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Miguel De Luca*
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términos tales como “entorno” o “tecnócrata”. Por otra parte, en este escenario
también es posible que la destreza o el carisma de un ministro eclipsen a la figura
presidencial, generando tensiones entre el titular del ejecutivo y quien ejerce un
poder “prestado”.
El objetivo de este capítulo es brindar una descripción general sobre los
gabinetes presidenciales de Raúl Alfonsín (1983-1989), Carlos Menem (1989-
1999), Fernando de la Rúa (1999-2001), Néstor Kirchner (2003-2007) y
Cristina Fernández de Kirchner (CFK) (2007-2011). La revisión no incluye a
las presidencias de Adolfo Rodríguez Saá (una semana en diciembre de 2001) y
Eduardo Duhalde (2002-2003), dado el carácter excepcional de su proclama-
ción y duración. A su vez, el examen considera a los equipos de gobierno de
Néstor Kirchner y CFK como uno solo en razón de las múltiples semejanzas/
continuidades entre ambos (marcándose oportunamente, claro está, las pocas
diferencias registradas).
Este repaso se concentra en los patrones generales prevalecientes en la inte-
gración de los gabinetes, en su forma de funcionamiento, en la relación entre el
primer mandatario y sus colaboradores inmediatos y en el detalle de unas pocas
características generales de los equipos de gobierno. Y, por razones de espacio,
adopta la forma de cinco “apuntes” delineados en forma comparada.
Hace ya casi quinientos años Nicolás Maquiavelo destacaba que la primera eva-
luación sobre el juicio de un príncipe se formula sobre los secretarios que elige
para rodearse: si éstos no son capaces y fieles, el primer error lo comete en esa
selección. La conformación del equipo de asistentes es una cuestión crucial para
considerar el desempeño de un liderazgo político.
En la integración de los gabinetes presidenciales intervienen tres grupos
de factores. El primero lo conforma el modo en que el o la candidata llega a la
primera magistratura y las características del partido político o coalición electoral
en el que se ha sostenido la victoria. El segundo, la formación, experiencia y tra-
yectoria político-partidaria del presidente. Y el tercero, los objetivos del mandato
presidencial, los recursos políticos, institucionales y de liderazgo que el titular
del ejecutivo dispone para llevar adelante su agenda y el contexto en el que le
toca gobernar. La incidencia de estos tres grupos de factores varía según se trate
de gabinetes inaugurales, intermedios o de fin de mandato. En este “apunte”
se repasarán los contrastes en los gabinetes inaugurales, pero el mismo ejercicio
puede realizarse para los otros dos tipos de equipos de gobierno.
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pugna por llegar a la Casa Rosada), ni otros distritos con abultado padrón de
votantes, como Córdoba o Santa Fe. Y tampoco existieron espacios para diri-
gentes que, sin un claro alineamiento interno, hubiesen permitido extender el
raquítico apoyo que Kirchner recibió en la primera, y única, vuelta electoral
(véase “Kirchner: gabinete sin aliados nuevos”, Clarín, 21/5/2003).
En cuanto al gabinete original de CFK, de los quince funcionarios más
importantes, es decir, todos los ministros y los titulares de las secretarias General,
Legal y Técnica y SIDE, doce procedían de la gestión saliente: nueve continuaban
en el mismo cargo que habían tenido en el último día del gobierno precedente,
uno cambiaba de cartera (Aníbal Fernández), y los dos restantes ascendían de
puesto (Juan Carlos Tedesco y Graciela Ocaña). De la docena mencionada, siete
habían integrado el equipo inicial de Néstor Kirchner. Entre los miembros que
no provenían del gabinete de su esposo, dos dejaban cargos en la provincia de
Buenos Aires, gobernada por el entonces aliado Felipe Solá. Y no había ninguno
que reflejara la integración de la denominada “Concertación Plural”, a la que
le correspondieron unos pocos despachos en la segunda y tercera línea de la
gestión (sobre la incorporación de Julio Cobos como vicepresidente, véase el
capítulo de Serrafero).
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En la jerga política se sentencia con crudeza: “los ministros están a tiro de decreto”.
Lo cual es cierto, tanto como que los presidentes exhiben patrones diferenciales
en las decisiones que implican cambios de gabinete. Sobre este aspecto inciden,
también, los factores presentes en los procesos de selección de los ministros y en
las formas de funcionamiento del equipo de gobierno.
Alfonsín, Menem y de la Rúa concibieron a sus renovaciones ministeriales
como respuestas a escenarios críticos, reflejo de virajes en la orientación guberna-
mental o cristalización de nuevas alianzas políticas. También se distinguieron por
2. Véase Atilio Bleta, “Las siete claves del estilo K” (Clarín, 5/1/2004); Paola Juárez, “Con-
valecencia sin reuniones de gabinete” (La Nación, 17/4/2004); y Walter Curia, “Los secretos
sobre cómo Kirchner maneja el poder” (Clarín, 23/5/2004).
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confiar los principales cargos a un núcleo reducido de personas, las que durante
sus respectivas presidencias llegaron a desempeñarse en más de una función,
práctica bautizada por la prensa como “gabinete de los mismos”, “enroque”,
“rotación” o, más originalmente, como “criterio de la noria”.
Por el contrario, los gabinetes de los Kirchner se destacaron por su re-
lativa estabilidad.3 Muy probablemente, pero no sólo, por el escenario menos
turbulento en el que gobernaron (y en este sentido, puede parangonarse con los
pocos cambios ministeriales en la segunda presidencia de Menem). El estilo de
los Kirchner sobresalió por mantener a su equipo inclusive frente a presiones o
críticas de cualquier tipo. Y, a diferencia de sus predecesores, los cambios mi-
nisteriales no tuvieron como objetivo reflejar nuevas orientaciones políticas ni
reconocer acuerdos políticos. De hecho, ni la promoción de la “transversalidad”
en los albores de la presidencia de Kirchner, ni la “Concertación Plural” en los
tiempos de CFK, encontraron su correspondencia en la composición del gabi-
nete. De los nueve reemplazos realizados por Néstor Kirchner, cinco estuvieron
motivados directa o indirectamente por la competencia de ministros en cargos
electivos (por ejemplo, en 2005 José Pampuro y Alicia Kirchner ganaron bancas
en el Senado y Rafael Bielsa en Diputados).
3. Véase Oliver Galak, “Kirchner tiene el gabinete con la mayor estabilidad desde 1983” (La
Nación, 25/7/2004).
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poder del titular del ejecutivo (Novaro 2000). Incluso, la salida de Bauzá como
JGM dejó a Menem sin “filtro” para consejos, consultas, problemas y conflictos.5
Con de la Rúa y su primer JGM, un político con perfil propio como Ro-
dolfo Terragno, la institución parecía cobrar una nueva orientación (ver “Darían
más poder al jefe de Gabinete”, La Nación, 16/2/2000). Sin embargo, poco menos
de un año después, con el nombramiento de un hombre con trayectoria técnica
antes que política (Chrystian Colombo), el JGM volvió a funcionar como un
recurso presidencial más. Y la gravedad y el vértigo de la crisis de 2001 abortaron
cualquier escenario imaginado de cohabitación entre un presidente y un JGM
de signos partidarios opuestos.
En el tiempo de los Kirchner, el perfil político-partidario de los titulares
de la JGM pasó de menor a mayor (Alberto Fernández, Sergio Massa, Aníbal
Fernández). No obstante, las varias funciones del JGM durante este período
–“pararrayos”, “escudo” y “vocero” de la presidencia– fueron paulatinamente
replegándose, como así también el poder de este funcionario dentro del propio
gobierno.
Resta una nota respecto de la obligación del JGM de concurrir mensual y
alternativamente a las cámaras del Congreso para brindar informes, es decir, de
su papel como enlace entre la presidencia y el poder legislativo. Desde su estreno
y hasta hoy, las presentaciones del JGM en el recinto parlamentario han sido una
mera formalidad. Generalmente el JGM ha expuesto un extenso informe sin
admitir la discusión directa o bloqueando cualquier debate gracias al sostén de
una mayoría oficialista, lo cual ha provocado desinterés entre los legisladores.6
Tras una práctica relativamente esmerada con Bauzá, Rodríguez y Terragno, las
ausencias de sus sucesores resultaron más frecuentes y notorias (véase “Alberto
Fernández fue una sola vez al Congreso”, La Nación, 2/1/2006).
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Bibliografía
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