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Capitulo V CONTRA EL ENEMIGO COMUN Mafana, para los j6venes, estallaran como bombas los poetas, Jos paseos por el lago, las semanas de perfecta armonia, ” Mafiana, los paseos en bicicleta por las afueras en las tardes de verano. Pero hoy, la lucha ... W. H. AupeN, «Spain», 1937 Querida madre: De las personas que conozco tii serds la que més lo sentiris y por ello te dedico mis tiltimos pensamientos. No acuses a nadie de mi muerte, pues fui yo quien elegi mi destino. No sé qué decirte, pues aunque tengo las ideas claras, no encuentro las palabras justas. Ocupé mi lugar en el ejército de liberacién y muero cuando ya comienza a brillar la luz de la vic- toria ... Voy a ser fusilado dentro de muy poco con otros veint- trés compaiieros. Cuando termine la guerra tienes que reclamar el derecho a una pensin, Te permitirén conservar todo cuanto ten‘a en la cér- cel. Sélo me he quedado la camiseta de papa porque no quiero que el frfo me haga tiritar Tu hijo. Spartaco ‘SPARTACO FONTANOT, trabajador del metal, de veintidés altos de edad, miembro del grupo de la Resistencia francesa Misak Manouchian, 1944 (Lettere. p- 306) Escaneado con CamScanner CONTRA EL ENEMIGO COMON 149 Las encuestas de opinion publica nacieron en Norteamérica en los afios treinta, pues fue George Gallup quien, en 1936, comenz6 a aplicar a la poli. trea los «muestreos» de los investigadores del mercado. Entre los primers resultados obtenidos mediante esta nueva técnica hay uno que habria sor- prendido a todos los presidentes de los Estados Unidos anteriores a Franklin D. Roosevelt y que sin duda sorprenderé a todos los lectores que hayan aleanzado la edad adulta después de la segunda guerra mundial. Cuando en enero de 1939 se pregunt6 a los norteamericanos quién querrian que fuera el vencedor, si estallaba un enfrentamiento entre Alemania y la Unién Soviéti- ca, el 83 por 100 afirmé que preferia la victoria soviética, frente al 17 por 100 que mostr6 sus preferencias por Alemania (Miller, 1989, pp. 283-284). En un siglo dominado por el enfrentamiento entre el comunismo anticapitalista de Ja revolucién de octubre, representado por la URSS, y el capitalismo antico- munista cuyo defensor y mejor exponente era Estados Unidos, esa declara- cidn de simpatia, o al menos de preferencia, hacia el centro neurdlgico de la revolucién mundial frente a un pafs fuertemente anticomunista, con una eco- nomia de corte claramente capitalista, es una anomalia, tanto més cuanto que todo el mundo reconocia que en ese momento la tiranfa estalinista impuesta en la URSS estaba en su peor momento. Esa situacién historica era excepcional y fue relativamente efimera. Se prolongé, a lo sumo, desde 1933 (afio en que Estados Unidos reconocié ofi- cialmente a la URSS) hasta 1947 (en que los dos bandos ideol6gicos se con- virtieron en enemigos en la «guerra fria») 0, por mor de una mayor precisiGn, desde 1935 hasta 1945. En otras palabras, estuvo condicionada por cl ascenso y la caida de la Alemania de Hitler (1933-1945) (véase el capitulo IV), frente a la cual Estados Unidos y la URSS hicieron causa comin porque la considera- ban un peligro mas grave del que cada uno veia en el otro pais. Las razones por las que actuaron asi hay que buscarlas mas alla de las relaciones internacionales convencionales o de la politica de fuerza, y eso es Jo que hace tan significativa la extrafia alianza de estados y movimientos que lucharon y triunfaron en la segunda guerra mundial. El factor que impuls6 la unin contra Alemania fue que no se trataba de una nacién-estado descon- tenta de su situacién, sino de un pais en el que la ideologia determinaba su Politica y sus ambiciones. En resumen, que era una potencia fascista. ignoraba ese extremo, conservaban su vigencia los principios habituales de Ia Realpolitik y la actitud que se adoptaba frente a Alemania —de oposicion, acién, contrapeso © enfrentamiento— dependia de los intereses de cada pais y de la situacién general, De hecho, en algtin momento entre 1933 ¥ 1941 todos los restantes protagonistas de la escena internacional adoptaron una u otra de esas posturas frente a Alemania. Londres y Paris trataron de Contentar a Berlin (ofreciéndole concesiones a expensas de otros patses), Moscii sustituyé la oposicién por una interesada neutralidad a cambio de Escaneado con CamScanner LA ERA DE LAS CATASTROFES 150 ansaciones teritoriales. ¢ incluso Italia y Japén, cUyes intereses compe valincarse con Alemania, decidieron, en funcién de €508 int 8 Te. yaban a alinea primeras fases de la segunda guerra ms al margen en i ik ndi ft ucrra de Hitler termin6 por arrastrar a ella a toga la (Odo eso, Pero la legica de | F a ‘como a Estados URIdOS: 1950 era cad é A medida que avanzaba la a + aaa ean Vez mas patente que Io tie Tesla en UCEO) 90 iar een a entre las naciones. estado que constituian el sistema ees (principal mente el europeo), gue a politica de Occidente —desde la URSS hasta el continente american, pasando por Europa— habia de interpretarse no tanto Como un enfrenta- miento entre estados, sino como una guerra civil ideol6gica internacional, Como veremos, este principio no puede aplicarse a la politica de Africa, Asia co extremo Oriente, dominada por el hecho del colonialismo (véase el cap. Julo VII), Y en esa guerra civil el enfrentamiento fundamental no era el del capitalismo con la revolucion social comunista, sino el de diferentes familias ideolégicas: por un lado los herederos de la Ilustraci6n del siglo xvi y de las grandes revoluciones, incluida, naturalmente, la revoluci6n Tusa; por el otro, sus oponentes. En resumen, la frontera no separaba al capitalismo y al comu- nismo, sino lo que el siglo x1x habria llamado «progreso» y «reaccién», con Ia salvedad de que esos términos ya no eran apropiados. Fue una guerra internacional porque suscité el mismo tipo de respuestas en la mayor parte de los paises occidentales, y fue una guerra civil porque en todas las sociedades se registr6 el enfrentamiento entre las fuerzas pro y anti- fascistas. No ha habido nunca un periodo en el que contara menos el patrio- tismo, en el sentido de lealtad automética al gobierno nacional. Al terminar la segunda guerra mundial, al frente de los gobiernos de al menos diez viejos estados europeos se hallaban unos hombres que, cuando comenz6 (en el caso de Espafia, al estallar la guerra civil), eran rebeldes, exiliados politicos 0, como minimo, personas que consideraban inmoral e ilegitimo a su propio gobierno. Hubo hombres y mujeres, muchos de ellos pertenecientes a la clase politica, que pusieron la lealtad al comunismo (esto es, a la URSS) por delante de la lealtad a su propio estado. Los «espias de Cambridge» y, tal vez con mayores Fepercusiones practicas, los miembros japoneses del circulo de espias de ape grupos entre muchos otros.' Por otra parte, se invent6 desert isting —del nombre de un nazi de nacionalidad noruega— para Vestn las fuerzas politicas de los pafses atacados por Hitler que, por Com in més que por interés, decidieron unirse al enemigo de su patria Esta afirmacién es valida incluso een eva ¢l patriotismo més que por la i ara aquellos que actuaron evades per nal estaba entonces divine ideologia, pues incluso el patriotismo tradicio- ividido. Algunos conservadores decididamente imperia- permanecer |. Se ha dicho que ta oe wnt ue k : nformacign de Sorge, basada en fuentes plenamente fiables. d€ 205 vials il frente nee ne URS a finales de 1941, permitié a Stalin trasladar refuer~ kin y Storry, 1964, capitan A, SUande los alemanes se hallaban en las afueras de Moses (Dea PS eaphlo 13; Andrew y Gordievsky, 1991, pp. 281-282), Escaneado con CamScanner CONTRA EL ENEMIGO COMON 151 jstas y anticomunistas como Winston Churchill y hombres IMlicas reaccionarias como De Gaulle se decidieron ar contra cae porque sintieran una animosidad especial contra el fasciane impulsados por «une certaine idée de la France» o por «cierta idea de In nu inPapero incluso eM e808 CaSOS, SU Compromiso podia inscribirse en sl may co de una guerra civil internacional, pues su concepto del patriotismo ee necesariamente el mismo que tenfan sus gobiernos. Cuando el 18 de jun . rs 1940 se traslad6 a Londres y afirmé que con él la «Francia libre» eaciiae fa luchando contra Alemania, Charles de Gaulle estaba cometiendo un Fool ide rebeldia contra el gobierno legitimo de. Francia, que habfa decidido constitu- cionalmente poner fin a la guerra y que, muy probablemente, contaba con el apoyo de la gran mayoria de los franceses cuando tomé esa decisién. Sin duda Churchill habria reaccionado de la misma forma. Si Alemania hubiera ganado la guerra, su gobierno le habria tratado como a un traidor, como les ocurrié después de 1945 a los rusos que habian luchado con los alemanes contra la URSS. En el mismo orden de cosas, los eslovacos y croatas, cuyos paises con- siguieron el primer atisbo de independencia como satélites de la Alemania de Hitler, consideraban retrospectivamente a sus dirigentes del perfodo de la gue- ra como héroes patriéticos 0 como colaboradores fascistas por razones ideo- l6gicas: miembros de cada uno de estos pueblos lucharon en los dos bandos. Fue el ascenso de la Alemania de Hitler el factor que convirti esas divi- siones civiles nacionales en una tinica guerra mundial, civil e internacional al mismo tiempo. O, més exactamente, la trayectoria hacia la conquista y hacia la guerra, entre 1931 y 1941, del conjunto de estados —Alemania, Italia y Japén—en el que la Alemania de Hitler era la pieza esencial: la mas implaca- ble y decidida a destruir los valores e instituciones de la «civilizacion occiden- tal» de la era de las revoluciones y la més capaz de hacer realidad su barba- to designio. Las posibles victimas de Japon, Alemania & Italia contemplaron cémo, paso a paso, los paises que formaban lo que se dio en Hamar «el Eje» progresaban en sus conquistas, en el camino hacia la guerra que ya des- de 1931 se consideraba inevitable. Como se decia, «el fascismo signities E guerray. En 1931 Japon invadié Manchuria y establecio un gobierno tere En 1932 ocupé China al norte de la Gran Muralla y penetro ett shaneiaehe 1933 se produjo la subida de Hitler al poder en Alemania, con un program que no se preocupé de ocultar, En 1934 una breve guerra civil suprin MO democracia en Austria e instauré un régimen semifascista que adauir riedad, sobre todo, por oponerse a la integraci6n en Alemania y Por Ear con ayuda italiana, un golpe nazi que acabé con la vida del primer min austriaco. En 1935 Alemania denuncié los tratados de paz y eee trarse como una potencia militar y naval de primer orden, que Fr de convicciones Jos dos bandos, cen el caso del cen cualquier jades cometidas por | robablemente tambieR jus adversarios Ys 2. Esto no puede justificar, sin embargo, las atrocid ‘que, sin duda en el caso del estado croata de 1942-1945, y PF estado eslovaco, fueron mayores que las que levaron 4 cabo st aso, indefendibles. Escaneado con CamScanner 152 LA ERA DE LAS CATASTROFES mediante un plebiscito la regiGn del Sarre en su fronteraoccideny ng desdeftosamente la Sociedad de Naciones. Mussolini, mos desprecio hacia la opiniGn internacional, invadié ese mismo ane 9! isny conquisté y ocupé como colonia’en 1936-1937, y a continuacién 9: que también le Sociedad de Naciones, En 1936 Alemania rcupent aang Expaia un golpe milita, preparado con la ayuda y la interveneige ay Alemania, inicié un conflicto importante, la guerra civil espannis’ Hality adelante se analizard de forma més pormenorizada, Las dee, HE MA cists constituyeron una alianza oficial, el Eje Roma-Besin, Ane {S- Jap6n concluyeron un «pacto anti-Comintern», En 1937, en una i i gue a nadie podia sorprender, Japén invadié China y comeng6 una dent actividad bélica que no se interumpiria hasta 1945. En 1938 Aleman sideré legado el momento de la conquista. En el mes de marzo immer yse anexioné Austria sin resistencia militar y, tras varias amenazas, el acuerdo de Munich de octubre dividié Checoslovaquia y Hitler incomporé a Alero extensas zonas de ese pais, también en esta ocasién sin que media? enfrentamiento bélico. El resto del pafs fue ocupado en marzo de 1939, lo que alent6 a Italia, que durante unos meses no habfa demostrado ambiciones imperialistas, a ocupar Albania. Casi inmediatamente Europa quedé paral da por la crisis polaca, que también se desencadené a causa de las exigencias territoriales alemanas. De esa crisis nacié la guerra europea de 1939-1941, que luego alcanz6 mayores proporciones, hasta convertirse en la segunda guerra mundial. Pero hubo otro factor que transformé la politica nacional en un conflicto internacional: la debilidad cada vez més espectacular de las democracias libe- rales (que resultaban ser los estados vencedores de la primera guerra mun- dial), y su incapacidad o su falta de voluntad para actuar, unilateralmente 0 de forma concertada, para resistir el avance de sus enemigos. Como hemos vis- 10, fue esa crisis del liberalismo la que fortaleci6 los argumentos y las fuera del Fascismo y del sistema de gobierno autoritario (véase el captulo IV). El acuerdo de Munich de 1938 ilustraba a la perfeccién esa combinacin de agresi6n decidida, por un lado, y de temor y concesi6n por el otf0, ran po a que durante generaciones la palabra «Munich» fue sindnimo, en el sat i politico occidental, de retirada cobarde. La vergienza de Munich ave tron muy pronto incluso quienes firmaron el acuerdo, no estriba slo eh 4 Permiti6 a Hitler un triunfo a bajo precio, sino en el patente temor a ee por due lo precedié e incluso en el sentimiento de alivio, ain més pa 6 CO? haberla evitado a cualquier precio. «Bande de cons», se dice q¥e Par tas desprecio el primer ministro francés Daladier cuando, a su regres & recibido haber firmado la sentencia de muerte de un aliado de Francia, "© ve rad de I Con protestas, como esperaba, sino con vitores jubilosos. La popula URSS y la resistencia a criticar lo que alli ocurria se explica a Por su actitud de enérgica oposicién a la Alemania nazi, tan di Y abando. (0 ' aaa un pal Postura vacitante de Occidente. Eso hizo que su decision de firm’ Co : "i Gn. con Alemania en agosto de 1939 suscitara una fortisima conmoc! Escaneado con CamScanner CONTRA EL ENEMIGO COMUN I La movilizacion de todo el apoyo posible contra el fascismo 0, lo Jo mismo, contra ‘Alemania fue fruto de un triple Hamamiento: a la aaa s teas las fuerzas politicas que tenfan un interés comin en oponerse al avance del Eje, 8 Una politica real de resistencia y a unos gobiernos dispuestos a prac- ticar esa politica. De hecho, llevé mas de ocho afios conseguir esa moviliza- tat ert si se sitia en 1931 el comienzo del proceso que desembocaria en ), hasta que se vio presionada a adoptar una politica de «no divisiones internas como por el gobierno brité- intervencidn», tanto por sus : sere profundamente hostl hacia lo que consideraba el avance de la revolu- aise social y del bolchevismo en la peninsula ibérica. En general, 1a opinin cemmervadora y las capas medias de los paises occidentales compartfan esa serud, aunque (con la excepcidn de la Iglesia cat6lica y los elementos pro fascistas) no se identificaban con los generales rebeldes. Rusia, aunque se Situé claramente del lado republicano, acept6 también el acuerdo de no inter- encién patrocinado por los briténicos, cuyo propésito —impedir que alema- es ¢ italianos ayudaran a los generales— nadie esperaba, o deseaba, alcan- var y que por consiguiente «oscilé entre Ia equivocacién y la hipocresta» (Thomas, 1977, p. 395). Desde septiembre de 1936, Rusia no dejé de enviar hombres y material para apoyar a la Repiblica, aunque no abiertamente. La no intervencién, que significé simplemente que Gran Bretafia y Francia se negaron a responder a la intervencién masiva de las potencias del Eje en Espafia, abandonando asf a la Reptiblica, confirms tanto a los fascistas com? a los antifascistas en su desprecio hacia quienes la propugnaron. Sirvié tam bign para reforzar el prestigio de la URSS, tinica potencia que ayuds al gobierno legitimo de Espatia, y de los comunistas dentro y fuera del pais, no Sélo porque organizaron esa ayuda en el plano internacional, sino también porque pronto se convirtieron en la pieza esencial del esfuerzo militar de '8 Repiblica. Pero aun antes de que los soviéticos movilizaran Segmento comprendido entre los liberales y el secto izquierda hizo suya la lucha espafiola. Como escribié el co de la década, W. H. Auden: guerra pas sus recursos, todo el r mas extremo de la | mejor poeta briténi- Bn es drdo cuadrido en ee fragmento desgajao de a rca, tan toscamente unido a la ingeniosa Europa; en esa meseta surcada por rfos , nuestros pensamientos u a ienen cuerpos; s de nuestra ues psa pos; las sombras amenazadoras Escaneado con CamScanner CONTRA EL ENEMIGO COMUN 165 Espaia y sdlo en ella, los hombre 7 senon cor Peoceso de fa izquierts. Antes incluso de que anes ama neta rea as Brig ernie fener menos contingentes Megaron a su destino a mediados de octubre), antes inclu: go de que las primeras columnas organiza de voluntarios aparecieran en el te (las constituidas Por el movimiento liberal-socialista italiano Giustizia e Liberta). ya habia un buen nuimero de voluntarios extranjeros luchando por ja Republica. En total, mas de cuarenta mil jévenes extranjeros procedentes mis de cincuenta naciones* fueron a luchar, y muchos de ellos a morir, en un pais del que probablemente solo conocian la configuracién que habian uae un atlas escolar. Es significativo que en el bando de Franco no Jucharan més de un millar de voluntarios (Thomas, 1977, p. 980). Para cono- cimiento de los lectores que han crecido en la atmésfera moral de finales del Gielo XX, hay que afiadir que no eran mercenarios ni, salvo en casos conta~ dos. aventureros. Fueron a luchar por una causa. Es dificil recordar ahora lo que significaba Espajia para los liberales y Tos hombres de izquierda de los afios treinta, aunque para muchos de los. que hemos sobrevivido es la nica causa politica que, incluso retrospectiv: mente, nos parece tan pura y convincente como en 1936. Ahora, incluso en Espafia, parece un episodio de la prehistoria, pero en aquel momento, a quie- nes luchaban contra el fascismo les parecia el frente central de su batalla, por- que era el nico en el que 1a acciGn no se interrumpié durante dos afios y edio, el tinico en el que podian participar como individuos, si no como sol- dados, recaudando dinero, ayudando a los refugiados y realizando interme: ables campafias para presionar a nuestros cobardes gobiernos. Al mismo tiempo, el avance gradual, pero aparentemente irres tible, del bando naciona lista hacia mas desesperadamente urgente la necesidad de forjar una un on contra el fascismo mundial. La Republica espafiola, a pesar de todas nuestras simpatias y de la (insu- ficiente) ayyda que recibid, entablé desde el principio una guerra de res cia a la derrota, Retrospectivamente, no hay duda de que la causa de ello fue su propia debilidad. A pesar de todo su herofsmo, la guerra republicana de 1936-1939 sale mal parada en la comparacién con otras guerras, vencidas © perdidas, del siglo xx. La causa estriba, en parte, en el hecho de que no se practicara decididamente la guerra de guerrillas —arma poderosa cuando hay que enfrentarse a unas fuerzas convencionales superiores-~ Jo que resulta extrafio en el pais que dio el nombre a esa forma irregular de lucha. Mientras Jos nacionalistas tenfan una direccién militar y politica tinica, la Reptiblica cox Sc Hblt aproximadamente 10.000 franceses, 5,000 alemanes y austriacos 5.000 pol 13. y, ranianos, 3.350 italianos, 2.800 estadounidenses, 2,000 britanicos, 1.500 98 ta 00 checos, 1,000 hiingaros, 1.000 escandinavos y un ‘nimero indeterminad Proce i a 0s paises. Los 2.000-3.000 rusos no pueden ser clasificados come voluntarios. cia se 13) maba, entre ellos habia unos 7.000 judfos (Thomas, 1977. pp. 982-984 Paucker, 1991. p19 Escaneado con CamScanner 166 LA BRA DE LAS CATASTROFES estaba dividida polfticamente y, a pesar de la contribucién comunista, cuan- ddo consiguié, por fin, dotarse de una organizacién militar y un mando estra. tégico tinicos, ya era demasiado tarde. A lo maximo que podia aspirar era a rechazar algunas ofensivas del bando enemigo que podian resultar definiti. vas, lo cual prolongé una guerra que podfa haber terminado en noviembre de 1936 con la ocupacién de Madrid. La guerra civil espafiola no era un buen presagio para la derrota del fas- cismo. Desde el punto de vista internacional fue una versin en miniatura de tuna guerra europea en Ia que s¢ enfrentaron un estado fascista y otro comu. nista, este tiltimo mucho més cauto y menos decidido que el primero. En cuanto a las democracias occidentales, su no participacién en el conflicto fue la nica decisién sobre la que nunca albergaron duda alguna. En el frente interno, la derecha se movilizé con mucho mas éxito que la izquierda, que fue totalmente derrotada. El conflicto se sald6 con varios centenares de miles de muertos y un ntimero similar de refugiados —entre ellos la mayor parte de los intelectuales y artistas de Espafia, que, con raras excepciones, se habian alineado con la Repiblica— que se trasladaron a cualquier pais dispuesto a recibirlos. La Internacional Comunista habia puesto sus mejores talentos a disposicién de la Republica espafiola. El futuro mariscal Tito, liberador y lider de la Yugoslavia comunista, organiz6 en Paris el reclutamiento para las Brigadas Internacionales; Palmiro Togliatti, el dirigente comunista italiano, fue quien realmente dirigié el inexperto Partido Comunista espafiol, y uno de los tiltimos en escapar del pais en 1939. Pero la Internacional Comunista fracasé, como bien sabian sus miembros, al igual que la Unidn Soviética, que envi a Espafia algunos de sus mejores estrategas militares (los futuros mariscales Konev, Malinovsky, Voronov y Rokossovsky, y el futuro coman- dante de la flota soviética, almirante Kuznetsov). Iv Sin embargo, la guerra civil espafiola anticipé y preparé la estructura de las fuerzas que pocos afios después de la victoria de Franco destruirfan al fas- cismo. Prefiguré la que iba a ser la estrategia politica de la segunda guerra mundial: la singular alianza de frentes nacionales de los que formaban parte desde los conservadores patriotas a los revolucionarios sociales, unidos para derrotar al enemigo de la nacién y, simulténeamente, conseguir la regenera- i6n social. Para los vencedores, Ia segunda guerra mundial no fue s6lo una lucha por la Victoria militar sino, incluso en Gran Bretafia y Estados Unidos. Para conseguir una sociedad mejor. Mientras que al finalizar la primera gue fra mundial muchos politicos habfan manifestado su esperanza de volver al mundo de 1913, al concluir la segunda nadie sofiaba con un retorno a la Aiuacién de 1939, ni a la de 1928 0 1918. En Gran Bretaiia, el gobierno 4° Winston Churchill, inmerso en una guerra desesperada, adopts las medi necesarias para conseguir el pleno empleo y poner en marcha el estado del Escaneado con CamScanner CONTRA FL ENEMIGO COMON. 167 pienestar, No fue fruto de la coincidencia que en 1942, afio realmente negro en la guerra que libraba Gran Bre aia, se publicara el informe Beveridge, jue recomendaba ese tipo de actuacién. Los planes estadounidenses de la posguerra soto se ocuparon marginalmente del problema de evitar que pudie- Posirgir un nuevo Hitler y dedicaron el mayor esfuerzo a extraer las ense- 1a ame decuadas de la Gran Depresion y de los acontecimientos de los afios avin, para que no volvicran a repetirse. En cuanto a los movimientos de tretencia de los pafses derrotados y ocupados por el Eje, no hace falta decir gue la liberaci6n conllev6 la revolucién social 0, cuando menos, un impor- tante proceso de cambio. Ademds, en todos los paises europeos que habjan sido ocupados, tanto en el oeste como en el este, se formé, después de la vic- seria, el mismo tipo de gobierno de unidad nacional con participacién de todas las fuerzas que se habfan opuesto al fascismo, sin distinciones ideols- gicas. Por primera y nica vez en Ia historia hubo en el mismo gabinete ministros comunistas, conservadores, liberales 0 socialdemécratas, aunque es cierto que esa situacién no duré mucho tiempo. Aunque les habia unido una amenaza comin, esa sorprendente identifi- cacién de opuestos, Roosevelt y Stalin, Churchill y los socialistas britanicos, De Gaulle y los comunistas franceses, habria sido imposible si no se hubie- ran suavizado la hostilidad y la desconfianza mutuas entre los defensores y Jos enemigos de la revoluciGn de octubre. La guerra civil espafiola lo hizo macho més facil. Ni siquiera los gobiernos antirrevolucionarios podian olvi- dar que la Repdblica espafiola, con un presidente y un primer ministro libe- rales, tenia toda la legitimidad constitucional y moral para solicitar ayuda contra los generales insurgentes. Incluso los politicos demécratas que por temor la habfan traicionado tenfan mala conciencia. Tanto el gobierno espa- iol como los comunistas, que adquirieron en él una posicién cada vez mas influyente, habfan insistido en que su objetivo no era la revolucién social y, provocando el estupor de los revolucionarios mas entusiastas, habfan hecho todo lo posible para controlarla e impedirla. Ambos habfan insistido en que lo que estaba en juego no era la revolucién sino la defensa de la democracia. Lo importante es que esa actitud no era oportunista ni suponia una traicién a la revoluci6n, como crefan los puristas de la extrema izquierda. Reflejaba una evolucién deliberada del método insurreccional y del enfrentamiento al gradualismo, la negociacién e incluso la via parlamentaria de acceso al poder. A la luz de la reaccién del pueblo espafiol ante el golpe militar, que fue indu- dablemente revolucionaria,’ los comunistas pudieron advertir que una téctica defensiva, impuesta por la situacién desesperada de su movimiento tras la subida de Hitler al poder, abria perspectivas de progreso, esto es, de una «democracia de un nuevo tipo», surgida de los imperativos de la politica y la _7._En palabras de la Comintern, la revolucién espatiola fue «una parte integral de la lucha antifascista que se sustenta en la més amplia base social. Es una revolucién popular. Es und revolucién nacional. Es una revolucidn antifascista» (Ercoli, octubre de 1936, citado en Hobs: bawm, 1986, p. 175). Escaneado con CamScanner 168 LA ERA DE LAS CATASTROFES cra, Los terratenientes y capitalistas que apoyaran a los rebeldes perderfan sus propiedades, pero no por su ae de terrate- nientes y de capitalistas, sino por traidores. El gobierno tendria que Planificar y asumir la direcci6n de la economia, no por razones ideol6gicas sino por la iégica de la economia de guerra. Por consiguiente, si resultaba victoriosa, dcesa democracia de nuevo tipo necesariamente ha de ser enemiga del espiritu conservador ... Constituye una garantia de nuevas conquistas econémicas y politicas por parte de los trabajadores espafioles» (ibid., p. 176), El panfleto distribuido por la Comintern en octubre de 1936 describfa, pues, con notable precision la estrategia politica que se adoptaria en la gue- tra antifascista de 1939-1945. Durante la guerra, que protagonizarfan en Europa gobiernos «populares» 0 de «frentes nacionales», 0 coaliciones de resistencia, la economia estarfa dirigida por el estado y el conflicto termina- ria en los territorios ocupados con grandes avances del sector piiblico, como consecuencia de la expropiacién de los capitalistas, no por su condicién de tales sino por ser alemanes 0 por haber colaborado con ellos. En varios pai- ses de Europa central y oriental el proceso Ilev6 directamente del antifascis- mo a una «nueva democracia» dominada primero, y luego sofocada, por los comunistas, pero hasta el comienzo de la guerra fria los objetivos que perse- gufan esos regimenes de posguerra no eran ni la implantacién inmediata de sistemas socialistas ni la abolicién del pluralismo politico y de la propiedad privada." En los pafses occidentales, las consecuencias sociales y econémicas de la guerra y la liberacién no fueron muy distintas, aunque si lo era la coyuntura politica. Se acometieron reformas sociales y econémicas, no como consecuencia de la presién de las masas y del miedo a la revolucién, como ha- bia ocurrido tras la primera guerra mundial, sino porque figuraban entre los principios que sustentaban los gobiernos, formados algunos de ellos por reformistas de viejo cufio, como los demécratas en los Estados Unidos 0 el Partido Laborista que ascendié al poder en Gran Bretaiia, y otros por partidos reformistas y de reconstitucién nacional surgidos directamente de los dife- Tentes movimientos de resistencia antifascista. En definitiva, la Idgica de la guerra antifascista conducfa hacia la izquierda. economia del perfodo de gue v espe 936.9 todavia més en 1939, esas implicaciones de la guerra Ci il 7 ae {finolas ¢ reales. Tras casi una década de lo que parecta Tinta suprinig cg Jt Sttategia de unidad antifascista de la Comintern, Sta un entendinic G& SH Programa, al menos por el momento, y no sélo alcanz6 Hento con Hitler (aunque ambos sabfan que durarfa poco) sino mom rento tan tardfo Informacién Comuninia (Confers on mista (Cominform), ya d £6805 términos las pers la conferencia de constitucién de Ia nueva Oficina dé lurante la guerra fra, el delegado bilgaro Viko Teher- Pectivas de su pais (Reale, 1954, pp. 66-67 y 73-74) Escaneado con CamScanner CONTRA FL. ENEMIGO COMUN 169 ue dio instrucciones para que el movimic erac aurategia antifascista, decisiGn absurda que tal verse oe ronal abandonara la entomrer HESBOS, POF MiNMOS que fueran.” En 1941 se eas een a catrategia de a Comintern era acertada, pues cuando Alem: iia gla que text provocd la entrada de Estados Unidos en la guerra, convitiends i tucha contra el fascismo en un conflicto mundial, Ia guerra p ee te politica como militar. En el plano internacional se tradu I eanevaieaes 10 Pe capitalism de los Estados Unidos y el comunisino de la Union Soviética, ¥ en cada uno de los paises de Europa —pero no en et mundo cntonces dependiente del imperialismo occidental— aspir6 a unir ac gstaban decididos a resistir a Alemania ¢ Italia, esto es, a constituir aaeas licién de todo el espectro politico para organizar la resistencia. Dado que toda la Europa beligerante, con excepcion de Gran Bretajia, estaba ocupada por las potencias del Eje, el protagonismo de esa guerra de resistencia re y6 en la poblacién civil, 0 en fuerzas armadas constituidas por antiguos civi les, que no eran reconocidas como tales por los ejércitos aleman e italiano: una cruenta lucha de partisanos, que imponia opciones politicas a todos. La historia de los movimientos europeos de resistencia es en gran medi- da mitol6gica, pues (salvo, en cierta medida, en Alemania) la legitimidad de los regimenes y gobiernos de posguerra se cimenté fundamentalmente en su participacién en a resistencia. Francia es el caso extremo, porque en ese pais no existié una continuidad real entre los gobiernos posteriores a la liberacion y el de 1940, que habia firmado la paz y habia colaborado con los alema- nes, y porque la resistencia armada organizada apenas tuvo importancia hasta 1944 y obtuvo escaso apoyo popular. La Francia de la posguerra fue recons: truida por el general De Gaulle sobre la base del mito de que la Francia eter- na nunca habia aceptado la derrota. Como afirmé el mismo De Gaulle, «la resistencia fue un engafio que tuvo éxito» Gillois, 1973, p- 164). El hecho de que en los monumentos a los cafdos sélo se rinda homenaje a los miembros de la resistencia y a los que lucharon en las fuerzas mandadas por De Gaulle es fruto de una decision politica. Sin embargo, Francia no es el tinico pais en el que el estado se cimenté en la mistica de la resistencia. : Es necesario hacer dos matizaciones respecto & estos movimientos euro- peos de resistencia. Ante todo que, con Ia posible excepcién de Rusia, su importancia militar, hasta el momento cn que Italia abandoné las hostilidades en 1943, fue minima y no result6 decisiva en ningtin sitio, salvo tal vez en algunas zonas de los Balcanes. Hay que insistir en que tuvieron ante todo una importancia politica y moral. Asf en Italia, después de veinte afios de fase “ mo, que habja tenido un apoyo popular importante, incluso de los eee les, la vida piiblica fue trans ormada por la gran movilizacion de la an cia en 1943-1945, en la que destaca el movimiento partisano armace , ididamente en una guerra 9. Tal vez temfa que si los comunistas participaban decididament ee = cista iniciada por Gran Bretaia o Francia, Hitler pudiera interpretarlo como un Ste ¥ que le sirviera de pretexto para atacarle, Escaneado con CamScanner

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