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ORÍGENES
Su orígenes los encontramos en el Renacimiento y en particular en la
ciudad de Florencia. La pretensión de resucitar el ya olvidado arte dramático de la
antigua Grecia, junto a la insuficiencia del arte escolástico, ingenuo musicalmente
que apenas tenía nada que ver con el sentido de los textos, junto a los
experimentos de drama y música del siglo XVI por parte de músicos y poetas
como respuesta a esta insuficiencia escolástica, que buscaban un lenguaje
musical capaz de expresar de forma adecuada y conmovedora los textos, fueron
las raíces de la ópera.
Pese a que rápidamente se difundió por todas partes, la primera ópera
arrastró una existencia precaria durante los primeros treinta años de su vida. Por
entonces, la ópera sólo era considerada un género o medio de hacer literaratura.
La música apenas era un elemento incidental añadido.
En 1581, Vincenzo Galilei, el compositor y teórico, padre del astrónomo
Galileo Galilei, publicó por primera vez algunos de los escasos fragmentos
conservados de la música griega antigua. Tres himnos de Mesomedes en la
notación antigua, que utilizó para fundamentar su aversión hacia lo que él veía
como pedantería polifónica.
Los estudios sobre el drama y la música en el mundo antiguo se
desarrollaron particularmente en el círculo de artistas y profesores ("camerata
florentina"), reunida en torno al conde florentino Giovanni Bardi, en las décadas de
1570 y 1580. Vincenzo Galilei y el cantante y compositor Giovanni Caccini
pertenecían a este círculo. Poco más tarde, en la década de 1590, empezó a
reunirse otro grupo en el palacio del acaudalado comerciante conde Jacopo Corsi.
Además de tomar ideas estéticas de la antigüedad, los artistas de este círculo,
entre los que se contaban el poeta Otavio Rinuccini y el compositor Jacopo Peri,
hallaron inspiración en el drama pastoril, especialmente en Il pastor Fido ("El
pastor fiel"), de Giovanni Battista Guarini, que, en lo que se refiere a la estructura
del argumento, al contenido y a la técnica poética, ejerció una influencia duradera
en la ópera. Es importante observar que, pese al gran interés mostrado por los
intelectuales italianos hacia el drama y la música antigua, las primeras óperas
fueron pastoriles, no tragedias.
El primer fruto de la relación Corsi-Rinuccini-Peri fue la representación de
Dafne, considerada generalmente como la primera ópera. El libreto de Rinuccini
deriva del mito griego de la naturaleza que habla de la bella ninfa Dafne, tal como
lo relata Ovidio en las Metamorfosis. El dios del sol Apolo persigue a Dafne y la
convierte en árbol. El mundo mágico e idílico de los dioses y los semidioses
conjurado por Ovidio siguió atrayendo a libretistas y compositores durante la
temprana historia de la ópera. La música de dafne, gran parte de la cual se ha
perdido, la compuso Jacopo Peri, con unos pocos añadidos del conde Corsi. Los
fragmentos supervivientes permiten hacerse una idea de cómo debía sonar, con
su stile espressivo y su stile rappresentativo declamatorio. Esto mismo puede
verse en otra colaboración Rinuccini-Peri, un drama per musica titulado Euridice,
representado el año 1600 para celebrar el casamiento de Enrique IV de Francia y
Maria de Medici. La asociación de la ópera con festividades y manifestaciones de
poder y grandeza se perpetuó en los teatros de los príncipes menores y en los
teatros de ópera subvencionados. Originalmente, la función festiva se derivó de
los intermedi, los interludios grandiosos y escénicamente espectaculares
insertados en los entreactos de las comedias que se representaban para celebrar
los acontecimientos domésticos importantes - coronaciones, nacimientos, bodas -
en las vidas de los príncipes italianos del siglo XVI.
Eurídice es la primera de las muchas óperas basadas en el mito de Orfeo,
el cantor y tañedor de lira tracio. Eurídice, la esposa de Orfeo, muere a causa de
la mordedura de una serpiente, por lo que Orfeo desciende al Hades para rogar
por la vida de Eurídice. Allí, su canto expresivo mueve a compasión a los seres
demoníacos y se le permite regresar al mundo con Eurídice. Encontramos a Orfeo
una y otra vez a lo largo del tiempo en la historia de la ópera, incluyendo ejemplos
cruciales como los de Monteverdi y Gluck. Se podría decir de ella que es el
prototipo de ópera. No es una coincidencia que Apolo, dios del sol y de la música,
y Orfeo aparezcan como personajes en las primeras óperas, un tema frecuente
acerca del poder de la propia música.
Claudio Monteverdi
Monteverdi fue el primer genio incontestable de la historia de la ópera. Sin
un conocimiento de la lengua italiana, las óperas de Peri y Caccini (que compuso
la música para la Eurídice de Rinuccini al objeto de rivalizar con la de Peri)
presentan obstáculos insuperables al oyente contemporáneo. No es este el caso
de Monteverdi, como muestran las recientes representaciones con gran éxito de
sus tres óperas supervivientes. Los modernos oyentes, ya sean expertos o
profanos, quedan cautivados por el modo en que Monteverdi era capaz de insuflar
vida expresiva en sus personajes, son arrastrados por el ímpetu dramático de sus
obras y encantados por la riqueza y la plenitud tonal de la música.
Monteverdi nació en 1567, tres años después que Shackespeare, hijo de un
médico de Cremona, la ciudad de los constructores de violines. Empezó a
componer madrigales a una edad muy temprana y se fue a la corte de los
Gonzaga en Mantua, donde llegó a ser maestro di capella en 1601; no era un
simple y vulgar tejedor de notas sino un intelectual, insólitamente bien educado,
sensible, coherente, dueño de sí mismo y versátil. Vio enseguida las limitaciones y
las posibilidades de la nueva forma teatral. Su respuesta fue llevar a la escena, el
24 de febrero de 1607, en Mantua, L'Orfeo, favola in musica, la primera ópera en
alcanzar un lugar permanente en el repertorio. El texto lo había escrito Antonio
Striggio, un funcionario de la corte. Diez años después de que el dramma per
musica hubiera venido al mundo, esta obra constituida en hito incide aún en el
mito de Orfeo y tiene una gran deuda con el tratamiento que dio Peri a la misma
historia. La acción es presentada por las alegóricas figuras bien conocidas de las
obras y representaciones renacentistas. Orfeo y Eurídice, recien casados,
aparecen en un entorno idílico con ninfas y pastores. Tras la muerte de Eurídice,
conmovedoramente descrita por el mensajero, Orfeo se aventura en el mundo
inferior al objeto de rescatar a su amada. A causa de su amor infringe la orden de
no volver su rostro y mirar a Eurídice en el camino de retorno. Su esposa es
condenada al Hades de nuevo. Las óperas primitivas tendían a sustituir los finales
trágicos por finales felices y Orfeo no es una excepción: Apolo aparece como un
deux ex machina y conduce a Orfeo al Paraíso, donde se reunirá para siempre
con Eurídice. Los pastores celebran la apoteosis de Orfeo con una danza. Habían
nacido las reglas perdurables de una estructura dramática: el lieto fine (final feliz)
como requissito operístico; la alternancia de escenarios en fuerte contraste (idilio,
mundo inferior, paraiso), que se convertirá en un rasgo esencial de la ópera
barroca francesa; la combinación de recitativos y números independientes, coros,
danzas, números ariosos, ritornellos y danzas, canciones para varias voces. La
orquesta adquiere una mayor significación, caracterizando las escenas dramáticas
y los acontecimientos con su colorido y utilizando los instrumentos para efectos
simbólicos. En veintiséis pasajes instrumentales independientes su efecto es
relevante en la medida en que apoya e interpreta la acción. En la orquesta de
Monteverdi había unos cuarenta ejecutantes. La partitura no consigna todos los
particulares; marca la tónica general sin entrar en detalles. Por la época del Orfeo
Monteverdi estableció los principios de su nuevo estilo - seconda prattica como
opuesta a la tradicional prima prattica - Y afirmó que "el compositor moderno actúa
sobre la base de ser fiel a la realidad".
La siguiente ópera de Monteverdi se basó en la leyenda griega de Ariadna.
Sólo sobrevive un fragmento, el famoso y seminal Lamento d'Arianna (1608), una
efusión enormemente expresiva cantada por Ariadna tras ser abandonada por
Teseo, su amante, en la isla de Naxos. Cuando la cantante que interpretaba el
papel de Ariadna cayó enferma antes del estreno, Monteverdi introdujo una actriz:
estaba más interesado por la expresión verbal que por el canto bello. Monteverdi
ensayó Arianna durante cinco meses, iniciando así el hábito de la larga y completa
preparación para lograr representaciones modélicas. La corte de mantua
celebraba también fiestas en las que figuraban de manera preeminente óperas y
ballets de Monteverdi.
Durante esta época la vida de Monteverdi se ensombreció; su esposa
murió; hubo dificultades en Mantua; hubo un brote de peste; en 1618 empezó la
guerra de los Treinta Años; la ciudad de los Gonzaga fue saqueada en 1630 y
ardieron muchas obras inéditas de Monteverdi. Monteverdi se trasladó de Mantua,
donde las relaciones con el duque reinante se hicieron tensas, a Venecia, que
pronto se convertiría en un baluarte de la ópera. Allí, en 1613, fue designado
director de música de la Basílica de San Marcos, uno de los puestos musicales
más importantes de Italia. En Venecia fue donde tuvieron lugar las primeras
representaciones de las últimas óperas de Monteverdi. El héroe de Il ritorno
d'Ulisse in patria (1641) es Ulises, también llamado Odiseo, quien tras vagar
largamente durante su viaje de retorno al hogar de la guerra de Troya llega a Itaca
y derrota a los pretendientes de su esposa Penélope. L'incoronazione di Popea
(1642) es una de las primeras óperas históricas; llena de introspección psicológica
e ironía, es la historia de una cortesana que se casa con el emperador romano
Nerón. Tras el mito griego y la leyenda homérica la historia universal se apodera
de la escena operística. Alborea el realismo, aunque sea con vestidura clásica.
Aparecen ya personajes cómicos; esas figuras periféricas son retratadas con
viveza y vigor, anticipando la opera buffa. Monteverdi murió a una avanzada edad
en Venecia en 1643.
Entretanto, la condición social de la ópera estaba cambiando,
convirtiéndose en un espectáculo musical dramático para el público en general.
Hasta entonces había estado reservada a la corte, era un asunto esotérico de las
clases nobles. Ahora, en marzo de 1637, el músico y administrador Benedetto
Ferrari abría el teatro San Cassiano en Venecia, un teatro de ópera abierto a todo
el que adquiriese una entrada. Todo el mundo concurrió a la maravilla de la ópera,
el portento que había estado reservado a las clases dominantes. Tan sólo dos
años más tarde Ferrari estaba en condiciones de abrir otros dos teatros de ópera.
Pronto hubo dieciocho en Venecia; recibían el nombre de las parroquias en que se
hallaban situados. La ópera se había convertido en un pasatiempo popular.
En Roma hubo algunas quejas acerca de los "aburridos recitativos" y el
énfasis literario dominante. La nueva forma artística se enriqueció con música en
forma de arias y coros y particularmente con elementos tomados del teatro
renacentista, presentando escenas religiosas y seculares, espectáculos varios,
desfiles carnavalescos y procesiones triunfantes (trionfi), espectáculos alegóricos
o bíblicos, interludios cómicos y commedia dell'arte. El ansia de novedades de los
italianos se hizo extensiva a la ópera; los excesos barrocos de escenografía y
tramoya estaban ya cercanos. Las costumbres piadosas fueron secularizadas; los
rituales litúrgicos quedaron reflejados en las numerosas escenas con templos y
sacerdotes, las procesiones religiosas en desfiles, coros masivos y cabalgatas. La
ópera conformó su ser en un país católico, donde la liturgia se impregna de
teatralidad, el ceremonial se confunde con la escenografía. La difusión más rápida
tuvo lugar en los vecinos países católicos de Francia y Austria. La ópera llegó a las
áreas de habla alemana a través de Viena, Salzburgo y Praga. El norte
protestante manifestó sus reservas. Sólo los grandes puertos y los centros
comerciales, donde soplaba un viento de libertad, le abrieron sus puertas a la
nueva diversión. Por otra parte, la Guerra de los Treinta Años había devastado y
empobrecido grandes zonas de Europa. No fue sino hasta 1678 cuando se abrió el
primer teatro de ópera en suelo alemán; fue el Theater am Gänsemarkt (Teatro del
Mercado de los Gansos) en la ciudad libre hanseática de Hamburgo, una empresa
privada sin subvención. Los teatros de ópera, ya estuvieran en manos cortesanas
o privadas, pronto hicieron el descubrimiento fundamental de que la ópera es un
entretenimiento caro que siempre anda balanceándose en la cuerda floja de la
bancarrota. Los muchos teatros que competían en Italia equilibraban sus balances
combinando sus actividades operísticas con mesas de juego, restaurantes y otros
servicios. Un ejemplo reciente de esto en nuestros días es en Montecarlo, donde
casino y teatro florecen bajo el mismo techo.
EL ROCOCÓ
El culto barroco a la ópera tenía en sí mismo a su peor enemigo. Los
cantantes, especialmente los castratis se erigieron en déspotas. A los libretistas se
les quemaban las pestañas de tanto escribir. Alessandro Scarlatti (1660-1725),
fundador de la escuela napolitana, dejó ciento quince óperas, ciento cincuenta
oratorios y alrededor de siscientas cantatas. La autocopia, la producción
masificada y el manierismo eran inevitables. En realidad no había un repertorio; el
público quería óperas recién salidas de la pluma. Todo dependía de la scrittura, el
nombramiento por parte de un teatro. Los escritores andaban a la rebatiña para
conseguirlo cuando eran jóvenes, y una vez establecidos lo arrastraban como un
pesado fardo.
Gradualmente, Venecia, donde los compositores habían permanecido más
o menos fieles al austero estilo de monteverdi, cedió la supremacía a Nápoles,
que era la mayor ciudad de Italia a principios del siglo XVIII, con 300.000
habitantes, y, consecuentemente, la ciudad con mayor exigencia de diversiones.
La escuela napolitana se puso pronto a la cabeza del género. Las diferencias con
respecto a la veneciana eran ligeras; el recitativo accompagnato (recitativo con
acompañamiento orquestal) se puso de moda, el aria da capo se fue haciendo
más flexible, la ópera seria se despojó de algunos de sus amaneramientos a pesar
de que aún tendía a exagerar la expresión emocional; el mérito especial del estilo
italiano meridional fue su ligazón con la commedia dell'arte, que aportó un
esfuerzo hacia el realismo y la introspección psicológica, de modo que las figuras
estereotipadas resultaron más humanas y aportaban más encanto sensual hacia
la melodía y el color tonal. Sensualidad, ingenio y comedia hicieron de la opera
buffa napolitana un modelo que perduró hasta Mozart, Rossini y Donizetti.
Por otra parte había surgido la costumbre de insertar intermezzi cómicos,
farsas, en medio del tono aceptado y marchito del estilo heroico de la opera seria,
tratando de dar cierta variedad a la diversión del público, que era bastante versátil
en cuanto a sus preferencias operísticas. Uno de estos interludios hizo historia en
la ópera convirtiéndose en el prototipo de ópera cómica, así como la causa
involuntaria, hacia 1755, de la "guerre des buffons" en París, entre los partidarios
de la ópera cómica italiana y los de la ya pasada de moda ópera francesa. Fue La
serva padrona de Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736). En lo que respecta a la
acción, esta pieza de cuarenta minutos de duración deriva de la commedia
dell'arte. La taimada doncella Serpina induce al anciano y gruñón Huberto a
casarse con ella y convertirla en la dueña de la casa. No hay más que dos
cantantes y un criado mudo y siete números musicales con recitativo secco, pero
los personajes están dibujados y desarrollados con un ingenio nuevo, con
sensibilidad y brevedad, mostrando la fragilidad humana. Esta partitura napolitana
de 1735 apunta ya en línea directa hacia Mozart.
El período rococó se estaba iniciando, con sus formas elegantes, delicadas,
su estilo "galant" y su sentimentalismo. Su rocalla ornamental quedó fosilizada
como recurso establecido. En la música tuvo lugar un proceso de transición
gradual. El bajo continuo, ese tirano de estilo barroco, el basso continuo
acompañado de armonías expresadas en temas por encima de la línea baja, se
batía en retirada paso a paso. Los instrumentos para continuo fueron perdiendo
importancia: sólo el clave se mantuvo como soporte de los recitativos secco. Todo
esto ocurrió de la mano de un cambio del gusto. El contrapunto escolástico cayó
en descrédito como un corsé pasado de moda. La gente había yodo ya más que
suficientes fugas, cánones y otros artificios polifónicos. El rígido estilo de escritura
se mantuvo más tiempo en la música religiosa. Como un monumento al
contrapunto, en sus últimos años Johann Sebastian Bach era objeto ora de
admiración, ora de irrisión. La sátira de Voltaire había tenido amplia difusión, al
igual que la máxima de Rousseau de que la salvación reside en el entorno a la
naturaleza. Los racionalistas franceses proclamaron que el objetivo del arte era
"imiter la nature". Esto no significa copiar o remedar los aconteceres naturales sino
más bien actuar como lo haría la naturaleza en un medio determinado.
La gente llevaban lunares en el rostro, vestía ropajes de pastoras y llevaba
el corazón en la mano. De este modo se acostumbraron a las sencillas y emotivas
melodías no trufadas por la coloratura. Como en los primeros días de la ópera, se
adjudicó la mayor estimación a la monodia, al canto sencillo con un
acompañamiento vivaz, una voz que sale del corazón antes que un virtuoso
despliegue de destreza vocal. La grandeza del compositor no reside en las
estructuras contrapuntísticas esplendidamente ingeniosas sino en líneas
melódicas expresivas, subjetividad convincente e individualidad estilística. Al estar
más cercana a la realidad, la opera buffa empezó a destacarse, en tanto que la
opera seria se fue esclerotizando gradualmente hasta convertirse en el arte de
prestigio de las cortes. La ópera heroica sobre los temas griegos y romanos, ya en
su fase final, tuvo dos figuras con autoridad en medio de las hasta entonces poco
consideradas filas de los libretistas. Estos clasicistas extremadamente educados
que escribieron los textos para las últimas óperas barrocas eran pulidos
versificadores y maestros de las estructuras dramáticas que escribieron libretos
puestos en música repetidamente por compositores grandes y pequeños. Ambos
fueron poetas cortesanos en Viena: el veneciano Apostolo Zeno (1668-1750) y
Pietro Trapassi (1698-1782), de Roma, que se hizo llamar Metastasio. El propósito
declarado de Zeno era que la ópera debía fomentar la virtud presentando
personajes nobles abocados a desenlaces felices después de haber superado los
obstáculos. Metastasio, cuyos libretos fueron utilizados incluso por mozart, abordó
los mitos y la historia en forma de complicadas intrigas y escribió versos eufónicos
y llenos de vocales y símiles floridos - en italiano, por supuesto.
CLASICISMO
HAYDYN
No sería posible escribir una historia de la sinfonía, del cuarteto de cuerda o
de la sonata para piano sin dedicar un extenso capítulo a Joseph Haydn (1732-
1809), el máximo exponente de la Viena clásica. En el desarrollo de la ópera, sin
embargo, Haydn es una figura estimable e incluso genial pero un tanto marginal.
Las trece partituras que nos han llegado han sido siempre material periférico hasta
su redescubrimiento a mediados de nuestro siglo, sobre el escenario y
particularmente en discos. A Haydn no le habría importado que sus obras
escénicas quedaran relegadas durante tanto tiempo, pues él mismo las
consideraba críticamente composiciones que "he proyectado para el lugar"- el
teatro del Prícipe Esterházy en Hungría, un pequeño cortesano en una remota
provincia- y "condicionadas a nuestras fuerzas", que consistía en una pequeña
compañía italiana. La emperatriz María Teresa fue una gran admiradora de las
representaciones de Haydn en la ópera de Eszterháza. Escribir óperas para el
teatro de su principesco patrón era aceptado como una de las obligaciones del
Kapellmeister.
Hijo de un carretero de Rohrau, en la frontera lingüística entre Austria y
Eslovenia, permaneció al servicio del príncipe durante tres décadas, lejos de los
grandes centros musicales, antes de que le llegara la fama europea, primero con
las sinfonías escritas para París y luego con las sinfonías y oratorios en Londres y
Viena.
La grandeza de Haydn reside en la música instrumental comparativamente
abstracta antes que en la capacidad dramática. Sus óperas desbordan de música
suntuosa y melódica, pero tienden a ser prolijas e incluso los libretos carecen de
un impacto dramático particular. Las situaciones escénicas están anegadas en
música pero no están cristalizadas en la música. Por otra parte, los círculos
cortesanos de Eszterháza querían que les divirtiesen, no que les edificasen;
deseaban cocerse en una profusión de melodías y deleitarse con voces
agradables e ingeniosas.
Las óperas de Haydn datan de los años 1768-1791. Haydn hizo tres
incursiones en el campo de la opera buffa: Lo speziale, L'infedetá delusa y La
canterina. Abordó la opera seria cuatro veces: L'isola disabitata, Armida, Acide y
L'anima del filosofo ossia Orefeo ed Euridice (compuesta en 1791 para Londres
pero no representada hasta 1951 en Florencia). Haydn hizo seis ensayos en la
opera semiseria, un estilo que combina elementos serios y de farsa: Le pescatrici,
L'incontro improvviso e Il mondo de la luna (ambas basadas en Goldoni), La vera
costanza, La fedeltá premiata y Orlando Paladino (basada en el Orlando furioso de
Ariosto).
Hacia 1955 el promotor berlinés Walter Felsestein rescató a Giovanni
Paisiello (1740-1816) de los polvorientos archivos. Este compositor del sur de
Italia, a quien Mozart admiraba, había escrito Il barbiere di Siviglia ovvera La
precauzione inutile en San Petesburgo en 1782, basándose en la comedia que
Beaumarchais había escrito en 1775. Este dramma giocoso concentra el ingenio
burlesco de la obra con su crítica social pre-revolucionaria, en diecisiete breves
números musicales. La comedia de Paisiello quedó oscurecida por Il barbiere di
Siviglia de Rossini en 1816. Un ameno sucesor de Pergolesi, el italiano Domenico
Cimarosa (1749-1801), fue autor de partituras de considerable éxito a fines del
siglo XVIII, especialmente en Viena, donde sucedió a Antonio Salieri como director
de música de la corte. Su Il matrimonio segreto (Viena,1792) fue la única opera
comica de finales del siglo XVIII que se hizo un lugar en el repertorio junto a las
obras escénicas de Mozart.
GLUCK
A medida que los gustos cambiaban con los tiempos la vida iba siendo
sentida de modo diferente. La simetría barroca y la circunvolución rococó
empezaban a difuminarse; hasta mediados del siglo XIX la palabra "barroco" (del
portugués "barocco", que significa piedrecilla, perla oval irregular) tenía el sentido
de "peculiar", "estrafalario", "sobrecargado de ampulosidad". El punto de partida
del clasicismo tuvo lugar en Francia; parafraseando a Rousseau, el maestro de
ballet Noverre advertía: "¡Sed originales y naturales y copiad sólo a la naturaleza!".
La revolución en el teatro musical, que ha sido alabada desde los tiempos
de Wagner como una reforma en línea con la antigüedad griega, la realizó
Christoph Willibald Ritter von Gluck, que había nacido en 1714 en el distrito bávaro
de Oberpfalz, hijo de un guardabosques al servicio del príncipe bohemo
Lobkowitz, y que murió rico en Viena en 1787. Hizo el obligatorio periplo de los
estudiantes de música a Italia y fue discípulo de Sanmartini en Milán. Desde el
principio escribió óperas y ballets para la escena; la llamada música absoluta le
era totalmente ajena. Durante casi treinta años no hubo el menor indicio de que
fuera a reformar el teatro musical; compuso óperas serias y cómicas, alternando
los estilos francés e italiano, si bien con una tendencia clara hacia la concisión, los
efectos sorprendentes y el entusiasmo rítmico. Entre sus obras escénicas se
cuentan La clemenza di Tito, L'ivrogne corrigé y La recontre imprévu (conocida en
alemán como Die Pilger von Mekka). Se estableció en Viena, capital de la ópera
en lengua alemana, donde trabajó lenta y concienzudamente, sacándole partido
varias veces a toda inspiración melódica o rítmica, y haciendo ostensible su
estatuto aristocrático, al que se había visto elevado como miembro de la Orden de
la Espuela de Oro. Como Monteverdi antes que él, insistió en largos períodos de
ensayos en el teatro y bajo su despótica autoridad de director. Hizo pocos amigos
entre sus colegas; las relaciones de la familia Mozart con él fueron circunspectas.
Gracias a sus viajes y a su agudeza, Gluck supo ver los signos de los
tiempos y la tendencia hacia los claros perfiles del arte clásico. La reforma de la
ópera exigía tres elementos: un compositor con la simplicidad como ideal, un
escritor capaz de redactar textos concisos y un promotor teatral dispuesto a correr
el riesgo de la novedad. Se encontrarón juntos en Viena: Gluck, que estaba
impregnado de los principios de Lully y Rameau; Raniero de'Calzabigi, escritor y
aventurero, y el duque Durazzo, "Inspector General de Espectáculos" en el antiguo
teatro municipal. El 5 de Octubre de 1762, mientras los "conservadores" como
Metastasio y J. A. Hesse rechinaban los dientes, tuvo lugar la primera
representación de Orfeo ed Euridice, una "azione teatrale per musica" en tres
actos, con tan sólo tres cantantes principales, coros y ballet. El subtítulo italiano
indicaba cuál había sido la intención de Gluck: hacer que la música, expurgada de
arias de coloratura y da capo, estuvieran al servicio del drama y del texto. El
drama estaba construido en línea con el estilo parisino, con varios tableaux de
fuerte contraste. El primer acto, en la tumba de Eurídice, se parecía a las escenas
fúnebres francesas. El segundoacto se trasladaba desde el inframundo de los
demonios al Elíseo de los espíritus bienaventurados. El tercer acto se desgarraba
entre un laberinto de oscura roca y el magnificente templo de Eros. Sobrevivía una
convención en el dios del amor como deus ex machina patrocinando el lieto fine, la
feliz reunión y transfiguración de la pareja. El drama, concentrado con gran rigor,
había prevalecido sobre las fórmulas operísticas. Los vieneses, acostumbrados a
los números de bravura, quedaron un tanto confusos ante el estilo vocal sencillo y
melódico, sin florituras ni bel canto amanerado. Entre las novedades más
desconcertantes estaba la austera emotividad de Gluck, sus personajes
estatuarios, los ritmos tersos y la economía y dignidad verdaderamente espartana
de su lenguaje musical.
Los efectos de esta primera ópera reformista se hicieron notar hasta
Berlioz, Liszt y Wagner, pero la historia de esta influencia no empieza realmente
hasta 1774, cuando la nueva versión ampliada se presentó como Orphée et
Euridice en la Academie Royale de París. Gluck hizo algunas concesiones al gusto
francés; Orfeo no fue cantado por un castrato contralto sino por un tenor alto; la
Danza de los Espíritus Bienaventurados y la representación de los Campos
Elíseos fueron interpolados, los recitativos fueron escritos de nuevo y el texto fue
traducido del italiano al francés.
Pasados ya los sesenta años, Gluck se presentó en París llevando consigo
Alceste (1767), una paráfrasis de Calzabigi a la tragedia de Eurípides; de nuevo
muestra a los dioses del destino apaciguados por el amor conyugal. Las cosas no
fueron fáciles para Gluck en París. Los partidarios de la ópera italiana se
levantaron contra él; su nuevo libretista, el marqués de Roullet, era un socio difícil,
inquebrantablemente adherido al pathos de Racine. Por otra parte, el estilo sin
adornos de Gluck, estando al servicio del drama, sintonizaba con el tipo de
racionalismo francés que sitúa el texto, la acción y la naturalidad por encima del
flujo de notas de las óperas escritas para los cantantes. Iphigénie en Aulide
(1774), La Cythère asségée (1775), una nueva versión de Alceste (1775), Armide
(1777), Echo et Narcisse e Iphigénie en Tauride (1779) fueron escritas para París;
Iphigénie auf Tauris de Goethe fue escrita entre 1779 y 1787. La ópera-tragedia de
Gluck es un monumento a la pasión humana, no un drama interior del alma. A la
orquesta se le adjudica una función psicológica, nada menos; la tormenta
desatada por los dioses, que sustituye a la obertura, expresa también el conflicto
en el alma de Ifigenia, y cuando Orestes proclama que está recuperando el
sosiego la orquesta le desmiente y revela que ha omitido el asesinato de su
madre. Este fue el punto de partida de Wagner, que sentía veneración por Gluck;
su orquesta también sabe más de lo que los personajes dicen y revela
psicológicamente la auténtica verdad.
El éxito alcanzado por Gluck en situar el drama por encima de la música
afectó a la historia de la ópera tanto de forma directa como indirecta. No hubo
vuelta atrás de sus reformas. Goethe y Schiller le admiraban; E.T.A. Hoffmann
escribió un cuento sobre él; sus partituras las estudiaban los románticos, con
Hector Berlioz, a la cabeza; Wagner y Richard Strauss escribieron óperas
reformistas; algunos le consideraron simplemente como el padre fundador de la
ópera nacional alemana. Hasta mediados de este siglo las óperas de Gluck se
representaban principalmente traducidas; recientemente, las lenguas originales
han sido la norma.
Gluck fue tomado como modelo por compositores de ópera del período
clásico, como Luigi Cherubini (1760-1842), que había nacido en Florencia pero
alcanzó la maestría en París; pese a que retrocedió a la forma estilística de la
opera seria italiana (Medée,1797), colaboró en los avances respecto a la ópera de
"números" en obras como Les deux journées (1800) y Lodoïska (1805), que se
asemejan a las óperas de terror y liberación de la era revolucionaria.
El italiano Gasparo Spontini (1774-1851) dio al estilo de Gluck un giro
grandioso, napoleónico. La vestale (1807), situada en el período final del imperio
romano y que trata del amor de una virgen del templo y su negligencia, fue, junto
con Ferdinando Cortez ou la coquête de Mexique (1810), la gran ópera festiva,
decorativa, de la era napoleónica. En 1820 Spontini fue nombrado Director
General de Música en Ver´lín, el primer nombramiento de este género en la
historia de la ópera. Como Gluck, se basaba en la melodía sucinta, los efectos
escénicos vivídos y la potencia de un motivo rítmico dominante.
Como director, introdujo el uso de la batuta, organizó la ubicación de los
elementos de la orquesta y ensayó meticulosamente y ofreció representaciones
modélicas de sus propias óperas así como de las de compositores como Mozart y
Weber. Como Gluck y su propio sucesor Meyerbeer, fue un hombre de teatro, sin
interés por la música fuera del escenario.
MOZART
En su corta vida Mozart escribió una enorme cantidad de música de todos
los géneros, pero se consideraba a sí mismo un compositor dramático. Sus siete
grandes óperas, escritas entre 1781 y su muerte en 1791 nunca han salido del
repertorio. Sólo sus obras juveniles han precisado una recuperación y en
grabaciones han tenido más éxito que en los teatros. La obra completa de Mozart
ha quedado disponible en compact disc.
Wolfgang Amadeus Mozart nació el 27 de enero de 1756 en Salzburgo, hijo
de Leopoldo Mozart (1719-1787), que era compositor, director musical y autor del
Versuch einer gründlichen Violinschule (Ensayo sobre un método básico de violín).
La familia procedía del distrito bávaro de Schwaben. Mozart asombró a toda
Europa como niño prodigio en composición y tocando el piano. Tenía sólo doce
años cuando escribió Bastien und Bastienne, un Singspiel (ópera cómica alemana
con diálogo hablado) para Viena, pero desde el principio Mozart utilizó las formas
consolidadas de la música dramática y les confirió profundidad, convirtiéndolas en
panoramas de la naturaleza humana, sin "inventar" jamás algo nuevo, dejando
aparte los recursos estilísticos revolucionarios. Se adueñó primeramente de los
vehículos establecidos y les dio un contenido de inimaginable riqueza. Sus
veintiuna obras para la escena van del Singspiel religioso y la ópera académica
latina, que era tradicional en el arzobispado de Salzburgo, pasando por algunas
óperas serias y casi oratorios escritos preferentemente para Milán, hasta la
humanizada, expresivamente realzada forma de ópera seria (Idomeneo,1781, La
clemenza di Tito,1791), hasta la opera buffa napolitana (Le nozze di Figaro, 1786;
Così fan tutte, 1790), hasta el dramma giocoso (Don Giovanni,1787) y lo que fue
llamado específicamante "ópera alemana" (Die Zauberflöte, que está llena de
elementos del Singspiel, Mozart prefiere la lengua alemana a la italiana, más
convencional. Llegaba la época del hombre común; como cliente que pagaba, el
hombre corriente quería que en el teatro se dirigiesen a él en una lengua que le
fuera familiar.
Mozart estuvo toda su vida preocupado por conseguir que le hiciesen
encargos de óperas, tanto en los años en que ya había crecido y veía oscurecerse
su fama de niño prodigio, como en su última década, cuando se embarcó en la
dificultosa vida de músico independiente en Viena. Trabajaba con rapidez e
intensidad, adaptando las partes cantadas al carácter y la tesitura de los cantantes
con los que contaba. Unas veces trataba de forma acomodaticia con los libretistas
y otras les planteaba exigencias en beneficio de la obra. Dirigió la mayor parte de
las primeras representaciones desde el clavicordio o clavicémbalo y siempre
insistía en la mayor expresión dramática posible; en pocas palabras, era un
inspirado y estimulante hombre de teatro musical.
Sus primeras obras fueron recuperadas en Salzburgo en la década de
1950, primero en ejecuciones de concierto y luego en representaciones escénicas
y en grabaciones. El interludio latino Apollo et Hyacinthus (1767) mostró cómo se
manejaba el muchacho con el tema culto, mientras La finta semplice (1769), según
la obra de Goldoni, se convirtió en la primera opera buffa de Mozart. Milán, que
estaba bajo dominio austríaco, contempló las obras escénicas que escribió
durante su adolescencia: Mitridate, re di pronto (1770), Ascanio in Alba (1771) y
Lucio Silla (1772). Basadas en temas convencionales relativos al mundo antiguo,
estaban llenas de audacias expresivas y música suntuosa. Il sogno di Scipione la
escribió para Salzburgo en 1772, y en 1775 La finta giardiniera para Munich, un
enredo amoroso situado a medio camino entre la seriedad y el humor bufo,
cayendo en la categoría de sentimental en cuanto a su estilo expresivo. El libreto
de Metastasio para Il re pastore está lleno de poesía a la moda sobre los pastores.
La boga de Turquía había llegado al teatro musical y el exotismo se difundía por la
ópera; la primera ofrenda de Mozart en este terreno fue el Singspiel alemán Zaide
(1781).
Los tratadistas discrepan acerca de si Mozart estaba más interesado en
regenerar la opera seria o en dignificar la opera buffa, que era adaptable y realista,
hasta el nivel de la comedia musical de carácter, un espejo de la fragilidad
humana. Mozart escribió dos óperas serias durante los últimos diez años de su
vida; para Munich, en 1781, escribió Idomeneo, re di Creta, una versión griega de
la historia de Jefté del Antiguo Testamento, y en 1791 La clemenza di Tito (de
Metastasio) para Praga, una llamada a la compasión del gobernante, siempre bien
recibida en aquellos días, basada en un episodio de la vida del emperador romano
Tito. Mozart emprendió Idomeneo con ardiente entusiasmo y un acusado sentido
dramático. En Munich, a donde el Elector había llevado la famosa orquesta de la
corte de Mannheim, Mozart encontró la mejor y la más moderna orquesta de
Europa y una compañía escénica competente; como dice brillantemente su
biógrafo Alfred Einstein, en ninguna de sus partituras operísticas invirtió tanta
música y de una especie tan elaborada como en Idomeno. Incluso la
instrumentación - variada, plena de colorido, rica en simbolismo tonal - representa
un punto cimero en la larga historia de la opera seria. Esta forma decadente
recibió una expresión enaltecedora, un complejo estilo compositivo y un aspecto
más humano. La clemenza di Tito, por otra parte, es el ocaso de la opera seria, en
realidad un requiem por la misma. Un suave tono crepuscular traspasa las arias,
que pertenecen aún al estilo virtuoso pero que siguen pautas diferentes: recitativo
acompañado, luego la sección lenta, después el allegro con la principal coloratura.
Mozart se presentó en Viena con el Singspiel Die Entführung aus dem
Serrail, un vástago de la ópera popular "turca" de la época. Concurrían incluso
factores exteriores: el emperador José II prefería el "Singspiel nacional alemán" a
la ópera italiana. La estructura dramática iba a convertirse en un modelo que
duraría hasta la operete vienesa - una pareja de amantes serios, una pareja de
amantes cómicos y entre ellos el adversario o adversarios. La partitura es
evidentemente una forma mixta; la pareja seria y el vigilante del harén, Osmin,
actúan con arias ampliadas con coloratura, mientras que la pareja cómica da la
nota del Singspiel. Die Entführung fue la primera de las obras escénicas de Mozart
en hacerse popular rápidamente, si bien sólo en los países de habla germánica.
La comedia inconfundiblemente revolucionaria de Beaumarchais Le
mariage de Figaro ou la folle journée, secuela de Le barbier de Seville, fue
prohibida por los censores en Viena pero en 1786 se les permitió a Mozart y a
Lorenzo da Ponte (1749-1838), un libretista de genio, basar una opera buffa en la
obra teatral que opone el ingenio del hombre de clase baja al poder arbitrario de la
nobleza. Las intrigas se desenvuelven como un mecanismo de relojería a lo largo
de los cuatro actos, pero los personajes implicados en el embrollo no son ya tipos
sino seres humanos con todas sus contradicciones. La opera buffa queda elevada
a comedia de género. El aria se concentra en el retrato de un personaje o en el
relato de una situación; unos animados conjuntos impulsan la acción. Los finales
del segundo y tercer acto se convierten en amplios terrenos de conflicto en el que
todos actúan contra los restantes y todos permanecen individualmente
caracterizados incluso en la más densa escritura vocal.
En el "dramma giocoso" Don Giovanni (Praga, 1787), los puntos focales
tanto de la música como de la acción dramática son proporcionados una vez más
por las partes de conjuntos finales. El final del primer acto, con las orquestas
escénicas ejecutando ritmos de danza contrapuestos al mismo tiempo y con sus
grupos de intereses encontrados es una obra maestra de complejidad. El tema de
Don Juan, tomado de la España renacentista, es tratado con distanciamiento
irónico, con gran complejidad de estratos. Este filibustero sensual se mueve entre
destacadas figuras de la opera seria (Donna Anna, Don Ottavio, el
Commendatore), tipos tragicómicos (Donna Elvira, Masetto) y personajes de la
opera buffa (Zerlina, Leporello). Las categorías empiezan a resultar mixtas - la
respuesta de la ópera a los grandes cambios de alrededor de 1800. El siglo XIX
manifestó su desaprobación a Così fan tutte (1790), la última opera buffa que
Mozart escribió con Da Ponte, porque la encontraba lasciva y caprichosa. Richard
Strauss, en tanto que entusiasta de Mozart, fue el primero en modificar tal punto
de vista. En nuestros días, esta obra para seis personajes, construida
simétricamente a la manera de una comedia francesa, es considerada una
"comedia negra", una alegoría mitad irónica, mitad indulgente de la mutabilidad de
las emociones. La opera buffa napolitana es elevada, hasta el punto en que la
música florece en sensualidad, por un proceso a la vez deliberado y críptico, hasta
el nivel de comentario de las debilidades humanas.
A partir de las reformas ilustradas de José II, la demanda de una ópera en
alemán se había ido elevando cada vez más alto y más claro. El 30 de septiembre
de 1791, pocas semanas antes de la muerte de Mozart, se llevó a cabo con gran
éxito la primera representación de Die Zauberflöte, una obra escénica en que los
elementos estilísticos contrastantes se combinan para crear una obra
aparentemente ingenua pero en realidad dotada de múltiples estratos: los de la
opera seria (La Reina de la Noche), las reformas de Gluck (arias breves), la
estructura dramática mozartiana (finales complejos), decorado y tramoya
espectaculares, cuento de hadas oriental, ideas masónicas de fraternidad y farsa
suburbana vienesa (Papageno). El texto fue escrito por el actor, empresario y
dramaturgo Emanuel Schikaneder, que fue el primero en interpretar el papel de
Papageno. El hombre se purifica mediante las pruebas y alcanza la felicidad paso
a paso. Los ideales clásicos de la humanidad empiezan a brillar. Goethe quería
escribir una segunda Zauberflöte. La ultima ópera de Mozart aún da que pensar
hoy día.
EL ROMANTICISMO Y EL REALISMO
BEETHOVEN
Los años que transcurren entre el estallido de la Bastilla (1789) y la caída
final de Napoleón (1815) vieron una Europa inmersa en guerras, confusión,
privaciones y desdichas. El orden jerárquico del Antiguo Régimen saltó en
pedazos. El teatro musical, siempre a tono con los tiempos, borró las fronteras
divisorias entre los estilos cómico y serio, entre el pathos heróico y el idilio
doméstico; derivó hacia formas mixtas (como la ópera semiseria), incidió en las
realidades de una época turbulenta y flexibilizó sus pautas formales. El hedonismo
de las épocas barroca y rococó se había extinguido por rancio y había
nuevamente interés en la ética, los ideales, el heroismo y la emoción. El héroe o la
heroína solitarios, el individuo excepcional, se convirtieron en objeto de culto, de
manera destacada en la ópera de terror y evasión que procedía de París; estas
óperas tenían relación con el abuso de poder y la arbitrariedad del mismo y con
los inocentes prisioneros amenazados de muerte, demostrándose en conclusión
que la perseverancia individual del oprimido y el valor ante la muerte conduce a la
victoria de una causa justa.
Docenas de óperas pintaron los terrores de la prisión y el acto del rescate
en la escena. El ejemplo paradigmático del nuevo estilo que se había hecho hueco
en el repertorio es Fidelio, de Ludwig van Beethoven (1770-1827), cuyo argumento
es el mismo al que pusieron música Pierre Gaveaux, Ferdinando Paër y Simmon
Mayr. La fuente original era un texto dramático del francés Jean Nicolas Bouilly,
Léonore ou l'amour conyugale (1798), basado en un incidente que Bouilly había
conocido como inspector de prisiones. Beethoven, que sólo daba su aprobación a
los dramas escénicos siempre que fueran esencialmente moralizadores, puso
música a una traducción alemana del texto francés, insistió en titularla Leonore y
la configuró en tres actos. Dirigió la primera representación en Viena en 1805,
estando la ciudad imperial ocupada por los franceses, y no suscitó gran
expectación. Beethoven revisó la obra y la tercera versión, de 1814, tenía la
estructura en dos actos que hoy conocemos y se titulaba Fidelio. Beethoven llegó
a escribir cuatro oberturas para la ópera, las tres llamadas "Leonore" y la breve
conocida como "Fidelio", en mi. El sentimiento heroico de leonora reside en el
contexto de Singspiel de la gente corriente (Rocco, Marcellina, Jachino), en la
medida en que responde al imperativo moral del amor conyugal y se expone a un
riesgo extremo con tal de rescatar a Florestan de su arbitrario encarcelamiento y
de la muerte absurda. La heroína de ópera seria se ha convertido en una heroína
altamente dramática del imperativo moral; la escena de Florestan en la cárcel se
convierte en una pintura tenebrosa de la maldita celda (dicho en lenguaje actual) y
la partitura simétricamente construida se desarrolla vigorosamente, culminando en
el jubiloso do mayor del rescate final. El tipo fundamental de la gran ópera heroica
se abre al realismo por el uso ocasional del melodrama y del diálogo hablado,
tomados del Singspiel y de la comedia musical francesa. Beethoven no escribió
más óperas; rechazó todos los temas que le ofrecieron, particularmente los de
cuentos de hadas y leyendas. No obstante, escribió música incidental para la
tragedia de Goethe Egmont (1810), con la intención de ensalzar y complementar
el sentido dramático.
Uno de los objetivos de Beethoven había sido el de acercar el texto y la
música lo más posible e incluso, en realidad, crear una música que estuviera muy
cercana al discurso. Los compositores de la sedicente música programática, en
consecuencia, tienen cierta justificación para citarle. La música programática ha
caído en el descrédito, quizás porque se la ha confundido pertinazmente con la
música ilustrativa, única que retrata simplemente lo que se halla en el texto o en
cualquier otra fuente. Para el francés Hector Berlioz (1803-1869), que es
considerado el padre de la música programática, era cuestión de expresar ideas
poéticas con un lenguaje orquestal original, desinhibido, distinto, como en la
Symphonie fantastique (1830), que retrata el destino de un artista. Tomando a
Gluck y Beethoven, sus deidades personales, como puntos de partida para su
excéntrica imaginación, Berlioz escribió dos grandes óperas al estilo de la tragedia
lírica. Benevenuto Cellini (1838) es un drama acerca de un artista situado en la
Roma renacentista que se vale de un episodio de la azarosa vida del escultor y
orfebre para cuestionarse si el éxito de una obra de arte excusa las lacras morales
de su creador, en tanto que Les Troyens (1863) tiene reminiscencias del ambiente
dramático de Gluck en su forma de representar los episodios de la Eneida del
poeta latino Virgilio. En Cellini aparece el leitmotif, que Wagner elevó a sistema, en
el estadio preliminar de sonidos y armonías "directrices" que penetran toda la
partitura y concentran la acción musical. En sus últimos años Berlioz rindió
homenaje a su ídolo, Shakespeare, en la comedia musical de transparente
partitura Béatrice et Bénedict, basada en Much Ado About Nothing ("Mucho ruido y
pocas nueces").
En París ocurrieron dos acontecimientos que inflamaron el entusiasmo de
Berlioz. Hacia 1830 el poeta Victor Hugo (1802-1885) proclamaba el romanticismo
francés en sus obras estremecedoramente pintorescas y la aparición de las
tragedias de Shakespeare en los escenarios de París liberó al teatro francés del
clasicismo estricto de Racine y Corneille, cuyas formas dramáticas se remontaban
a Aristóteles. Había dado comienzo una pronunciada transformación estética.
Berlioz respondió a esta emancipación de la imaginación con dos partituras en las
que las fantásticas versiones musicales van más allá de lo posible en la escena:
fueron la sinfonía dramática Roméo et Juliette (1839), tomada de Shakespeare, y
la leyenda dramática La damnation de Faust (1846), adaptación libre de algunos
episodios de la acción de la I parte del Faust de Goethe, desde el pacto con el
diablo hasta el encarcelamiento de Gretchen, concluyendo con el viaje de fausto al
infierno. Las geniales traducciones de Gérard De Nerval habían hecho a Goethe
bien conocido en Francia, donde se le consideraba un romántico. Había
comenzado la larga serie de óperas sobre Fausto, centradas en el legendario
símbolo heroico del individualismo. En su versión, Berlioz mezcló elementos de la
ópera con elementos del teatro moderno, superrealista, el lirismo con la
fantasmagoría, el realismo gráfico con los efectos mecánicos. En esta mezcla de
estilos se puso de manifiesto como un sucesor del teatro musical del período
revolucionario, enemigo del encorsetamiento del contrapunto, que así era como se
le sentía, y abogado del lenguaje instrumental bien definido. Su Traité
d'instrumentation et d'orchestation modernes (1884) ha sido el libro vigente en la
gramática orquestal hasta el día de hoy.
VERDI
El de 1813 fue un año marcado por el destino para Europa. La campaña de
Rusia y la batalla de Leipzig sellaron el destino de Napoleón. Los compositores
Verdi y Wagner vinieron al mundo, así como los escritores Hebbel y Büchner y el
filósofo Kierkegaard. Nacido el 10 de octubre en Roncole, cerca de Busseto
(Parma), Verdi tenía sus ancestros en una humilde aldea; él mismo se tuvo
siempre por un campesino. La rutina de sus primeros años le obligó a trabajar con
libretos convencionales que le entregaban, como la variante del tema de Don
Juan, Oberto, conte di San Bonifacio (1839), la comedia sobre el rey polaco
Stanislas Leszczynski, Un giorno di regno (1840) y I lombardi alla prima crocciata
(1843), un relato de la época de las cruzadas. Más allá de las reminiscencias de
Rossini y Bellini, el compositor dramático iba dejando su impronta.
Italia estaba en plena fermentación. En el movimiento político conocido
como "Risorgimento" cada una de las provincias quería sacudirse la dominación
extranjera y unirse entre sí. El nombre de Verdi pronto estuvo en labios de todos;
las cinco letras de su nombre se tomaron como las siglas de "Vittorio Emanuele
Re D'Italia", el rey elegido y largamente esperado. La ópera era política en una
medida apenas conocida hasta entonces; con atavío bíbñlico o histórico, las
óperas del joven Verdi, escritas con el Risorgimento en la cabeza, inspiraban la
idea de liberación. Nabucco (1842), cuyo argumento es el cautiverio de los
israelitas en Babilonia, se convirtió en un faro del Risorgimento. El coro de los
judíos, su himno. Las óperas tempranas de Verdi,que tienen breves indicaciones al
principio de cada escena a la manera romántica, siempre se sirven de la voz
cantante de coloratura para aportar la expresión. Verdi ajustó las partes de
soprano a la tesitura de la cantante Giuseppina Strepponi, que se convertiría más
tarde en su segunda esposa.
Verdi siempre tuvo predilección por los temas literarios o históricos; sus
libretistas, siempre en pugna con los censores, dieron forma operística al tema
elegido, de modo que, pese a ser obras totalmente originales, las formas
tradicionales despuntaban en mayor o menor medida: el recitativo con
acompañamiento orquestal y las escenas de bel canto, conjuntos llenos de
agitación apasionada, grandes entradas corales, contrastantes cambios de escena
y un final expansivo antes del entreacto principal. Los estereotipos persistieron en
amplia medida: el héroe y la heroína tenían voces altas, los personajes
atormentados y los villanos estaban en tesitura de barítono, las villanas, los
dignatarios y los padres eran contraltos y bajos. Verdi intensificó el realismo de la
pronunciación; hizo brotar, con su sentido pesimista, el lado sombrío de la vida;
hizo el lenguaje orquestal mucho más perfecto expresivamente para caracterizar
la acción, insistió enérgicamente en la dicción clara, fue derivando con confianza
hacia el drama musical, pero en todo ello era siempre un italiano, y como tal
estaba atado por la supremacía de la voz y de la forma. Siguiendo a su ídolo
Shakespeare, se esforzó implacablemente por alcanzar la verosimilitud en el
lenguaje armónico expansivo y orquestal del romanticismo pero mantuvo los pies
sobre el suelo operístico, ya fuera en obras sombrías e irreductibles como
Macbeth (1847-1865) y Simon Boccanegra (1857 y 1881), o en óperas próximas a
la grand opéra parisiense y a Meyerbeer, como I Vespri siciliani (1855), La forza
del destino (1862, 1869) y Don Carlos (1867, versión italiana de 1884), o incluso
en Aida (1871), que, compuesta para El Cairo, se sitúa en Egipto y es casi su
única ópera de tema mitológico. Se inspiró en el poderoso sentimiento de libertad
de Schiller para I Masnadieri (1847), Luisa Miller (1849), Giovanna d'Arco (1854) y,
en particular, Don Carlos. Quedó fascinado por el espectacular drama moderno de
Victor Hugo (Ernani en 1844 y Rigoletto en 1851), al igual que por el drama
romántico español inspirado en Hugo, como el tratamiento por parte de Gutiérrez
del asunto histórico (Il trovatore, 1853; Simon Boccanegra). Reflejó la ópera
rococó, que le era totalmente ajena, en Un ballo in maschera (1859). Llevó su
propia época a la escena una sola vez, y con ciertas connotaciones
autobiográficas; compuso La Traviata en 1853, basándose en La dame aux
camélias de Dumas hijo.
Íntima, sensible, escrita casi como una ópera de cámara, tiene un
impresionante realismo que la conecta con el verismo. Verdi forcejeó durante años
con El rey Lear de Shakespeare y acabó por rendirse. En Macbeth ya se había
aventurado por latitudes septentrionales en las brumosas oscuridades de su ídolo
y su amor por Shakespeare se consumó en la hondura psicológica de Otello
(1887) y en la comedia lírica Falstaff (1893). Arrigo Boito, el compositor de la ópera
fáustica Mefistofele (18689, que era también un hombre de letras, fue su mano
derecha como libretista. En su dramática intensidad, Otello presenta cierta
similitud con el drama musical, en tanto que Falstaff fue la primera opera buffa
italiana destacada desde Don Pasquale de Donizetti, estando compuesta por
sorprendentes recitativos declamatorios, arias fundidas en el conjunto y
resonantes finales contrapuntísticos. Comedia, lirismo y poesía romántica de la
naturaleza se combinan en Falstaff. Las palabras finales, en el sentido de que todo
en este mundo es una broma y que todos hemos nacido necios transforman el
pesimismo de Verdi en serena resignación.
Cuando Verdi murió el 27 de enero de 1901 en Milán, la ciudad que había
aplaudido sus primeras y sus últimas óperas, su obra se elevaba a la máxima
cúspide en el arte operístico italiano desde Rossini, como la mejor combinación
posible de verosimilitud implacable con la brillantez vocal y orquestal. En el
proceso de búsqueda de una expresión dramática independiente la ópera italiana
del bel canto se había transformado de la manera más asombrosa, alcanzando el
más alto vigor artístico y el aplauso más generalizado.
EL SIGLO XX
La cuestión era soslayar a Wagner o, desde luego, pasar por encima de él.
En París, la tragedia lírica se consolidó como la forma aceptada de teatro musical,
adornado con arias melifluas, ricos decorados y el inevitable ballet. La autoridad
en el bel canto deliciosamente escrito fue el parisino Charles Gounod (1818-1893),
cuyas óperas eran amables, hondamente sentidas y mozartianas en cuanto a la
técnica de conjunto. Su Fausto transfiere libremente la obra de Goethe al
escenario romántico francés, rompe el drama filosófico en tableaux acertadamente
operísticos, sitúa a Margarita en una posición central con su coloratura, crea
agradables números y da rienda suelta al sentimiento lírico. Varios compositores
franceses tomaron como modelo a Gounod, incluido el joven Georges Bizet (1838-
1875) en su temprana ópera de ambiente exótico Les Pècheurs de perles, que fue
una respuesta melodiosa y opulenta a la moda de los países remotos en la gran
ópera. La tragedia lírica adquirió complejidad musical y psicológica en las muchas
obras escritas para la escena por Jules Massenet (1842-1912), una de las cuales,
Werther (basada en Las desventuras del joven Werther de Goethe) empezó en
1891 a desempeñar el papel de un Freischütz francés. Con un encanto sensual en
su sonido, es una ópera llena de variados elementos estilísticos; pese a ser
totalmente lírica, bordea el nuevo estilo naturalista, al igual que Manon (1884). La
gran ópera y el exotismo triunfan en Samson et Dalila (1877) de Camille Saint-
Saëns (1835-1921), que dominaba diversos estilos pero era básicamente un
clasicista. Esta obra de proporciones ajustadas se concentra en tres personajes
principales, grandes coros y un decorativo ballet. El segundo acto anticipa la
estructura dramática del segundo acto de Parsifal, resultando una escena
seductora en la que un titiritero demoníaco mueve las cuerdas tras las bambalinas.
El realismo se agudizó en naturalismo. Fue Carmen de Bizet la que señaló
el cambio hacia el arte veraz en 1875, una señal que tuvo eco por todas partes y
fue saludado entusiásticamente por Nietzsche; en atención al realismo, es una
ópera cómica con diálogos hablados (Ernest Guiraud escribió una versión
totalmente musical), situando sus cuatro actos en el mundo cotidiano de las
jóvenes trabajadoras de una fábrica de cigarrillos, gitanos, contrabandistas,
toreros y soldados y narrando la amarga historia de un cabo que lo deja todo al
enamorarse locamente de una joven gitana y a la postre da muerte a su
inconstante amada. La partitura, que tiene cierta afinidad con la música callejera,
tiene una forma expresiva esencial, lacónica en sus melodías, que les da un cierto
sabor español, y en sus danzas y conjuntos. Para deleite de los antiwagnerianos,
Carmen se convirtió pronto en una de las óperas más frecuentemente
representadas del siglo.
Ahora había algún estímulo para desarrollar la ópera italiana más allá de
Verdi. Pietro Mascagni (1858-1945) convirtió un breve relato siciliano en un
"melodramma" vívido y conmovedor, situado entre los campesinos del sur y
titulado Cavalleria rusticana (1890), ópera en un acto con una acción muy
consensuada. Pronto se convirtió en una costumbre el representar la ardorosa
pieza de Mascagni antes de la breve ópera de dos actos Pagliacci (1892), una
tragedia situada en una compañía de cómicos ambulantes, escrita y compuesta
por Ruggiero Leoncavallo (1858-1919). El viejo truco de una representación dentro
de una representación se muestra efectivo; el celoso Canio es un papel
excepcional para los tenores, la acción está brutalmente concentrada y las formas
del bel canto resplandecen dentro del drama naturalista. Este nuevo estilo,
rigurosamente veraz, fue conocido en Italia como verismo. Se propagó como un
incendio. La ópera italiana encaró el nuevo siglo con cierta confianza.
Es cuestión discutida si Giacomo Puccini (1858-1924), nacido en Lucca,
escribió óperas que van más allá del verismo; en cualquier caso, las últimas
partituras, al igual que la sucesión de obras en un acto Il trittico (1918) y el cuento
de hadas simbolista Turandot (1926) que, con carácter póstumo, fue puesto en
escena por vez primera por Toscanini, nos muestran a Puccini explotando los
avances modernos en el drama y la armonía. Había estudiado a Verdi y a Wagner
y su ingenio había sacado provecho de ello. Manon Lescaut es una tragedia de
pasión, ricamente orquestada, de sentimiento concentrado sin dejar por ello de
presentar oportunidades al bel canto a pesar de la complejidad psicológica. La
Bohème (1896) condensa una historia agridulce del barrio de los artistas en París
en cuatro breves y contrastantes escenas; aprovechando el estilo intimista de La
Traviata, es atmosférica, la partitura es aún más delicada, plena de sentimiento y
de bel canto y tiene unos personajes con los que la audiencia puede identificarse.
El esquema italiano de tres personajes principales (soprano, tenor, barítono) es la
base de Tosca (1900), que aporta la severidad y la fuerza del verismo a una obra
escénica de carácter histórico. Las voces rinden homenaje al estilo de canto
dramático italiano, mientras la orquesta, modelada inteligentemente sobre la de
Wagner, liga los motivos sinfónicamente y revela los pensamientos secretos de los
protagonistas. En Madame Butterfly el lejano oriente, que estaba en boga en la
época de Puccini, está tratado con un gran refinamiento individual. En 1810 puso
en escena en Nueva York La fanciulla del West, una historia de crimen enlazado
con el sentimiento de los días de los buscadores de oro y los bandidos. El Nuevo
Mundo saltaba al escenario operístico con una viva luz romántica.
En los países de habla alemana la única ópera verista que entró en el
repertorio fue Tiefland (1903) de Eugen d'Albert (1864-1932), nacido en Glasgow
pero alemán por elección; pianista afamado, escribió veinte óperas de diversos
tipos, desde la comedia hasta obras románticas de grandes dimensiones y
simbolismo mágico. El esquema de los tres personajes es aplicado a una historia
ambientada en los Pirineos en la que se muestra la cuestionable moralidad de las
gentes de las tierras bajas y la pureza de las gentes de las montañas.
HACIA EL PRESENTE
La necesidad de aceptar a Wagner y al mismo tiempo superarle fue sentida
por muchos. Apropiándose la armonía de Wagner, Claude Debussy (1862-1918)
transfirió la tragedia lírica típicamente parisina al teatro estático del simbolismo en
su ópera en cinco actos Pelléas et Mélisande (1902), basada en la obra teatral de
Maurice Maeterlinck. El escenario refleja simplemente los procesos mentales y el
drama tiene lugar en el interior de los personajes, envueltos en una música
amable, permanentemente fluida, constituida por pequeños motivos; su sustancia
fundamental es el colorido impresionista. El colorismo de Debussy influenció al
húngaro Béla Bartók (1881-1945) y su temprana ópera en un acto El castillo de
Barba Azul (1918). También en el área general del impresionismo hay una versión
de Barba Azul a cargo de Paul Dukas (1865-1935): Ariane et Barbe-Bleu (1907)
está cargada de dificultades vocales y tiene una orquestación deslumbrante. El ex-
oficial naval Nicolai Rimsky Korsakov (1844-1908), que fue el maestro de
Stravinsky, escribió operas basadas en cuentos populares rusos que tienen cierta
afinidad con el impresionismo.
El cromatismo de Tristan contribuyó a aflorar una crisis en el lenguaje
armónico. Las relaciones funcionales entre las diferentes escalas se debilitaron y
finalmente se abandonaron totalmente a la atonalidad. Con un lenguaje sin trabas
que es característico del expresionismo, el compositor vienés Arnold Schoenberg
(1874-1951) escribió dos obras en un acto de gran hondura psicológica, Die
glückliche Hand (1924) y Erwartung (1928); ambos son monodramas que
descansan en un personaje central. La enorme orquesta, mucho mayor que la de
Strauss, emplea osados dinamismos y simbolismo instrumental para expresar la
vida interior de los personajes. La disposición estructural de las doce notas
cromáticas de la escala en diversas modalidades, liberadas de toda clave
relacional (conocida como dodecafonía o música de doce notas) aportó el
fundamento para la ópera en tres actos de Schoenberg Moses und Aron (1954 y
1957). Se trata de una pieza épica que Schoenberg dejó en forma fragmentaria y
siempre pensó que era irrepresentable. Se basa en una sola línea de doce notas y
trata un tema del Antiguo testamento, utilizando partes habladas a modo de coros
y culmina en una escena de danza en torno al becerro de oro.
El discípulo vienés de Schoenberg, Alban Berg (1885-1935), nunca perdió
de vista las potencialidades del teatro, a diferencia de su maestro. Bajo la
impresión de la primera guerra mundial compuso Wozzeck, representada por
primera vez en Berlín en 1925, una ópera basada en la obra teatral de denuncia
de Georg Büchner acerca de un infeliz oprimido empujado a un acto de
desesperación. Esta "ópera literaria" narra el sufrimiento de un triste soldado en
escenas breves, densas, llenas de vigor expresionista. La música, que es sonora,
extraordinariamente sensitiva y directamente conmovedora, es ampliamente
atonal pero tiene centros armónicos subyacentes; sólo la Passacaglia responde al
sistema de las doce notas. La ópera póstuma de Berg, Lulu (1937), basada en
obras teatrales de Frank Wedekind, sigue las reglas dodecafónicas. Incorpora
formas tradicionales como el canon, la coral y el airoso, así como el ragtime y un
vals inglés. La variedad de estilos expresivos eleva la entonación de las palabras y
hace el texto comprensible.
Junto con la técnica serial desarrollada por Anton Weber, las aportaciones
de Schoenberg y Berg ejercieron una amplia influencia en la música del siglo XX.
Karl V (1934), una crónica de Ernst Krenek (1900-1991), se construye sobre el
principio dodecafónico, a diferencia de su Jonny spielt auf, una ópera que incluye
jazz y escenas de la vida contemporánea, lo que se consideró sorprendente en
1927. Tras comenzar como serialista, el renano Bernd Alois Zimmermann (1918-
1970) creó en Die soldaten (1965) una ópera pluralística. Había algunos
oponentes del dodecafonismo que se aferraron a las formas teatrales
tradicionales. El compositor muniqués Carl Orff escribió exclusivamente para el
teatro y su cantata escénica Carmina Burana (1937) tiene una textura elemental
en sus melodías y ritmos que han dado la vuelta al mundo; sus óperas cortas Der
Mond (1939) y Die Kluge (1943) eran como cuentos de hadas, con la aspiración
de ser un "pequeño teatro universal" en su exquisita simplicidad, en tanto que sus
tragedias griegas, ya fuera siguiendo a Hölderlin, como en Antigonae (1949) y
Oedipus der Tyrann (1959), o el original griego de Esquilo en Prometheus (1968),
presenta la "ópera literaria" en una fase abstracta, con textos recitados
estáticamente sobre ritmos percutidos, sonidos de una orquesta no convencional y
armonía de base tonal.
Luigi Dallapiccola (1904-1975) fue el primer compositor italiano en utilizar la
técnica dodecafónica en una ópera, Il prigionero (Florencia, 1950) -pero de una
manera que se la podía alienar con el estilo melódico tradicional. Tanto en las
obras de Dallapiccola como de Luigi Nono (1924-1990), los temas políticos en
particular, la lucha contra el fascismo, ocupan un lugar central. En el caso de
Luciano Berio (n. En 1925), uno de los temas centrales es la naturaleza del propio
teatro: Opera (Santa Fe, 1970, el título debe entenderse en el sentido de "Obras")
entreteje diferentes aproximaciones dramáticas al tema de la muerte, mientras que
Un re in ascolto (1984) adapta la figura del Próspero de La tempestad de
Shakespeare a la de un empresario moribundo. Dejando aparte las obras en sí
mismas, la principal contribución de Italia a la ópera del siglo XX ha sido el trabajo
de los productores y los escenógrafos como Luchino Visconti, Franco Zefirelli,
Giorgio Strehler y Luca Ronconi.
El mundo de habla inglesa ha producido una desconcertante variedad de
formas músico-dramáticas. La comedia musical o el "musical" es una creación
angloamericana. Sus orígenes hay que buscarlos directamente en las actividades
empresariales de un gerente teatral de Londres en la década de 1890, George
Edwardes. El nuevo tipo de diversión, combinaba la farsa, el melodrama, el
sentimentalismo, los números de canción y baile, los coros y los finales
estrepitosos. El énfasis en las melodías pegadizas que sobreviven a los
espectáculos en que aparecían originalmente continuó en el musical americano,
sobre todo en la obra de Jerome Kern, Richard Rodgers, Lorenz Hart, Oscar
Hammerstein II y Cole Porter. Todos ellos han dejado una impresión indeleble en
numerosos compositores británicos más allá de los ejemplos destacados de Noël
Coward y Andrew Lloyd Webber. El fenómeno de la "comedia musical" es
sintomático de la gran brecha que se ha abierto entre la música "seria" y la que se
concibe como pura diversión. Sin embargo, algunas obras se sitúan con éxito a
caballo de esta división: la "ópera popular" de Gershwin Porgy and Bess (Nueva
York, 1935), impregnada de la tradición afroamericana y West Side Story (Nueva
York, 1957) de Leonard Bernstein, que con su tono elevado y su trágico final
trasciende el género del musical.
En relación con el repertorio más serio, Benjamin Britten (1913-1976)
destacó pronto como el más grande compositor de óperas británico desde Purcell.
Su Peter Grimes (1945) representa un prometedor comienzo en la historia de la
ópera británica, que conducirá a la aparición de muchos compositores cuyo
comospolitismo y complejidad les distinguirá de sus predecesores. El Grimes de
Britten, que fue saludado inmediatamente como una obra maestra, fue seguido de
la ópera cómica Albert Herring (1947) y de la tenebrosa ópera de cámara The Turn
of the Screw (1954).Su originalidad se despliega en la invención de nuevas formas
como la ópera de niños y la ópera de iglesia, que puede asimilarse a los misterios
medievales (Noyes Fludde, 1958). A causa de su versatilidad, Britten llevó a la
música inglesa a un modernismo templado, todavía tonal y a veces ecléctico. Este
camino fue seguido por diversos compositores, destacando Sir Michael Tippet (n.
En 1905), que ya era un compositor de ópera experimentado cuando la primera de
sus cinco óperas de madurez, The Midsummer Marriage, se representó en 1955.
La afirmación "Quisiera conocer mi sombra y mi luz, así estaré completo por fin"
(del oratorio A Child of our Time, 1935) resume la preocupación básica de las
óperas de Tippett, cuyos libretos, escritos por el propio Tippett, le deben mucho a
las ideas de Jung y a la poesía de T.S. Eliot.
TENORES
Enrico Carusso (1873-1921)
El más grande de los tenores y quizá el más famoso en la historia de la
ópera nació en Nápoles, en 1873. Su repertorio se componía de sesenta óperas y
cerca de 500 canciones. Fue pionero de las grabaciones y primer tenor del
Metropolitan Opera House de Nueva York, por 17 años.
BARÍTONOS
Tita Ruffo (1877-1953)
Nació en Pisa el 9 de junio de 1877. En su repertorio había más de treinta
papeles y es el referente obligado de todos los cantantes de su tesitura. La
extensión de su voz le permitía dominar 17 notas. Cantó en el Colón de Buenos
Aires de 1908 a 1931, año de su retiro.
Sir Thomas Allen (1944- )
Es el Don Giovanni de Mozart su papel por excelencia. El cantante británico
cumplió 35 años cantando en el Convent Garden en el 2006, a lo largo de los
cuales ha interpretado cuarenta papeles.
BAJO
Fedor Chaliapin (1873-1938)
De origen ruso, Chaliapin fue el más importante bajo de la primera mitad del
siglo XX. Su talento histriónico --que demostró en el cine--, al lado de su voz, lo
convirtieron en una estrella de la ópera o, como dice Eduardo Lizalde, "el mayor
intérprete de su tiempo, y en obras mayúsculas del repertorio eslavo, francés e
italiano".
SOPRANOS
María Callas (1923-1977)
Su vida y su capacidad histriónica matizaron la leyenda que fincó su voz,
criticada por muchos, pero jamás ignorada. La Callas, de origen griego, es sin
duda la más famosa cantante de ópera de la segunda mitad del siglo XX. Su
primer éxito lo obtuvo en 1942, con el montaje de Tosca, de Puccini, en la Ópera
de Atenas. Ese papel, al lado de su Norma, se consideran clásicos.
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