de la posibilidad de aplicar eximentes por
analogía, pues ello no es contrario al principio de legalidad y resulta
imprescindible, incluso en el nuevo Código. No se regula, por ejemplo, el
desistimiento de los actos preparatorios, de la conspiración, proposición y
provocación para delinquir y sería preciso aplicar, por analogía (in bonam partem),
lo dispuesto en el art. 16, para el desistimiento de la tentativa. Parece más
correcto el criterio que seguían el Proyecto de 1980 y la Propuesta de
Anteproyecto del nuevo Código penal de 1983, que admitían expresamente la
analogía in bonam partem (según el art. 4.º de ambos textos prelegislativos: "No
obstante, podrán aplicarse analógicamente los preceptos que favorezcan al reo").
8
La Ley Penal en el Tiempo.
La ley es la principal fuente del Derecho penal, pues en virtud del principio de
legalidad sólo pueden crearse figuras delictivas y establecerse o agravar las penas
mediante una Ley. La Ley tiene, sin embargo, una eficacia limitada en el tiempo y
en el espacio.
61
en ellas no se dispone otra cosa". El período que media entre el final de la
publicación de la ley y su entrada en vigor recibe el nombre de vacatio legis. El
período normal de vacatio legis en nuestro Derecho es, de veinte días. Su
duración puede ser mayor.
Es frecuente y oportuno que el período de vacatio legis se amplíe
considerablemente cuando se trata de la entrada en vigor de un nuevo Código
penal, con el fin de facilitar su conocimiento. Razones de urgencia mueven a
veces al legislador a disponer la inmediata entrada en vigor de una nueva ley.
La eficacia de la ley se extiende, en principio, desde su entrada en vigor
hasta su derogación. Según el apdo. 2 del art. 2.º del Código civil : "Las leyes sólo
se derogan por otras posteriores". Las leyes sólo pueden ser derogadas, por tanto,
por otras leyes. No pueden ser derogadas por disposiciones de rango inferior. En
el concepto de ley estarán incluidos, no obstante los decretos legislativos.
"La derogación tendrá el alcance que expresamente se disponga y se
extenderá siempre a todo aquello que en la ley nueva, sobre la misma materia,
sea incompatible con la anterior. Por la simple derogación de una ley no recobran
vigencia las que ésta hubiere derogado". Nuestro Código penal contiene una
cláusula derogatoria única, en la que, después de mencionar una serie de leyes y
preceptos legales o reglamentos, se declara que : "Quedan también derogadas
cuantas normas sean incompatibles con lo dispuesto en este Código".
La eficacia de la ley queda extinguida también si el Tribunal Constitucional
declara su inconstitucionalidad. Según el art. 164.1 de la Constitución : "Las
sentencias del Tribunal Constitucional se publicarán en el Boletín Oficial del
Estado con los votos particulares, si los hubiere. Tienen el valor de cosa juzgada a
partir del día siguiente a su publicación y no cabe recurso alguno contra ellas. Las
que declaren la inconstitucionalidad de una ley o de una norma con fuerza de ley y
todas las que no se limiten a la estimación subjetiva de un derecho, tienen plenos
efectos frente a todos". La parte de la ley no afectada por la declaración de
inconstitucionalidad sigue vigente, salvo que en el fallo se disponga otra cosa (art.
164.2). De acuerdo con el art. 161.1 CE :
"La declaración de inconstitucionalidad de una norma jurídica con rango de ley,
interpretada por la jurisprudencia, afectará a ésta, si bien la sentencia o sentencias
recaídas no perderán el valor de cosa juzgada".
No obstante, en el art. 40.1 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional se
hace una salvedad "en el caso de los procesos penales o contencioso
administrativos referentes a un procedimiento sancionador en que, como
consecuencia de la nulidad de la norma aplicada, resulte una reducción de la pena
o de la sanción o una exclusión, exención o limitación de la responsabilidad". No
es posible, por tanto, proceder a una modificación de una sentencia firme, como
consecuencia de una sentencia del Tribunal Constitucional si ello ha de dar lugar a
una agravación de la responsabilidad en un procedimiento penal o contencioso
administrativo.
8. 2. LA IRRETROACTIVIDAD.
La ley penal se aplica, sin duda, a los hechos realizados después de su
entrada en vigor y antes de su derogación o de su declaración de
inconstitucionalidad. No se aplicara con carácter retroactivo. Apdo 3 del art. 2º del
Código civil : "Las leyes no tendrán efecto retroactivo si no dispusieran lo
contrario". En el Derecho penal rige, con carácter general, el principio de la
irretroactividad de las leyes. En el art. 25 de la Constitución se declara que :
"Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el
momento de producirse no constituían delito, falta según las leyes vigentes en
aquel momento", y el art. 2.1 del Código penal dispone que: "No será castigado
ningún delito ni falta con pena que no se halle prevista por Ley anterior a su
62
perpetración. Carecerán, igualmente, de efecto retroactivo las Leyes que
establezcan medidas de seguridad". Se establece, sin embargo, una excepción a
este principio para las leyes penales favorables al reo, excepción que hace posible
el art. 9.3 CE78, que se limita a proclamar la irretroactividad de las disposiciones
sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales y que se
declara expresamente en el art. 2.2 del Código penal : "No obstante, tendrán
efecto retroactivo aquellas leyes penales que favorezcan al reo, aunque al entrar
en vigor hubiera recaído sentencia firme y el sujeto estuviese cumpliendo
condena".
El principio de la irretroactividad de las leyes penales es una exigencia de la
seguridad jurídica y, aunque de origen más antiguo, su vigencia con carácter
general en el derecho penal moderno es consecuencia de la influencia de los
pensadores de la Ilustración. En las Declaraciones norteamericanas de derechos y
en la Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del ciudadano de 26 de
Agosto de 1789, aparece unido al principio de legalidad de los delitos y las penas.
Aunque conceptualmente independientes, el principio de la irretroactividad quedó
desde entonces incluido en el de la legalidad (nullum crimen sine previa lege
penale). El principio de la irretroactividad de las leyes penales está proclamado en
la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 10 de Diciembre de 1948.
"Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse
no fueran delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se
impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del
delito".
Se ha querido ver también el fundamento de la irretroactividad de las leyes
penales en el respeto de los derechos adquiridos. Esta doctrina, de origen civilista,
no resulta adecuada para fundamentar la irretroactividad de las leyes penales.
Podría hablarse de un derecho a realizar la conducta no prohibida en un momento
determinado, pero el delito no puede ser considerado como un medio para adquirir
un derecho a ser sancionado con arreglo a las leyes vigentes en el momento de su
realización. El fundamento de la irretroactividad de las leyes penales se encuentra
en las exigencias de la seguridad jurídica. La retroactividad general de las leyes
penales implicaría, por ello, una ofensa a la dignidad de la persona humana.
La ordenación de razón que implica la ley se dirige generalmente al futuro,
pero puede proyectarse sobre situaciones existentes o hechos anteriores. En el
derecho penal se admite la retroactividad de las leyes favorables para el reo y en
otros sectores del derecho se admite también con carácter excepcional la
retroactividad de las leyes.
El principio de la irretroactividad de las leyes penales fue objeto de crítica por
parte de los correccionalistas y los positivistas. Al ser la pena un bien para los
primeros, es lógico que no vieran inconvenientes en la aplicación retroactiva de las
leyes penales. Los positivistas señalaban que la ley nueva es la que mejor se
adapta a las exigencias actuales de la defensa social y debe aplicarse, por ello,
con carácter retroactivo. Hacían únicamente una excepción para las leyes penales
que creasen nuevas figuras de delito.
Los principios de la irretroactividad de las leyes penales desfavorables y de la
retroactividad de las leyes favorables establecidos en Rusia en los Fundamentos
de la legislación penal de la URSS y de las repúblicas federadas de 1958. En
nuestro país el principio de la irretroactividad de las leyes penales no ha sido
nunca derogado, pero fue infringido en alguna ocasión, como por la Ley de 1 de
Marzo de 1940 de represión de la masonería y el comunismo.
Se discute si el principio de la irretroactividad de las leyes penales debe
aplicarse a las leyes o disposiciones que complementan las llamadas leyes
penales en blanco. Dichas leyes o disposiciones, aunque pertenezcan a otro
sector del ordenamiento jurídico (Derecho civil, Derecho administrativo) quedan
incorporadas a las leyes penales, al completarlas con la descripción de las
conductas prohibidas u ordenadas. Debe regir, pues, para ellas el principio de la
63
irretroactividad, así como el de la retroactividad de las leyes penales de carácter
favorable.
Las disposiciones que regulan la responsabilidad civil derivada del delito
pertenecen por su naturaleza al Derecho civil, aunque estén contenidas en nuestro
país en el Código penal (Título V del libro I, arts. 109 y ss., 125 y 126). Al no ser
leyes penales no están sujetas a lo dispuesto en el artículo 2.º del Código penal,
pero rige para ellas, como para todo el ordenamiento jurídico, el precepto
constitucional que declara "la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras
no favorables o restrictivas de derechos individuales" (art. 9.3).
Se discute la aplicación del principio de la irretroactividad a las medidas de
seguridad. Éstas están en función de la peligrosidad del delincuente y persiguen
únicamente los fines de la prevención especial (corrección o enmienda del
delincuente, advertencia individual o inocuización). Los efectos aflictivos o
intimidantes, desde el punto de vista de la prevención general, son ajenos a su
esencia. Algunos autores consideran que tratándose de medidas de seguridad
debe aplicarse la legislación vigente en el momento del juicio, pues es la más
adecuada a las exigencias actuales de la política criminal. Este criterio,
compartido, por supuesto, por los positivistas italianos ha prevalecido en varias
legislaciones modernas, al tratarse de la aplicación de medidas de seguridad a
estados peligrosos, no se plantea el problema de la retroactividad si dichos
estados perduran, como es obligado, en el momento del juicio aunque los hechos
reveladores de los mismos sean anteriores a la entrada en vigor de la ley. El
argumento es válido tanto para la introducción de nuevas categorías de estado
peligroso como para la aplicación de nuevas medidas de seguridad. Es preciso, no
obstante, que el hecho revelador de la peligrosidad sea delictivo. En el art. 2.º del
Código penal se establece, sin embargo, la aplicación a las medidas de seguridad
de los mismos principios, de irretroactividad y de retroactividad de la ley más
favorable, que a las penas.
Las leyes procesales se rigen por lo dispuesto en el apdo. 3 del art. 2.º del
C.c. y, por tanto, no tienen carácter retroactivo salvo que en ellas se disponga lo
contrario. Están sometidas, asimismo, al precepto constitucional del art. 9.º, apdo.
3, que declara la irretroactividad de las disposiciones restrictivas de derechos
individuales. Hay que tener en cuenta, que el objeto de las leyes procesales son
los actos del proceso y no los hechos delictivos enjuiciados. La aplicación de una
ley procesal nueva a una conducta delictiva realizada con anterioridad a su
entrada en vigor no implica, por ello, infracción del principio de irretroactividad.
Un problema especial plantea la prescripción, pues su naturaleza es
discutida. Si se tratase de una institución de Derecho material debería regirse por
el principio de la irretroactividad de las leyes penales, con la salvedad de las leyes
penales favorables para el reo. Si se estima, en cambio, que la prescripción tiene
carácter procesal, deberá regirse en materia de retroactividad por lo dispuesto en
el número 3 del art. 2.º del Cc ; es decir, su regulación no tendría carácter
retroactivo salvo que en ella se disponga lo contrario. Estaría sometida, también, a
lo dispuesto en el art. 9.3 de la Constitución, en cuanto que declara la
irretroactividad de las disposiciones restrictivas de derechos individuales. La
prescripción, por guardar una relación indisoluble con la aplicación del Derecho
penal, pertenece, al Derecho procesal. La inserción de su regulación en el Código
penal no prejuzga su naturaleza jurídica, del mismo modo que la de los preceptos
referentes a la responsabilidad civil derivada del delito. La cuestión tiene
trascendencia práctica en caso de ampliación de los plazos de prescripción antes
de que éstos hubieran transcurrido.
La Convención de las Naciones Unidas de 1968 dispuso la derogación, con
retroactividad absoluta, de los plazos de prescripción de los crímenes de guerra y
de los crímenes contra la humanidad. Criterio correcto, dada la naturaleza procesal
de la prescripción y que el objeto de las leyes procesales son los actos del proceso
y no los hechos delictivos enjuiciados.
64
Desde el momento en que la jurisprudencia no es fuente del Derecho, en el
sentido de que no puede crear normas de carácter general, de segura aplicación
en el futuro, carece de fundamento el exigir la irretroactividad de las variaciones
jurisprudenciales desfavorables para el reo.
65
alterado sus límites cuantitativos y la sentencia hubiera sido ya ejecutada, pero no
el de impedir, con carácter general, la aplicación del antiguo art. 24 a las
sentencias ya cumplidas. En otro caso habría que estimar derogado el art. 10 de la
Real Orden de 5 de Diciembre de 1892 y no podría hacerse una salvedad para las
leyes que supriman una figura delictiva.
Tampoco supone un obstáculo a la aplicación con carácter retroactivo de la ley
posterior más favorable a las sentencias ya ejecutadas, lo previsto en el párrafo 2.º
de la Disposición transitoria quinta del nuevo Código penal: "Dichos Jueces o
Tribunales procederán a revisar las sentencias firmes y en las que el penado esté
cumpliendo efectivamente la pena, aplicando la disposición más favorable
considerada taxativamente y no por el ejercicio del arbitrio judicial" ; pues es lógico
que se limite la revisión de oficio a las sentencias en período de ejecución. En la
Disposición transitoria 6ª se prevé que el juez o tribunal puedan no tener en cuenta
las sentencias ejecutadas a efectos de apreciar la reincidencia : "No serán
revisadas las sentencias en que la pena esté ejecutada o suspendida, aunque se
encuentren pendientes de ejecución otros pronunciamientos del fallo, así como las
ya totalmente ejecutadas, sin perjuicio de que el Juez o Tribunal, que en el futuro
pudiera tenerlas en cuenta a efectos de reincidencia, deba examinar previamente
si el hecho en ellas penado ha dejado de ser delito o pudiera corresponderle una
pena menor de la impuesta conforme a este Código".
En las disposiciones transitorias del nuevo Código penal no se establece
criterio alguno acerca de la posible aplicación, con carácter retroactivo, de la
modificación introducida en las cuantías que sirven de límite a los delitos y faltas
contra la propiedad. Su aplicación con carácter retroactivo a todas las sentencias,
aunque estuvieran ejecutadas, avalada por el tenor literal de la disposición
transitoria sexta, supondría un retroceso respecto al criterio establecido por las
Leyes de 1967, 1974 y 1978.
Lo justo sería que se atendiese al motivo de la modificación de cuantías y
cuando fuera exclusivamente la pérdida de valor del dinero, como sucede en este
caso, no debería aplicarse la ley posterior más favorable con carácter retroactivo,
al menos cuando hubiera recaído sentencia firme. En cambio, cuando la
modificación de cuantías fuera debida a una mayor benignidad del legislador, a
una represión menos severa de los delitos contra la propiedad, la ley más
favorable debería aplicarse, incluso, a las sentencias ya ejecutadas.
La determinación de la ley más favorable para el reo no plantea dificultades
cuando se trata únicamente de modificaciones en las penas y éstas son de la
misma naturaleza, aunque de diversa extensión. Ni cuando la ley posterior suprime
o reduce el ámbito de una figura delictiva. Para determinar la ley más favorable
hay que atender a la pena concreta que se impondría al delincuente con arreglo a
la ley anterior y posterior. No hay que limitarse a comparar, por ello, los marcos
penales, en abstracto. Una modificación de las circunstancias atenuantes o
agravantes, las variaciones en el catálogo de eximentes, una ampliación o
reducción del arbitrio judicial, pueden ejercer una influencia decisiva en la
determinación de la ley más favorable.
Lo que no es posible es aplicar los preceptos más favorables de la ley
posterior y de la anterior, porque ello implicaría, la creación de una tercera ley
nueva, con la consiguiente arrogación de funciones legislativas. Esta posibilidad
queda excluida en el párrafo 1.º de la Disposición transitoria 2ª del nuevo Código
penal :
"Para la determinación de cuál sea la Ley más favorable se tendrá en cuenta la
pena que correspondería al hecho enjuiciado con la aplicación de las normas
completas de uno u otro Código. Las disposiciones sobre redención de penas por
el trabajo sólo serán de aplicación a todos los condenados conforme al Código
derogado y no podrán gozar de ellas aquellos a quienes se les apliquen las
disposiciones del nuevo Código".
66
8.4. LEYES INTERMEDIAS.
El problema de la ley intermedia se plantea cuando al cometerse el hecho
delictivo estaba en vigor una ley penal, que fue derogada posteriormente por otra
más favorable, pero en el momento del juicio ésta había sido a su vez derogada y
sustituida por otra más severa. El problema se ha planteado en nuestro país en
varias ocasiones. La opinión dominante en nuestro país, con base en la amplitud
de los efectos retroactivos de la ley penal favorable previstos en el art. 24 del viejo
Código penal, defendía el criterio de la aplicación de la ley penal intermedia.
Criterio que carece de base, pues la ley intermedia no estaba en vigor en el
momento de la realización de la conducta delictiva y ha sido ya derogada en el
momento del juicio.
Este supuesto no estaba comprendido en el art. 24 del viejo Código penal, ni
en el art. 2.2 del nuevo, de lo que se deduce únicamente la necesidad de
comparar la resolución concreta a la que se llegaría con arreglo a la ley vigente en
el momento del hecho, con la que dimana de la ley vigente en el momento del
juicio y aplicar la más favorable. Es que ello puede dar lugar a resultados
comparativamente injustos, por la mayor o menor lentitud de los procesos, pero la
utilización de la ley intermedia como término de comparación carece de
fundamento.
67
9
La ley penal en el espacio
68
1. Territorio en sentido geográfico :
Extensión de terreno comprendida dentro de las fronteras del Estado : Parte de
la península Ibérica situada dentro de las fronteras nacionales, las islas Baleares y
Canarias, las plazas o territorios de soberanía en el Norte de África (Ceuta, Melilla,
islas Chafarinas y los peñones de Alhucemas y Vélez de Gomera).
4. Mar territorial :
Zona de mar adyacente a las costas españolas : Límite de las 12 millas :
Columna de agua, el lecho, el subsuelo y los recursos de ese mar.
69
A las aeronaves extranjeras les serán aplicadas las leyes penales españolas
mientras se encuentren en territorio de soberanía española, o en espacio aéreo a
ella sujeto.
El espacio ultraterrestre no puede estar sometido a los mismos principios que el
espacio aéreo. Con los movimientos de rotación y traslación de la tierra cambia
constantemente el situado por encima del territorio de cada país. Tampoco las
naves espaciales pueden regirse por los principios y normas establecidos para las
aeronaves. El problema se ha planteado en las Naciones Unidas : Tratado de
27I1967, en el que se reconoce la existencia de un espacio ultraterrestre, no
sometido a la soberanía de los Estados, y en el que no se establecen criterios
para delimitar el espacio aéreo y el ultraterrestre, pero sí la libertad de todas las
naciones para explorar el espacio ultraterrestre. Los países firmantes del Tratado
se comprometieron también a no colocar en órbita alrededor de la Tierra ningún
objeto portador de armas, y a no instalarlas en cuerpos celestes ni en el espacio
ultraterrestre en ninguna otra forma.
En relación con las naves espaciales y todo tipo de objetos lanzados al espacio,
se establece en el Tratado la jurisdicción y control del Estado en cuyo registro
figure el objeto lanzado, así como sobre el personal que vaya en él al cruzar el
espacio aéreo y ultraterrestre y mientras se encuentre en el espacio o en un
cuerpo celeste.
70
La aplicación de la ley penal española tiene un carácter supletorio o
subsidiario, teniéndose en cuenta la ley penal extranjera, así como las sentencias
extranjeras en la determinación de la competencia de los Tribunales españoles en
función del principio de la personalidad.
En la nueva regulación se amplía el campo de aplicación del principio de la
personalidad, pues no se distingue que el hecho delictivo haya sido cometido por
un español contra un español o un extranjero. Como consecuencia, el principio
resulta aplicable no sólo en aquellos delitos que atenten contra bienes jurídicos
cuyo portador sea el individuo, sino también en los delitos contra la sociedad o el
Estado.
Se admite expresamente que el Ministerio Fiscal pueda interponer querella,
además del agraviado, bastando una simple denuncia por parte de éste último. Se
exige, en cambio, en todo caso, que el hecho sea punible en el lugar de su
ejecución.
La exigencia en todo caso de la doble incriminación está de acuerdo con el
fundamento principal del principio de la personalidad : Evitar la impunidad de los
delitos cometidos por los nacionales en el extranjero.
El caso de cambio de nacionalidad está previsto en la nueva regulación legal
que sigue el criterio establecido por la jurisprudencia de que sólo hay que atender
a la nacionalidad que tiene el sujeto en el momento del juicio.
71
9.5. EL PRINCIPIO DE LA JUSTICIA MUNDIAL.
Con arreglo al principio de la justicia mundial, el Estado en cuyo territorio ha
sido detenido un delincuente, es competente para juzgarle cualquiera que sea su
nacionalidad y aunque haya cometido el delito en el extranjero y contra extranjeros
(competencia del iudex deprehensionis). El origen de este principio se halla en las
concepciones iusnaturalistas de los teólogos y juristas españoles de los siglo XVI y
XVII que consideraban que los crímenes (que distingue de los delitos y las
contravenciones) constituían una violación del Derecho Natural que rige la
societas generis humani. El Estado en cuyo territorio era detenido el delincuente,
debía entregarle (si la extradición se solicitó) o castigarle. La aplicación de este
principio implica la consideración del delito como un ataque a los intereses de la
comunidad internacional y una cierta uniformidad de las legislaciones penales.
Este principio se ha introducido en las modernas legislaciones con carácter
complementario, para el castigo de un reducido número de delitos que atentan
evidentemente contra los intereses de la comunidad internacional, como la
piratería, la trata de blancas, el tráfico de drogas, el genocidio, el apoderamiento
ilícito de aeronaves, los actos ilícitos contra la seguridad de la aviación civil y el
terrorismo. El catálogo de estos delitos tiende a ampliarse como consecuencia de
la mayor comunicación entre los Estados, que facilita el desarrollo de una
conciencia de solidaridad, la unificación de las legislaciones penales, la
intensificación de la ayuda judicial internacional, así como la aparición de una
delincuencia internacional.
En nuestro país se aplica el principio de la justicia mundial con carácter
complementario : Art. 23.4 LOPJ.
La aplicación del principio de la justicia mundial está prevista también en el
art. 301.4 del Código Penal, en la regulación del delito de blanqueo de bienes de
origen ilícito.
72
10
La extradición
10.1. CONCEPTO.
La extradición consiste en la entrega de un delincuente por parte del Estado
en cuyo territorio se ha refugiado, a aquel que es competente para juzgarle o para
ejecutar la pena o la medida de seguridad impuesta. La extradición se lleva a cabo
en virtud de tratados bilaterales o multilaterales suscritos y ratificados por los
Estados o de leyes que regulan la extradición.
Su naturaleza jurídica es la de un contrato de Derecho internacional en
virtud del cual el Estado que entrega al delincuente cede sus derechos soberanos
sobre él y el Estado que lo recibe adquiere el derecho de juzgarle o de ejecutar la
pena o la medida de seguridad impuesta. En esto se diferencia de la mera
expulsión del delincuente del territorio nacional.
En los tratados de extradición los Estados se obligan a concederla en el futuro
con arreglo a lo estipulado. De las leyes de extradición no se deriva el deber de
concederla, en ellas se señalan únicamente los casos en los que el Estado puede
conceder la extradición.
Es una forma de cooperación o ayuda judicial internacional y no una
manifestación del ejercicio del ius puniendi del Estado que la concede :
Instrumento más importante de cooperación judicial internacional.
La ejecución de la sentencia penal extranjera sólo está indicada, tratándose
de penas, cuando por el arraigo del delincuente en el país de refugio (que puede
ser su país de origen o de su residencia habitual), ofrece unas perspectivas más
favorables desde el punto de vista de la readaptación social y no suponga un
73
grave quebranto de las exigencias de la prevención general y de la reafirmación
del ordenamiento jurídico del Estado en que la sentencia fue dictada. La aplicación
de una medida de seguridad impuesta por un tribunal extranjero sólo tiene sentido
si son más favorables las perspectivas de readaptación social en el país de
refugio.. La remisión de las actuaciones judiciales está indicada cuando sólo el
Estado de refugio puede asegurar la comparecencia del procesado en el juicio y la
ejecución de la pena o la aplicación de la medida de seguridad, como en los
delitos de tráfico cometidos en el extranjero. En otro caso, el lugar más adecuado
para el juicio es el de la comisión del delito.
Los tratados de extradición se remontan hasta tiempos muy antiguos, pero
sólo se generalizan a partir del siglo XVIII y principios del XIX, especialmente
desde el pacto de extradición entre los firmantes de la Paz de Amiens, de 1803.
Actualmente la mayor parte de los Estados están ligados entre sí por tratados de
extradición.
74
En el moderno Derecho de extradición se observa, sin embargo, una
tendencia a atenuar este principio : En el Convenio europeo de extradición se
reconoce únicamente a los Estados la facultad de no conceder la extradición de
los que han delinquido en su territorio y cuando el delito que motivara la solicitud
de extradición se hubiese cometido fuera del territorio del Estado requirente, la
extradición sólo podría ser denegada si la legislación del Estado requerido no
autorizase la extradición por el delito objeto de la solicitud : Criterio discutible por lo
que respecta a la aplicación del principio real o de la protección de intereses, no
así, en cambio, en relación con el de la justicias mundial, que se aplica únicamente
a delitos que atentan contra los intereses de la comunidad internacional.
La no entrega de los nacionales es otro de los principios clásicos en materia de
extradición. En parte coincide con el anterior, pues los Estados no conceden la
extradición de los nacionales que han delinquido en el extranjero cuando tienen
derecho a juzgarles con arreglo a sus leyes. El principio de la no entrega de los
nacionales tiene un alcance mayor y sigue estando vigente en la mayor parte de
los tratados y leyes de extradición. Sólo Inglaterra y los Estados Unidos se han
manifestado siempre dispuestos a entregar a sus nacionales, por atenerse de un
modo estricto al principio de territorialidad, pero en la práctica, rara vez la entrega
ha llegado a materializarse, por no obtener la garantía de reciprocidad por parte
del Estado requirente.
En favor de la no entrega de los nacionales suele aducirse que supondría una
merma de la soberanía del Estado, que los nacionales tienen derecho a residir en
su patria y a recibir la protección de su Estado, aunque esta protección tenga que
manifestarse a través de un proceso penal y de la imposición de una pena : Sólo
en su patria tiene el delincuente garantías de ser juzgado con objetividad e
imparcialidad, sin ser objeto de discriminación alguna. Se señala asimismo que el
lugar más adecuado para enjuiciar el delito es el de su comisión y que es allí
donde debe desplegar la pena su eficacia desde el punto de vista de la prevención
general. En la doctrina, la mayor parte de los autores son contrarios al principio de
la no entrega de los nacionales, y en el moderno Derecho de extradición se
observa una tendencia a atenuar este principio. Se concede a los Estados
únicamente la facultad de denegar la extradición de sus nacionales y esta negativa
suele condicionarse a que el Estado del nacional le juzgue y sancione penalmente
cuando el Estado requirente lo solicite.
75
dio lugar a la extradición. De lo contrario podrían burlarse todas las prohibiciones
de extradición establecidas en las leyes o en los tratados. Para que el Estado
requirente pueda juzgar o aplicar la pena por otro delito distinto debe obtener la
conformidad del Estado requerido. No basta el simple consentimiento del
delincuente, el cual puede exigir, a su vez, la estricta aplicación de las leyes o
tratados de extradición. Suelen quedar excluidas de la extradición las faltas y los
delitos de escasa gravedad. En los modernos tratados y leyes de extradición
suelen sustituirse los catálogos de delitos por la indicación de la pena mínima
impuesta o correspondiente al delito según la legislación del Estado requirente y
requerido para que proceda la extradición. Tradicionalmente quedaban excluidos
de la extradición los delitos fiscales, por considerarse que su gravedad era escasa.
En los últimos años se observa cierta tendencia a incluir estos delitos en los
tratados de extradición por la mayor intervención del Estado en la economía, por la
trascendencia del sistema tributario para una distribución más justa de la riqueza y
la mayor interdependencia de la economía de los diversos países.
Aunque en principio los tratados de extradición tuvieron por objeto principal la
entrega de los responsables de delitos contra la seguridad del Estado y de lesa
majestad, a principios del siglo XIX Inglaterra adoptó el criterio de rechazar la
entrega de delincuentes políticos : Principio recogido en la primera ley de
extradición y que posteriormente sería recogido en todos los países europeos
como consecuencia del triunfo del liberalismo. El principio de la no entrega de los
delincuentes políticos se basa en la consideración, de raigambre liberal, de que los
delitos políticos son de menor gravedad que los comunes. El Estado de refugio del
delincuente político se niega a entregarle, además, para evitar toda interferencia
en los asuntos internos de su país de origen, y si le concede asilo le prohíbe al
mismo tiempo que desarrolle actividades políticas.
Las diversas teorías sobre el concepto de delito político pueden dividirse en 3
grupos : Objetivas, subjetivas y mixtas, y dentro de estas últimas pueden
distinguirse además las teorías mixtas de carácter extensivo y restrictivo. Con
arreglo a las teorías objetivas, delitos políticos son aquellos que atentan contra la
organización política o constitucional del Estado : son políticos por el bien jurídico
lesionado.
76
La tendencia a la depuración del concepto de delito económico es compatible
con el criterio establecido en el Convenio europeo de extradición (art. 3.2) de
autorizar al Estado requerido a rechazar la extradición cuando pueda suponer que
la persecución, aunque tenga por objeto un delito común, se realiza por motivos
de raza, religión, nacionalidad o de carácter político.
En los tratados y en las leyes suele excluirse de la extradición a los
responsables de delitos militares : Este principio clásico en materia de extradición
fue formulado por el Instituto de Derecho Internacional : La extradición no debe
aplicarse a la deserción de los militares pertenecientes al ejército o a los delitos
puramente militares.
Conforme al art. 23.3. LOPJ, no se puede castigar a los españoles que hayan
cometido en el extranjero cualquiera de los delitos contra la seguridad exterior del
77
Estado, sino únicamente los de traición y los que comprometan la paz o la indepen
dencia del Estado.
La extradición pasiva está regulada por la Ley 21III1985, que derogó la Ley
de extradición de 26XII1958. La ley vigente ha respetado los tratados vigentes,
pues en el art.1.1 se dispone ... Las condiciones, los procedimientos y los efectos
de la extradición pasiva se regirán por la presente Ley, excepto en lo
expresamente previsto en los Tratados suscritos por España ... : Los preceptos de
esta ley tienen carácter supletorio : España ha suscrito y ratificado el Convenio
europeo de extradición de 13XII1957 y los Protocolos adicionales al mismo de
1975 y 1978, así como tratados de extradición de carácter bilateral con numerosos
países.
En la Ley de extradición pasica se establecen limitaciones a la extradición por
razón de la índole de los delincuentes. Art. 3.1 : ... No se concederá la extradición
de españoles, ni de los extranjeros por delitos de que corresponda conocer a los
Tribunales españoles, según el ordenamiento nacional ... : Se establece, sin
restricción alguna, el principio de la no entrega de los nacionales y el de la no
entrega de las personas que correspondan ser juzgadas por Tribunales españoles,
con arreglo a las leyes penales españolas. En estos casos, si el Estado en cuyo
territorio se hubiera realizado el hecho delictivo lo pidiere, el Gobierno español
dará cuenta del mismo al Ministerio Fiscal. Si se acordase proceder judicialmente
contra el reclamado, el Gobierno español solicitará del Estado requirente que
remita las actuaciones practicadas o copia de las mismas para continuar el
procedimiento penal en España. Cuando el hecho delictivo no se hubiera realizado
en el territorio del Estado requirente, la extradición podrá ser denegada si la
legislación española no permitiese la persecución de un delito del mismo género
cometido fuera de España.
Podrá denegarse la extradición : Art.5.2 : Cuando la persona reclamada sea
menor de 18 años en el momento de la demanda de extradición y teniendo
residencia habitual en España, se considere que la extradición puede impedir su
reinserción social, sin perjuicio de adoptar, de acuerdo con las autoridades del
Estado requirente, las medidas más apropiadas ...
En relación con las limitaciones de la extradición por la índole de los delitos,
se reconoce plenamente el principio de legalidad : Sólo puede concederse la
extradición en los supuestos previstos en la Ley o en los Tratados, no
reconociéndose, la recipro cidad como fuente. Art. 13.3. Constitución : La
extradición sólo se concederá en cumplimiento de un Tratado o de la ley,
atendiendo al principio de reciprocidad (como condición de la obligación de
entregar).
En la Ley de extradición pasiva se establece de modo expreso el principio de
identidad o de la doble incriminación, que debe interpretarse de modo concreto y
con referencia, incluso a las condiciones de perseguibilidad, pues según el art.
4.4 ... No se concederá la extradición cuando se haya extinguido la
responsabilidad criminal, conforme a la legislación española o la del Estado
requierente ... Se establece, asimismo, expresamente, el principio ne bis in idem.
No se concederá la extradición por delitos que se persigan sólo a instancia de
parte, con excepción de la violación, estupro, rapto y abusos deshonestos.
El principio de especialidad está reconocido en el art. 21, en el que se
dispone ... Para que la persona que haya sido entregada pueda ser juzgada,
sentenciada o sometida a cualquier restricción de su libertad personal, por hechos
anteriores y distintos a los que hubieran motivado su extradición, será precisa
autorización ampliatoria de la extradición concedida, a cuyo fin se presentará otra
solicitud acompañada de los documentos previstos en el art. 7, y testimonio judicial
de la declaración de la persona entregada, que se tramitará como nueva demanda
de extradición ...
Se excluyen de la extradición las infracciones penales de menor gravedad,
pero en la ley vigente no se excluyen los delitos ficales o monetarios.
78
No se concederá la extradición por delitos de carácter político, no
considerándose como tales los actos de terrorismo, los crímenes contra la
Humanidad, ni el atentado contra la vida de un Jefe de Estado o un miembro de su
familia. Tampoco se considerarán delitos políticos los de genocidio.
En el art. 5.1, se prevé la posibilidad de denegar la extradición ... Si se
tuviesen razones fundadas para creer que la solicitud de extradición, motivada por
un delito de naturaleza común, se ha presentado con el fin de perseguir o castigar
a una persona por consideraciones de raza, religión, nacionalidad u opiniones
políticas, o que la situación de la persona corre el riesgo de verse agravada por
tales consideraciones. Por otra parte : No podrá concederse la extradición cuando
a la persona reclamada le hubiera sido reconocida la condición de asilado : Art.
4.8.
Tampoco se concederá la extradición por los delitos militares tipificados en la
legislación española" : Art. 4.2, no exigiéndose ya que se trate de delitos de
naturaleza puramente militar, pero ha de tenerse en cuenta que en el nuevo
Código penal militar de 1985 se incluyen casi exclusivamente delitos militares en
sentido estricto.
Cuando la pena correspondiente al supuesto delito, según la Ley del Estado
requirente, sea la de muerte, la concesión de la extradición estará condicionada a
la garantía de que la persona reclamada no será ejecutada. Tampoco se
concederá la extradición si el Estado requierente no diese garantía de que la
persona reclamada no será sometida a penas que atenten contra su integridad
corporal, o a tratos inhumanos o degradantes.
No se concederá la extradición en ningún caso, cuando la persona
reclamada deba ser juzgada por un Tribunal de excepción.
En el aspecto procesal la extradición en España tiene un carácter mixto con
intervención del Gobierno y de los Tribunales de Justicia.
La resolución del Tribunal declarando procedente la extradición no es
vinculante para el Gobierno (Art. 6), que podrá denegarla en el ejercicio de la
soberanía nacional, atendiendo al principio de reciprocidad o a razones de
seguridad, orden público o demás intereses esenciales para España. Sólo es
vinculante para el Gobierno la resolución firme, del Tribunal que deniega la
extradición.
10.6. EL ASILO.
Mediante el asilo, una persona acusada o condenada por infracciones
criminales, se sustrae a la persecución penal o al cumplimiento de la pena. Suelen
distinguirse 3 clases :
El religioso o eclesiástico :
Es la forma más antigua del asilo, practicada ya en los toemplos hebreos y
griegos, con extraordinario auge en la Roma imperial y en la Edad Media, bajo la
influencia del cristianismo.
En el Acuerdo de 3I1979 entre la Santa Sede y el Estado español no se hace
referencia al asilo, como tampoco en el nuevo Código de Derecho canónico.
El diplomático :
Surge con el establecimiento de representaciones diplomáticas de carácter
estable en las diversas monarquías europeas. La inmunidad de que gozaban los
representantes diplomáticos se extiende a las personas de su séquito y a las que
se refugiaban en el edificio de la embajada.
La concesión del asilo diplomático está sólo reconocida como derecho de los
Estados, en la actualidad, en los países latinoamericanos en relación con los
delincuentes políticos.
79
El asilo territorial :
Refugio en el territorio de otro Estado, en sentido jurídico : Está reconocido como
derecho para los delincuentes políticos : No se concede su extradición.
En el art. 14 de la Declaración de Derechos Humanos se proclama que : 1. En
caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo y a disfrutar de
él en cualquier país. 2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción
judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los
propósitos y principios de las Naciones Unidas.
En el art. 13.4 de nuestra Constitución se declara : La Ley establecerá los
términos en que los ciudadanos de otros países y los apátridas podrán gozar del
derecho de asilo en España ...
La Ley 9/1994 que modificó la ley 5/1984, reguladora del derecho de asilo y de
la condición de refugiado, ha suprimido la posibilidad de concesión del derecho de
asilo por razones humanitarias y refunde los conceptos de asilo y refugio,
desnaturalizándose el primero por completo. En el art. 2.1 declara ... El derecho de
asilo reconocido en el art. 13.4 de la Constitución es la protección dispensada a
los extranjeros a los que se reconozca la condición de refugiado ... El asilo
territorial se engloba así en la concesión del estatuto de refugiado que puede
solicitarse, incluso, ante un Consulado o Embajada española en el extranjero.
Se excluye, sin embargo, de la concesión de la condición de refugiado, a
aquellas personas en relación con las cuales, existan motivos fundados para
considerar que han cometido delitos contra la paz, de guerra, contra la humanidad
o que sean responsables de actos contrarios a los fines y principios de las
Naciones Unidas. Se excluye asimismo a aquellas personas de las que pueda
considerarse, por razones fundadas, que han cometido un delito común grave
fuera de nuestro país, que sean un peligro para nuestra seguridad o que habiendo
sido condenados en nuestro país por un delito particularmente grave, constituyan
una amenaza para nuestra sociedad.
80
11
Concepto del delito
Art. 10 Cp : Son delitos o faltas las acciones y omisiones dolosas o
imprudentes penadas por la Ley ...
Art. 13 Cp : Son delitos las infracciones que la Ley castiga con pena grave,
delitos menos graves las infracciones que la Ley castiga con pena menos grave, y
faltas las infracciones que la Ley castiga con pena leve ...
Nuestro Cp utiliza como término genérico, comprensivo de los delitos y las
faltas, el de infracción, también aplicable a todas las formas de ilícito civil o
administrativo.
Cuando se trata de determinar los elementos o caracteres del concepto
del delito en el Derecho penal español, se utiliza la palabra "delito" en sentido
amplio, comprensivo de los delitos y de las faltas.
Definición formal : Son delitos o faltas las acciones y omisiones penadas por
la Ley ...
81
culpabilidad, o de inimputabilidad, son la anomalía o
alteración psíquica. Causas de inculpabilidad son el estado de necesidad en caso
de conflicto de bienes iguales, o en caso de conflicto de bienes desiguales cuando
el mal causado sea menor que el que se trate de evitar pero se atente gravemente
contra la dignidad de la persona humana (art. 20,5), miedo insuperable (art. 20,6) y
error de prohibición invencible (art. 14,3). En el nuevo Cp se condiciona además la
exención de responsabilidad, en los supuestos de anomalía o alteración psíquica y
de intoxicación plena por bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes o
sustancias que produzcan análogos efectos : Impedir al sujeto comprender la
ilicitud del hecho o actuar conforme a su comprensión . Sólo cuando la acción u
omisión típica y antijurídica sea culpable (cuando le pueda ser reprochada al autor)
podrá constituir delito.
La concurrencia de una acción o una omisión, la tipicidad, la antijuridicidad
y la culpabilidad son los elementos esenciales del concepto del delito. El delito es
la acción u omisión típica, antijurídica y culpable.
En ocasiones, la aplicación de la pena a una conducta típica, antijurídica y
culpable está condicionada por la concurrencia de una condición objetiva de
punibilidad, como la garantía de reciprocidad en algunos delitos contra el Derecho
de gentes (art. 606.2, en relación con las figuras delictivas contenidas en este art.
y el anterior). A veces, la concurrencia de una excusa absolutoria, como una
determinada relación de parentesco, en ciertos delitos contra la propiedad (art.
268) impide también la aplicación de la pena a una conducta típica, antijurídica y
culpable. Las condiciones objetivas de punibilidad y las excusas absolutorias
obedecen a consideraciones de política criminal.
Dada la existencia en nuestro Cp de condiciones objetivas de punibilidad y de
excusas absolutorias, la definición del "delito" podría completarse, diciendo que es
la acción u omisión típica, antijurídica y culpable , siempre que se den las
condiciones objetivas de punibilidad y no concurra una excusa absolutoria. Incluso
podría simplificarse tal definición : Delito es la acción u omisión típica, antijurídica,
culpable y punible , incurriendo en una tautología meramente aparente [delito es la
acción u omisión punible] al incluir este último elemento, desde el momento en que
tendría un contenido propio (condiciones objetivas de punibilidad y excusas
absolutorias), distinto del de los caracteres o elementos anteriores de la tipicidad,
antijuridicidad y culpabilidad. La palabra punible alude aquí, nó a las
consecuencias del delito, sino a otros presupuestos de la pena.
La inclusión de la punibilidad en el concepto del delito, a pesar de tener este
elemento un contenido propio, de hacer referencia a otros presupuestos de la
pena, no sería lógicamente correcta, sin embargo, pues las condiciones objetivas
de punibi lidad y las excusas absolutorias son muy escasas en nuestro Cp y no
puede decirse, por tanto. que constituyan elementos esenciales del delito.
Los distintos elementos o caracteres del delito están en una relación lógica
necesaria. Sólo una acción u omisión puede ser típica. Sólo una acción u omisión
típica puede ser antijurídica y sólo una acción u omisión antijurídica puede ser
culpable.
82
mencionadas en los 2 primeros números de este art., el delito se considerará en
todo caso, como grave ... En el art. 33 se contiene la clasificación de las penas en
graves, menos graves y leves.
El Cp anterior seguía, en cambio, una clasificación bipartita en
contraposición con los Cp de 1848 y 1870.
En favor de la clasificación tripartita se aducen sobre todo razones
procesales. Es posible establecer para cada clase de infracciones, procedimientos
diferentes. También se aduce en su favor que la distinción de los crímenes y los
delitos corresponde a la concepción popular, que reserva la palabra "crimen" para
los hechos de mayor gravedad. La clasificación tripartita permite una mayor
diferenciación valorativa de las infracciones penales.
Los delitos graves y menos graves están regulados en el Libro II y las faltas
en el III. Entre los delitos y las faltas existen unas diferencias meramente
cuantitativas.
Las disposiciones de la Parte Gral. del Cp contenidas en el Libro I se
aplican en principio tanto a los delitos como a las faltas. Dada la menor gravedad
de estas últimas, se introducen algunas restricciones : Así, no se castigan la
conspiración, la proposición y la provocación en las faltas. Estas se castigan sólo
generalmente cuando han llegado a la consumación : Se exceptúan las intentadas
contra las personas o el patrimonio (art. 15.2).
En el Cp vigente responden tanto de los delitos como de las faltas los
autores y los cómplices ( art. 27).
Dada la menor gravedad de las faltas, las conductas imprudentes son
generalmente impunes. Se exceptúan algunas faltas imprudentes contra las
personas (art. 621).
En la aplicación de las penas en las faltas, los Tribunales procederán
conforme a su prudente arbitrio, sin sujetarse a las reglas establecidas en el Cp
para los delitos (art. 638).
83
12
La acción y la omisión como primer elemento del delito
Nuestro Cp vigente no formula conceptos de acción u omisión, declara
únicamente qué acciones u omisiones son punibles, qué acciones u omisiones
consti tuyen delito.
84
aunque la omisión puede ser voluntaria, la voluntariedad no es inherente al
concepto de la omisión, ya que puede faltar en la omisión imprudente. El concepto
causal de la acción no puede cumplir, pues, la función de elemento básico,
unitario, del sistema de la teoría del delito.
Frente al concepto causal de la acción, Welzel formuló el concepto finalista.
La formulación de este concepto tuvo lugar dentro del marco de la crítica de la
influencia del naturalismo en la Ciencia del Derecho penal, perceptible en el
concepto causal de la acción, así como de la crítica de la filosofía neokantiana,
con su tajante separación entre el ser y el deber ser, la realidad y el valor.
"La acción humana, según Welzel, consiste en el ejercicio de una
actividad finalista". La finalidad o el carácter finalista de la acción se basa en que
el ser humano, gracias a su saber causal, puede prever, dentro de ciertos límites,
las consecuencias posibles de su conducta, asignarse fines diversos y dirigir su
actividad conforme a un plan, a la realización de estos fines. "Actividad finalista es
aquélla dirigida conscientemente en función del fin, mientras que el puro acontecer
causal no está dirigido en función del fin,
sino que es la resultante causal del conjunto de causas existente en cada
momento". Dado que la finalidad se basa en la capacidad de la voluntad de prever,
dentro de ciertos límites, las consecuencias de su intervención en el curso causal y
de dirigir, por consiguiente, éste, conforme a un plan a la consecución del fin. El
centro neurálgico de la acción finalista es la voluntad consciente del fin, rectora del
acontecer causal. La voluntad finalista, configuradora objetiva del acontecer
externo, pertenece a la acción como factor integrante. El concepto causal de la
acción, según Welzel, desconoce la verdadera relación entre la voluntad y la
acción. La voluntad no es el mero reflejo subjetivo, en la mente del autor, del
proceso causal externo, sino el factor que configura y dirige el proceso causal.
Según el concepto finalista, pertenecen sólo a la acción las consecuencias
comprendidas en la voluntad de realización del autor. Fuera de ésta quedan
aquellas consecuencias que el autor prevé como posibles pero que confía en que
no se produzcan. La finalidad, la voluntad de realización comprende el fin, las
consecuencias que el autor consideraba necesariamente unidas a la consecución
del fin y aquellas previstas por él como posibles y con cuya producción contaba.
La crítica de la doctrina de la acción finalista se ha centrado principalmente
en las dificultades con que tropieza en los delitos imprudentes. En estos delitos el
resultado se ha producido de modo puramente causal, pues no estaba
comprendido en la voluntad de realización del autor no siendo preciso siquiera que
lo hubiera previsto, bastando con que hubiese podido preverlo (culpa
inconsciente). Estas dificultades han dado lugar a una reelaboración de la
concepción de la imprudencia de Welzel. Este intentó resolver el problema
mediante el criterio de la finalidad potencial. En los delitos dolosos se da una
actividad finalista real, mientras que en los delitos imprudentes existe una
causación que sería evitable mediante una actividad finalista.
A consecuencia de críticas emitidas por Mezger, Niese y Rodríguez Muñoz,
Welzel abandonó el criterio de la finalidad potencial, dirigiéndose sus esfuerzos a
destacar que en los delitos imprudentes existe una acción finalista real cuyo fin es
generalmente irrelevante para el Derecho penal, pero no así el medio utilizado o la
forma de su utilización. Los tipos de los delitos imprudentes se ocupan (mas que
de los fines) de la forma de ejecución de la acción finalista en relación con
aquellas consecuencias socialmente no deseadas que el autor confía en que no
se producirán, o en cuya producción ni siquiera piensa, comprendiendo aquellas
acciones (acontecimientos dirigidos) que han infringido el cuidado necesario en el
tráfico (para evitar tales consecuencias).
A esta concepción de la imprudencia de Welzel se ha objetado que en todo
delito imprudente existe una acción finalista real, pero esta acción, como tal, en los
elementos ontológicos que la integran, es irrelevante para el Derecho punitivo,
mientras que, lo que para este último es importante, está fuera de la acción. Los
85
finalistas exigen sólo en el delito imprudente el nexo causal entre la acción finalista
y la realización del tipo. En este punto, es evidente que el concepto de la acción
finalista coincide con el concepto de la acción causal. Las razones aducidas contra
la finalidad potencial son también decisivas para el enjuiciamiento de la nueva
concepción de la imprudencia de Welzel. Con el desplazamiento de la imprudencia
de la esfera ontológica a la normativa del tipo de lo injusto, la situación sigue
siendo esencialmente la misma que cuando Welzel quería explicar los delitos
imprudentes mediante el concepto de la finalidad potencial.
"La doctrina de la acción finalista se ve forzada para poder fundamentar el
finalismo a recurrir al elemento de la antijuridicidad, pues en otro caso la solución
no sería posible.
La afirmación de que la acción finalista real, presente en todo delito
imprudente, sea irrelevante para el Derecho penal no parece convincente. En los
tipos de los delitos imprudentes se compara precisamente la dirección finalista de
la acción realizada con la dirección finalista exigida por el Derecho. El fin
perseguido por el autor es generalmente irrelevante, pero nó los medios elegidos o
la forma de su utilización. El hombre que conduce un coche y causa, en forma no
dolosa, la muerte de un peatón realiza una acción finalista : Conducir un coche. El
fin de la acción (ir a un lugar determinado) es jurídicopenalmente irrelevante. El
medio elegido (coche) lo es también. Jurídico penalmente relevante es, en cambio,
la forma de la utilización del medio si el autor, por ejemplo, condujo a una
velocidad excesiva. No es cierto que en el delito imprudente la acción penalista, en
sus elementos ontológicos, sea jurídicamente irrelevante. El medio utilizado o la
forma de su utilización son jurídicamente relevantes. Por la misma razón no es
posible afirmar que todo lo que tiene relevancia para el Derecho quede fuera de la
acción finalista.
Es cierto, no obstante, que un elemento esencial de la mayor parte de los
delitos imprudentes, el resultado causado, queda fuera de la acción finalista. No
cabe incluir en el ámbito de la acción finalista, en el plano ontológico, una
consecuencia producida en forma puramente causal. No cabe resolver esta
dificultad mediante el criterio de la finalidad potencial. Si se refiere este criterio a la
capacidad del autor, se anticipa, al mismo tiempo, la valoración de la culpabilidad
o al menos de elementos básicos de la misma. La previsibilidad objetiva se
determina mediante un juicio llevado a cabo colocándose el observador (vg : el
juez) en la posición del autor en el momento del comienzo de la acción y teniendo
en cuenta las circunstancias del caso concreto cognoscibles por una persona
inteligente, más las conocidas por el autor y la experiencia común de la época
sobre los cursos causales. La fijación del nivel de conocimientos que ha de servir
de base para determinar la previsibilidad objetiva no es posible sin que se iniscuya
un juicio valorativo. La relación entre la acción finalista y el resultado en los delitos
imprudentes, no puede ser establecida mediante el contenido de la acción, sino
sólo en la esfera valorativa y concretamente en los tipos de lo injusto.
Es evidente que el concepto finalista de acción no puede servir de concepto
genérico que englobe a la omisión, pues en ésta faltan la causalidad y la finalidad.
La omisión no es un concepto negativo (no acción), sino limitativo, es la no acción
con capacidad concreta de acción. La capacidad de acción es la nota común a los
conceptos de acción y de omisión. Conducta es la actividad o pasividad corporal
comprendidas en la capacidad de dirección finalista de la voluntad.
El concepto social de la acción tiene su origen en los esfuerzos de Eb.
Schmidt por depurar el concepto causal de la excesiva influencia del naturalismo.
Al Derecho penal le interesa únicamente el sentido social de la acción desde el
punto de vista social. El concepto de la acción finalista determina el sentido de la
acción demasiado unilateralmente en función de la voluntad individual. El sentido
de la acción debe determinarse, en cambio, de un modo objetivo desde el punto
de vista social.
86
El concepto social fue desarrollado por Engisch y Maihofer. Acción es la
produc ción de consecuencias intecionables por un acto voluntario. Con la palabra
"intencio nable" se alude a las consecuencias susceptibles de ser perseguidas
intencionalmente por el ser humano en general y éstas son las consecuencias
objetivamente previsibles. A esta previsibilidad objetiva alude también Engisch en
su definición posterior de la acción como "producción mediante un acto voluntario
de consecuencias previsibles socialmente relevantes". Para Mainhofer, acción es
todo comportamiento objetivamente dominable con dirección a un resultado social
objetivamente previsible. Se distingue en este concepto un elemento intelectual
representado por la previsibilidad "objetiva" del resultado, la finalidad objetiva : Un
elemento voluntario, la posibilidad de señorear el comportamiento : la finalidad
potencial, un elemento objetivo, el criterio lo posible al ser humano, la relación con
la objetividad personal y un elemento social, un resultado social : Una
consecuencia para los otros, elemento que representa la relación con el mundo
exterior social. Renuncia Maihofer al requisito de la voluntariedad del acto, para
poder comprender en el concepto de acción las conductas no voluntarias
relevantes para el Derecho penal, en los delitos imprudentes de acción y omisión,
con imprudencia inconsciente. Ha de destacarse que Maihofer excluye el resultado
real del concepto de la acción. Basta con que el compor tamiento objetivamente
dominable se realice en dirección a un resultado social objetivamente previsible.
Welzel objetó al concepto social de la acción de Engisch y Maihofer que no se
trataba realmente de un concepto de la acción, sino de una doctrina de la
imputación objetiva (causal) de resultados, que coicide con la teoría de la
causalidad adecuada. Con arreglo a esta doctrina, existe una relación de
causalidad entre una acción y un resultado cuando éste es objetivamente
previsible.
La imposibilidad de determinar el sentido social de una acción sin atender al
contenido de la voluntad del autor fue reconocida por Jescheck quien consideró
que la concepción puramente objetiva de lo social es "sin duda demasiado
restringida, puesto que es preciso que estén comprendidas en el concepto de
acción formas de conducta que reciben únicamente la finalidad de la voluntad del
autor". Acción es para Jescheck "toda conducta humana socialmente relevante".
Conducta es "toda respuesta humana a una exigencia conocida o por lo menos
cognoscible, de una situación, mediante la realización de una posibilidad de
reacción que se le ofrece". La conducta puede consistir en el ejercicio de una
actividad finalista (finalidad) pero puede limitarse también a la causación de
resultados en la medida en que el acontecer sea dominable por el ser humano
(imprudencia). Puede manifestarse, asimismo, en una inactividad frente a una
determinada esperanza de acción (que no tiene que derivarse necesariamente del
Derecho) suponiendo también que se dé la posibilidad de dirección (omisión). Una
conducta es socialmente relevante si afecta a la relación del individuo con su
mundo circundante y repercute en éste con sus consecuencias.
El concepto social de la acción, en sus diversas variantes, está elaborado en
función de las exigencias sistemáticas de la teoría del delito. Para que pueda
cumplir la función de elemento básico, unitario, tiene que comprender las acciones
y las omi siones, las conductas dolosas e imprudentes. Ha de ser valorativamente
neutral para poder desempeñar la función de elemento de unión o enlace y ha de
excluir las conductas que carezcan de relevancia para el Derecho penal para
poder cumplir su función de elemento limitativo. El concepto social de la acción no
logra desempeñar, sin embargo, plenamente esas funciones, pues su neutralidad
valorativa es discutible, al ser el criterio de la previsibilidad objetiva, un elemento
esencial del concepto del peligro concreto y para la determinación del cuidado
objetivamente debido, elemento del tipo de lo injusto de los delitos imprudentes.
La utilidad del concepto social de la acción es, por otra parte, escasa, dado su
carácter sumamente abstracto. Su valor no es meramente estético, pero al ser el
producto de sucesivas abstracciones negativas, carece de la concreción necesaria
87
para poder servir de base a las constataciones y valoraciones de la tipicidad, la
antijuridicidad y la culpabilidad. El concepto social de la acción, al no comprender
la categoría esencial de la finalidad y no permitir conocer la índole de la acción
concreta realizada, está privado de toda conexión interna, funcional, con los
restantes elementos del delito.
Las dificultades para formular un concepto de la acción que cumpla
perfectamente las funciones sistemáticas que le han sido asignadas en la teoría
del delito han dado lugar a una gran proliferación de conceptos de la acción en los
últimos años, la mayor parte de los cuales son meras variantes de los conceptos
estudiados. Incluso se observa la tendencia a formular conceptos de la acción de
carácter jurídico o jurídicosocial incluyendo abiertamente en ellos elementos de la
tipicidad, o prejuzgando por completo la tipicidad, con lo cual se tiende a sustituir o
se sustituye en realidad el concepto de la acción por el de realización del tipo
como elemento básico o unitario del sistema. Siendo obvio que la acción, así
entendida, no puede cumplir la función de elemento de unión o enlace de los
diversos elementos del concepto del delito.
88
Derecho penal. El concepto de la acción finalista, al incluir el contenido de la
voluntad en la acción, permite una comprensión más correcta de lo injusto de los
delitos dolo sos e imprudentes, aunque en éstos el resultado causado quede fuera
de la acción.
El concepto de la acción finalista y el de la omisión, así formulados, son
valorativamente neutrales, en el sentido de que prejuzgan los siguientes
elementos del concepto del delito. Cumplen asimismo, la función de elemento
limitativo, todos los movimientos corporales o todas las actitudes pasivas que no
respondan al concepto de acción (Vg : Movimientos durante el sueño) o de
omisión (si falta la capacidad concreta de acción) quedan excluídos del ámbito del
Derecho penal.
13
La causalidad como elemento de la acción y como
elemento del tipo
La acción humana consiste en el ejercicio de una actividad finalista, en el
desarrollo de una actividad dirigida hacia la consecución de un fin. Toda acción
consiste, por ello, en una utilización de la causalidad : La causalidad es un
elemento de toda acción. En las figuras delictivas, sin embargo, no sólo se
describen acciones sino que a veces la realización del tipo implica la producción
de un resultado que no pertenece a la acción.
89
La relación de causalidad no es un elemento indispensable para la existencia
de una responsabilidad penal. En la omisión no existe una relación de causalidad,
en sentido estricto, entre la conducta pasiva del sujeto y la producción del
resultado. Este se imputa, pues, sin la existencia de una relación de causalidad.
En la moderna Ciencia del Derecho penal se ha superado el dogma causal : La
concepción de las figuras delictivas como causación de la lesión de bienes
jurídicos, de modo que la relación de causalidad fuera en todo caso un requisito
necesario para la responsabilidad criminal.
90
La fórmula de la conditio sine que non permite resolver también los casos en
que una acción real impide que otra persona evite un resultado. Por tanto, no es
preciso sustituir la fórmula de la conditio sine qua non por la de condición
conforme a una ley sugerida por Engisch y aceptada en nuestro país por
Gimbernat. Según Engisch ... "Se demuestra que una conducta es causal para un
resultado concreto (positivo) y delimitado según un determinado tipo penal cuando
a aquel comportamiento han seguido en el tiempo cambios en el mundo exterior
que estuviesen unidos con el comportamiento y entre sí conforme a una ley (de la
naturaleza) y que han desembocado en alguna parte integrante del supuesto de
hecho concreto que ha sido delimitado por la ley como resultado" : Mera definición
de la relación de causalidad, nó una fórmula que permita averiguar o constatar su
existencia.
La fórmula de la conditio sine qua non falla únicamente en los casos en que
concurren a la producción de un resultado 2 condiciones, de modo que cada una
de ellas hubiera sido suficiente para producir el resultado. Para resolver estos
casos, Welzel propone la siguiente fórmula : Si hay varias condiciones de las que
cabe hacer abstracción de modo alternativo, pero nó conjuntamente, sin que deje
de producirse el resultado, cada una de ellas es causal para la producción del
resultado.
Con arreglo a la teoría de la equivalencia de las condiciones basta con que la
acción humana sea una condición de la producción del resultado para que exista
una relación de causalidad entre ambos. No importa que hayan contribuído
también a su producción, circunstancias o cualidades de la víctima o la conducta
dolosa o imprudente de la misma, o de un tercero. La conducta dolosa o
imprudente de la víctima o de un tercero no interrumpe la relación de causalidad
entre la acción y el resultado, sino que la anuda. De lo contrario, habría que negar
también la relación de causalidad cuando el sujeto hubiera previsto y contase con
la conducta dolosa o imprudente de la víctima o de un tercero. No es admisible,
por tanto, la doctrina de la prohibición del retroceso cuando medie la conducta
dolosa de un tercero. Ni la tesis de que "cuando en un curso causal se intercala un
acto humano se rompe el carácter de conexión de los antecedentes, ya que no se
da la necesidad que domina el mundo físiconatural".
No se trata de si la realización de la conducta de la víctima o de un tercero
era necesaria o nó, sino de si existe relación de causalidad entre la conducta del
autor y el resultado producido teniendo en cuenta todas las circunstancias del
caso concreto, entre ellas la acción realizada por la víctima o un tercero. Sólo
existe una interrupción del curso causal cuando se trate, sin duda, de 2 series
causales independientes.
La interrupción del curso causal puede producirse también por la interferencia
de un fenómeno natural.
La teoría de la equivalencia de las condiciones, con la fórmula de la conditio
sine qua non es seguida en la Ciencia del Derecho penal española por Jímenez de
Asúa y otros. Gimbernat rechaza la fórmula de la conditio sine qua non pero
acepta la teoría de la equivalencia de las condiciones.
El TS parte generalmente, para determinar la relación de causalidad, de la
teoría de la equivalencia de las condiciones, que expresa muchas veces mediante
el aforismo "El que es causa de la causa es causa del mal causado". El TS suele
admi tir, sin embargo, la interrupción del curso causal cuando concurre a la
producción del resultado una conducta gravemente imprudente o dolosa de la
víctima, admitiendo también en alguna ocasión, la interrupción del curso causal
por la conducta grave mente imprudente o dolosa de un tercero. estimando en
estos casos que por concu rrir accidentes extraños a la acción, el resultado no era
consecuencia natural de la misma. No interrumpen en cambio, la relación de
causalidad, las condiciones precedentes o concomitantes, ni las sobrevenidas que
se presenten como dependientes de la conducta del agente. En la moderna
91
Ciencia del Derecho penal se rechaza la idea de que el curso causal quede
interrumpido por la conducta dolosa o imprudente de la víctima o de un tercero.
92
arreglo a la teoría de la equivalencia de las condiciones, sino únicamente aquellas
en que la producción del resultado fuese objetivamente previsible.
La teoría de la causalidad adecuada no es una teoría de la causalidad, sino
una teoría de la responsabilidad o de la causalidad jurídicopenalmente relevante.
La teoría de la causalidad adecuada es sustentada en la Ciencia del Derecho
penal española por Cuello Calón y Antón Oneca. El TS la ha seguido en
numerosas sentencias.
93
14
Causas de exclusión de la acción y la omisión
94
virtud de acuerdos de sus órganos de gobierno, en función de sus intereses o con
medios suministrados por ellas. Se discute si la responsabilidad de la persona
jurídica debe excluir la de sus miembros dirigentes o debe coexistir con ella. Esta
última opinión es hoy la más extendida.
La capacidad de las personas jurídicas para ser sujeto activo del delito está
en función de la cuestión de su realidad. Si se parte de la teoría de la ficción de
Savigny, con arreglo a la cual la persona jurídica sería una mera creación de la
ley, carente de una existencia real, no podría afirmarse la responsabilidad penal
de las personas jurídicas. Esta responsabilidad sería obligada, en cambio, si se
admitiese la teoría realista de Gierke, con arreglo a la cual la persona jurídca es un
ente supraindividual, una persona efectiva y completa como la persona individual,
de modo que su alma está en la voluntad común, su cuerpo en el órgano
asociativo. En la doctrina moderna, la mayor parte de los autores considera que
las personas jurídicas no son una mera ficción, sino que tienen una realidad
propia, pero distinta de la de las personas físicas. La persona jurídica no tiene una
conciencia y voluntad en sentido psicológico, similar, por tanto, a la de la persona
física.
La persona jurídica carece, por ello, de capacidad de acción o de omisión en
el sentido del Derecho penal. La acción consiste en el ejercicio de una actividad
finalista, en el desarrollo de una actividad dirigida por la voluntad a la consecución
de un fin. La omisión es la no acción con capacidad concreta de acción.
Al carecer las personas jurídicas de capacidad de acción y de omisión, no es
posible aplicarles tampoco medidas de seguridad pertenecientes al Derecho penal.
La aplicación de estas medidas exige la realización de una acción u omisión típica
y antijurídica. Sólo será posible aplicarles medidas de seguridad de carácter
administrativo.
En el Cp español vigente no hay precepto alguno en que se establezca la
capacidad o incapacidad penal de las personas jurídicas, pero está redactado
partiendo de la base de que sólo los individuos pueden ser sujeto activo del delito :
Art. 515 : Regula el delito de asociación ilícita, pero no se establecen penas para
la asociación misma, sino únicamente en los arts. 516 y sigs, para sus promotores,
fundadores, dirigentes, miembros o cooperadores. En el art. 520 se dispone que
los jueces o Tribunales acordarán la disolución de la asociación ilícita y, en su
caso, cualquier otra de las consecuencias accesorias del art. 129 de este Código.
En el mencionado art. se prevé la posibilidad de imponer determinadas
consecuencias accesorias, que son aplicables a las personas jurídicas. Estas
consecuencias son la clausura de la empresa, la disolución de la sociedad,
asociación o fundación, la sus pensión de las actividades de la sociedad, empresa,
fundación o asociación por un plazo que no podrá exceder de 5 años, prohibición
de realizar en el futuro actividades, operaciones mercantiles o negocios de la clase
de aquellos en cuyo ejercicio se haya cometido, favorecido o encubierto el delito y
la intervención de la empresa para salvaguardar los derechos de los trabajadores
o de los acreedores por el tiempo necesario y sin que exceda de un plazo máximo
de 5 años : Se trata de medidas de carácter administrativo, aunque traten de
prevenir la continuidad en la actividad delictiva y los efectos de la misma (Art.
129,3), y nó medidas de seguridad de Derecho penal, pues las personas jurídicas
no han realizado ni podían realizar una acción u omisión típica y antijurídica. Por
ello no se incluyen en el Título IV "De las medidas de seguridad", del Libro I del
Cp. El establecimiento de estas medidas parece necesario para atender a las
exigencias de la política criminal.
El nuevo Cp se inspira, como el anterior, en el principio societas delinquere
non potest, que mantiene en jurisprudencia constante el Tribunal Supremo.
95
Sujeto pasivo del delito es el portador del bien jurídico lesionado, puesto en
peligro o agredido. Puede serlo un individuo, un conjunto de individuos, una
persona jurídica, la sociedad, el Estado o la comunidad internacional. El que sólo
el Estado pueda aplicar una pena o una medida de seguridad, dado el carácter
público del Derecho penal, no conlleva que el Estado sea sujeto pasivo inmediato
o mediato de todos los delitos.
No hay que confundir el sujeto pasivo con el objeto material de la acción : La
persona o cosa sobre la que recae la acción delictiva. Es preciso distinguir los
conceptos de sujeto pasivo y perjudicado. Este último tiene una mayor amplitud,
pues comprende toda persona que haya sufrido un perjuicio material o moral por la
comisión del delito aunque no sea portador del bien jurídico lesionado, puesto en
peligro o agredido. Nuestro Cp distingue claramente ambos conceptos, al disponer
en el art. 113 : La indemnización de perjuicios materiales y morales comprenderá
no sólo los que se hubieren causado al agraviado, sino también los que se
hubieren irrogado a sus familiares o a terceros ... En el homicidio, el sujeto pasivo
es la persona que se ha visto privada de la vida y perjudicados pueden serlo,
además, sus familiares o las personas que dependan de ella.
96
determinar el tiempo de comisión del delito deberá ser el de la actividad : Criterio
adoptado por el Cp español, en el art. 7º, para determinar la ley aplicable en el
tiempo. En cambio, pra contar los plazos de prescripción, ha de atenderse al
momento de producción del resultado, cuando éste se haya producido, y cuando
éste no sea el caso, ha de atenderse al momento en que finalice la realización de
la acción o en que la omisión sea punible : Cp art. 132,1º.
Para determinar el lugar de comisión del delito, en relación con la
aplicación del principio de territorialidad debería seguirse el criterio de la ubicuidad,
de lege ferenda. En el Cp no se incluye un precepto general de este tenor, por
haberse incluido la regulación de la eficacia de la ley penal en el espacio en la
nueva Ley Orgánica del Poder Judicial (1VII1985), aunque en ella también se eche
en falta un precepto en el que se aborde este problema. Únicamente, en el art.
301.4 del nuevo Cp se establece el criterio de la ubicuidad para la persecución del
delito de blanqueo de capitales. La aplicación de este criterio en la persecución de
otros delitos supondría analogía in malam partem.
En los delitos complejos, en el continuado, el permanente y el habitual,
cuando se siga el criterio del resultado ha de atenderse a todos los resultados
producidos y, cuando se siga el criterio de la actividad, a todas las acciones u
omisiones realizadas. La teoría unitaria o de la ubicuidad obliga a atender a todas
las acciones u omisiones y a todos los resultados producidos.
15
El delito como acción típica
97
es el principal indicio o factor de conocimiento de la antijuridicidad. Su relación es
siilar a la existente entre el humo y el fuego. Para Mayer, el tipo no es ya
valorativamente neutral, sino que constituye el principal indicio de la antijuridicidad.
Una conducta típica será antijurídica si no concurre una causa de justificación.
Mayer reconoce, asimismo, la existencia de elementos normativos en el tipo, como
el carácter ajeno de la cosa en el hurto, que lleva implícita una valoración y no
tiene un carácter meramente descriptivo.
Para Mezger la tipicidad es algo más que un indicio de la antijuridicidad. La
tipi cidad es "antijuridicidad material tipificada" : El tipo es un tipo de lo injusto,
siendo el propio portador de la valoración jurídico-penal en el ámbito de la
delimitación entre Derecho e injusto. El tipo es el fundamento o la ratio essendi de
la antijuridicidad. Mediante el tipo, el legislador acota las formas de injusto que
tienen relevancia para el Derecho penal y en ocasiones, el fundamento de la
antijuridicidad de la acción yace en la misma ley penal, por tratarse de conductas
que no estaban previamente prohibidas en otros sectores del ordenamiento
jurídico. Si concurre una causa de justificación, la conducta deja de ser antijurídica
a pesar de su tipicidad. Al tipo perte necen, según Mezger, todos los elementos
que fundamentan lo injusto de una conduc ta delictiva, siempre que,
generalmente, tengan que estar comprendidos por el dolo, mientras que las
condiciones objetivas de punibilidad en sentido propio o genuino forman parte,
también, del tipo, pero en una conexión menos íntima, como anexos del mismo. La
concepción del tipo como fundamento o ratio essendi de la antijuridicidad es
sustentada en nuestro país por Antón Oneca.
La tipicidad y la antijuridicidad quedan ya plenamente fusionadas en la teoría
de los elementos negativos del tipo. Con arreglo a esa teoría (en su versión
moderna) pertenecen al tipo no sólo las circunstancias que fundamentan lo injusto
de una figura delictiva, sino también, como elementos negativos, la ausencia de
las circunstancias que sirven de base a las causas de justificación. Algunos de sus
representantes (A. Kaufmann) se orientan en la formulación de esta doctrina en el
art.. art. 59 Cp alemán pero otros prescinden totalmente de dicho art. y consideran,
con un criterio teleológico, que al tipo de lo injusto pertenecen todas las
circunstancias relevantes para determinar la licitud o ilicitud de la conducta, con
independencia de cuál deba ser el contenido del dolo.
La concurrencia de una causa de justificación determina, con arreglo a la
teoría de los elementos negativos del tipo, no sólo la exclusión de la antijuridicidad,
sino incluso de la tipicidad de la conducta. Por otra parte, la creencia arrónea del
sujeto de que concurren las circunstancias que sirven de base a una causa de
justificación, excluye el dolo (conciencia y voluntad de la realización de los
elementos objetivos del tipo).
En favor de la teoría de los elementos negativos del tipo se aduce que no
existe una diferencia material, sustancial, entre los elementos positivos, que
fundamentan lo injusto de una conducta delictiva (contenidos generalmente en las
figuras delictivas de la Parte Especial del Cp) y los elementos negativos que sirven
de base a las causas de justificación : Reguladas en la Parte General del Cp por
razones de técnica legislativa. Sus requisitos podrían ser incluídos, sin embargo,
en las figuras delictivas de la Parte Especial. Argumento que, no obstante, no es
convincente, pues de ser así bastaría con que concurriese un sólo requisito de una
causa de justificación, para que la conducta dejara de ser típica. Con arreglo a la
teoría de los elementos negativos del tipo, para que una conducta deje de ser
típica es preciso que concurran todos los elementos que sirven de base a una
causa de justificación. Existe, pues, un tipo de la causa de justificación de carácter
independiente : Tipo de un precepto permisivo, mientras que los elementos
positivos que fundamentan lo injusto de la conducta delictiva integran el tipo de
una norma, un mandato o una prohibición de carácter general. Existe, pues, una
diferencia sustancial, material, entre los elementos que fundamentan lo injusto de
una conducta delictiva y las circunstancias que sirven de base a las causas de
98
justificación. Diferencia que se refleja también en el concepto del dolo. Según la
teoría de los elementos negativos del tipo, para que se dé el dolo, el sujeto ha de
actuar con conciencia y voluntad actuales de que concurren los elementos que
fundamentan lo injusto de una conducta delictiva, mientras que basta con que no
crea que se dan las circunstancias que sirven de base a una causa de
justificación.
La teoría de los elementos negativos del tipo da lugar a importantes lagunas
en la punibilidad en aquellos Códigos penales en que rige el principio de la
excepcionalidad del castigo de las conductas imprudentes : Cp español, en cuyo
art. 12 se declara : Las acciones u omisiones imprudentes sólo se castigarán
cuando expresamente lo disponga la Ley ... Un error fácilmente vendible sobre la
concurrencia de los elementos que sirven de base a una causa de justificación
excluye el dolo y da lugar a la impunidad de la conducta, si no existe una figura
correlativa de delito imprudente.
En nuestro Cp falta también una regulación expresa del error sobre las
circuns tancias que sirven de base a una causa de justificación : Art. 14 regula el
error sobre un elemento del tipo y el error de prohibición, pero sin aludir al error
sobre las circuns tancias que sirven de base a las causas de justificación. No
obstante, de la regulación de las eximentes incompletas, como atenuantes, en el
art. 21.1º, en relación con las causas de
justificación del art. 20, se deduce la inviabilidad en nuestro Cp de la teoría de los
elementos negativos del tipo.Para la aplicación de las eximentes incompletas, en
general, y de las causas de justificación incompletas, en particular, es preciso,
según la opinión dominante, que concurran los elementos esenciales de la causa
de justificación respectiva. En la legítima defensa, por ejemplo, ha de concurrir la
agresión ilegítima y la necesidad de la defensa. La necesidad racional del medio
empleado para impedir o repeler la agresión y la falta de provocación suficiente
por parte del defensor, son considerados como elementos inesenciales cuya
ausencia determina la aplicación de una eximente incompleta. De acuerdo con
esta regulación, si una persona mata a otra creyendo erróneamente que concurren
todas las circunstancias que sirven de base a la legítima defensa, cuando en
realidad falta algún elemento inesencial (Vg : exceso en la intensidad de la
reacción defensiva), no queda excluída la responsabilidad dolosa, como sería
obligado de acuerdo con la teoría de los elementos negativos del tipo, sino que se
aplica una circunstancia atenuante (se disminuye la pena en 1 o 2 grados, de
acuerdo con lo dispuesto en el art. 68). La apreciación de una responsabilidad por
imprudencia, a tenor del art. 142, cuando el error sobre la necesidad racional del
medio empleado fuese fácilmente vencible, sería contraria al espíritu o voluntad de
la Ley, pues debería ir acompañada de la aplicación de la eximente incompleta. La
pena resultante sería ínfima, desproporcionada a la gravedad del delito. En el caso
citado, el sujeto tendría que responder de un homicidio por imprudencia grave,
que, podría ser sancionado con penas de arresto de fin de semana o multa (arts.
70.1.2º, 71.2 y 88.1). Si el error sobre la necesidad racional del medio empleado
era difícilmente vencible se estaría ante un supuesto de homicidio por imprudencia
leve que constituiría falta del art. 621.2, cuya pena sería una multa de 1 a 2
meses.
La exclusión del art. 21.1º, en relación con las causas de justificación del
art. 20, de los supuestos de error, supondría que quedarían comprendidos
únicamente en las causas de justificación incompletas, aquellos casos en los que
el sujeto sabía que faltaba alguno de los elementos inesenciales de la causa de
justificación : Sólo los supuestos de exceso doloso en la intensidad de la reacción
defensiva, en el ejemplo mencionado. La disminución de la pena en 1 o 2 grados,
prevista en el art. 68, carecería de explicación en los casos en que el sujeto actúa
con conciencia y voluntad de matar (conciencia y voluntad de la realización de los
elementos objetivos del tipo) y con conciencia de la antijuridicidad de su conducta.
Por otra parte, la inclusión en el art. 21.1º de los supuestos en que hay error y de
99
aquellos en que no lo hay, no supone una nivelación de los mismos, pues en el
art. 68 se prevé la posibilidad de reducir el marco penal en 1 o 2 grados (en el
homicidio doloso puede pasar de una pena de prisión de 10 a 15 años, a una pena
de prisión de 5 a 10 años, o una pena de prisión de 2,5 a 5 años). Dentro de esta
amplia escala de penas se refleja la diferente gravedad de los supuestos en que el
sujeto era consciente de que faltaban algunos de los presupuestos de una causa
de justificación y de los casos de error.
En los supuestos de error vencible sobre los elementos esenciales que
sirven de base a las causas de justificación, que quedan fuera del marco de las
eximentes incompletas, debiera seguirse el mismo criterio, marcado por la ley, que
para el error sobre los elementos inesenciales de las causas de justificación. Así,
vg : en los supuestos de error vencible sobre la concurrencia de la agresión
ilegítima o la necesi dad de la defensa, elementos esenciales para la apreciación
de la eximente completa o incompleta de legítima defensa. Si se aplica en estos
casos el art.14.3º, que regula, con carácter general, el error de prohibición, se
llega a la misma solución deducida del art. 21.1º, en relación con las causas de
justificación del art. 20, para los supuestos de error sobre los elementos
inesenciales de las causas de justificación (disminu ción de la pena en 1 o 2
grados). En cambio, si se incluyesen en la regulación del error sobre un elemento
del tipo (en los 2 primeros apdos. del art. 14) los supuestos de error sobre los
elementos (esenciales e inesenciales) que sirven de base a las causas de
justificación, se produciría una discordancia, una contradicción interna. Ello es una
prueba más de que la teoría de los elementos negativos del tipo no se ajusta, en
nuestro Cp, a la voluntad de la ley. El error sobre las circunstancias que sirven de
base a las causas de justificación es, en nuestro Cp, un error de prohibición y nó
un error sobre elementos (negativos) del tipo.
La teoría de los elementos negativos del tipo es errónea y en nuestro Cp no
es aplicable sin violentar el espíritu o la voluntad de la ley.
Al tipo de lo injusto pertenecen todas aquellas circunstancias o elementos
que fundamentan lo injusto específico de una figura delictiva. Estos elementos
estarán contenidos generalmente en las figuras delictivas descritas en la Parte
Especial del Cp, pero en ocasiones no es así. La plena realización del principio de
legalidad no es conseguida a veces por el legislador o es imposible por la misma
naturaleza de las cosas. En los tipos de delitos imprudentes se hace referencia a
la inobservancia del cuidado objetivamente debido, pero la determinación de cuál
sea en cada caso este cuidado, debe ser realizada por el juez, dada la inmensa
variedad de conductas que las personas pueden desarrollar en la vida social :
Tipos de lo injusto que tienen que ser completados por el juez.
El tipo de lo injusto no puede ser definido, por ello, como descripción de la
materia de la prohibición o del mandato. Además, el tipo de lo injusto rebasa el
ámbito de la materia de la prohibición o del mandato. El Derecho puede prohibir
únicamente la realización de acciones dirigidas por la voluntad del sujeto a la
producción de la lesión de un bien jurídico y/o que lleven consigo el peligro de
dicha lesión, pero no puede prohibir la causación de un determinado resultado. El
resultado real : Producción efectiva del resultado, no puede pertenecer, por ello, a
la materia de la prohibición o del mandato.
Al tipo de lo injusto pertenecen todos los elementos que fundamentan lo injusto
específico de una figura delictiva, aunque, en algún caso, no estén descritos en la
ley y no pertenezcan a la materia de la prohibición o del mandato. No pertenecen
las condiciones objetivas de punibilidad, que quedan al margen de lo injusto
específico de la figura delictiva y que obedecen únicamente a consideraciones de
política criminal. Tampoco pertenecen al tipo de lo injusto, ni siquiera en un sentido
amplio, las circunstancias agravantes o atenuantes comunes o generales,
reguladas en los arts. 21, 22 y 23 Cp, que supongan una mayor o menor gravedad
de lo injusto.
100
Todas y cada una de las circunstancias agravantes y atenuantes comunes o
generales, que supongan una mayor o menor gravedad de lo injusto, puedan faltar
(o concurrir) sin que ello afecte a lo injusto específico de una conducta delictiva.
No puede considerarse tampoco que haya tantos tipos agravados o atenuados
como circunstancias agravantes o atenuantes comunes o generales aplicables a
un delito determinado, siempre que supongan una mayor o menor gravedad de lo
injusto. Esta concepción sería contraria a la voluntad de la ley, que sólo con
algunas de ellas (y con otras no comprendidas en los catálogos generales de los
arts. 21, 22 y 23) ha formado en la Parte Especial del Cp tipos agravados o
atenuados de un tipo básico o fundamental.
Por otra parte, entre las circunstancias agravantes o atenuantes comunes o
generales, cabe la compensación (art. 66.1) incluso, aunque unas supongan una
mayor o menor gravedad de lo injusto y otras, una mayor o menor gravedad de la
culpabilidad. Esta compensación no es posible entre las circunstancias agravantes
y atenuantes comunes o generales y aquellas que han sido utilizadas por el
legislador para formar tipos agravados o atenuados en la Parte Especial del Cp.
En el caso de las atenuantes, además, en el art. 21.6º se permite apreciar
atenuantes por analogía a las expresamente reguladas en los números anteriores.
Pertenecen al tipo, en cambio, naturalmente, las circunstancias agravantes o
atenuantes que suponen una mayor o menor gravedad de lo injusto, utilizadas en
la Parte Especial del Cp para formar tipos agravados o atenuados de un tipo
básico o fundamental : Vg : Alevosía, como circunstancia calificativa del asesinato
(art. 139).
Si una conducta está comprendida en un tipo de lo injusto será antijurídica
salvo que concurra una causa de justificación.
Quedan excluídas del tipo de lo injusto aquellas conductas que aunque
estén formalmente incluídas en él, se mantienen dentro del orden social histórico
"normal" de la comunidad. Se mencionan como ejemplos, entre otros, las lesiones
corporales insignificantes, las privaciones de libertad irrelevantes, la entrega de
aguinaldos a los funcionarios por Navidad, las conductas meramente indecorosas
o impertinentes en los delitos contra la libertad sexual, el inducir a participar en el
moderno tráfico motorizado, ferroviario o aéreo y el servir bebidas alcohólicas en
establecimientos situados en las carreteras o autopistas. El criterio de la
adecuación social como causa de exclusión de la tipicidad de la conducta es
sumamente impreciso afectando, por ello, gravemente a la seguridad jurídica.
El llamado principio de la insignificancia (Roxin) es incompatible con las
exigencias de la seguridad jurídica. Con arreglo a dicho principio, quedarían
excluídas del tipo las lesiones insignificantes de los bienes jurídicos. La
delimitación de los casos de bagatela quedaría confiada a la doctrina y a la
jurisprudencia, siendo el límite siempre discutible. Este principio es, además,
incompatible con la configuración de las faltas en el Libro III del Cp español donde
se regulan expresamente infinidad de casos de bagatela.
16
101
El tipo de lo injusto de los delitos de acción dolosos
102
objetivamente previsible : Se trata de una restricción de la imputación objetiva de
los resultados, cuyo lugar adecuado es el tipo.
La opinión dominante en la Ciencia del Derecho penal española propugna,
con carácter general, una restricción de la imputación objetiva de resultados, en el
tipo de los delitos dolosos de acción, en el sentido de exigir que el resultado fuera
objetivamente previsible, que aparezca como realización del peligro creado o
incrementado por la conducta dolosa del autor. Con ello se produce una restricción
excesiva del ámbito del tipo. Esto se advierte claramente en el ejemplo formulado
por Thyren : Una persona A, completamente inexperta en el manejo de armas de
fuego, dispara con intención de matar a otra B, pero a una distancia en la que le
sería muy difícil acertar incluso a un tirador experto. No obstante, el disparo de A
alcanza y mata a B. La muerte de B, querida, dolosa, aparece en una
contemplación ex ante y de acuerdo con la fórmula de Engisch, como una
consecuencia absolutamente improbable. A quedaría impune, no pudiendo
responder siquiera como autor de una tentativa de delito, desde el momento en
que en el nuevo Cp español (arts. 16.1 y 62) se exige para la existencia de
tentativa punible, la peligrosidad de la acción desde un punto de vista ex ante : La
producción del resultado aparece ex ante como una consecuencia no
absolutamente improbable. A quedaría impune a pesar de que el resultado de
muerte, querido, se haya producido como consecuencia de su acción y con el
curso causal previsto y querido. Desde el momento en que en el Cp la tentativa
inidónea es impune, es obligado, sin embargo, aceptar el criterio de imputación
objetiva del resultado, en los delitos de acción dolosos, de que el resultado fuera
objetivamente previsible, de que aparezca como realización del peligro creado o
incrementado por la acción del sujeto. Es una decisión político-criminal
equivocada, pero que influye decisivamente en el contenido de las normas
implícitas en los tipos de los delitos de acción dolosos. Ya no se prohíbe toda
acción finalista dirigida a la producción del resultado delictivo, sino sólo las
acciones finalistas que al mismo tiempo sean peligrosas : En que aparezca ex ante
la producción del resultado como una consecuencia no absolutamente improbable.
Algunos autores excluyen, además, del tipo de lo injusto de los delitos de
acción dolosos, las acciones peligrosas cuando el autor había observado el
cuidado objetivamente debido. Carece de sentido, a juicio de la cátedra, la
referencia al cuidado objetivamente debido para evitar la lesión de los bienes
jurídicos en los delitos dolosos de acción, pues en ellos la conducta va dirigida por
la voluntad del autor a producir la lesión o el peligro del bien jurídico.
Dentro de la moderna teoría de la imputación objetiva, exigen algunos
autores, no sólo que el resultado aparezca como realización del peligro creado o
incrementado por la acción dolosa del autor, sino que esté comprendido, además,
en el ámbito de protección de la norma. Este 2º criterio es independiente del
anterior y su aceptación sería obligada auqnue no fuese necesario que el
resultado fuera objetivamente previsible ex ante, por tratarse de un Cp en el que la
tentativa inidónea fuera punible, como sucedía en el Cp derogado, a partir de su
reforma de 1944. El resultado ha de aparecer siempre como realización de la
conducta prohibida por la norma. La conducta imprudente o dolosa de un tercero o
de la víctima, excluirá la imputación objetiva si no era objetivamente precisible, ex
ante, o, en caso de serlo, el resultado concreto producido no está comprendido en
el ámbito de protección por la norma infringida por la conducta del sujeto. Fuera
del ámbito de protección de la norma quedan también los resultados sobrevenidos
posteriormente. En estos casos, la producción del resultado queda fuera del
ámbito de protección de la norma y del tipo del homicidio doloso. El sujeto podrá
incurrir únicamente en responsabilidad por tentativa (art.16.1 y 62 Cp).
La descripción de la acción típica suele ser muy sucinta. Los tipos se forman
en virtud de un proceso de abstracción a partir de las acciones de la vida real.
Estas presentan una enorme variedad en cuanto a sus circunstancias de tiempo,
lugar, medios utilizados, etc. El legislador define la acción típica extrayendo de las
103
acciones de la vida real unos pocos caracteres comunes. Todos los homicidios son
diferentes en sus circunstancias concretas, pero en todos ellos aparece como nota
común, que un ser humano mata a otro. "El que matare a otro ..." es la definición
del homicidio doloso en el art. 138 Cp.
En ocasiones, la descripción de la acción típica es más prolija, pues se
delimita el objeto material de la acción o se hace referencia a los medios o formas
de ejecución, o al tiempo o lugar de realización de la misma.
En los delitos de hurto (art. 234), de robo (arts. 237 y sigs.) y de
apropiación indebida art. 252) el objeto de la acción ha de ser una cosa mueble,
mientras que en el delito de usurpación (art. 245), la ocupación ha de tener por
objeto una cosa inmueble.
En algunas figuras delictivas se alude a los medios o a las formas de
ejecución, de modo que no queda comprendida en el tipo toda acción dirigida por
la voluntad del sujeto a producir la lesión del bien jurídico. En el asesinato
aparece, como circunstancia calificativa, la alevosía (art. 139.1). La estafa (arts.
248 y sigs) se carac teriza por la realización de una conducta engañosa, y el robo,
por el empleo de violencia o intimidación en las personas (arts. 237 y 242) o fuerza
en las cosas.
No se suele precisar en el tipo el tiempo y lugar de realización de la
acción. Esta queda comprendida en el tipo cualquiera que sea el tiempo y el lugar
en que se realice. No obstante, en algunas ocasiones, se exige que la acción se
realice en un momento o lugar determinados. Así, en la figura delictiva del art. 596
se exige que la correspondencia con país enemigo u ocupado por sus tropas se
realice en tiempo de guerra. En el delito de desórdenes públicos del art. 558 se
castiga a "los que pertur baren gravemente el orden en la audiencia de un Tribunal
o Juzgado, en los actos públicos propios de cualquier autoridad o Corporación, en
Colegio Electoral, etc ...".
En los delitos de resultado, el tipo acota y describe un resultado material o ex
terno. Desde el punto de vista dogmático hay que incluir también en el concepto
de resultado, el peligro de un bien jurídico en los delitos de peligro concreto. Se
habla de delitos de peligro concreto cuando el peligro del bien jurídico es un
elemento del tipo, de modo que el delito queda sólo consumado cuando se ha
producido realmente el peligro del bien jurídico. Un delito de peligro concreto, en
nuestro Cp, es el de conducción temeraria (art. 381) : "El que condujere un
vehículo de motor con temeridad manifiesta y pusiere en concreto peligro la vida o
la integridad de las personas", y un delito calificado por el resultado de peligro
concreto, el regulado por el art. 229.3 En los delitos de peligro abstracto, el peligro
es únicamente la ratio legis.
Se castigan ciertas conductas porque generalmente conllevan el peligro de
un bien jurídico. El peligro no es aquí un elemento del tipo y el delito queda
consumado aunque en el caso concreto no se haya producido un peligro del bien
jurídico protegido. Desde el punto de vista dogmático sólo son delitos de peligro,
y, por tanto, de resultado de peligro, los de peligro concreto.
En la moderna Ciencia del Derecho penal existe una tendencia a exigir que
en los delitos de peligro abstracto se admita la prueba de que en el caso concreto
no se dió el peligro de un bien jurídico. De no ser así, se comprenderían en el tipo,
conductas que no son materialmente antijurídicas, se infringiría el principio de
legalidad o se produciría un menoscabo de la seguridad jurídica. Debe
considerarse que en los delitos de peligro abstracto se da una presunción iuris
tantum y no iuris et de iure de la existencia del peligro.
El juicio de peligro coincide básicamente con el juicio de previsibilidad
objetiva. Se trata de un juicio ex ante, pues ex post si el resultado no se ha
producido es porque no concurrían las condiciones necesarias para ello. La acción
no era peligrosa. El juicio ha de ser realizado por una persona inteligenete (el juez)
colocada en la posición del autor, en el momento del comienzo de la acción y
teniendo en cuenta todas las circunstancias del caso concreto cognoscibles por
104
esa persona inteligente, más las conocidas por el autor (saber ontológico) y la
experiencia común de la época sobre los cursos causales (saber nomológico). Si
la producción del resultado aparece como no absolutamente improbable (como en
el juicio de la causalidad adecuada), la acción era peligrosa. No basta, pues, con
que el resultado fuera objetivamente previsible, pero tampoco es necesario que la
producción del resultado aparezca como probable. El peligro aparece como una
cualidad inherente a la acción, se trata de una acción peligrosa. Para que pueda
hablarse de un resultado de peligro es preciso que un bien jurídico haya entrado
en el radio de acción de la conducta del sujeto y que su lesión aparezca en ese
momento como no absolutamente improbable.
La exigencia de un resultado de peligro, de un peligro concreto de un bien jurí
dico, para la realización del tipo de los delitos de peligro abstracto sería contraria a
la ley. Se produciría una nivelación de los delitos de peligro concreto (Vg : el de
conduc ción temeraria del art. 381) y de peligro abstracto del art. 379.
En la descripción de la acción típica está implícito un juicio de valor, porque
el tipo comprende todos los elementos que fundamentan lo injusto específico de
una figura delictiva. No obstante, suelen distinguirse unos elementos descriptivos y
otros normativos. En los descriptivos se alude a objetos, seres o actos perceptibles
por los sentidos (incluso elementos subjetivos susceptibles de percepción interna)
y el contenido valorativo se reduce considerablemente llegando en ocasiones a
casi desaparecer. Vg : El concepto de cosa, en los delitos contra el patrimonio
(arts. 234 y sigs.), de montes o masas forestales, en los delitos de incendios
forestales (arts. 352 y sigs) y de masas de vegetación no forestales, en los delitos
de incendio de zonas no forestales (art. 356). Los elementos normativos llevan
implícito, en cambio, un juicio de valor o son sólo susceptibles de comprensión
espiritual. El juicio de valor puede hallar expresión en la utilización de conceptos o
la referencia a normas jurídicas, del Derecho penal o de otros sectores del
ordenamiento jurídico, en la remisión a concepciones o normas de la Ética social
realmente vigente en la sociedad o a los usos sociales en general. La apreciación
de estos elementos normativos exige, por parte del juez, la realización o
confirmación de un juicio de valor.
El sentido atentatorio contra la dignidad de otra persona, en la acción
ejecutada o la expresión proferida, en el delito de injurias (art. 208) es sólo
susceptible de comprensión espiritual, aunque contengan también algunos
elementos perceptibles por los sentidos. El carácter ajeno de la cosa, en los delitos
de hurto y robo (arts. 234 y sigs. y 237 y sigs) lleva implícita la referencia a los
preceptos del Derecho civil que regulan la propiedad y la posesión, el concepto de
documento y los conceptos de
documento público, oficial o mercantil (arts. 390 y sigs) llevan implícita también la
remisión a preceptos de otros sectores del ordenamiento jurídico (arts. 1216 y sigs
Cc, art. 596 y sigs de la Ley de Enjuiciamiento civil y la legislación mercantil). Para
determinar el concepto de funcionario, en los delitos contra la Administración
Pública (Título XIX, del Libro II, arts. 404 y sigs) hay que atenerse al concepto de
funcionario público formulado en el art. 24.2 Cp. El carácter obsceno de la
exhibición y el concepto de pornografía, en los delitos de exhibicionismo y
provocación sexual (arts. 185 y 186), aluden a las concepciones o a las normas
ético sociales realmente vigentes en nuestra sociedad en un momento
determinado. El concepto de peligro es también un elemento normativo. El juez
tiene que llevar a cabo una valoración para determinar las circunstancias del caso
concreto cognoscibles por una persona inteligente y cuál sea la experiencia común
de la época sobre los cursos causales.
Suele considerarse, con razón, que los elementos normativos implican
un riesgo para la seguridad jurídica. Hay algunos, sin embargo, cuyos contornos
están tan definidos que pueden ser apreciados por el juez con gran seguridad
(Vg : carácter ajeno de la cosa). El legislador debe evitar la utilización de
105
elementos normativos de carácter impreciso o indeterminado, pues de lo contrario
se infringirá el principio de legalidad.
106
17
El tipo de lo injusto de los delitos de acción dolosos
107
237 y sigs], el animus iniurandi en el delito de injurias [arts 208 y sigs], pues sólo si
concurre dicho ánimo la expresión proferida o la acción ejecutada lesionan la
dignidad de la persona.
En los delitos de tendencia es preciso que los actos estén animados por
una determinada tendencia subjetiva. Vg : tendencia voluptuosa en los delitos de
agresio nes sexuales, del art. 178 y de abusos sexuales del art. 181 (únicamente
esta tendencia distingue la acción típica de una simple exploración ginecológica) o
la existencia de un hábito en los delitos habituales (Vg : el delito de ejercicio
habitual de la violencia física del art. 153 y el de receptación habitual de faltas
contra la propiedad del art. 299) pues en ellos el tipo exige la realización de varios
actos de los cuales se haya derivado un hábito en el sujeto.
En los delitos de expresión aparece como un elemento del tipo la
discordancia entre una declaración y el saber del sujeto. Vg : en el delito de falso
testimonio (arts. 458 y sigs), si se interpreta el término falsedad en sentido
subjetivo : como disconfor midad entre la declaración del testigo o perito y su leal
saber y entender.
17.3. EL DOLO.
El dolo, o la conciencia y voluntad de la realización de los elementos
objetivos del tipo, es también un elemento subjetivo de lo injusto de los delitos
dolosos en nuestro Cp. La pertenencia al dolo al tipo de lo injusto no cabe
deducirla de conside raciones ontológicas, concretamente de la estructura finalista
de la acción humana, la cual es compatible con una concepción objetiva o
despersonalizada de lo injusto, como mera lesión o peligro de un bien jurídico.
La inclusión del dolo en el tipo de lo injusto de los delitos dolosos viene
exigida por la existencia de los restantes elementos subjetivos de lo injusto. No se
puede considerar el ánimo de lucro, en el hurto, como un elemento subjetivo de lo
injusto y negar dicho carácter al dolo. El ánimo de lucro no es posible sin el
conocimiento del carácter ajeno de la cosa, por lo que carece de sentido el incluir
sólo en el tipo de lo injusto el conocimiento del carácter ajeno de la cosa, dejando,
en cambio, los restantes elementos del dolo para la culpabilidad.
La inclusión del dolo en el tipo de lo injusto de los delitos dolosos viene
exigida además, por la punición de la tentativa : Punición de las acciones dirigidas
por la voluntad del autor a la lesión de un bien jurídico. En la tentativa la resolución
delictiva es necesariamente un elemento subjetivo de lo injusto. Una misma acción
será o nó tentativa de delito, según que esté o nó animada por la resolución
delictiva.
La resolución delictiva [dolo] es necesariamente un elemento subjetivo de lo
injusto en la tentativa. El juicio desvalorativo de la antijuridicidad no puede ir
referido en ella exclusivamente al lado objetivo o externo de la acción, aunque se
exija, como en nustro Cp (arts. 16.1 y 62), para la existencia de tentativa, la
peligrosidad de la acción desde un punto de vista ex ante : La producción del
resultado delictivo aparece ex ante como una consecuencia no absolutamente
improbable de la acción.
Si el dolo es un elemento subjetivo de lo injusto en la tentativa tendrá que
desempeñar la misma función, en el delito doloso consumado.
La resolución delictiva en la tentativa, como la mayor parte de los
elementos subjetivos de lo injusto, representa una mera anticipación de la
protección del Derecho que queda sin objeto alconsumarse el hecho. El contenido
de la resolución delictiva se convierte entonces en elemento objetivo del tipo.
Argumento no demasiado convincente, pues al consumarse el delito, se añade al
108
desvalor de la acción el desvalor del resultado, pero éste no puede sustituir o
anular a aquél.
La pertenencia del dolo al tipo de lo injusto viene exigida también por la pre
sencia en algunos tipos delictivos de conductas inequívocamente finalistas, que no
pueden ser comprendidas de un modo puramente causal.
No parece concluyente el argumento de Gimbernat para incluir el dolo en
el tipo de lo injusto de los delitos dolosos. Según él, sería consecuencia obligada
de la función de motivación que cumple el tipo. Sólo así podría conocer el
destinatario de la norma cuál es la conducta prohibida y de cuya realización debe
abstenerse. En realidad, la función de motivación no corresponde sólo al tipo de lo
injusto, sino a toda la figura de delito. Lo que sí es cierto es que la pertenencia del
dolo al tipo de lo injusto es una consecuencia obligada de la concepción de la
antijuridicidad como infracción de normas de determinación (mandatos o
prohibiciones). Las normas jurídicas son normas de determinación, mandatos o
prohibiciones, que se basan en juicios de valor inherentes al ordenamiento
jurídico.
El Derecho valora positivamente cieros bienes que, al gozar de su
protección se convierten en bienes jurídicos. De modo consecuente, el Derecho
valora negativa mente las acciones que lesionan o ponen en peligro los bienes
jurídicos. Ahora bien, dada la limitación del saber causal de los seres humanos, el
Derecho no puede prohibir la simple causación de resultados, sino sólo la
realización de acciones dirigi das por la voluntad a la producción de la lesión de un
bien jurídico o que llevan consigo el peligro de dicha lesión. Sólo mediante la
referencia al contenido de la voluntad y, por tanto, al dolo, se podrá precisar la
conducta prohibida u ordenada. Esto no implica, sin embargo, que haya que llegar
a una concepción subjetiva de la antijuridicidad, como desobediencia de los
mandatos o prohibiciones, concepción que implicaría la confusión o la
imposibilidad de deslindar claramente la antijuridicidad y la culpabilidad. La
antijuridicidad viene dada por la relación objetiva de contradicción de la voluntad
del sujeto con el mandato o la prohibición. Es en la culpabilidad donde habrá que
examinar si la infracción del mandato o la prohibición era o nó reprochable al autor
(si podía conocer el mandato o la prohibición y obrar conforme a ese
conocimiento). Por otra parte, aunque se conciba la antijuridicidad como infracción
de una norma de valoración, el dolo habría de pertenecer al tipo de lo injusto de
los delitos dolosos en un Cp como el nuestro, en que sea preciso apreciar la
existencia de elementos subjetivos de lo injusto, se castigue la tentativa de delito y
aparezcan tipos configurados de un modo finalista.
Si el dolo es un elemento subjetivo de lo injusto en nuestro Cp, no es preciso
incluirlo de nuevo en la culpabilidad. Lo mismo sucede con los restantes
elementos subjetivos de lo injusto.
109
comprende la conciencia de los elementos objetivos del tipo que concurren en el
momento de dar comienzo a la acción típica y la previsión de la realización de los
restantes elementos objetivos del tipo y, por tanto, de la producción del resultado,
en los delitos de resulta do material. En estos delitos, el dolo comprende,
asimismo, la previsión del curso causal entre la acción y el resultado, y el
conocimiento de las circunstancias que fundamentan la imputación objetiva del
resultado. El autor ha de conocer, por tanto, la peligrosidad de la acción desde un
punto de vista ex ante.
El dolo no comprende, sin embargo, la conciencia del desvalor ético social o
de lo injusto material de la conducta, desde el momento en que no es viable en
nuestro Cp la teoría de los elemenetos negativos del tipo. La conciencia de lo
injusto material falta si el sujeto cree erróneamente que concurren las
circunstancias que sirven de base a una causa de justificación y, no obstante, se
mantiene la responsabilidad dolosa.
El conocimiento del dolo debe comprender necesariamente los elementos
objetivos de las circustancias agravantes y atenuantes que suponen una mayor o
menor gravedad de lo injusto y que son utilizadas por el Cp para la formación de
tipos agravados (calificados) o atenuados (privilegiados).
En los elementos descriptivos del tipo no plantea dificultades la
determinación de la clase de conocimiento inherente al dolo. Estos elementos son
esencialmente perceptibles por los sentidos. En los elementos normativos, en
cambio, que requieren para su apreciación la realización de un juicio de valor o
que son sólo susceptibles de comprensión espiritual, no es necesario que el sujeto
lleve a cabo una valoración o subsunción jurídicamente exacta.
El dolo y su elemento intelectual han de extenderse, por tanto, a las
condiciones que ha de reunir el sujeto activo, en los delitos especiales, pues se
trata de elementos objetivos del tipo.
110
delictivas agravadas (o privilegiadas) por suponer una mayor (o menor) gravedad
de la culpabilidad.
No se regula el error sobre las circunstancias atenuantes utilizadas en la Parte
especial del Cp para formar tipos privilegiados o atenuados. Sin embargo, de
acuerdo con el art. 65.2º, las circunstancias que consistan en la ejecución material
del hecho o en los medios empleados para realizarla, servirán únicamente para
agravar o atenuar la responsabilidad de los que hayan tenido conocimiento de
ellas en el momento de la acción o de su cooperación para el delito ... En el apdo.
2º del citado art. 165 no se exige el conocimiento de las circunstancias agravantes
o atenuantes que consistan en la disposición moral del delincuente, en sus
relaciones particulares con el ofendido o en otra causa personal ... sino que se
declara únicamente que servirán para agravar o atenuar la responsabilidad de
aquellos en quienes concurran ... No se excluye, no obstante, que se exija su
conocimiento para su aplicación, al menos cuando se trate de circunstancias
agravantes o atenuantes que supongan una mayor o menor gravedad de lo
injusto. El conocimiento de las circunstancias agravantes, sean o nó de carácter
personal, es obligado para su aplicación, de acuerdo con la regulación del error
sobre las circunstancias agravantes comunes, en el apdo. 2º del art. 14.
Se discute la relevancia del error sobre el curso causal. Realmente, el curso
causal imaginado por el autor no coincide casi nunca exactamente con el curso
causal real, prescindiendo de que éste no puede ser conocido en muchas
ocasiones por el sujeto en todos sus detalles. Sólo una desviación esencial del
curso causal puede dar lugar a una exclusión del dolo. El problema consiste en
determinar cuándo la desviación del curso causal es esencial. El carácter esencial
de la desviación debe determinarse con arreglo a un criterio objetivo y éste ha de
coincidir con el de la imputación objetiva del resultado. Aunque la desviación del
curso causal sea objetiva mente previsible, la desviación será esencial si el
resultado no aparece como realización de la conducta prohibida por la norma.
Un caso particular de desviación del curso causal es el que se produce
cuando una persona cree haber dado muerte a otra y realiza una segunda acción
tendente a ocultar el delito y resulta que la víctima muere como consecuencia de
esa segunda acción.
Para resolver estos casos se utiliza en ocasiones la vieja teoría del dolus
generalis, según la cual la 2ª acción estaría comprendida por un dolo genérico de
matar. La tendencia más moderna es la de considerar que se trata de un supuesto
más de desviación del curso causal, que en este caso sería inesencial.
En el homicidio doloso la norma prohíbe llevar a cabo acciones peligrosas
dirigidas por la voluntad a privar de la vida a otro ser humano. El dolo ha de ser,
sin embargo, simultáneo a la realización de la acción típica. Carece de relevancia
tanto un dolo antecedente como un dolo subsiguiente (dolus subsequens). La
imputación del resultado no exige que el dolo perdure hasta el momento de su
producción, pero en los supuestos comentados, el resultado de muerte se deriva
de una 2ª acción que no está animada ya por el dolo del homicidio. La solución
correcta consiste consiguientemente, en apreciar tentativa de homicidio en posible
concurso con un homicidio por imprudencia. En los supuestos de error en el objeto
(error in objecto), el objeto material del delito es distinto del que se había
representado el autor. Este confunde un objeto con otro. Una variante del error en
el objeto es el error en la persona (error in personam). El error en el objeto es
irrelevante (no excluye el dolo) siempre que los objetos sean equivalentes desde el
punto de vista de los tipos de lo injusto. El Cp, en el delito de daños protege la
integridad de los bienes ajenos, con independencia de quien sea su dueño.
El error in personam es irrelevante siempre que las personas sean
equivalenlentes desde el punto de vista de la protección penal en los tipos de lo
injusto. El Derecho penal, por ejemplo, protege la visda humana sin distinción, en
el delito de homicidio (art. 138), pero otorga una protección especial a la vida del
Rey, sus familiares, Regente, así como a los Jefes de Estado extranjeros u otras
111
personas internacionalmente protegidas por un Tratado, cuando se hallen en
España (art. 605). Si el error in personam influye en la índole del tipo objetivo
realizado, es relevante.
En el nuevo Cp sólo se castiga la tentativa idónea o peligrosa (arts. 16.1
y 62), por tanto, si ex ante aparecía como imposible o como absolutamente
improbable que la persona contra la que se dirige la acción sea una de las que
gozan de especial protección, se estaría ante una tentativa inidónea y el sujeto
respondería únicamente por el delito básico, en grado de consumación.
En los supuestos de desviación en el golpe (aberratio ictus) el sujeto dirige
realmente la acción contra el objeto o la persona que quiere alcanzar, pero recae
sobre otro objeto o persona distinta. En estos casos, la solución propugnada casi
unánimemente en la Ciencia del Derecho penal española, si se trata de resultados
que no son típicamente equivalentes, consiste en apreciar tentativa (Vg : De
homicidio) en posible concurso con un delito imprudente consumado (daños
imprudentes consumados). Se discute en cambio cuál deba ser la solución cuando
se trate de resultados típicamente equivalentes. La opinión dominante considera
que debe apreciarse un delito doloso o consumado. Rodríguez Devesa propugna
la apreciación de una tentativa de delito (vg : De homicidio) en posible concurso
con un delito imprudente consumado) homicidio por imprudencia). Solución que
parece la más correcta, pues el resultado realmente producido no estaba
comprendido por el dolo.
112
necesariamente unida a la consecución del fin. En este caso es evidente que el
resultado queda comprendido en la voluntad de realización del autor, aunque no lo
desee.
Cuando el sujeto considere meramente posible que la consecución del fin
vaya acompañada de la realización de los elementos objetivos del tipo (de la
producción del resultado delictivo) se plantea el problema de la distinción del dolo
eventual y la imprudencia consciente o con representación.
Para deslindar el dolo eventual y la imprudencia consciente se han formulado
diversas teorías. La teoría del consentimiento es la que más amplia acogida ha
hallado en la Ciencia del Derecho penal española y la que mantiene generalmente
el TS. Con arreglo a la misma, se dará el dolo eventual cuando el sujeto consienta
la producción del resultado, mientras que si realiza la acción con la confianza de
que el resultado no se produzca, se dará la imprudencia consciente o con
representación. La teoría de consentimiento no parece convincente, pues en
realidad, el sujeto no acepta o consiente en el resultado, sino sólo en la posibilidad
de su producción.
Según la teoría de la probabilidad, si el sujeto consideró probable la
producción del resultado, se estará ante el dolo eventual. Si consideró que la
producción del resultado era meramente posible, se dará la imprudencia
consciente o con representación. Esta teoría prescinde, a la hora de deslindar el
dolo eventual y la imprudencia consciente, de un elemento esencial del dolo : El
elemento volitivo. El dolo es conciencia y voluntad de la relación de los elementos
objetivos del tipo. En el dolo eventual la relación de la voluntad con la realización
de los elementos objetivos del tipo es menos intensa, pero es preciso que
concurra un elemento emocional que refleje la actitud del sujeto ante la posible
lesión del bien jurídico.
La teoría del sentimiento considera que el criterio decisivo consiste en la
actitud subjetiva o la disposición de ánimo del autor ante la representación del
resultado. Si al realizar la acción le era indiferente la producción del resultado
delictivo, la realización del tipo, se dará el dolo eventual. La imprudencia
consciente concurre si el sujeto realizó la acción porque confiaba en que el
resultado delictivo no se produciría. La actitud de indiferencia no es suficiente para
integrar el elemento volitivo del dolo.
La más moderna orientación de la jurisprudencia de nuestro TS exige, para la
concurrencia de dolo eventual, que el sujeto considere probable la producción del
resultado delictivo, se la tome en serio y que intervenga de alguna forma la
voluntad, aceptándolo, aprobándolo o conformándose con él. El criterio decisivo se
halla en la actitud emocional del sujeto y, por tanto, nó en la magnitud que atribuya
al peligro. Siempre que al realizar la acción cuente con la posibilidad de la
realización del tipo, se dará la imprudencia consciente. Si confía, en cambio, en
que el tipo no se realice, se dará la imprudencia consciente. Si el sujeto considera
probable la realización de los elementos objetivos del tipo, contará generalmente,
pero nó siempre, con su producción. Aunque el sujeto no considere probable la
realización de los elementos objetivos del tipo se dará el dolo eventual si cuenta
con dicha posibilidad.
Nuestro Cp utiliza, en ocasiones, el término "intención" para designar el dolo
(arts. 270.2º, 275, 277 y 408), planteándose la duda de si el término abarca todo el
dolo o sólo únicamente los supuestos en que la producción del resultado sea el fin
o uno de los fines perseguidos por el sujeto (dolo directo de 1º grado). El término
"intención" ha de ser interpretado como sinónimo de dolo, en sentido amplio y nó
en su estricto sentido psicológico, pues quedarían fuera del tipo conductas no sólo
merecedoras de pena, sino comprendidas claramente en la voluntad de la ley.
También el término "a sabiendas" utilizado en ocasiones por el Cp para
designar el dolo (arts. 320, 322, 329 y 404), tiene que ser interpretado como
comprensivo de la totalidad del mismo y no sólo del dolo directo de 1º y 2º grado.
La exclusión del dolo eventual daría lugar a consecuencias desde el punto de vista
113
político-criminal. En los supuestos en que se castigan las conductas imprudentes
(art. 331, en relación con el art. 329) se llegaría además, a la consecuencia
absurda de que la conducta sería punible cuando se realizase con dolo directo de
1º y 2º grado y por imprudencia grave, pero sería impune cuando se realizase con
dolo eventual.
114
resultado. La norma es sólo un instrumento de protección de los bienes jurídicos.
Lo injusto rebasa, por tanto, el ámbito de lo prohibido.
Si lo injusto de los delitos dolosos de acción quedara ya constituído o se
agotase en el desvalor de la acción bastaría con que a la tentativa acabada
siguiese la pro ducción del resultado, aunque éste no estuviera comprendido por el
dolo (Vg : En los supuestos de aberratio ictus o error en el objeto) para aplicar la
pena del delito doloso consumado. El resultado habría cumplido ya su función de
manifestación de lo injusto.
Es evidente, en todo caso, que las diversas concepciones según las cuales lo
injusto de los delitos dolosos de acción queda ya constituído o se agota en el
desvalor de la acción no se ajustan a Cp español, pues en nuestro Cp se
establece para la tentativa una atenuación obligatoria y no meramente facultativa
de la pena del delito consumado (art. 62).
La inclusión del dolo y de otros elementos subjetivos en el tipo de lo injusto
de los delitos dolosos obliga a un replanteamiento de la distinción de lo injusto y la
culpa bilidad. Esta ya no puede llevarse a cabo por medio del contraste
objetivosubjetivo. Es preciso hallar un criterio que permita determinar qué
elementos subjetivos pertenecen a lo injusto y cuáles a la culpabilidad. Pertenecen
a lo injusto aquellos elementos subjetivos sin los cuales no se puede determinar la
conducta prohibida por la norma, mientras que pertenecen a la culpabilidad
aquéllos que influyen únicamente en la medida de la reprochabilidad.
18
El tipo de lo injusto de los delitos de acción imprudentes
115
18.1. ELEMENTOS.
En el tipo de lo injusto de los delitos de acción imprudentes se comprenden
acciones finalistas, cuyo fin es irrelevante para el tipo, pero nó los medios o la
forma de su utilización. La dirección finalista de la acción no corresponde a la
diligencia debida. Como consecuencia de la inobservancia del cuidado debido, se
produce un resultado material, externo o el peligro concreto de un bien jurídico, o
concurre una determinada cualidad de la acción, no queridos. Existen, por tanto,
delitos imprudentes de resultado y de simple actividad. Vg : Homicidio por
imprudencia grave (art. 142) y delito de deslealtad profesional del abogado por
imprudencia grave (art. 467).
Sujeto activo de los delitos de acción imprudentes puede serlo generalmente
cualquiera (arts. 142, 152, 621.1,2 y 3). En ocasiones, para poder ser sujeto activo
de los delitos de acción imprudentes es preciso reunir determinadas cualidades o
carac terísticas : Existen delitos especiales dentro de los delitos de acción
imprudentes.
116
Pero no toda acción de la que sea objetivamente previsible que se derive un
resultado delictivo. En las modernas sociedades industrializadas es imposible
prohibir toda acción que implique un peligro de lesión de los bienes jurídicos. Este
criterio no inspira nuestro Derecho positivo, que permite el desarrollo de
innumerables actividades peligrosas, siempre que se observen determinadas
normas de cuidado. Es preciso completar, por ello, el criterio intelectual de la
previsibilidad objetiva con un criterio normativo, para determinar el cuidado
objetivamente debido. Sólo estarán prohibidas aquellas acciones peligrosas de
cuya realización de abstendría una persona inteligente y sensata. El cuidado
objetivamente debido está determinado en ocasiones en disposiciones de carácter
administrativo. El ejercicio de las actividades profesionales está sometido
asimismo a ciertas reglas técnicas (lex artis) que fijan el cuidado objetivamente
debido en el desempeño de la profesión. Estas normas de cuidado, asi como otras
derivadas de la experiencia común, rigen únicamente para las situaciones típicas
en el desarrollo de una actividad social determinada.
En las actividades sociales en que no se han establecido o desarrollado
normas de cuidado, o en las situaciones atípicas, es preciso determinar el cuidado
objetivamente debido mediante el criterio de la conducta que observaría en esa
situación concreta una persona inteligente y sensata de la misma profesión o
círculo social.
En la determinación del cuidado objetivamente debido desempeña un papel
muy importante el llamado principio de la confianza, desarrollado en Alemania, en
relación con el tráfico motorizado, por la jurisprudencia del TS y que ha hallado
también acogida en la jurisprudencia de nuestro país. Sólo puede invocar el
principio de confianza aquel conductor que observe el cuidado objetivamente
debido. Este principio es aplicable también fuera del ámbito del tráfico motorizado,
en todas las actividades realizadas por un equipo de personas, de acuerdo con el
principio de división del trabajo. También ampara el principio de confianza aquellas
conductas que favorezcan la comisión de un delito doloso, mientras que el sujeto
no conozca o pueda conocer la inclinación del autor a la comisión del delito.
La inobservancia del cuidado objetivamente debido (o la realización de una
acción que no responda al cuidado objetivamente debido) es el primer elemento
del tipo de lo injusto de los delitos de acción imprudentes. Este criterio, que ha
hallado amplia acogida en la moderna Ciencia del Derecho penal española, es
seguido en numerosas sentencias por el TS ["Si una acción responde al cuidado
objetivamente debido está excluída del tipo de lo injusto de los delitos de acción
imprudentes"].
El CP distingue la imprudencia grave y la imprudencia leve (arts. 142, 152
y 621.1, 2 y 3). La imprudencia grave se diferencia de la leve en la gravedad de la
infracción del cuidado objetivamente debido, tratándose, por tanto, de una
diferencia en el plano de lo injusto, que determina la existencia de tipos delictivos
diferentes. Con frecuencia, en nuestro Código, se castiga únicamente la
realización del hecho delictivo por imprudencia grave y la conducta imprudente
constituye entonces delito.
En otras ocasiones, la realización del hecho delictivo por imprudencia grave
constituye delito y si la imprudencia es leve constituye falta y excepcionalmente la
realización por imprudencia grave de un delito de menor gravedad constituye falta
(art. 621.1, lesiones menos graves por imprudencia grave).
Por otra parte, la clasificación de la imprudencia en grave o leve no puede
identificarse con la distinción entre la imprudencia consciente o inconsciente. La
imprudencia puede ser inconsciente : El sujeto no ha previsto, pudiendo hacerlo, la
posibilidad de la producción del resultado y ser, no obstante, muy grave la
infracción del cuidado objetivamente debido.
En el homicidio, en las lesiones corporales y en el aborto cometidos por
imprudencia grave, se establecen tipos agravados o calificados por la imprudencia
profesional (arts. 142.3, 146.2 y 152.3). Se establece entonces, además de la
117
pena del tipo básico, otra de inhabilitación especial para el ejercicio de la
profesión, oficio o cargo, que en el caso del homicidio puede tener una duración
de 3 a 6 años.
El TS consideró en un principio que la negligencia profesional era la
negligencia del profesional en el desempeño de su profesión. Con ello la
circunstancia calificativa adquiría un carácter objetivo contrario al principio de
culpabilidad. La reprochabilidad de la infracción del cuidado objetivamente debido
no es siempre mayor por el hecho de que su autor sea un profesional. Puede serlo
muchas veces, pero no lo es siempre. Para salvar esa dificultad, el TS pasó a
considerar que la negligencia profesional consiste en la infracción de deberes
técnicos que sólo obligan a los profesionales. Con ello, el TS intentaba, en vano,
eliminar el residuo de responsabilidad objetiva implícito en la circunstancia
calificativa de la negligencia profesional.
Posteriormente, el TS pasó a considerar que la negligencia profesional
descansa en la impericia, que puede tener su fundamento tanto en la ignorancia
como en la ejecución defectuosa del acto profesional, para terminar equiparando
la imprudencia profesional a la impericia.
Debería suprimirse la circunstancia calificativa de la imprudencia
profesional, por llevar implícito un residuo de responsabilidad objetiva, contrario al
principio de culpabilidad, con arreglo al cual no hay pena sin culpabilidad y la
medida de la pena no debe rebasar la medida de la culpabilidad. Cuando la
reprochabilidad de la inob servancia del cuidado objetivamente debido sea mayor
por ser el autor un profesional, el Tribunal podría y debería tenerlo en cuenta en la
medición de la pena, dentro del marco fijado por la ley.
18.3. EL RESULTADO.
En los delitos imprudentes de resultado es preciso, para que se dé el tipo
de lo injusto, que se haya producido un determinado resultado material, externo o
el peligro concreto de un bien jurídico, como consecuencia de la inobservancia del
cuidado objetivamente debido.
118
Desde una contemplación ex ante, toda acción que no responde al cuidado
objetivamente debido, supone un aumento del riesgo (respecto a la misma acción
realizada con arreglo al deber objetivo de cuidado). La consideración en el juicio
de peligro de circunstancias cognoscibles sólo ex post, es incompatible con la
esencia del juicio de peligro. Este carece de sentido si se realiza ex post. Desde
este punto de vista, si el resultado se ha producido, la acción era peligrosa, y si no
se ha producido, no lo era. La teoría del aumento del riesgo transforma,
prescindiendo de la voluntad de la ley, los delitos imprudentes de resultado
material en delitos de peligro concreto. La imputación del resultado carece de
justificación si no se ha producido precisamente como consecuencia de la
inobservancia del cuidado objetivamente debido.
119
se plantea también el problema, como en los delitos de acción dolosos, de si lo
injusto no queda ya constituído o incluso agotado por el desvalor de la acción. Lo
injusto del delito imprudente queda constituído por la inobservancia del cuidado
objetivamente debido. El resultado causado pertenece al tipo de lo injusto, pero
cumple sólo una función de selección dentro de las conductas antijurídicas desde
el punto de vista de la punibilidad. Esta restricción de la punibilidad puede
obedecer a razones de practicabilidad y sobre todo al sentimiento irracional "de
que la cosa no era tan grave, cuando todo ha terminado bien". Se excluye, incluso,
el resultado del tipo de lo injusto de los delitos imprudentes. La producción del
resultado no es una condición necesaria de la infracción de la norma : De la
tipicidad o antijuridicidad, sino condición de punibilidad. Algún autor (Zielinsky) va
aún más lejos, considerando que lo injusto en los delitos imprudentes, como en los
dolosos, se agota en el desvalor de la acción.
La tesis de que lo injusto de los delitos de acción imprudentes quede ya
constituído o incluso agotado por el desvalor de la acción no parece convincente.
No cabe duda de que con la inobservancia del cuidado objetivamente debido
queda ya plenamente infringida la norma de los delitos de acción imprudentes.
Esta se limita a prohibir la realización de acciones que no respondan al cuidado
objetivamente debido. Pero las normas son sólo un instrumento de protección de
los bienes jurídicos y sólo cuando al desvalor de la acción se añade el desvalor del
resultado queda constituído lo injusto de los delitos de acción imprudentes.
La exigencia de que la producción del resultado sea consecuencia de la
inobservancia del cuidado objetivamente debido, no sólo justifica la inclusión del
resultado en el tipo de lo injusto, sino que es una prueba de que sólo cuando se
añade al desvalor de la acción el desvalor del resultado queda constituído lo
injusto de los delitos de acción imprudentes.
120
19
El delito como acción antijurídica
Toda acción comprendida en un tipo de lo injusto de los delitos de acción
dolosos o imprudentes será antijurídica si no concurre una causa de justificación.
Si al tipo de lo injusto pertenecen todos los elementos que fundamentan lo injusto
específico de una figura delictiva, no podrán existir acciones típicas jurídicamente
neutrales, indiferentes para el Derecho o meramente no prohibidas. Carecerá
también de sentido la consideración del tipo como simple expresión del desvalor
de la acción, relegando el desvalor del resultado (lesión o peligro del bien jurídico)
a la antijuridicidad. La ausencia del desvalor del resultado no determina, por otra
parte, la licitud de la conducta, como se advierte, por ejemplo, en la tentativa y en
los delitos de peligro abstracto. Si concurre una causa de justificación, la acción
típica será lícita, conforme a Derecho.
121
181 y sigs)] o que tutelen junto a un bien jurídico la libertad de disposición del
mismo [Vg : Hurto (art. 234) o el allanamiento de morada (art. 202 y sigs)]. En la
parte especial del Cp se regulan tam bién algunas causas de justificación
específicas, cuyo campo de aplicación se circunscribe a algunas figuras delictivas,
como el consentimiento en las lesiones (art. 156), la exceptio veritatis en el delito
de injurias (art. 210) y alguno de los supuestos comprendidos en el art. 417 bis del
viejo Cp, donde se regulaban las indicaciones en el delito de aborto.
A través de las causas de justificación de obrar en el cumplimiento de un
deber (que ha de ser un deber jurídico, no bastando un simple deber moral), o en
el ejercicio legítimo de un derecho, se tiene en cuenta la totalidad del
ordenamiento jurídico, pues el deber y el derecho pueden dimanar de los
preceptos de cualquier sector del mismo. Así encuentra reconocimiento la unidad
del ordenamiento jurídico.
Por otra parte, los deberes y los derechos tanto pueden derivarse de un
precepto legal como de otras disposiciones jurídicas de rango inferior : Ello no es
contrario al principio de legalidad de los delitos y de las penas proclamado en el
art. 25.1 CE y en el art. 1.1 y 2.1 Cp, porque aquél afecta únicamente a la creación
de figuras delictivas y al establecimiento o agravación de las penas. La apreciación
de causas de justificación por analogía no sería contraria al principio de legalidad,
al tratarse de analogía in bonan partem, pero no es posible en nuestro Cp, pues
según lo dispuesto en el art. 4.3, no cabe apreciar eximentes por analogía.
Tampoco es posible apreciar, por las mismas razones, causas de justificación con
base exclusivamente en los principios generales del Derecho.
Las causas de justificación excluyen la antijuridicidad de la conducta, determi
nan que la conducta sea lícita e impiden por ello, la aplicación de medidas de
seguridad, pues éstas exigen la realización de una acción u omisión típica y
antijurídica.
Al ser lícita la conducta amparada por una causa de justificación, queda
excluída no sólo la responsabilidad penal, sino también la responsabilidad civil
derivada de la realización de un acto ilícito.
122
En la moderna Ciencia del Derecho penal se puso de manifiesto que del
mismo modo que existen elementos subjetivos de lo injusto en los tipos : Es
necesario apre ciar la existencia de elementos subjetivos en las causas de
justificación.
La opinión dominante considera que el ánimo o voluntad de defensa es un
ele mento de la causa de justificación de la legítima defensa (art. 20.4),
estimándose que con la expresión "impulsado" se requiere un elemento subjetivo
en el estado de nece sidad como causa de justificación (art. 8.7 del viejo Cp).
Desde el momento en que nuestro Código se inspira en una concepción de lo
injusto que distingue un desvalor de la acción y un desvalor del resultado, es
necesa rio apreciar elementos subjetivos en todas las causas de justificación. En
las de legítima defensa, estado de necesidad, y de obrar en el cumplimiento de un
deber o en el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo, es preciso que el
sujeto actúe no sólo con el conocimiento y voluntad de la concurrencia de los
elementos objetivos que sirven de base a las causas de justificación, sino,
además, con el ánimo o voluntad de defensa, de evitar un mal propio o ajeno en el
estado de necesidad, de cumplir con su deber o de ejercer su derecho, oficio o
cargo. La exigencia de este ánimo o voluntad encuentra apoyo, además, en la
misma regulación legal de las causas de justificación, pues sólo cuando concurra
puede decirse que el sujeto actúa en defensa de la persona o derechos propios o
ajenos, para evitar un mal propio o ajeno, en el estado de necesidad, en el
cumplimiento de un deber o en el ejercicio de un derecho, oficio o cargo. Animo o
voluntad compatible con la concurrencia de otros motivos.
Las causas de justificación son aplicables, en principio, tanto en los delitos
dolosos como en los imprudentes (acción y omisión), y al no establecer el Código
diferencia alguna, deben concurrir todos sus requisitos (incluídos los subjetivos)
para su aplicación en cada caso.
123
se deduce que la falta de producción del resultado es un requisito o elemento de la
misma.
El Derecho prohíbe la realización de acciones peligrosas dirigidas por la
voluntad del sujeto a la producción de la lesión de un bien jurídico, o que no
respondan al cuidado objetivamente debido y no puede valorar positivamente la
producción de resultados que estén sólo
amparados de un modo objetivo y casual en una causa de justificación.
El desvalor del resultado no puede fundamentarse ni quedar excluído con
independencia del desvalor o el valor de la acción. La solución alternativa de
apreciar, en estos casos, una eximente incompleta como atenuante, no parece
viable, pues la apreciación de eximentes incompletas exige la concurrencia de los
elementos esenciales de la eximente respectiva y dada la concepción de lo injusto
que inspira nuestro Código, en la que se distingue un desvalor de la acción y un
desvalor del resultado, es preciso considerar como esenciales los elementos
subjetivos de las causas de justificación. La falta de estos elementos subjetivos
impedirá la aplicación de las causas de justificación completas e incompletas,
determinando, en principio, la responsabilidad del sujeto por delito consumado.
Cuando el sujeto crea erróneamente que concurren los elementos
objetivos que sirven de base a una causa de justificación (Vg : legítima defensa) y
actúe con el elemento subjetivo correspondiente (ánimo o voluntad de defensa),
no queda excluída la antijuridicidad de la conducta, ni queda excluído o
compensado el desvalor de la acción, sino que se estará ante un supuesto de
error de prohibición, que dará lugar a una disminución o exclusión de la
culpabilidad, según fuera vencible o invencible (art. 14.2 Cp).
Los elementos objetivos de las causas de justificación deben concurrir real
mente, sin perjuicio de que, en algún caso, para constatar su presencia, el juez
deba realizar un juicio ex ante colocándose en la posición del autor, para
determinar si el medio era o nó racionalmente necesario para impedir o repeler la
agresión, en la legítima defensa.
20
La legítima defensa
124
soberano. Ello se deduce claramente de la propia redacción de la eximente de
legítima defensa : Art. 20.4 ... El que obre en defensa de la persona o derechos,
propios o ajenos ... Los bienes jurídicos supraindividuales, cuyo portador es la
sociedad (Vg : salud pública, seguridad tráfico ...) o el Estado, como órgano del
poder soberano (Vg : Seguridad exterior o interior del Estado, etc), no son
susceptibles de legítima defensa. Sólo cuando el Estado actúa como persona
jurídica serán sus bienes jurídicos (Vg : la propiedad) susceptibles de legítima
defensa. Frente a una agresión ilegítima a bienes jurídicos supraindividuales, que
no implique al mismo tiempo un ataque a bienes jurídicos cuyo portador sea el
individuo, cabrá invocar únicamente, cuando se den sus requisitos, la eximente de
estado de necesidad, o si el que actúa es la autoridad o uno de sus agentes, la
eximente de obrar en el cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un
derecho, oficio o cargo.
El fundamento de la eximente de legítima defensa no se halla en la
perturbación de ánimo producida por la agresión, pues de lo contrario no podría
ampararse en ella el agredido que se hubiera mantenido sereno, ni sería posible
casi nunca la aplicación de la eximente en la defensa de un extraño. Tampoco, el
requisito de que la agresión sea ilegítima, pues una agresión legítima puede
producir también una perturbación de ánimo. Tampoco constituye fundamento de
la legítima defensa, la imposibilidad de que los órganos del Estado (autoridad o
sus agentes) puedan impedir o repeler la agresión. La imposibilidad de actuación
de los órganos del Estado, en el caso concreto, no explica por sí sóla, que el
Estado renuncie al monopolio de la fuerza y autorice al particular a impedir o
repeler la agresión. La imposibilidad de actuación de los órganos del estado no es
siquiera un presupuesto o requisito de la legítima defensa. Si la agresión ha
puesto en peligro el bien jurídico atacado, la defensa es necesaria con
independencia de que los órganos del Estado puedan actuar o nó en ese
momento de un modo eficaz. Si el particular, al impedir o repeler la agresión, no va
más allá de lo estrictamente necesario y concurren los demás requisitos de la
eximente, estará amparado por la misma, aunque un agente de la autoridad
hubiese podido actuar en ese mismo momento, del mismo modo.
Dado que el fundamento de la legítima defensa consiste en la necesidad de
defender los bienes jurídicos y al mismo tiempo, en la necesidad de defender el
ordenamiento jurídico (el Derecho no debe ceder ante lo injusto), la eximente
tendrá la naturaleza de una causa de justificación : La acción del que actúa
amparado por la legítima defensa es lícita.
20.2. REQUISITOS.
A) Agresión ilegítima :
Por agresión debe entenderse la realización de una acción dirigida a la
producción de la lesión de un bien jurídico. La simple omisión : La no realización
de una acción que podría realizar el sujeto, en la situación concreta en que se
hallaba, no constituye una agresión, pues en ella faltan la causalidad y la voluntad
de realización (finalidad). La lesión o el peligro de un bien jurídico de un omitente
para obligarle a realizar una determinada acción que podía y quizá debía realizar,
podría estar ampa rada, sin embargo, en la eximente de estado de necesidad (art.
20.5).
La agresión supone la conciencia y voluntad de lesionar un bien jurídico. Una
acción que lesione un bien jurídico de un modo puramente causal, aunque sea
como consecuencia de la inobservancia del cuidado objetivamente debido, no
constituye una agresión. Frente a una acción que lesione involuntariamente un
bien jurídico, cabrá invocar, sin embargo, la eximente de estado de necesidad,
cuando se den sus requisitos.
La agresión es una acción y no pueden incluirse, por ello, en su concepto, los
movimientos corporales del ser humano que no constituyan una acción, ni los
ataques de animales. Unos y otros podrán constituir una agresión en sentido
vulgar, pero nó en sentido jurídico-penal. Esta interpretación se ve avalada por la
125
exigencia de que la agresión sea ilegítima. La licitud o ilicitud sólo pueden
predicarse de una acción u omisión humana. Frente a los movimientos corporales
del ser humano que no constituyan acción y los ataques de los animales cabrá
invocar, en cambio, la eximente de estado de necesidad.
El Tribunal Supremo suele restringir en exceso el concepto de agresión, al
entender que ha de tratarse de un acontecimiento personal, de carácter material o
físico. Esta interpretación restringida no se ajusta al fundamento de la legítima
defensa, pues conduce a una drástica reducción de los bienes jurídicos
defendibles cuyo portador es el individuo (o una persona jurídica) y es contraria,
por tanto, a la voluntad de la ley. Voluntad que se pone de manifiesto también en
las definiciones de la agresión ilegítima a los bienes (patrimoniales) y a la morada,
en las que no se exige la concurrencia de un acometimiento personal, material o
físico : ... En caso de defensa de los bienes, se reputará agresión ilegítima el
ataque a los mismos que constituya delito o falta y los ponga en grave peligro de
deterioro o pérdida inminentes. En caso de defensa de la morada o sus
dependencias, se reputará agresión ilegítima la entrada indebida en aquélla o
éstas ... En algunas sentencias, el TS admite que no siempre es preciso que la
agresión adopte la forma de un acometimiento personal, de carácter material o
físico.
La agresión ha de ser ilegítima = ilícita. La ilicitud viene determinada por la
infracción de las normas de determinación (mandatos o prohibiciones). No es
preciso que la agresión ilegítima sea culpable, pues el Cp no lo exige. Cabe, por
tanto, la legítima defensa frente a la agresión ilegítima de un inimputable (persona
que padezca una anomalía o alteración psíquica), que se halle en un estado de
intoxicación plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas, etc, o se halle
bajo la influencia de un síndrome de abstinencia, que por sufrir alteraciones en la
percepción desde el nacimiento o desde la infancia tenga alterada gravemente la
conciencia de la realidad, o de un menor de 16 años (art. 8.2 viejo Cp que
continúa vigente hasta que se apruebe la Ley que regule la responsabilidad penal
del menor), o de una persona amparada por una causa de inculpabilidad (vg :
estado de necesidad), en caso de conflicto de bienes iguales, o cuando siendo
menor el mal causado que el que se trate de evitar, la acción implique un grave
atentado a la dignidad de la persona, el miedo insuperable o el error de prohibición
invencible.
La ilicitud de la agresión puede derivarse de la infracción de las normas de
cualquier sector del ordenamiento jurídico : civil, administrativo ... No es preciso
que se trate de un ilícito penal. El Cp no lo exige y la interpretación restrictiva del
término ilegítima, en este sentido, sería contraria al fundamento individual y
supraindividual de la legítima defensa.
La agresión sólo es ilícita si aparece ex ante como peligrosa : Si la lesión o el
peligro concreto del bien jurídico agredido aparece ex ante como no
absolutamente improbable. Lo que se deduce de la concepción de lo injusto que
inspira el Cp y del fundamento individual y supraindividual de la legítima defensa.
Son defendibles todos los bienes jurídicos cuyo portador sea un individuo o una
persona jurídica, aunque no gocen de protección jurídico-penal. Carecen de
fundamento, las restricciones que ha introducido el Tribunal Supremo en los
bienes jurídicos defendibles, de un modo indirecto, al concebir la agresión como
un acometimiento personal, de carácter material o fisico.
El Tribunal Supremo admite únicamente la posibilidad de la legítima defensa de
la honra (en el sentido de honor sexual, pudor u honestidad) cuando el ataque
revista la forma de un acometimiento personal. Ha negado durante mucho tiempo,
y aún sigue negando en ocasiones, la posibilidad de la legítima defensa del honor
frente a los ataques meramente verbales, por falta de agresión y la creencia
equivocada de que toda reacción a una injuria o calumnia tendría necesariamente
el carácter de retorsión, es decir, no de defensa sino de venganza. En la moderna
Ciencia del Derecho penal española se ha puesto de manifiesto, sin embargo, que
126
son imaginables supuestos de auténtica defensa del honor, cuando se había
iniciado la agresión a este bien jurídico pero no hubiera concluido aún (campaña
difamatoria, injurias en cadena). En nuestro Código penal se introducen
importantes restricciones en la legítima defensa de los bienes patrimoniales y
aparentemente también en la de la morada, mediante una definición de la agresión
ilegítima a estos bienes jurídicos : "En caso de defensa de los bienes se reputará
agresión ilegítima el ataque a los mismos que constituya delito o falta y los ponga
en grave peligro de deterioro o pérdida inminentes. En caso de defensa de la
morada o sus dependencias, se reputará agresión ilegítima la entrada indebida en
aquélla o éstas". La exigencia de que el ataque a los bienes (patrimoniales)
constituya delito o falta supone la exclusión del concepto de agresión ilegítima a
los mismos, de los ataques que no constituyan un ilícito penal, sino un mero ilícito
civil, administrativo, etc. Ello es contrario al doble fundamento de la legítima
defensa : Necesidad de defender los bienes jurídicos y la necesidad de defender
el ordenamiento jurídico.
Se exige, además, para la existencia de una agresión ilegítima a los bienes que
el ataque "los ponga en grave peligro de deterioro o pérdida inminentes". Esas
restricciones en la legítima defensa de los bienes deberían suprimirse, pues son
contrarias al fundamento de la legítima defensa.
La definición de la agresión ilegítima a la morada o sus dependencias es
completamente superflua. Supone únicamente la exclusión de la permanencia
indebida en la morada ejena, en contra de la voluntad del morador, permanencia
que, al ser una omisión, puede constituir una agresión. En estos casos cabe
invocar, no obstante, la eximente de estado de necesidad que tendrá la naturaleza
de una causa de justificación cuando el mal causado sea menor que el que se
trate de evitar.
No es ilegítima la agresión que esté justificada: amparada por una causa de
justificación. No cabe, por ello, legítima defensa contra la legítima defensa, contra
el que actúa en estado de necesidad, si el mal causado es menor que el que se
trata de evitar y no se atenta gravemente contra el principio del respeto a la
dignidad de la persona, contra el funcionario o particular que actúe en
cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo,
etc.
B) Necesidad de la Defensa :
En el 2º de los requisitos : La necesidad racional del medio empleado para
impedir o repeler la agresión ilegítima en este requisito está implícito otro de
carácter previo : La necesidad de la defensa.
La necesidad de la defensa supone en primer jugar que la agresión ilegítima
sea inminente o actual. Cuando la agresión haya comenzado es preciso que no
haya concluido aún, pues de lo contrario no estaríamos ante una reacción
defensiva, sino de venganza. La agresión perdura mientras no cese el ataque al
bien jurídico, con independencia de la consumación del delito o de la falta cuando
la agresión ilegítima constituya un ilícito penal. Cabe por ello, la legítima defensa,
por ejemplo, mientras no cese la privación de libertad, en el delito de detenciones
ilegales y frente al ladrón que huye con el objeto sustraído o robado.
La necesidad de la defensa supone que, sin ella, sea inevitable la agresión. La
posibilidad de huida no excluye la necesidad de la defensa, pues de lo contrario se
desconocería el fundamento supraindividual de esta causa de justificación:
Derecho no debe ceder ante lo injusto. La opinión dominante se limita a
considerar, que la huida no es exigible cuando sea un medio inseguro o incluso
contraproducente, para evitar la agresión o cuando sea vergonzosa, pues de lo
contrario se impondría al agredido una lesión en su honor en favor del injusto
agresor. El que el agresor sea un inimputable (una persona que padezca una
anomalía o alteración psíquica, que se halle en estado de intoxicación plena o se
127
halle bajo los efectos de un síndrome de abstinencia, sea un menor, etc.) o se
encuentre en un error no afecta a la necesidad racional del medio empleado para
impedir o repeler la agresión, o dar lugar a una limitación del derecho de defensa.
La necesidad de la defensa debe concurrir de un modo objetivo, pero para
enjuiciar algunos de sus aspectos, concretamente si la agresión ilegítima era o no
inminente, o y si era inevitable sin recurrir a una reacción defensiva, el juez debe
realizar un juicio ex ante, colocándose en el jugar del agredido y en el momento en
que éste creía inminente o se iniciaba la agresión.
128
Cuando el agredido esté sujeto a deberes jurídicos de protección o cuidado con
el agresor, como sucede en las agresiones ilegítimas entre esposos o padres e
hijos, estos deberes limitan pero no excluyen el derecho a la legítima defensa. El
agredido debe recurrir en lo posible únicamente a medios estrictamente defensivos
(parar el golpe, encerrarse en una habitación, etc) o a una prudente retirada,
cuando pueda hacerlo sin riesgo o deshonor propios.
No afecta, en cambio a la necesidad racional del medio, como no afectaba a la
necesidad de la defensa, que el mal causado por la agresión ilegítima fuera
reperable posteriormente acudiendo a los tribunales de justicia. La reparación
llegaría en todo caso con posterioridad a la agresión y lesión del bien jurídico y no
sería, por tanto, un medio defensivo.
129
Si la provocación sificiente había procedido no del defensor sino del defendido
(en la legítima defensa de la persona o derechos ajenos), es aplicable la eximente
de legítima defensa. Si el defensor ha participado en la provocación del defendido,
pero su contribución no representó una provocación suficiente, es aplicable
asimismo la eximente.
El Tribunal Supremo niega, en jurisprudencia constante, la posibilidad de
apreciar la eximente de la legítima defensa en las situaciones de riña mutua y
libremente aceptada. El criterio es correcto, pues la aceptación de una riña
constituye una provocación, que será suficiente mientras los contendientes se
mantengan dentro de los limites tácita o expresamente fijados a la misma. Si
alguno de los contendientes rebasa, sin embargo, estos límites, por ejemplo, saca
una navaja, o un arma de fuego, el agredido puede invocar la legítima defensa. Si
la defensa y el medio empleado son necesarios y actúa con ánimo o voluntad de
defensa.
Lo que no parece convincente es estimar, como hace el Tribunal Supremo en
numerosas sentencias, que dada la existencia de agresiones recíprocas falte el
requisito de la agresión ilegítima, no pudiendo apreciarse, por tanto, la eximente
completa ni incompleta de legítima defensa.
130
21
El estado de necesidad
131
colocándose en el lugar del sujeto activo y en el momento en que éste se disponia
a realizar la acción típica.
El peligro en el estado de necesidad puede derivarse de las fuerzas de la
naturaleza del ataque de un animal, de los movimientos corporales de un ser
humano que no constituyan una acción, de una acción humana lícita, e incluso de
una acción ilícita que no constituya una agresión ilegítima. Si la acción ilícita fuera
una agresión ilegítima : Una acción dirigida por la voluntad del sujeto a producir la
lesión de un bien jurídico, cabría, en principio, frente a ella, la legítima defensa. Es
ajena al fudamento de la eximente de estado de necesidad la idea de la defensa
del ordenamiento jurídico frente a una agresión ilegítima. La eximente de estado
de necesidad se basa exclusivamente en la necesidad de defender los bienes
jurídicos.
El bien jurídico en peligro puede ser propio o ajeno. En este último caso no es
preciso que su portador sea una persona, fisica o jurídica, sino que pueden serlo
también la sociedad o el Estado, como órgano del poder soberano. Cabe invocar
la eximente de estado de necesidad para evitar un mal a la sociedad o al Estado,
a diferencia de lo que sucedía en la eximente de legítima defensa. Para evitar el
mal propio o ajeno cabe lesionar un bien jurídico de otra persona o infringir un
deber.
132
goce de protección por el Derecho penal, sino que basta con que encuentre
reconocimiento o protección en la Constitución o en cualquier otro sector del
ordenamiento.
No puede considerarse, por tanto, como un mal la imposibilidad en que se
encuentre el drogadicto de conseguir droga para evitar o combatir el síndrome de
abstinencia. El consumo de drogas no constituye delito, pero es una actividad
ilícita, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 22 de la Ley de 8 de abril de 1967, de
carácter administrativo, que prohibe su uso cuando no se realice con fines
industriales, terapéuticos, científicos o docentes, siendo además, la toxicomanía,
una categoría de estado peligroso de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación
Social. No puede considerarse tampoco como un mal la lesión o el peligro de un
bien jurídico amparados por una causa de justificación, por ejemplo, la detención
de un presunto delincuente por un agente de la policía en los supuestos previstos
por la Ley de Enjuiciamiento Criminal (art. 492), amparada en la causa de
justificación del art. 8.11, de obrar en cumplimiento de un deber o en el ejercicio
legítimo de un derecho, oficio o cargo.
La ponderación de los males supone la ponderación de los intereses
lesionados y los que el sujeto quería salvaguardar. Hay que distinguir, por ello, dos
clases de estado de necesidad, según se trate de un conflicto de intereses
desiguales o de intereses iguales. La ponderación de los intereses y por tanto, de
los males, debe realizarse con un criterio objetivo, concretamente con arreglo a las
valoraciones del Derecho. El concepto de interés es mucho más amplio que el
bien jurídico. En la ponderación de intereses hay que tener en cuenta no sólo la
importancia de los bienes jurídicos en conflicto, sino también si han sido
lesionados o puestos únicamente en peligro, la gravedad de su lesión, su
reparabilidad o irreparabilidad, o el grado de peligro. Hay que tener en cuenta
también el desvalor de la acción en la valoración del mal causado y, cuando éste
sea el caso, en la del mal que se trataba de evitar (que podría derivar de una
acción ilícita que no constituya agresión ilegítima, e incluso, en algunos supuestos
excepcionales, de una agresión ilegítima, cuando atente contra bienes jurídicos
supraindividuales).
La inclusión en la eximente de estado de necesidad de los supuestos en
que el mal causado es igual al que se trataba de evitar se produjo en la reforma
parcial de nuestro Código penal, de 1944. En la reforma del Código penal de 1944,
siguiendo la pauta del CP de 1928, se introduce en la eximente de estado de
necesidad una referencia expresa a los supuestos en que el sujeto trata de evitar
un mal ajeno, es decir, al llamado auxilio necesario. Este se diferencia del estado
de necesidad propio, en que el mal amenaza al mismo sujeto que realiza la acción
necesaria.
Nuestro Código reconoce con gran amplitud la eficacia eximente de la
responsabilidad criminal en los supuestos de auxilio necesario, pues no establece
restricción alguna según la naturaleza del bien jurídico en peligro, según que el
mal causado fuera menor o igual que el que se trataba de evitar, o según la índole
de las personas que presten el auxilio.
133
El fundamento de la exclusión de la culpabilidad en los supuestos de
conflicto de intereses iguales se halla, en la no exigibilidad de la conducta
adecuada a la norma.
La opinión dominante considera que no es un obstáculo a la concepción del
estado de necesidad como una causa de justificación, cuando el mal causado
fuera menor que el que se trataba de evitar, lo dispuesto en el art. 20.2 CP 95 en
relación con la responsabilidad civil en los supuestos de aplicación de la eximente
del art. 8.7. En este precepto se dispone que la responsabilidad civil recaerá en las
personas en cuyo favor se haya precavido el mal. Esta responsabilidad no es,
pues, consecuencia de una acción ilícita, sino del principio de gestión de negocios
ajenos o del enriquecimiento injusto.
Gimbernat consideró que el estado de necesidad, tanto en los supuestos
de conflicto de bienes desiguales como de conflicto de bienes iguales, tiene la
naturaleza de una causa de justificación. En la antijuridicidad, el Derecho decide lo
que quiere prohibir frente a todos, de un modo general, mientras que en la
culpabilidad el Derecho tiene que renunciar a la pena por su falta de eficacia
intimidante, inhibitoria, frente a ciertos grupos de personas.
De estimarse que la conducta del que actúa en estado de necesidad, en caso
de conflicto de intereses iguales, es lícita, no cabría frente a ella la legítima
defensa. Ello conduce a resultados más justos, pues la legítima defensa, al
suponer una reacción frente a una agresión ilegítima, no está sujeta al requisito
de la proporcionalidad. Frente a la acción del que actúa en estado de necesidad,
en caso de conflicto de bienes iguales, cabe invocar, en cambio, el estado de
necesidad. Ello conduce, a resultados más justos, pues en el estado de necesidad
sí que rige el principio de la proporcionalidad y el mal causado no puede ser mayor
que el que se trataba de evitar.
En las causas de justificación (preceptos permisivos) el Derecho autoriza,
cuando se dan ciertas circunstancias, la realización de la conducta típica porque
en dichas circunstancias la valora positivamente. No cabría invocar, pues, el
estado de necesidad frente al estado de necesidad, en los supuestos de conflicto
entre bienes iguales, si la eximente tuviera también en esos casos la naturaleza de
una causa de justificación. Para llegar a una solución satisfactoria del problema del
fundamento y naturaleza de la eximente de estado de necesidad en el Código
penal español hay que someter a revisión, en primer lugar, el criterio de la opinión
dominante de que el estado de necesidad será causa de justificación siempre que
el mal causado sea menor que el que se trate de evitar.
En nuestro ordenamiento jurídico la vida humana es un bien superior al de la
integridad corporal y al de la libertad. En el plano constitucional se considera que
el derecho a la vida es el primero de los derechos fundamentales. Si una persona
da muerte a otra para salvar varias vidas humanas, el mal causado es menor que
el que se trataba de evitar. Según la opinión dominante, la conducta será lícita si
concurren los restantes requisitos de la eximente de estado de necesidad. No es
posible considerar lícitas, las conductas que suponen un grave atentado a la
dignidad de la persona.
En ambos casos se utiliza al ser humano como un simple instrumento para la
consecución de otros fines y ello implica un grave atentado contra su dignidad.
Hay que introducir, por ello, una restricción en el criterio de la opinión dominante :
El estado de necesidad será una causa de justificación cuando el mal causado sea
menor que el que se trataba de evitar siempre que la conducta realizada no
implique una infracción grave del respeto debido a la dignidad de la persona
humana.
No es correcto, considerar como un simple interés más, el respeto a la
dignidad de la persona humana dada su significación constitucional, como
fundamento del orden político y la paz social (art. 10 de la Constitución) tratándose
de un principio material de justicia, de validez a priori, que representa un límite
inmanente del Derecho positivo. La invocación de este principio en el marco de la
134
ponderación de intereses privaría a ésta de límites y contornos precisos, al
introducir en la misma un juicio de valor de naturaleza esencialmente diferente.
El estado de necesidad sólo podrá tener, en estos casos, la naturaleza de una
causa de inculpabilidad.
Cuando el mal causado sea igual al que se trataba de evitar no es posible
considerar que la acción sea lícita, especialmente, porque en los supuestos de
auxilio necesario, ello otorgaría a cualquier persona el papel de árbitro en la
solución del conflicto. Su acción sería lícita y no cabría frente a ella ni la legítima
defensa, ni el estado de necesidad. Pero tampoco es posible considerar, que la
acción sea en esos casos siempre inculpable. Es preciso llevar a cabo una
interpretación restrictiva de la eximente de estado de necesidad en caso de
conflicto de intereses iguales. En primer lugar, hay que tener en cuenta que el
estado de necesidad en caso de conflicto de intereses iguales es menor ya lo
injusto, en todo caso el desvalor de la acción, pues el sujeto realiza la acción típica
para salvaguardar otros intereses, de igual entidad, protegidos por el Derecho y si
consigue salvaguardar estos intereses será también menor el desvalor del
resultado. Para apreciar la causa de inculpabilidad es preciso que se dé, junto a la
disminución de lo injusto (que determina ya una disminución de la culpabilidad,
pues ésta consiste en la reprochabilidad personal de la conducta antijurídica) una
exclusión o considerable disminución de la capacidad del sujeto de obrar conforme
a la norma. Si esta capacidad está considerablemente disminuida no le será
exigible la obediencia al Derecho y la acción será inculpable. Esta interpretación
restrictiva encuentra un firme punto de apoyo en la exigencia, en el art. 8.7 de que
el sujeto actúe impulsado por un estado de necesidad. El sujeto ha de conocer,
por tanto, la existencia de un estado de necesidad y éste ha de ser el motivo
determinante de su acción. En el estado de necesidad propio la exclusión de la
culpabilidad se dará normalmente cuando el bien jurídico en peligro sea de
carácter personal. Es posible que se dé también, sin embargo, cuando se hallen
en peligro bienes patrimoniales de considerable valor, en relación con la capacidad
económica del sujeto. En los supuestos de auxilio necesario, la exclusión de la
culpabilidad sólo será posible si el mal amenaza a un bien jurídico cuyo portador
sea un pariente, amigo o persona allegada al sujeto. Unicamente en esos casos el
mal que amenaza a un tercero podría excluir o disminuir considerablemente la
capacidad del sujeto de obrar conforme a las exigencias del ordenamiento jurídico.
Para determinar si le era exigible o nó al sujeto el obrar conforme a la norma habrá
que atender a la conducta que llevaría a cabo, en dicha situación, una persona
inteligente, respetuosa con las exigencias del ordenamiento jurídico.
El estado de necesidad podrá ser también una causa de inculpabilidad
cuando el mal causado sea menor que el que se trataba de evitar, pero la
conducta suponga una grave infracción del respeto debido a la dignidad de la
persona humana. Es preciso para ello, que junto a la disminución de lo injusto, se
dé en el sujeto una exclusión o considerable disminución de la capacidad de obrar
conforme a la norma, de modo que no le sea exgible la obediencia al Derecho.
De lege ferenda sería aconsejable, regular por separado el estado de
necesidad como causa de justificación y como causa de inculpabilidad, de modo
que se admitiera el auxilio necesario sin limitación alguna en el primer caso y en el
segundo, únicamente cuando el mal amenace a un bien jurídico cuyo portador sea
un pariente, amigo o persona allegada al sujeto. Sería conveniente también
reducir el estado de necesidad, como causa de inculpabilidad, a aquelos casos en
que esté en peligro un bien jurídico de carácter personal o bienes patrimoniales de
considerable valor, de modo que no le fuera exigible al sujeto arrostrar el peligro, o
abstenerse de intervenir, en el auxilio necesario. El mal causado podría ser mayor,
siempre que no fuera muy desproporcionado, que el mal que se trataba de evitar,
en el estado de necesidad como causa de inculpabilidad, pero no en el estado de
necesidad como causa de justificación.
135
21.5. REQUISITOS.
A) Animo o voluntad de evitar un mal propio o ajeno :
Para que se dé la eximente es preciso que el sujeto actúe impulsado por el
estado de necesidad, para evitar un mal propio o ajeno. No basta, por tanto, con
que el sujeto tenga conocimiento de la concunrrencia de los elementos objetivos
que sirven de base a la eximente, especialmente que tenga conocimiento de la
existencia de un estado de necesidad, sino que es preciso que concunrra un
elemento subjetivo adicional. El sujeto ha de actuar impulsado por el estado de
necesidad con el fin, es decir con el ánimo de evitar un mal propio o ajeno. Este
es, el criterio de la opinión dominante. Este ánimo o voluntad es compatible, sin
duda, con otras motivaciones, pero ha de ser el motivo desencadenante de la
acción. Ello se deduce del empleo por la ley de la palabra impulsado. El ánimo o
voluntad de evitar un mal propio o ajeno representa un elemento subjetivo tanto de
la causa de justificación como de la causa de inculpabilidad.
136
para la vida de la madre, el mal causado será menor que el que se trataba de
evitar y la conducta estará comprendida, a su vez, en la eximente de estado de
necesidad , que será una causa de justificación si el aborto se realiza con el
consentimiento de la madre. Es indudable que nuestro Código valora más la vida
humana independiente que la intrauterina, de acuerdo con las concepciones
sociales.
137
El Código se refiere aquí inequivocamente al necesitado y no al sujeto que
realiza la acción necesaria. En el estado de necesidad propio coinciden uno y
otro, pero en el auxilio necesario, cuando el sujeto actúa impulsado por un estado
de necesidad para evitar mal ajeno, tal coincedencia no se produce. En este caso
el sujeto no estará amparado por la eximente si la persona en cuyo favor quiere
precaver el mal estaba obligada a sacrificarse.
Ciertas profesiones o cargos llevan implícito un deber de afrontar riesgos
inherentes a su desempeño : No es preciso que el oficio o cargo sean públicos,
puede tratarse de actividades privadas y derivar el deber de un contrato. En todo
caso ha de tratarse de un deber jurídico que derive del desempeño de una
profesión o un cargo.
Las personas sujetas a estos deberes jurídicos no quedan excluidas, segun la
opinión dominante de un modo absoluto del ámbito de aplicación de la eximente
de estado de necesidad. El Tribunal Supremo ha apreciado la eximente a pesar de
la existencia de un deber de sacrificio, cuando éste sería inutil. Por otra parte,
cuando la desproporción entre los bienes en conflicto es grande, se propugnan en
la moderna Ciencia del Derecho penal española la aplicación de la eximente a
pesar de la existencia de un deber de sacrificio :
De lege ferenda, no debería incluirse este requisito en la regulación del estado
de necesidad como causa de justificación. La existencia de un deber de sacrificio
por parte del necesitado podría ser tenida en cuenta en la ponderación de
intereses y a pesar de la existencia de dicho deber, en ocasiones, el interés o
intereses salvaguardados podrían ser de superior valor a los lesionados y no
implicar la conducta un grave atentado a la dignidad de la persona humana.
Unicamente debería hacerse referencia a este requisito en el estado de necesidad
como causa de inculpabilidad, de modo que quedara excluída la aplicación de la
eximente cuando, por la existencia de un deber de sacrificio, le fuera exigible al
sujeto la obediencia al Derecho.
22
Cumplimiento de un deber y ejercicio legítimo de un derecho
138
En el art. 20.7 Cp 95 se declara exento de responsabilidad criminal al que
obra en cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o
cargo. Ha de tratarse, de un deber jurídico, siendo suficiente un deber moral. El
que ejerce legítimamente un oficio o cargo, ejerce un derecho y en muchas
ocasiones cumple al mismo tiempo un deber. La redacción de la eximente podría
simplificarse, diciendo que está exento de responsabilidad criminal el que obra en
cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un derecho.
En la Ciencia del Derecho penal española es unánime la opinión de que la
eximente tiene la naturaleza de una causa de justificación. El que obra en
cumplimiento de un deber jurídico o en el ejercicio legítimo de un derecho, realiza
una conducta lícita.
El deber o el derecho no es preciso, que deriven de un precepto legal, sino
que pueden hallar su fundamento en otras disposiciones jurídicas de rango
inferior, en convenios o tratados internacionales suscritos por España y que hayan
quedado incorporados a nuestro Derecho interno, o en el Derecho
consuetudinario.
El fundamento de esta causa de justificación se encuentra, en el principio del
interés preponderante. Este principio resulta, sin embargo, insuficiente, pues en
caso de conflicto de dos deberes iguales, la conducta será lícita si el sujeto cumple
uno cualquiera de ellos. Por otra parte, aunque el sujeto actúe cumpliendo un
deber de rango superior o igual o en el ejercicio legítimo de un derecho su
conducta será ilícita si implica un grave atentado a la dignidad de la persona
humana.
139
interpretación restrictiva de esta causa de justificación, con base en el principio del
respeto a la dignidad de la persona humana.
Unicamente podrá verse excluida o etenuada la culpabilidad, si estaba
realmente excluida o disminuída su capacidad de obrar conforme a Derecho, de
modo que no le fuera exigible o la exigibilidad fuera menor.
140
cumplimiento de un deber, la intervención de los miembros de las fuerzas y
cuerpos de seguridad ha de ser : Necesaria, oportuna y proporcionada : Concurso
de leyes.
141
El acto administrativo es siempre nulo cuando su contenido constituya
delito. La orden de realizar una acción u omisión típica y antijurídica carece, por
ello, siempre de obligatoriedad.
La orden de realizar una acción u omisión típica puede ser ilícita por su
contenido, siendo nula, pero puede ser materialmente lícita y adolecer únicamente
de un defecto de forma o de competencia. Si este defecto no es manifiesto, la
orden es simplemente anulable o irregular y es obligatoria.
En los delitos de acción culposos, la realización de una acción que no
responde al cuidado objetivamente debido es ya un elemento del tipo, aunque la
plena realización de este último, en los delitos culposos de resultado material,
exige la producción del resultado : Que éste se haya producido como
consecuencia de la inobservancia del cuidado objetivamente debido y que fuera
uno de los que trataba de evitar la norma de cuidado infringida.
22.4.4. Requisitos.
La aplicación de la causa de justificación de la obediencia debida, exige la
concurrencia de los siguientes requisitos :
1º. Una relación jerárquica entre el que manda y el que obedece, reconocida por el
Derecho.
2º. Emisión de una orden por parte del superior jerárquico : No basta un mero
conse jo o indicación.
3º. Un deber jurídico de obediencia, lo cual implica que la orden sea lícita o, en el
ámbito de la Administración, que no sea evidentemente antijurídica o nula.
4º. El deber de obediencia ha de ser de rango superior o igual al de omitir la
acción prohibida o realizar la acción ordenada (en los delitos de omisión) y su
cumplimiento no debe implicar un grave atentado a la dignidad de la persona
humana.
5º. El sujeto ha de actuar con el ánimo o voluntad de cumplir con el deber de
obediencia (elemento subjetivo de la causa de justificación).
142
22.5. DERECHO DE CORRECCIÓN.
Los padres, los tutores y los maestros o profesores tienen el derecho y el
deber de corregir, respectivamente, a sus hijos menores de edad no emancipados,
pupilos y discípulos.
Art. 154 Cc : ... Los hijos no emancipados están bajo la potestad del padre y
de la madre ... La patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos, de
acuerdo con su personalidad ... Entre los deberes y facultades de los padres está
el de educar y proporcionar una formación integral a los hijos, estableciendo ... Los
padres podrán en el ejercicio de su potestad, recabar el auxilio de la autoridad.
Podrán también corregir razonable y moderadamente a sus hijos ...
Art. 582.2 Cp : Se castiga con la pena de 1 a 15 diás de arresto menor o
multa de 25.000 a 100.000 pts al que golpee o maltrate de obra a otro sin causarle
lesión, introduciendo un tipo calificado o agravado : ... Cuando los ofendidos
fuesen los ascendientes, cónyuge o persona a quien se halle ligado de forma
permanente por análoga relación de afectividad, o los hijos menores, la pena será
la de arresto menor en toda su extensión ... La voluntad del legislador parece ser
la de excluir del ejercicio legítimo del derecho de corrección, los golpes y en
general los malos tratos de obra. Para determinar el ámbito del derecho de
corrección de los padres hay que tener en cuenta no sólo las figuras delictivas del
Código penal, sino las concepciones ético sociales realmente vigentes en la
sociedad. Sólo asi podrá determinarse si un castigo, corporal o no, es razonable y
moderado, como exige el art. 154 Cc : Precepto permisivo que sirve de
fundamento a la causa de justificación del ejercicio legítimo de un derecho. Los
malos tratos de obra sin causar lesión, si se producen con el ánimo de corregir y
aparecen como necesarios y adecuados al fin correccional, deben considerarse
lícitos (realizados en el ejercicio legítimo del derecho de corrección), no así la
causación de lesiones. El empleo habitual de la violencia, aunque sea con ánimo
de corregir y sin producir lesiones, no puede ser considerado tampoco como un
castigo moderado y razonable.
Estarán comprendidas en el ejercicio legítimo del derecho de corrección de los
padres las privaciones de libertad de corta duración (detenciones ilegales) las
amenazas y coacciones, siempre que se lleven a cabo con animus corrigendi y
aparezcan como necesarias y adecuadas al fin correccional.
Los tutores, según el art. 268 del Código civil : "Podrán en el ejercicio de su
cargo, recabar el auxilio de la autoridad. Podrán también corregir a los menores
razonable y moderadamente". Se castiga también a los tutores que ejerzan
habitualmente y con cualquier fin, violencia física sobre sus pupilos, pues aunque
persigan un fin correccional, los castigos no podrán ser considerados como
moderados, razonables y amparados, por tanto, en la causa de justificación del
ejercicio legítimo del derecho de corrección.
Los maestros o profesores tienen también un derecho y un deber de corregir
a sus alumnos, pero en todo caso deberán respetar su integridad física y su
dignidad personal, según el art. 24, apdo 3, del Real Decreto 1543, de 28X1988,
sobre derechos y deberes de los alumnos. Los malos tratos de obra o de palabra
suponen siempre, un atentado contra la dignidad de los alumnos y las lesiones
corporales suponen además un atentado contra su integridad física.
El ánimo o voluntad de corregir (animus corrigendi) es un elemento subjetivo
de la causa de justificación de obrar en el ejercicio legítimo del derecho de
corrección.
143
derecho es legítimo está la conducta amparada en esta causa de justificación. En
nuestro Código existe incluso una figura delictiva específica, aunque de escasa
amplitud y en la que se prevé únicamente la aplicación de una pena de multa, en
la que se castigan algunos supuestos del ejercicio arbitrario del propio derecho, de
las llamadas vías de hecho.
144
la Ley General de Sanidad, en los que podrá invocar la causa de justificación del
ejercicio legítimo de su profesión. La acción típica será también lícita cuando
concurran los requisitos del estado de necesidad como causa de justificación, o
cuando, en caso de colisión de deberes, el médico actúe en cumplimiento de un
deber de rango superior o igual al de omitirla acción prohibida, siempre que la
conducta no implique un grave atentado a la dignidad humana del paciente.
145
23
El consentimiento como causa de exclusión del tipo y como
causa de justificación
El consentimiento del portador del bien jurídico (sujeto pasivo del delito), es
una eximente que no está regulada en la Parte Gral. del Cp, debido a que sólo es
aplicable en un reducido número de figuras delictivas. Su trascendencia y
requisitos son, además, diferentes según los casos.
El consentimiento sólo puede eximir de responsabilidad penal en los delitos
en que el portador del bien jurídico protegido es un individuo (persona física o
persona jurídica). El consentimiento no puede eximir de responsabilidad en los
delitos en que se protegen bienes jurídicos supraindividuales (portador : sociedad
o Estado).
146
El consentimiento excluye también la tipicidad de la acción o de la omisión
cuando se trata de tipos delictivos en que se protege, junto a un bien jurídico, la
libertad de disposición del mismo : Caso del hurto, en que se castiga a ... Los que
con ánimo de lucro y sin violencia o intimidación en las personas ni fuerza en las
cosas toman las cosas muebles ajenas sin la voluntad de su dueño ... En el delito
de allanamiento de morada se protege junto a la inviolabilidad del domicilio, la
libertad del morador de disponer quén puede entrar o permanecer en su morada.
Por ello se castiga únicamente al ... particular que entrare en morada ajena o sin
habitar en ella se mantuviere en la misma contra la voluntad de su morador ...
La eficacia del consentimiento como causa de exclusión del tipo está sujeta a
una serie de condiciones o requisitos que no coinciden con los que establece el Cc
(arts. 1262 y sigs). La eficacia del consentimiento queda excluída cuando no es
consciente y libre : Ha sido obtenido mediante el empleo del engaño, la violencia,
la intimidación o las amenazas. Para que el error excluya la eficacia del
consentimiento ha de afectar,sin embargo, al propio bien jurídico, de modo que
excluya la cociencia de disposición del mismo. Es irrelevante, por ello, el error
sobre los motivos, al igual que la forma en que se otorgue el consentimiento.
Puede otorgarse por escrito, verbalmente, de un modo expreso o tácito. El
consentimiento ha de prestarse con anterioridad o simultáneamente a la
realización de la acción o a la omisión. El consentimiento posterior carece de
validez.
El consentimiento en el Derecho Penal es siempre revocable. En cuanto a la
capacidad para otorgar el consentimiento, basta con la capacidad natural de
juicio : Capacidad para comprender el sentido y trascendencia de la resolución de
voluntad en relación con el bien jurídico protegido. No es preciso que el sujeto sea
un imputable : La capacidad natural de juicio puede darse en ocasiones en el
enajenado, en el que se halla en una situación de trastorno mental transitorio y en
el menor. Unicamente en caso de falta de la capacidad natural de juicio puede ser
otorgado válidamente el consentimiento por los representantes legales del
inimputable. En relación con el menor, hay que renunciar a establecer todo límite
de edad, salvo que venga impuesto por la Ley : En la violación y en la
correspondiente figura delictiva de agresiones sexuales, carece de relevancia el
consentimiento otorgado por un menor de 12 años, aunque tuviese la capacidad
natural de juicio.
No invalida, en absoluto, la eficacia del consentimiento, como causa de
exclusión del tipo, la inmoralidad o ilicitud del objeto o de la causa, a diferencia de
lo que sucede en el Derecho civil (arts. 1271 y 1275 Cc).
El consentimiento excluye en estos casos la tipicidad de la conducta,
aunque no fuera conocido por el sujeto activo del delito, pudiendo éste incurrir
entonces únicamente en responsabilidad por tentativa imposible.
147
El consentimiento constituye una causa de justificación en el delito de
daños : La realización del tipo no exige que el daño se cause contra o sin la
voluntad del dueño de la cosa destruída, deteriorada o inutilizada. En los delitos de
lesiones corporales, el consentimiento no excluye la tipicidad, sino únicamente, en
algunos casos, la antijuridicidad de la conducta, pues se establece, con carácter
general, la irrelevancia del consentimiento para eximir de responsabilidad en los
delitos de lesiones corporales.
23.4. REQUISITOS.
Los requisitos para la eficacia del consentimiento como causa de
justificación son, en principio, idénticos a los ya examinados para la eficacia del
consentimiento como causa de exclusión del tipo. En el consentimiento como
causa de justificación en los delitos de lesiones corporales, el Cp exige unos
requisitos especiales, más rigurosos, dada la importancia del bien jurídico
protegido y la trascendencia de su lesión. El consentimiento ha de ser expreso y
no ha de haber sido obtenido mediante precio o recompensa. No cabe estimar,
sin embargo, de lege data, que el consentimiento como causa de justificación
exija, con carácter general, que el consentimiento mismo o que la acción u
omisión, a pesar del consentimiento, no sean contrarias a la moral o a las buenas
costumbres. Para que el consentimiento sea válido, el sujeto pasivo ha de ser
mayor de edad y no estar incapacitado. Se excluye la validez del consentimiento
otorgado por los representantes legales del menor o incapaz. El consentimiento
únicamente excluye la antijuridicidad de la conducta si el sujeto activo conoce su
existencia, y constituye uno de los motivos que le impulsaron a actuar. Si el sujeto
activo desconoce la existencia del consentimiento, en los supuestos en que tiene
la naturaleza de una causa de justificación, incurrirá en responsabilidad por delito
consumado, aunque pueda atemperarse la pena mediante la aplicación de
atenuantes por analogía.
148
23.5. AMBITO DE APLICACIÓN.
El consentimiento como causa de justificación está sólo regulado
expresamente en el delito de lesiones corporales En las demás figuras delictivas
en que el portador del bien jurídico protegido es un individuo (persona física o
jurídica), es un problema de interpretación el determinar si es aplicable o nó el
consentimiento como causa de justificación. Lo será únicamente si el Derecho
concede mayor valor a la libertad de actuación de la voluntad que al desvalor de la
acción y el desvalor del resultado de la acción u omisión típica. La ponderación de
valores no es tarea fácil, salvo cuando halla expresión de algún modo en el propio
Código : Caso de los delitos contra la vida humana independiente. De la punición
del homicidio consentido se deduce la irrelevancia del consentimiento como causa
de justificación : El consentimiento sólo da lugar a una atenuación de la pena.
149
fin de eximirse del servicio militar, correspondiente al antiguo art. 426. En este
precepto se hace referencia ahora no sólo al servicio militar, sino también a otros
servicios públicos de inexcusable cumplimiento, pero la pena es la de prisión
menor. Esta reforma fue enjuiciada negativamente por la mayor parte de los
penalistas españoles.
Una vez entrada en vigor la Constitución de 1978 se intentó argumentar la
inconstitucionalidad del antiguo art. 428 por estimar que de la Constitución se
deriva una concepción del bien jurídico protegido en las lesiones corporales
«constituido por la capacidad de disponer de la propia salud y el sustrato material
de la misma».
En la Constitución se establece un Estado social y democrático de Derecho,
en el que los intereses sociales pueden dar lugar a limitaciones y
condicionamientos de los intereses y derechos individuales, en nuestro caso de la
libre disposición de la integridad corporal y de la salud.
El art.. art. 428 no excluía la eficacia del consentimiento como causa de
justificación en las faltas de lesiones corporales, pues en él se alude únicamente a
«las penas señaladas en el capítulo anterior», en el que se regulan únicamente los
delitos de lesiones. Cabe deducir, por consiguiente, a sensu contrario, que el
consentimiento puede ser causa de justificación en las faltas de lesiones
corporales (art. 155).
En la reforma urgente y parcial del Código penal por la Ley Orgánica de
25 de junio de 1983 el legislador introdujo en el art. 428 dos nuevos párrafos, con
lo que confirmó la vigencia del párrafo 1º ampliando los supuestos en que el
consentimiento puede ser causa de justificación en las lesiones corporales. El
consentimiento puede ser ahora también causa de justificación en los delitos
dolosos de lesiones corporales.
En la regulación del consentimiento como causa de justificación en los
delitos de lesiones corporales dolosas, dada la gravedad del desvalor del resultado
y del desvalor de la acción se restringe su aplicación a 3 supuestos : Trasplantes
de órganos, esterilización y cirugía transexual (art. 156). Por otra parte, se
establecen unos requisitos especialmente rigurosos para la eficacia del
consentimiento. El consentimiento ha de ser expreso y no ha de haber sido
obtenido por precio o recompensa. No basta, además, la capacidad natural de
juicio para otorgar el consentimiento, sino que el que consiente ha de ser mayor de
edad y no ser incapaz.
De lege ferenda parece aconsejable una regulación más sencilla, que parta
de la eficacia del consentimiento como causa de justificación en las lesiones
corporales : Las lesiones corporales consentidas sólo se sancionarán cuando, a
pesar del consen timiento, se estimen éticosocialmente reprobables ... La
reprobabilidad social tiene que tener un fundamento ético, excluyéndose la
atenuación de la pena cuando se considere que las lesiones a pesar del
consentimiento sean reprobables.
Los requisitos del consentimiento pueden y deben ser fijados en general por
la doctrina y la jurisprudencia, recurriendo a criterios del Derecho Civil y no limita
en suficiente medida la eficacia del consentimiento (lesiones corporales
consentidas con el fin de cometer, ocultar o simular otro delito, lesiones que
impliquen un menoscabo grave y permanente de la integridad corporal y de la
salud, que no se hayan realizado con un fin curativo en el ejercicio legítimo de la
profesión médica, o en el ejercicio legítimo del derecho a la práctica del deporte,
etc).
150
restringir de ese modo su campo de aplicación. En los delitos culposos de
resultado o imprudentes, el consentimiento no precisa extenderse a la producción
del mismo. El objeto del consentimiento es siempre la acción antijurídica, pues el
Derecho penal sólo puede prohibir la realización de acciones dirigidas por la
voluntad del sujeto a la producción del resultado delictivo o la realización de
acciones que no respondan al cuidado objetivamente debido.
En el delito culposo el resultado no pertenece a la acción antijurídica, al
contra rio de lo que sucede en los delitos dolosos, en los que el resultado está
comprendido por la voluntad de realización del autor.
Al ser menos grave el desvalor de la acción en los delitos culposos o
imprudentes, en principio será mayor el campo de aplicación del consentimiento.
Es preciso, no obstante, que el bien jurídico protegido sea disponible. No cabe
aplicar, por ello, el consentimiento como causa de justificación en el homicidio
culposos, pero sí en las lesiones corporales culposas.
24
Lo injusto como magnitud graduable
151
24.1. CIRCUNSTANCIAS QUE SUPONEN UNA MENOR GRAVEDAD DE LO
INJUSTO.
Según el art.21.1., son circunstancias atenuantes ... Las expresadas en el
capítulo anterior, cuando no concurrieren todos los requisitos necesarios para
eximir de responsabilidad en sus respectivos casos ... En los arts. 19 y 20 se
regulan las eximentes. Las eximentes incompletas y las causas de justificación
incompletas se regulan en el Cp como atenuantes. Las causas de justificación
incompletas suponen una menor gravedad de lo injusto.
152
eximente incompleta podrá disminuir únicamente la culpabilidad, si estaba
realmente disminuída la capacidad del sujeto de obrar de acuerdo con las
exigencias del Derecho. Lo mismo hay que decir en los supuestos en que el mal
causado sea igual al que se tratrase de evitar, pero falten los mismos requisitos :
1º y 3º del apdo.5º del art. 20 [Cp 95].
En la causa de justificación de obrar en cumplimiento de un deber, la
existencia real del deber jurídico y que el sujeto actúe con el ánimo o voluntad de
cumplir con su deber, son los elementos esenciales. Una eximente incompleta
debe apreciarse también en todos los supuestos en que el deber cumplido sea de
rango inferior al de omitir la acción prohibida o de realizar la acción ordenada, en
los delitos de omisión (colisión de deberes), o en que aún siendo el deber
cumplido de rango igual o superior, la conducta implique un grave atentado a la
dignidad de la persona humana.
En la eximente de obrar en el ejercicio legítimo de un derecho, la
existencia real del derecho y el que el sujeto actúe con ánimo o voluntad de
ejercitarlo, son los elementos esenciales de esta causa de justificación. La
eximente incompleta se apreciará en los supuestos de exceso en el ejercicio de un
derecho (Vg : Derecho de corrección de los oadres, tutores o profesores).
La existencia de una relación jerárquica, reconocida por el Derecho, entre
el que manda y el que obedece, la emisión de una orden, la existencia de un
deber jurídico de obediencia y el ánimo o voluntad de cumplir con este deber, son
los elementos esenciales de la causa de justificación de la obediencia debida. Se
apreciará como incompleta en los supuestos de exceso en el cumplimiento del
deber de obediencia y además en aquéllos en que el deber de obediencia sea de
rango inferior al de omitir la acción prohibida o realizar la acción ordenada, en los
delitos de omisión, o siendo de igual o superior rango, su cumplimiento implique un
grave atentado a la dignidad de la persona humana.
Para apreciar como incompletas las eximentes no reguladas en el art. 20
Cp es preciso delimitar sus elementos esenciales e inesenciales. En el
consentimiento como causa de justificación en los delitos de lesiones corporales
son requisitos esenciales la concurrencia de un consentimiento que no haya sido
obtenido viciadamente (mediante engaño, violencia, intimidación o amenaza), que
el que consiente no sea menor o incapaz (dado que en otro caso no es válido
siquiera el que presten sus representantes legales) y que el que actúa conozca el
consentimiento del sujeto pasivo y éste sea, al menos, uno de los motivos que le
impulsaron a actuar. Son, en cambio, requisitos inesenciales, el que el
consentimiento sea emitido de un modo expreso y nó tácito, y que no haya sido
obtenido mediante precio o recompensa.
Del mismo modo que las causas de justificación completas, las incompletas
son aplicables, en principio, tanto en los delitos dolosos como en los culposos.
Las causas de justificación incompletas se aprecian tanto si el sujeto conoce
la falta de los requisitos inesenciales, como si cree, erróneamente, que concurren.
En este caso se encontraría en un error de prohibición regulado, con carácter
general, en el art. 14, y que determina una atenuación o exclusión de la
culpabilidad, según que el error sea o nó vencible.
153
La apreciación de atenuantes por analogía no plantea problemas desde el
punto de vista del principio de legalidad de los delitos y de las penas, pues se trata
de una analogía favorable para el reo (analogía in bonam partem), que no supone
un menoscabo de la seguridad jurídica.
El TS exige generalmente, para apreciar atenuantes por analogía, que se
trate de una circunstancia análoga y de la misma entidad que alguna de las
reguladas de modo expreso en el art. 21, debiendo indicarse con cuál de ellas se
da la relación de analogía. También exige que la circunstancia sea lícita y
conforme a las exigencias de la ética social.
El TS ha hecho un uso muy escaso de la posibilidad de aplicar atenuantes por
analogía, prevista en el apdo. 6º, del art. 21, sobre todo desde que admite, en
principio, la apreciación como incompletas de todas las eximentes.
El TS ha aplicado, en ocasiones, causas de justificación incompletas por
analogía. Cabría apreciar también una atenuante por analogía a la eximente
incompleta del estado de necesidad como causa de justificación, cuando el mal
fuese evitable por otro procedimiento menos perjudicial : El estado de necesidad
no tuviese un carácter absoluto, o cuando el delincuente se hallase en situación de
extrema pobreza o miseria. En general, cabe apreciar una causa de justificación
incompleta por analogía cuando, a pesar de faltar algún elemento esencial de la
causa de justificación, la ratio de la circunstancia fuese idéntica, y cuando, aun
siendo el substrato fáctico de la circunstancia diferente (no concurra elemento
esencial alguno), se de la misma ratio de la causa de justificación incompleta.
154
25
Circunstancias agravantes que se basan en una mayor
gravedad de lo injusto
25.1. ALEVOSÍA.
Según el art. 22.1, es una circunstancia agravante : ... Ejecutar el hecho con
alevosía ... Se define : Hay alevosía cuando el culpable comete cualquiera de los
delitos contra las personas empleando medios, modos o formas en la ejecución,
que tiendan directa y especialmente a asegurarla, sin riesgo para su persona que
proceda de la defensa que pudiera hacer el ofendido.
Para que concurra la alevosía es preciso que el sujeto haya elegido o
utilizado los medios, modos o formas de ejecución con el fin de asegurarla y evitar
los riesgos procedentes de una posible defensa de la víctima. La finalidad de
asegurar la ejecución y la de evitar los riesgos procedentes de una posible
defensa de la víctima suelen ir unidas. De no ser así no podría aprevciarse la
agravante de alevosía, que exige la concurrencia de ambas finalidades : Elemento
subjetivo del concepto de la alevosía. Este es el criterio de la opinión dominante,
pero el TS considera que concurre alevosía siempre que se dé muerte o se causen
lesiones a un niño, un anciano, un ciego o un inválido : Tesis insostenible, pues si
el sujeto no ha elegido o utilizado los medios, modos o formas de ejecución con el
fin de asegurarla e impedir los riesgos para su persona dimanantes de la posible
defensa de la víctima, cabrá aplicar la agravante de abuso de superioridad, pero
nó la de alevosía.
La alevosía es aplicable únicamente en los delitos contra las personas, por lo
que se aplica a los delitos contra la vida y la integridad corporal. Sin embargo, el
TS ha aplicado también esta circunstancia agravante en figuras delictivas en las
que se protege, junto a la vida o la integridad corporal, otro bien jurídico no
comprendido en el Título VIII, sino en el II, de los delitos contra la seguridad
interior del Estado o en el XIII, de los delitos contra la propiedad, haciendo
prevalecer, acertadamente, una interpretación material frente a un criterio
puramente formal.
Para comprender el fundamento y naturaleza jurídica de esta circunstancia
agravante es preciso conocer su origen y evolución histórica. La alevosía
implicaba en las Partidas, deslealtad, quebrantamiento de un deber de fidelidad y
equivalía a traición. En la reforma de 1870 se introdujo en el Cp la actual definición
de la alevosía, en la que desaparece toda referencia a la traición.
El fundamento de la agravante de alevosía reside actualmente en la idea del
aseguramiento de la ejecución evitando los riesgos de la posible defensa de la
víctima. El empleo de medios, modos o formas de ejecución que tiendan directa y
especialmente a asegurarla y a impedir los riesgos procedentes de la posible
defensa de la víctima implica generalmente, en un juicio ex ante, en el momento
del comienzo de la acción, una mayor probabilidad de la producción del resultado
delictivo.
Como supuestos de aplicación de la agravante de alevosía cabe mencionar
el ataque precedido de acecho, emboscada, apostamiento o asechanza a la
víctima, el ataque por sorpresa, inesperado, estando la víctima de espaldas o de
frente, el ataque cuando la víctima se encuentra acostada, tendida en el suelo,
sentada, de rodillas, dormida, embriagada o en otra situación de indefensión no
provocada por la acción del sujeto, dirigida a la producción del resultado de muerte
o lesiones corporales.
155
El TS considera en reiterada jurisprudencia, que la alevosía no puede
apreciarse en situaciones de riña o pelea.
156
El TS parte de un concepto amplio de disfraz, entendiendo por tal no sólo
un traje o vestido distinto del usual, sino cualquier medio que el sujeto utilice para
ocultar total o parcialmente su rostro o su apariencia verdadera.
Para que concurra esta agravante es preciso que el sujeto utilice el disfraz
con el fin de facilitar la comisión del delito o dificultar su reconocimiento.
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En una contemplación ex ante, aparecerá como más probable la producción del
resultado delictivo.
La agravante de abuso de confianza es inherente a los delitos de estupro
mediante engaño, y a los de apropiación indebida y estafa.
25.3.4. Parentesco.
Según el art. 23 del nuevo Cp ... Es circunstancia que puede atenuar o
agravar la responsabilidad, según la naturaleza, los motivos y los efectos del
delito, ser el agraviado cónyuge o persona a quien se halle ligado de forma estable
por análoga relación de afectividad, ascendiente, descendiente o hermano por
naturaleza, por adopción o afinidad en los mismos grados del ofensor ...
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