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Todos los seres humanos valemos lo

mismo
Editorial

En días pasados se produjo una controversia tanto en las redes sociales como en las
conversaciones entre amigos, familiares y compañeros de trabajo sobre lo sucedido
entre un oficial de tránsito y un joven que no quiso parar cuando las autoridades lo
abordaron.
Esto porque luego de hacerle la señal para que se detuviera, el muchacho que pasaba
sobre el río Tárcoles hizo caso omiso, además para saltarse el operativo presuntamente
le tiró el vehículo a una de las uniformadas.
Ante este comportamiento, un tráfico sacó el arma de reglamento y disparó con tan
mala suerte que la bala le pegó en la cabeza al conductor, quien manejaba sin licencia
y llevaba licor de contrabando.
Quizá a usted estos dos últimos datos le parecen intrascendentes, pero estamos
seguros de que eso, sumado a su juventud, lo llevó a no pensar la situación y querer
librarse del retén sin medir las consecuencias.
No le pasó por la cabeza que la oficial que iba a atropellar tiene familia y además lo
único que hacía era cumplir con su trabajo. También, las dos faltas que había cometido
no son nada en comparación de tener una eventual muerte a cuestas.
Luego de suscitados los hechos, muchos empezaron a tirarle duro al accionar del
tráfico porque dicen no tenía que haber disparado; otros sí están de acuerdo con el
funcionario.
Evaluándolo con cabeza fría, es obvio que usted y yo con tal de velar por nuestro
bienestar y el de nuestra compañera de trabajo, actuaríamos de la misma forma en ese
contexto.
Porque existe algo que se llama defensa propia y es una manera de sobrevivencia que
tenemos todos cuando vemos que nuestra vida o la de seres cercanos está en riesgo.
Con tal de no verla violentada, muchas veces somos capaces de hacer o decir cosas
que jamás imaginamos.
Hay que tomar en cuenta que, según las autoridades, este oficial no tenía intención de
matar al joven en cuestión, solo deseaba que se detuviera al escuchar el disparo, el cual
presuntamente fue tirado al suelo con la lamentable noticia de que rebotó e impactó la
cabeza del conductor.
El joven que murió tenía toda la vida por delante, deja un niño pequeño que dependía de
él y quizá contaba con muchos planes, como ponerse a estudiar o ir de paseo con la
familia. Por eso muchos le reclaman al tráfico.
Pero ¿qué pasa cuando son precisamente los oficiales de tránsito quienes son
atropellados, mordidos, baleados y apuñalados por los que no quieren cumplir las leyes
o buscan salirse de una manera rápida del problema en que se metieron?
Nadie pega el grito al cielo. Más bien, algunos se dan el tupé de decir que esas
situaciones les pasan por ser unos “sapos”, por hacer un parte, bajar placas. Como si la
vida de estos hombres y mujeres no valiera igual solo por ejercer un oficio que, aunque
para muchos es incómodo, les permite llevar el sustento a sus familias.
El problema es que estas situaciones con los tráficos y oficiales de policía no son
aisladas, son más comunes de lo que usted y yo pensamos. Prueba de ello es que
precisamente el viernes uno de estos hombres fue atropellado por un motociclista que
ignoró la señal de detenerse.
El mismo valor tiene la vida de cualquier ser humano, independientemente de la
profesión que ejerza. Nadie tiene derecho a hacerles daño a los oficiales de tránsito ni
a los de policía porque ellos están cumpliendo con su trabajo y buscando que todos
acatemos las leyes del país.
Desde pequeños deberíamos enseñarles a nuestros hijos que a las autoridades se les
respeta y cuando se hace algo bueno o malo lo importante es tener los pantalones bien
puestos para aceptar las consecuencias.

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