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. Borges y el arte de la perplejidad Bn las primeras paginas de la novela de Vieginia Woolf, Orlando ve a un viejo soitario que eseribe en una honda hhabitacién de su casa aldea medieval, se acerca y le dice: “alts usted poeta? Cuénteme todas las cosas del mundo”. [Nada parece mas adecuado para hablar de Jorge Luis Bor- ‘ges y del papel que cumplié en nuestra cultura, Borges es ‘ese anciano solitatio que le trajo a la América Latina, quiera de un modo simbélico, “todas las cosas del mun- do”, La cultura en que vivimos es distinta después de su labor. Ht recibié e incorpord recursos de la lengua inglesa y de la lengua alemana al idioma, ala manera como Bos- cin y Garcilaso nos trajeron el modo itilico, y Rubén Da- tio y sus modernistas la misica del simbolismo y det parnasianismo francés. Como él mismo lo declasé, fue hijo del modernismo, pero mientras otros poetas y pro- sistas se aplicaban a extremar los recursos de Dario y de sus adliteres, Borges llevé a su més ato grado la aventura central de aquel movimiento, Por la obra de Silva, de Gu- tiérrez Najera, de Mart, de Lugones, de Rubén Dati, el castellano se habia trasformado definitivamente en una ‘lengua americana: Borges la convirtié en una lengua pla- nctaria, y en su obra es posible hallar por primera vez de un modo pleno y, si se quiere, lésico, el asombrado en cuentro de nuestto continente con el mundo, su hospita- lidad con todas las culturas y con todas las tradiciones, su 197 decision de asumir los grandes desafios que la historia les Propone a los pueblos americanos. ‘Todos conocemos la ilustre tradicién poética y narra- fiva con que el Siglo de Oro espariol sefalé muestra inrup- ién en la historia de Occitente. Con el Ono, Bspaiia le habla dado expresion a la modernidad, habia intuido el paso del horizonte mitico al realismo psicolégico, habia adivinado una época cuyo centro seria a aventura huma- ‘na desamparada de toda tutelatrascendental. Simultinea- mente, la poesia de Géngora, de san Juan, de Lope y de Quevedo, explors las numerosas posibilidades de la lirica en las orillas del Renacimicnto, y acompasé el ingreso del hombre en una época de soledad y de vértigo, Pero después de ese siglo admirable, Espaia dejé en otras manos la continuacién de aquella aventura ai en la peninsula ni en las colonias volvié a ser el castellano el instrumento de una gran litetatura. Ni siquiera los movi- tmientos de Independencia en Latinoamérica lograron rear una poesia 0 una prosa memogables, y bien puede decitse que solo a finales del siglo x1x se produjo la pri- mera gran declaraciSn de independencia spiritual de la América Hispinica, Por ello se entiende que en un breve texto sobre el modernismo, Borges haya escrito que nadie como Dario y sus amigos merece en este comtinente el sombre de Libertador. Borges nacié y erecié en un émbito profundamente influenciado por aquella renovacidn Su ciudad habia sido una de las capitales del modernismo, y se sabe que el ta- Jento de Rubéa Dario dificilmente habria fructificado ‘como fo hizo sin los debates literatios, las apasionadas tertulias, la actividad periodistica y las amistades intelee- tuales que le offecié Buenos Aires. Jorge Guillermo Bor- {ges era amigo personal de algunos epigonos de Dario ‘como el joven poeta Fvaristo Cartiego, cuya invaluable virtud fac haber descubierto y cantado la poesta de los suburbios, la melancotia de los barrios pobres y su pléto- 12 de vistosos destinos. Fn aquel momento, a comienzos de siglo, cuando nuestra poesia todavia estaba pasmada de fascinacién ante los simbolos ilustees de las metrépolis, pocos podian comprendet la importancia de esos versos que se inclinaban a misar con dulzura y con gratiad el ‘mundo que nos habia tocado, la innombrads realidad de América. Pocos comprendieron que, en su brevedad y su iregulatidad, la poesia de Carriego era Ia prolongacion urbana de las audacias verbales y la autenticidad criola del Martin Ferra, Borges lo supo, y una de sus primeras obras imaestas fue justamente su ensayo sobre Cartiogo, uno de” cuyos capftulos, la vindicacién de Palermo, sediala uno de los momentos fundadores de la nueva prosa en lengua castellana. Poeas veces habia logrado nuestro lenguaje una tal expresividad, una combinacién tan vivida de la pasién con el pensamiento; pocas veces se habia permitido ex- ppresar asi su nostalgia y su ternura sin perder el dominio de sus recursos verbales, hacer descripciones tan eficaces ¥ precisas,tejer una prosa tan licida y hablar en un tono ‘tan criollo sin afectaci6n y sin apocamiento, En un estilo muy distinto, los primeros poemas de Borges comparten con Carriego el amor por su ciudad y por los humildes suburbios. Aquel libro, Fervor de Buenos Aires, sobtio, intenso y conmovido, loged el milagro de convertir en una ceremonia silenciosa ¢ intima el amor ppor algo tan publico como una ciudad; aquel libro, esei- to 2 su regteso a Buenos Aires después de afios de vida europea, después delos afiosilustres y trigicos dela guerra 198 199 del 14, ¢s una expresa declaracién de fe en las virtudes poéticas de su propia tierra y una abierta ruptura con la voeacidn ornamental y artficiosa de muchos modernistas. Otros podian celebrar a semejanza de Buenos Aires con las grandes metrépolis (Cosmépolis, la habia lamado Rubén Dario), su fama de lujosa cindad de estilo europeo; Borges llegé buscando sas calles de tiesra con tapias ba as, el modo como la urbe “se desgartaba en atrabales”, las casas de inquilinato, los zaguanes y los portones, los patios y sus piletas “purificadas” por silenciosas tortugas, lacerteza de que Detnis de sus pares retas el ur garda wn paca y wna war Esa inclinacién por lo criollo terminaria levandolo a una suerte de lenguaje hiperbélico del que muy pronto se arre- pintié, “Olvidadizo de que ya lo eta —escribié diempo después— me impuse la obligacién de ser argentino”, Fl reencuentro con su ciudad fue también el zeencuentro con, algunos de los tempranos dioses de su mitologfa, como el filésofo Macedoaio Fernandez. Borges volvia a Amética ya familiatizado con la lengua francesa, con la lengua ale ‘mana, con las vanguardias espafiolas, con el expresionismo alemén, con la certidumbre de que Europa era un mundo asombroso y crepuscular donde el peso de la tradicin era ya casi intolerable, donde no habia un épice del tertitorio que no hubiera sido araiiado por la historia. Tal vex por cso le gusté siempre aquel verso de su hermana Nohra donde dice que Europa es esa regisn: Donde ls arades chan co mrme 29 [En Ametica podiamos vivir laitusién de un comicazo, No solo ramos naciones jévenes, ao tranizadas por a tradi- ibn, sino que estbamos lamados a ser distintos porque sobre nuestro territorio convergian todos los pueblos: ‘América sera gran mortero donde habrian de fesionar- se las tradiciones, Conde podiamos recibir como muestra hherencia lepitima todo lo que nos parecieravalioso y pro- vechoso de la cultura occidental, y desechat sin excesivos eccripuios todo lo que nos parecira inaceprabe o inti De todos nuestros escritores, ninguno ha vivido con tanta intensidad este destino fronterizo entrc la tradici6 occidental y e! universo criollo, Borges hablaba en su in- fancia espaol e inglés sin saber que eran dos idiomas distintos, convencido de que eran simplemente los tonos en que hablaba con dos abuelas diferentes. El espaiiol es- taba ya matizado por la realidad americana, pero la verdad = que el inglés tenia también algo propio, era el inglés de esa Biblia que sa abuela lia frente l desierto. Ninguno le pertenecia mas que el otz0. Y aun asi, cabfan otras cosas cen su alma, Alguna ver. escribié que su destino era la len. ‘gua castellana, “el bronce de Francisco de Quevedo”, pero ‘que al andar en las lentas noches solitarias lo acompai intimas. En eso Borges no solo fue ban misicas més singularmente americano sino también un escritor muy sepresentativo de la época. Representa la fusién de las ccaltaras propia de América, pero justamente porque Amé- rica representa la fusiéa de las culturas propia de la mo- dernidad, Por eso, con aquella delicada intuicién que siempre lo caracteri76, procuré mantenerse al margen de Jos radicalismos que tan ficilmente nos tientan a los lati- noamericanos. Vindicé lo criollo en tiempos de exotistas, pero en cuanto el criollismo empezé a convertirse en una m1 — suerte de deber social comprendié que era necesatio el luniverso y empez6 a contrastar con los poctas teldticos y Jos costumbristas profesionales. Casi siempre llegaba pri- ‘mero y casi siempre sabia marcar pautas, dando ejemplo de un sentido de lo contemporineo y de un sentido det fanuro que todos tatdaban en’comprender. Se entusiasmd con Ia Revolucién de Octubre en 1917, y se sentia muy lejos de ella en 1942, Fue vanguardista en 1920, cuando ‘eafa veintiin afios, y sc hizo conservador cuando advirtié «que las vanguardias habfan abandonado la defensa de la creativided y de la lucidez y se haban prccipitado al fana- ‘tismo. Contratiando de un modo casi suicida la’ moda, se puso a l dictadura populista de Pern, y después com- batié al comunismo, en tiempos en que hacerlo soriaba a sactilegio Su juventud vio el auge de grandes nacionalis- ‘mos agresivos en Buropa y América. Esto lo levé a ve- nerar la tradicién heroica libertadora de los vicjos ejércitos sudameticanos en los que habian militado sus mayores. Pero después, ante su incredulidad, los ejércitos sudarme- ricanos terminaton hundidos en la sordides de Ia guerra sucia contra sus propios nacionales, y el anciano Borges debi6 admitie que habian muerto los tiempos heroicos y «que yael dinico lugar adecuado para laespada era el verso. En 1936, cuando hasta los grandes filésofos de Alemania caian en las redes del nacionalismo y del fascismo, Borges supo denunciat las primeras exaltaciones del antisemitis- ‘mo en Alemania, advittis las ambiciones de Hitler, mosteé en sus ensayos la patéticasituacién de Europa, y no se engaiié nunca a propésito del sentido del fascismo euro- peo, ¥ dando ejemplo de un espirity muy superior al de su tiempo, cuando todos, después de la guerta, parecfan deseubrir que los nazis eran los demonios de la época, y descargaban sobre ellos la responsabilidad por todos los males del mundo, Borges se atrevié a escribiraquel reato, “Deutsches Requiem”, en el cual intent6 comprender la xed de fatalidades y de abismos humanos que habia hecho posible al nazismo, ensayando incluso, como Robert Brow- sing con sus personajes, la generosa comprension de los cextravios del hombre. aDénde encontrar en nuestro continente un intelectual tan hicido, tan comprometido con el destino humano, tan implacable en denunciar las barbaties, tan enemigo de la sordid y de la crueldad? Borges desconfié de los deba- tes de actualidad, porque sabia que son apenas la vulgari- zacion de viejas polémicss, ya que, como él mismo lo dijo, “a actwalidad es siempre anacrénica”, ¥ solia ctiticar de ‘un modo sutl y exquisite. Asi afirmé haber deducido de las doctrinas de Swedenborg que “en el inferno impera Ja politica, en el sentido sudamericano de Ia palabra”. ‘Desereia del progreso, Ein uno de sus relttos habla de “muebles de la. mis moderna fealdad””. Admirador de Whitman y de su mistica democracia, no dejé de calificar ala democracia que practican las naciones de hoy como “ese curioso abuso de ia estadistica”. Se burlé de quienes pretenden que basta acabar con Hitler 0 con Stalin para «que el mundo ses un paraiso. Abomind de los racismos, de los partidos politicos intolerantes, de las teligiones dog sitieas, de las burocracias; de los nacionalismos conce- bidos como el odio por lo distinto, aunque siempre creys cn la necesidad de pertenecer a un terzitorio y de amario, y se esfor26 por defini a la patria en tétminos de farilia- fidad y de ternura, Profesaba el culto de sus antepasados, porguic habfan servido a esa patria “con larga proscrip- ones, con penusia, con hambre, con batalla”, y no dej6 m2. 08 de sentir que la patria no eta doctrinas ni muchedumbres sino el intimo amor por unas llanures o unos doles, la hospitalidad de un jardin, la flor que un estanciero lleva hasta el zaguiin, o dos hombres que en una esquina mal- dicen a un tirano, ‘Una de las primeras cosas que se advierten en la obra de Borges es su diversidad. Ya su primet lito de relatos, alos que llamé “ejercicios de un timido que no se atrevib, ‘escribir euentos”, contiene una galesia de persongjes que, bajo el influjo de Marcel Schwob, iacluye a un impostor chileno, un maligno redentor de esclavos en el sur de los Estados Unidos, una pirata china, ua japonés vengador, lun gangster de Nueva York, un profeta érabe, un cowboy del oeste norteamericano y una historia de sangre entre compadtitos en un suburbio argentino, Habiéndose libe- rado en esa ocasién del deber de inventar las historias, pudo dedicarse con holgura a narraras, a hacer de cada una de ellas un brillante ejercicio de estilo. Los recursos que alli desarrollé Io acompaiiaron siem- pre. Bs difiel encontrar en uestra lengua un libro tan festivo como aquel. Quien lo leyera con perspicacia tal ‘vez podria advertit que més que ua libro, era el germen de una literatura, la irrupcién de un estilo como no se habia conocido entre nosotros. Después Borges mismo se encargaria de darnos las claves, iaventando —como prefesla— a sus precursores: estos recursos de Schwob, estas enumeraciones de Burton, estos experimentos wi suales de Chesterton. Incluso se complaceria en postular ‘como sus maestros, en una rapsodia atrevida y hetero- sgénea, a Shakespeare y alas letras de milongas, a Kafka y 4 Almafuerte, x Kipling, a Snorsi Stuclason ya Macedonio. ‘Bra un lector paciente y un pacicate aprendiz, ya su paso 204 por la lengua iba dejando un rastro de perplejidades y de audacias, forzando a las palabras a mostrar toda su fuerza, su expresividad. Yo he sentido en algiin momento ante sus paginas que estoy leyendo por primera ver. en caste- llano, he sentido el asombro de que muestra lengua pueda resonar asi ‘Ahora sabemos que lo que Borges aos trajo fue principalmente rigor, no el rigor de la verdad y ni siquiers el sigor de la verosimilitud, sino el sentimiento profundo de que en el texto cada palabra es aecesatia, cada palabra entiquece y modifica a las otras. En esa medida, desde sus primeros libros se advierte que su labor, como la de Ga- briel Garcia Marquez, es a labor de un poeta, que su asun- 10 central es la musica. De esos primeros ejercicios nacié un narrador pode- 00 y diestro, capaz como pocos de suscitar atmésferas inolvidables, y que pronto emprenderia la aventura esté- tica de hacer verdaderas, gracias a los poderes del estilo, las mis fantésticas historias. Con los afios, Borges se hizo ‘un maestro de las paradojas y de los giros sorpresivos 20 solo en su prosa sino en su conversacién; aprendié de ‘Kafka el arte de convencer mediante la reposads sinceri- dads aprendié de Dante el arte de legitimar lo inteal, si- tuindolo en la proximidad de cosas indudables; aprendié de Stevenson el arte de la amenidad permanente; aprendid de todos sus maestros sus audacias sinticticas, la capaci- dad de renovar el uso de verbos y adjetivos, ulizindolos én gros infrecuentes 0 para fines insospechados, Fsa es, por supuesto, una labor fundamental de los escritores, depurar Ia capacidad expresiva de su idioma, pero en el nuestro buena parte de las aventuras verbales se habia gastado en énfasis y en simulaciones. Podiia decirse que 205 son muy contados os casos en que los escritores buscaron ct rigor, y cuando lo hallaron casi siempre fe a expensas cla amenidad o a expensas de a legibilidad de los textos, Es evidente que Borges no acté solo y tampoco se invent6 a sf mismo. Ali estaba el hedonismo de Macedo- tnio Fernandez en la experimentacién con el lenguaje, sv capacidad de arrancar a las frases resonancias imprevisi- bles. Alli estaba cl rigor de artifice de su trigico maestro ‘Leopoldo Lugones, sa laboriosa voluntad de innovacion, All estaban los secrotos de Alfonso Reyes, dueiio de una Pros flexible, uida y tica en matices. Ahi estaba Pedeo ‘Hentiquez Urefia y su persistente vigilancia sobre el sen tido, Abi estaba el vasto rumor de sus poetss y prosistas ingleses y alemanes, franceses y norteameticanos, lo mis- ‘mo que el magisterio inmediato de sus amigos cereanos, los eseritores argentinos. Amigos como Carlos Mastro. nardi, como Ezequic! Martinez Estrada, como Silvina Ocampo, como Bioy Casares, de quienes recibié alguna influencia y sobre los cuales influyé de un modo notable. Paul Valéry seclamaba que en cada escrtor debia haber también un ertico, un critico severo de los ottos y de si tismo, Borges convirti la critica literaria en un géncxo tin encantadoz como la ficidn, y lect la recopilacion de sus comentarios y lecturas en la revista E/ Hogar, entre y 1936y 1939, recogidas en el libro Tes cautives, es reciit tuna de las més notables lecciones de estética que pueda concebir un lector en espafiol. Por algo afirmé que su verdadero oficio eta el de lector: “Que otros se jacten de las paginas que haa escrito —dijo—. Yo me enorgullezco de las que he leido”, Supo entender a lectura como ua ejercicio eémplice de imaginacién y de entiquecimiento del texto, Su modo de leer y de comentar modifica para 206 ‘nosotros los libros y hace més apasionante sulectura, Bor- ges svele citar un verso, que por lo general aos parece aagradable y cortiente. Después hace un comentario que ‘cambia nuestra percepcidn del verso y nos produce la sen- sacidn de que no lo conociamos, de que hay de pronto ea. lalgo nuevo y sorprendente.

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