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Otro aspecto relevante para tocar es que los países con impuestos altos y un
gasto público elevado se beneficiarían de una mayor eficiencia en los impuestos y
en el gasto. Una mejor focalización de los programas sociales de transferencias, la
equiparación de los salarios públicos con los salarios del sector privado, y una
mejora de las políticas de adquisiciones y contrataciones públicas generaría
ahorros de hasta el 4,4% del PIB al año en promedio, y en algunos países incluso
más. Los países con bajos impuestos tienen opciones para aumentar la
recaudación sin sacrificar el crecimiento. Los mayores ingresos fiscales y los
ahorros en el gasto deberían asignarse a proyectos de inversión bien
seleccionados, con altos beneficios sociales y para el crecimiento.
Debido a los problemas fiscales y a los altos niveles de deuda, la mejora de las
instituciones fiscales debería ser una prioridad de las políticas públicas. Contar
con mejores instituciones aumentaría la credibilidad de la política fiscal y permitiría
a los países implementar planes de ajuste más gradual, acompañados de tasas de
interés más bajas, para asegurar la sostenibilidad de la deuda. La mayoría de los
países mantuvieron el acceso a los mercados financieros durante la COVID; ese
acceso será importante de preservar en los próximos meses para ayudar a
financiar una recuperación más fuerte. Tras la pandemia, a los países les
convendría reconstruir los amortiguadores fiscales, limitar la dolarización, y
asegurar amplias reservas para reducir la volatilidad de los flujos de capitales y
preservar el acceso fluido a los mercados.