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CLASE 5
El sistema de partidos políticos argentino.
INTRODUCCIÓN
La quinta clase de esta materia, si bien respeta el formato de las primeras clases, es distinta a las
anteriores por el carácter de su contenido, que es de un perfil más histórico que “politológico” 1. Esta
clase tiene por objeto hacer un breve recorrido por la historia del sistema de partidos políticos argentino
-que bien puede basarse en el texto de Abal Medina (2014) propuesto para esta clase- y debe ser
analizado -para lo cual, por ejemplo, uno puede valerse del texto de Torre (2003) propuesto para esta
clase- a la luz de la teoría de sistemas de partidos vista en las últimas dos clases.
Por lo tanto, el objetivo primario de esta clase va a ser tratar de explicar y contextualizar el
surgimiento y evolución de los partidos políticos y sus sistemas en este país, pero desde el punto de
vista de los enfoques genético y morfológico de los sistemas partidarios respectivamente, desde su
surgimiento en la segunda mitad del siglo XIX. Para ello, la clase estará dividida en cuatro secciones: una
primera en la que se analizará el surgimiento del primer clivaje que da lugar a un sistema de partidos;
una segunda donde ese clivaje se reordena en torno a nuevas demandas y la irrupción de la democracia,
y con ella de un nuevo actor: el radicalismo; luego la modificación de ese clivaje con el surgimiento del
peronismo y por último, como es que el enfoque genético empieza a no ser suficiente para explicar el
ordenamiento del sistema de partidos en la Argentina, con el retorno de la democracia en 1983 y la
posterior crisis social y política del año 2001.
De acuerdo con Juan Manuel Abal Medina (2014: 259-266), recién con la federalización de la
Ciudad de Buenos Aires y las primeras elecciones con “tintes democráticos” 2 en 1880 podemos hablar
1
El presente texto tiene finalidad didáctica para la comprensión de Sistemas de Partidos en la Argentina, y no para
comprender la historia de los partidos políticos en Argentina. Todos los errores e imprecisiones históricas vertidas
en este texto son del autor. Asimismo, se sugiere contrastar con los contenidos vistos en la asignatura “Historia
Política Argentina” de la presente Licenciatura.
2
Preferimos esta denominación antes que “elecciones democráticas” como señala el autor, puesto que aunque
había elecciones regularmente, así como “sufragio universal” al entender de la época -es decir masculino- y había
cierto nivel de competencia, el mismo era irregular, y no había normas ni costumbres arraigadas y aceptadas por
del surgimiento de sistema partidario en la Argentina. Previo a este hecho, con la caída del poder
colonial en 1810 y el surgimiento de la organización política propia dada por los rioplatenses, surgen
diversos grupos políticos que se nuclean en torno a sus opiniones respecto al grado de cambio o
continuidad respecto a las políticas del período colonial. Esto gradualmente fue llevando a una pelea
sobre la existencia o no de un poder central -en torno a Buenos Aires-, y a que algunos grupos políticos
sobre todo territoriales empezaran a manifestar su contra a la existencia de un Estado nacional fuerte.
Aquellos que defendían esta autoridad superior nacional fueron conocidos como Unitarios y aquellos
que se oponían como Federales. Si bien este primer “clivaje”, en el sentido planteado por Lipset y
Rokkan, es distinto del observado en 1810, los unitarios asumen un ideario liberal y reformista, mientras
que los federales defendieron cierta continuidad de las políticas del período colonial. Entonces, si bien el
clivaje no es el surgido en 1810, las diferencias en torno a la organización nacional asumen y absorben
las diferencias previas y las integran a su clivaje.
Los unitarios, fuertes en Buenos Aires, ven caer su fortaleza con la llegada al poder de Juan
Manuel de Rosas, lo que los lleva al exilio o a dejar la política. Esto también significó para los liderazgos
provinciales el crecimiento de su propia autonomía, hecho que permitió el surgimiento de ideas liberales
en el resto del país, y que con la llegada de Urquiza al poder tras la batalla de Caseros en 1852 se
consolida, permitiendo la consolidación de una organización política federal, a la vez que en cierta
medida liberal -dado el apoyo unitario obtenido en la lucha contra Rosas-, para nuestro país, plasmada
en la Constitución sancionada un año después. Es al calor de la flamante Carta Magna que surgen los
primeros partidos políticos, que se asemejan mucho al modelo de partido de notables visto algunas
clases atrás: el Partido Federal, en torno a la figura de Urquiza, y nucleando a los gobernadores y líderes
provinciales que le responden, y buscando la defensa de la tradición y los valores de los pueblos del
interior; y el Partido Liberal, compuesto por los unitarios y sus “herederos”, ligados al pensamiento
positivista, distanciados de la Iglesia Católica. (Abal Medina, 2014: 262). Estos partidos, aunque
desaparecieron al poco tiempo fueron la génesis de la división concreta con la llegada de Mitre -Liberal-
al poder y su intento de federalizar Buenos Aires en 1860, así como también la muerte de Urquiza en
1870. La oposición a Mitre -otrora seguidores de Urquiza- conforman el Partido Autonomista, y los fieles
al Presidente formaron el “Partido Liberal Nacionalista”. Este sistema “bipartidista” sobrevive hasta la
llegada al poder de Roca -Autonomista-, cuando se conforma el Partido Autonomista Nacional, en torno
a la “Liga de Gobernadores”. El eje de este partido es el liderazgo local en cada distrito, y logra de este
modo cerrar el clivaje planteado sobre la organización del Estado, tras su triunfo definitivo: pese a
provenir del tronco federal, se centraliza la autoridad política, aunque garantizando un nivel de
federalismo importante, revelado principalmente en el rol de los líderes locales.
Tras la crisis económica de 1890 y el fracaso del gobierno de Miguel Juárez Celman, surge una
coalición opositora, denominada Unión Cívica, que incluía a los partidarios de Mitre y algunos líderes
autonomistas. Esta coalición lleva a cabo una sublevación, conocida como “Revolución del Parque”, que,
aunque es sofocada, lleva a la renuncia de Juárez Celman y la llegada al poder de Carlos Pellegrini. En
este contexto, comienza a organizarse la Unión Cívica en todo el país. Sin embargo, Mitre -que sería
apoyado como candidato por la Unión Cívica-, consciente que en el interior el PAN aún es más fuerte,
busca un pacto de unidad. Este pacto lleva a la ruptura de la Unión Cívica en dos: por un lado, la Unión
todos que nos permitan hablar de la existencia de ciertos valores democráticos mínimos, así como tampoco había
un nivel de competencia suficiente como para garantizar la incertidumbre sobre el resultado, que como se vio dos
clases atrás, es un elemento crucial para analizar la competitividad de un sistema.
Cívica Nacional, que respalda a Mitre, y por otro, la Unión Cívica Radical, liderada por Leandro N. Alem,
que se oponía, y planteaba como objetivo central eliminar la “exclusión política del sistema”. Este
partido entra en crisis tras la muerte de su líder, hasta que un fuerte proceso de reorganización llevó al
liderazgo del partido al bonaerense Hipólito Yrigoyen, con una fuerte organización desarrollada a través
de locales territoriales -comités-, con una estructura jerárquica y piramidal, que apuntaba a incluir a los
sectores excluidos del sistema -la creciente clase media, tanto urbana como rural-. Siguiendo a Abal
Medina (2014: 265), esta organización implicó el surgimiento de un partido burocrático de masas. En
1896, también surge el Partido Socialista, bajo el liderazgo de Juan B. Justo, con múltiples elementos que
lo asemejaban a un partido de masas, como vimos en clases anteriores.
El surgimiento de las nuevas estructuras partidarias anteriores impone presión -aunque también
temor- sobre el gobierno autonomista, siendo así necesario para la supervivencia -y evitar repetir la
“revolución del Parque”- una reforma del sistema electoral y de las prácticas políticas en su conjunto.
Esto recién puede tener impulso con la llegada al poder de Roque Sáenz Peña en 1910. Sáenz Peña, y los
reformistas que lo acompañaban, pretendían crear un partido que agrupe a todos los conservadores y
liberales, y basados en el crecimiento económico de la Argentina de ese entonces, pudieran ganar las
elecciones libres, que tenían tres características centrales: “la confección de un padrón único nacional
que incluyó el Documento de Identidad, el establecimiento de un sistema electoral de lista incompleta
que permitiría la representación de las minorías y, finalmente, la regulación del comicio (sic),
incorporando la Justicia Electoral, y promulgando el voto secreto” (Abal Medina, 2014: 265-266).
En 1916 se celebran las primeras elecciones con este sistema, y al calor del mismo, no solo ganan
protagonismo la UCR y el Socialismo, sino que surgen disidencias liberales en el seno del
conservadurismo, como el Partido Demócrata Progresista, liderado por Lisandro de la Torre. En este
contexto de fragmentación y de posibilidad de competencia abierta, la UCR gana por un amplio margen,
fundamentalmente por la imposibilidad del conservadurismo de articularse. La UCR fue aumentando su
poder y su peso, particularmente por la imposibilidad del PDP y del PS de crecer territorialmente fuera
de sus distritos más relevantes -Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires respectivamente-. En este
contexto, el sistema va ganando características similares a las de un sistema de partido predominante, y
como tal, las luchas por el poder, se desarrollan dentro de la UCR, así como también se generan las
primeras “disidencias” al partido: aquellos opuestos internamente al liderazgo fuerte de Yrigoyen,
constituyen la Unión Cívica Radical Antipersonalista. Un fenómeno similar se da en el seno del
Socialismo, que venía acumulando muy buenos resultados en la Ciudad de Buenos Aires, con el
surgimiento del Partido Socialista Independiente. Al finalizar el mandato de Alvear, que inicialmente fue
respaldado por Yrigoyen, pero luego se alejó del líder partidario y se acercó al antipersonalismo,
Yrigoyen recupera la presidencia, mostrándose nuevamente el clivaje original de 1916: por un lado,
Yrigoyen, y por otro el antipersonalismo, respaldado por los conservadores. Esta escisión permitió
confirmar el formato de la UCR como partido burocrático de masas, apoyado por la clase media,
electoralmente más fuerte en el país. Sin embargo, en las elecciones legislativas de 1930 la oposición
antipersonalista gana terreno, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, con el triunfo del Partido
Socialista Independiente. Esto prepara el terreno para el golpe de 1930, ante la imposibilidad de los
antipersonalistas y conservadores de llegar al poder.
El golpe de 1930, lejos de destruir al sistema de partidos, termina por confirmar no solo el clivaje
y la división social, sino que permitió confirmar el predominio del radicalismo en la escena política: para
evitar su acceso al poder, se proscribe al radicalismo -ahora liderado por el ex presidente Alvear-, y
triunfa en elecciones fraudulentas el Gral. Justo, radical antipersonalista, aupado por la “Concordancia”,
alianza entre conservadores -reagrupados finalmente en el Partido Demócrata Nacional-,
antipersonalistas y socialistas independientes. Entonces, aquí se manifiesta un sistema de partido
hegemónico, ya que las elecciones no eran competitivas. Esto se verifica en 1937, con la llegada al poder
de Roberto Ortiz. En este período, sin embargo, no se fortalece la UCR, puesto que no tiene oportunidad
de expresión ni de manifestarse en “elecciones fraudulentas”. En este contexto, el golpe de 1943, surge
en el marco de una severa crítica a los partidos políticos en general, sobre todo a partir de la decisión del
presidente Castillo3 de nombrar como sucesor a Robustiano Patrón Costas, terrateniente salteño, visto
en ese entonces como una personalidad corrupta, que impulsaba la participación de Argentina en la
Segunda Guerra Mundial en el bando aliado.
3
Sucesor de Roberto Ortiz tras su renuncia y posterior fallecimiento en 1940.
En este contexto, el gobierno militar llama a elecciones en el año 1946, y queda de manifiesto el
nuevo clivaje entre los sectores excluidos que ahora ganan lugar en el sistema, y todos los demás
sectores que ya habían sido incluidos antes y después de la Ley Sáenz Peña. Electoralmente, el
“peronismo” se presentará bajo tres listas -el Partido Laborista, organizado a partir de los sindicatos y
emulando al laborismo inglés, primer partido de masas en la historia argentina 4; la Unión Cívica Radical-
Junta Renovadora5; y los Centros Patrióticos o Independientes 6-; mientras que el antiperonismo, se
organizará en la “Unión Democrática”, que postuló a los radicales Tamborini y Mosca para la
presidencia, también llevaría tres listas -la de la UCR, la del Partido Socialista y una alianza entre el PDP y
el Partido Comunista llamada ‘Lista de la Unidad y la Resistencia’-, aunque contaría con el respaldo de
los conservadores. La fórmula Perón-Quijano se impondría con el 54% de los votos, y posteriormente las
distintas listas se organizarían bajo el Partido Único de la Revolución Nacional, que luego se
redenominaría Partido Peronista. Por el lado del antiperonismo, aunque todos sus partidos
sobrevivieron, la UCR fue la principal fuerza política, y el sistema uninominal al estilo inglés adoptado
por la constitución de 1949, alentó a que el radicalismo fuera prácticamente la única fuerza política
alternativa. El peronismo ganaría nuevamente las elecciones de 1951, esta vez con el 62,5% de los votos,
frente a un 31,8% de la UCR y un lejano 2% de los conservadores. En este contexto, el sistema es de
partido predominante y la competencia política se da en torno a este clivaje consolidado en 1946:
peronismo vs. antiperonismo.
Este clivaje permanecerá en vigencia, en principio, hasta 1983. Del mismo modo que ocurrió con
Yrigoyen los sectores excluidos de la representación política llegarán al gobierno mediante golpes
militares (1955, 1962, 1966 y 1976), o bien mediante la proscripción del peronismo como fuerza política
(1958, 1964). Aunque el sistema de partidos se reorganizaría con el surgimiento de fuerzas alternativas
al radicalismo tradicional, como la Unión Cívica Radical Intransigente, liderada por Arturo Frondizi, que
gana en 1958, la fuerza del peronismo como fuerza predominante del sistema implica que cualquier
partido que quiera ganar de manera clara necesite su apoyo, como lo demuestra la elección de Frondizi
en 1958 y la elección que llevaría a Illia a la presidencia con solo el 25% de los votos. Los golpes de 1962
y 1966 se dieron después de elecciones en las que el peronismo, de manera indirecta, participaba en
elecciones donde demostraba su fortaleza política y que la estructura de competencia y del sistema de
partidos en general gestada en 1946 se encontraba en plena vigencia.
4
Abal Medina, 2014: 270.
5
Escisión de líderes medios del radicalismo que apoyaba a Perón, siendo su principal referente J. Hortensio
Quijano, quién será compañero de fórmula de Perón.
6
Grupos de dirigentes conservadores y nacionalistas que, junto con algunos militares, se plegaron a Perón.
sistema electoral, introduciendo un sistema de elección directa a doble vuelta y un plazo mínimo de
residencia en la Argentina, hecho que excluía a Perón de la campaña. Tras la llegada de Perón a la
Argentina en 1972, que demostró la fragilidad del “peronismo sin perón” en la masacre de Ezeiza, quedó
claro que no solo el peronismo era el sector -partido- gravitante en la sociedad argentina, sino también
que era dependiente de las primeras líneas de su liderazgo. Así es que se conforma el Frente Justicialista
de Liberación (FREJULI), que llevará a Héctor J. Cámpora a la presidencia, con el slogan “Cámpora al
gobierno, Perón al poder”. Por fuera del peronismo, las fuerzas no peronistas se presentaron
fragmentadas, principalmente por sus divergencias en torno a la posibilidad de acuerdos con el
peronismo y sus identidades tradicionales-. LA UCR, como principal alternativa al peronismo, postula a
su líder desde la década del 50, Ricardo Balbín. El sector más “izquierdista” del viejo frondizismo, el
Partido Intransigente, liderado por Oscar Alende conforma con distintos sectores de centro-izquierda la
Alianza Popular Revolucionaria. Los sectores conservadores, junto con la Democracia Progresista,
formarán la Alianza Popular Federalista, que llevará a Francisco Manrique. Asimismo, se presentan
algunas candidaturas de izquierda no peronista, una candidatura respaldada por el gobierno militar -la
Alianza Republicana Federal, que postula a Ezequiel Martínez- y los sectores empresariales, con una
propuesta liberal en lo económico -Nueva Fuerza-. El FREJULI muestra la preeminencia del peronismo
obteniendo el 49% de los votos, porcentaje que se ve reforzado tras la renuncia a los pocos días de
asumir del presidente Cámpora, lo que fuerza nuevas elecciones en septiembre, en las cuales la fórmula
Juan Perón-Isabel Perón gana con el 62%. La fuerte división entre sectores de derecha e izquierda en el
peronismo lleva a una profunda crisis en el partido, que conjuntamente con la escalada de violencia
social y política, así como también la crisis económica desatada tras la muerte de Perón en 1974, motiva
el resurgimiento de la opción militar, que se concreta en el golpe de 1976 y en la implementación del
“Proceso de Reorganización Nacional”, que se propuso como objetivo eliminar al marxismo y al
peronismo , así como también un fuerte poder represor del Estado.
Pese a la irrupción de los militares y el fuerte aparato represivo instaurado, el clivaje peronismo-
antiperonismo sobrevive, incluso tras el descalabro de la dictadura después de la crisis económica de
1981 -que motivó la aparición en escena de los sindicatos peronistas- y la derrota en la Guerra de
Malvinas, lo que forzó a una transición democrática. Ya en 1981, el Partido Justicialista, la UCR, el
Partido Intransigente, la Democracia Cristiana y el Movimiento de Integración y Desarrollo -de Arturo
Frondizi- conforman la “Multipartidaria”, que demuestra la vigencia por un lado del clivaje bajo el cual
se estructura el sistema de partidos, pero al mismo tiempo una creciente fragmentación, con sectores ya
dispuestos a negociar y no necesariamente a excluir al peronismo del sistema de partidos por la fuerza.
Tras la derrota de Malvinas, y las importantes manifestaciones populares, quedó claro que la
convocatoria a elecciones era la única salida. Sin embargo, como bien señala Abal Medina (2014: 283), el
sistema partidario que emergerá en 1983 es distinto a los previos: “la distancia ideológica se redujo
notablemente y el sistema perdió su condición de polarizado para comportarse de acuerdo con las
características usuales de los sistemas moderados: competencia centrípeta, ausencia de partidos
antisistema, escasa distancia ideológica entre los partidos”. Asimismo, el clivaje peronismo-
antiperonismo, aunque fundamental para comprender el sistema, ya no es la única dimensión a partir
de la cual se estructura la competencia. Basten como ejemplo las elecciones de 1983, donde uno de los
ejes de la campaña fue la consideración sobre si se enjuiciaba o no a los militares que participaron en el
aparato represor durante la dictadura. Esta emergencia de nuevas dimensiones de competencia lleva en
1983 al primer triunfo real de la UCR desde el surgimiento del peronismo. Sin embargo, el sistema
seguía estructurado con dos partidos fuertes -el PJ y la UCR-, aunque con la emergencia de terceras
fuerzas como el Partido Intransigente o el MID.
Después de 1983, la crisis en el peronismo lleva a una reorganización del partido, donde se
impone el sector denominado “renovador”, liderado por Antonio Cafiero, y se lleva adelante una
reforma de la organización partidaria. En 1987, el peronismo reorganizado triunfa en las elecciones
legislativas y provinciales, y Cafiero es elegido Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. En 1988, en
elecciones internas que muestran esta nueva organización, Cafiero es derrotado por Carlos Menem,
apoyado por los ortodoxos que resistieron la renovación cafierista. En un contexto de fuerte crisis
económica, Menem se impone por amplio margen en las elecciones presidenciales de 1989. Las
elecciones de 1989 demuestran la emergencia de un nuevo sector político a la vía partidaria: el tercer
puesto de la UCeDé, de Álvaro Alsogaray, muestra que las terceras fuerzas conservadoras y liberales
también existían en la política argentina y eran competitivas -cuando no claves para garantizar la
gobernabilidad. El pacto de Menem con la UCeDé, que es un reflejo del cambio de posición ideológica
en cuanto a lo económico del peronismo, lleva a la escisión de un grupo importante de miembros del PJ,
que conformarán con el pasar de los años el Frente Grande, liderado por Carlos “Chacho” Álvarez.
Asimismo, en 1994, se gestó un acuerdo bipartidista PJ-UCR, conocido como “Pacto de Olivos”,
que por un lado permitió la reelección de Menem, pero también garantizó puestos clave -como
senadores por la minoría u organismos de control- para la segunda fuerza, que sería la UCR dada la
configuración política de ese momento. Este pacto genera, como menciona Abal Medina (2014: 285-
286) un espacio vacío en el sistema, el de la oposición abierta al menemismo, y el Frente Grande
conforma en alianza con el ex gobernador mendocino José Bordón, el FREPASO, disidencia del
peronismo a la izquierda del menemismo, aglutinando a otros sectores políticos como socialistas o
demócrata cristianos. El FREPASO sacará de la UCR del segundo lugar en las elecciones presidenciales de
1995. Esto mostraba que el sistema actuaba como un “pluripartidismo predominante”, en el cual la
fragmentación entre FREPASO y UCR, junto con las reglas pautadas en 1994, dejaba la puerta abierta al
triunfo del PJ. Para desafiar esto, FREPASO y UCR, conforman en 1997 la “Alianza por el Trabajo, la
Justicia y la Educación”, que en 1999 obtendrá la presidencia, en manos de Fernando De La Rúa, frente a
la candidatura peronista del gobernador bonaerense Eduardo Duhalde, resistida por Menem, pero atrás
de la cual finalmente se encolumnó el peronismo en su conjunto. Los sectores liberales en lo económico,
anteriormente representados por la UCeDé, encontraron en Domingo Cavallo y su partido -Acción por la
República- su candidatura, y así como en 1989, obtuvieron el tercer lugar.
El descrédito a los principales partidos políticos, principalmente a la UCR, hizo que sectores que
históricamente no se encontraban representados por el peronismo -único partido que mantuvo en pie
sus estructuras y un nivel de respaldo para nada despreciable tras la crisis del 2001- estuvieran
“huérfanos de la política de partidos” (Torre, 2003), y los clivajes de competencia partidaria pasaran a
un segundo plano. Es así como el Partido Justicialista, con su fragmentación -mediante la presentación
de tres candidatos presidenciales en las elecciones de 2003 7-, absorbe gran parte de estos huérfanos,
mientras que el electorado radical, se parte principalmente entre las candidaturas de dos ex dirigentes
de su fuerza: Ricardo López Murphy, que lidera RECREAR, una alternativa ideológicamente de centro-
derecha, liberal, afín al ideario que representaba antes Acción por la República; y Elisa Carrió, que lidera
en ese entonces el Partido ARI -Afirmación por una República Igualitaria-. Opciones de centro izquierda
como el Partido Socialista, o de izquierda como el Partido Obrero e Izquierda Unida también aparecen
en la competencia, mientras que la UCR a nivel nacional obtiene el peor resultado de su historia, pero
mantiene cierta relevancia en algunas provincias.
Con el pasar del gobierno Kirchner, y en particular con la elección de Cristina F. de Kirchner en
2007 y 2011, el sistema parece comportarse como un sistema de partido predominante: con libre
competencia, el “Frente para la Victoria” -etiqueta partidaria que utilizará el PJ junto con movimientos
sociales surgidos al calor de las protestas de 2001 a 2003, y partidos de centro izquierda- se impone
claramente en todas las elecciones, frente a la fragmentación opositora, representada por el
radicalismo, el ARI -redenominado “Coalición Cívica” a partir de 2007-, el peronismo disidente -con
Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde como principales líderes- y el Partido Socialista -que en 2007
compite junto al ARI, y en 2011 conforma con otros movimientos de centro-izquierda, algunos de los
cuales estuvieron tiempo antes en el Frente para la Victoria, el Frente Amplio Progresista-. Asimismo, en
2007, el Frente para la Victoria, empieza a obtener sus primeras derrotas resonantes a nivel distrital: en
la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri obtiene la jefatura de gobierno, y en Santa Fe el socialismo -
en el Frente Progresista, aliado con el radicalismo- obtiene la gobernación. Asimismo, la relación tirante
7
Carlos Menem, que representaba intereses y coaliciones similares a las que lo llevaron al gobierno en 1989 y
1995; Adolfo Rodríguez Saá, apoyado por una coalición de dirigentes peronistas ortodoxos, algunos sindicatos y
sectores del radicalismo; y Néstor Kirchner, apoyado por algunos gobernadores, el gobierno del presidente
Duhalde y sectores de centro-izquierda que conformaron el FREPASO anteriormente.
8
Macri ya había surgido en 2003 como candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por el recién
creado partido “Compromiso para el Cambio”, al calor del “que se vayan todos” de 2001.
con el peronismo cordobés, liderado por José Manuel de la Sota, señala que el kirchnerismo comienza a
tener inconvenientes para conformar la construcción política en los grandes distritos.
BIBLIOGRAFÍA
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