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N COLIHUE NARRATIVA Emi regresa a un pequeno pueblo del norte de Santa Fe para Feencontrarse con su abuelo y con el amor de Santiago, sin sospechar que descubrira un secreto de familia silenciado du- rante anos. Es verano y el viento caliente parece aplastarlo todo: los pasti- ales amarilios, el monte devastado, los edificos de un pasado En ruinas. Lo Unico que sigue en pie es la chimenea de la fabrica, ‘con sus galpones vacios, y la nostalgia de la gente que intenta IguOs esplendores. (Qué vine a buscar, se pregunta, mientras una fuerza extrafa la lleva por caminos impensados, Con una narracion que alterna entre el pasado y el presente, Alicia Barberis narra la vida de cuatro generaciones de mujeres, Dominga, Amanda, Elena, Emi, entretejiendo sus historias de amor y desengafios con el universo de La Forestal, compatia inglesa que levanto el imperio del tanino en el norte de Argen. tina, a principios del siglo Xx. illa Ana, La Gallareta, Vil '2 Son algunos de los escenarios por donde la nove leva a hacer un recorrido historico: las primeras huelgas, la creacion de los sindicatos, ing luchas poiiticas de los 40 y los 70, desnudando las marcas que €50 dejé. De un rincén a otro de aquel mundo forestal, atravesande todos los tiempos, puede sentirse ala gente real y ver, como si espig, ramos por un recoveco, una larga historia de miles de vidas que vienen a nuestros dias a interpelar a la memoria, "SBN 678-967-664-54-3 | ULI) | EZ epiciones counut Mil Meas ‘wuwcolinuee Se caer ac i ! Alicia Barberi: SAANITE DE SILENCIOS COLIHUE NARRATIVA, N Barberis MONTE DE SILENCIOS Saw Soe? ai de reside actualmente. Esuna reconocida autora de con mas de treinta das e encuentran Cruzor {a M (2009), £1 inferno dels vivs (2013) y Diario de un fantasma (2014). Adernas, como fruto de su extensa trayectoria de narradora oa, publicé Vgje hacia los cwentos Elarte de contarcuentos a ah 2012 coordina “Lectobus. 1a en Movimiento”, un proyec- to-de promocién destinado a ninos y adolescentes de su provincia £2016, publico Pozo ciego, su prime- ra novela destinada al publico adult Alicia Barberis MONTE DE SILENCIOS Alicia Barberis MONTE DE SILENCIOS N COLIHUE NARRATIVA ee Foner Ag «ede Cita Au 20 we, Narrativi Sats ems (Colihue Nareativa) iy pn 22stdeme 79. 987-684-6493 | ISBN 9 2, Novela Hist6rica, 1 1. Navrativa Argentina | Cop aves | copase) y tapa: Estudio Lima+Roca —~ aguda torre, espada, térico de la Nacién y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequchas mentirasy ls grandes, Y queremos gritary en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen. piseio de coleceion Foto de tapas Archivo Historica Foto de solapa: Alejandra Segovia Tabs os derechos reservados ee tCaceacgenntn ocuare Pac fama. in erapimic, decutnico. magnetic electro6ptico. por foc Cec cam an pomio previ por exit de a edi Ei eooastersciiaavameac sana Lallucha del hombre contra el poder a. da pesene obra exchsivamente para fines pmeconnse sregto bblingico es la lucha de la memotia contta el olvido. Mian Kunpera. © Ediciones Colihue S.R.L. Av. Diaz Vélez 5125 (1405) Buenos Aires - Argentina wwwcolihue.com.ar ¢colihue@colihue.com.ar Vivimos de recuerdos, dice una voz que también parece ausente. De recuerdos més bien se muere. Ropouro Wats ISBN 978.987.684.649-3, Hecho ef depésito, na sito que marca la ley 11.723 PRESO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA a ee La ruta del ta nino, Santa Fe eee Emi, 2016. La Gallareta a ruta se desovilla como una cinta carcomida y turbia. L Emi mira a través de la ventanilla el horizonte distante y recuerda la vor que resuena en su cabeza desde hace dias. No quiere pensar en eso. El conductor intenta esquivar un bache y agarra de lleno cl borde deforme del asfalto. Siguen un trecho a los sacudones has~ ta que el coche se detiene. —Puta madte —dice el hombre dando un golpe en el cable- 10. El colectivo queda algo ladeado en medio de los pastizales con una cubierta rota, y el chofer ordena a los pasajcros que bajen del micro. Emi suspira con fastidio, pero no tiene mas remedio que obe- decerlo, Da unos pasos sobre el pavimento y se pone a observar el paisaje. El viento caliente parece aplastarlo todo: los algarrobos polvorientos, las vacas echadas bajo su sombra rala, los yuyos que crecen en las banguinas, Nada es como recordaba, Qué vine a buscar, se pregunta. Un remolino de tierra se levanta desde un campo arado y en segundos se disuelve como humo. El calor ha silenciado a los Pijaros; estén inméviles sobre los hilos del alambrado. Solo un carancho se mueve, picoteando unos restos sanguinolentos que quedaron desparramados sobre la ruta. " ° bi ; —cermina, vuelven a subit, | doc chofer er ambre de chaleco naan " deben espera 4g les ce al costado del asFalco. La las paredes cubiertas co Ha es, an el pa Pa dee ano en un Fuentén oy? ea, jet lava ropa 2 m3 a ” Colorad, gna pare Un0s pett0s lacos ductmen 0s, dos hombres tom; . cos de bre te 1AM Vin 10 ak 1a sobre una mesa chueca, La muje refiegt 2 FOP UY corey was rota Ia MAGEE, Ma, COMO si gg - et camino, y ier A se clva los ojas sus miradas se Cruzan por ung, gundos. El micro se pone e” reuperala velocidad perdida, is cabecea, peo no quiere dormirse, No debe faltar much Antes de media hora el chofer estaciona en la banquina ~Ceuce de La Gallarecal —grica. Emi se apura a bajar y recorre el lugar con la vista, Sigue buscando cuando el colectivo se aleja y confirma sus sospechas, Su abuelo Bernardo no ha venido. Ve as carboneras silenciosas ¢ imagina las viboras acechando 8 marcha y al terminar la zona de b, hea centre sus ladrillos roidos. Se queda un buen rato bajo el sol que azota su cabeza y no aparece nadie. No tiene sentido seguir esperando. —WVigjo de mierda! —dice. Carga su mochilay se pone a caminar hacia el pueblo. er Amanda. 1971. Villa Ana manda intenta dormir y una imagen la sorprende. Unos ayos de sol delgados como agujas se filtran a través de los arboles tupidos. Una Amanda pequeaita juega a atraparlos con ‘sus manos, sentada en la falda de su madre. ,De dénde me vino se recuerdo?, piensa, Si habia cerrado todas y cada una de las puertas. Se acomoda de costado, pero todo le molesta. Los ronquidos del marido, el aire espeso y quicto, las sébanas sobre su cuerpo. Y aunque busque a qué echarle la culpa sabe bien lo que le quita el suefio. Su padre esté enfermo y decidié ir a verlo, pese a que habia jurado que jamds volveria a ese pueblo. ‘Acomoda la almohada y vuelve a ponerse de espaldas. Fija los ojos en el cielorraso en penumbras, y como de la nada comienza a sentir una Ilovizna tenue que le moja la cara. Otra vez ¢s una nena de seis 0 siete afios y esti yendo a lo de dofia Martiniana Zudsquita mientras revolea una moneda, Se detiene y lee: Vale por dos kilos de carne. Si el vale era por diez la acompaftaba su hermano Tobias o el Bauti, para ayudar con la carga. Quicre pensar en otras cosas, pero las imagenes siguen; no puede detenerlas, Antes de que suene el despertador se levanta de un salto, y poco después est en el asiento del micro que la llevaré a Villa Ana. El sol, que apenas asoma, ilumina los campos con su luz de foto antigua. El colectivo se detiene en el cruce de rutas y sube 3 on una pila d€ PAPEICSY Se sony, de £e0j0- Funes su bolso Bajo ¢ pone Meo en ranco veaprovecta a mirarla, Lleyg Fanjas ¥ turquesay te | asiento, abre una carp, et ace marcas con un Ys 9 Tapia 2 B . Aman auelo con Iunares nal int “ 0 2 Pra vincha, las was comidas, un Panag cs chas. spit y Amanda se agacha. Estra su brary. sical sontfe Je pregunts Para donde vigja. * _-responde Amanda. aver ami padre, que anda enfermo despa Wr Las Toscas, un poco mas al norte de Vy, ta si ella esté volviendo a su casa, Ta chica—, este fin de semana avisé gue ny Jeacara que ve © ‘Ocampo, ¥ fe PFEBY! ide rs oe Gl, a secucha ese nombre el corazén le da un yu ot pels ebiosy 6 aguanta as g3n2® de peu a eamirath. Esmuy jovencita, Debe andar por ls decay sine La misma edad que tendria su hija si estuviss viva _-Vaa visitar a algtin noviecito? Ain vy aver al cura del pueblo. Lo conoci cuando vinoa dat una charla a mi escucla, en Reconquista. Estudio abi, pc guemi papi quiere que vaya aun colegio religioso yen La Gr laveta no hay. Este cura no es como los otros. Me gusté tano ‘cbmo habla... —Si habla tan lindo capaz que sea el mismo que vino a Las Tosci el domingo —interrumpe Amanda—. No voy nunca mis, pero una amiga insistié, y no me arrepiento, Me hubiers quedado una hora mas escuchdndolo, No me acuerdo bien +pelde,Yardui, me parece, 0 algo ast Vaccurai dice la chica, . ii Eso! Yaccuzzi. Del nombre si me acuerdo, porque es el mismo del cantante espafiol que estuvo el sébado en el progra- ma de Mancera: Rafael. ‘A Amanda le dan ganas de hablar. Le cuenta que como no hay televisor en su casa, os sdbados va a mirar un rato lo de la yecina. Después le dice que no tiene hijos. Solo un marido, Genaro, que habla poco y me quicre mucho. Le dice su nombre y le pregunta cémo se llama. Elena —sonrie la chica, y apoya su mano en el brazo de “Amanda—. Pero de mi familia mejor no hablo —agregas y en sepuida cambia de tema—. Es grande Villa Ana? "No sabria decirle. Cuando vivia ahi, si que era grande. Grande y linda. La mas hermosa de todas las poblaciones de La Forestal. Aunque me han dicho que esté muy cambiada, —;Hace mucho que no va? _—;Aniares! Me fui en el 55, cuando cerré la fabrica. Mas de dieciséis afios atrds. Parece mentira... —N asu padre no lo ve desde entonces? Lo vi algunas veces, pero siempre me visit6 él. Yo no que- ia volver. Para qué? Cuando se fue la Compafiia solo quedaron los lamentos. —La de La Gallareta fue la iltima en cerrar —dice la chica—. Tenia nueve afios y todavia me acuerdo. Allé no se habla de otra cosa que de La Forestal y de lo bien que se vivia —sigue, y enseguida le cuenta que ella y sus amigos quieren hacer algiin emprendimiento para devolverle la ilusién a la gente. —Dios la oiga —dice Amanda, y agtega—: Las visitas en el hospital comienzan més tarde, asi que voy a aprovechar a salu- dar a.una amiga. Le avisa al chofer dénde quiere bajar, y cuando el coche se detiene, busca su bolso y se despide. El colectivo arranca y ‘Amanda responde al saludo de la chica, alzando su mano. 1s da miando la polvarcy la dos se qu gs seeu i part oneal leant ia me puede vay pon par doe crenes cargados 4 ox. Del ere a, slo un sender® We sobrevve cnn era, 20 oe eos mas alls det de unos spins” jalezas- : a de tas paredes de adobe. a seat 8 ue ando cet I rica Ie Ros 58 2 op Pt gon ene ancho de 2 je , mans te de ua Mata PEE NO CEE pa, sdida. ; decid yuna vor cascada la invita a pasae ts Golpea las d 1 ice de cortina, y la re rosa que hace y la recibe un typ, netrante : Per ar equiva una gallina que sale cacareando, alboroy, sas moncaspegjoas parecen BUSCA Jos rayos de sol que sceneries. Cuando sus fo © acostumbran gh sc ae Modes Peels madte de a Rota, og ee eae con ls pies descalzs yas manos juntas, vt heen descolorido le salen dos bracitos secos como r. por debajo de los hucsos aflados amas, Su piel scura le cuelga ah iseara. Apenas se le ven los ojos, hundidos en un mar de arrugas. "Amanda no puede creer que esté tan vieja. Unos pirinchos blancos se e encrespan en la frente, y la cen. agri cae, desmadejada, sobre su pecho. Modesta se pasa los dedos artriticos sobre la boca, como si secara una saliva imaginaria. Después tose, escupe en un trapo, ya invita a sentarse con un gesto. La mira unos segundos, y de Pronto los ojas se le encienden, —Ave Marfa Purisima,jsies la Amanda! —murmura, mien- twas sonrie, mostrando sus encias desdentadas. De inmediato comienza la charla. Le cuenta que su hija, la Rosita, se habia Eee ec .do con un hombre. Que cuando falté el trabajo, él se fues amiga ban sin casa tuvieron que meterse ahi, La Juana ha- yyeomo esta ia rato que habia partido, ‘Amanda quiere saber por dénde anda la Rosita y vuelve @ ncarle. La mujer sigue como si no la escuchara. he sabido tener otea condicién, m'hijita, Pero una tiene pregu! —Yo ecumplir el destino, y el destino ¢s caminante. u ea recuerda bien cuando cra cocinera en casa del gerente. siempre impecable, con delantal almidonado y cofia blanca. La trenza, gruesa y negra, enroscada en la nuca ‘Modesta calla de pronto, y Amanda le pregunta otra vez pot Ia Rosita. ‘Acurrucada en el catre, la vieja se persigna, “Yo soy muy catdlica —murmura—. La Santisima Trini- itu Sanco habrin de proveer cuando no tenga na- sies que lo hay. Y otras, solo dad y el Es ita. A veces me como un huevo, 6 alguna cosita que me traen los vecinos. mate y pan duro, “Amanda entiende que no logrard que le responda y se levanta. Pero entonces Modesta le pide ayuda, Da unos pasos, arras- trando los pies, y con sus dedos huesudos sefiala una cruz de palos desde la puerta. —Ahi estd la Rosita dice—, por si querés rezarle antes de irte. “Amanda se la queda mirando. Ella te habfa hecho una carta cuando se puso enferma y me pidié que te la diera ‘Una carta? {Para qué le habré hecho una carta la Rosita?, se pregunta. —Hacia rato que habia cerrado la fabrica —sigue Modes- ta—. Un dia pasé el Bernardo y ni bien supo que la Rosita ya no estaba, pegé la vuelta, Me asomé y vi que habla una mujer en el auto. Pensando que eras vos corri a darte la carta. Pero no eras. El Bernardo se la quedé y me dijo que te la daria, ” eR si Bernardo se Hev6 esa carta ya 7 nu, Ia Rosita. Mejor asi, piensa, Nyy, ja suspit fle ‘ deci he Y Si tuvo Prcag lo sab pordonat pide y se acerca ala cruz, das ojos weminareros ahi, MUEMUFa, mie, se tacikima ver que Vio ala Rosia, yon pero nunca pudo hacerlo, Acarigs aCe agg la imagen hey rarselas Caming ie Lak, ebtach O5tes gue el blso que habia ocultado, y toma e _ pul, Al girarla cabeza, ve 1s apatejos gy aaa para carga en sus tenes, 10s rollizos de qy = ra poses unids por bridas de hierro, Cinco p ac recen patible ee andar descubre lo que fue Ia pista de ating cond aoraen un porrero donde pastan los cabsllos, ro lega a a calle arbolada y pisa la tierra cubiera de sembea El corazbn se le desboca al reencontrarse con eso pi tanos de troncos nudosos. Desde lejos repara en la chimenea, pero desvia la vista ‘Camina despacio. Quiere ver hasta el ultimo edificio: el hos pital la casa de visitas, el hotel, la casa del gerente, las solteras. Algunas construcciones estén encaladas de amarillo y conser van sus techos rojos; otras se ven en ruinas. Todo es igual, pero distinto. Ya no quedan jardines, Apura el paso para llegar al almacén. Esta igualito, con su puerta de madera, las ventanas altas y enrejadas y sus paredes de ladrillos, Desde una grieta del tiempo, Bernardo se escurre. Da un sakoy sele acerca. Camina a su lado y le sonrie. Son dos jover fa 12 empuja contra el tronco de un plitano, la abraza con fuerza y le busca la boca, — ‘Amanda aparta el recuerdo y sigue. Faltan dos horas para el horario de visita. Dos horas bastan, se dice, y enfila hacia la casa de los hermanos Molinari, donde trabajé su madre y luego ella. Quiere ver la casita del fondo, donde vivié siendo una nena. ;Estaré todavia? Lo que era el jardin de la casa grande esta convertido en pas tizales. Sube los peldafos rotos de la galeria y golpea, por si hubiera alguien. 'Al alzar la vista vuelve a ver la chimenea de la Fabrica. Por un momento le parece escuchar la sirena cortando el aire con su sonido ronco, y no puede evitar que los ojos se le nublen. Justo entonces se abre la puerta, y aparece un viejo que se la queda mirando. Esté vestido con un pijama manchado y unas pantuflas. Tiene los pelos alborotados, blancos y largos. Le parece que es don Pedro, pero le cuesta creerlo. El la reco- noce y le da un abrazo. La invita a pasar y se sientan en la sal entre los pocos muebles que quedan, Don Pedro prepara mate y le va contando que cambié de oficio. —Ahora compongo relojes —dice, mientras se los muestra, ados de mayor a menor sobre la mesa—. Es como arreglar cl tiempo —y sigue—: Aquel es el Longines que estaba en el despacho del gerente. A ese también lo volvi a la vida, ‘Amanda lo mira de reojo. Tan pulero y exigente que era —Lo hago para pasar el rato —agrega—. Ahora estoy jubi- lado y gracias a eso puedo seguir aqui. No como muchos, que tuvieron que irse. Aunque algunos ya estan vol Después se pone a hablar de Isabel, la hija del ingeniero. ‘Amanda la recuerda bien, Se vestia con los titimos modelos que compraba por catdlogos en Harrods o La Imperial, directo de Bue- nos Aires. Le parece verla, con su cintura avispa y la falda plato a media pierna; sicmpre con tacos altos y sombrero haciendo jucgo. » Jo que la propia muier Ie cong, repie Don io ruvo que salir para la ciudad a buscar : ! A cat tra —finamens una nifa mimada Y M0 sabia yj bai, sievienta. come 8 ina. a nage los ricos tambié _ Asi que a los ign les manda susp: AS! camhj vide. 5 de a poco — vidi plo esté muriendo Pe dice el h, Ot bg —Fsste pu ruitlo. ; d ' in habla cuando ve la pequefia queda si AEH asa don _ convertida en galponcito. Le viene después, de cuando ya no vivian ah, seuela con sus amigos. Le parece yer, Pepto ora vets mienras es ne aleer. Td en pails hay durmientes cublertos de Lgueng, Aden deo que ues casa Seve wna sierra un banc de ey, piney stones rojizosreién cepillados, epee que antes era el monte solo quedan raigones gue anaes yenambres de yuyos —dice don Pedro con la miraiy ruin. Como bichos, las malezas se van comiendo al pucbl, semeren en hs casas y tracn a las alimaftas, Son los fantasmas de os qucbrachales que vienen a vengarse. ‘Amanda lo mira, Envuelto en el viejo pijama, con sus pelosal viento, hombre mueve sus brazos y habla exaltado. ALigual que sus rlojes, algo dejé de funcionar en su cabeza on Pedro sigue, cuférico, mientras levanta una lona remen- dada y le muestra, Est armando una barcaza de madera con el quebracho que él mismo corta y cepilla de durmientes viejos. —Alguna ver, ls aguas del rio llegardn a Villa Ana paral: varl pueblo —agrega—, Entonces podremos subir a esta barca ysalvamos todos, Amanda yao quiere escuchar. Se despide y eamina ride jo Cyl le que bordea la plaza, pasa frente al ub donde ella tenia prohibida la entrada. ey fa inwita a 8 ‘Amanda se wind con suf genes de un siemPe eran pa jugar alae al » ne TEL TE A las paredes de tablas les falta pintura desde hace tiempo, pero todavia sigue abierto. Atraviesa el tejido caido y se rae a la ventana. Recuerda la noche en que vio a Bernardo con la maestra y de inmediaco sacude su cabeza, No va a permitir que las heridas se abran, Ve una mesa de billar con el pafio zurcido, el enorme salbn yacio y el antiguo proyector de cine cubierto de polvo. Le cuesta aceptar lo que ve. Sale y camina sin levantar la vista. Algo ne que encontrar que siga intacto, algo quetido que atin conserve siquiera un olor ‘oun sonido. Se va derecho a la estacién. El tren era el puente que unfa sus dos mundos. El del obraje, donde se fue a vivir con su madre y su padrastro, y el del pueblo, donde visicaba a su papa. Y donde se instalé después para armar su vida. O para des- armarla La estacién tampoco se salva. —Nueve mil personas que se van dejan este vacio —dice una voz a sus espaldas—. Apenas si queda un pufiado de gente. Es don Francisco Fiorentino el que habla. Amanda no lo re- conoce, pero él si se acuerda de ella. —Cuando llegué como peén la veia ir y veni muchacha —le dice—. Ahora soy jefe de estacién, aunque es poco menos que nada. Se Ilevaron hasta la campana. Los recuerdos le dan un brill extrafio a sus ojos mientras habla de épocas gloriosas, cuando la estacién estaba abarrotada de gente y los trenes partian rumbo a los puertos, con su carga siendo una de rollizos y tanino. —Piracud, Piracuacito, Puerto Ocampo —murmura—. Los autos de via trafan a los gerentes ingleses, y las zorras a los ha- cheros enfermos o heridos. Ya nada de eso existe. n ua. Empuia a puerta del basg ine escondido, en el que de ong ain le 3s pagos alld por el 10, cuandl j as, Ahora no queda nada, py,‘ sn vaclas. Los que se v; eng mbas est’ Aan las ro, pesto pasa una arta d€ COMO CN tangy derla, rapide para ir ac 1 de ars de que el hombre se vaya, a razon apretado Arrastra sus py Ete. 0 sepuing ia la vista para n sated ee parte y desia [a vista para no ver de nueg raven Noquee que Bernardo s° le aparezca otra yer, ra gin pases por la pla cuando clea gue ‘amina hasta el hospital erla. Tiene los ojos sombreados coq cep, Su padre se alegra de ¥ dou manchones als, las mejillas hundidas, cubiertas por ung tint lay blanca Yano quedan rastros de su pelo roj, Hace rato que no nos vernos —le dice Amanda, mirando sus aru. “Antonio e oma las manos y se las lleva al pecho. Las sujew thi como cuando era una nena. Y asi se queda un rato, sin deci ‘una palabra. Enles dias que siguen, Amanda se hospeda en una pensin, donde antes funcionaba la fonda. Su padre conserva la casa snicaheenca que le dejé la Compatiia aunque no tenga est ‘ur, peo ella no quiere estar ahi, ones después Antonio ha mejorado y le dan el al put qc saya ivr con cla y con Gensro ort os, diciéndole que su marido lo aprecia mucho, Sica a ebe. Le asegura que no hay mejor lugar a 'Y que de ahi sol lo sacardn en caja de madera. 2 Cuando se despiden Antonio oftece acompatiaela, pero cla le ecuerda que tiene que guardar reposo. Le da una mirada a la sala desde la puerta, lo abraza y sale, Cruza la calle y avanza al calor de la sies dien- ‘al viento norte azota sus piernas. Todavia le falta algo. No ajo el sol puede irs sin vera ‘Camina répido por la calle central en direccién a la fabrica. ‘Se acerca al portén y mira la chimenea, sus peldafios oxida- dos y quietos. “aeraviesa el predio que la separa de la calle y se asoma al pile En el agua estancada ve el reflejo de las ruinas. Se mete por el hueco donde alguna vez hubo una puerta y entra. No queda una sola ventana. Solo los agujeros por donde se ccucla el cielo en la parte més alta, y una banderola redonda y "Amanda acaricia las paredes de ladrillos desnudos que guat- dan el calor de la tarde. Las mira desde abajo estirarse hacia lo alo. Se arrima a los pedestales donde se asentaban las méquinas y descubre las baldosas de guardas que quedan en el piso. Lo {inico que no pudieron llevarse. ‘Alaa la vista y ve que en medio de los hicrtos desnudos del techo pasan las nubes. El viento le trae susurros de voces espec- trales. Vuelve a ofr el ruido ensordecedor de las sierras y a ver el settin que corre sobre las cintas. Unos hombres casi desnudos palean el fuego entre nubes de vapor. Un obrero moja sus manos y-corta con ellas el chorro espeso y rojo del tanino que cac como sangre adentro de las bolsas. jAdénde estaran las risas y los gritos las tristezas de todos esos hombres? 2, se pregunta. ;Adénde, 23 aiin se mueve, contone ‘and, lo uy scubrir la cabera que quedé june, da y esas pupilas verticales que pare, iyerda de aquella tarde en el ag us Pig, en mie Oe xan lo eatiato 86 aC madre. oto se quae asastarte —-le dice el hombre bajando pero pica no contd el. cuento, me : fa konako Silva el que hablay el Ultimo encargedy 4 ‘ghewa, Amanda no lo reconoce enseguida; él la sal a el Mache, luda con g. ans ™ gn ese mismo lugar estaba la garganta del diablo, la una maquina embrujada que cocinaba el aserrin mar 1 ays de mis hermanos. Aquellas dos ventanillas vomiabay sur del tabsio, en una pagaban y en la otra se cobraban lo as del almacén, Da rabia ver que todo esto son Oras no. mas Amanda escucha atenta, Entooces él le dice que se acuerda bien de cuando clla iba con % padre a cobrar as cuotas del Sindicato, 0 lo acompafaba a 1s reaniones —Te quedabas en la falda del Antonio mientras planeiba- ‘os algun jaque a la Empresa —agrega—. Tampoco me olvidé = = Sx mayor y andabas por el pucblo. Me pare Bite tal a de costura, siempre contenta. Hasta saceaeco Bernardo, Tipo fulero si los habia. lombre se pone rojo. Ne ie i nea nnemetetme —balbucea, y para cambiar dt tde las viboras—. Si era curiyt no la matabs = a «i porque mantienen a raya a las rata, pero la yarard no perdona, yen este pueblo ni siquiera hay suero "Amanda creia que nadie se habia enterado de su romance con Bernardo, y ahora se da cuenta de que no fue asi. De todos modes, ya nada importa. Retoma la charla y le pregunta por su hija, nada mds que para ayudarlo a salir de la zozobra en la que 41 solito se metid, Reinaldo le cuenta que la Susana se fue a estudiar para macs- tras y sigue conversando sobre la familia, Pero parece que en ese pueblo no existe el presente ni el futuro, porque después de unos fninutos se pone a hablar de antiguos esplendores. De los bailes de entonces, de los clubes, del cine, hasta que de a poco cae otra vyer en la tristeza de lo que fue y ya no es. Entonces le confiesa que a veces, en medio de la noche, lo despierta el sapucay de un hachero. —Después me doy cuenta de que son solo pesadillas y a los pocos minutos me acuerdo de que todo esté muerto, Ya no que- da nada Falta poco para la partida del colectivo y el hombre le oftece acompafarla. Al llegar a la parada, Amanda distingue a Elena, la chica que viajé con ella el siébado anterior, conversando con un hombre. —Ese que esta ahi es Yaccuzzi —dice Silva—. Es el cura del pucblo aunque con esas bermudas que usa, no lo parezca. Es el nico que se mueve aqui y, a pesar de que el monte est seco, logré convencernos para que intentésemos hacer algo. —Eh, Reinaldo, no te olvides que nos reunimos a las cinco le dice el cura mientras trepa a su bicicleta. Al oir su voz, Amanda lo reconoce. —Lo escuché el otro domingo en Las Toscas. Hablé can do... —Si que tiene pico —sigue Silva—. En el iiltimo sermén dijo que en cada hachero oprimido esté Cristo pisoteado. Da- 25 a een ne Leh eR _Bs0 no es costumbre entre eet los jerudo no tiene nila sotana, Poller, Anankse Oe provecat 1081296 UE €5 lo Nes erst Mg cooperative. SOMOS CUREEO hach, "£0 aye y orga Ai mu aos Sora ¥ 00 ara CONVEE lefia en carbsn eis na moet MOMS todos. Come a ie clei estacionay Ie alcanza el bolso, . canis srcalada y Reinaldo le dice que vaya trangy) : ila } e, y si alguna vez decide v * Que Olver, ya sake donde enconeratlo- | . ne za con fa vista un aienOVACIO,y Ela J ! ace una sefta. que nas eames viendo seguido —le dice ac hic, —Parece ‘Amanda se entrega a la charla Elcolectivo artanca y emi. 2016. La Gallareta ve no esté en el lu- nla casa de su abuclo no hay nadie, La Ez. de costumbre, pero la vecina la reconoce y le dice adénde ede encontrarlo. Emi deja la mochila en la galeria y sale. [Alllegar ve el Renault 12 bajo la sombra de los pinos. Empu- ferza la reja descascarada y se hucle la mano. El mismo pu‘ ja.con fu olor a éxido que recordaba. Va pisando las matas verdes que asoman por las grietas del sendero, Acaba de descalzarse y los pies le queman. Mientras gvanza mira las sepulturas. Unas pocas, muy anciguas, tienen la gstatua de un Angel. Otras estén pintadas de turquesa 0 amarillo rabioso. "Antes de buscar a su abuelo pasa a ver la tumba de Regino Pérez, Siempre iban con Santiago a reftse del retrato borroso del viejo, de su barba larga y su sombrero. ‘Nunca sc lo dijo a él, pero clla solo fingfa la risa, porque para |. Su abuela Magdalena Ia convencié de que jostrarle la sus adentros, crei cl hombre era milagrero. La llevaba hasta ahi para m plaquica que hizo hacer a espaldas de Bernardo mucho antes de que ella naciera, La encuentra y la lee: Gracias Regina por salvar ‘aElena, {De qué la habré salvado? Nunca se lo preguneé y ahora es demasiado tarde para saberlo. “Tengo que buscar al abuclo, se dice, y sigue. ‘entado en un banco con su gorra gris incrus- gdalena, que Bernardo esté s tada en la cabeza. La vista fija en la foro de Ma 7 OS an RR | A Lipida. La camisa destenig ro dela a, neler las alpargatas + lag a gn age 8 APSE atl | Sy, o rn encor¥ me on fel envio estate qe de Pron sine, Emtlo tenia porque se olvidg ina we tenia porqt 1S de bye. Pen, Fi yl bronca @ sch infinite Y a te le aa veer eco yap a €n su espald, zo él no reacciona—, Aj, & xbuelo Susu Pe + Abul "ep cero saute sedo la mira y Fecién encoy ; Hasta que Bernardo la mira y ACES Sus ojo, svinan oP at i Emi gut, ohisten AEE, 18YOr Se leg cb. i a ——_—_—_——X—X pominga. 1935. Villa Ana itorio y se quita el patio mojado de la cabeza. Amanda Ilora cada vez més fuerte, sentada en el umbral de la casita del fondo. Tobias no le hace aso y sigue con la poda, La tijera que empufa es demasiado grande para sus manos chiquitas. Apenas si logra quitar unas hojas. Dominga se da cuenta de que el llanto no para y se levanta sin ganas. Cuando sale, ve que la puerta de la casa grande se abre y aparece dofia Imelda, la hermana de don Pedro Molinari. La mujer sin decir una palabra, se lleva a la nena. Dominga anda como una sombra desde hace dias. Aunque no quiete Horar, las lagrimas le saltan. Sus patrones la ayudan como pueden. Doria Imelda se encarga de Amanda y no le exige més de lo necesario. Don Pedro la mira con lastima. Tobias sigue con cl intento de podar los rosales como hacia stu padre, pero le faltan fuerzas. Don Pedro lo mira a través de la ven- tana y mueve la cabeza. Tendré que contratara un jardinero nuevo. Para qué se le habré ocurrido hacerle caso a su hermana. Hace mas de seis meses que hizo entrar al marido de Dominga en la fibri ante la insistencia de Imelda, que le machacaba lo habilidoso que cera, Se dejé convencer y hablé con el gerente, Sin embargo, las cosas lor y no recibié quejas, no salieron como esperaba. Es buen tra pero en lugar de seguir cuidando el jardin en sus dias libres como habfa prometido, Antonio se enredé con otra y terminé con nueva concubina en la casa que le dio la Compa ™ La sangre ardiente Ie all mientras va. con Ja bandeia y ¢! cos dias para que llegue © vieno¥ las net jal reparo. Sesienta sil ee ae Cea yy pasa la servilleta POF la bombilla de platy el mate. Coa ue Tando con oro. Despues unta UNa Costa stuvi reparé Domings para aprovechar |g wa, se dice, mientras la saborea, y Ia perdid. Sigue con el mate y lag pororé la vida. piensa el contadoy diario hacia Ia galeria, Falean po, yelaire es frio, pero ahi dy d como si con la mermelada que higos. Esta mujer es una I «arrebatado del Antonio SE cradas,y abre el dio. rostadas,y abre ear sigantes: “PAZ EN AMERI. E] Orden destaca © al Yun poco mis pequo, "12:32 hs: Tnstante em que Ra dios yTelégraoslevaron al Mundo la Palabra Paz". En toda petada pueden let [os tials sobre el tema: “Cesé el Fu pesados los Frenes, “La Paz del Chaco es la Paz de Améri lvora las noticias. Se acaba de firmar el alto el entre Bolivia y Paraguay. El es un ento. Cien mil muertos es una Durante un rato fuego en la guerra del Chaco, hombre pacifico y se pone cont cifra que aterra a cualquiera. TTedo po el oro negro, se dice. No hay oro que valga la mucr te de nadie. ‘Apenas lo piensa, se acuerda de que al tanino lo llaman el ‘oro rojo, y se le cruzan las huelgas de unos afios atrds. En esa época dl no trabajaba en la Compafita, pero oy6 hablar de lo cocustido, De la represién y de los muertos. “Fue necesario para que La Forestal pudiera recuperar el dominio”, habia afirmado el gerente en una de las cenas que organiza. ; tuve nada que ver con eso, se tranquiliza, y carga merme- lada en ot i c fa tostada, Por suerte las cosas han cambiado mucho, ira i fa ments Jimpia el cuchillo, De inmediato le viene a !a te set logue ey en el almacén de le turcos. Dos hombres laban sobre la ruindad de a; i mmueten cons m i le algunos contratistas. Los hacheros 1scas, deck i cia uno, y Io nico que hace la Em- 30 presa es lavarse las manos y mandar las sbras,Sabe que e% ¢ Firco, él mismo vio las bolsas de arroz infectadas de gorgojos:y 4 los trabajadores del monte, enfermos y desnutridos. El ruido de la puerta lo sobresalta. Se le cierra el estémago y deja la tostada. “Amanda aparece en la galeria, de la mano de Imelda. Recién peinadita con un mofo grande en la cabeza y el vestido azul a media pierna que le compré su hermana en el almacén. ‘Don Pedro se quita los antcojos y la sienta en su falda — Hered6 los rulos rojos del Antonio —dice Imelda mien- tas se los acaricia (jald solo haya heredado el pelo, piensa él Bs verdad lo que se comenta? —pregunta su hermana. El la mira y ella baja la vor. _—-Me dijo dofia Bianca que nuevamente se cierra la fabrica. Don Pedro busca el paquete que trajo en la bandeja, y se lo daa la nena. La sienta con cuidado sobre los escalones y la deja sola pata que lo abra. “Ya lo quiero ver al Antonio si llega a ser cierto —sigue Imelda. “No hay que hacer caso a los rumores —responde él pero enseguida se calla, Ayer mismo oy6 decir al getente que habia que disciplinar alos obreros él sabe bien lo que eso significa. ‘Amanda rompe el envoltorio y corte a mostrarles la mufie- quita de trapo. En ese momento, la Rosi tromba, y al verlos a ellos, se frena. —Seguro que se le escapé a la madre Los domingos hay cantos invitados en esa casa que Modesta no tiene tiempo ni de peinarla. ;Mird los pelos que tiene la pobre! Lehace una sea y le ofrece a tostada que qued sobre la mesa. Lannena se acerca a buscatla, pero no se decide. Se limpia la naria con el brazo y se queda con los ojos clavados en sus pies descalzos. ta ateaviesa el jardin como una —suspira Imelda—. 3m iene el veto arrugad 9 Tos P08 TESS COMO crencha, Modes le unta kerosene para matle los piojos. eee fase acereay le ofec a mutica La Rosia la empy, sma ndo Al lego 2a vereda choca con dofia Pia, j que pasa a sludarlos como todos los do. ada por su hijo Pepto, ¥ por Bernard, impre andan juntos. y sal esposa del quimico, jingos. Viene acompati el hijo de los Mancini. Sie panda val encuento dels muchachitos con su mueca en Tos tes se ponen a jugar en medio de las plantas, Pigg trae un palo y dibuja letras sobre la tierra. Tiene ocho afios y es Io que is le gusta hace. Las copia todo el tiempo. La W de mmiquina de hacer chorizos Wanderer, oj ylustos, que aparece durante unos pocos dias en el invierno; las de la radio Prieto; las de as hachas Collins; las del diario La Nacién que lee su padre. Las aque mdse gustan son las del calentador Primus, que tiene grabadas tinas palabras en diferentes idiomas. Cuando los padres de Ber rardo duermen la siesta, se escurten los dos al almacén, para que Pepico cope as letras de ls atas que se importan desde Inglaterra Bernardo aprendié a imitarlo, Toma otro palo y garabatca sobre la tierra, mientras la sonrisase le ensancha. Ya sabe escribir su nombre y quiere que Amanda lo vea. Traza la B con esmero. La nena deja la mufieca en el cantero y los mira embelesada Pepito levanta la vista y le sonrie. Toma su mano chiquita y la guia con firmeza. Le ensetia a dibujar la inicial de su nombre brazos y yy sigue con el resto de las letras. Dominga los mira a través de la ventana del comedor, don- de esté preparando la mesa. Piensa en el Antonio, en su propia vida, y le salran las lagrimas. Se pasa el delantal por la cara y s¢ promete que la Amanda va a tener més suerte que ella. 7 , . aan Primavera y Antonio empieza a buscar a su hija a Pi fe los Molinari. Sabe que no verian con buenos ojos 2 ques Heve a la nena. Lo que le resulta raro es que Dominga pte Igual no até pregunta, No quiere que cambie de iden ‘A su hijo Tobias no le pide que lo acompae porque siempre Jedice que no. Es verdad que tiene que lustrar zapatos y ocupar- sede los patios, pero Antonio siente que son solo excusas. Desde Gue le fue de la casa el muchachito ha cambiado mucho. Ni Fjen lo ve venir baa la vista y cuando intenta abrazaro le reiie. Sus compafieros le han dicho que si anda con un erio en bra- qos por el pucblo no levantaré sospechas, yal Antonio no hay cosa que le dé més alegria que llevar a su hijta con él Hace tiempo que hacen reuniones clandestinas para encon- cetté en octubre y la historia se repi- rar una salida. La fabs te, Las mujeres y los chicos reciben Ia limosna de una comida diaria, mientras el hambre obliga alos desocupados a rebuscarse con las changas. ‘Siempre el mismo juego, dicen los mas viejos. La Empre- sa se justifica a través de la prensa alegando que hay exceso de stock. Puras patrafias. Doblegan con el miedo y oftecen migajas. Anconio descubre cosas que no veia cuando solo se encargaba del jardin de sus patrones. Ahora sabe que los empleados de mayor jerarquia siguen cobrando su jornal y juegan al golf con sus supetiores, mientras los obreros corren fra suerte, A uno pocos los mandan a reparar maquinas; otros sufren suspensiones o pagos parciales, y reciben apenas una racién de comida. Los que ingresaron el iltimo tiempo deambulan como sombras. Pero esta ver serd distinto, monte también hay descontento y repiten en las reuniones. En el Jogran lo que quieren con- seguirdn el triunfo. Es Ia hora de la siesta y espera en la cortada de las cipas. yssale sin hacer ruido. Camina tan rapido que era, piensa en ef Irineo, Tendria que © Dominga sabe que el Antonio la ‘oma a la Amanda en brazos llega enseguida. cfregarle al Mientras esp 2 puen hombre, para que sienta lo mi, 2 no es el moments ye sabe que toda saa ye vent. Le asoman los rulos debajo g, ta gorra, tan rjos como Tos de so hija. : He clava los ojos y ci, sienre que todavia la perturba. ‘Antonio le sonrie y amaga dare me ming desis a aa. E10 del ses n0 es buen, oat ny levela por la sombra. Amanda se abra, ice por saludo, meh ie dd su pap y lo lena de besos. Dominga los ve marcharse y se queda mirando su espalda, misma se entinde, pero todavia To extrafia. "Awan sigue unas cuadras con su hija cargada sobre log hombros. ‘Cuando llega al galpén mira hacia am! se mete por el costado. Entra y cierra la puerta. Los bancos ya estén en su sitio y poco @ poco se va llenando jo que conocié a u i, aunqu Anton mo que ella sine ‘Al gicar la ca bos lados de la calle y de gente. Alguien le djo que vendrd don Rogelio Lamazén, y quiere conocetlo, Se sabe que Je mueve el piso a la Compati‘a desde hace afos y que por eso lo persiguen. ‘Al rato ve a un hombre grandote que avanza palmeando es- paldas y hablando a los gritos. Seguro que es Lamaz6n, piensa, cuando lo ve abrazar a don Luisito. Antonio conocié a don Luisito Bento hace unos meses y supo por él que son amigos. Volvieron a verse varias veces, y Bento le fue contando su vida. Desde que empezé a trabajar para La Forestal,en la casa central de Buenos Aires, hasta que lo tras- Jadaron a Piracuacito como tenedor de libros. Todo iba bien, hhasta que se entolé con los radicales nacionalistas, y lo echaron . ‘miramientos, La Compafiia no acepta que nadie ande con la dune oe ae seguidores de Yrigoyen y a los 1 nombre figura en las listas ne~ ‘gras. En lugar de darme miedo, mas bien me em, ;pujé a la lucha, u Jedijo Bento. También le conté que en el 28, los yrigoyenistas lo rnombraron comisario en Villa Ana y, por primera vez, la p ho estuvo bajo las Srdenes de la Compania, Don Luisito sabe que el Antonio simpatiza con los comunistas, pero los dos se respetan las ideas. “Antonio los observa desde su asiento, mientras Amanda jue- ga. sentada en su falda, con la mufeca de trapo, Lamazén es alto, ¥ tan enérgico que le cuesta controlar los ademanes cuando habla. Le cuadra bien el apodo de Yararé, que le pusieron la. Siem- ‘Don Luisito, en cambio, es de apariencia trang} fe va vestido con camisas finas y trajes a medida, corbata pre costumbre que conserva de cuando vivia en el y sombreros Gran Hotel Victoria, segtin le dijo. Nadie se explica cémo «elas arregla para que le brillen los zapatos en esas calles polvorientas. ‘Sin embargo, el Antonio sabe que hace poco volvié a su casa con unas alpargatas bigotudas. El mismo lo habia acompafiado ‘al monte a conversar con los trabajadores del obraje, y lo vio darle sus zapatos a un hachero herido cuando lo cargaban en la zorra, No puede ir al hospital con esas alpargatas tan rotas, balbuceé don Luisito, mientras sc las poni Eso lo pinta entero, piensa el Antonio cuando se acuerda. Bento le hace una sefiay él se acerca con su hija. Don Luisito sienta a Amanda sobre la mesa y le da unos caramelos, mientras le toca el hombro a Lamazén. Rogelio, amigo! —le dice—. Este es Antonio, del que te hablé. Es de los bravos, como Vargas. —sBienvenido a la lucha! —saluda Lamaz6n, mientras le aprieta la mano con fuerza. ‘Anuncian que pronto comenzari la asamblea y las personas se ubican. Antonio acomoda a Amanda en sus brazos y se sienta al lado de Reinaldo Silva. Romero se quita la gorra cuando le dan la palabra. 35 aueras gue SindieH0 5 TEAC sn gi sie ningdin tipo. Que sea de todos, come f a icales, comunistas, Socialis ina. Radi fas, de. vey sin partido tambieR dr aprobacién y siguen las mociones FORA quintista —le dice Siha indo otro obrero se pone d, , después te lo presento, lls Se quedan algunes de 8 Tabi, y le da un codazo CU ee ec es Vargas —Murmura— EL Antonio = Quiero poner @ con Varga para la ora. sideracién de la asamblea mi propues. ta: un cambio de ‘nombre. Sindicato del bras y es necesrio tener en CHEER 2 todos. Considero que Sin. Jour del Quebracho abarcaria alos obreros de las fabricas y a} tear de lr their lnciapecne & low del siete: No open vrarmulloe de sprobacién—. Quiero anunciar también Vargas—, que venimos a tract la solidaridad de Villa Guillermi- a. Ya sabemos que ls negociaciones con la Compatiia son pura 2 no aflojaremos. Si no aceptan las con- pantomima, pero esta Ve diciones habré paro total, je la fabrica y de los obrajes! Se oyen los aplausos. Poco después, Lamazén pide la palabra Reinaldo Silva le conté al Antonio que Lamaz6n es procurs- dor y defende a los trabajadores de los abusos de la Compa sin cobrarles un centavo, Solo les pide el voto para los yrigoye nistas a cambio del favor. También le dijo que se gana la vida con una soderia y una fabrica de embutidos, que tiene en la propia casa, Cuando Lamazén se pone de pie todos se callan. Impone respeto solo con la mirada, : a amet que no soy del Sindicato, pero no me bave eee alentarlos a que se organicen. No dang tlt hasta que se reactive Villa Ana, carajo! 81 golpe sobre la mesa, Una botelita de Chinchibira Pedazos, rueda y cae al piso, haciéndose 36 einen eee La bolita que funciona como tapa salta, y Amanda murmura algo pot lo bajo. ‘Don Luis Bento alza la mano. __Debemos evitar enfrentamientos y estar unidos como si fuésemos uno. Pedir que se reabra la fabrica de Villa Ana y los sbrajes que cerraron. ¥ también que se reconozca al Sindicao. Varios hombres celebran con aplausos. “Amanda se baja de la falda del Antonio y se sienta en el suelo, Nunca antes habia visto a tanta gente junta, El griterfo le hace a los hombres desde aba- cosquillas en la panza, mientras jo. El humo del tabaco flora en lo ako y parece brillar cuando yuelan las gorras. 'Al regresar Ia calma, comienzan a organizar las acciones, Mientras los hombres hablan, Amanda toma un lépiz. de tinta que encontté en el suelo, lo moja con la punta de la lengua y se pone a escribir sobre el revés de un volante, a nueva palabra que yd: carajo. —;Digame de dénde sacé es0? —le dice Dominga cuando la escucha. ‘Amanda est jugando con Bernardo y Pepito en el patio, y mientras golpea con su pequefio pufo el escalén de madera, repite una y otra vez. —Carajo! ;Carajo! —Basta, Amanda mirandola seria. La nena sale corriendo y suclea |: y los rulos rojos se sacuden sobre su espalda. Bs igu: .nsa Dominga, y disimula la risa, Pepico y Bi le grita, le lavo la boca con jabén! la risa, Se le desaté una trenza ica al An- ernardo, tonio, corren tras ella. 7 Emi. 2016. La Gallareta cspertaten Ya es hora... eso has venido.. DEin pegs un grito abre los ojos. Otta vex esa voy hablindole en sucfos. ‘Ge levanta y va ala cocina a preparar el mate. Su abuelo le dejé una nota que dice que la espera en lo de Tito. "Antes de reunitse con él dard un pasco. Es temprano toda. via el calor no aprieta tanto. Apenas sale ve la chimenea y le vienen las palabras que repitié Bernardo durante afos. Sescnta y cinco metros de ladrills y sigue intacta. Si habrin trabajado bicn los ingles. Desde la calle ve las sogas repletas de ropa y descubre que armaron viviendas en todos los galpones. Unos chicos descalzos corren detrés de un perto. Un poco mAs alld, sobre unas paredes blanqueadas, hay un cartel del Templo de la Asamblea de Dios. Cada quien tomé la porcién que pudo, Sigue hasta la plaza y se detiene frente a la bomba, acciona la ‘manija de hierto, y bebe. El agua sale helada y se le escurre por ae lo. Los ojos se le van hacia Ia casa de Santiago. ¢Se habré a estudiar a Reconquista como queria? ¢La seguir esperan- tarde? Heel — ae a a Bernardo, ease eeneet a casa de Tito ene miles, La galeria atos Yanimalitos de yeso, Le encantaba ir ahi cuan- do era chica, Cruza el ard aa aes jardin y ve la pintura de la fabrica. Toda- do como le jurd aqui ” sia no se borraron las banderas, la de Santa Fey la de Argentinas las letras rojas: La Gallareta. La vida estd en nuestras manos. La mira y descubre que la Fabrica esté pintada de blanco. Como tun espectro, piensa, Desde la ventana abierta le llega la voz de su abuelo, —Tenemos que hacer algo, Tito, y tenemos que hacerlo ya La juventud de hoy no vale nada, Bernardo, ;Nosotros éra- nos distintos! Yo les demostré a los ingleses que era capaz de tra bajar dieciséis horas por dia. ¥ la Compania sabia reconocerte. Por algo llegué a Mayordomo de Obraje. A estos ahora vienen a decir que La Forestal exploté a la gente! Nos daban lefay luz gratis, Te tafan Ia leche ala puerta, el pan, la carne. Hasta las lamparitas quemadas venian a cam- biarte. Si La Forestal no hubiera levantado las fabricas, estos pueblos ni siquiera existtfan, Eso vamos a decicles. —La Marga me conté que sacaron una revista —dice Tito—. Aiamenbui le pusicron los desgraciados, El mismo nombre, 2po- ddés creer? La culpa la tiene el tipo ese. El que estudié en la UBA. Manu creo que le dicen. Hay que hacer que lo echen. lan cuando ven entrar a Em repara en sus bigotes blan- Los dos se ci Tito se pone de pie y la abraza. E cos, en las entradas de su frente, en sus ojos tristes. La invitan a almorzar y Emi se disculpa diciéndoles que quedé con alguien. No puede dejar de mirar los trastos que asoman por todas partes, Maquinas herrumbradas, tcléfonos vicjos, registradoras inservibles, cabezas de hacha. ‘Acepta el café y se sienta. Pero lo hace solo para preguntar por Santiago. EI Santi ya se recibié y trabaja acf, en el colegio —respon- de Tito—, Sabés que no estaria mal que te volvieras a poner de novia con mi nicto? Emi no responde. Solo piensa en la cara que pondra Santi cuando la vea. 39 Dominga. 1936. Villa Ana y el monte ata la huelga en Guillermina y los diatiog Villa Ana la fbrica sigue cerrada yx ‘ Ef. febrero se dese clima se va enrareciendo. Don Pedro Molinari regresa més temprano que de costun, bre y, por primera vez en afios, pasa al lado de Dominga sin saludarla No me habri visto, se dice ella, tratando de sostener la parva de opa que esti llevando al cuarto de planchado, El hombre despliega los diarios sobre la mesa de la cocina y Ile leva el matey le pregunta a qué hora quiere almorzar, —A la hora de siempre —responde él, mientras se pone los, amtesjos. Ella bate unos huevos y empieza a empanar el pescado Dosa Imelda sale de su habitacién y se sienta con su herma- ro. Dominga va hasta el patio a ver a su hija, que esté jugando con el Tobias y la Rosita en la galeria del fondo. Cuando regresa = don Pero ler el diario a suhermana, hecho una fui. ae schabablad, yatin no ha sido bastante, sobre la ‘oscil deca Empress, que no slo esqilma al cabsjador ‘oportunidad se le presenta sino que ademas, burla y defrauda al fisco”. Pode rable iPodés creer que escriban esto, los muy mise- Sila prensa habl bce ates hata no creo qu as cosas mejoren bil _—_ __Este es solo un diario de morondanga... —tartemudea don Pedro, mientras se rasca la cabeza—. Lo que no veo es el rte que mandamos anoche, [Lo deberfan haber publicado es PF fino de los nuestros! ‘Gu hermana lo ayuda a buscar. Dominga los mira de reojo » ala orcja, mientras va pelando papas pata el puré Dovia Imelda al fin lo encuentra. Ach esté —le dice, y se pone a leer—. “La Empresa ha transmitido a través de un comunicado, que después de quince hos sin ninggin tipo de conflict, ciertos elementos dcr: pisten zat propaganda en contra de sus intereses, Pero el reclame ién de los pal den reali fs de un grupo minisculo que se atsbuye la represe siguen siendo files a la Compa jerna, Tiene los obreros, que, por suerte, Don Pedro la escucha mientras sacude una pi Ios de tanto rascarse. pelos revuell — pregunta Imelda, quitandose fra eso lo que buscabas? Jos anteojos. ‘Suena el teléfono y don con la cara descompuesta. "Cuando te cuente lo que acaban de decirme, creetlo —le dice en un susurro. "Al ver que Dominga no le picrde pisada, la mand: obedece y va hacia la cal Pedro corre a tender. Al rato regresa ho vas a fa al ale macén con un encargo. Ella pero al llegar a la vereda pega la vuela y se escurte por Ia ven de la despensa. El olor de los chorizos se mencla con l de las mermeladas y las ristras de ajo. Aroparada en su escondite se pega a la puerta que da a la cocina y aquieta su cora76n pars tana ‘escuchar las voces. —Son unos hijos de puta —dice don ‘Antonio. Ese don nadie, Pedro—. Pero lo que es imperdonable es lo del metido con los del Sindicato. —;No me lo puedo creet! Con rodo lo que hicimos Por a, a Agitador, quertés decir! Ahi van los que NO quicren pone, el lomo. — Seri verdad, Dominga tiene ganas 4 Claro ques vrdad! La Lo dinico que falta son las prucbas: ay a Nas a hacer? —pregunta dora Imelda. Fiiblin tan despacio que Dominga tiene que esforzarse para escuchar. La vor de don Pedro le llega apenas como un Pedrto? Mird que a veces fa gente. ecatornudar y se muerde la lengua La Compafia tiene sus informantes susurt. Me dijeon que el Antonio busca a Amanda a la hora de la siesta. En nuestra propia casa, te das cuenta! Debe ir con la rena para no llamar la atencién. Ayer Ie fueron atrds, pero se les escurrid, Es muy astuto el desgraciado. — Dominga ni debe imaginar en Jo que andat —Por lo que se sabe se rednen a diatio, asi que hoy mismo, cuando busque a la nena, lo van a seguir —sigue don Pedro—., {No se las llevard de arriba! Lo menos que le hardn sera echarlo, Seva tener que ir de Villa Ana y cuanto més lejos mejor. ‘Y yo ro voy mover un dedo por él, ce lo aseguro! Dominga respira hondo. El Antonio se lo tiene merecido des- pués de lo que le hizo. Que escarmiente, Vamos a ver si la tipa €sa sigue con cuando lo echen. Pero el Antonio es el padre de sus hijos. No puede permitir que se quede sin trabajo. Y menos {que se vaya lejos. ae a sin ee tuido, le dice al Tobias Leia tras ella va al almacén a hacer un ‘Cuando lega a la calle ees ieee hacia la casita donde vive el Mas de mil Personas marchan a la Plaza ese 29 de febrero, zn la prensa de la capital podré leerse: “Un acto imponente, jamds visto”. Desde el monte Ilegan los trenes con los trabajadores del aqbraje, hombres de piel curtida y cuctpos agotados. Carreros, poyeros, hacheros, que solo salen de los quebrachales en dias de caminan por las calles de Villa Ana con sus ropas humil- pagas Igunos Hevan machetes en sus manos. La dignidad y la des. Al pronca asoman en sus ojos cansados, Dofta Imelda espia a través de la ventana sin correr el vi y se tapa la boca. Desde hace horas su hermano esté reunido 7 ym el gerente general de la Compafifa, que vino desde Buenos ‘ire, y ella se muere de ganas de saber lo que pasa. Iré hasta el ‘acén a buscar unas puntillas y de ahi a la panader‘a. Tal vez alm asi logre enterarse. Hace una cuadra y ve venir a los comerciantes de Pueblo Nuevo, el barrio hecho en las tinicas tierras que vendis la Com- paiifa para permitir que se asentaran los que no pertenecen a la Empresa. Van todos juntos y a los gritos. El pueblo es un hervidero de comentarios, pero ella solo es- cucha retazos que no puede ni sabe completar en su cabeza. ‘Alentrar al almacén lo ve casi vacio, Solo un par de clientes en el mostrador y, un poco més alejado, un borracho que balbucea: —A todo chancho le llega su San Martin. —Hay asamblea publica en la plaza —Ie dice una empleada, con tono desafiante—. Intervino el Departamento de Trabajo y se vaa legalizar el Sindicato, les guste o no les guste. Dojia Imelda no responde nada y va derecho a la seccién de merceria, Solo el gesto que hace para acomodarse la falda reflcja los nervios que siente. Espera que anoten la compra en la libreta ys apenas se la entregan, vuelve a salir. Dominga, aprovechando que dofia Imelda se fue a hacer mandados, arregla a sus hijos. Igual no tengo que dar explica- ciones, se dice, los s4bados tengo la tarde libre. 3 De camino se encuentra con la Modesta, que lleva de j, amano a la Rosia y a los tres més chicos. Es la Primers vez gue pe lanena tan arreglada, con vest limpio y dos crenzas que se juntan sobre la coronilla. Se ubican a la sombra y amor no perderls de vista. Nunca vieron Ia plaza tan concutrida Léstima que el Irineo se lo pierda, piensa Dominga, ya Je contaré cuando lo vea. Al levantar la vista descubre al Antonio, jeven con el viento, ronan a los muchachitos parg No lleva gorra y los rulos se le mut Elle sonrie desde lejos y a ella le iemblan hasta las ufias, Modesta le da un coda7o. Si le mostrés los dientes estas perdida. No te olvidés de lo que te hizo, Ademés, acabo de verlo al Irineo. Allé esta —y sefia Irinco se quita el sombrero que usan los hacheros, y las salu- da —Ese hombre es mis bueno que el pan, Dominga, no te lo pierdas. El Antonio es pintén, pero veleta. Si se attima te va a dejar prefiada y después se va a volver con la otra. Yo sé bien lo que te digo. Dominga responde al saludo y se le entristecen los ojos. Dofia Imelda entra al club de los empleados y se pone a espiar hacia la plaza a través de la ventana. Al ver a Dominga entre la gente, le gana el enojo, Con lo que hago por ella y asi me paga, balbucea mientras regresa a su casa sin voltear ni una vez la cabeza, ere més de dos semanas de la pueblada. fon ts |e pide a Dominga que prepare scones, No le de ed pe mds qu pata dare érdenes. Dominga, ademis vole dee hice ua fort sin que slo pida, Necesita hacer venta para calmar su culpa. Hace unos dias le dijo al rineo que quiere irse de ahi, que ya no aguanta cl cambio d jrato que han tenido sus patcones, Peto él le cuenta que el cheng fn el obraje esté que arde y se viene una huelga en el monte. No han cumplido con nada, agrega, bajando la voc, Las cove en el pueblo no estin mejor. La fbrica sigue cerrada pese alas pro- Fr sus de apertura, y muchos comienzan aisse porque el hambre aptieta. ‘Dominga Ileva el té en la bandeja grande, con cuatro tacitas de porcelana. El Tobias le ayuda en la cocina y Amanda juega con la Rosita en el cuartito de planchado, Las invitadas estan en la galeria con doria Imelda, y ella se muere por escuchar lo que hablan, Pero no le da el tiempo, Tie- ne que ir y venir llevando azticar y miel, scones y corta, merme- Jadas caseras y manteca recién batida, Llena la tetera y prepara limonada para la sefiora de Manci a quien no le gusta el té. Apenas puede hace un alto, y se oculta detris de las cortinas. “—Le digo que ¢s asi, dofia Imelda. No solo detuvieron al ‘Antonio y a los otros, sino también a un par de comerciantes de Pueblo Nuevo —dice una de las mujeres. Dominga no sabe quién de todas es la que habla, pero al oft el nombre del Antonio el corazén le da un vuelco. Desde hace tiempo quiere irse al obraje a vivir con el Irinco y empezar otra vida, pero en el fondo sabe que daria lo que sea para que el tiempo volviese atrés, Claro que después se acuerda de aquella noche, y la bronca se le mete en el estémago como si Jo estuviera viviendo otra vez. ‘Amanda y la Rosita se estan peleando y se apura a salir de su escondite, Las lleva a la cocina y les da un pedazo de torra. Después se pone a exprimir limones, y carga otra ver la tetera, Cuando aparece con la bandeja las mujeres se callan, y no bien se aleja retoman la charla. Dominga vuelve a las cortinas. 45 arido que ese Lamazén es de Cuidado Fn Guilermina les trae mis de Of i a a Imaginen que lleva un meribano a constacar dentro de [2 fibricacualquie dgosa que denuncien los obreros Henan FIM, sigue Florentino dice que xpera Ueno vane ameter las narices aqui, “ahora si reconoce 1a vor ES dofia Bianca Mancini la que habla Me gueme alegre esque el Anon st etre )28 —dicg F hermano artiesgé su puesto de contador Te paga. Se merece que lo echen, y Me ha dicho mi ™ dona Imelda—. 2 para darle una mano y 25 ‘cuanto mas lejos se tenga que if, ant mejor. Dominga se pesigna bela medallita que le cuelga del cull, Las sefiorassiguen con sus conversaciones, sin imaginar que en exe mismo momento, el famante Sindicato acaba de ganar tina batalla, La Compafia no tiene més remedio que firmar la libertad de ls press y su inmediata reincorporacién. Es abil y Dominga avanza con Amanda acaballada a su cin- ura. Tebias la sigue pegado a su falda, aunque ya esta crecido. EI Bauti va un poco més adelante, en brazos del Irineo. Van por las vias pisando los durmientes. Has lgado al monte y se dirgen al obraje, donde pronto se mudarén para formar una familia. A poco de andar Irinco = . nena para que ella vaya més aliviada, Los Hleva a los Jos en bravos, en uno al Bauti que es suyo propi laAmands, queesconosibofita. = —Aqui no par ic ee tupido como cuentan —comenta Do- —Bien tupido es de ‘i pido es donde estén los quebrachales, ahi te quiero ver —dice Itineo~, , has una vuelta, ‘con un puma nos supimos topar Va a seguir con el relato, pero al ver la cara de Dominga se calla Ella le pide que descansen un rato. Amanda se baja de un salto y se pone a juatar piedritas entre ls rieles, con los mucha- chitos- Bs la primera vez. que Dominga se mete en el monte y todo Je llama la acencidn. Los érboles forman pequefias islas presiona mirat a los mis altos desde el suelo. Desde algunas ve nas cuclgan nidos de boyeros que bailan con el viento como tanguidas bolsas. Hay otros més bajos y retorcidos, con cientos de ramitas delgadas que forman un tejido enmarahad y eseco, chas enredaderas que trepan por los troncos y las copas. dio de esos grupos de arboles se ven parcelas verdes salpi- Jantas. Algunas tienen hojas como cintas, otras, un follaje racimos de florcitas blancas. Aqui y alli asoman varas pdmulas lila y tallos oscuros cubiertos de espinas. tndn de tierra reseca brotan verbenas y flores de pétalos ros con bordes amarillo, Amanda se pone 2 armat a ramito, Justo entonces se oye el chillido de un loro y la nena se asusta. Dominga la Jevanta en brazos y la teanquiliza. Con ale ensetia a distinguir los sonidos: los trinos agudos de pintero, el zumbido de las Amanda se y mu En me: cadas de pl plumoso con Iargas con caro En un mand pacienci Jas tijeretas, el cacataca del péjaro car avispas. Cuando aparece un cardenal de cresta ja, rie y se baja otra vez. Siguen caminando p Hay olor a tierra en el limpio. Estén agotados y se sientan picada, Sobre el polvo éspeo y ris sever las hues duc dejan los los quebrachosa la playa de obra cartos y cachapés cuando llevan | Fics eee arama El Baul yc) ace -chos las vias se “Amanda los sigue. En algunos tte n tupidas, que solo algunos sor mas de una hora. | are y el cielo es de un celeste claro y en un tronco, bien cerca de la adelante y la acercan a la fronda. Las hojas son t3 rayos de sol logran atravesarlas. ” 5) te llega a agarrar la lluvia ae Te mojés seeuny dee el Irineo—. Parece una caslla - pala Dominga e dice que ni suefie que °° “ : m ee oe calla de esas. Que el bicherio seguro af ; soja y aria un ojo. Si quiere que se muden al monte tendrn, = no pegs vivir en un rancho, como le ee fh reine sonrie y le dice que st. A todo le dice que si, incapa, de neat nada, Es un hombre manso ¥ 0 puede resistirge Dominga. A la mata de su pelo negro Y grueso cuando se |g sueta sobre la espalda, al brillo de sus oj0s, a st sontrisa, s¢ ‘vuelve sonso cada ver que tiene su cuerpo bajo el Suyo y sienge sus pechos redandos, que se erizan bajo sus caticias. Doming, es una mujer dispuesta cuando llega la noche, firme y tenay para organizar la vida, y aunque a veces sienta que ella no Io (quiere tanto como le gustaria, es un hombre agradecido y no vaa reclamarle nada. Dominga sigue caminando a su lado, y va pensando en el ‘Antonio, Apenas lo soltaron volvieron a verse. Como locos los dos, borrachos de ganas, se revolcaron en la penumbra de un galpén en ruinas. Cuando se enterd de que iba a tener un hijo con la otra, corté pot lo sano, La Modesta le aconsejé que usara tun cabito de pereil sino le venia. Pero no hizo falta. Esa misma ‘noche le bajé la sangre como si la empujara la rabia. Ahora esté tranquila, Irineo es bueno y sabe hacerse querer. Y aunque el amor sca bien mansito con él, se siente protegida. Pree que su mujer murié de parto, al nacer el Bauti, a él le on al - eae ¢s facil en el monte andar solo ita la bondad de las mujeres para que se lo cuidaran, mientras saia a los quebrach, ie eee quebrachales durante ‘Cada obraje tiene un niimero —e explicé el Irineo cuan- do iban en el tren—, So dodelasviag, 0 Pequehas poblaciones al costa~ la, “a ae Gee los ntimeros y as letras. Aprendié a leer con su padre ‘© vivian en Guillermina, antes de que pasara lo que pass. . Mientras avanzan, Irinco le va explicando que al agua la po- nen en cisternas. Tendrin que conseguir algunas latas, ya los rmuchachitos les tocaré hacer la cola cuando vayan 4 basco Se bajaron antes porque clla queria ver el monte de cerca. Pero ahora se le hace pesado. Irineo se da cuenta y le sigue dan. do detalles para distraerla. —Sergio Quintana es el mayordomo general, él tiene 2 su cargo a los contratistas, La carniceria la lleva adelante don Z quita y su mujer, dofia Martiniana, buena gente los dos, Desde la casa podras mirar a los gurises cuando vayan. No tendran més que cruzar las vias. Dominga no pronuncia una palabra, Irineo nunca —Acéi pagan con vales, y si no legis a la quincena, te dan a cuenta en la libreta —agrega, y enseguida le explica que el tren pasa tres veces por semana y podran tomatlo para ir al pucblo cada vex que quieran. Dominga no responde. Solo mira a los costados y clava los ojos en los yuyales, que en algunos trechos son mis altos que ja. Mira, y piensa en las viboras Siguen andando hasta que Hlegan a un sitio menos arbolado. —A esto se le llama abra, o trocha de monte —explica él—, Se ha raleado un poco para ascntar el caserfo, pero queda buena I6 tanto, sombra todavia. Los muchachitos se ponen a juntar vainas de timbé, que pa- recen orejas, mientras él va nombrando los Arboles: guayaibi urunday, timbé, chafar, ibird pité. Dominga levanta la vista y se deslumbra al ver esas copas. Apenas si se ven retazos de cielo entre las ramas. Ese es un quebracho? —pregunta, sciualando majestuoso. un arbol 49 imposible que s€ los pueda volees, Jos troncos ta BTUCSOS, que brazos de unos cuantoy tan me miris desde abajo ‘con un hacha. Algun' para poder rodeos hace hacheros. E| Irineo parece jos tienen .n falta los llama a los muchachitos. El Baucl y la Amand, ‘ + no quieren seguit sin agotados ¥ n0 qui! a pees dice y los levanta en brazos otra vez, —Ya no falta nad: Migneras se ponen en marcha, agreg2—* Vamos a tener pocos aan, Tes familias del oto lado de ls vas, y dos més hacia el costado, pasando unos tértagos. Foca despues detienen junto al rancho de adobe y paja que seri encase por el tiempo en que dure el trabajo. El desmalens we chore unos cuantos metros y el suelo asoma por entre los tallosarrasados. —E/ capataz melo oftecié cuando se enter6 de que pensaba- mos ntarnos —aclara—, Todavia queda quebracho por esta porte pro después habré que moverse. Los hacheros se viven mudando con sus casillas de tablas a la rastra. Al rancho no han podido llevérselo, Dominga se pone a inspeccionar sin mostrar los dientes. Iri- neo la sigue con los dos muchachitos en brazos, Encran al ran- cho y ella se fijaen el piso de tierra reseco, en las ventanas, en la puerta encengue, en las grietas de las paredes. Piensa que por aise colaré el viento y toda clase de alimaia. : Se da vuelta y lo mira fijo, mientras le dice que ni suefie que else mesh La soi del rns bora de golpe sn eg empaticmas shen y le demos dos manor de cenzay cana —arepa Dominga, yaclara que «ll Elson icy baja. als crios pata poder abrazarla. Al los pocos dias Hlevan una bolsa de ceniza que les junté Modesta en el horno de barro dela casa del gerente y la a el eacho con agua en el Que han puesto aestacionar las tunas faneo fabrica unas pinceletas con maderasy cola de caballo, y ge ata con alambre. A cada uno le enttega la suya, El Bauti, el Moblas y la Amanda van cubtiendo las paredes, _—Tienen que quedar como si fuesen de hule. Ven? —les dice Dominga, y les hace tocar por donde ella misma probé 2 pincar unos dias atrés, cuando fue a reparar las grietas con ‘adobe nuevo. Trineo y otros hacheros acarrean los muebles que vinieron en ‘eltren, La cama que ella usaba con el Antonio, los catres para Jos muchachitos, la cocina econémica, la mesa, las sillas. Irineo trajo el catte que compartia con el Bauti, sus miserables perte- nencias y la vitrola nueva. ‘Apenas terminan de enttar los bartulos, los hombres se van con sus hachas monte adentro. Dominga va acomodando la ropa y los enseres de cocina. De unos ganchos cuelga la olla tiznada y un cacharro para calentar laleche. Sobre Ia hornalla pone la cafetera de loza azul, que esta cachada, pero no pierde, Se la pidié a dona Imelda cuando iba a tirarla, Al lado, una pava un poco abollada. Adentro de una cstanterla de madera que le regalé don Pedro, va poniendo los platos; uno para cada uno, y uno més por si hay visita. Sigue con los cubiertos y los jarros. Cubre la mesa con un hule nuevo, con el Antonio. que compré en el almacén cuando todavia vi Para terminar cuelga unas cortinas que cosié de madrugada, usando unos manteles que le regalé la Modesta; fue eligiendo las partes menos percudidas. —Ahora si parece una casa —dice. Busca la planta de escoba dura que habia puesto a secar, le pone un palo, lo ata con varias vueltas de alambre y se pone barrer el piso. ” | cee scare ancho. Echa ercolina alrededa, ‘Guclga en a puerta una bolsarecig, Todo el dia Ie lleva ali roncos corcad0S QUE EStén ep cde la casa y en la letrina. Tavada y fepasa con uf 739 los sn de asient0 Y dl patio, Servitin de asient© ) Después abre caberas de 219 Y despar —e dl sol se esconda prepay, na, Tendrin que usar velas, POrgue al sol de noche se |, ama los dientes par, Ja me quem la mecha. Una luna panzoni + asoma por a ventana iluminando el ran, ao ecitn asec, 9 Soe compos de len muchachitos que ca. yeron rendidos después del mate cocido. Brlla el cuerpo de Do. tninga bajo la uz de plata Tos pelos aindiados de su hombre, aque queds dormido sobre sus pechos ‘Afucra, el sonido del viento se pierde en la espesura. emi 2016. La Gallareta Cc fen quelo va aencontraren el salon de actos. “avanza en la penumbra y se sienta, Asombrada, ve un primer plano de su abuelo en la pantalla, y lo escucha decir: “A los P once afios entré a crabajar para La Forestal. Empezabassiendo aprendia, ayudante de carniceri, herero. Yo empect como or enanza, en Villa Ana. Gratis, mientras iba aprendiendo. Tenia Que llevar papelitos al ingeniero y al gerence, Pinche, le decian $ hacfas las cosas bien te premiaban y més adelante tenfas tr bajo seguro”. La imagen se congela y se oye una vor. — La Empresa les daba la oportunidad de aprender, con pre- mio si cumplian. Esto tiene que ver con la primera parce de la entrevista que vimos la clase anterior, ‘Se acuerdan? Era otra forma de manipularlos. —Usted dice eso repite siempre que con La Forestal vivian re bien Los que vivian bien eran pocos —responde la vor—. Los abrerosy, sobre todo los hacheros, tenfan una vida durisima, Es cierto que la Empresa trajo un bienestar que no era comiin en esa época. Imaginense, agua corriente, luz cléctrica, cloacas, clubes sociales, cine. Pero no podemos olvidar que exploté a la mayoria de los trabadores, terminé con 1 monte y se Hevd una riquers incalculable, casi sin pagar impuestos. Y, encima, cuando dejé de convenirles, se fueron del pais y los dejaron a todos en bolas. errumpe alguien—, pero mi abuela

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