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LAURA PIZZARRO BORRERO

Cod. 29975585

“La derogatoria de decisiones que hicieron tránsito a cosa juzgada constitucional en


procesos de constitucionalidad abstracta en Colombia”.
Tesis de Maestría de Derecho con énfasis en Derecho Procesal
Amnistía 2019-2021

Universidad Externado de Colombia


Bogotá D.C., Colombia
2021
Tabla de contenido

1. Introducción.....................................................................................................................4

1.1. Formulación del problema........................................................................................4

1.2. Justificación...............................................................................................................6

1.3. Objetivos...................................................................................................................7

1.3.1. Objetivo general.................................................................................................7

1.3.2. Objetivos específicos..........................................................................................7

1.4. Hipótesis....................................................................................................................7

2. La cosa juzgada constitucional en Colombia...................................................................8

2.1. Naturaleza de la cosa juzgada...................................................................................8

2.2. Conceptos................................................................................................................21

2.2.1. Cosa juzgada ordinaria.....................................................................................21

2.1.2. La cosa juzgada constitucional.........................................................................24

2.3. Elementos de la causa juzgada constitucional.........................................................32

2.4. Categorías de la cosa juzgada constitucional..........................................................35

2.4.1. Según el texto normativo acusado....................................................................35

2.4.2. Desde el punto de vista del cargo de inconstitucionalidad...............................44

2.4.3. Cosa juzgada aparente......................................................................................51

2.5. Efectos de la cosa juzgada constitucional...............................................................53

3. Flexibilidad y cambio del precedente en relación con el principio de stare decisis......58

3.1. Stare decisis.............................................................................................................58

3.2. Concepto de precedente..........................................................................................63

3.2.1. El precedente en Colombia...............................................................................65


3.2.2. Condiciones para que un precedente sea vinculante........................................66

Referencias bibliográficas..................................................................................................69
1. Introducción.

Ne bis in idem: definición y raíces históricas

“No dos veces los mismo”. Esta sería una traducción aproximada de la máxima latina “ne
bis in idem”. Sin embargo, para su correcta comprensión es necesario meter en contexto, en
cuanto a la materia procesal: En principio, esta afirmación se refería a que nadie podía ser
sometido a un nuevo juicio por un hecho que se podía adscribir a un delito sobre el cual el sujeto
ya había sito procesado, absuelto o condenado en un juicio precedente. Para completar esta
definición embrionaria, adecuando el criterio con la necesaria claridad, es necesario subrayar la
ampliación gradual del principio no solo a las hipótesis referidas a lo juzgado en sentencias
resolutivas de juicios de primer o segundo grado o de legitimidad, sean de absolución (o
sobreseimiento) o de condena, sino también a las hipótesis de litisdependencia procesual, vale
decir cuando se somete la misma causa delante de dos o más jueces diversos.

El precedente es solamente una tentativa didáctica para dar una indicación a la


prohibición del bis in idem. En la literatura penalística no existe una definición unívoca del
principio, en palabras que permitan desarrollar un análisis sistemático del argumento.
Tradicionalmente, de hecho, suele adjetivar el principio dividiéndolo en procesual (formal) y
sustancial, definiendo la primera hipótesis como se ha subrayado antes, con carácter únicamente
judicial, la segunda, como la imposibilidad de ser sometidos a una doble pena por el mismo
delito.

In líneas generales, el ne bis in idem sustancial constituye una prohibición no solo de la


doble pena en relación con un sujeto, sino también de doble adscripción de los hechos de un
delito ante diversos órganos jurisdiccionales.

Evidentemente, la individuación y la aplicación de la única hipótesis prevaleciente


consciente también de evitar una duplicación de las sanciones. Se podría incluso afirmar
limitadamente al aspecto procesual que el principio se expresa o se declara en el veto de instaurar
un nuevo, o nuevos, procedimientos en idem sobre los mismos hechos o circunstancias que ya
han sido objeto de juicios precedentes, con la obligación de cerrar aquellos pendientes, con la
obligación de reconocer efectos negativos a una sentencia precedente en el caso penal.
De seguido, a esta definición, es necesario precisar lo atinente a la diferencia entre
procedimiento penal en el sentido estricto del proceso penal. El principio del ne bis in idem cubre
únicamente la fase procesal, por lo que un procedimiento debe ser entendido en su sentido
amplio, que engloba las dos fases.

En cuanto al análisis histórico del principio del ne bis in idem, buscando una
reconstrucción lógica y sistemática, tratando de alcanzar el plano de lo jurídico, es posible citar a
San Girolamo, según quien: “Dios no juzga dos veces por la misma ofensa”. Mas allá de esto, las
huellas del principio se pueden encontrar incluso en la oración de Demóstenes “Adversus
Leptinem” (335 A.C.) y en el “Corpus iuris Iuistineaneo” (529-534 d.C.).

Incluso, en la época medieval se pueden encontrar las huellas del ne bis in idem que se
pueden focalizar precisamente sobre el aspecto jurídico y procesal. En particular, en los
comentarios de Bartolo de Sassoferrato, quien expuso sus tesis personales sobre este principio.

La cosa juzgada constituye el paso, desde el punto de vista cognitivo, de la noticia


criminis, a través del proceso y alcanza una decisión que resulta marcada con la etiqueta de
irrevocable, debido a que no se encuentra sujeta a impugnación ordinaria.

En otras palabras, la cosa juzgada cristaliza la fase procedimental y aquella procesal,


haciendo inimpugnable (por lo menos por las vías ordinarias) la sentencia emanada del juez al
término de lo inter-predicho, en lo que ocurre el principio de certidumbre del derecho a través de
la estabilidad que se atribuye al decisum. La cosa juzgada consolida una doble garantía:
subjetiva, tendiente a tutelar la figura del imputado, y objetiva, con la finalidad de evitar que los
resultados finales sean soslayados.

La primera característica del elemento examinado se configura en su irrevocabilidad de


las sentencias y de los decretos. Se entiende por lo tanto que la providencia definitiva emanada
del juez es inatacable, si no son utilizados los medios de impugnación ordinarios, tales como las
apelaciones y los recursos de casación, o si estos ya han sido agotados.

Otra característica menos comentada de la cosa juzgada, pero que poco a poco ha
comenzado a ser tomada en cuenta en la doctrina, es la relativa a su relatividad. Esto se debe al
aumento constante de los medios de impugnación extraordinarios, los cuales, legislativamente no
son preclusos de la cosa juzgada y pueden atacar la estabilidad que esta aseguraría.
Esta apertura señala por un lado una suerte de control sobre la calidad del procedimiento
irrevocable, sea por vía de sentencia o de decreto, y por otro, una de restitutio in integrum en
casos de fallas procesales.

Por tal cuestión, la prohibición de bis in idem, se constituye en un límite no traspasable a


la reiteración de las acciones judiciales, que no impide, seguramente, modificaciones in melius
de la cosa juzgada, cuando se encuentran justificadas de la necesidad de salvaguardar los
derechos que se ponen en los vértices de la jerarquía constitucional.

Podríamos incluso afirmar que la prohibición del doble juicio es un efecto de la cosa
juzgada, y que llevar este principio a examen se justifica como una consecuencia de la
irrevocabilidad dada al procedimiento. El problema, sin embargo, no es poca cosa, si se continúa
a analizar la relatividad de la cosa juzgada, se analizan principios de doctrina nacional e
internacional, y aquellos establecidos en nuestra Carta Constitucional.

Se podría concluir esta introducción al problema de la cosa juzgada señalando que el


elemento de la irrevocabilidad sería lesivo si no estuviese acompañado del criterio de la
relatividad y que esta última sería excesivamente instrumentalizada si no se desarrollan las líneas
legislativas que determinan una justa valoración de los intereses en juego.

Por su parte la máxima cesante ratione cessa ipsa lex, señala que una vez que cesan los
motivos que promueven una ley, debe cesar la ley misma. Esto se encuentra relacionado con el
hecho de que toda ley tiene un contexto social, político, económico o jurídico que la motiva,
estas situaciones, por lo general, tienen un límite temporal, salvo aquellas relacionadas con los
derechos universales. En la medida en que la sociedad cambia y sus leyes pierden vigencia y
relevancia, estas deben adaptarse a la sociedad moderna.

Una clara demostración de lo antes expuesto son las leyes que surgen en un contexto
marcial o de tiempos de crisis, son situaciones sobrevenidas que rápidamente pierden sentido en
contextos de paz, en la medida en que las crisis se atenúan los estados de emergencia dejan de
ser necesarios y su legislación resulta obsoleta.

El principio cesante ratione cessa ipsa lex es uno de los más antiguos que se conocen en
el derecho romano, y todas las tradiciones jurídicas que se basan en esta hacen observación del
mismo. Sobre todo, se trata de que una ley no debe extenderse en el tiempo una vez que las
razones en las que se fundamenta han desaparecido. Por esta razón, no se requiere de un estatuto
que regule los cambios, sino que simplemente se remite a la figura de la abrogación.

El proceso mediante el cual se seleccionan y desechan las leyes, por lo general ocurre de
modo natural en la medida en que las leyes fundamentales se modifican o sustituyen y todo el
aparataje legal que depende de estas entra en contradicción con las nuevas leyes fundamentales,
por lo que las leyes modernas se sostienen entre sí y deben estar acordes con las necesidades
sociales.

En cualquier caso, es fundamental que todo sistema legal tenga los mecanismos que le
permiten desechar normas que resulten obsoletas o erróneas, así mismo debe tener la capacidad
de generar nuevas doctrinas que se adapten a las necesidades del tiempo en que existen.

En el derecho anglosajón, esta idea fue enunciada por Lord Coke en el Caso Milborn:
Ratio legis est anima legis, et mutata legis ratione, mutatur ex lex - la razón de una ley es el
alma de la ley, y si la razón de una ley ha cambiado, la ley cambia.

El juez Holmes, señaló que no tener una razón mejor para una norma jurídica que la que
se estableció en la época de Enrique IV. Es aún más repugnante si los fundamentos sobre los que
se estableció se han desvanecido desde hace mucho tiempo, y la norma simplemente persiste por
imitación ciega del pasado (y) descansar sobre una fórmula es un sueño que, prolongado,
significa la muerte.

Holdsworth, al comentar esta cita del Sr. Juez Holmes, ha descrito cómo el sistema
angloamericano de jurisprudencia ha permitido a los jueces, dentro de unos límites bastante
amplios, aplicar a los antiguos precedentes un proceso de selección y rechazo que pone el
derecho en conformidad con las condiciones modernas.

Este proceso de selección y rechazo, dice, se ha aplicado al derecho establecido en los


Anuarios; y en general las normas allí establecidas, que todavía forman parte del derecho
angloamericano moderno, han sobrevivido porque se adaptan a las necesidades modernas.

Es tan importante para el crecimiento del derecho que éste tenga la facultad inherente de
desechar normas jurídicas anticuadas o erróneas como que tenga la capacidad de desarrollar
nuevas doctrinas adecuadas a las necesidades de los tiempos.
Una vez establecidos estos lineamientos generales de doctrina jurídica entorno a la
institución de la cosa juzgada, el principio de no dos veces sobre la misma cosa, y la máxima que
establece que una vez cesados los motivos debe cesar la ley misma, es procedente formular, en
este contexto, el problema de la presente investigación.

1.1. Formulación del problema.

¿Es constitucionalmente procedente que, ante los cambios sociales drásticos que
modifiquen la interpretación de las normas constitucionales, pueda la Corte Constitucional, en
aplicación del principio cesante ratione cessa ipsa lex (cuando cambia la razón para la regla
cambia la misma regla), desconocer la inmutabilidad y la intangibilidad que reviste la cosa
juzgada y aborda nuevamente la discusión respecto de normas ya examinadas derogando su
precedente?

1.2. Justificación.

El presente proyecto de investigación se justifica desde dos puntos de vista: desde el tema
de investigación y desde la investigación misma.

Desde el punto de vista del tema de investigación, la importancia se evidencia en los


siguientes aspectos:

En primer lugar, porque sería ir en contra del expreso mandato del Artículo 243 superior,
según el cual las decisiones de la Corte Constitucional hacen tránsito a cosa juzgada
constitucional.

En segundo lugar, porque implica hacer una ponderación entre los principios de cosa
juzgada, seguridad jurídica, confianza legítima y derecho adquiridos con los principios de
prevalencia del derecho sustancial, justicia y mutabilidad del derecho.

En tercer lugar, porque la cosa juzgada constitucional lleva implícita la supremacía de la


Constitución Política y no existe en Colombia un solo estudio sobre el tema.

Desde el punto de vista de la investigación se justifica porque ella pretende aportar


elementos de dogmática para justificar la derogatoria del precedente constitucional en procesos
de constitucionalidad cuando se presenta el principio cesante ratione cessa ipsa lex (cuando
cambia la razón para la regla cambia la regla misma).
1.3. Objetivos.

1.3.1. Objetivo general.

Demostrar que en aplicación del principio cesante ratione cessa ipsa lex (cuando cambia
la razón para la regla cambia la regla misma) la Corte Constitucional puede desconocer la
inmutabilidad y la intangibilidad que reviste la cosa juzgada y abordar nuevamente la discusión
respecto de normas ya examinadas derogando su precedente.

1.3.2. Objetivos específicos.

- Precisar el alcance de la inmutabilidad como característica esencial de la cosa juzgada


constitucional.

- Señalar las condiciones fácticas y sociales que deben concurrir para justificar un cambio
jurisprudencial -derogatoria del precedente constitucional- a pesar de la inmutabilidad de la cosa
juzgada.

1.4. Hipótesis.

Cuando hay un cambio drástico en las circunstancias sociales que modula el sentido y
alcance de las normas constitucionales, en aplicación del principio cesante ratione cessa ipsa lex
(cuando cambia la razón para la regla cambia la regla misma), la Corte Constitucional puede
desconocer la inmutabilidad y la intangibilidad que reviste la cosa juzgada y abordar nuevamente
la discusión respecto de normas ya examinadas derogando su precedente.

2. La cosa juzgada constitucional en Colombia.

2.1. Naturaleza de la cosa juzgada.

La cosa juzgada es una institución de origen romano. Se utiliza de forma general para
diseñar la sentencia u otro proveimiento judicial para que no sea susceptible de impugnación: por
lo tanto es inmutable, irrepetible o intangible (Liebman, 2019).

El proceso nace para concluirse, buscando una decisión que supere la incertidumbre
inicial, esta es la razón que justifica la institución de la cosa juzgada, poner fin a los litigios,
garantizando así, con certeza, el derecho, así como dar estabilidad al ordenamiento jurídico. En
esto se encuentra la expresión del principio ne bis in idem (del latín “no dos veces lo mismo”)
relacionado fuertemente con la cosa juzgada en cuanto, como ha sido observado, el
ordenamiento jurídico quiere que la actividad jurisdiccional se explique una sola vez
(Chiovenda, 2000).

Por lo que parece correcto individualizar en la garantía de la certidumbre del derecho


también a la ratio de la cosa juzgada constitucional, por lo tanto, el carácter de irretractabilidad
de los pronunciamientos queda de parte del juez de las leyes (Pierandrei, 1964).

En cuanto a la evolución de la doctrina, la cosa juzgada es un concepto controversial con


límites poco claros, y esto es independiente de la cuestión relativa a la naturaleza jurisdiccional
de la Corte Constitucional, en cuanto es cierto que esta actúa según las propias reglas de su
jurisdicción.

Por lo que se observa que la doctrina establece la diferencia entre la cosa juzgada
sustancial, relativa a la inmutabilidad de los efectos de la sentencia, y esta se contrapone a la
cosa juzgada formal, que es relativa a la no impugnabilidad de la sentencia, en cuanto no se
encuentran disponibles los medios ordinarios de impugnación para tal efecto.

Bajo la luz de esta distinción, se puede observar, que mientras todas las sentencias, de
mérito o de derecho, pasan a ser cosa juzgada formal, el concepto mismo de cosa juzgada
sustancial, solo es aplicable, de acuerdo con Chiovenda, las decisiones que acogen de modo
definitivo la voluntad expresada en la ley, en el caso concreto que atribuyen o niegan un bien
vital a una de las partes, estas decisiones deberían gozar del máximo grado de estabilidad, por lo
que se ha observado como una cosa juzgada que atribuye un bien vital no se puede someter a una
decisión sucesiva de acogimiento que pueda hacer a menos la norma sobre la cual se encuentra
fundado.

Históricamente el ne bis in idem, como se señaló, se compone de un elemento sustancial


y un procesual. Por lo que respecta al primero, que es el que aquí trataremos, su tradición se
refiere a una historia milenaria, que, sin embargo, no es reconocida de forma amplia en sentido
legislativo. Lo que afecta este reconocimiento es la falta de positivización, esto es una
determinación codificada que en cambio caracteriza al principio en el plano procesal. No hay
dudas que ne bis in idem sustancial se encuentra consolidado en doctrina y jurisprudencia como
la imposibilidad de ser sentenciado varias veces por el mismo proceso.
En tal sentido, se necesita atender la relación entre estas dos caras de la prohibición
emanada de bis in idem, aunque se piense que lo procesal lo que precede al sustancial; en cuanto
a los fallos, ocurre lo contrario, el ne bis in idem sustancial precede al procesal.

Por lo que en cuanto a la Corte Constitucional respecta, la conclusión es casi obligada, la


estabilidad de la decisión que define el juicio (sea de inadmisibilidad, de rechazo o de
acogimiento) no tiene efecto de cosa juzgada en un sentido pleno (Cerri, 2008). En cuanto a las
decisiones de la corte relacionadas con normas jurídicas, estas no pueden alcanzar el grado de
estabilidad máxima típica de la cosa juzgada.

Este tipo de razonamiento es rigurosamente lógico, sobre todo cuando permanece dentro
de la doctrina chiovedana, y se adhiere a la idea de que la cosa juzgada debe ser equiparable a
una regla de carácter universal, patrimonio de derecho procesal general.

Pero si se buscan otras perspectivas a las propuestas por Chiovenda (2000), y se asume
que la las ideas expuestas por este autor difícilmente pueden ser aplicadas al proceso
constitucional, al penal o al administrativo, (aunque nadie dude que las decisiones tomadas en
tales contextos puedan ser susceptibles de pasar a ser cosa juzgada), por lo que se necesita
señalar una noción unitaria de la cosa juzgado capaz de adecuarse no solo al proceso civil, sino a
las tipologías procesuales (Liebman, 2019).

Una caracterización diversa se puede configurar a partir de las ideas de Liebman, para
quien la cosa juzgada se fundamenta no solo en un efecto específico de la decisión jurisdiccional,
sino en una cualidad particular que se refiere a todos los posibles efectos de la misma. Sean estos
de comprobación, o del tipo constitutivo, independiente del tipo de decisión y que debe
prescindir de las atribuciones de un bien vital.

La comprobación contenida en la decisión que amerita el bien vital en disputa sería uno
de los efectos reconducibles a la decisión misma, se distingue claramente entre los efectos del
pronunciamiento y la cosa juzgada y se abandona la idea según la cual este último encuentra su
referencia en la comprobación, con las consecuencias que hasta las razones de distinción entre
cosa juzgada formal y sustancial se hacen menos fecundas, representando ambos dos aspectos de
la misma realidad. De modo que, eliminando cualquier vínculo exclusivo entre la comprobación
y la cosa juzgada, esta última bien podría tener otros efectos que también pueden ser
reconducibles a la decisión. Desde esta perspectiva, también los pronunciamientos de la Corte
Constitucional podrían alcanzar la estabilidad propia de la cosa juzgada.

En cuanto a la estabilidad de la cosa juzgada constitucional, este es un problema que se


enfrenta con las posibilidades positivamente establecidas de la revocación. La exigencia, el valor
de verdad, de la justicia sustancial, no se puede imponer de manera indiscriminada sobre la
necesidad real de decidir en tiempos razonables (y de economía del derecho) sobre quién tiene la
razón y quién está equivocado, todo sumado, sobre la certidumbre y la rapidez de la decisión,
pero no puede, y no debe, ocurrir lo contrario, el valor de la certidumbre no puede anular la
búsqueda de la verdad y de la justicia. Parte del justo proceso es que la decisión se realice en
tiempo razonable y que, además, sea justa.

El balance entre estos dos intereses está en juego, y no siempre resulta fácil, esto puede
traer errores judiciales que, por lo que respecta a la cosa juzgada constitucional, han llevado a la
doctrina a preguntarse sobre el grado de estabilidad de la decisión de la Corte y si, por lo tanto,
esta tenga el poder de revocar sus propios pronunciamientos.

En la doctrina hay autores que sostienen que es incompatible con el proceso


constitucional todos los motivos revocatorios, mientras que por otra parte, hay autores que
sostienen admisible el remedio a los errores de hecho (Zagrebelsky, 2013). Una exigencia
efectiva para que sea admitida esta particular forma de revocación de los pronunciamientos
constitucionales resulta evidente, si solo se considera el prejuicio que puede ser transmitido a
través de pronunciamientos que se encuentran, por error, opuestos al interés de la legalidad
constitucional, teniendo en cuenta la particular eficacia de estas. En especial de aquellas de
acogimiento.

En el caso de la legislación colombiana los vocablos cosa juzgada y la prohibición de no


ser juzgado dos veces, se encuentran representados en el artículo 29 de la Constitución Política.
Estos principios señalan dos prohibiciones, la de no ser sancionados dos veces por la misma
causa, y la de no ser investigado en dos ocasiones sobre los mismos hechos. La importancia de
este señalamiento se encuentra en que en ocasión del proceso es posible hacer apelación a estos
principios, los cuales le permiten al indiciado que va a ser sometido a nuevas averiguaciones,
solicitar a la fiscalía o al juez, la abstención de la prosecución, para esto se hace necesario la
demostración de que se cumple con los extremos de ley.
Son condiciones necesarias para atenerse al principio de la res iudicata y en consecuencia
el derecho al non bis in idem cuatro consideraciones sobre la identidad: 1, identidad de las partes;
2, identidad del objeto; 3, identidad de la causa y 4, identidad de la jurisdicción. Todo esto de
acuerdo con sentencia C-244 de 1996 de la Corte Constitucional.

Para definir estos cuatro presupuestos necesarios y que deben ser concurrentes, la Corte
señala que la identidad de persona es relativa al sujeto que debe ser físicamente el mismo en dos
procesos de igual índole. También se hace extensiva al componente jurídico conocido como
elemento de sucesión, tal como establece el Código de Procedimiento Civil en su artículo 332,
cuando señala que existe la identidad de partes cuando en el segundo proceso se presentan los
sucesores del sujeto del primer proceso debido a mortis causa. De tal modo que la identidad del
objeto se constituye por el hecho que motiva la aplicación del correctivo, de allí que se solicite
“la identidad en la especie fáctica de la conducta en procesos de igual naturaleza”. Cuando se
trata de procesos de índole diversa, el objeto viene determinado por aquello sobre lo que se trata
el litigio, la cosa litigiosa.

Por esta razón, en el ámbito de lo contencioso administrativo, la identidad de objeto se


refiere a la situación jurídica que se encuentra sometida a juicio, la causa son los hechos y
fundamentos de derecho sobre los que se soporta la solicitud. De tal manera que, el acto
administrativo acusado es el objeto en el caos de los procesos contenciosos administrativos de
nulidad.

En cuanto a la causa, o causa petendi, son los hechos que conforman la demanda en
conjunto con las normas aludidas como violentadas, que se encuentran dentro de los límites del
concepto de violación que plantea el actor. De tal manera que la identidad de causa es referida a
aquellas motivaciones del proceso sean las mismas en ambos casos.

En cuanto a la identidad del “fundamento normativo de la sacnión”, esta viene definida


en la Carta Política, ya que un hecho no puede ser sancionado con múltiples sanciones por un
mismo órgano jurídico, puede darse el caso de concurrencia de los elementos de identidad, pero
no los de la conducta lesiva de los bienes jurídicos, por lo que es posible imponer las sanciones
previstas en un régimen legal especial.
En cuanto a la materia civil, las obligaciones se originan a partir de hechos a los que la
ley le ha determinado ciertas consecuencias. La Ley 57 de 1887, en su artículo 34, que tiene
correspondencia con el artículo 2302 del Código Civil vigente, señala que la obligación nace de
un hecho extracontractual. Esto lo que quiere decir es que las obligaciones que son asumidas sin
contrato, nacen de la ley, o por voluntad entre las partes. Aquellas que nacen de la ley están
claramente expresadas en esta, aunque, si el hecho que origina su nacimiento es ilícito, estas se
convierten en delito. Si el hecho ilícito se acomete, pero sin intención de causar daño, este se
constituye como una culpa o cuasidelito. Sobre la base de estas ideas, la doctrina y la
jurisprudencia constitucional prevén que para que se realice un juicio civil en el que se juzga una
responsabilidad derivada de un hecho que ya ha sido parte de un juicio penal cuyo fallo ha sido
condenatorio, esta situación se asume como un hecho en el juicio civil, y no podrá ser puesta en
duda. En caso contrario, si el juicio penal ha finalizado con un fallo absolutorio, esta asunción de
no culpa o no participación en los hechos del acusado, debe mantenerse en el juicio civil. En
caso de que la absolución en el juicio penal no provenga de la comprobación de su falta de
responsabilidad o de participación, podrán someterse a examen la responsabilidad derivada de un
hecho extracontractual.

Todo esto se basa en los tres elementos que fundamentan la cosa juzgada, la persona, el
objeto del juicio y la causa. Debido a que en un juicio penal, la absolución puede provenir de otra
causa diferente de la falta del hecho o de participación, sino relacionada con otras causales
propias de la ley penal que eximen de cualquier responsabilidad ante hechos probados, por
ejemplo, la duda, la atipicidad, el error de tipo, la inimputabilidad, el cumplimiento del deber, la
inmunidad, la ausencia de dolo o la legítima defensa, entre otros.

Todas estas situaciones habilitan al juez en un proceso civil a examinar los hechos bajo la
consideración de la identidad de persona y de objeto, en la que no concurre la causa, por lo que
se trata de un nuevo juicio. Por esta razón, no es posible invocar la cosa juzgada que se produce
en una condena absolutoria de tipo penal.

Por lo que respecta a la jurisprudencia propia de la Corte Constitucional, está establecido


que el principio de cosa juzgada constitucional no admite ninguna impugnación, esto se
encuentra alineado con la dirección del derecho ejercido por la Corte. La cual establece que
contra sus propias decisiones no es admisible ninguna impugnación, lo que preclude en modo
absoluto cualquier tipo de demanda dirigida a contrastar, anular, reformar, en su totalidad o en
una parte, las decisiones de la Corte. Esta exclusión expresada es totalmente coherente con la
naturaleza de la Corte Constitucional y con el carácter de sus pronunciamientos, por lo que pone
una regla general, sin excepciones, que prohíbe dirigir demandas devueltas por el constitucional
a otros juzgados, debido a que no se puede realizar un juicio superior respecto al del único
órgano de jurisdicción constitucional. Además, impide el recurso ante la propia corte sobre fallos
ya emitidos.

De todo esto se puede deducir que si es cierto que tal comportamiento permite a la Corte
asegurar el máximo grado de estabilidad a la cosa juzgada constitucional derivada de sus propias
decisiones, proveyéndole de la no impugnabilidad en relación con ninguna otra autoridad,
también establece que la ley determina las condiciones y los modos para la reparación de los
errores judiciales, y en esto se encuentra la ratio de la institución de la revisión que satisface la
exigencia de evitar la injusticia por parte de decisiones jurisdiccionales que no son apelables, y
por eso ha ido dotando de modo progresivo y ampliado, los procedimientos impugnables,
estableciendo los requisitos que precalifican para estas revisiones.

Por esta razón, parece que la inadmisibilidad de la impugnación de las decisiones de la


Corte significa otra cosa, algo que apunta hacia la importancia de que las decisiones de la Corte
no pueden ser impugnadas ante otros juzgados, y que un eventual recurso (de tipo extraordinario)
para una revocación (por error de hecho) podría solamente ser propuesto por la misma Corte
Constitucional.

En cuanto a la hipótesis que estudia la posibilidad de admitir un conflicto de atribuciones


entre los poderes del Estado que ven la corte como un sujeto pasivo, esta hipótesis siempre ha
sido rechazada por la jurisprudencia constitucional, en cuanto un conflicto de este tipo tendría el
carácter de una crítica a la argumentación utilizada por la Corte cuando adopta un
pronunciamiento, asumiendo que esta ha hecho un mal uso de su propio poder, o incluso ha
llegado a exceder los límites asignados a sus competencias por la Constitución.

Esto significa, por lo menos en la sustancia, poner en discusión el corazón del juicio de la
Corte al solicitarle el cumplir, ex novo, una valoración del recurso, algo que parecería
decididamente lesivo a la cosa juzgada constitucional, por lo que la doctrina no ha promovido el
uso de un instrumento de este tipo, por lo menos en el supuesto hipotético en el que se quiera
denunciar que la corte ha excedido los límites constitucionales previstos en la ejecución de sus
propias funciones. Una situación como la planteada crearía un conflicto, más aún, una paradoja,
que no es fácil de resolver, en tanto la Corte se encontraría en la situación de cubrir la posición
de juez y parte del conflicto.

La naturaleza jurídica de la cosa juzgada se enmarca en el ámbito de lo procesal o en el


ámbito del derecho sustancial. Se debe resaltar que gran parte de los doctrinantes señalan a la
cosa juzgada como el efecto más importante de la sentencia, ya que decide el conflicto de
intereses sometido al proceso.

La razón de esta afirmación se remite a la naturaleza misma de la cosa juzgada. Tal como
señala Delgado, (1948: 436) la decisión que se toma al final de un proceso es el resultado normal
de este. Sin embargo, un acto decisorio implica una serie de efectos que son de orden
trascendente, por lo que ha de considerárseles efectos del proceso, todos los cuales representan
mucho más que los aspectos particulares de cada una de las partes del proceso. Con esto, lo que
Delgado busca expresar es la idea de que la decisión de un proceso judicial tiene implicaciones
que exceden los aspectos específicos que dan lugar a un proceso, por eso se habla efectos del
proceso de orden trascendental, pues estos tienen un alcance que lo supera y que afecta incluso
procesos futuros.

Los efectos del proceso de índole jurídica se pueden dividir a su vez en aquellos de orden
jurídico material y los de orden jurídico procesual. Los primeros efectos son de un modo tal que
se corresponden al ámbito de lo que se entiende como derecho sustancial. Mientras que los
segundos pueden ser considerados efectos de orden formal, o efectos del derecho del proceso
(Delgado, 1948, p. 436). En este mismo sentido argumentan autores como Quintero y Prieto
(2000), quienes atribuyen a la cosa juzgada una naturaleza procesal y sustancial, diferenciando el
medio del objeto; el medio como el proceso culminado con sentencia y el objeto como el derecho
declarado en ella; siendo el caso de Quintero y Prieto (2000), quienes indican que:

La eficacia de la sentencia es procesal dado que ella es un acto del


proceso, pero incide directamente sobre el derecho sustancial debatido, que por
definición es el que el juez declara en la sentencia (…) el resultado empero, de
todas maneras, tiene una naturaleza procesal – material, porque significa
derecho sustancial incorporado en un acto procesal, lógicamente con incidencia
en todo el universo jurídico (p. 504).

Aunque no es frecuente, Delgado señala que existe la posibilidad de que una sentencia
genere “efectos de orden jurídico material” (Delgado, 1948, pp. 431-432). Estos pueden ser de
tipo directo o indirecto. Los del primer tipo se refieren a las situaciones en las que un fallo afecte
de manera inmediata el derecho sustantivo, generando consecuencias que antes no existían y que
crean, modifican o extinguen situaciones jurídicas extraprocesales, este tipo de decisiones se
conocen como constitutivas debido a su eficacia. El segundo tipo de efectos de orden jurídico
material indirecto son más frecuentes, estos están ligados a sentencias que, sin proponérselo de
manera voluntaria, ni inmediata, genera efectos de derecho sustantivo.

De modo que, como se puede apreciar, la doctrina ha elaborado dos grandes tendencias
en cuanto a la naturaleza de la cosa juzgada, una doctrina que señala la naturaleza material de la
cosa juzgada y otra doctrina que se centra en su naturaleza procesal. En las doctrinas que
soportan la tesis material se sostiene que lo decidido por una corte sobre determinado tema se
encuentra investido de un aura (ficticia) de verdad (Savigny, 2015) o, de pretensión de verdad
(Pothier, 1839), en cualquiera de estas doctrinas se asume la infalibilidad de las decisiones del
juez que alcanzan un grado casi sacramental.

La presunción de verdad en la cosa juzgada tiene una implicación de iuris et de iure que
asume todo lo contenido dentro del fallo y por tanto exime de la necesidad de otra prueba en el
proceso en que se asume la cosa juzgada. De igual modo ocurre con la presunción de verdad, la
sentencia firme se asume como la expresión más pura de la verdad por parte de los tribunales, sin
detenerse a señalar los posibles errores que pueda contener el fallo, por lo que este queda
protegido contra todo ataque o revisión que pueda conllevar su modificación.

Sin embargo, y para efectos de la presente investigación, es de mayor interés el análisis


de los denominados efectos de proceso que la eficacia jurídico material. Debido a que estos
pueden generar dos tipos de consecuencias de naturaleza diversa: unas de orden declarativo y
otras de orden ejecutivo. Siendo las primeras, las de orden declarativo las que resaltan en torno a
la naturaleza de la cosa juzgada. Esto se debe a que las consecuencias de orden declarativo son
aquellas que implican la influencia del fallo en actividades posteriores de declaración del orden
jurisdiccional y son justamente las que se corresponden a las res iudicata en contraposición a la
actio iudicati, (Delgado, 1948, p. 432).

La res iudicata o cosa juzgada se refiere de manera eminente a la influencia que como
efecto produce un fallo sobre otras posibles declaraciones jurídicas futuras de cualquier otro
órgano jurisdiccional. En este sentido, la principal característica o atributo de la cosa juzgada es
su indiscutibilidad o inatacabilidad, esto es, una vez que un fallo es emitido no puede ser alterado
o modificado en modo alguno por ninguna instancia de orden judicial. Por lo que existiendo cosa
juzgada se desprende como consecuencia la imposibilidad de avanzar cualquier discusión o
argumentación que contradiga o ataque un pronunciamiento anterior. En consecuencia, la cosa
juzgada es en sí mismo, un acto de derecho positivo.

Esta condición la adquiere la figura de la cosa juzgada como producto de la tradición en


la que se origina, vale decir el Código de Hammurabi, el cual recoge en su VI precepto, 5 de las
leyes, la siguiente prescripción:

“Si un juez ha juzgado una causa, pronunciado sentencia (y) depositado el


documento sellado, si, a continuación, cambia su decisión se le probará que el juez
cambió la sentencia que había dictado y pagará hasta doce veces la cuantía de lo que
motivó la causa. Además, públicamente, se le hará levantar de su asiento de justicia (y)
no volverá más. Nunca más podrá sentarse con los jueces en un proceso” (El Código
de Hammurabi, s. f.).

Esta tradición antigua pasó con un sentido similar al Digesto bajo el nombre de
res iudicata (Libro XLII, tit. I) donde se señala: “El juez, una vez que pronunció la sentencia,
deja de ser juez después: y observamos este derecho, que el juez que una vez condenó en más o
menos, no puede ya corregir su sentencia; porque ya una vez desempeñó bien o mal su oficio”
(Martín Minguijón, 2013). En cualquier caso, el espíritu recogido por esta antigua tradición es
que se le prohíbe al juez retornar sobre lo ya juzgado, o mejor dicho, se impide la reiteración de
juicios. De lo que se desprende la importancia de establecer cuáles son los límites de esta
prescripción y sus implicaciones en el derecho contemporáneo.

Por lo antes expuesto, en cuanto a la naturaleza de la cosa juzgada, no es pertinente


indicar que esta se corresponda con una noción de orden lógico (Delgado, 1948, p. 433). Esto
quiere decir que no es parte de la naturaleza de un fallo determinado que este amerite un
reconocimiento de «verdad» por quienes están obligados a acatarlo. El hecho de que se haya
alcanzado una decisión en un proceso, una vez cumplidos todos los extremos correspondientes,
no implica que esta sea infalible y, por lo tanto, deba ser inmodificable debido a que encierra una
especie de verdad auténtica. En cuanto a la naturaleza de la cosa juzgada, es necesario precisar
que se trata de un acto de orden eminentemente jurídico, esto no quiere decir que sea una ficción
o una mera presunción de verdad, lo que implica es que la cosa juzgada es una construcción del
ordenamiento jurídico, y como tal, tiene validez dentro de este (Delgado, 1948, p. 433), por lo
tanto, es una forma jurídica de naturaleza procesal que debe estar enmarcada en límites
temporales, tal y como lo considera la doctrina clásica jurídica al respecto (Calaza, 2004, p. 132).

En este sentido, las teorías procesales sobre la cosa juzgada señalan que la importancia de
la cosa juzgada recae en su inmutabilidad y condición definitiva. Sin importar las consecuencias
que pueda acarrear sobre el derecho sustancial en el que recae la cosa juzgada.

La naturaleza de la cosa juzgada, aunque no es de orden lógico, si tiene su origen en la


necesidad de brindar de estabilidad lógica al ordenamiento jurídico en el cual los efectos de esta
tienen incidencia. Se trata de dotar de coherencia lógica a la estructura de decisiones jurídicas de
un proceso, y a su vez, de este inmerso de forma armónica dentro de la estructura jurídica del
ordenamiento dentro del que se produce, tal como propone buena parte de la doctrina al respecto
(Aroca et al., 2018, p. 464).

Sin embargo, es necesario precisar, desde el punto de vista doctrinario del derecho, que,
una vez refutada la teoría material de la cosa juzgada y establecida su estricta naturaleza
procesal, es indispensable señalar el alcance de los efectos que de esta se emanan, en especial si
estos son vinculantes para el órgano jurisdiccional, o exclusivamente para las partes (Delgado,
1948, p. 433).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 100/19, establece que, “Al


operar la cosa juzgada, no solamente se predican los efectos procesales de la inmutabilidad y
definitividad de la decisión, sino que igualmente se producen efectos sustanciales, consistentes
en precisar con certeza la relación jurídica objeto de litigio” (Sentencia C – 100/19, 2019, párr.
5).

De lo anterior se puede deducir que, desde el punto de vista procesal, el efecto derivado
de la cosa juzgada es la imposibilidad de que se inicie otro juzgamiento o cualquier otro proceso,
ante cualquier otra autoridad judicial, cuyo eje central sea el objeto decidido anteriormente. Por
su parte, de manera sustancial incide sobre el derecho debatido en el proceso, es decir, sobre lo
resuelto en el proceso.

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia T – 162/98, establece que:

El fenómeno de la cosa juzgada ocurre cuando entre dos procesos


judiciales se presenta una serie de identidades procesales que determinan que,
en el segundo juicio, al juez le resulte vedado pronunciarse sobre aquellas
cuestiones sobre las que concurren las anotadas identidades. En Colombia, los
criterios que permiten determinar si, en cierto caso, existe cosa juzgada se
encuentran establecidos en los distintos códigos de procedimiento. Sin
embargo, los "principios tutelares" - como los ha denominado el Consejo de
Estado[14] - de esta institución jurídica son los establecidos en el artículo 332
del Código de Procedimiento Civil, los cuales son aplicables a otros
procedimientos y, en especial, al contencioso administrativo.[15] La norma
señalada indica que existe cosa juzgada entre dos procesos judiciales y ésta
puede ser declarada en el juicio posterior cuando: (1) ambos procesos versan
sobre el mismo objeto (eadem res); (2) ambos juicios se fundan en la misma
causa (eadem causa petendi); y, (3) existe identidad jurídica de partes (eadem
conditio personarum) entre ambos procesos. La jurisprudencia colombiana ha
estimado que, mientras los dos primeros elementos constituyen el límite
objetivo de la cosa juzgada y responden, respectivamente, a las preguntas
acerca de sobre qué se litiga y porqué se litiga, el último elemento constituye el
límite subjetivo de la cosa juzgada (párr. 56).

Esta clara distinción realizada por la jurisprudencia colombiana está en


consonancia con el fundamento de derecho del cual emana la concepción de la cosa
juzgada. Al tener esta una naturaleza eminentemente procesal, se entiende que esta no
viene impuesta por imperativos de orden superior a los que integran al propio derecho
positivo. Por lo que no resulta indispensable, al menos en teoría, para el correcto
desenvolvimiento de un sistema procesal, por lo que, de todo esto resulta que no es
cierto que el derecho natural exige de algún modo la inmutabilidad de los fallos, lo cual
sería la esencia o fundamento de la cosa juzgada (Delgado, 1948, p. 438)

En este sentido, resulta evidente que para efectos de lo que se puede considerar
como el valor justicia, la noción de cosa juzgada es contingente, e incluso puede ser
contradictoria, debido al hecho de que para la justicia resulta hostil una idea que
establezca que: “una decisión judicial permanezca inmutable aunque se patentice su
discrepancia con el orden jurídico sustancial” (Delgado, 1948, p. 438).

Si bien esto es así, por otra parte, el criterio relativo al valor seguridad —que
complementa al valor justicia como criterio valorativo que inspira las normas judiciales
—, impone la necesidad de la cosa juzgada, figura sin la cual sería imposible dar por
aclaradas las situaciones jurídicas materiales, quedando estas sujetas a un perpetuo
estado de revisión. En este sentido, se puede asumir que la cosa juzgada es una de esas
concesiones que realiza la justicia en favor de la seguridad para lograr alcanzar, en
sentido práctico, un mayor bien común (Delgado, 1948, p. 439).

En consecuencia, es posible afirmar que en el caso del ordenamiento jurídico


colombiano, la cosa juzgada tiene dos efectos jurídicos de importancia a tener en
cuenta, tal y como lo señala la Corte Constitucional de Colombia, en su sentencia C-
622/2007.

“Una de naturaleza positiva, cual es el de vincular o constreñir al


juez para que reconozca y acate el pronunciamiento anterior (principio de la
res judicata pro veritate habetur), y otra de connotación negativa, que se
traduce en la prohibición que se impone también al operador jurídico para
resolver sobre el fondo de conflictos ya decididos a través de sentencia en
firme, evitando además que respecto de una misma cuestión litigiosa se
presenten decisiones contradictorias con la primera. En este segundo efecto,
lo que se pretende es no solo excluir una decisión contraria a la precedente,
sino también cualquier nueva decisión sobre lo que ya ha sido objeto de
juzgamiento anterior”.

En esta sentencia se establecen claramente los principios doctrinarios antes


expuestos. Desde el punto de vista de la función positiva, se establece la necesidad de
reconocer el valor sustantivo de la cosa juzgada. Esto quiere decir que lo decidido
trasciende la causa del proceso que genera la decisión y debe afectar de manera
vinculante otros procesos en los que el objeto a juzgar sea el mismo. Esta vinculación
que afecta a otros tribunales pretende evitar que exista un fallo diferente sobre una causa
igual. De este modo, la cosa juzgada se presenta como un efecto procesal que se
requiere para el sostenimiento de un ordenamiento jurídico coherente, esto implica el
respeto al principio lógico de no contradicción, y el cierre procesal definitivo de las
causas sometidas a consideración y sobre las que ya se ha obtenido una conclusión
definitiva, así, la causa juzgada se convierte en el fundamento del valor de seguridad
jurídica.

Mientras que la función negativa de la cosa juzgada alude a que no se debe


volver sobre lo ya resuelto, non bis in ídem, la obligación vinculada a la cosa juzgada se
trata de que en caso de un proceso en los que se trate el mismo objeto de un juicio
anterior, el juez está obligado a dar por concluido el proceso lo más pronto posible,
debido a que el segundo proceso es inútil y perjudicial para las partes involucradas en
los procesos anteriores.

2.2. Conceptos.

2.2.1. Cosa juzgada ordinaria.

Para Sierra (1995), la cosa juzgada, en sentido amplio:

Es la fuerza que el Derecho atribuye normalmente a los resultados


procesales. Esa fuerza se traduce en un necesario respeto y subordinación a lo
dicho y hecho en el proceso. El proceso en virtud de la figura de la cosa
juzgada, se hace in acatable, y cosa juzgada no quiere decir, en sustancia, sino
adaptabilidad de lo que en el proceso se ha conseguido (p.16).

La cosa juzgada es una institución jurídico procesal mediante la cual se otorga a las
decisiones plasmadas en una sentencia y en algunas otras providencias, el carácter de inmutables,
vinculantes y definitivas. Los citados efectos se conciben por disposición expresa del
ordenamiento jurídico para lograr la terminación definitiva de controversias y alcanzar un estado
de seguridad jurídica (Sentencia C-100/19, 2019).

“La cosa juzgada como institución jurídica se vincula tradicionalmente a la idea de evitar
un pronunciamiento sobre un asunto ya resuelto con anterioridad (non bis in idem)” (Romero,
2001, p. 622).

Couture (1958), define a la cosa juzgada como “la autoridad y eficacia de una sentencia
judicial cuando no existen contra ella medios de impugnación que permitan modificarla” (p.401).
A su vez dicho autor plantea que la “autoridad de la cosa es, pues, calidad, atributo propio del
fallo que emana de un órgano jurisdiccional cuando ha adquirido carácter definitivo” (p.401).

Como ya se dijo, la cosa juzgada es una institución procesal, la cual busca la garantía de
derechos, y le pone fin a una controversia; por lo tanto, no podrá volver a ser reabierto el litigio
por parte del juez constitucional, con el fin de garantizar la seguridad jurídica. Esta es un
principio procesal que está vinculado al principio de seguridad jurídica.

Según la Sentencia C – 774/01 de la Corte Constitucional de Colombia, para que una


decisión alcance el valor de causa juzgada se requiere:

Identidad de objeto, es decir, la demanda debe versar sobre la misma


pretensión material o inmaterial sobre la cual se predica la cosa juzgada. Se
presenta cuando sobre lo pretendido existe un derecho reconocido, declarado o
modificado sobre una o varias cosas o sobre una relación jurídica. Igualmente
se predica identidad sobre aquellos elementos consecuenciales de un derecho
que no fueron declarados expresamente. Identidad de causa petendi (eadem
causa petendi), es decir, la demanda y la decisión que hizo tránsito a cosa
juzgada deben tener los mismos fundamentos o hechos como sustento. Cuando
además de los mismos hechos, la demanda presenta nuevos elementos,
solamente se permite el análisis de los nuevos supuestos, caso en el cual, el
juez puede retomar los fundamentos que constituyen cosa juzgada para
proceder a fallar sobre la nueva causa. Identidad de partes, es decir, al proceso
deben concurrir las mismas partes e intervinientes que resultaron vinculadas y
obligadas por la decisión que constituye cosa juzgada (Sentencia C – 774/01,
2001, párr. 6).
Es importante resaltar lo que indica la Corte Constitucional en su sentencia C – 100/19,
que los efectos de la cosa juzgada se imponen por mandamiento constitucional o legal derivado
de la voluntad del Estado, impidiendo al juez su libre determinación, así como que el objeto de la
cosa juzgada consiste en dotar de un valor definitivo e inmutable a las providencias que
determine el ordenamiento jurídico, es decir, se prohíbe a los funcionarios judiciales, a las partes
y eventualmente a la comunidad, volver a entablar el mismo litigio (Sentencia C – 100/19, 2019).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 543/92, establece que la cosa


juzgada se funda en el principio de la seguridad jurídica, indicando lo siguiente:

La cosa juzgada, que confiere a las providencias la fuerza de verdad


legal dentro del ámbito individualizado del asunto litigioso resuelto, se funda
en el principio de la seguridad jurídica, la cual para estos efectos, reside en la
certeza por parte de la colectividad y sus asociados en relación con la
definición de los conflictos que se llevan al conocimiento de los jueces. El
principio de la cosa juzgada hace parte indiscutible de las reglas del debido
proceso aunque no se halle mencionado de manera expresa en el artículo 29 de
la Constitución. Todo juicio, desde su comienzo, está llamado a culminar, ya
que sobre las partes no puede cernirse indefinidamente la expectativa en torno
al sentido de la solución judicial a su conflicto. En consecuencia, hay un
verdadero derecho constitucional fundamental a la sentencia firme y, por tanto,
a la autoridad de la cosa juzgada (Sentencia C – 543/92, 1992, párr. 4).

La Sentencia T – 652/96 de la Corte Constitucional de Colombia establece la relación


entre los principios de cosa juzgada y de non bis in ídem, expresando lo siguiente:

Non bis in ídem, es una expresión latina que significa “no dos veces
sobre lo mismo”; esta ha sido empleada para impedir que una pretensión,
resuelta mediante una decisión judicial contra la cual no cabe recurso alguno,
sea presentada nuevamente ante otro juez. En otras palabras, quiere decir que
no debe resolverse dos veces el mismo asunto. En sentido similar ha sido
acuñado el término “cosa juzgada”. Pensar en la noción de “cosa juzgada” sin
hacerlo a la vez en el non bis in ídem, es prácticamente un sinsentido; por lo
tanto, cuando el artículo 29 de la Constitución prohíbe al Estado juzgar a una
persona dos veces por el mismo hecho, está haciendo referencia a ambas
(Sentencia T – 652/96, 1996, párr. 3).

Por lo tanto, se debe destacar que para que haya cosa juzgada, debe existir una sentencia
judicial firme, reconociendo la cosa juzgada la eficacia de esa resolución, por lo cual no puede
modificarse, no se puede iniciar un nuevo proceso al mismo objeto, es decir, el objeto sometido
al proceso no puede volver a juzgarse.

Finalmente es importante explicar que el concepto de cosa juzgada se contempla con una
medida de eficacia, la cual se resume en tres posibilidades; la inimpugnabilidad, la inmutabilidad
y la coercibilidad; sobre esto, Couture (1958) indica que:

La cosa juzgada es inimpugnable, en cuanto la ley impide todo ataque


ulterior tendiente a obtener la revisión de la misma materia: non bis in eadem.
Si ese proceso se promoviera, puede ser detenido en su comienzo con la
invocación de la propia cosa juzgada esgrimida como excepción.

También es inmutable o inmodificable. Esta inmodificabilidad no se


refiere a la actitud que las partes puedan asumir frente a ella, ya que en materia
de derecho privado siempre pueden las partes, de común acuerdo, modificar los
términos de la cosa juzgada. La inmodificabilidad de la sentencia consiste en
que, en ningún caso, de oficio o a petición de parte, otra autoridad podrá alterar
los términos de una sentencia pasada en cosa juzgada.

La coercibilidad consiste en la eventualidad de ejecución forzada. La


coerción es una consecuencia de las sentencias de condena pasadas en cosa
juzgada. Pero esa consecuencia no significa que toda sentencia de condena se
ejecute, sino que toda sentencia de condena es susceptible de ejecución si el
acreedor la pide (p. 402).
Dicho autor también plantea que una de las paradojas de la cosa juzgada “consiste en que,
siendo más vigorosa que cualquier norma del orden jurídico, es al mismo tiempo tan frágil que
puede modificarla un simple acuerdo de los particulares, en cuanto a los derechos y obligaciones
en ella atribuidos” (Couture, 1958, p.402).

2.1.2. La cosa juzgada constitucional.

Según Restrepo: “la cosa juzgada ordinaria tiene relación directa con la existencia de
recursos judiciales y su resolución por parte del juez competente de la correspondiente
jurisdicción (Restrepo Tamayo & Vergara Cardona, 2019). Mientras que la cosa juzgada
constitucional tiene lugar cuando ha concluido el acto de selección y revisión de las sentencias
de tutela por parte de la Corte Constitucional. En este sentido, el mismo Restrepo aclara que
ambas tienen como consecuencia jurídica que como sentencias son inmutables, definitivas,
vinculantes y coercitivas. En este sentido, señala que la cosa juzgada constitucional es una
especie dentro del género de la cosa juzgada ordinaria (Restrepo Tamayo & Vergara Cardona,
2019)-

Según la Sentencia C – 774/01 de la Corte Constitucional de Colombia, la cosa juzgada


constitucional es:

Una institución jurídico procesal que tiene su fundamento en el artículo


243 de la Constitución Política y mediante la cual se otorga a las decisiones
plasmadas en una sentencia de constitucionalidad, el carácter de inmutables,
vinculantes y definitivas. De ella surge una restricción negativa consistente en
la imposibilidad de que el juez constitucional vuelva a conocer y decidir sobre
lo resuelto (Sentencia C – 774/01, 2001, párr. 7).

Estableciendo el artículo 243 de la Constitución Política de Colombia lo siguiente:

Artículo 243. Los fallos que la Corte dicte en ejercicio del control
jurisdiccional hacen tránsito a cosa juzgada constitucional.

Ninguna autoridad podrá reducir el contenido material del acto jurídico


declarado inexequible por razones de fondo, mientras subsistan en la Carta las
disposiciones que sirvieron para hacer la confrontación entre la norma
ordinaria y la Constitución (Constitución Política, 1991, p.91).

Como se dijo anteriormente, tiene su fundamento en el contenido del artículo 243 de la


Constitución Política de Colombia, según el cual:

(i) El juez constitucional no puede volver a conocer de un asunto que ya


se resolvió y decidió y, (ii) ninguna autoridad puede reproducir el contenido
material de un acto declarado inexequible por razones de fondo, mientras
subsistan las disposiciones que originaron dicha decisión (Sentencia C -687 de
2014, 2014, párr. 1).

Por lo tanto, la Constitución Política de Colombia incluye la protección a la cosa juzgada


como parte constitutiva del debido proceso, siendo una garantía constitucional de carácter
fundamental, que, en caso de violación, puede ser protegida a través de la acción de tutela.

El antecedente de esta norma se encuentra en un Informe presentado en la Asamblea


Nacional Constituyente a principios del año 1991, el cual indicaba lo siguiente:

Y ya desde entonces los fallos que el plenario de la Corte emite en


ejercicio del control jurisdiccional, producen efectos universales, "erga omnes"
y hacen tránsito a la (sic) juzgada constitucional. Por ello el gobierno ni el
congreso pueden reproducir el contenido material jurídico del acto declarado
inexequible en el fondo, mientras subsistan en la Carta las mismas normas que
sirvieron para confrontar la norma ordinaria en el texto superior. Si así no
fuere, la Corte, por virtud de los imperativos universales que emanan de sus
fallos de inexequibilidad, se convertiría en una pequeña asamblea nacional
constituyente, en función permanente (Gaceta Constitucional N°36, 1991;
citado en Sentencia C – 131/93, 1993).
Como es sabido, en el artículo 243 de la Constitución Política de Colombia se consagra la
denominada cosa juzgada constitucional, en virtud de la cual las sentencias de constitucionalidad
de la Corte Constitucional presentan las siguientes características:

- Tienen efecto erga omnes y no simplemente inter partes.

- Por regla general obligan para todos los casos futuros y no sólo para el
caso concreto.

- Como todas las sentencias que hacen tránsito a cosa juzgada, no se


puede juzgar nuevamente por los mismos motivos sino que el fallo tiene
certeza y seguridad jurídica. Sin embargo, a diferencia del resto de los fallos, la
cosa juzgada constitucional tiene expreso y directo fundamento constitucional -
art. 243 CP-.

- Las sentencias de la Corte sobre temas de fondo o materiales, tanto de


exequibilidad como de inexequibilidad, tienen una característica especial: no
pueden ser nuevamente objeto de controversia. Ello porque la Corte debe
confrontar de oficio la norma acusada con toda la Constitución, de
conformidad con el artículo 241 superior, el cual le asigna la función de velar
por la guarda de la integridad y supremacía de la Carta. Mientras que los fallos
por ejemplo del contencioso administrativo que no anulen una norma la dejan
vigente pero ella puede ser objeto de futuras nuevas acciones por otros
motivos, porque el juez administrativo sólo examina la norma acusada a la luz
de los textos invocados en la demanda, sin que le esté dado examinar de oficio
otras posibles violaciones, de conformidad con el artículo 175 del código
contencioso administrativo (cosa juzgada con la causa petendi).

- Todos los operadores jurídicos de la República quedan obligados por


el efecto de la cosa juzgada material de las sentencias de la Corte
Constitucional (Sentencia C – 131/93, 1993).

La cosa juzgada constitucional se puede definir como el carácter inmutable de las


sentencias de la Corte Constitucional, cuyo principal efecto es que una vez esta Corporación se
ha pronunciado de fondo sobre la exequibilidad de un determinado precepto, no puede volver a
ocuparse del tema (Sentencia C – 360/16, 2016).

A su vez la Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 687 de 2014 plantea


que la cosa juzgada constitucional tiene como finalidad:

Asegurar la integridad y supremacía de la Constitución y además, la


realización efectiva de los principios constitucionales de igualdad, seguridad
jurídica, confianza legítima; en definitiva, evidenciar la consistencia de sus
fallos con decisiones adoptadas anteriormente. Ahondando acerca de la
importancia de los propósitos antes referidos, es importante mencionar, en
primer lugar, el de la realización del principio de supremacía del Texto
Superior. Debe tenerse en cuenta que mediante el juicio abstracto de
constitucionalidad se realiza un análisis acerca de la conformidad existente
entre las normas legales acusadas o de las interpretaciones que de ellas puedan
derivarse frente a las disposiciones Superiores; proceso mediante el cual se
garantiza que las normas legales no contraríen la Carta Superior. En segundo
lugar, la realización del principio de seguridad jurídica, ya que las decisiones
adoptadas por la Corte tienen efectos erga omnes y son definitivas. Esto es,
sólo pueden ser modificadas por pronunciamientos posteriores si las
disposiciones que sirvieron de sustento para adoptar la respectiva decisión de
exequibilidad, inexequibilidad y/o exequibilidad condicionada, fueron
sometidas a una reforma constitucional (Sentencia C – 687 de 2014, 2014, párr.
2).

El fin primordial de la cosa juzgada constitucional radica en impedir que la decisión en


firme sea objeto de nueva revisión o debate, o de instancias adicionales a las ya cumplidas, o que
se reabra el caso judicial dilucidado mediante el fallo que reviste ese carácter, con total
independencia de su sentido o alcances, dotando de estabilidad y certeza las relaciones
jurídicas y dejando espacio libre para que nuevos asuntos pasen a ser ventilados en los
estrados judiciales (Sentencia C – 543/92, 1992).
Por su parte la Sentencia C – 334/17 de la Corte Constitucional de Colombia establece la
finalidad de la cosa juzgada constitucional indicando que esta:

Se halla intrínsecamente relacionada con varios fines superiores.


Garantiza la seguridad jurídica, la cual implica estabilidad, certeza y claridad
en las normas jurídicas que confieren competencias, conceden derechos o
permisos y asignan obligaciones, tanto de los ciudadanos, como de las
autoridades públicas. Así mismo, salvaguarda la buena fe y la confianza
legítima de los administrados, dado que obliga a la Corte a ser consistente con
las decisiones adoptadas previamente e impide que casos semejantes sean
estudiados y resueltos de modo distinto (art. 83 C. P.). Además, preserva la
autonomía judicial, por cuanto impide que luego de examinado un asunto por la
Corte, según las normas vigentes, pueda reabrirse de nuevo el debate (art. 228
C.P.). La cosa juzgada, adicionalmente, asegura el principio de supremacía
constitucional, en tanto las decisiones que definen la constitucionalidad de una
norma y que, por ende, tienen el propósito de asegurar la integridad de la Carta,
no pueden ser, como regla general, discutidas o enervadas con posterioridad.
Por último, la cosa juzgada garantiza el derecho a la igualdad, pues el sentido y
alcance de las leyes adquieren estabilidad luego de una decisión de la Corte, en
especial cuando emite sentencias interpretativas, de exequibilidad
condicionada. La cosa juzgada, en consecuencia, resulta trascendental a los
fines del Estado constitucional y democrático derecho, pues garantiza (i) la
seguridad jurídica, (ii) la buena fe y (iii) la confianza legítima, salvaguarda la
(iv) autonomía judicial y asegura (v) el principio de supremacía constitucional,
así como (vi) el derecho fundamental a la igualdad en el acceso y la
administración de justicia (Sentencia C – 334/17, 2017, párr. 3).

A su vez, la Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 871/14, establece que


la cosa juzgada constitucional, además de ser un principio jurídico incorporado al debido
proceso, persigue dos propósitos esenciales:
Primero, en armonía con el artículo 4º Superior, otorga eficacia al
principio de supremacía constitucional, pues (i) evita que después de una
decisión de la Corte Constitucional sobre la incompatibilidad de una norma con
la Constitución, esta pueda regresar al orden jurídico, (ii) desarrolla la
interpretación autorizada de los mandatos constitucionales, dotándolos de
precisión, y (iii) previene sobre interpretaciones abiertamente incompatibles
con la Carta, evitando que sean asumidas por el Legislador al momento de
concretar los mandatos superiores. Segundo, garantiza la seguridad jurídica,
pues las decisiones de la Corte son definitivas y vinculantes para todos (efectos
erga omnes), y su sentido no puede ser alterado por sentencias posteriores. Por
lo tanto, el examen de un asunto previamente resuelto solo es posible si se
modifican las normas superiores concretas que sirvieron de parámetro de
control. De esa manera, se excluye la procedencia de nuevas demandas basadas
en los mismos motivos, se mantiene la estabilidad del ordenamiento jurídico, y
se establece una garantía de auto restricción al activismo judicial, pues las
sentencias previas determinan la adopción de una decisión idéntica, en caso de
que el asunto sea puesto en conocimiento de la Corte una vez más (Sentencia C
– 871/14, 2014, párr. 4).

La Sentencia C – 774/19 de la Corte Constitucional de Colombia establece que:

En el proceso constitucional es necesario modular la operancia de la


cosa juzgada conforme a un análisis que tenga en cuenta la posibilidad de que
se planteen nuevos cargos, no tenidos en cuenta por el juez constitucional, o
que el examen de las normas demandadas se haya limitado al estudio de un
solo asunto de constitucionalidad, o que no se haya evaluado la disposición
frente a la totalidad de la Carta, o que exista una variación en la identidad del
texto normativo. En eventos como estos, no obstante existir ya un fallo de
constitucionalidad, podría abrirse la posibilidad de realizar una nueva
valoración de la norma acusada (Sentencia C – 774/19, 2019, párr. 8)
Con base en lo establecido anteriormente, se puede considerar que lo que se busca con la
cosa juzgada constitucional es garantizar la seguridad jurídica de las decisiones plasmadas en las
sentencias, ya que esta representa un órgano que cumple un mandato constitucional, el cual debe
ser cumplido con el fin de salvaguardar los Derechos y deberes contemplados en la carta política.

Por su parte la Sentencia C – 397/95 de la Corte Constitucional de Colombia establece


que:

La cosa juzgada constitucional, plasmada en el artículo 243 de la


Constitución Política, no puede cobijar determinaciones de la Corte carentes de
toda motivación, menos todavía si ellas recaen sobre normas no demandadas y
respecto de las cuales no se ha configurado, por su propia decisión, unidad
normativa, puesto que en tales eventos la Corporación carece de competencia
para proferir el fallo en aquellos puntos que no fueron objeto de demanda ni de
proceso, que en ningún momento fueron debatidos y en los cuales el
Procurador General de la Nación no tuvo oportunidad de emitir concepto, ni los
ciudadanos de impugnar o defender su constitucionalidad. Se hace menester en
semejantes circunstancias que la propia Corte Constitucional reconozca el error
cometido al redactar y transcribir la parte resolutiva de su Sentencia y proceda
a resolver de fondo sobre los asuntos que en anterior proceso no fueron materia
de su examen y en torno de los cuales cabe indudablemente la acción
ciudadana o la unidad normativa, en guarda de la integridad y supremacía de la
Constitución (Sentencia C – 397/95, 1995, párr. 5).

En directa relación con lo hasta aquí señalado sobre la cosa juzgada


constitucional Restrepo señala:

en ningún escenario constitucional es procedente interponer una acción


de tutela contra una sentencia de tutela que: (i) pueda impugnarse; (ii) esté en
trámite de impugnación y de decisión en segunda instancia; (iii) esté en trámite
de selección y de revisión en la Corte Constitucional y, (iv) el trámite de
selección y de revisión haya finalizado, bien porque la Corte Constitucional la
seleccionó, estudió y decidió o porque fue excluida de la selección para su
revisión; operando en ambos casos el fenómeno de la cosa juzgada
constitucional. Un juez constitucional que desconozca estos lineamientos
jurisprudenciales suplantaría la competencia exclusiva de la Corte
Constitucional para revisar las decisiones judiciales proferidas en el trámite del
proceso de tutela (Restrepo Tamayo & Vergara Cardona, 2019).

De tal modo que la revisión de los fallos tutelares es un acto


extremadamente ocasional y eventual, y que se encuentra dentro de la posibilidad del
error procesual en la selección de las sentencias de tutela. En este sentido, permite que
cualquier magistrado, el procurador general, el fiscal general o el defensor del pueblo,
tengan la potestad de seleccionar e insistir en la revisión de alguna sentencia tutelar que
consideren de forma argumentada que ha vulnerado los derechos de las partes
interesadas.

En este sentido, la Corte Constitucional de Colombia, señala en sus sentencias


C-774 de 2001; T-019 de 2016; T-427 de 2017.

“La cosa juzgada constitucional que se deriva del mecanismo de


eventual revisión de los fallos de tutela impide que con posterioridad a la
ejecutoria de la sentencia de tutela revisada por la Corte Constitucional o
excluida de la selección para su revisión se tramite un nuevo proceso de tutela
que presente: (i) identidad jurídica de partes; (ii) verse sobre el mismo objeto,
es decir, sobre las mismas pretensiones y, (iii) se adelante por la misma causa
que originó el proceso anterior, esto es, por los mismos hechos”.

Quedando, con estas sentencias, absolutamente protegido el principio de


seguridad jurídica en el aparato judicial colombiano en torno a la cosa juzgada
constitucional.

2.3. Elementos de la causa juzgada constitucional.

Es importante indicar que para que pueda invocarse el principio de la cosa juzgada (res
iudicata) y por lo tanto el derecho al non bis in ídem; en un mismo proceso deben reunirse unos
elementos esenciales de identidad, los cuales son: identidad de partes; identidad de objeto;
identidad de causa; e identidad de jurisdicción (el fundamento normativo de la sanción).
La identidad de partes en derecho ocurre cuando los mismos litigantes forman parte de
diferentes procesos, y en ambos casos, sostienen las mismas posiciones. Este elemento está
orientado a establecer los límites subjetivos de la cosa juzgada, en tanto se entiende que para esta
entidad tenga sentido deben ser las mismas partes las que se encuentren en litigio. Este principio
está arraigado en la doctrina del derecho de Couture (1958). Sin embargo, desde el punto de vista
del Derecho positivo esta pretensión es extremadamente limitante, por lo que en realidad se hace
extensiva en casos excepcionales al hecho de que, en una causa igual, las partes sostengan
posturas iguales a las de una causa anterior ya juzgada. Esto indica que el Derecho, en este caso
desecha la aplicación stricto sensu de los límites subjetivos de la cosa juzgada y se adhiere a la
doctrina que busca garantizar la economía de los procedimientos y a evitar la contradicción entre
fallos de causas iguales.

De este modo, queda entendido que el principio de identidad de las partes en tanto refiere
los límites subjetivos de la cosa juzgada, establece que la eficacia de esta entidad depende de que
sea extensible a los sujetos a los que una vez revisado el proceso resuelto al que se hace alusión,
pueden ser equiparados a las partes de la situación jurídica que ya fue resuelta (Figueroa Ruiz,
2017, pp. 45-46).

La identidad de objeto en el marco de los elementos de la cosa juzgada se refiere a sus


límites objetivos. En este caso se trata de responder una interrogante ¿Qué es aquello que ha de
considerarse juzgado en la cosa juzgada? Obviamente, en el caso de la cosa juzgada se trata de
aquello que ha sido sometido a enjuiciamiento. Sin embargo, es necesario reconocer que no todo
lo que ha sido sometido a juicio en un proceso resulta ser parte de la cosa juzgada, y mucho
menos, resulta de una relevancia trascendente para otras causas. En este caso, para señalar los
límites objetivos de la cosa juzgada se debe atener a que el objeto resulte idéntico al de la causa
anterior, para eso debe satisfacer dos condiciones necesarias, la causa de pedir y el petitum deben
ser iguales (Figueroa Ruiz, 2017, p. 53).

Por lo que al hablar del objeto del proceso nos referimos a todo sobre lo que se ejerce la
actividad jurisdiccional. Dicho de forma simple, es de lo que se trata un juicio. Este objeto se
dirime en atención a las acciones que se formulan para enunciar una demanda, el objeto de un
juicio se refiere a las pretensiones de un demandante y cómo las fundamenta. Esto hace
referencia a que en la demanda se encuentran resumidos dos presupuestos de una acción, el de
orden fáctico y el de orden jurídico (Figueroa Ruiz, 2017, p. 56).

En cuanto a la cosa juzgada, el problema de la delimitación del objeto del proceso estriba
en que se puede pedir lo mismo, pero con una argumentación distinta por lo que la
fundamentación de la demanda cambiaría. En este sentido, se hace necesario distinguir, en cada
demanda, los argumentos aducidos y aquellos no aducidos durante el primer proceso que se
esgrime como cosa juzgada, por lo que los límites objetivos, en este caso, se tratarían del
conjunto de hechos relevantes desde el punto de vista jurídico que fundamentan una demanda.
Además del objeto actual, lo importante para definir la identidad de objeto en una causa juzgada
es atender al objeto virtual de la demanda, el cual está compuesto por los sujetos, el petitum y la
causa de pedir. Se trata de todos aquellos fundamentos fácticos y jurídicos que fueron utilizados,
o incluso los que se pudieron utilizar y no fueron esgrimidos por las partes en el proceso de la
cosa juzgada, es decir, todo aquello que pudo haber sido sujeto de actividad jurisdiccional.
(Figueroa Ruiz, 2017, p. 57).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 244/96 establece que la


identidad en la persona significa que el sujeto incriminado debe ser la misma persona física en
dos procesos de la misma índole. La identidad en la persona también se predica del componente
jurídico o elemento de sucesión, pues tal y como lo establece el Código de Procedimiento Civil
en su artículo 332, se entiende que hay identidad jurídica de partes, cuando las del segundo
proceso son sucesores mortis causa de las que figuraron en el primero o adquirentes por acto
entre vivos celebrado con posterioridad al registro de la demanda, si se trata de derechos sujetos
a registro y al secuestro en los demás casos (Sentencia C – 244/96, 1996).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia 131/93 establece con respecto a la


identidad de las partes:

Requisito fundamental de la cosa juzgada en el proceso civil, en el


constitucional no se da pues en él no se presenta enfrentamiento entre litigantes
con intereses contrapuestos, y ni siquiera el Estado autor de la norma general
que se acusa, asume esta posición por conducto del Procurador General de la
Nación ya que la intervención de éste en dicho proceso, se impone en guarda
y prevalencia del ordenamiento constitucional (Sentencia 131/93, 1993).
La identidad del objeto está construida por la del hecho respecto del cual se solicita la
aplicación del correctivo. Se exige entonces la correspondencia en la especie fáctica de la
conducta en dos procesos de igual naturaleza. En procesos de distinta índole, el objeto lo
determina aquello sobre lo cual versa el litigio, esto es, la cosa litigiosa. (Sentencia C – 244/96,
1996).

En el proceso contencioso administrativo, el objeto lo constituye la situación jurídica


sometida a decisión del juzgador, la causa son los hechos y fundamentos de derecho en que se
apoya la pretensión. La causa o causa petendi son los hechos de la demanda, juntamente con las
normas señaladas como violadas y dentro de los límites del concepto de la violación planteado
por el actor (Sala Plena de lo Contencioso Administrativo, 2002).

La Sentencia 131/93 de la Corte Constitucional de Colombia establece que:

En cuanto a la identidad de la causa petendi (eadem causa petendi) debe


tenerse en cuenta que el juez de la constitucionalidad no está limitado a
examinar la norma acusada que (sic) solo a través de los motivos que haya
aducido el demandante, ya que la Corte debe confrontar el acto acusado con la
norma fundamental no solo por las razones que presente el actor, sino a la luz
de todos los textos constitucionales y por todas las posibles causas de
inconstitucionalidad que exista, a fin de que la decisión final produzca efectos
absolutos y erga omnes respecto de los textos acusados (Sentencia N°16 de la
Corte Suprema de Justicia, 1990, citado en Sentencia 131/93, 1993).

La identidad en la causa se refiere a que el motivo de la iniciación del proceso sea el


mismo en ambos casos (Sentencia C – 244/96, 1996).

Como se indica anteriormente, el cuarto elemento de identidad viene definido por la


jurisprudencia constitucional, y es el relativo al fundamento normativo de la sanción; cuando
concurran los elementos de identidad antes mencionados, un hecho no puede dar lugar a
multiplicidad de sanciones dentro de la misma jurisdicción; sin embargo, cuando una conducta
lesione distintos bienes jurídicos y por lo tanto sea viable imponer, ya no una doble sanción, sino
la prevista en el régimen legal especial; si puede dar lugar a ellas.

2.4. Categorías de la cosa juzgada constitucional.

2.4.1. Según el texto normativo acusado.

2.4.1.1. Formal.

La definición de la cosa juzgada formal gira en torno a la inimpugnabilidad de la


sentencia. En la medida en que se ejecutan las diversas etapas del proceso y ocurre la preclusión
de los recursos que se pueden adelantar en contra de la sentencia, bien por no haberse accionado
o por no haberse impuesto. En cualquier caso, el acto de cierre imposibilita el ataque directo a la
sentencia dentro del proceso en el que ocurrió por lo que esta adquiere de este modo su sentido
formal. Esto, lo que quiere decir es que, se habla de cosa juzgada en sentido formal cuando una
sentencia es inimpugnable en el proceso en el que ocurrió y por lo tanto solo queda la posibilidad
de buscar un nuevo abordaje en procesos distintos, solo en el caso que el órgano de alzada así lo
permita (Olano García, 2007, p. 89).

Se considera cosa juzgada formal una sentencia que ha sido ejecutoriada, ya sea
porque no se solicitaron recursos en su contra dentro de los términos legales o porque se
resolvieron de forma contraria a quien los solicitó. En el caso colombiano, la cosa juzgada
formal es aplicada en los casos en los que la Corte Constitucional ya se ha pronunciado con
antelación sobre una norma jurídica, y se busca someterla nuevamente a revisión por parte de la
Corte (Sentencia C-687, 2014). Tal como señala la propia corte “cuando existe una decisión
previa del juez constitucional en relación con la misma norma que es llevada posteriormente a su
estudio” o cuando “se trata de una norma con texto normativo exactamente igual, es decir,
formalmente igual” (Sentencia C-287, 2014). En cualquier caso, no se puede abordar
nuevamente debido a que existe un fallo ejecutoriado (Sentencia C 030, 2003).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 774/01, establece que:

La cosa juzgada formal se presenta cuando existe una decisión previa


del juez constitucional en relación con la misma norma que es llevada
posteriormente a su estudio, o, cuando se trata de una norma con texto
normativo exactamente igual, es decir, formalmente igual. Este evento hace
que no se pueda volver a revisar la decisión adoptada mediante fallo
ejecutoriado (Sentencia C – 774/01, 2001, párr. 11).

“Supone la vinculación jurídica que surge para el juez constitucional en relación con el
precepto en sí mismo formalmente considerado” (Sentencia C – 427/96, 1996, párr. 1).

Según el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico – DEJ (2020), la cosa juzgada
formal es el “efecto que determina la inatacabilidad de la resolución firme dentro del propio
proceso, es decir, cuando no cabe recurso alguno contra la resolución recaída en un proceso”
(DEJ, 2020, párr. 1).

Por su parte, Romero (2001), indica que la cosa juzgada formal “alude a las decisiones
judiciales (también sentencias definitivas e interlocutorias) que son susceptibles de una revisión
posterior” (p. 625).

La cosa juzgada formal hace que no se pueda volver a revisar la decisión adoptada
mediante fallo ejecutoriado dentro del mismo proceso y por los mismos hechos y fundamentos
que motivaron tal resolución (Sentencia C – 543/92, 1992).

La regulación procesal admite que un debate no sufra clausura definitiva, cuando lo que
se ha discutido envuelve situaciones susceptibles de mutación o alteración en el supuesto de
hecho, y que por ello exigen ulterior debate procesal (Velásquez, 1998).

La Corte Constitucional considera que es exigible del demandante el cumplimiento de


una especial y particular carga argumentativa. Que ello sea así tiene fundamento no solo en los
principios constitucionales que se adscriben al respeto y estabilidad de las decisiones de este
Tribunal, sino también en el hecho de que en estos casos existe ya un pronunciamiento previo de
la Corte Constitucional que se ocupó del mismo texto normativo y abordó los cargos nuevamente
formulados (Sentencia C – 007/16, 2016).

En resumen, se puede decir que existe cosa juzgada formal cuando se impugna un
enunciado normativo del legislador sobre el cual la Corte ya ha emitido previamente un juicio
sobre su constitucionalidad (Sentencia C – 334/17, 2017).
El valor de cosa juzgada formal está vinculado al momento procesal en que una
resolución judicial es firme, es decir, inimpugnable; tanto el tribunal como las partes se deben
ceñir a la sentencia que haya dictado dicho tribunal.

Romero (2001), indica que “las resoluciones judiciales con valor de cosa juzgada formal
se generan en ciertas situaciones de excepción, en las que por razones de justicia o de economía
procesal se permite examinar nuevamente el tema ya decidido, iniciando un nuevo juicio (p.
625).

Dicho autor, de igual manera establece que:

Un primer grupo de resoluciones que producen cosa juzgada formal


surge en ciertas situaciones, en las que por un cambio de circunstancias en la
base fáctica o jurídica tenidas a la vista para el pronunciamiento de una
determinada sentencia, la ley permite una nueva decisión sobre el fondo.

En otro grupo de materias, la cosa juzgada formal proviene de la


singularidad del procedimiento utilizado. Constituye una tónica procesal muy
antigua que los juicios sumarísimos, por el hecho de carecer de un
“contradictorio” adecuado, permitan a las partes discutir nuevamente sobre el
tema decidido, ya que la sumariedad de la decisión aumenta el grado de un
posible error judicial (Romero, 2001, p. 625).

2.4.1.2. Material.

La cosa juzgada material ocurre cuando el texto normativo que está sometido a
abordaje no es idéntico en su forma al que fue previamente producto de sentencia. En estos casos
se trata de disposiciones cuyos contenidos de fondo son iguales, en estos casos la acción y los
efectos del a cosa juzgada se operan sobre los contenidos y no sobre la forma de la sentencia. El
sentido material de la cosa juzgada implica que los contenidos de la sentencia analizada
contienen en sí mismos una fuerza vinculante que es extensible en el futuro y puede ser
trascendente a procesos por venir, bien ante el órgano jurisdiccional que los ha juzgado, o bien,
en otras entidades de justicia. De este modo se produce la vinculación que busca prevenir un
nuevo pronunciamiento sobre un asunto ya juzgado (Olano García, 2007, p. 90).
En este sentido, la cosa juzgada material actúa como en el caso de la cosa juzgada formal,
pero con una mayor potencia, en favor de la seguridad y por ende de la paz jurídica y del bien
común. Esta afirmación procede de la idea de que esta figura evita que las discusiones de índole
jurídico se prolonguen de manera indefinida y que se vuelva a litigar sobre asuntos que ya han
sido discutidos y sobre los que existe jurisdicción, y además, evita que ocurran sentencias o
resoluciones que sean contradictorias, o igual de grave, que se reiteren de manera irracional, y
por ende, injusta sentencias que versan sobre un caso ya evaluado (Olano García, 2007, p. 90).

La cosa juzgada material representa la inatacabilidad directa del fallo de un proceso, se


cierra con ella todas las vías para que se intente emitir un fallo que haga oposición o
contradicción el resultado procesal emitido por una autoridad superior. De tal suerte que, la cosa
juzgada material tiene la función de negar a las partes la posibilidad de hacer cuestionamientos
sobre los fallos obtenidos e intentar con ello plantear nuevos procesos judiciales en la búsqueda
de un resultado que contradiga el obtenido, atentando de este modo contra la seguridad jurídica.
Por este motivo, la función de la cosa juzgada material es servir de garante de la finalización en
un momento determinado de cualquier controversia sobre un tema ya juzgado, en este sentido
tiene un carácter negativo.

Por otra parte, la cosa juzgada material cumple también una función positiva, ya que evita
que un nuevo proceso pueda decidirse de forma contraria a lo ya establecido en fallo anterior. La
consecuencia de estas dos funciones es que impide a la Corte Constitucional revisar sus propias
sentencias, vinculándolo al estricto acatamiento de las mismas, de modo que se cierra la
posibilidad de reformar o alterar las sentencias de rango constitucional y a la propia constitución.
Sin tomar en cuenta los cambios sociales y políticos que pueden alterar el contexto y el espíritu
que motiva determinadas sentencias, un efecto que puede llegar a ser contraproducente si no se
definen claramente los mecanismos en los que una situación como esta puede ser abordada.

El DEJ (2020), plantea que la cosa juzgada material es la:

Figura procesal que, en su sentido positivo, se refiere a la vinculación


que produce una resolución judicial firme recaída en un proceso anterior
respecto de la cuestión o asunto suscitado en un proceso posterior que se
entiende ya ha sido definitivamente enjuiciado y resuelto en el primero; y, en
su sentido negativo, alude al efecto de exclusión de un ulterior proceso cuyo
objeto sea idéntico al del proceso resuelto por sentencia firme, es decir, la
inadmisibilidad de ese posterior proceso (párr. 1).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 774/01, establece que:

La cosa juzgada material, se presenta cuando no se trata de una norma


con texto normativo exactamente igual, es decir, formalmente igual, sino de
una disposición cuyos contenidos normativos son idénticos. El fenómeno de la
cosa juzgada opera así respecto de los contenidos de una norma jurídica
(Sentencia C -774/01, 2001, párr. 12).

La cosa juzgada material “tiene lugar cuando la decisión constitucional resuelve el fondo
del asunto objeto de su juicio que ha sido suscitado por el contenido normativo de un precepto”
(Sentencia C – 427/96, 1996, párr. 2).

Es importante señalar que la sentencia goza de un sentido material cuando además de no


ser susceptible de ataque directo por medio de un recurso, también lo es de un ataque indirecto
como lo es la iniciación de un nuevo juicio.

La cosa juzgada material se presenta “cuando existen dos disposiciones formalmente


distintas, no obstante, lo cual tienen identidad de contenido normativo y en relación con una de
ellas ya ha habido previamente un juicio de constitucionalidad por parte de la Corte” (Sentencia
C – 587/14, 2014, párr. 2).

Por su parte, Romero (2001), indica que la cosa juzgada material:

Alude al litigio examinado en el juicio y resuelto por una sentencia que


alcanza inmutabilidad. Es la certeza más absoluta que obtiene una decisión
jurisdiccional, sea que haya acogido o rechazado la acción deducida en un
juicio. Se trata de aquellos pronunciamientos judiciales sobre el fondo, que no
pueden ser revisados en juicios posteriores. La cosa juzgada material es la
decisión jurisdiccional inmutable e irrevisable en un juicio posterior (p.625).
El valor de la cosa juzgada material significa que no se puede volver a entablar un ulterior
proceso cuyo objeto sea idéntico a otro anterior con el que tenga identidad de causa, sujetos y
objeto; esta surge a partir de la última resolución del proceso judicial.

La noción de cosa juzgada material, “hay que comprenderla no solamente en relación con
la parte resolutiva de la sentencia, sino también en relación con aquellos conceptos de la parte
motiva que guardan una unidad de sentido con el dispositivo de la sentencia” (Sentencia C –
427/96, 1996, párr. 4).

Se debe destacar que esta implica:

La absoluta inmutabilidad de la sentencia en firme, no ya dentro de un


proceso determinado, sino ante cualquier otro proceso y en relación con
cualquier motivo o fundamento, pues a ella se accede por el agotamiento de
todas las posibilidades procesales y supone, por tanto, que la actividad
jurisdiccional del Estado se desplegó íntegramente en relación con la materia
debatida (Sentencia C – 543/92, 1992, párr.3).

La Sentencia C – 1216/01 de la Corte Constitucional de Colombia indica que el


fenómeno de la cosa juzgada material:

No se encuentran restringido a las decisiones de inexequibilidad, que


imponen la obligación al legislador de abstenerse de reproducir el contenido
normativo que fue declarado inconstitucional, sino que también se extiende a
las decisiones de exequibilidad cuyo contenido ha sido confrontado de manera
integral frente a la Carta Política. Sí existe una diferenciación entre actos
jurídicos inexequibles y los exequibles. Los primeros no pueden ser
reproducidos ni textualmente, ni materialmente. Los segundos sí pueden ser
reproducidos aunque esto no afecta la cosa juzgada material y si se demanda un
acto en el que esté determinada su identidad textual o material, lo procedente es
una sentencia que declare la cosa juzgada. Es así como el fenómeno de la cosa
juzgada material abarca las decisiones tanto negativas como positivas
relacionadas con el contenido sustancial de una determinada disposición
jurídica (Sentencia C – 1216/01, 2001, párr. 2).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 007/2016, establece que:

La jurisprudencia constitucional se ha referido, al ocuparse de la cosa


juzgada material cuando la decisión previa ha sido de exequibilidad, a la
necesidad de considerar tal providencia como un precedente relevante del cual,
sin embargo, es posible separarse. Son tres las posibles razones que permitirían
emprender un nuevo juzgamiento en lugar de estarse a lo resuelto. Ellas pueden
ser denominadas, en su orden, (i) modificación del parámetro de control, (ii)
cambio en la significación material de la Constitución y (iii) variación del
contexto normativo del objeto de control. La identificación de los eventos que
debilitan o enervan los efectos de la cosa juzgada se ha llevado a cabo,
principalmente, en sentencias en las cuales este Tribunal se ha enfrentado a
supuestos de cosa juzgada material y, en particular, cuando luego de haber
declarado exequible un contenido normativo, se expide una nueva disposición
cuyo sentido es, a pesar de la modificación del texto, equivalente al primero
(Sentencia C – 007/16, 2016, párr. 4).

La jurisprudencia constitucional ha establecido una serie de requisitos para que se


configure la cosa juzgada material, los cuales son:

(i) Que el contenido de la norma haya sido declarado inexequible de


manera previa; (ii) que, en efecto, exista reproducción de dicho contenido
normativo, esto es, que el contenido material del texto acusado sea igual al que
fue declarado inconstitucional. Esta reproducción no necesariamente se refiere
a una identidad gramatical de textos, pues, aunque esta varíe, si el contenido
material es el mismo entendido dentro del contexto, no hay duda de que ello ha
ocurrido. Al contrario, si la redacción de la disposición es idéntica pero el
contexto en el que se reproduce es diferente, no podría afirmarse que el
legislador desconoció la prohibición consagrada en el inciso segundo del
artículo 243 Superior a la que se hizo referencia en el párrafo precedente; (iii)
que el contenido normativo frente al cual se realiza la respectiva comparación,
haya sido declarado inconstitucional por razones de fondo, no de forma y; (iv)
que sigan vigentes en el ordenamiento jurídico las disposiciones
constitucionales que fundamentaron la declaratoria de inexequibilidad
(Sentencia C – 687/14, 2014).

Ahora bien, la Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 100/19, establece


que cuando una disposición es declarada inexequible:

La cosa juzgada material produce como efecto, una limitación de la


competencia del legislador (ordinario o extraordinario), que le impide
reproducir el contenido material de la norma que no se ajusta a la Carta
Fundamental, y en el evento que ello ocurra la Corte debe proferir un fallo de
inexequibilidad por la violación del mandato dispuesto en el artículo 243 de la
Constitución Política (Sentencia C – 100/19, 2019, párr. 7).

A su vez, dicha sentencia de la Corte Constitucional de Colombia también establece que


cuando una disposición es declarada exequible:

El fenómeno de la cosa juzgada material produce como regla general la


imposibilidad para la Corte Constitucional de pronunciarse sobre la materia
previamente resuelta, ya que puede conducir a providencias contradictorias que
afecten la seguridad del ordenamiento jurídico, o alteren la confianza legítima
de los administrados en la aplicación de la Constitución, o vulneren el principio
de la igualdad (Sentencia C – 100/19, 2019, párr. 8).

La Sentencia C – 427/96 de la Corte Constitucional de Colombia, establece que:

Tanto las decisiones sobre inexequibilidad, como aquellas sobre


exequibilidad, están cobijadas por la cosa juzgada; cuando se trata de normas
con contenidos idénticos, así sus textos literales normativos difieran entre sí, y
cuando respecto de una de ellas existe una decisión previa del juez
constitucional, obra en relación con los contenidos que le son propios y
respecto de la otra, el fenómeno de la cosa juzgada en sentido material
(Sentencia C – 492/96, 1996, párr. 3).

La Corte Constitucional de Colombia también en su Sentencia C – 007/2016, establece


las reglas para definir efectos según la cosa juzgada sea formal o material, indicando lo siguiente:

De acuerdo con la jurisprudencia vigente pueden enunciarse las


siguientes reglas generales: (i) si la decisión previa fue de inexequibilidad y
existe cosa juzgada formal la Corte deberá limitarse a estarse a lo resuelto; (ii)
si la decisión previa fue de inexequibilidad y existe cosa juzgada material, la
Corte deberá estarse a lo resuelto y declarar nuevamente la inexequibilidad de
la disposición por desconocimiento del artículo 243 de la Constitución; (iii) si
la decisión previa fue de exequibilidad y existe cosa juzgada formal la Corte
deberá limitarse en su pronunciamiento a estarse a lo resuelto; y (iv) si la
decisión previa fue de exequibilidad y existe cosa juzgada material, las
consideraciones de la sentencia se erigen en un precedente relevante que la
Corte puede seguir, disponiendo estarse a lo resuelto y declarando exequible la
norma, o del que puede apartarse con el deber de exponer razones suficientes
que puedan justificar una decisión de inexequibilidad (Sentencia C – 007/16,
2016, párr. 3).

Es importante destacar lo que establece la Corte Constitucional de Colombia en su


Sentencia C – 355/06:

La identidad entre un enunciado o un contenido normativo declarado


previamente exequible y otro reproducido en un nuevo cuerpo normativo, no
puede ser el argumento concluyente para negarse a examinar el nuevo precepto
por haberse producido la cosa juzgada material, pues dicha figura –entendida
como al obligación de estarse a lo resuelto en un pronunciamiento anterior-
está supeditada a la concurrencia de los elementos que ha enunciado la
jurisprudencia a partir del artículo 243 de la Constitución (Sentencia C –
355/06, 2006, párr. 2).

En resumen, se puede decir que existe cosa juzgada material en aquellos casos en los
cuales se demanda, ya no la misma disposición lingüística, pero sí idéntico contenido regulatorio
examinado en una sentencia anterior (Sentencia C – 334/17, 2017).

Como se evidencia de lo anterior, la distinción entre cosa juzgada constitucional formal y


material reside en si el pronunciamiento de la Corte versa sobre la misma norma (lo que
involucra un aspecto formal y gramatical), o sobre el mismo contenido normativo, tomando en
cuenta los requisitos fijados por esta Corporación para que se produzca la cosa juzgada material
(Sentencia C – 090/15, 2015).

2.4.2. Desde el punto de vista del cargo de inconstitucionalidad.

2.4.2.1. Absoluta.

La sentencia C – 774/01 de la Corte Constitucional de Colombia establece que:

Se presenta cosa juzgada absoluta cuando el pronunciamiento de


constitucionalidad de una disposición, a través del control abstracto, no se
encuentra limitado por la propia sentencia, es decir, se entiende que la norma es
exequible o inexequible en su totalidad y frente a todo el texto Constitucional
(Sentencia C – 774/01, 2001, párr. 16).

Según Moreno, la cosa juzgada constitucional absoluta ocurre en dos


situaciones. En primer lugar, cuando se encuentra frente a inexequibles causados por
vicios de fondo que hacen que la norma juzgada sea incompatible con los preceptos
constitucionales. Por lo tanto, no existe materia de fondo sobre la cual se pueda realizar
un nuevo proceso, en tanto la Constitución mantenga su vigencia y las disposiciones en
esta contenida que expulsaron la norma en cuestión se encuentren firmes. En segundo
lugar, la cosa juzgada absoluta se refiere a los pronunciamiento de exequibilidad
relativo a que no existen vicios en el procedimiento, conclusión a la que se llega
posteriormente al examen acerca de la competencia. En estos casos, en los que se ha
cerrado la posibilidad de contradicción, la cosa juzgada se convierte en absoluta
(Moreno Millán, 2002, p. 113).

Será cosa juzgada absoluta, cuando la primera decisión agotó cualquier


debate sobre la constitucionalidad de la norma acusada; por regla general, no será
posible emprender un nuevo examen constitucional (Sentencia C – 007/16, 2016).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 492/00 establece la


regla general de la cosa juzgada absoluta, indicando que:

La regla general en esta materia es que un pronunciamiento de la Corte


Constitucional, cuando adelanta el control abstracto de una disposición, hace
tránsito a cosa juzgada absoluta, salvo que la propia sentencia haya limitado el
alcance de la cosa juzgada, o que exista una cosa juzgada meramente aparente,
por “la absoluta falta de toda referencia, aun la más mínima, a las razones por
las cuales fue declarada la constitucionalidad de lo acusado (Sentencia C –
492/00, 2000, párr. 1).

Es importante señalar que cuando en desarrollo del control abstracto de


constitucionalidad, no se establece límite alguno en la decisión, se entiende que la norma
analizada se ha confrontado con toda la Constitución y, por tanto, se está ante el fenómeno de la
cosa juzgada absoluta (Sentencia C – 090/15, 2015).

En la Sentencia C – 492/00 se menciona que existe cosa juzgada absoluta cuando la Corte
no ha restringido el alcance de su decisión, situación que impide toda posibilidad de formular y
considerar nuevas demandas de inconstitucionalidad sobre el mismo asunto (Sentencia C –
492/00, 2000).

En resumen, se puede decir que existe cosa juzgada absoluta si la decisión sobre la
constitucionalidad de una disposición no puede ser discutida nuevamente, ni siquiera a partir de
nuevos cargos (Sentencia C – 334/17, 2017).
2.4.2.2. Relativa.

Será cosa juzgada relativa si la Corte en una decisión anterior juzgó la validez
constitucional solo desde la perspectiva de algunos de los cargos posibles; será posible examinar
la norma acusada desde la perspectiva de las nuevas acusaciones (Sentencia C – 007/16, 2016).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 478/98 establece que:

Cuando la Corte expresamente restringe, en la parte motiva, el alcance


de la cosa juzgada, debe entenderse que esta no es absoluta sino relativa, por
más de que la parte resolutiva no limite la cosa juzgada. En tal evento, no
existe en realidad una contradicción entre la parte resolutiva y la
argumentación sino una cosa juzgada relativa implícita, pues la Corte declara
exequible la norma, pero bajo el entendido de que solo se han analizado
determinados cargos, lo cual significa que la norma revisada puede ser acusada
en el futuro por nuevas razones (Sentencia C – 478/98, 1998, párr. 1).

La cosa juzgada constitucional relativa se presenta cuando el juez constitucional limita en


forma expresa los efectos de la decisión, dejando abierta la posibilidad para que en un futuro se
formulen nuevos cargos de inconstitucionalidad contra la norma que ha sido objeto de examen,
distintos a los que la Corte ya ha analizado (Sentencia C – 469/08, 2008).

La Sentencia C – 925/00 de la Corte Constitucional de Colombia establece que la cosa


juzgada relativa:

Alude a los eventos en que, por oposición al caso de un previo examen


exhaustivo de la norma objeto de revisión por la Corte -lo que da lugar al
fenómeno de la cosa juzgada absoluta-, el juez de constitucionalidad ha
proferido antes un fallo de exequibilidad circunscrito de manera específica a
alguno o algunos aspectos constitucionales de la norma, sin haberlos agotado
en su totalidad, lo que conduce a que, aun existiendo ya sentencia declaratoria
de la constitucionalidad del precepto, subsiste la posibilidad de nuevo análisis
de la disposición correspondiente, no ya por los conceptos precedentes -
respecto de los cuales se juzgó y a los que no puede volverse- sino por otros
sobre los cuales en el primer fallo no se pronunció la Corte (Sentencia C –
925/00, 2000, párr. 1).

En la Sentencia C – 687/14 de la Corte Constitucional de Colombia se indica que el juez


constitucional limita en forma expresa los efectos de la decisión, dejando abierta la posibilidad
para que en un futuro se formulen nuevos cargos de inconstitucionalidad contra la norma que ha
sido objeto de examen, distintos a los que la Corte ya ha analizado (Sentencia C – 687/14, 2014).

Por su parte, la Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 090/15 expresa


que el pronunciamiento permite a los ciudadanos propiciar nuevos juicios de constitucionalidad
con respecto a cargos diferentes a los que ya fueron analizados por la Corte Constitucional
(Sentencia C – 090/15, 2015).

Es importante indicar que la cosa juzgada relativa se presenta de dos maneras, que son de
manera explícita y de manera implícita; sobre ello la Corte Constitucional de Colombia en su
Sentencia C – 007/16 establece que:

La condición explícita o implícita de la cosa juzgada se predica


únicamente de los casos en los que ella es relativa. Se tratará de cosa juzgada
relativa explícita cuando en la parte resolutiva de la sentencia se establece
expresamente que el pronunciamiento de la Corte se limita a los cargos
analizados. Será por el contrario implícita cuando, pese a no hacerse tal
referencia en la parte resolutiva, de las consideraciones de la sentencia se puede
desprender que la Corte limitó su juicio a determinados cargo (Sentencia C –
007/16, 2016, párr. 2).

En la Sentencia C – 774/01 la Corte Constitucional de Colombia establece el alcance de


la cosa juzgada relativa, tanto explicita como implícita, tal y como se indica a continuación:

La cosa juzgada relativa se presenta de dos maneras: Explícita, cuando


la disposición es declarada exequible pero, por diversas razones, la Corte ha
limitado su escrutinio a los cargos del actor, y autoriza entonces que la
constitucionalidad de esa misma norma puede ser nuevamente reexaminada en
el futuro, es decir, es la propia Corte quien en la parte resolutiva de la sentencia
limita el alcance de la cosa juzgada, mientras la Corte Constitucional no señale
que los efectos de una determinada providencia son de cosa juzgada relativa, se
entenderá que las sentencias que profiera hacen tránsito a cosa juzgada
absoluta. Implícita, se presenta cuando la Corte restringe en la parte motiva el
alcance de la cosa juzgada, aunque en la parte resolutiva no se indique dicha
limitación, en tal evento, no existe en realidad una contradicción entre la parte
resolutiva y la argumentación sino una cosa juzgada relativa implícita, pues la
Corte declara exequible la norma, pero bajo el entendido que solo se ha
analizado determinados cargos. Así mismo, se configura esta modalidad de
cosa juzgada relativa, cuando la corte al examinar la norma constitucional se ha
limitado a cotejarla frente a una o algunas normas constitucionales, sin
extender el examen a la totalidad de la Constitución o de las normas que
integran parámetros de constitucionalidad, igualmente opera cuando la Corte
evalúa un único aspecto de constitucionalidad; así sostuvo que se presenta
cuando: el análisis de la Corte está claramente referido solo a una norma de la
Constitución o a un solo aspecto de constitucionalidad, sin ninguna referencia a
otros que pueden ser relevantes para definir si la Carta Política fue respetada o
vulnerada (Sentencia C – 774/01, 2001, párr. 17).

La cosa juzgada relativa explícita, es definida en aquellos eventos en los cuales los
efectos de la decisión se limitan directamente en la parte resolutiva, y la cosa juzgada relativa
implícita cuando tal hecho tiene ocurrencia en forma clara e inequívoca en la parte motiva o
considerativa de la providencia, sin que se exprese en el resuelve (Sentencia C – 061/10, 2010).

En el caso de la cosa juzgada relativa implícita, la corte restringe en lo atinente al motivo


todo lo relativo al alcance de la cosa juzgada, toda vez que es posible que en la parte resolutiva
no se mencione nada. En este sentido, la Corte señala: “en tal evento no existe en realidad una
contradicción entre la parte resolutiva y la argumentación sino una cosa juzgada relativa
implícita, pues la Corte declara exequible la norma, pero bajo el entendido de que solo se han
analizado determinados cargos” (a Sentencia C-478 de 1998).
Esto ocurre cuando lo expresado por la corte remite de manera clara a una norma
constitucional o a un aspecto único de su constitucionalidad, en acto que no afecta a otros
elementos que pueden servir de forma relevante si la constitución ha sido vulnerada o si se ha
respetado debidamente (Auto 131 de 2000 de la Corte Constitucional de Colombia). Esto ocurre
cuando la Corte Constitucional no ha tomado en cuenta ciertas hipótesis sobre posibles
inconstitucionalidades presentes en la norma. Esta afectación puede identificarse cuando la
Corporación indica en su sentencia que solo ha considerado lo relativo a la impugnación, por lo
que la cosa juzgada es relativa solo a esa dimensión del análisis realizado y sentenciado. Queda
así abierta la posibilidad para presentar de nuevo demandas relativas a la inconstitucionalidad de
determinada norma basándose en aspectos distintos a los considerados en la primera sentencia
(Olano García, 2007, p. 92).

La otra forma posible en la que se puede identificar la cosa juzgada relativa es a través de
la sentencia del Constitucional cuando esta nada señala sobre haber realizado el examen del
enunciado normativo desde determinada perspectiva, esto da indicio para asumir que han sido
considerados todos los ángulos posibles, por lo que sería cosa juzgada absoluta. Empero, esto no
es así debido a que al realizar el análisis de los fundamentos que sustentan la sentencia anterior
no se desprende ningún elemento que permite considerar que los nuevos aspectos a considerar
fueron analizados y juzgados los problemas constitucionales planteados en la nueva demanda.
De ser este el caso se puede sostener con razones suficientes que el precedente tiene efectos de
cosa juzgada relativa (Olano García, 2007, p. 92).

En estos casos la Corte Constitucional de Colombia asume que la cosa juzgada relativa
ocurre en los casos en que, existiendo una acusación general contra una ley, esta ha sido
declarada constitucional solamente en lo relativo a los motivados que impulsaron la demanda y
el fallo previo. Por lo que al someterse a contraste las normas que están siendo juzgadas, este no
se realiza en relación con todas las disposiciones que la puedan afectar y que se encuentran
presentes en la Constitución. Lo que quiere decir que la sentencia no pasa a ser cosa juzgada,
sino que queda abierta a revisiones posteriores productos de las razones esgrimidas en la parte
motiva de la sentencia (Olano García, 2007, p. 83).

En este sentido, la cosa juzgada surge en procesos constitucionales cuyo fallo puede tener
trascendencia de orden político, aunque no pierda su naturaleza jurídica, pues implica al Estado
como una de las partes de forma directa o no, por lo que su acción como parte influye en los
efectos de la cosa juzgada y como estos trascienden a otros ámbitos jurídicos.

El carácter vinculante de la cosa juzgada constitucional para el Estado es decisivo. Si esto


no fuese así, el Estado, haciendo uso de su prerrogativa ejecutoria, de la cual carecen el resto de
los particulares, podría valerse de esta para no llevar a cabo lo sentenciado, ejecutando nuevas
acciones que obvien o contradigan los dispuestos, acudiendo al mismo órgano jurisdiccional que
sentenció o a otro. Incluso incurriendo en la posibilidad de sanción disciplinaria ante la
prohibición expresa de reproducir, en su totalidad o de forma parcial, aquellos actos o
disposiciones que han sido declaradas inexequibles por medio de leyes o decretos. Por esta razón
se asume que las disposiciones y los efectos de la cosa juzgada constitucional es vinculante para
el recurrente, para quienes coadyuvan en el proceso, todas las otras partes en caso de que existan
y a los entres y órganos estatales de orden administrativo que hayan sido recurridos (Olano
García, 2007, p. 94).

Por estos motivos, la doctrina establece que en el caso de la cosa juzgada constitucional,
esta no puede ser asumida como en los casos de Derecho Procesal regulares, en los que la
declaración de cosa juzgada pone un punto y final sobre el proceso, un acto que impide, salvo en
contadas excepciones donde se declara la nulidad, que algo que ya se ha establecido como
sentencia en un caso anterior sea sometido nuevamente a revisión en un juicio ante el mismo
tribunal o uno diferente. En el caso del Derecho constitucional se precisa que los propios
tribunales dejen abierta la posibilidad de revisar sus propios fallos, bien de casos idénticos o
similares que puedan ocurrir en el futuro.

Incluso, señala Hernández Valle, sobre las sentencias de los procesos constitucionales
que la eficacia de estos precedentes se encuentra interrelacionada con el resultado obligatorio de
la sentencia, si en este caso llegase a ocurrir un cambio fundamental: “en las relaciones de la vida
o de la opinión jurídica general” (Hernández Valle, 2004, p. 109). Tal y como lo ha señalado de
forma reiterada el Tribunal Constitucional de Baviera atendiendo al hecho de que esto supone en
la práctica un cambio de los hechos iniciales, algo que de acuerdo con la sentencia precitada,
autoriza al tribunal a desconocer la cosa juzgada en fallo anterior y realizar nuevamente una
sentencia que atienda la misma cuestión de un modo diverso. De igual modo, señala Hernández
Valle, ocurre con la praxisde la Corte Suprema de los Estados Unidos, la cual contiene
ampliamente ejemplos de cambios en la jurisprudencia de sus propias sentencias, debido a
cambios de opinión de los jueces, o incluso por el cambio en la conformación de la Corte
(Hernández Valle, 2004, p. 109).

En resumen, se puede decir que existe cosa juzgada relativa cuando la constitucionalidad
de una norma fue resuelta respecto de un cargo específico, pero puede volver a ser examinada, a
partir de otros cargos (Sentencia C – 334/17, 2017).

2.4.3. Cosa juzgada aparente.

Algunos eventos se circunscriben a lo que la jurisprudencia ha llamado cosa juzgada


aparente; la cual si pese al silencio que se observa en la parte resolutiva de la sentencia, existen
en su parte motiva referencias suficientes para concluir que, en realidad, la Corte limitó su
análisis únicamente a los cargos que le fueron planteados en la demanda, o a la confrontación de
la norma acusada con el contenido de unos determinados preceptos constitucionales (Sentencia C
– 061/10, 2010).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 774/01, establece lo siguiente:

Ha dicho la Corte que la cosa juzgada es apenas aparente, cuando la


declaratoria de constitucionalidad de una norma, carece de toda motivación en
el cuerpo de la providencia. En estos eventos, la absoluta falta de toda
referencia, aun la más mínima, a las razones por las cuales fue declarada la
constitucionalidad de lo acusado, tiene como consecuencia que la decisión
pierda la fuerza jurídica necesaria para imponerse como obligatoria en casos
ulteriores en los cuales se vuelva a plantear el asunto tan solo supuesta y no
verdaderamente debatido. Es decir que en este caso es posible concluir que en
realidad no existe cosa juzgada y se permite una nueva demanda frente a la
disposición anteriormente declarada exequible y frente a la cual la Corte debe
proceder a resolver de fondo sobre los asuntos que en anterior proceso no
fueron materia de su examen y en torno de los cuales cabe indudablemente la
acción ciudadana o la unidad normativa, en guarda de la integridad y
supremacía de la Constitución (Sentencia C – 774/01, 2001, párr. 10).
La cosa juzgada aparente designa aquellas hipótesis en las cuales la Corte, a pesar de
adoptar una decisión en la parte resolutiva de sus providencias declarando la exequibilidad de
una norma, en realidad no ejerce función jurisdiccional alguna y, por ello, la cosa juzgada es
ficticia. En estos casos, la declaración no encuentra apoyo alguno en las consideraciones de la
Corte y, en esa medida, no puede hablarse de juzgamiento (Sentencia C – 007/16, 2016).

La Sentencia C – 569/04 de la Corte Constitucional de Colombia indica que:

Existe cosa juzgada constitucional aparente cuando (i) una disposición


es declarada exequible en la parte resolutiva de una sentencia, pero (ii) la parte
motiva de la providencia no fundamenta, siquiera en forma mínima, la
constitucionalidad del texto, por lo que (iii) debe entenderse que la declaración
de exequibilidad resultó exclusivamente de un error de atención de la parte
resolutiva, que no puede hacer tránsito a cosa juzgada. En esos eventos, es
entonces posible volver a demandar la disposición y la Corte deberá examinar
su constitucionalidad (Sentencia C – 569/04, 2004, párr. 2).

Por su parte, la Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia C – 925/00 establece


que:

Cuando esta Corporación ha desarrollado el concepto de la cosa juzgada


aparente, ha querido referirse a situaciones en las cuales en realidad la norma
de que se trata no fue objeto de examen de constitucionalidad alguno, aunque
parezca que lo haya sido, como cuando en la parte resolutiva de la sentencia se
declara exequible un artículo sobre cuyo contenido nada se expresó en los
considerandos y, por lo tanto, no se produjo en realidad cotejo, ni absoluto o
exhaustivo, ni relativo, ni parcial. Simplemente, en tales ocasiones lo único que
encuentra el juez de constitucionalidad es la apariencia de haber resuelto antes
sobre la norma que ante él se demanda, sin haberse llevado en efecto el juicio
correspondiente. De lo cual surge, por aplicación del artículo 228 de la
Constitución (prevalencia del Derecho sustancial) y por el sentido mismo de un
verdadero control de constitucionalidad, el necesario reconocimiento de que, en
vez de cosa juzgada hay cosa no juzgada, y la consecuente declaración de que
la Corte puede entrar en el fondo para dictaminar si el precepto correspondiente
se ajusta o no a la Carta Política, sin violar por ello el principio consagrado en
su artículo 243 (Sentencia C – 925/00, 2000, párr. 1).

“La cosa juzgada aparente carece de la fuerza jurídica necesaria para imponerse como
obligatoria en casos ulteriores en los cuales se vuelva a plantear el asunto tan solo supuesta y no
verdaderamente debatido” (Sentencia C – 397/95, 1995).

2.5. Efectos de la cosa juzgada constitucional.

La autoridad de la cosa juzgada consiste, como es conocido, en la inmutabilidad y en la


vinculación de las disposiciones contenidas en las sentencias, y constituye, como es opinión
común en la doctrina y en la tradición que se remonta al derecho romano, un elemento esencial
del sistema de tutela jurisdiccional de los derechos. Según la tesis prevaleciente la cosa juzgada
es intangible de la parte de una ley sobrevenida retroactiva, así como de los efectos de los
pronunciamientos de la Corte Constitucional, tal como indica una máxima que se repite de forma
constante en toda jurisprudencia: Las sentencias de la Corte Constitucional operan ex tunc
porque producen sus propios efectos, incluso sobre las relaciones surgidas de forma anterior al
pronunciamiento de ilegitimidad, por esta razón, a partir del día sucesivo a su publicación, las
normas declaradas inconstitucionales no pueden ser más aplicadas.

El principio, que suele ser enunciado con el recurso de la fórmula de la llamada


retroactividad de estas sentencias, vale solamente para las relaciones aún pendientes, con la
consecuente exclusión de aquellas agotadas, las cuales permanecen reguladas por la ley
declarada inválida. En cuanto a las vinculaciones agotadas, se deben entender todas aquellas que
sobre el plano procesal han encontrado su conclusión, definitiva e irretractable, a través de
sentencia pasada en un juicio cuyos efectos no son inatacados por los pronunciamientos
sucesivos de inconstitucionalidad, salvo lo dispuesto en la materia penal.

Por lo tanto, la cosa juzgada encuentra una protección rigurosa en el ordenamiento


jurídico, atribuyendo a la tutela jurisdiccional de los derechos la plenitud que desciende
directamente de su estabilidad, incluso cuando se haya formado en aplicación de una norma
declarada inconstitucional. La sentencia que declara la inconstitucionalidad de la ley es
definitiva, no admite en contra de ella alguna impugnación, tal condición formal sigue a la
condición sustancial de definición absoluta, atinente a los efectos típicos de estas sentencias. No
pueden ser sometidas a discusión por ningún otro sujeto u órgano.

Desde esta perspectiva resulta útil preguntarse cuál es el tipo de vinculación que
desciende de la cosa juzgada constitucional en relación con lo jueces comunes. La solución en lo
que respecta a las sentencias de acogimiento resulta obvia, la imposibilidad de proponer
cuestiones ya acogidas como cosa juzgada, mientras que para los casos decididos con sentencias
que rechazan las demandas sin hacer indicaciones determinantes en el derecho positivo, dejan un
espacio abierto para diversas soluciones.

En los casos en los que se puede proponer cuestiones ya juzgadas, la vinculación para los
jueces es grave, pues la cosa juzgada consiste sobre todo en la imposibilidad de realizar un
proceso sobre una cuestión idéntica a una ya decidida. De hecho, por lo que se atiene a las
sentencias de acogimiento, los efectos de la cosa juzgada constitucional consisten en la cesación
de la eficacia de la norma declarada ilegítima y el efecto obligado de desaplicación general de la
misma.

En cuanto a los efectos de la cosa juzgada en relación con las parte y con el hecho
juzgado, estos solo se extienden a las partes que han participado de un proceso (inter partes) y
esto solo ocurre en el momento en que el proceso es decidido. No obstante, dependiendo de la
naturaleza de la disputa y de aquellos que forman parte de la querella, la sentencia podría
eventualmente extenderse a sujetos que no han participado de la querella (erga omnes, inter
pares o inter communes), e incluso, a hechos ocurridos antes de la ejecución de la sentencia, ex
tunc, todos estos casos en los que le corresponde al juez establecer cual es el ámbito de
aplicación del fallo tanto en los motivos, como en el resuelto, todo esto con la intención de
establecer a que personas ampara la decisión resultante del proceso.

En este sentido, se trata de un efecto general inter partes cuando los efectos solo se
extienden a aquellos que tuvieron participación en un proceso. Esto es propio de procesos
contenciosos subjetivos, en los que participan demandantes y demandados y se litiga fuera del
ejercicio erga omnes, como es el caso de la propiedad o la filiación. En cuanto al ámbito del
derecho constitucional, este tipo de efectos se corresponden con los de tutela, pues estos son
relativos al control específico y subjetivo de la constitucionalidad.
En relación con el efecto erga omnes, que supone un frete a todos y contra todos, este
tipo de efectos son extensibles a aquellos que no participaron en el proceso, pero que tienen la
característica de ser procesos contenciosos objetivos presentado ante la Corte Constitucional o el
Cosejo de estado, en estos se debate sobre la validad o constitucionalidad de normas y leyes.

De modo excepcional se presentan efectos inter pares, que son extensivos para todos los
semejantes. Estos son producto de la creación por vía de jurisprudencia de la Corte
Constitucional, sentencias que pueden declarar inconstitucionales algunas normas de forma
provisional, y por vía de excepción, cuando se aprecia que una norma es evidentemente contraria
a un principio constitucional , por lo que se hace necesario su desaplicación con efectos
generales. Este efecto se hace permanente cuando una norma se muestra de modo inequívoco
inconstitucional y sin embargo, no puede ser declarada inexequible definitivamente (erga
omnes), debido a que se encuentra en un proceso contencioso subjetivo de tutela, entonces, la
decisión se hace extensiva a todos los casos en las que pudiese ser invocada por otro órgano
jurisdiccional. De este modo la competencia sobre el manejo de la sentencia y la cosa juzgada es
exclusiva de la Corte Constitucional.

Efecto excepcional inter communes, este es el efecto que afecta a los miembros de una
comunidad específica, ocurre durante los procesos de tutela, cuando se debate sobre los derechos
de un grupo de personas que están amparados bajo una misma situación de hecho, aunque no
todos hayan participado de la discusión en el proceso, en estos casos, la sentencia ampara con sus
efectos, incluso a aquellos que no formaron parte del trámite tutelar. (Corte Constitucional,
Sentencia SU-1023 de 2001).

Sobre el efecto general a futuro ex nunc, a partir de ahora. Este principio señala que, por
lo general, las sentencias son efectivas a partir del momento en que se emiten, por lo que
amparan situaciones que ocurran a partir de su promulgación. Esto, como es lógico suponer,
ocurre debido a que la sentencia es la única garantía de la existencia del derecho o de su forma
de aplicación.

Efecto excepcional retroactivo ex tunc, desde entonces, este tipo de efectos son
excepcionales y ocurren en los casos de sentencias que requieren volver sobre situaciones ya
acaecidas, anteriores a la sentencia, y cuya retroactividad es la única manera de preservar el bien
común y el derecho, porque la situación así lo requiere. En estos casos, es competencia del juez
identificar cuáles son las situaciones amparadas por la sentencia, y cuales no, estableciendo los
límites temporales que se deban aplicar para determinar los efectos de la sentencia.

Efecto diferido o en prospectiva de la sentencia, también conocido como exequibilidad


temporal. Es posibles que la Corte Constitucional con la intención de propiciar la adecuación a
las decisiones que han sido tomadas, sobre todo en fallos de inexequibilidad, establezca el
diferimiento de la aplicación de una sentencia, esto lo hace amparada en la Ley Estatutaria de la
Administración de Justicia que así lo establece en su artículo 45 (Sentencia C-491 de 2007).

En los casos de efectos diferidos, la Corte Constitucional debe garantizar la justificación


de este tipo de decisión y además, debe señalar con claridad el plazo que se establece, a la vez
que justifica la determinación del mismo.

Autores como Camaño, Gómez, Medina y Requejo (2000) indican que:

El efecto de cosa juzgada constituye el principal efecto de la principal


resolución judicial, que es la sentencia definitiva sobre el fondo, y con el se
pretende que una vez que una cuestión litigiosa ha sido zanjada por los
tribunales no pueda volver a ser planteada, pues ello sería contrario tanto a la
seguridad jurídica como a la propia función pacificadora del Derecho (p. 146).

Se debe destacar que la mayoría de los doctrinales señalan a la cosa juzgada como el
efecto más importante de la sentencia que decide el conflicto de intereses sometido al proceso.
Quintero y Prieto (2000), atribuyen a la cosa juzgada una naturaleza sustancial y procesal; éstos
indican que:

La eficacia de la sentencia es procesal dado que ella es un acto del


proceso, pero incide directamente sobre el derecho sustancial debatido, que por
definición es el que el juez declara en la sentencia (…) el resultado empero, de
todas maneras, tiene una naturaleza procesal – material, porque significa
derecho sustancial incorporado en un acto procesal, lógicamente con incidencia
en todo el universo jurídico (Quintero y Prieto, 2000, p. 504).
El efecto de la cosa juzgada es el que producen las resoluciones judiciales firmes, en el
mismo proceso o en otros. La cosa juzgada vincula de dos maneras diversas, una negativa y otra
positiva, aunque con el mismo fundamento.

La cosa juzgada impone la obligatoriedad de las sentencias y su


inmutabilidad, por lo que resuelto un asunto se impide su discusión posterior.
De ahí que, conforme lo señalado por la jurisprudencia, se le asocien dos
efectos: uno positivo, en cuanto atribuye un derecho e imposibilita que sobre el
punto que se ha fallado se profiera nueva decisión; y, uno negativo, porque
excluye que el mismo derecho pueda ser negado posteriormente (Sentencia
022324/2017, 2017, p.10).

Debido a lo expuesto por la Corte Constitucional de Colombia, se puede decir que el


efecto más importante de la cosa juzgada es la seguridad jurídica, ya que la cosa juzgada se
funda en dicho principio, tal y como se indica a continuación:

La cosa juzgada, que confiere a las providencias la fuerza de verdad


legal dentro del ámbito individualizado del asunto litigioso resuelto, se funda
en el principio de la seguridad jurídica, la cual para estos efectos, reside en la
certeza por parte de la colectividad y sus asociados en relación con la
definición de los conflictos que se llevan al conocimiento de los jueces. El
principio de la cosa juzgada hace parte indiscutible de las reglas del debido
proceso aunque no se halle mencionado de manera expresa en el artículo 29 de
la Constitución. Todo juicio, desde su comienzo, está llamado a culminar, ya
que sobre las partes no puede cernirse indefinidamente la expectativa en torno
al sentido de la solución judicial a su conflicto. En consecuencia, hay un
verdadero derecho constitucional fundamental a la sentencia firme y, por tanto,
a la autoridad de la cosa juzgada (Sentencia C – 543/92, 1992, párr. 3).

Ahora bien, como ya se dijo, la cosa juzgada crea efectos de seguridad jurídica para la
relación sustancial inmersa en el litigio, los cuales son negativos para la judicatura y positivos
para la relación jurídica; así lo establece Landoni (2003):
Efecto negativo o impeditivo: La cosa juzgada tiene un efecto negativo
que prohíbe a los jueces decidir sobre lo ya resuelto, es decir, que impide toda
decisión judicial futura que verse sobre el mismo objeto, tenga idéntica causa y
sea entre las mismas partes o personas a las que la cosa juzgada afecte. Esta
exclusión del proceso se debe producir tanto si se formula la pretensión
procesal en el mismo sentido en que se propuso en el proceso anterior o si se
plantea como una pretensión dirigida a obtener la declaración contraria sobre el
objeto del pronunciamiento que adquirió cosa juzgada.

Efecto positivo o prejudicial: La cosa juzgada otorga definitividad a la


declaración de certeza contenida en la sentencia, haciéndola indiscutible en
nuevos procesos, salvo cosos de excepción. La referida definitividad de la
declaración de certeza implica, además, el deber de ajustarse a lo ya decidido,
si ello es condicionante o prejudicial sobre la pretensión pendiente a juzgar (p.
301).

3. Flexibilidad y cambio del precedente en relación con el principio de stare decisis.

3.1. Stare decisis.

Stare decisis se denomina la doctrina es la doctrina básica del aparato jurídico vigente en
la tradición del derecho anglosajón conocido como Common Law. El nombre de esta doctrina se
deriva de la sentencia latina stare decisis et quieta non movere, algo que se puede traducir de
manera laxa como “atenerse a lo decidido y no alterar lo que ya está establecido, aquello que está
quieto”; el concepto general se centra en la observancia de las decisiones precedentes, y que son
el resultado de procesos previos llevados a cabo por otros tribunales que atendieron un problema
similar (Legarre y Rivera, 2006).

En efecto, como la doctrina ya ha señalado oportunamente, conceder algo sobre la base


de la autoridad emanada de los precedentes, con la intención de favorecer la coherencia y la
equidad del proceso de decisión, no es suficiente para entender cómo emergió la doctrina del
precedente en el derecho anglosajón. Sobre todo, en lo relativo a que la idea de que casos
similares deben ser tratados de modo similar es previa a la afirmación de la doctrina del stare
decisis, y fue asumida por los juristas del derecho de Common Law antes de que comenzaran a
considerar las sentencias como autoridad jurídica relevante (Duxbury, 2008).
El propio Aristóteles ya consideraba que la voluntad de tratar casos similares en manera
análoga era un elemento fundamental de la justicia (Etica Nicomaquea, V. 2. 1131a—1131b)
(Duxbury, 2008, p. 50). De acuerdo con una primera corriente doctrinal, el deber de los jueces
anglosajones de respetar los precedentes se deriva de los antiguos vínculos medievales con el
respeto a la autoridad del rey. De hecho, las decisiones de la Curia Regia que estaban orientadas
a resolver determinadas controversias encontraban su legitimidad directamente en la máxima
autoridad jerárquica, militar y civil. Por lo que, en los casos de la iglesia, la interpretación del
derecho canónico era el único instrumento para derogar la autoridad de los precedentes reales.
Este sería el origen de la notoria oposición entre derecho de common law y el derecho de equity
(igualdad). De cualquier modo, lo importante es que la influencia que sobre la jurisdicción han
ejercido las relaciones jerárquicas en el ámbito del sistema institucional inglés, fueron
determinantes para establecer la importancia del derecho de precedentes.

Otra doctrina, más acreditada que la anterior, señala que el deber de los jueces de la
Common Law de respetar los precedentes se deriva de la función institucionalmente conferida a
los magistrado supremos de asegurar la interpretación uniforme del derecho, tomando parte de
forma periódica en la jurisdicción de lasa cortes de circuitos (circuit courts). De tal modo que la
administración itinerante de la justicia reflejaba la importancia de imponer una modo uniforme
en todo el reino. Este sistema se hizo común a todos los países de la Common Wealth e incluso,
en los primeros momentos de la constitución del sistema jurídico norteamericano, los padres
fundadores de los Estados Unidos de América, mantuvieron la costumbre como una manera de
reforzar la Unión americana (Presser & Zainaldin, 2009).

En cualquier caso, una conclusión en la que existe común acuerdo entre la mayoría de los
historiadores y de los procesalistas anglosajones es que la common law no necesita una doctrina
rígida acerca de los precedentes para funcional. Alrededor del siglo XVII, cuando el Stare
decisis, no era la regla dominante, los jueces argumentaban que una regla no era más importante
que otra como principio de derecho, sin sentirse obligados a demostrar tal cosa con el uso de
precedentes. Por lo que de acuerdo con los historiadores del derecho anglosajón, no se sostiene la
pretensión de explicar la naturaleza de la common law a través del principio del stare decisis, ya
que el uso de los precedentes es relativamente algo moderno que no se comenzó a utilizar como
fuente de derecho en el sistema anglosajón sino hasta el siglo XVIII (Simpson, 1973).
En virtud de este principio, los jueces deben fallar atendiendo a
resoluciones similares dictadas anteriormente, de tal forma que se vincula de
manera horizontal la decisión del juez con las decisiones pasadas, y de manera
vertical la de los tribunales superiores. Por tanto, el control del stare decisis se
consigue mediante el sistema de recursos (Wolters Klumer, s.f., párr. 2).

Kokourek & Koven (1935), indican que la doctrina del stare decisis es:

Una decisión de un tribunal o un juez, tomada después de un


razonamiento sobre una cuestión de derecho planteada en un caso, y necesaria
para el establecimiento del mismo, es una autoridad o precedente obligatorio
para el mismo tribunal y para otros tribunales de igual o inferior rango, en
subsiguientes casos en que se plantee otra vez la misma cuestión (p.985).

En el caso colombiano, con relación al principio stare decisis, la Sala de lo Contencioso


Administrativo en su Sentencia n° 01 – 2011 del 09 de diciembre de 2015, indica lo siguiente:

De conformidad con el principio stare decisis, derivado de la seguridad


jurídica y de la igualdad en la aplicación de la ley -artículos 1 y 3 de la
Constitución de la República-, los supuestos de hecho iguales deben ser
decididos en el mismo sentido; sin embargo, ello no implica que los
precedentes no puedan modificarse, pues la jurisprudencia no tiene que ser
necesariamente inamovible (Sentencia 01 – 2011, 2015, párr. 92).

Este principio se basa en el respeto por las decisiones precedentes, es decir, decisiones
que otros tribunales tomaron previamente y que resolvieron un problema similar.

Como se puede apreciar, el stare decisis es la norma básica del sistema Common Law;
esta norma establece que el juez debe resolver el conflicto presente como fueron decididos
conflictos similares en el pasado, por lo tanto éste debe buscar en el pasado un caso similar, para
poder resolver el actual; se basa en el deber de un juez de decidir su caso actual de la misma
manera, siguiendo el mismo criterio, con que otro caso parecido fue decidido en el pasado
(Cueto, 1988, p. 70).

Legarre (2005), indica que en los países donde se adopta el common law, “basta con que
haya una decisión in point, es decir, aplicable al caso presente, para que un juez se vea obligado,
en principio a seguirla” (p.2).

Como se ha dicho anteriormente, el stare decisis requiere decidir según lo antes decidido,
no según lo antes hablado. Por lo tanto, el Juez del Common Law extrae de un precedente la
norma a aplicar y luego la aplica para decidir el caso actual que tiene a su cargo. El juez debe
interpretar la sentencia dictada en el pasado para extraer de ella la norma o principio implícito en
el precedente; basándose en ello dicta sentencia (Cueto, 1988).

El common law identifica al precedente judicial como regla del derecho, donde los jueces
deben resolver el caso presente a la luz del precedente aplicable (Legarre, 2005). Se basa en la
autoridad vinculante del precedente judicial que le otorga certeza jurídica al sistema.

Entendiendo la expresión common law como producto de la conjunción de fuentes del


derecho y principalmente del derecho romano clásico, Cavanna (s.f.) propone tres puntos de
partida:

Un sistema amplio, otro estricto y en contraposición al concepto de


statute law. De acuerdo con el primer sentido, el common law constituye un
concepto genérico que caracteriza el derecho propio de los países de influencia
angloamericana. Desde este punto de vista, common law se contrapone a civil
law, esto es, a la expresión con que se identifica el sistema de derecho
desarrollado en el continente europeo y que tiene por fundamento el derecho
romano justinianeo también conocido como ius comune, y que modernamente
tiene sus sustentos en el derecho escrito, la ley y la codificación.

En sentido estricto, la expresión common law es usada en


contraposición al concepto de equity o sistema jurídico, en el que predominan,
desde el punto de vista sustancial, los elementos morales y éticos, frente a los
precedente judiciales del common law.
En su tercera acepción, la confrontación del concepto se produce frente
al statute law, es decir, al derecho que se produce en Inglaterra a partir del
órgano legislativo (leyes especiales, ordenanzas, reglamentos, etc.). La parte
escrita del derecho inglés se produce por vía jurisdiccional, mediante la
resolución de casos concretos (Citado en Santofimio, 2010, p.130).

La importancia del stare decisis para el sistema jurídico de la common


law radica en que en este principio se encuentra implícito un valor axiológico que
señala, de acuerdo con Cueto que: “La fuerza del precedente en el Derecho se encuentra
multiplicada por un factor adicional: ese curioso sentido de justicia, casi universal, que
demanda que todos los hombres deben ser tratados igualmente en iguales
circunstancias” (1988, p. 80).

El principio del stare decisis en el sistema anglosajón cumple la función


de dotar al ordenamiento jurídico de seguridad, paz y justicia, los mismos valores que se
le atribuyen en como fundamento procesal a la cosa juzgada en nuestro ordenamiento
jurídico. Por esta razón, el stare decisis direcciona a los jueces a decidir en aquellos
casos que atienden, en función de los mismos principios y normas generales aplicadas
en casos precedentes, bien sean de la misma jurisdicción o una superior, por jueces de
igual o mayor jerarquía, a menos que estas decisiones precedentes sean inhabilitadas por
dos razones: a) sean irracionales o injustas, o b) haya ocurrido un cambio sustancial de
la situación social de tal naturaleza que hace que las sentencias precedentes sean
carentes de sentido y no sean expresión de justicia, por lo que su uso cause inequidad y
sea la fuente de un malestar social.

3.2. Concepto de precedente.

Sierra (2016), plantea que precedente son:

Aquellas razones (que hacen parte de la sentencia) que expone un juez


para sustentar la decisión judicial (la ratio decidendi), que son tomadas por
otro juez u otro operador jurídico para aplicarlas a un nuevo caso, por la
similitud de lo que se discute (p. 253).
El precedente es la aplicación de una resolución administrativa o sentencia judicial,
anterior al caso que se plantea, y que sirve de apoyo para la pretensión, debido a la semejanza
con el caso actual.

El precedente, entendido como la decisión anterior de una autoridad que


fija posición interpretativa en relación con ciertas circunstancias fácticas y
jurídicas, para ser aplicadas en el futuro, esto es, como antecedente vinculante
generador de regla, principio o concepto aplicable a casos sustancialmente
similares, constituye una de las instituciones básicas y fundamentales del
sistema jurídico de influencia anglosajona -common law-, o sistema del
derecho de los jueces o jurisprudencial, basado en la experiencia doctrinal
derivada de la solución de casos -case law-, dentro del cual se consolida como
una evidente e indiscutible fuente de derecho (Radbruch, 1958, citado en
Santonimio, 2010, p.127).

Según el DEJ (2020), el precedente administrativo es el “contenido de resoluciones


adoptadas con anterioridad por un mismo órgano administrativo aplicando las mismas normas
ante idénticos supuestos de hecho. El precedente es vinculante, aunque el órgano administrativo
competente puede separarse del mediante la suficiente motivación de las razones” (párr. 1).

Por su parte, el precedente judicial, es el “contenido esencial de la argumentación llevada


a cabo por un tribunal para adoptar su decisión en un caso anterior, que se invoca como pauta a
seguir o criterio” (DEJ, 2020, párr. 1).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia SU354/17 define al precedente


judicial como:

La sentencia o el conjunto de ellas, anteriores a un caso determinado,


que, por su pertinencia y semejanza en los problemas jurídicos resueltos, debe
necesariamente considerarse por las autoridades judiciales al momento de
emitir un fallo. Asimismo, la doctrina lo ha definido como el mecanismo
jurisdiccional que tiene su origen en el principio stare decisis o estar a lo
decidido, el cual consiste en la aplicación de criterios adoptados en decisiones
anteriores a casos que se presenten en situaciones posteriores y con
circunstancias similares (Sentencia SU354/17, 2017, párr. 2).

A su vez, indica que el precedente judicial puede clasificarse en dos categorías:

(i) el precedente horizontal, el cual hace referencia a las decisiones


proferidas por autoridades del mismo nivel jerárquico o, incluso, por el mismo
funcionario; y (ii) el precedente vertical, que se refiere a las decisiones
adoptadas por el superior jerárquico o la autoridad encargada de unificar la
jurisprudencia. El precedente horizontal tiene fuerza vinculante, atendiendo no
solo a los principios de buena fe, seguridad jurídica y confianza legítima, sino
al derecho a la igualdad que rige en nuestra Constitución. Asimismo, el
precedente vertical, al provenir de la autoridad encargada de unificar la
jurisprudencia dentro de cada una de las jurisdicciones, limita la autonomía
judicial del juez, en tanto debe respetar la postura del superior, ya sea de las
altas cortes o de los tribunales (Sentencia SU354/17, 2017, párr. 3).

El precedente vinculante según el DEJ (2020), es la:

Decisión constitucional o resolución judicial que establece una regla de


derecho o un criterio judicial o constitucional uniforme que por mandato de la
ley es norma jurídica vinculante para los demás casos semejantes que precisan
ser resueltos con los mismos parámetros establecidos en la decisión precedente
(párr. 1).

La Corte Constitucional de Colombia en su Sentencia T – 086/07 indica que un


precedente vinculante es aquel:

Cuya ratio decidendi (i) presenta una regla judicial relacionada con el
caso a resolver; (ii) trata de un problema jurídico semejante, o a una cuestión
constitucional semejante y (iii) los hechos del caso o las normas juzgadas son
semejantes o plantean un punto de derecho semejante al que se debe resolver
posteriormente (Sentencia T – 086/07, 2007, párr. 13).

De igual manera, la misma Sentencia de la Corte Constitucional de Colombia establece


que la pertinencia de un precedente, se predica de una sentencia previa, cuando:

“(i) la ratio decidendi de la sentencia que se evalúa como precedente,


presenta una regla judicial relacionada con el caso a resolver posteriormente;
(ii) se trata de un problema jurídico semejante, o a una cuestión constitucional
semejante y (iii) los hechos del caso o las normas juzgadas en la sentencia son
semejantes o plantean un punto de derecho semejante al que se debe resolver
posteriormente” (Sentencia T – 086/07, 2007, párr. 11).

3.2.1. El precedente en Colombia.

Desde el inicio de la República, el derecho colombiano estuvo estructurado como un


sistema de derecho continental, donde la Ley era la principal fuente del derecho, y la
jurisprudencia solo tenía un carácter auxiliar.

En el Código Civil colombiano de 1873, el cual aún se encuentra vigente, fueron tomadas
en cuenta estas concepciones, estableciendo su artículo 17:

Artículo 17. Fuerza de las sentencias judiciales.

Las sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino respecto de


las causas en que fueron pronunciadas. Es, por tanto, prohibido a los jueces
proveer en los negocios de su competencia por vía de disposición general o
reglamentaria (Código Civil Colombiano, 1873, p. 7).

Por lo tanto, de acuerdo a este artículo, la ley debe ser la única fuente del derecho que
vincule al juez, debido a que, según el Código Civil, la jurisprudencia no vincula al juez.

De acuerdo con (Calderón, 2011, p. 335), en Colombia existen dos tipos de precedente,
los que elabora la Corte Constitucional (a C-104 de 1993) y los que elaboran los otros tribunales
y juzgados (a C-836 de 2001). En cuanto a los precedentes de la corte constitucional, la ratio
decidendi de estos goza de la cualidad de cosa juzgada erga omnes implícita, por lo que
constituyen precedente en el derecho colombiano desde la sentencia a C- 104 de 1993.

Esto se debe a que de acuerdo con Contreras, en la sentencia citada, la Corte


Constitucional mantuvo dos posiciones en las que afirma que la ratio decidendi de las sentencias
de constitucionalidad tiene la condición de precedente judicial cuyo carácter es obligatorio, la
segunda posición es que ésta es el único precedente que se puede aplicar en Colombia, ya que la
República es “heredera de la tradición jurídica latina”, por lo que la jurisprudencia emanada de
los otros tribunales y jueces solo juega un rol auxiliar de orden secundario (esta segunda posición
perdió validez posteriormente). Sin embargo, la primera afirmación se mantiene vigente.

3.2.2. Condiciones para que un precedente sea vinculante.

La fuerza vinculante del precedente en el ordenamiento jurídico


colombiano, se explica entonces, al menos, por cuatro razones principales: (i)
en virtud del principio de igualdad en la aplicación de la ley (artículo 13 C.P.),
que exige tratar de manera igual situaciones sustancialmente iguales; (ii) por
razones de seguridad jurídica, ya que las decisiones judiciales debe ser
“razonablemente previsibles”; (iii) en atención a los principios de buena fe y de
confianza legítima (artículo 84 C.P.), que demandan respetar las expectativas
generadas por las reglas judiciales en la comunidad; y finalmente, (iv) por
razones de rigor judicial, en la medida en que es necesario un mínimo de
coherencia en el sistema jurídico (Sentencia T – 086/07, 2007, párr. 9).

A partir de la Ley 1437 de 2011, por la cual se expide el Código de Procedimiento


Administrativo y de lo Contencioso Administrativo, se reconoce un valor de gran importancia al
precedente judicial, denominado por dicha ley como extensión de la jurisprudencia del Consejo
de Estado a terceros por parte de las autoridades. Con esta ley se presenta un cambio
significativo en la aplicación de las sentencias del Consejo de Estado, por parte de las
autoridades administrativas. La aplicación del precedente judicial pasa a ser un deber de las
autoridades de acatarlo, consagrado en el artículo 10 de dicha ley:
Artículo 10. Deber de aplicación uniforme de las normas y la
jurisprudencia. Al resolver los asuntos de su competencia, las autoridades
aplicarán las disposiciones constitucionales, legales y reglamentarias de manera
uniforme a situaciones que tengan los mismos supuestos fácticos y jurídicos.
Con este propósito, al adoptar las decisiones de su competencia, deberán tener
en cuenta las sentencias de unificación jurisprudencial del Consejo de Estado
en las que se interpreten y apliquen dichas normas (Ley 1431/11, 2011, p.7).

Tal y como se dijo anteriormente, el artículo 10 de la Ley 1413/2011, consagra el deber,


sin embargo, el artículo 102 de la misma Ley es más explícito, indicando que:

Artículo 102. Extensión de la jurisprudencia del Consejo de Estado


a terceros por parte de las autoridades. Las autoridades deberán extender los
efectos de una sentencia de unificación jurisprudencial dictada por el Consejo
de Estado, en la que se haya reconocido un derecho, a quienes lo soliciten y
acrediten los mismos supuestos fácticos y jurídicos (…) (Ley 1413/2011, 2011,
p. 34).

Con estos 2 artículos de la Ley 1413/2011, citados anteriormente, se observó el grado de


fuerza vinculante del precedente judicial. Esta norma tiene un destinatario, que son los
administradores administrativos, los cuales tienen el deber de extender los efectos de una
sentencia dictada por el Consejo de Estado; y un beneficiario, que son los administradores que se
encuentran en los mismos supuestos de quien se le haya reconocido un derecho por parte del
tribunal.

3.3. El cesante ratione, cessat ipsa lex como principio derogatorio en el sistema

anglosajón

En cuanto a la necesidad de considerar la actividad permanente de modificar y


adecuar las leyes y las disposiciones normativas a los cambios que imperan en la sociedad,
nuestra hipótesis es, que, en el caso de la Cosa Juzgada Constitucional, el principio cessante
ratione legis, cessat ipsa lex, será con frecuencia una piedra de toque conveniente para eliminar
lo que es arcaico y adaptar lo que es útil.

La aplicación de esta regla lógica implica el estudio de las razones básicas de las distintas
leyes consideradas, y aquí tanto el estudioso de la historia del derecho, como la autoridad en
ciencias sociales tendría un amplio campo para el ejercicio de su actividad investigadora.

Algunos ejemplos de la aplicación de esta máxima en el derecho angloamericano pueden


mostrar que esta es siempre una regla lógica y, que a veces se concibe como un canon de
construcción. La revisión de la casuística puede indicar el amplio alcance de su aplicación.

A partir de la época colonial norteamericana, cuando los colonos ingleses de la costa


atlántica trajeron consigo el sistema jurídico al que estaban acostumbrados, en gran parte sólo
conservaron las normas y costumbres que se adaptaban a sus condiciones sociales y físicas, y
descartaron lo que era inaplicable (McKean Jr, 1925, p. 118).

Así, la presunción altruista de la Common Law de que “los servicios de un médico son
honoríficos y gratuitos" nunca fue adoptada por ellos. La antigua práctica sajona de considerar
que las ventas en el mercado eran concluyentes a título personal nunca existió en ninguno de los
estados. Y no es necesario citar una autoridad para demostrar que la doctrina de las antiguas
luces nunca se importó a lo que hoy es Estados Unidos, ya que numerosos "rascacielos" son una
prueba visible de ello.

De nuevo, el cambio de soberanía efectuado por la guerra de la Independencia barrió sin


duda alguna de las leyes políticas y de otro tipo que se volvieron incompatibles; y la misma
consecuencia ha seguido siempre que los Estados Unidos han anexionado territorio civilizado.

Cuando la relación de ventaja pública de la jurisdicción de la que procede un cuerpo


legal, el orden público puede rechazar una norma del cuerpo legal de origen cuya razón básica se
opone a ella. Tal ha sido el caso en aquellos estados que han sostenido que la obligación de
cercar el ganado según el common law no se aplica en una comunidad de pastoreo; así como en
aquellas jurisdicciones que han sostenido que la doctrina del derecho común de los derechos
ribereños no se aplica a la de un territorio que difiere en gran medida del país de origen.

Del mismo modo, se ha sostenido que la regla inglesa de que el principio de los
accesorios comerciales no se extiende a los accesorios anexos para fines agrícolas no es
aplicable. Un gran grupo de casos en los que la aplicación de la máxima cessante ratione, cessat
ipsa lex, ha invertido las reglas de decisión en diversas jurisdicciones, se encuentra en el derecho
de los estados norteamericanos (McKean Jr, 1925, p. 119).

Pensilvania, por ejemplo, cuya antigua norma de derecho común era que un extranjero no
podía adquirir un bien inmueble por descendencia o cortesía; ahora sostiene que la norma de
derecho común de que un extranjero no puede ser inquilino por cortesía está en la legislación
estatal que permite a los extranjeros adquirir bienes inmuebles.

Varias jurisdicciones sostienen que las leyes que otorgan a la esposa los derechos de
propiedad de un feme sole, eximen al marido de la responsabilidad por todos los daños cometidos
por ella, en los actos contractuales en los que él no haya participado.

Nueva Jersey, hace unos cuarenta y cinco años, estableció el principio de la incapacidad
de una feme covert, mujer casada, para que pudiese librar contratos como si fuera una feme sole
(mujer soltera), este estatuto, fue pronto derogado en favor de uno que le permite a una mujer
casada realizar todo tipo de contratos excepto los relacionados con librar fianzas (McKean Jr,
1925, p. 119).

Connecticut dio un paso más, al sostener que una esposa puede hacer valer un pagaré a su
nombre ejecutado por su marido, en virtud de un estatuto que sustituye la unidad de identidad de
la mujer con el marido. De este modo, el estado le otorgó la misma capacidad de propiedad y la
misma identidad jurídica a la mujer que al hombre.

En el ámbito del derecho testamentario, el Tribunal Supremo de Mississippi ha decidido


que "la razón por la que la regla del derecho común que establece que un testamento hecho por
una mujer sola es revocado por su posterior matrimonio, se basa en que el matrimonio destruye
el carácter provisional del testamento y deja de estar sujeto al control de la esposa (McKean Jr,
1925, p. 120).

Pero dado que los estatutos que eliminan las discapacidades de la cobertura, promulgados
antes de la ejecución del testamento aquí en cuestión, han conferido plena capacidad
testamentaria a las mujeres casadas, la razón de ser de la norma ha cesado, y en consecuencia
también la norma misma. Cessante ratione legis, cessat ipsa lex (McKean Jr, 1925, p. 121).
Si alguien intentase recopilar reglas de decisión basadas en consideraciones de necesidad
jurídica, reuniría una colección heterogénea de leyes. La naturaleza variada de la materia se
percibe fácilmente cuando se reúnen principios ilustrativos como: la admisibilidad de las
declaraciones de muerte en los casos de homicidio; la agencia implícita de una esposa indigente,
que ha sido expulsada para empeñar el crédito de su marido para su manutención; la concesión
de la pensión alimenticia pendente lite, cuando la esposa carece de recursos pecuniarios; y la
doctrina de la representación de los herederos contingentes no in esse (McKean Jr, 1925, p. 122).

De la limitación de las normas a los principios en los que éstas se fundan surge un amplio
cuerpo legal. De este modo, se han derivado diversas excepciones a la regla de evidencia que
prohíbe las preguntas directas en el interrogatorio directo, siempre que la razón de la regla
general deje de existir, como en el caso de los testigos hostiles, las preguntas y sobre preguntas,
sobre cuestiones introductorias y hechos no controvertidos, y otros casos en los que no existe la
posibilidad de una insinuación indebida.

Del mismo modo, la regla de que un legado general a favor de un hijo devengará
intereses desde la muerte del testador no se aplica a los casos de adultos. La regla de que un
arrendatario en común no puede mantener un litigio contra su co-arrendatario, por la razón de
que ambos tienen el mismo derecho a la posesión, y el que la tiene no puede ser culpable de
conversión por retenerla, no se aplica a los bienes que son fácilmente divisibles por cuenta o
medida, como las monedas.

Aunque la investigación suele sacar a la luz la razón original de la adopción de una norma
jurídica, debe observarse que en muchos casos la antigua razón desaparece, pero al hacerlo
también lo hacen las concepciones sociales, políticas, económicas o de otra índole del orden
público, que se usan para justificar la continuidad de la antigua norma.

También debemos tener en cuenta que a veces se encuentra una norma que se basa en
más de una razón, y en este caso se nos advierte que "si varias razones concurren juntas, y sólo
una cesa, y las otras no lo hacen inmediatamente, o se vuelven menos capaces de apoyar la
eficacia de la Ley.

El modo de proceder por el que se hace valer un derecho legal, a diferencia de la ley que
otorga o define el derecho, es por medio del procedimiento que establece que es el tribunal el que
debe administrar la validez o no de las normas jurídicas.
Los tribunales norteamericanos han realizado muchos cambios e innovaciones en el
derecho sustantivo. Así, todo el derecho contractual moderno de la acción de responsabilidad
civil, que originalmente era una gran parte del derecho de los cuasi contratos, se originó a través
de una extensión de la acción de responsabilidad civil de las acciones que se han convertido en
doctrinas de derechos prescriptivos; y las presunciones se han convertido en normas reconocidas
de derecho sustantivo (McKean Jr, 1925, p. 123).

Mientras que los estatutos liberales de fraude de los tiempos modernos han disminuido la
importancia relativa de esta rama del derecho, sigue siendo un tema de especial interés para el
profesional, no sólo por su responsabilidad ante el cliente, sino también por la razón de que: La
regularidad, el orden, en gran parte es sustancia; y constituye gran parte de la diferencia entre
una sociedad organizada y un estado de anárquico, por lo que no hay casi nada en lo que se
pueda descuidar un grado de orden sin correr graves peligros

Por otra parte, se ha establecido que, como todas las reglas de procedimiento están
destinadas a asegurar la justicia de manera ordenada, no parece razonable que una norma de
procedimiento deba ser observada cuando es evidente que su estricta observancia provocará una
injusticia.

Vemos pues, que la solución de las cuestiones prácticas puede abordarse con
uniformidad, conveniencia y precisión, con posible tendencia a la rigidez y a la burocracia;
mientras que lo otro, la tendencia a la flexibilidad es dar paso a la incertidumbre.

Al trazar la línea, los tribunales suelen tener cuidado de evitar la adhesión a la letra que
mata, teniendo en cuenta las enseñanzas de la experiencia de que los casos difíciles hacen una
mala ley.

La historia de la regla de la prórroga, como doctrina de alegación, no es sólo es una


ilustración de la máxima cessante ratione legis cessat et ipsa lex, sino que también es una buena
ilustración de la adaptación práctica al cambio de condiciones.

Cuando el juicio con jurado era una investigación de los vecinos que se presumía que
tenían más probabilidades de conocer un hecho controvertido, los escritos sellados eran raros y
probablemente estos alegatos fueran de conocimiento común en el vecindario. Se consideraba
entonces justo que un jurado, al considerar su veredicto, tuviera en cuenta un instrumento de este
tipo del que tenía conocimiento, aunque no se presentara como prueba en el juicio.

Cuando tales instrumentos se hicieron comunes, la experiencia enseñó que esta práctica
daba una ventaja injusta, ya que una parte que no sabía que su oponente tenía la intención de
basarse en una escritura, se le impedía presentar al jurado una exención o cualquier otra cosa en
descargo de la obligación creada por la escritura.

Para remediar esta dificultad y evitar la sorpresa, surgió la regla del proferimento, como
doctrina de alegación. A su vez, se comprobó que la aplicación universal de esta regla sería
errónea, y es que cuando la posesión de la escritura estaba injustamente controlada por el
oponente, la regla del proferimiento no se aplicaba, ya que la razón que era la prevención de la
sorpresa no existía.

El corolario de este principio es la máxima de que ninguna ficción se extenderá para


obrar un perjuicio. Se afirma que muchas decisiones basadas en ficciones legales, que han sido
criticadas severamente por su dureza y resultados desafortunados podrían haber sido diferentes si
se hubiera tenido en cuenta la doctrina.

Quizás la mejor clasificación de las ficciones legales es la de Hering, que las divide en
dos clases: históricas y dogmáticas. Las ficciones históricas son dispositivos concebidos parapara
añadir nuevas leyes a las antiguas sin cambiar la forma de e la ley antigua, o inventadas para
efectuar un cambio en la sustancia de la ley al amparo de su forma antigua (McKean Jr, 1925, p.
124).

Un ejemplo muy llamativo de una ficción histórica se ve en las elecciones presidenciales


de los Estados Unidos de América, donde los electores juegan un papel tan pasivo en la emisión
de votos, como una catedral de la Iglesia de Inglaterra en su elección de un obispo previamente
seleccionado.

Se ha recurrido a muchas ficciones históricas para ampliar la jurisdicción. Se cree que


ningún tribunal estadounidense ha llegado a tales extremos con el fin de ampliar su jurisdicción.
La aproximación más cercana es la doctrina de la ciudadanía indiscutible con el fin de asumir la
jurisdicción de las demandas de los juicios contra las corporaciones sobre la base de la
diversidad de la ciudadanía, algo que el juez admitió que iba al límite del poder judicial.
También se llamado la atención sobre un tribunal que se ve obligado a adoptar la
paradójica posición de que un hombre es y no es al mismo tiempo ciudadano de Ohio. Una
ficción de derecho es una alegación en un procedimiento legal que no concuerda con los hechos
reales de un caso (McKean Jr, 1925, p. 124).

Las ficciones dogmáticas tienen una función diferente de las ficciones históricas ya que
no se utilizan para proyectar el nuevo derecho bajo el disfraz de la antigua forma, sino que son
expresiones abreviadas de doctrinas jurídicas existentes como, la notificación constructiva; la
contabilización de los muertos civiles que han sido desterrados o han abjurado del reino; la
entidad de una corporación; la identidad legal de marido y mujer; la adopción; la personalidad de
una corporación.

Las ficciones dogmáticas, como hemos visto, se utilizan por la conveniencia que ofrece
su concisa plasmación de doctrinas jurídicas; pero se sostiene que son inaplicables cuando las
razones básicas de sus principios subyacentes dejan de existir, al punto que el principio de
conveniencia cede ante las consideraciones de justicia.

Así, la ficción de la adopción no es tan literal como para permitir que el adoptante
convierta a un hijo adoptado en pariente de los parientes del adoptante.

Del mismo modo, la ficción de que en la ley no hay divisiones o fracciones de un día, y
sus corolarios, al estar basados en la conveniencia, no prevalecerán, cuando la justicia sustancial
requiere que se muestre la verdad.

Esto se ilustra en el caso Estados Unidos contra Stoddard, en el que el tribunal se negó a
aplicar la la doctrina de que una ley se remonta y entra en vigor desde el primer momento del día
en que fue aprobada y sostuvo que las mercancías importadas e introducidas para el consumo el
día de la aprobación de la Ley Arancelaria Dingley, pero antes de dicha aprobación, estaban
sujetas a las disposiciones de las leyes arancelarias anteriores (McKean Jr, 1925, p. 125).

Es un hecho extraño que los escritores consumados en temas legales hayan interpretado la
máxima, cessante ratione, en el sentido de que una ley puede quedar obsoleta por no ser
utilizada. Principio que se aplica en el derecho escocés.
Por el contrario, en la jurisprudencia danesa y alemana, cuando un caso surge dentro de la
razón de una ley, pero no está cubierto por ella, los tribunales pretenderán que el legislador
habría incluido tal caso si se le hubiera llamado la atención, y aplicarán la ley a ese caso.

El Tribunal Supremo de los Estados Unidos parece haber aceptado la opinión de que:
Todas las leyes deben recibir una interpretación sensata. Los términos generales deben estar tan
limitados en su acción para que no conduzcan a la injusticia, a la opresión o a una consecuencia
absurda.

Por lo tanto, siempre se presumirá que el legislador ha querido hacer excepciones a su


lenguaje, para evitar resultados de este tipo. La razón de la ley, en tales casos, debe prevalecer
sobre su letra.

Es la posición de la doctrina que un juez no debe anular una ley porque su razón haya
dejado de ser sólida; pero se afirma que esto no es lo que se hace cuando los tribunales se apartan
del cumplimiento literal del mandato de una ley, cuando tal cumplimiento violaría la intención y
el propósito de la ley.

Por ejemplo, cuando los tribunales estadounidenses admiten las declaraciones de


fallecimiento en casos de homicidio, reconocen una excepción a la regla de los testimonios de
oídas, sin embargo, esta ley no queda derogada por una disposición constitucional que otorga al
acusado, en los casos penales, el derecho a ser "confrontado por los testigos de cargo" o a
enfrentarse a los testigos de cargo" o a entrevistarse con ellos "cara a cara", por lo que no es
aplicable la prevención del testimonio secreto o ex parte.

La máxima cessante ratione se aplicaría a la disposición constitucional como norma de


interpretación restrictiva con la razón de la cláusula constitucional como guía. Difícilmente se
podría decir que los tribunales, cuando sostienen la admisibilidad de las declaraciones de
fallecimiento, están "dejando de lado" las disposiciones constitucionales aplicando la ratio legis
a la litera legis (McKean Jr, 1925, p. 125).

Por el contrario, es una regla conocida, que una cosa puede estar dentro de la letra de la
ley, pero no dentro de la ley, porque no está dentro de su espíritu ni de la intención de sus
miembros. A menudo, cuando se ha decidido que un caso "no está dentro del significado" de un
acto legislativo, el análisis es que el estado de los hechos no estaba dentro de la razón, aunque sí
dentro de la redacción de la ley.

Con frecuencia, se dan circunstanciasen las que las razones en las que se basa una ley son
superadas por razones conflictivas que tienen una fuerza dominante, con lo que la antigua ley,
aunque sigue siendo buena como principio abstracto, deja de ser un factor dominante en la nueva
situación.

Así, en el caso United States v. McCarthy, se sostuvo que la norma que exime a los
testigos de declarar obligatoriamente contra sí mismos, era inaplicable por una ley que impedía
el uso de dicho testimonio contra sí mismos en razón de la máxima "Cessat ratio, cessat lex"
(McKean Jr, 1925, p. 125).

Asimismo, en el caso Brown v. Walker una ley que obligaba a los testigos a testificar
contra sí mismos ante la Comisión de Comercio Interestatal, pero que impedía el uso de dicho
testimonio en su contra, se decidió que no violaba la Quinta Enmienda (McKean Jr, 1925, p.
125).

La máxima, cessante ratione, cessat ipsa lex, es de gran importancia en la interpretación


de disposiciones dudosas, imposibles e irrazonables. Pero no debe invalidar el lenguaje expreso
de una ley. La precaución expresada en la última frase es un recordatorio de la diferencia entre el
common law y la ley como campo de aplicación.

La primera, como hemos visto, es susceptible a la modificación o derogación, así como a


la interpretación por la máxima, mientras que el segundo está sujeto a la máxima sólo como un
canon de interpretación.

3.4. Sustento constitucional de la intangibilidad del precedente constitucional.

El estado de derecho moderno se encuentra fundamentado en algunos principios básicos

como son el derecho a una tutela judicial efectiva o el derecho al debido proceso, este último se

soporta, entre otros componentes, en la garantía del ejercicio de los derechos constitucionales y

en la intangibilidad de las sentencias.


Este es un principio que se encuentra presente en la mayoría de los Códigos de

Procedimiento Civil de los países occidentales contemporáneos, como es el caso de Colombia.

Este principio señala esencialmente que una sentencia no puede ser revocada o modificada en su

parte fundamental por el juez que la ha pronunciado. Este principio es complementario en el caso

de las sentencias que son emitidas por el Supremo, ya que, debido a su rango, sus sentencias son

consideradas definitivas, inimpugnables y de obligatorio acatamiento. Sin embargo, el principio

de la intangibilidad de las sentencias debe ser considerado en el marco de aquellos casos

excepcionales que permiten que el juez pueda revisar, aclarar e incluso corregir o ampliar el

alcance de sus sentencias, incluso, en el caso del Supremo, anularlas o invalidarlas (Calderón,

2011).

Desde un punto de vista un poco plano, se puede decir que el sistema constitucional

colombiano tiene elementos propios de la common law (en especial la norteamericana, como se

ha visto en el capítulo anterior) así como de la tradición del derecho romano de origen

continental. En realidad, la situación es mucho más compleja que eso, lo que sucede hoy día es

que todos los sistemas constitucionales de países con un estado derecho estable y avanzado, se

influencian entre sí. De modo que es posible decir que el derecho constitucional colombiano

tiene un carácter híbrido en el que confluyen varias tradiciones jurídicas. Sin embargo, y a pesar

de este carácter innegable, el derecho constitucional colombiano ha desarrollado su propia

personalidad que lo caracteriza y distingue. El sistema jurídico colombiano es la muestra de que

es posible tener los aspectos más interesantes de tradiciones diversas, ya que en él observar la

importancia de la jurisprudencia como complemento de la ley que, en definitiva, es la principal

fuente de Derecho (Lancheros-Gámez, 2012).


Esta circunstancia obliga a una situación especial que enfrenta el sistema jurídico

colombiano, esto es lo relativo al rol que juega la jurisprudencia, en general, en su estructura,

cuando existe una obligación vinculante con el derecho constitucional. El reto principal alude a

la dificultad de dar una justificación sobre cómo garantizar el derecho a la igualdad en cuanto a

la aplicación de la ley cuando pueden ocurrir decisiones judiciales diferentes en situaciones

cuyos hechos relevantes son similares (Belaunde, 2017).

En este punto, se hace imprescindible revisar lo relacionado con la evolución de la

importancia de los efectos vinculantes del precedente constitucional en Colombia. Esta evolución

es la que puede dar cuenta de cómo un sistema jurídico, en su origen, inspirado en la tradición

continental del derecho francés (de la constitución napoleónica) ha ido adaptándose para dar

mayor peso a la jurisprudencia y al poder del precedente constitucional (Calderón, 2011).

El precedente constitucional tiene su origen en la instalación de la Corte Constitucional

hecha en junio de 1992, desde ese momento este tribunal ha dictado más cerca de treinta mil

sentencias sobre la constitucionalidad o de revisión de las acciones tutelares (Pulido, 2008).

El rol principal de la Corte Constitucional, según la propia Constitución Política, es ser

custodia de la integridad y preminencia de la Constitución. En este sentido, la eficacia de su

trabajo es relativa a los medios de los que dispone para ejercerlo. Esto encierra una dificultad

relativa, ya que, en Colombia, todos los jueces, tienen rango de juez constitucional, por esta

razón se requiere realizar un trabajo homogeneizador de las posibles interpretaciones de la

Constitución, una tarea que desde sus inicios fue adoptada por la corte quien debe garantizar que

el texto constitucional se comprenda y aplique del mismo modo por parte de todos los

operadores de justicia.
De modo que, en el sistema colombiano, en donde la jurisprudencia que es reiterada de

forma continua por parte de las altas solo tenía un rol como doctrina probable, orientador, en

tanto fuente auxiliar de Derecho; la Corte Constitucional asumió la tarea de revisar la doctrina

vigente y de este modo establecer un mecanismo eficaz que garantice la pertinencia de su trabajo

(Heredia Vargas, 2012).

El proceso de evolución del razonamiento utilizado por la corte para definir el precedente

constitucional se puede encontrar de forma sintetizada en la sentencia de tutela T292 de 2006.

Allí la Corte expone los argumentos y consideraciones del problema al que se enfrenta, en esta se

da cuenta de una recopilación de las normas del derecho colombiano que abordan la materia, y

de las distintas doctrinas de la jurisprudencia sobre este tema que existían al momento de la

sentencia. De este modo, queda sistematizado y organizado el corpus que facilita la comprensión

del precedente constitucional en el sistema jurídico colombiano (Lancheros-Gámez, 2012).

El problema abordado por la corte era la validez de una norma que tuviera rango legal,

por lo tanto, no había sido declarado inconstitucional; cuando esta norma es invocada por un

particular a pesar de que existiesen antecedentes en la jurisprudencia que declararon la

inexequibilidad ante situaciones iguales o muy parecidas. En esencia, se trata de establecer si la

argumentación de una decisión que se encuentra contenida en una o varias sentencias de la Corte

Constitucional son vinculantes, o no, para otros operadores jurídico del sistema legal

colombiano, en este caso, a los jueces y a los particulares obligados al cumplimiento de la ley.

Ante esta situación planteada en la sentencia mencionada, T-292 de 2006, el

Constitucional afirmó la existencia de una ratio decidendi que es vinculante para los casos

iguales, para que esto ocurra amerita que haya sido reiterada la sentencia en al menos siete
ocasiones en las sentencias de control de la constitucionalidad. Ya que, esta reiteración de la

ratio decidendi se constituye como “cosa juzgada erga omnes, y por lo tanto algo que debe ser de

obligatorio acatamiento por los operadores jurídicos (Belaunde, 2017).

De este modo, el Constitucional estableció el carácter vinculante para las interpretaciones

de la norma realiza dicho órgano en sus sentencias, asignándole el concepto y el valor jurídico de

la ratio decidendi y de precedente constitucional.

De tal manera que, aunque la norma establecida en la Constitución Política califica a la

jurisprudencia como un elemento auxiliar de Derecho, la interpretación ha cambiado desde el

punto de vista constitucional, y de este modo la jurisprudencia constitucional, emanada de las

decisiones reiteradas de la Corte Constitucional, son precedente constitucional, y, por lo tanto,

fuente principal de Derecho (Llanos, 2015).

De esta forma cambió la posición tradicional de la doctrina continental. Esta asumía la

jurisprudencia como un elemento auxiliar, manteniendo la preponderancia de la autonomía e

independencia de cada juez en su acción, y en la preeminencia de la ley como fuente principal

del Derecho. Siendo únicamente el legislador quien se encontraba habilitado para la

interpretación de la Constitución, y el juez, se limitaba a ser agente de aplicación de la ley. Este

enfoque se encuentra reflejado en la Constitución de 1991 a través de dos normas, el artículo 228

y el artículo 230 destinadas a mantener el estado de las cosas en cuanto a la independencia

judicial y el imperio de la ley (Heredia Vargas, 2012).

Ambas normas no lograron cumplir su cometido, la Corte Constitucional, a partir de otros

aspectos de la Constitución y su correspondiente hermenéutica, reconoce un mayor valor a la

jurisprudencia constitucional, en especial, la corte señaló que, si los pronunciamientos del


Constitucional cuando interpreta el alcance y el espíritu de la Constitución no son de acatamiento

obligatorio para los particulares y las autoridades, quedaría vulnerada la integridad del texto

constitucional. Por esta razón de coherencia y cohesión jurídica, se configuró de forma material

el argumento de la cosa juzgada constitucional que se convierte en fuente de derecho

constitucional de carácter vinculante, y no auxiliar como era anteriormente (Lancheros-Gámez,

2012).

Las autoridades no pueden reproducir el contenido del acto jurídico que es inexequible

por cuestiones de fondo, teniendo como consecuencia que, irrespetar los pronunciamientos

realizados por la Corte Constitucional se considera una acción contraria al principio de igualdad

en la aplicación de la ley que afecta al principio de previsibilidad del Estado de Derecho

(Calderón, 2011).

De este modo, la consideración de las sentencias reiteradas de la Corte Constitucional

como fuente de derecho constitucional como cosa juzgada erga omnes, fijando así el carácter

vinculante de la jurisprudencia constitucional, apoyada en el principio de igualdad ante la

aplicación de la Ley, configura la intangibilidad del precedente constitucional basado en los

principios precitados de igualdad y predictibilidad que le otorgan integridad a la Constitución y

al sistema jurídico entero.

3.5. Derogación del precedente.

De lo antes expuesto es posible afirmar que el precedente constitucional es una norma

constitucional, erga omnes, de carácter universal y por lo tanto abstracta, lo que quiere decir que

regula cierto tipo de acciones o estado de las cosas que son producto de las decisiones judiciales.
En el caso colombiano, el precedente constitucional es de obligatorio acatamiento para

todos los jueces y autoridades, así como de los particulares, en los casos que les atañen. Esto

significa que la Corte Constitucional es un órgano con la capacidad de crear normas jurídicas

universales y abstractas. Cuando se reconoce esta condición, además, de forma tácita se reconoce

la capacidad de la Corte Constitucional de modificar y derogar las normas que se encuentran

constituidas por los precedentes emanados de ella.

La Constitución de 1991, en su artículo 243, señala que el efecto erga omnes se encuentra

restringido únicamente al decisum, con lo cual limita la facultad legislativa de la Corte a la ratio

decidendi¸ A partir de esta disposición, los fallos emanados de la Corte Constitucional en pleno

tienen un efecto universal, erga omnes, por lo que se constituyen en cosa juzgada constitucional,

haciendo que ninguna autoridad, incluyendo al legislador, tengan la potestad de reproducir el

contenido de normas que hayan sido declaradas como inexequibles por sentencias de la Corte

Constitucional, en tanto las normas que fueron utilizadas para declarar una norma ordinaria

inexequible se mantengan en la Constitución. Esta última acotación evita que la Corte

Constitucional se convierta, por vía de sus precedentes constitucionales, en un órgano con poder

constituyente originario de vigencia permanente.

De tal manera que, una norma jurídica, es entendida como una proposición prescriptiva

integrada en un sistema jurídico. Esto quiere decir que la función de la norma es modificar el

comportamiento de individuos o colectivos, naturales o jurídicos. La derogación de la norma

significa, además de la cancelación de la norma, la sustitución de esta por una nueva que regule,

o modifique el comportamiento de individuos, bien de modo universal, o de grupos específicos.

La derogación se distingue de la anulación, en este sentido, en que se requiere que, una vez
anulada una norma, esta sea reemplazada por otra. Por lo que la derogación se puede entender

como un acto normativo, a diferencia de la anulación que es un acto jurisdiccional.

En este sentido lógico, la derogación de los precedentes constitucionales solo puede ser

realizada por la Corte Constitucional, pues se asume que, al momento de una derogatoria, al

mismo tiempo se está promulgando un nuevo precedente que pasa a ser una norma jurídica

constitucional, erga omnes. Por esta razón, los fallos de constitucionalidad condicionada, son la

única excepción a lo anterior, ya que el sentido que acoge la Corte Constitucional se convierte en

precedente judicial de forma estricta.

3.5.1. Efectos de un precedente derogatorio.

De acuerdo con la Sentencia 451 de 2015 Corte Constitucional:

“La derogatoria es aquel efecto de una ley, determinante de la


pérdida de vigencia de otra ley anterior, la cual puede ser expresa o
tácita. Este último evento tiene lugar al menos en dos hipótesis: (i)
cuando una norma jurídica posterior resulta incompatible con una
anterior, o (ii) cuando se produce una nueva regulación integral de la
materia (art. 3, Ley 153 de 1887). Así lo ha entendido la jurisprudencia
de esta Corporación al señalar que la derogatoria de una ley puede ser
expresa, tácita o por reglamentación integral (orgánica) de la materia,
sucediendo la primera cuando la nueva ley suprime formal y
específicamente la anterior; la segunda cuando la nueva ley contiene
disposiciones incompatibles o contrarias a la de la antigua, y la tercera
cuando una ley reglamenta toda la materia regulada por una o varias
normas precedentes, aunque no haya incompatibilidad entre las
disposiciones de éstas y las de la nueva ley” (C-634/96).

En el caso de los fallos donde se declara la inexequibilidad de una norma, ocurre que la

decisium es equivalente a la norma derogatoria de igual jerarquía formal a la norma que es


sometida a análisis. Esta situación hace que, como se señaló, la Corte Constitucional asume la

función de un órgano legislativo en sentido negativo.

La Corte Constitucional en su sentencia C-329/2001 establece que:

La declaratoria de inexequibilidad proferida por la Corte


Constitucional es una orden para que ni las autoridades estatales ni los
particulares la apliquen o, en otros casos, una facultad para que dejen de
aplicarla. Es decir, es la de restarle efectos a la disposición
inconstitucional. Adicionalmente, contiene implícita otra orden en
aquellos casos en que sea resultado de una confrontación del contenido
material de la norma con la Constitución: la prohibición al legislador de
reproducir la disposición declarada inexequible. La decisión adoptada
por la Corte es la de sacarla del ordenamiento jurídico, de tal modo que
no siga surtiendo efectos hacia futuro, independientemente de que,
mediante una ficción jurídica, en ocasiones excepcionales, la Corte
profiera una decisión retroactiva o difiera sus efectos hacia futuro. 

De tal modo que, la acción de inexequibilidad tiene una peculiaridad que se desarrollan

en el precedente derogatorio que declara la inconstitucionalidad de otro precedente. Cuando una

acción derogatoria prospera, la Corte actúa anulando la norma contraria a la regla constitucional.

Esta derogatoria tiene un efecto erga omnes, como todas las sentencias de la corte, por lo que se

proyecta en sus efectos a futuro. De manera que es importante diferenciar entre sentencias de

exequibilidad y las de inexequibilidad, estas últimas están limitadas a declarar la desaplicación

de una norma, un hecho que no anula su origen, sino simplemente que ordena que se deje de

seguir.

3.5.2. Condiciones para la derogación del precedente constitucional.

La motivación principal de la formalización legal del precedente constitucional en el

sistema jurídico colombiano ha sido lograr la seguridad jurídica que garantice el estado de

Derecho. Una responsabilidad que en el caso colombiano ha sido delegada en la Corte


Constitucional. La intención, no declarada, de la incorporación del precedente como parte de la

norma jurídica constitucional, y por lo tanto como fuente principal de derecho, siguiendo las

doctrinas de la Common Law de corte anglosajón, en especial de Estados Unidos, y de la doctrina

kelseniana de origen austríaco, ha sido asumir la importancia de entender el derecho como un

ente cambiante que se ajusta a los cambios de la sociedad de forma dinámica.

Esto último es un hecho que contrasta con las ataduras que representa una Constitución

rígida, que puede ir incluso en contra de la seguridad jurídica y podría eventualmente vulnerar

los derechos fundamentales declarados en la propia Carta Magna.

La adopción del precedente constitucional evita la necesidad de realizar reformas


constitucionales de manera permanente, de este modo se persigue garantizar una legislación
estable e incluso un precedente constitucional estable. La Corte cuando asume la responsabilidad
de derogar un precedente constitucional debe realizar una argumentación convincente una vez
oídas las razones de las partes involucradas y de los actores sociales que concurren ante su figura
en la búsqueda de justicia.

Según los establecido por la propia Corte Constitucional en sus sentencias C-032 de
2017, C-516 de 2016 y C-412 de 2015, la derogatoria es un “[…] trámite que se utiliza para
eliminar la vigencia de una norma válida que pertenece al ordenamiento jurídico”.

Así se define la derogación, a diferencia de la inexequibilidad de la norma, como un


mecanismo que tiene la función de: “dejar sin efecto el deber ser de otra norma, expulsándola del
ordenamiento” Sentencia C-055 de 1996, que sigue para este efecto el lineamiento jurídico de la
Doctrina de Kelsen.

De tal modo que lo que define y determina la derogación es, de acuerdo con la propia
Corte Constituional:

“criterios de oportunidad libremente evaluados por las


autoridades competentes, y en especial, en relación con las leyes por el
Congreso. Así la derogación no deriva de conflictos entre normas de
distinta jerarquía sino de la libertad política del legislador. La derogación
no afecta tampoco ipso iure la eficacia de la norma derogada, pues en
general las situaciones surgidas bajo su vigencia continúan rigiéndose
por ella, por lo cual la norma derogada puede mantener su eficacia, la
cual poco a poco se va extinguiendo. Esto es precisamente lo que
justifica que la Corte se pronuncie incluso sobre normas derogadas
cuando éstas siguen produciendo efectos, con el fin de hacerlos cesar,
por ministerio de la declaratoria de inexequibilidad, si tales efectos son
contrarios a la Carta”.

En esta argumentación se nota como la doctrina a la que recurre la corte es la establecida en el


derecho de Common Law que apela al principio de cesante ratione cessa ipsa lex¸ como se
señaló en el capítulo 3.3.

Conclusiones

De todo lo antes expuesto es posible concluir que el sistema jurídico colombiano, a partir
de 1991, ha realizado un proceso muy interesante de hibridación de doctrinas provenientes de
tradiciones antagónicas. A la tradición francesa, de derecho positivo, que había sido imperante en
el sistema jurídico colombiano, al igual que todos los sistemas jurídicos sudamericanos, en
Colombia, se ha venido incorporando, con rango y fuerza de ley, procedimientos propios de la
tradición anglosajona de la Common Law, en especial lo relacionado con el precedente
constitucional que asume la validez doctrinaria de la cosa juzgada, erga omnes, con validez y
obligación de acatamiento universal.

Esta situación no permite afirmar que el sistema jurídico colombiano se haya


transformado en un sistema de precedentes. Sin embargo, si es posible afirmar que tiende de
manera natural hacia esta condición, debido a las facultades asignadas a la Corte Constitucional
como fuente de derecho principal, cuyas sentencias asumen el valor y la jerarquía de norma
constitucional, aunque la figura de órgano legislativo de la Corte Constitucional tenga un
carácter negativo (por vía de las derogatorias).

Esto quiere decir que el modelo que sigue el sistema jurídico colombiano por esta vía no
es igual al sistema de precedentes de la Common Law, en la que se desestima la Constitución,
como canon positivo. En el caso colombiano se trata de un sistema jurídico sui generis que
asume la Carta Magna diseñada y promovida por el legislador a través de la Asamblea Nacional
Constituyente como la fuente principal del Derecho, acompañada de las interpretaciones hechas
por la Corte Constitucional, que se convierte de este modo en órgano legislativo principal, al que
le siguen las normas y leyes promovidas por el legislador.

De modo que el rol que cumple el precedente constitucional es vinculante, y que incluso
puede alcanzar el rango de la Constitución, en cualquier caso, ambas fuentes de Derecho
funcionan como un sistema que persigue la defensa de los derechos fundamentales de los
ciudadanos, no solo por la vía del legislador, sino por la función tutelar asignada y desempeñada
por la Corte Constitucional.

De cualquier modo, el precedente constitucional se ha convertido en una vía rápida y


efectiva para la homogeneidad y la coherencia del sistema jurídico colombiano. Solo la falta de
comprensión de la función de la Corte Constitucional puede conducir al error de afirmar que este
órgano colegiado de naturaleza jurídica se encuentra solapando o usurpando competencias del
órgano legislativo, o incluso del ejecutivo; ya que su función es la defensa y protección de
derechos fundamentales, en este sentido su acción tutelar es la forma más rápida y eficaz de
prevención contra la violación de los derechos fundamentales de la ciudadanía en contra de una
acción desproporcionada de las autoridades públicas o privadas.

De est modo se hace impensable el retorno a un estado de Derecho en el que no exista la


acción tutelar de la Corte Constituciona, pues se trataría de un retroceso hacia momentos en el
que se vulneraba de forma general los derechos fundamentales de la ciudadanía en contra de lo
establecido en la propia Carta Magna. La Corte ha cumplido además con la labor de reforzar los
precedentes jurisdiccionales de las corte de menor jerarquía, aunque haciendo siempre hincapié
en la importancia de acoger los precedentes constitucionales dictados por la corte como normas
jurídicas constitucionales erga omnes de obligatorio acatamiento para todos los entes naturales o
jurídicos.

En la medida en que la Corte Constitucional ha desarrollado su acción y esta ha sido


caompañada por la actividad administrativa del Estado a través del Consejo de Estado, muchos
recursos de extensión de los precedentes constitucionales se resuelven por vía de cosa juzgada
constitucional sin necesidad de judialización de los mismos, coadyuvando esto al buen desarrollo
de la sociedad en su desempeño. Aunque siempre permanece el derecho de los jueces, basados
en su autonomía, de apartarse del precedente de forma razonada.
De la exposición sistemática sobre el origen y desarrollo del ejercicio del precedente
constitucional en Colombia, es posible señalar que el espíritu que acompaña la intencionalidad
de la aplicación del mismo sigue la doctrina de la Common Law en cuanto a la importancia que
reviste el dinamismo de la adaptación de la Ley a los requerimientos sociales. Esto se hace
evidente en las sentencias de la propia Corte Constitucional que demuestran que el principio de
cesante ratione, cessat ipsa lex rige la derogación de los propios precedentes constitucionales
cuando las razones para su aplicación cambian y por lo tanto se hace necesaria la derogación de
la ley a partir de su inexequiblidad para preservar los derechos fundamentales declarados en la
Carta Magna.
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