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Autor:
Renato
Cohen
Extracto
del
libro:
Performance
como
Lenguaje
(1989)
Traducción
libre
y
transcripción:
Damián
Toro
www.damiantoro.com
La
observación
del
fenómeno
artístico
performance,
considerado
a
partir
de
la
experimentación
práctica
(tanto
en
el
exterior
como
en
el
Brasil)
y
de
una
confrontación
con
otros
lenguajes
estéticos
del
siglo
XX,
nos
conduce
a
dos
conclusiones
importantes:
Primero,
que
tanto
por
sus
características
de
lenguaje
(uso
del
collage
como
estructura,
predominio
de
la
imagen
sobre
la
palabra,
fusión
de
medios,
etc.),
cuanto
por
sus
premisas
ideológicas
(libertad
estética,
arte
de
combate,
etc.),
el
performance
no
puede
ser
considerado
como
una
expresión
aislada,
sino
más
bien
como
una
manifestación
dentro
de
un
movimiento
mayor
que,
a
falta
de
un
nombre
más
consagrado
hemos
llamado
“Live
Art”
(1).
De
esta
forma,
el
peformance
es
el
halo
contemporáneo
de
una
corriente
de
expresiones
estético‐
filosóficas
del
Siglo
XX
de
la
cual
forman
parte
las
serenatas
futuritas,
los
manifiestos
y
cabarets
Dada,
el
teatro‐escándalo
surrealista
y
el
happening.
El
Performance
es,
por
lo
tanto
la
expresión
de
los
años
1970/1980,
estableciendo,
a
pesar
de
la
confusión
en
el
Brasil,
una
clara
distinción
con
el
happening,
habiendo
en
relación
a
este
un
aumento
de
esteticidad,
obtenida
a
través
del
aumento
de
control
sobre
la
producción
y
la
creación
‐
en
detrimento
de
la
espontaneidad
y
un
aumento
de
individualismo‐,
con
mayor
valoración
del
ego
del
artista
creador
–
en
detrimento
del
colectivo
y
de
lo
social,
privilegiados
en
el
happening.
Por
otro
lado,
a
finales
de
los
años
80
el
performance,
como
expresión
de
búsqueda
de
un
lenguaje,
empieza
a
mostrar
señales
de
agotamiento.
Recorriendo,
con
un
lenguaje
de
frontera
caminos
siempre
nuevos
que
visan
eliminar
redundancias,
dándose
esto
no
por
una
necesidad
de
apologizarse
(lo
que
vendría
a
ser
vanguardia),
mas
sí
por
la
necesidad
imperativa
del
arte
(y
también
de
la
ciencia)
de
caminar
siempre
al
frente,
intentando
aproximarse
a
la
verdad,
esta
expresión
tiende
a
padecer
de
un
altísimo
grado
de
obsolescencia.
Además
de
ser
una
expresión
que
trabaja
con
bajos
grados
de
redundancia,
cobrando
de
sus
practicantes
una
altísima
creatividad
y
reciclaje,
y
teniendo
por
tal
característica
una
vida
útil
fechada,
el
performance
sufre
de
agotamiento
filosófico
en
la
medida
en
que
a
pesar
de
la
sociedad
entronizar
el
individualismo,
sectores
más
sensibles
de
ese
medio
en
donde
los
artistas
buscan
sus
fuentes,
ya
no
aceptan
un
arte
que
exacerba
el
ego
del
artista
(aunque
su
mensaje
sea
anti‐sistema)
prefiriendo
apostar
por
un
lenguaje
más
humanista.
El
hecho
es,
que
tal
agotamiento
identifica
no
solamente
una
muerte
sino
un
nacimiento
eminente
de
una
nueva
expresión,
porque
así
como
la
ciencia
camina
de
forma
progresiva
y
transformativa
(la
destrucción
de
un
modelo
forzosamente
impulsa
la
creación
de
un
substituto
superior),
de
la
misma
forma
el
arte
y
particularmente
la
corriente
que
llamamos
live
art
es
autoreciclable,
trabajando
con
los
elementos
básicos
del
hombre,
reportándose
siempre
a
lo
que
el
hombre
tiene
de
más
primitivo
y
esencial,
rompiendo
siempre
que
fuere
posible
con
la
representación
y
no
corriendo
por
ello
el
riesgo
de
la
aniquilación.
Al
contrario
de
lo
que
ocurre
con
otras
“modas”
inventadas
por
el
sistema.
Es
importante
enfatizar
entonces,
el
legado
que
los
artistas
practicantes
del
performance
dejan
por
tras
(2).
Para
citar
algunos
ejemplos
podemos
hablar
del
minimalismo
que
es
una
forma
genial
de
trabajar
las
estructuras
esenciales
del
discurso
humano
‐
dando
una
nueva
luz
al
apuntar
las
bases
de
ciertos
sistemas
mitológicos,
filosóficos,
semiológicos
(como
los
científicos
que
identifican
estructuras
químicas
básicas
constitutivas
de
los
organismos
vivos,
etc.)
y
permitiendo
al
mismo
tiempo,
el
desdoblamiento
de
lecturas
y
la
superposición
de
obras.
De
esa
manera,
por
ejemplo,
se
puede
organizar
una
lectura‐collage
basada
en
toda
la
obra
de
Shakespeare,
a
partir
de
la
extracción
de
elementos
esenciales
que
se
repiten
en
toda
su
obra
y
estos
contraponerse
a
elementos
de
la
obra
de
Kafka,
o
a
la
mitología
bíblica.
Otra
contribución
importantísima
es
la
de,
a
través
de
la
exacerbación
de
la
“imagen
emocional”
rescatar
en
ciertos
performances
estructuras
arquetípicas
básicas
y
situaciones
que
pertenecen
al
inconsciente
colectivo
de
toda
comunidad.
De
esta
forma,
en
años
recientes,
algunos
performances
se
transforman
en
algunos
de
los
últimos
reductos
no
contaminados
por
los
tentáculos
del
sistema,
en
donde
practicantes
y
platea,
mantuvieron
viva
la
ritualización
de
situaciones
antropológicas
y
prácticas
esenciales
a
la
preservación
de
la
psique
colectiva
de
la
comunidad.
La
segunda
conclusión
importante
es
que
el
performance
y
el
live
art
como
un
todo,
a
pesar
de
tener
las
características
por
nosotros
formuladas
como
definidoras
de
la
expresión
escénica
(texto,
público,
actuantes
interviniendo
en
vivo
en
un
determinado
espacio),
ocupan
un
topos
divergente
de
aquel
ocupado
por
el
teatro
(o
el
conjunto
de
manifestaciones
que
se
definen
como
tales).
La
evocación
del
nombre
“teatro”
(principalmente
en
el
Brasil),
establece
una
expectativa
de
público,
de
los
practicantes,
de
la
crítica
y
principalmente
de
los
medios
(medios
de
comunicación)
que
diverge
de
la
idea
de
performance.
El
performance
a
partir
del
término
mismo,
visa
escapar
a
la
idea
de
“teatro”
o,
por
lo
menos
de
lo
que
se
connota
como
“teatro”.
El
lenguaje
“teatro”
está
amarrado
(incluso
de
forma
inconsciente)
a
corrientes
ancestrales,
teniendo
todo
un
tipo
de
compromiso
con
la
representación,
la
dramatización,
la
ritualización,
etc.,
que
lo
tornan
demasiado
“pesado”
como
para
servir
de
soporte
a
ciertas
experiencias
escénicas
ágiles
que
tienen
mayor
pertinencia
con
lenguajes
de
experimentación
(3).
Al
mismo
tiempo,
el
teatro
en
cuanto
lenguaje
se
establece
como
una
forma
estructural
con
reglas
(que
varían
de
estilo
en
estilo),
de
composición
de
los
signos
construidos,
así
como
la
danza
o
el
lenguaje
de
video
también
las
suyas.
El
performance
fluctúa
entre
esos
variados
lenguajes
pudiendo,
como
ya
lo
enfatizamos,
ser
clasificado
como
una
expresión
escénica.
Sin
embargo,
a
nivel
de
la
completitud
esa
clasificación
será
mucho
más
completa
si
consideramos
el
performance
ante
todo
como
un
topos
divergente
que
esporádicamente
atraviesa
fronteras
y
ocupa
espacios
pertenecientes
al
teatro,
antes
que
como
una
vanguardia
teatral
que
el
espacio
de
influencia
de
ese
lenguaje
amplía.
Notas:
(1)
Recordamos
que
esa
nomenclatura
fue
utilizada
por
carolina
Coon
en
Performance:
Live
Art
–
1909
to
the
Present.
Jorge
Glusberg,
El
Arte
del
Performance,
utiliza
la
expresión
Body
Art
como
término
aglutinador.
(2)
Esos
artistas,
que
son
investigadores
en
su
esencia,
funcionan
como
una
especie
de
“científicos
del
arte”,
dejando
como
herencia
sus
descubrimientos
para
estos
ser
aprovechados
por
un
arte
más
masivo
y
continuando
su
trabajo
de
abrir
nuevas
fronteras
al
conocimiento
humano.
(3)
También
queda
claro
que
cierto
tipo
de
teatro
clasificado
como
“teatro
experimental”
tiene
mucha
aproximación
con
el
lenguaje
del
“performance”,
sin
embargo
un
montaje
de
Beckett
por
ejemplo,
por
más
que
rompa
con
la
estructura
del
teatro
tradicional
no
llega
a
alcanzar
el
performance