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Tesis. Derecho Procesal. CO. 1 (Version 3 AM)
Tesis. Derecho Procesal. CO. 1 (Version 3 AM)
Cod. 29975585
1. Introducción.....................................................................................................................4
1.2. Justificación...............................................................................................................6
1.3. Objetivos...................................................................................................................7
1.4. Hipótesis....................................................................................................................7
2.2. Conceptos................................................................................................................21
Referencias bibliográficas..................................................................................................69
1. Introducción.
“No dos veces los mismo”. Esta sería una traducción aproximada de la máxima latina “ne
bis in idem”. Sin embargo, para su correcta comprensión es necesario meter en contexto, en
cuanto a la materia procesal: En principio, esta afirmación se refería a que nadie podía ser
sometido a un nuevo juicio por un hecho que se podía adscribir a un delito sobre el cual el sujeto
ya había sito procesado, absuelto o condenado en un juicio precedente. Para completar esta
definición embrionaria, adecuando el criterio con la necesaria claridad, es necesario subrayar la
ampliación gradual del principio no solo a las hipótesis referidas a lo juzgado en sentencias
resolutivas de juicios de primer o segundo grado o de legitimidad, sean de absolución (o
sobreseimiento) o de condena, sino también a las hipótesis de litisdependencia procesual, vale
decir cuando se somete la misma causa delante de dos o más jueces diversos.
En cuanto al análisis histórico del principio del ne bis in idem, buscando una
reconstrucción lógica y sistemática, tratando de alcanzar el plano de lo jurídico, es posible citar a
San Girolamo, según quien: “Dios no juzga dos veces por la misma ofensa”. Mas allá de esto, las
huellas del principio se pueden encontrar incluso en la oración de Demóstenes “Adversus
Leptinem” (335 A.C.) y en el “Corpus iuris Iuistineaneo” (529-534 d.C.).
Incluso, en la época medieval se pueden encontrar las huellas del ne bis in idem que se
pueden focalizar precisamente sobre el aspecto jurídico y procesal. En particular, en los
comentarios de Bartolo de Sassoferrato, quien expuso sus tesis personales sobre este principio.
Otra característica menos comentada de la cosa juzgada, pero que poco a poco ha
comenzado a ser tomada en cuenta en la doctrina, es la relativa a su relatividad. Esto se debe al
aumento constante de los medios de impugnación extraordinarios, los cuales, legislativamente no
son preclusos de la cosa juzgada y pueden atacar la estabilidad que esta aseguraría.
Esta apertura señala por un lado una suerte de control sobre la calidad del procedimiento
irrevocable, sea por vía de sentencia o de decreto, y por otro, una de restitutio in integrum en
casos de fallas procesales.
Podríamos incluso afirmar que la prohibición del doble juicio es un efecto de la cosa
juzgada, y que llevar este principio a examen se justifica como una consecuencia de la
irrevocabilidad dada al procedimiento. El problema, sin embargo, no es poca cosa, si se continúa
a analizar la relatividad de la cosa juzgada, se analizan principios de doctrina nacional e
internacional, y aquellos establecidos en nuestra Carta Constitucional.
Por su parte la máxima cesante ratione cessa ipsa lex, señala que una vez que cesan los
motivos que promueven una ley, debe cesar la ley misma. Esto se encuentra relacionado con el
hecho de que toda ley tiene un contexto social, político, económico o jurídico que la motiva,
estas situaciones, por lo general, tienen un límite temporal, salvo aquellas relacionadas con los
derechos universales. En la medida en que la sociedad cambia y sus leyes pierden vigencia y
relevancia, estas deben adaptarse a la sociedad moderna.
Una clara demostración de lo antes expuesto son las leyes que surgen en un contexto
marcial o de tiempos de crisis, son situaciones sobrevenidas que rápidamente pierden sentido en
contextos de paz, en la medida en que las crisis se atenúan los estados de emergencia dejan de
ser necesarios y su legislación resulta obsoleta.
El principio cesante ratione cessa ipsa lex es uno de los más antiguos que se conocen en
el derecho romano, y todas las tradiciones jurídicas que se basan en esta hacen observación del
mismo. Sobre todo, se trata de que una ley no debe extenderse en el tiempo una vez que las
razones en las que se fundamenta han desaparecido. Por esta razón, no se requiere de un estatuto
que regule los cambios, sino que simplemente se remite a la figura de la abrogación.
El proceso mediante el cual se seleccionan y desechan las leyes, por lo general ocurre de
modo natural en la medida en que las leyes fundamentales se modifican o sustituyen y todo el
aparataje legal que depende de estas entra en contradicción con las nuevas leyes fundamentales,
por lo que las leyes modernas se sostienen entre sí y deben estar acordes con las necesidades
sociales.
En cualquier caso, es fundamental que todo sistema legal tenga los mecanismos que le
permiten desechar normas que resulten obsoletas o erróneas, así mismo debe tener la capacidad
de generar nuevas doctrinas que se adapten a las necesidades del tiempo en que existen.
En el derecho anglosajón, esta idea fue enunciada por Lord Coke en el Caso Milborn:
Ratio legis est anima legis, et mutata legis ratione, mutatur ex lex - la razón de una ley es el
alma de la ley, y si la razón de una ley ha cambiado, la ley cambia.
El juez Holmes, señaló que no tener una razón mejor para una norma jurídica que la que
se estableció en la época de Enrique IV. Es aún más repugnante si los fundamentos sobre los que
se estableció se han desvanecido desde hace mucho tiempo, y la norma simplemente persiste por
imitación ciega del pasado (y) descansar sobre una fórmula es un sueño que, prolongado,
significa la muerte.
Holdsworth, al comentar esta cita del Sr. Juez Holmes, ha descrito cómo el sistema
angloamericano de jurisprudencia ha permitido a los jueces, dentro de unos límites bastante
amplios, aplicar a los antiguos precedentes un proceso de selección y rechazo que pone el
derecho en conformidad con las condiciones modernas.
Es tan importante para el crecimiento del derecho que éste tenga la facultad inherente de
desechar normas jurídicas anticuadas o erróneas como que tenga la capacidad de desarrollar
nuevas doctrinas adecuadas a las necesidades de los tiempos.
Una vez establecidos estos lineamientos generales de doctrina jurídica entorno a la
institución de la cosa juzgada, el principio de no dos veces sobre la misma cosa, y la máxima que
establece que una vez cesados los motivos debe cesar la ley misma, es procedente formular, en
este contexto, el problema de la presente investigación.
¿Es constitucionalmente procedente que, ante los cambios sociales drásticos que
modifiquen la interpretación de las normas constitucionales, pueda la Corte Constitucional, en
aplicación del principio cesante ratione cessa ipsa lex (cuando cambia la razón para la regla
cambia la misma regla), desconocer la inmutabilidad y la intangibilidad que reviste la cosa
juzgada y aborda nuevamente la discusión respecto de normas ya examinadas derogando su
precedente?
1.2. Justificación.
El presente proyecto de investigación se justifica desde dos puntos de vista: desde el tema
de investigación y desde la investigación misma.
En primer lugar, porque sería ir en contra del expreso mandato del Artículo 243 superior,
según el cual las decisiones de la Corte Constitucional hacen tránsito a cosa juzgada
constitucional.
En segundo lugar, porque implica hacer una ponderación entre los principios de cosa
juzgada, seguridad jurídica, confianza legítima y derecho adquiridos con los principios de
prevalencia del derecho sustancial, justicia y mutabilidad del derecho.
Demostrar que en aplicación del principio cesante ratione cessa ipsa lex (cuando cambia
la razón para la regla cambia la regla misma) la Corte Constitucional puede desconocer la
inmutabilidad y la intangibilidad que reviste la cosa juzgada y abordar nuevamente la discusión
respecto de normas ya examinadas derogando su precedente.
- Señalar las condiciones fácticas y sociales que deben concurrir para justificar un cambio
jurisprudencial -derogatoria del precedente constitucional- a pesar de la inmutabilidad de la cosa
juzgada.
1.4. Hipótesis.
Cuando hay un cambio drástico en las circunstancias sociales que modula el sentido y
alcance de las normas constitucionales, en aplicación del principio cesante ratione cessa ipsa lex
(cuando cambia la razón para la regla cambia la regla misma), la Corte Constitucional puede
desconocer la inmutabilidad y la intangibilidad que reviste la cosa juzgada y abordar nuevamente
la discusión respecto de normas ya examinadas derogando su precedente.
La cosa juzgada es una institución de origen romano. Se utiliza de forma general para
diseñar la sentencia u otro proveimiento judicial para que no sea susceptible de impugnación: por
lo tanto es inmutable, irrepetible o intangible (Liebman, 2019).
El proceso nace para concluirse, buscando una decisión que supere la incertidumbre
inicial, esta es la razón que justifica la institución de la cosa juzgada, poner fin a los litigios,
garantizando así, con certeza, el derecho, así como dar estabilidad al ordenamiento jurídico. En
esto se encuentra la expresión del principio ne bis in idem (del latín “no dos veces lo mismo”)
relacionado fuertemente con la cosa juzgada en cuanto, como ha sido observado, el
ordenamiento jurídico quiere que la actividad jurisdiccional se explique una sola vez
(Chiovenda, 2000).
Por lo que se observa que la doctrina establece la diferencia entre la cosa juzgada
sustancial, relativa a la inmutabilidad de los efectos de la sentencia, y esta se contrapone a la
cosa juzgada formal, que es relativa a la no impugnabilidad de la sentencia, en cuanto no se
encuentran disponibles los medios ordinarios de impugnación para tal efecto.
Bajo la luz de esta distinción, se puede observar, que mientras todas las sentencias, de
mérito o de derecho, pasan a ser cosa juzgada formal, el concepto mismo de cosa juzgada
sustancial, solo es aplicable, de acuerdo con Chiovenda, las decisiones que acogen de modo
definitivo la voluntad expresada en la ley, en el caso concreto que atribuyen o niegan un bien
vital a una de las partes, estas decisiones deberían gozar del máximo grado de estabilidad, por lo
que se ha observado como una cosa juzgada que atribuye un bien vital no se puede someter a una
decisión sucesiva de acogimiento que pueda hacer a menos la norma sobre la cual se encuentra
fundado.
Este tipo de razonamiento es rigurosamente lógico, sobre todo cuando permanece dentro
de la doctrina chiovedana, y se adhiere a la idea de que la cosa juzgada debe ser equiparable a
una regla de carácter universal, patrimonio de derecho procesal general.
Pero si se buscan otras perspectivas a las propuestas por Chiovenda (2000), y se asume
que la las ideas expuestas por este autor difícilmente pueden ser aplicadas al proceso
constitucional, al penal o al administrativo, (aunque nadie dude que las decisiones tomadas en
tales contextos puedan ser susceptibles de pasar a ser cosa juzgada), por lo que se necesita
señalar una noción unitaria de la cosa juzgado capaz de adecuarse no solo al proceso civil, sino a
las tipologías procesuales (Liebman, 2019).
Una caracterización diversa se puede configurar a partir de las ideas de Liebman, para
quien la cosa juzgada se fundamenta no solo en un efecto específico de la decisión jurisdiccional,
sino en una cualidad particular que se refiere a todos los posibles efectos de la misma. Sean estos
de comprobación, o del tipo constitutivo, independiente del tipo de decisión y que debe
prescindir de las atribuciones de un bien vital.
La comprobación contenida en la decisión que amerita el bien vital en disputa sería uno
de los efectos reconducibles a la decisión misma, se distingue claramente entre los efectos del
pronunciamiento y la cosa juzgada y se abandona la idea según la cual este último encuentra su
referencia en la comprobación, con las consecuencias que hasta las razones de distinción entre
cosa juzgada formal y sustancial se hacen menos fecundas, representando ambos dos aspectos de
la misma realidad. De modo que, eliminando cualquier vínculo exclusivo entre la comprobación
y la cosa juzgada, esta última bien podría tener otros efectos que también pueden ser
reconducibles a la decisión. Desde esta perspectiva, también los pronunciamientos de la Corte
Constitucional podrían alcanzar la estabilidad propia de la cosa juzgada.
El balance entre estos dos intereses está en juego, y no siempre resulta fácil, esto puede
traer errores judiciales que, por lo que respecta a la cosa juzgada constitucional, han llevado a la
doctrina a preguntarse sobre el grado de estabilidad de la decisión de la Corte y si, por lo tanto,
esta tenga el poder de revocar sus propios pronunciamientos.
Para definir estos cuatro presupuestos necesarios y que deben ser concurrentes, la Corte
señala que la identidad de persona es relativa al sujeto que debe ser físicamente el mismo en dos
procesos de igual índole. También se hace extensiva al componente jurídico conocido como
elemento de sucesión, tal como establece el Código de Procedimiento Civil en su artículo 332,
cuando señala que existe la identidad de partes cuando en el segundo proceso se presentan los
sucesores del sujeto del primer proceso debido a mortis causa. De tal modo que la identidad del
objeto se constituye por el hecho que motiva la aplicación del correctivo, de allí que se solicite
“la identidad en la especie fáctica de la conducta en procesos de igual naturaleza”. Cuando se
trata de procesos de índole diversa, el objeto viene determinado por aquello sobre lo que se trata
el litigio, la cosa litigiosa.
En cuanto a la causa, o causa petendi, son los hechos que conforman la demanda en
conjunto con las normas aludidas como violentadas, que se encuentran dentro de los límites del
concepto de violación que plantea el actor. De tal manera que la identidad de causa es referida a
aquellas motivaciones del proceso sean las mismas en ambos casos.
Todo esto se basa en los tres elementos que fundamentan la cosa juzgada, la persona, el
objeto del juicio y la causa. Debido a que en un juicio penal, la absolución puede provenir de otra
causa diferente de la falta del hecho o de participación, sino relacionada con otras causales
propias de la ley penal que eximen de cualquier responsabilidad ante hechos probados, por
ejemplo, la duda, la atipicidad, el error de tipo, la inimputabilidad, el cumplimiento del deber, la
inmunidad, la ausencia de dolo o la legítima defensa, entre otros.
Todas estas situaciones habilitan al juez en un proceso civil a examinar los hechos bajo la
consideración de la identidad de persona y de objeto, en la que no concurre la causa, por lo que
se trata de un nuevo juicio. Por esta razón, no es posible invocar la cosa juzgada que se produce
en una condena absolutoria de tipo penal.
De todo esto se puede deducir que si es cierto que tal comportamiento permite a la Corte
asegurar el máximo grado de estabilidad a la cosa juzgada constitucional derivada de sus propias
decisiones, proveyéndole de la no impugnabilidad en relación con ninguna otra autoridad,
también establece que la ley determina las condiciones y los modos para la reparación de los
errores judiciales, y en esto se encuentra la ratio de la institución de la revisión que satisface la
exigencia de evitar la injusticia por parte de decisiones jurisdiccionales que no son apelables, y
por eso ha ido dotando de modo progresivo y ampliado, los procedimientos impugnables,
estableciendo los requisitos que precalifican para estas revisiones.
Esto significa, por lo menos en la sustancia, poner en discusión el corazón del juicio de la
Corte al solicitarle el cumplir, ex novo, una valoración del recurso, algo que parecería
decididamente lesivo a la cosa juzgada constitucional, por lo que la doctrina no ha promovido el
uso de un instrumento de este tipo, por lo menos en el supuesto hipotético en el que se quiera
denunciar que la corte ha excedido los límites constitucionales previstos en la ejecución de sus
propias funciones. Una situación como la planteada crearía un conflicto, más aún, una paradoja,
que no es fácil de resolver, en tanto la Corte se encontraría en la situación de cubrir la posición
de juez y parte del conflicto.
La razón de esta afirmación se remite a la naturaleza misma de la cosa juzgada. Tal como
señala Delgado, (1948: 436) la decisión que se toma al final de un proceso es el resultado normal
de este. Sin embargo, un acto decisorio implica una serie de efectos que son de orden
trascendente, por lo que ha de considerárseles efectos del proceso, todos los cuales representan
mucho más que los aspectos particulares de cada una de las partes del proceso. Con esto, lo que
Delgado busca expresar es la idea de que la decisión de un proceso judicial tiene implicaciones
que exceden los aspectos específicos que dan lugar a un proceso, por eso se habla efectos del
proceso de orden trascendental, pues estos tienen un alcance que lo supera y que afecta incluso
procesos futuros.
Los efectos del proceso de índole jurídica se pueden dividir a su vez en aquellos de orden
jurídico material y los de orden jurídico procesual. Los primeros efectos son de un modo tal que
se corresponden al ámbito de lo que se entiende como derecho sustancial. Mientras que los
segundos pueden ser considerados efectos de orden formal, o efectos del derecho del proceso
(Delgado, 1948, p. 436). En este mismo sentido argumentan autores como Quintero y Prieto
(2000), quienes atribuyen a la cosa juzgada una naturaleza procesal y sustancial, diferenciando el
medio del objeto; el medio como el proceso culminado con sentencia y el objeto como el derecho
declarado en ella; siendo el caso de Quintero y Prieto (2000), quienes indican que:
Aunque no es frecuente, Delgado señala que existe la posibilidad de que una sentencia
genere “efectos de orden jurídico material” (Delgado, 1948, pp. 431-432). Estos pueden ser de
tipo directo o indirecto. Los del primer tipo se refieren a las situaciones en las que un fallo afecte
de manera inmediata el derecho sustantivo, generando consecuencias que antes no existían y que
crean, modifican o extinguen situaciones jurídicas extraprocesales, este tipo de decisiones se
conocen como constitutivas debido a su eficacia. El segundo tipo de efectos de orden jurídico
material indirecto son más frecuentes, estos están ligados a sentencias que, sin proponérselo de
manera voluntaria, ni inmediata, genera efectos de derecho sustantivo.
De modo que, como se puede apreciar, la doctrina ha elaborado dos grandes tendencias
en cuanto a la naturaleza de la cosa juzgada, una doctrina que señala la naturaleza material de la
cosa juzgada y otra doctrina que se centra en su naturaleza procesal. En las doctrinas que
soportan la tesis material se sostiene que lo decidido por una corte sobre determinado tema se
encuentra investido de un aura (ficticia) de verdad (Savigny, 2015) o, de pretensión de verdad
(Pothier, 1839), en cualquiera de estas doctrinas se asume la infalibilidad de las decisiones del
juez que alcanzan un grado casi sacramental.
La presunción de verdad en la cosa juzgada tiene una implicación de iuris et de iure que
asume todo lo contenido dentro del fallo y por tanto exime de la necesidad de otra prueba en el
proceso en que se asume la cosa juzgada. De igual modo ocurre con la presunción de verdad, la
sentencia firme se asume como la expresión más pura de la verdad por parte de los tribunales, sin
detenerse a señalar los posibles errores que pueda contener el fallo, por lo que este queda
protegido contra todo ataque o revisión que pueda conllevar su modificación.
La res iudicata o cosa juzgada se refiere de manera eminente a la influencia que como
efecto produce un fallo sobre otras posibles declaraciones jurídicas futuras de cualquier otro
órgano jurisdiccional. En este sentido, la principal característica o atributo de la cosa juzgada es
su indiscutibilidad o inatacabilidad, esto es, una vez que un fallo es emitido no puede ser alterado
o modificado en modo alguno por ninguna instancia de orden judicial. Por lo que existiendo cosa
juzgada se desprende como consecuencia la imposibilidad de avanzar cualquier discusión o
argumentación que contradiga o ataque un pronunciamiento anterior. En consecuencia, la cosa
juzgada es en sí mismo, un acto de derecho positivo.
Esta tradición antigua pasó con un sentido similar al Digesto bajo el nombre de
res iudicata (Libro XLII, tit. I) donde se señala: “El juez, una vez que pronunció la sentencia,
deja de ser juez después: y observamos este derecho, que el juez que una vez condenó en más o
menos, no puede ya corregir su sentencia; porque ya una vez desempeñó bien o mal su oficio”
(Martín Minguijón, 2013). En cualquier caso, el espíritu recogido por esta antigua tradición es
que se le prohíbe al juez retornar sobre lo ya juzgado, o mejor dicho, se impide la reiteración de
juicios. De lo que se desprende la importancia de establecer cuáles son los límites de esta
prescripción y sus implicaciones en el derecho contemporáneo.
En este sentido, las teorías procesales sobre la cosa juzgada señalan que la importancia de
la cosa juzgada recae en su inmutabilidad y condición definitiva. Sin importar las consecuencias
que pueda acarrear sobre el derecho sustancial en el que recae la cosa juzgada.
Sin embargo, es necesario precisar, desde el punto de vista doctrinario del derecho, que,
una vez refutada la teoría material de la cosa juzgada y establecida su estricta naturaleza
procesal, es indispensable señalar el alcance de los efectos que de esta se emanan, en especial si
estos son vinculantes para el órgano jurisdiccional, o exclusivamente para las partes (Delgado,
1948, p. 433).
De lo anterior se puede deducir que, desde el punto de vista procesal, el efecto derivado
de la cosa juzgada es la imposibilidad de que se inicie otro juzgamiento o cualquier otro proceso,
ante cualquier otra autoridad judicial, cuyo eje central sea el objeto decidido anteriormente. Por
su parte, de manera sustancial incide sobre el derecho debatido en el proceso, es decir, sobre lo
resuelto en el proceso.
En este sentido, resulta evidente que para efectos de lo que se puede considerar
como el valor justicia, la noción de cosa juzgada es contingente, e incluso puede ser
contradictoria, debido al hecho de que para la justicia resulta hostil una idea que
establezca que: “una decisión judicial permanezca inmutable aunque se patentice su
discrepancia con el orden jurídico sustancial” (Delgado, 1948, p. 438).
Si bien esto es así, por otra parte, el criterio relativo al valor seguridad —que
complementa al valor justicia como criterio valorativo que inspira las normas judiciales
—, impone la necesidad de la cosa juzgada, figura sin la cual sería imposible dar por
aclaradas las situaciones jurídicas materiales, quedando estas sujetas a un perpetuo
estado de revisión. En este sentido, se puede asumir que la cosa juzgada es una de esas
concesiones que realiza la justicia en favor de la seguridad para lograr alcanzar, en
sentido práctico, un mayor bien común (Delgado, 1948, p. 439).
2.2. Conceptos.
La cosa juzgada es una institución jurídico procesal mediante la cual se otorga a las
decisiones plasmadas en una sentencia y en algunas otras providencias, el carácter de inmutables,
vinculantes y definitivas. Los citados efectos se conciben por disposición expresa del
ordenamiento jurídico para lograr la terminación definitiva de controversias y alcanzar un estado
de seguridad jurídica (Sentencia C-100/19, 2019).
“La cosa juzgada como institución jurídica se vincula tradicionalmente a la idea de evitar
un pronunciamiento sobre un asunto ya resuelto con anterioridad (non bis in idem)” (Romero,
2001, p. 622).
Couture (1958), define a la cosa juzgada como “la autoridad y eficacia de una sentencia
judicial cuando no existen contra ella medios de impugnación que permitan modificarla” (p.401).
A su vez dicho autor plantea que la “autoridad de la cosa es, pues, calidad, atributo propio del
fallo que emana de un órgano jurisdiccional cuando ha adquirido carácter definitivo” (p.401).
Como ya se dijo, la cosa juzgada es una institución procesal, la cual busca la garantía de
derechos, y le pone fin a una controversia; por lo tanto, no podrá volver a ser reabierto el litigio
por parte del juez constitucional, con el fin de garantizar la seguridad jurídica. Esta es un
principio procesal que está vinculado al principio de seguridad jurídica.
Non bis in ídem, es una expresión latina que significa “no dos veces
sobre lo mismo”; esta ha sido empleada para impedir que una pretensión,
resuelta mediante una decisión judicial contra la cual no cabe recurso alguno,
sea presentada nuevamente ante otro juez. En otras palabras, quiere decir que
no debe resolverse dos veces el mismo asunto. En sentido similar ha sido
acuñado el término “cosa juzgada”. Pensar en la noción de “cosa juzgada” sin
hacerlo a la vez en el non bis in ídem, es prácticamente un sinsentido; por lo
tanto, cuando el artículo 29 de la Constitución prohíbe al Estado juzgar a una
persona dos veces por el mismo hecho, está haciendo referencia a ambas
(Sentencia T – 652/96, 1996, párr. 3).
Por lo tanto, se debe destacar que para que haya cosa juzgada, debe existir una sentencia
judicial firme, reconociendo la cosa juzgada la eficacia de esa resolución, por lo cual no puede
modificarse, no se puede iniciar un nuevo proceso al mismo objeto, es decir, el objeto sometido
al proceso no puede volver a juzgarse.
Finalmente es importante explicar que el concepto de cosa juzgada se contempla con una
medida de eficacia, la cual se resume en tres posibilidades; la inimpugnabilidad, la inmutabilidad
y la coercibilidad; sobre esto, Couture (1958) indica que:
Según Restrepo: “la cosa juzgada ordinaria tiene relación directa con la existencia de
recursos judiciales y su resolución por parte del juez competente de la correspondiente
jurisdicción (Restrepo Tamayo & Vergara Cardona, 2019). Mientras que la cosa juzgada
constitucional tiene lugar cuando ha concluido el acto de selección y revisión de las sentencias
de tutela por parte de la Corte Constitucional. En este sentido, el mismo Restrepo aclara que
ambas tienen como consecuencia jurídica que como sentencias son inmutables, definitivas,
vinculantes y coercitivas. En este sentido, señala que la cosa juzgada constitucional es una
especie dentro del género de la cosa juzgada ordinaria (Restrepo Tamayo & Vergara Cardona,
2019)-
Artículo 243. Los fallos que la Corte dicte en ejercicio del control
jurisdiccional hacen tránsito a cosa juzgada constitucional.
- Por regla general obligan para todos los casos futuros y no sólo para el
caso concreto.
Es importante indicar que para que pueda invocarse el principio de la cosa juzgada (res
iudicata) y por lo tanto el derecho al non bis in ídem; en un mismo proceso deben reunirse unos
elementos esenciales de identidad, los cuales son: identidad de partes; identidad de objeto;
identidad de causa; e identidad de jurisdicción (el fundamento normativo de la sanción).
La identidad de partes en derecho ocurre cuando los mismos litigantes forman parte de
diferentes procesos, y en ambos casos, sostienen las mismas posiciones. Este elemento está
orientado a establecer los límites subjetivos de la cosa juzgada, en tanto se entiende que para esta
entidad tenga sentido deben ser las mismas partes las que se encuentren en litigio. Este principio
está arraigado en la doctrina del derecho de Couture (1958). Sin embargo, desde el punto de vista
del Derecho positivo esta pretensión es extremadamente limitante, por lo que en realidad se hace
extensiva en casos excepcionales al hecho de que, en una causa igual, las partes sostengan
posturas iguales a las de una causa anterior ya juzgada. Esto indica que el Derecho, en este caso
desecha la aplicación stricto sensu de los límites subjetivos de la cosa juzgada y se adhiere a la
doctrina que busca garantizar la economía de los procedimientos y a evitar la contradicción entre
fallos de causas iguales.
De este modo, queda entendido que el principio de identidad de las partes en tanto refiere
los límites subjetivos de la cosa juzgada, establece que la eficacia de esta entidad depende de que
sea extensible a los sujetos a los que una vez revisado el proceso resuelto al que se hace alusión,
pueden ser equiparados a las partes de la situación jurídica que ya fue resuelta (Figueroa Ruiz,
2017, pp. 45-46).
Por lo que al hablar del objeto del proceso nos referimos a todo sobre lo que se ejerce la
actividad jurisdiccional. Dicho de forma simple, es de lo que se trata un juicio. Este objeto se
dirime en atención a las acciones que se formulan para enunciar una demanda, el objeto de un
juicio se refiere a las pretensiones de un demandante y cómo las fundamenta. Esto hace
referencia a que en la demanda se encuentran resumidos dos presupuestos de una acción, el de
orden fáctico y el de orden jurídico (Figueroa Ruiz, 2017, p. 56).
En cuanto a la cosa juzgada, el problema de la delimitación del objeto del proceso estriba
en que se puede pedir lo mismo, pero con una argumentación distinta por lo que la
fundamentación de la demanda cambiaría. En este sentido, se hace necesario distinguir, en cada
demanda, los argumentos aducidos y aquellos no aducidos durante el primer proceso que se
esgrime como cosa juzgada, por lo que los límites objetivos, en este caso, se tratarían del
conjunto de hechos relevantes desde el punto de vista jurídico que fundamentan una demanda.
Además del objeto actual, lo importante para definir la identidad de objeto en una causa juzgada
es atender al objeto virtual de la demanda, el cual está compuesto por los sujetos, el petitum y la
causa de pedir. Se trata de todos aquellos fundamentos fácticos y jurídicos que fueron utilizados,
o incluso los que se pudieron utilizar y no fueron esgrimidos por las partes en el proceso de la
cosa juzgada, es decir, todo aquello que pudo haber sido sujeto de actividad jurisdiccional.
(Figueroa Ruiz, 2017, p. 57).
2.4.1.1. Formal.
Se considera cosa juzgada formal una sentencia que ha sido ejecutoriada, ya sea
porque no se solicitaron recursos en su contra dentro de los términos legales o porque se
resolvieron de forma contraria a quien los solicitó. En el caso colombiano, la cosa juzgada
formal es aplicada en los casos en los que la Corte Constitucional ya se ha pronunciado con
antelación sobre una norma jurídica, y se busca someterla nuevamente a revisión por parte de la
Corte (Sentencia C-687, 2014). Tal como señala la propia corte “cuando existe una decisión
previa del juez constitucional en relación con la misma norma que es llevada posteriormente a su
estudio” o cuando “se trata de una norma con texto normativo exactamente igual, es decir,
formalmente igual” (Sentencia C-287, 2014). En cualquier caso, no se puede abordar
nuevamente debido a que existe un fallo ejecutoriado (Sentencia C 030, 2003).
“Supone la vinculación jurídica que surge para el juez constitucional en relación con el
precepto en sí mismo formalmente considerado” (Sentencia C – 427/96, 1996, párr. 1).
Según el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico – DEJ (2020), la cosa juzgada
formal es el “efecto que determina la inatacabilidad de la resolución firme dentro del propio
proceso, es decir, cuando no cabe recurso alguno contra la resolución recaída en un proceso”
(DEJ, 2020, párr. 1).
Por su parte, Romero (2001), indica que la cosa juzgada formal “alude a las decisiones
judiciales (también sentencias definitivas e interlocutorias) que son susceptibles de una revisión
posterior” (p. 625).
La cosa juzgada formal hace que no se pueda volver a revisar la decisión adoptada
mediante fallo ejecutoriado dentro del mismo proceso y por los mismos hechos y fundamentos
que motivaron tal resolución (Sentencia C – 543/92, 1992).
La regulación procesal admite que un debate no sufra clausura definitiva, cuando lo que
se ha discutido envuelve situaciones susceptibles de mutación o alteración en el supuesto de
hecho, y que por ello exigen ulterior debate procesal (Velásquez, 1998).
En resumen, se puede decir que existe cosa juzgada formal cuando se impugna un
enunciado normativo del legislador sobre el cual la Corte ya ha emitido previamente un juicio
sobre su constitucionalidad (Sentencia C – 334/17, 2017).
El valor de cosa juzgada formal está vinculado al momento procesal en que una
resolución judicial es firme, es decir, inimpugnable; tanto el tribunal como las partes se deben
ceñir a la sentencia que haya dictado dicho tribunal.
Romero (2001), indica que “las resoluciones judiciales con valor de cosa juzgada formal
se generan en ciertas situaciones de excepción, en las que por razones de justicia o de economía
procesal se permite examinar nuevamente el tema ya decidido, iniciando un nuevo juicio (p.
625).
2.4.1.2. Material.
La cosa juzgada material ocurre cuando el texto normativo que está sometido a
abordaje no es idéntico en su forma al que fue previamente producto de sentencia. En estos casos
se trata de disposiciones cuyos contenidos de fondo son iguales, en estos casos la acción y los
efectos del a cosa juzgada se operan sobre los contenidos y no sobre la forma de la sentencia. El
sentido material de la cosa juzgada implica que los contenidos de la sentencia analizada
contienen en sí mismos una fuerza vinculante que es extensible en el futuro y puede ser
trascendente a procesos por venir, bien ante el órgano jurisdiccional que los ha juzgado, o bien,
en otras entidades de justicia. De este modo se produce la vinculación que busca prevenir un
nuevo pronunciamiento sobre un asunto ya juzgado (Olano García, 2007, p. 90).
En este sentido, la cosa juzgada material actúa como en el caso de la cosa juzgada formal,
pero con una mayor potencia, en favor de la seguridad y por ende de la paz jurídica y del bien
común. Esta afirmación procede de la idea de que esta figura evita que las discusiones de índole
jurídico se prolonguen de manera indefinida y que se vuelva a litigar sobre asuntos que ya han
sido discutidos y sobre los que existe jurisdicción, y además, evita que ocurran sentencias o
resoluciones que sean contradictorias, o igual de grave, que se reiteren de manera irracional, y
por ende, injusta sentencias que versan sobre un caso ya evaluado (Olano García, 2007, p. 90).
Por otra parte, la cosa juzgada material cumple también una función positiva, ya que evita
que un nuevo proceso pueda decidirse de forma contraria a lo ya establecido en fallo anterior. La
consecuencia de estas dos funciones es que impide a la Corte Constitucional revisar sus propias
sentencias, vinculándolo al estricto acatamiento de las mismas, de modo que se cierra la
posibilidad de reformar o alterar las sentencias de rango constitucional y a la propia constitución.
Sin tomar en cuenta los cambios sociales y políticos que pueden alterar el contexto y el espíritu
que motiva determinadas sentencias, un efecto que puede llegar a ser contraproducente si no se
definen claramente los mecanismos en los que una situación como esta puede ser abordada.
La cosa juzgada material “tiene lugar cuando la decisión constitucional resuelve el fondo
del asunto objeto de su juicio que ha sido suscitado por el contenido normativo de un precepto”
(Sentencia C – 427/96, 1996, párr. 2).
La noción de cosa juzgada material, “hay que comprenderla no solamente en relación con
la parte resolutiva de la sentencia, sino también en relación con aquellos conceptos de la parte
motiva que guardan una unidad de sentido con el dispositivo de la sentencia” (Sentencia C –
427/96, 1996, párr. 4).
En resumen, se puede decir que existe cosa juzgada material en aquellos casos en los
cuales se demanda, ya no la misma disposición lingüística, pero sí idéntico contenido regulatorio
examinado en una sentencia anterior (Sentencia C – 334/17, 2017).
2.4.2.1. Absoluta.
En la Sentencia C – 492/00 se menciona que existe cosa juzgada absoluta cuando la Corte
no ha restringido el alcance de su decisión, situación que impide toda posibilidad de formular y
considerar nuevas demandas de inconstitucionalidad sobre el mismo asunto (Sentencia C –
492/00, 2000).
En resumen, se puede decir que existe cosa juzgada absoluta si la decisión sobre la
constitucionalidad de una disposición no puede ser discutida nuevamente, ni siquiera a partir de
nuevos cargos (Sentencia C – 334/17, 2017).
2.4.2.2. Relativa.
Será cosa juzgada relativa si la Corte en una decisión anterior juzgó la validez
constitucional solo desde la perspectiva de algunos de los cargos posibles; será posible examinar
la norma acusada desde la perspectiva de las nuevas acusaciones (Sentencia C – 007/16, 2016).
Es importante indicar que la cosa juzgada relativa se presenta de dos maneras, que son de
manera explícita y de manera implícita; sobre ello la Corte Constitucional de Colombia en su
Sentencia C – 007/16 establece que:
La cosa juzgada relativa explícita, es definida en aquellos eventos en los cuales los
efectos de la decisión se limitan directamente en la parte resolutiva, y la cosa juzgada relativa
implícita cuando tal hecho tiene ocurrencia en forma clara e inequívoca en la parte motiva o
considerativa de la providencia, sin que se exprese en el resuelve (Sentencia C – 061/10, 2010).
La otra forma posible en la que se puede identificar la cosa juzgada relativa es a través de
la sentencia del Constitucional cuando esta nada señala sobre haber realizado el examen del
enunciado normativo desde determinada perspectiva, esto da indicio para asumir que han sido
considerados todos los ángulos posibles, por lo que sería cosa juzgada absoluta. Empero, esto no
es así debido a que al realizar el análisis de los fundamentos que sustentan la sentencia anterior
no se desprende ningún elemento que permite considerar que los nuevos aspectos a considerar
fueron analizados y juzgados los problemas constitucionales planteados en la nueva demanda.
De ser este el caso se puede sostener con razones suficientes que el precedente tiene efectos de
cosa juzgada relativa (Olano García, 2007, p. 92).
En estos casos la Corte Constitucional de Colombia asume que la cosa juzgada relativa
ocurre en los casos en que, existiendo una acusación general contra una ley, esta ha sido
declarada constitucional solamente en lo relativo a los motivados que impulsaron la demanda y
el fallo previo. Por lo que al someterse a contraste las normas que están siendo juzgadas, este no
se realiza en relación con todas las disposiciones que la puedan afectar y que se encuentran
presentes en la Constitución. Lo que quiere decir que la sentencia no pasa a ser cosa juzgada,
sino que queda abierta a revisiones posteriores productos de las razones esgrimidas en la parte
motiva de la sentencia (Olano García, 2007, p. 83).
En este sentido, la cosa juzgada surge en procesos constitucionales cuyo fallo puede tener
trascendencia de orden político, aunque no pierda su naturaleza jurídica, pues implica al Estado
como una de las partes de forma directa o no, por lo que su acción como parte influye en los
efectos de la cosa juzgada y como estos trascienden a otros ámbitos jurídicos.
Por estos motivos, la doctrina establece que en el caso de la cosa juzgada constitucional,
esta no puede ser asumida como en los casos de Derecho Procesal regulares, en los que la
declaración de cosa juzgada pone un punto y final sobre el proceso, un acto que impide, salvo en
contadas excepciones donde se declara la nulidad, que algo que ya se ha establecido como
sentencia en un caso anterior sea sometido nuevamente a revisión en un juicio ante el mismo
tribunal o uno diferente. En el caso del Derecho constitucional se precisa que los propios
tribunales dejen abierta la posibilidad de revisar sus propios fallos, bien de casos idénticos o
similares que puedan ocurrir en el futuro.
Incluso, señala Hernández Valle, sobre las sentencias de los procesos constitucionales
que la eficacia de estos precedentes se encuentra interrelacionada con el resultado obligatorio de
la sentencia, si en este caso llegase a ocurrir un cambio fundamental: “en las relaciones de la vida
o de la opinión jurídica general” (Hernández Valle, 2004, p. 109). Tal y como lo ha señalado de
forma reiterada el Tribunal Constitucional de Baviera atendiendo al hecho de que esto supone en
la práctica un cambio de los hechos iniciales, algo que de acuerdo con la sentencia precitada,
autoriza al tribunal a desconocer la cosa juzgada en fallo anterior y realizar nuevamente una
sentencia que atienda la misma cuestión de un modo diverso. De igual modo, señala Hernández
Valle, ocurre con la praxisde la Corte Suprema de los Estados Unidos, la cual contiene
ampliamente ejemplos de cambios en la jurisprudencia de sus propias sentencias, debido a
cambios de opinión de los jueces, o incluso por el cambio en la conformación de la Corte
(Hernández Valle, 2004, p. 109).
En resumen, se puede decir que existe cosa juzgada relativa cuando la constitucionalidad
de una norma fue resuelta respecto de un cargo específico, pero puede volver a ser examinada, a
partir de otros cargos (Sentencia C – 334/17, 2017).
“La cosa juzgada aparente carece de la fuerza jurídica necesaria para imponerse como
obligatoria en casos ulteriores en los cuales se vuelva a plantear el asunto tan solo supuesta y no
verdaderamente debatido” (Sentencia C – 397/95, 1995).
Desde esta perspectiva resulta útil preguntarse cuál es el tipo de vinculación que
desciende de la cosa juzgada constitucional en relación con lo jueces comunes. La solución en lo
que respecta a las sentencias de acogimiento resulta obvia, la imposibilidad de proponer
cuestiones ya acogidas como cosa juzgada, mientras que para los casos decididos con sentencias
que rechazan las demandas sin hacer indicaciones determinantes en el derecho positivo, dejan un
espacio abierto para diversas soluciones.
En los casos en los que se puede proponer cuestiones ya juzgadas, la vinculación para los
jueces es grave, pues la cosa juzgada consiste sobre todo en la imposibilidad de realizar un
proceso sobre una cuestión idéntica a una ya decidida. De hecho, por lo que se atiene a las
sentencias de acogimiento, los efectos de la cosa juzgada constitucional consisten en la cesación
de la eficacia de la norma declarada ilegítima y el efecto obligado de desaplicación general de la
misma.
En cuanto a los efectos de la cosa juzgada en relación con las parte y con el hecho
juzgado, estos solo se extienden a las partes que han participado de un proceso (inter partes) y
esto solo ocurre en el momento en que el proceso es decidido. No obstante, dependiendo de la
naturaleza de la disputa y de aquellos que forman parte de la querella, la sentencia podría
eventualmente extenderse a sujetos que no han participado de la querella (erga omnes, inter
pares o inter communes), e incluso, a hechos ocurridos antes de la ejecución de la sentencia, ex
tunc, todos estos casos en los que le corresponde al juez establecer cual es el ámbito de
aplicación del fallo tanto en los motivos, como en el resuelto, todo esto con la intención de
establecer a que personas ampara la decisión resultante del proceso.
En este sentido, se trata de un efecto general inter partes cuando los efectos solo se
extienden a aquellos que tuvieron participación en un proceso. Esto es propio de procesos
contenciosos subjetivos, en los que participan demandantes y demandados y se litiga fuera del
ejercicio erga omnes, como es el caso de la propiedad o la filiación. En cuanto al ámbito del
derecho constitucional, este tipo de efectos se corresponden con los de tutela, pues estos son
relativos al control específico y subjetivo de la constitucionalidad.
En relación con el efecto erga omnes, que supone un frete a todos y contra todos, este
tipo de efectos son extensibles a aquellos que no participaron en el proceso, pero que tienen la
característica de ser procesos contenciosos objetivos presentado ante la Corte Constitucional o el
Cosejo de estado, en estos se debate sobre la validad o constitucionalidad de normas y leyes.
De modo excepcional se presentan efectos inter pares, que son extensivos para todos los
semejantes. Estos son producto de la creación por vía de jurisprudencia de la Corte
Constitucional, sentencias que pueden declarar inconstitucionales algunas normas de forma
provisional, y por vía de excepción, cuando se aprecia que una norma es evidentemente contraria
a un principio constitucional , por lo que se hace necesario su desaplicación con efectos
generales. Este efecto se hace permanente cuando una norma se muestra de modo inequívoco
inconstitucional y sin embargo, no puede ser declarada inexequible definitivamente (erga
omnes), debido a que se encuentra en un proceso contencioso subjetivo de tutela, entonces, la
decisión se hace extensiva a todos los casos en las que pudiese ser invocada por otro órgano
jurisdiccional. De este modo la competencia sobre el manejo de la sentencia y la cosa juzgada es
exclusiva de la Corte Constitucional.
Efecto excepcional inter communes, este es el efecto que afecta a los miembros de una
comunidad específica, ocurre durante los procesos de tutela, cuando se debate sobre los derechos
de un grupo de personas que están amparados bajo una misma situación de hecho, aunque no
todos hayan participado de la discusión en el proceso, en estos casos, la sentencia ampara con sus
efectos, incluso a aquellos que no formaron parte del trámite tutelar. (Corte Constitucional,
Sentencia SU-1023 de 2001).
Sobre el efecto general a futuro ex nunc, a partir de ahora. Este principio señala que, por
lo general, las sentencias son efectivas a partir del momento en que se emiten, por lo que
amparan situaciones que ocurran a partir de su promulgación. Esto, como es lógico suponer,
ocurre debido a que la sentencia es la única garantía de la existencia del derecho o de su forma
de aplicación.
Efecto excepcional retroactivo ex tunc, desde entonces, este tipo de efectos son
excepcionales y ocurren en los casos de sentencias que requieren volver sobre situaciones ya
acaecidas, anteriores a la sentencia, y cuya retroactividad es la única manera de preservar el bien
común y el derecho, porque la situación así lo requiere. En estos casos, es competencia del juez
identificar cuáles son las situaciones amparadas por la sentencia, y cuales no, estableciendo los
límites temporales que se deban aplicar para determinar los efectos de la sentencia.
Se debe destacar que la mayoría de los doctrinales señalan a la cosa juzgada como el
efecto más importante de la sentencia que decide el conflicto de intereses sometido al proceso.
Quintero y Prieto (2000), atribuyen a la cosa juzgada una naturaleza sustancial y procesal; éstos
indican que:
Ahora bien, como ya se dijo, la cosa juzgada crea efectos de seguridad jurídica para la
relación sustancial inmersa en el litigio, los cuales son negativos para la judicatura y positivos
para la relación jurídica; así lo establece Landoni (2003):
Efecto negativo o impeditivo: La cosa juzgada tiene un efecto negativo
que prohíbe a los jueces decidir sobre lo ya resuelto, es decir, que impide toda
decisión judicial futura que verse sobre el mismo objeto, tenga idéntica causa y
sea entre las mismas partes o personas a las que la cosa juzgada afecte. Esta
exclusión del proceso se debe producir tanto si se formula la pretensión
procesal en el mismo sentido en que se propuso en el proceso anterior o si se
plantea como una pretensión dirigida a obtener la declaración contraria sobre el
objeto del pronunciamiento que adquirió cosa juzgada.
Stare decisis se denomina la doctrina es la doctrina básica del aparato jurídico vigente en
la tradición del derecho anglosajón conocido como Common Law. El nombre de esta doctrina se
deriva de la sentencia latina stare decisis et quieta non movere, algo que se puede traducir de
manera laxa como “atenerse a lo decidido y no alterar lo que ya está establecido, aquello que está
quieto”; el concepto general se centra en la observancia de las decisiones precedentes, y que son
el resultado de procesos previos llevados a cabo por otros tribunales que atendieron un problema
similar (Legarre y Rivera, 2006).
Otra doctrina, más acreditada que la anterior, señala que el deber de los jueces de la
Common Law de respetar los precedentes se deriva de la función institucionalmente conferida a
los magistrado supremos de asegurar la interpretación uniforme del derecho, tomando parte de
forma periódica en la jurisdicción de lasa cortes de circuitos (circuit courts). De tal modo que la
administración itinerante de la justicia reflejaba la importancia de imponer una modo uniforme
en todo el reino. Este sistema se hizo común a todos los países de la Common Wealth e incluso,
en los primeros momentos de la constitución del sistema jurídico norteamericano, los padres
fundadores de los Estados Unidos de América, mantuvieron la costumbre como una manera de
reforzar la Unión americana (Presser & Zainaldin, 2009).
En cualquier caso, una conclusión en la que existe común acuerdo entre la mayoría de los
historiadores y de los procesalistas anglosajones es que la common law no necesita una doctrina
rígida acerca de los precedentes para funcional. Alrededor del siglo XVII, cuando el Stare
decisis, no era la regla dominante, los jueces argumentaban que una regla no era más importante
que otra como principio de derecho, sin sentirse obligados a demostrar tal cosa con el uso de
precedentes. Por lo que de acuerdo con los historiadores del derecho anglosajón, no se sostiene la
pretensión de explicar la naturaleza de la common law a través del principio del stare decisis, ya
que el uso de los precedentes es relativamente algo moderno que no se comenzó a utilizar como
fuente de derecho en el sistema anglosajón sino hasta el siglo XVIII (Simpson, 1973).
En virtud de este principio, los jueces deben fallar atendiendo a
resoluciones similares dictadas anteriormente, de tal forma que se vincula de
manera horizontal la decisión del juez con las decisiones pasadas, y de manera
vertical la de los tribunales superiores. Por tanto, el control del stare decisis se
consigue mediante el sistema de recursos (Wolters Klumer, s.f., párr. 2).
Kokourek & Koven (1935), indican que la doctrina del stare decisis es:
Este principio se basa en el respeto por las decisiones precedentes, es decir, decisiones
que otros tribunales tomaron previamente y que resolvieron un problema similar.
Como se puede apreciar, el stare decisis es la norma básica del sistema Common Law;
esta norma establece que el juez debe resolver el conflicto presente como fueron decididos
conflictos similares en el pasado, por lo tanto éste debe buscar en el pasado un caso similar, para
poder resolver el actual; se basa en el deber de un juez de decidir su caso actual de la misma
manera, siguiendo el mismo criterio, con que otro caso parecido fue decidido en el pasado
(Cueto, 1988, p. 70).
Legarre (2005), indica que en los países donde se adopta el common law, “basta con que
haya una decisión in point, es decir, aplicable al caso presente, para que un juez se vea obligado,
en principio a seguirla” (p.2).
Como se ha dicho anteriormente, el stare decisis requiere decidir según lo antes decidido,
no según lo antes hablado. Por lo tanto, el Juez del Common Law extrae de un precedente la
norma a aplicar y luego la aplica para decidir el caso actual que tiene a su cargo. El juez debe
interpretar la sentencia dictada en el pasado para extraer de ella la norma o principio implícito en
el precedente; basándose en ello dicta sentencia (Cueto, 1988).
El common law identifica al precedente judicial como regla del derecho, donde los jueces
deben resolver el caso presente a la luz del precedente aplicable (Legarre, 2005). Se basa en la
autoridad vinculante del precedente judicial que le otorga certeza jurídica al sistema.
Cuya ratio decidendi (i) presenta una regla judicial relacionada con el
caso a resolver; (ii) trata de un problema jurídico semejante, o a una cuestión
constitucional semejante y (iii) los hechos del caso o las normas juzgadas son
semejantes o plantean un punto de derecho semejante al que se debe resolver
posteriormente (Sentencia T – 086/07, 2007, párr. 13).
En el Código Civil colombiano de 1873, el cual aún se encuentra vigente, fueron tomadas
en cuenta estas concepciones, estableciendo su artículo 17:
Por lo tanto, de acuerdo a este artículo, la ley debe ser la única fuente del derecho que
vincule al juez, debido a que, según el Código Civil, la jurisprudencia no vincula al juez.
De acuerdo con (Calderón, 2011, p. 335), en Colombia existen dos tipos de precedente,
los que elabora la Corte Constitucional (a C-104 de 1993) y los que elaboran los otros tribunales
y juzgados (a C-836 de 2001). En cuanto a los precedentes de la corte constitucional, la ratio
decidendi de estos goza de la cualidad de cosa juzgada erga omnes implícita, por lo que
constituyen precedente en el derecho colombiano desde la sentencia a C- 104 de 1993.
3.3. El cesante ratione, cessat ipsa lex como principio derogatorio en el sistema
anglosajón
La aplicación de esta regla lógica implica el estudio de las razones básicas de las distintas
leyes consideradas, y aquí tanto el estudioso de la historia del derecho, como la autoridad en
ciencias sociales tendría un amplio campo para el ejercicio de su actividad investigadora.
Así, la presunción altruista de la Common Law de que “los servicios de un médico son
honoríficos y gratuitos" nunca fue adoptada por ellos. La antigua práctica sajona de considerar
que las ventas en el mercado eran concluyentes a título personal nunca existió en ninguno de los
estados. Y no es necesario citar una autoridad para demostrar que la doctrina de las antiguas
luces nunca se importó a lo que hoy es Estados Unidos, ya que numerosos "rascacielos" son una
prueba visible de ello.
Del mismo modo, se ha sostenido que la regla inglesa de que el principio de los
accesorios comerciales no se extiende a los accesorios anexos para fines agrícolas no es
aplicable. Un gran grupo de casos en los que la aplicación de la máxima cessante ratione, cessat
ipsa lex, ha invertido las reglas de decisión en diversas jurisdicciones, se encuentra en el derecho
de los estados norteamericanos (McKean Jr, 1925, p. 119).
Pensilvania, por ejemplo, cuya antigua norma de derecho común era que un extranjero no
podía adquirir un bien inmueble por descendencia o cortesía; ahora sostiene que la norma de
derecho común de que un extranjero no puede ser inquilino por cortesía está en la legislación
estatal que permite a los extranjeros adquirir bienes inmuebles.
Varias jurisdicciones sostienen que las leyes que otorgan a la esposa los derechos de
propiedad de un feme sole, eximen al marido de la responsabilidad por todos los daños cometidos
por ella, en los actos contractuales en los que él no haya participado.
Nueva Jersey, hace unos cuarenta y cinco años, estableció el principio de la incapacidad
de una feme covert, mujer casada, para que pudiese librar contratos como si fuera una feme sole
(mujer soltera), este estatuto, fue pronto derogado en favor de uno que le permite a una mujer
casada realizar todo tipo de contratos excepto los relacionados con librar fianzas (McKean Jr,
1925, p. 119).
Connecticut dio un paso más, al sostener que una esposa puede hacer valer un pagaré a su
nombre ejecutado por su marido, en virtud de un estatuto que sustituye la unidad de identidad de
la mujer con el marido. De este modo, el estado le otorgó la misma capacidad de propiedad y la
misma identidad jurídica a la mujer que al hombre.
Pero dado que los estatutos que eliminan las discapacidades de la cobertura, promulgados
antes de la ejecución del testamento aquí en cuestión, han conferido plena capacidad
testamentaria a las mujeres casadas, la razón de ser de la norma ha cesado, y en consecuencia
también la norma misma. Cessante ratione legis, cessat ipsa lex (McKean Jr, 1925, p. 121).
Si alguien intentase recopilar reglas de decisión basadas en consideraciones de necesidad
jurídica, reuniría una colección heterogénea de leyes. La naturaleza variada de la materia se
percibe fácilmente cuando se reúnen principios ilustrativos como: la admisibilidad de las
declaraciones de muerte en los casos de homicidio; la agencia implícita de una esposa indigente,
que ha sido expulsada para empeñar el crédito de su marido para su manutención; la concesión
de la pensión alimenticia pendente lite, cuando la esposa carece de recursos pecuniarios; y la
doctrina de la representación de los herederos contingentes no in esse (McKean Jr, 1925, p. 122).
De la limitación de las normas a los principios en los que éstas se fundan surge un amplio
cuerpo legal. De este modo, se han derivado diversas excepciones a la regla de evidencia que
prohíbe las preguntas directas en el interrogatorio directo, siempre que la razón de la regla
general deje de existir, como en el caso de los testigos hostiles, las preguntas y sobre preguntas,
sobre cuestiones introductorias y hechos no controvertidos, y otros casos en los que no existe la
posibilidad de una insinuación indebida.
Del mismo modo, la regla de que un legado general a favor de un hijo devengará
intereses desde la muerte del testador no se aplica a los casos de adultos. La regla de que un
arrendatario en común no puede mantener un litigio contra su co-arrendatario, por la razón de
que ambos tienen el mismo derecho a la posesión, y el que la tiene no puede ser culpable de
conversión por retenerla, no se aplica a los bienes que son fácilmente divisibles por cuenta o
medida, como las monedas.
Aunque la investigación suele sacar a la luz la razón original de la adopción de una norma
jurídica, debe observarse que en muchos casos la antigua razón desaparece, pero al hacerlo
también lo hacen las concepciones sociales, políticas, económicas o de otra índole del orden
público, que se usan para justificar la continuidad de la antigua norma.
También debemos tener en cuenta que a veces se encuentra una norma que se basa en
más de una razón, y en este caso se nos advierte que "si varias razones concurren juntas, y sólo
una cesa, y las otras no lo hacen inmediatamente, o se vuelven menos capaces de apoyar la
eficacia de la Ley.
El modo de proceder por el que se hace valer un derecho legal, a diferencia de la ley que
otorga o define el derecho, es por medio del procedimiento que establece que es el tribunal el que
debe administrar la validez o no de las normas jurídicas.
Los tribunales norteamericanos han realizado muchos cambios e innovaciones en el
derecho sustantivo. Así, todo el derecho contractual moderno de la acción de responsabilidad
civil, que originalmente era una gran parte del derecho de los cuasi contratos, se originó a través
de una extensión de la acción de responsabilidad civil de las acciones que se han convertido en
doctrinas de derechos prescriptivos; y las presunciones se han convertido en normas reconocidas
de derecho sustantivo (McKean Jr, 1925, p. 123).
Mientras que los estatutos liberales de fraude de los tiempos modernos han disminuido la
importancia relativa de esta rama del derecho, sigue siendo un tema de especial interés para el
profesional, no sólo por su responsabilidad ante el cliente, sino también por la razón de que: La
regularidad, el orden, en gran parte es sustancia; y constituye gran parte de la diferencia entre
una sociedad organizada y un estado de anárquico, por lo que no hay casi nada en lo que se
pueda descuidar un grado de orden sin correr graves peligros
Por otra parte, se ha establecido que, como todas las reglas de procedimiento están
destinadas a asegurar la justicia de manera ordenada, no parece razonable que una norma de
procedimiento deba ser observada cuando es evidente que su estricta observancia provocará una
injusticia.
Vemos pues, que la solución de las cuestiones prácticas puede abordarse con
uniformidad, conveniencia y precisión, con posible tendencia a la rigidez y a la burocracia;
mientras que lo otro, la tendencia a la flexibilidad es dar paso a la incertidumbre.
Al trazar la línea, los tribunales suelen tener cuidado de evitar la adhesión a la letra que
mata, teniendo en cuenta las enseñanzas de la experiencia de que los casos difíciles hacen una
mala ley.
Cuando el juicio con jurado era una investigación de los vecinos que se presumía que
tenían más probabilidades de conocer un hecho controvertido, los escritos sellados eran raros y
probablemente estos alegatos fueran de conocimiento común en el vecindario. Se consideraba
entonces justo que un jurado, al considerar su veredicto, tuviera en cuenta un instrumento de este
tipo del que tenía conocimiento, aunque no se presentara como prueba en el juicio.
Cuando tales instrumentos se hicieron comunes, la experiencia enseñó que esta práctica
daba una ventaja injusta, ya que una parte que no sabía que su oponente tenía la intención de
basarse en una escritura, se le impedía presentar al jurado una exención o cualquier otra cosa en
descargo de la obligación creada por la escritura.
Para remediar esta dificultad y evitar la sorpresa, surgió la regla del proferimento, como
doctrina de alegación. A su vez, se comprobó que la aplicación universal de esta regla sería
errónea, y es que cuando la posesión de la escritura estaba injustamente controlada por el
oponente, la regla del proferimiento no se aplicaba, ya que la razón que era la prevención de la
sorpresa no existía.
Quizás la mejor clasificación de las ficciones legales es la de Hering, que las divide en
dos clases: históricas y dogmáticas. Las ficciones históricas son dispositivos concebidos parapara
añadir nuevas leyes a las antiguas sin cambiar la forma de e la ley antigua, o inventadas para
efectuar un cambio en la sustancia de la ley al amparo de su forma antigua (McKean Jr, 1925, p.
124).
Las ficciones dogmáticas tienen una función diferente de las ficciones históricas ya que
no se utilizan para proyectar el nuevo derecho bajo el disfraz de la antigua forma, sino que son
expresiones abreviadas de doctrinas jurídicas existentes como, la notificación constructiva; la
contabilización de los muertos civiles que han sido desterrados o han abjurado del reino; la
entidad de una corporación; la identidad legal de marido y mujer; la adopción; la personalidad de
una corporación.
Las ficciones dogmáticas, como hemos visto, se utilizan por la conveniencia que ofrece
su concisa plasmación de doctrinas jurídicas; pero se sostiene que son inaplicables cuando las
razones básicas de sus principios subyacentes dejan de existir, al punto que el principio de
conveniencia cede ante las consideraciones de justicia.
Así, la ficción de la adopción no es tan literal como para permitir que el adoptante
convierta a un hijo adoptado en pariente de los parientes del adoptante.
Del mismo modo, la ficción de que en la ley no hay divisiones o fracciones de un día, y
sus corolarios, al estar basados en la conveniencia, no prevalecerán, cuando la justicia sustancial
requiere que se muestre la verdad.
Esto se ilustra en el caso Estados Unidos contra Stoddard, en el que el tribunal se negó a
aplicar la la doctrina de que una ley se remonta y entra en vigor desde el primer momento del día
en que fue aprobada y sostuvo que las mercancías importadas e introducidas para el consumo el
día de la aprobación de la Ley Arancelaria Dingley, pero antes de dicha aprobación, estaban
sujetas a las disposiciones de las leyes arancelarias anteriores (McKean Jr, 1925, p. 125).
Es un hecho extraño que los escritores consumados en temas legales hayan interpretado la
máxima, cessante ratione, en el sentido de que una ley puede quedar obsoleta por no ser
utilizada. Principio que se aplica en el derecho escocés.
Por el contrario, en la jurisprudencia danesa y alemana, cuando un caso surge dentro de la
razón de una ley, pero no está cubierto por ella, los tribunales pretenderán que el legislador
habría incluido tal caso si se le hubiera llamado la atención, y aplicarán la ley a ese caso.
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos parece haber aceptado la opinión de que:
Todas las leyes deben recibir una interpretación sensata. Los términos generales deben estar tan
limitados en su acción para que no conduzcan a la injusticia, a la opresión o a una consecuencia
absurda.
Es la posición de la doctrina que un juez no debe anular una ley porque su razón haya
dejado de ser sólida; pero se afirma que esto no es lo que se hace cuando los tribunales se apartan
del cumplimiento literal del mandato de una ley, cuando tal cumplimiento violaría la intención y
el propósito de la ley.
Por el contrario, es una regla conocida, que una cosa puede estar dentro de la letra de la
ley, pero no dentro de la ley, porque no está dentro de su espíritu ni de la intención de sus
miembros. A menudo, cuando se ha decidido que un caso "no está dentro del significado" de un
acto legislativo, el análisis es que el estado de los hechos no estaba dentro de la razón, aunque sí
dentro de la redacción de la ley.
Con frecuencia, se dan circunstanciasen las que las razones en las que se basa una ley son
superadas por razones conflictivas que tienen una fuerza dominante, con lo que la antigua ley,
aunque sigue siendo buena como principio abstracto, deja de ser un factor dominante en la nueva
situación.
Así, en el caso United States v. McCarthy, se sostuvo que la norma que exime a los
testigos de declarar obligatoriamente contra sí mismos, era inaplicable por una ley que impedía
el uso de dicho testimonio contra sí mismos en razón de la máxima "Cessat ratio, cessat lex"
(McKean Jr, 1925, p. 125).
Asimismo, en el caso Brown v. Walker una ley que obligaba a los testigos a testificar
contra sí mismos ante la Comisión de Comercio Interestatal, pero que impedía el uso de dicho
testimonio en su contra, se decidió que no violaba la Quinta Enmienda (McKean Jr, 1925, p.
125).
como son el derecho a una tutela judicial efectiva o el derecho al debido proceso, este último se
soporta, entre otros componentes, en la garantía del ejercicio de los derechos constitucionales y
Este principio señala esencialmente que una sentencia no puede ser revocada o modificada en su
parte fundamental por el juez que la ha pronunciado. Este principio es complementario en el caso
de las sentencias que son emitidas por el Supremo, ya que, debido a su rango, sus sentencias son
excepcionales que permiten que el juez pueda revisar, aclarar e incluso corregir o ampliar el
alcance de sus sentencias, incluso, en el caso del Supremo, anularlas o invalidarlas (Calderón,
2011).
Desde un punto de vista un poco plano, se puede decir que el sistema constitucional
colombiano tiene elementos propios de la common law (en especial la norteamericana, como se
ha visto en el capítulo anterior) así como de la tradición del derecho romano de origen
continental. En realidad, la situación es mucho más compleja que eso, lo que sucede hoy día es
que todos los sistemas constitucionales de países con un estado derecho estable y avanzado, se
influencian entre sí. De modo que es posible decir que el derecho constitucional colombiano
tiene un carácter híbrido en el que confluyen varias tradiciones jurídicas. Sin embargo, y a pesar
es posible tener los aspectos más interesantes de tradiciones diversas, ya que en él observar la
cuando existe una obligación vinculante con el derecho constitucional. El reto principal alude a
la dificultad de dar una justificación sobre cómo garantizar el derecho a la igualdad en cuanto a
importancia de los efectos vinculantes del precedente constitucional en Colombia. Esta evolución
es la que puede dar cuenta de cómo un sistema jurídico, en su origen, inspirado en la tradición
continental del derecho francés (de la constitución napoleónica) ha ido adaptándose para dar
hecha en junio de 1992, desde ese momento este tribunal ha dictado más cerca de treinta mil
trabajo es relativa a los medios de los que dispone para ejercerlo. Esto encierra una dificultad
relativa, ya que, en Colombia, todos los jueces, tienen rango de juez constitucional, por esta
Constitución, una tarea que desde sus inicios fue adoptada por la corte quien debe garantizar que
el texto constitucional se comprenda y aplique del mismo modo por parte de todos los
operadores de justicia.
De modo que, en el sistema colombiano, en donde la jurisprudencia que es reiterada de
forma continua por parte de las altas solo tenía un rol como doctrina probable, orientador, en
tanto fuente auxiliar de Derecho; la Corte Constitucional asumió la tarea de revisar la doctrina
vigente y de este modo establecer un mecanismo eficaz que garantice la pertinencia de su trabajo
El proceso de evolución del razonamiento utilizado por la corte para definir el precedente
Allí la Corte expone los argumentos y consideraciones del problema al que se enfrenta, en esta se
da cuenta de una recopilación de las normas del derecho colombiano que abordan la materia, y
de las distintas doctrinas de la jurisprudencia sobre este tema que existían al momento de la
sentencia. De este modo, queda sistematizado y organizado el corpus que facilita la comprensión
El problema abordado por la corte era la validez de una norma que tuviera rango legal,
por lo tanto, no había sido declarado inconstitucional; cuando esta norma es invocada por un
argumentación de una decisión que se encuentra contenida en una o varias sentencias de la Corte
Constitucional son vinculantes, o no, para otros operadores jurídico del sistema legal
colombiano, en este caso, a los jueces y a los particulares obligados al cumplimiento de la ley.
Constitucional afirmó la existencia de una ratio decidendi que es vinculante para los casos
iguales, para que esto ocurra amerita que haya sido reiterada la sentencia en al menos siete
ocasiones en las sentencias de control de la constitucionalidad. Ya que, esta reiteración de la
ratio decidendi se constituye como “cosa juzgada erga omnes, y por lo tanto algo que debe ser de
de la norma realiza dicho órgano en sus sentencias, asignándole el concepto y el valor jurídico de
enfoque se encuentra reflejado en la Constitución de 1991 a través de dos normas, el artículo 228
obligatorio para los particulares y las autoridades, quedaría vulnerada la integridad del texto
constitucional. Por esta razón de coherencia y cohesión jurídica, se configuró de forma material
2012).
Las autoridades no pueden reproducir el contenido del acto jurídico que es inexequible
por cuestiones de fondo, teniendo como consecuencia que, irrespetar los pronunciamientos
realizados por la Corte Constitucional se considera una acción contraria al principio de igualdad
(Calderón, 2011).
como fuente de derecho constitucional como cosa juzgada erga omnes, fijando así el carácter
constitucional, erga omnes, de carácter universal y por lo tanto abstracta, lo que quiere decir que
regula cierto tipo de acciones o estado de las cosas que son producto de las decisiones judiciales.
En el caso colombiano, el precedente constitucional es de obligatorio acatamiento para
todos los jueces y autoridades, así como de los particulares, en los casos que les atañen. Esto
significa que la Corte Constitucional es un órgano con la capacidad de crear normas jurídicas
universales y abstractas. Cuando se reconoce esta condición, además, de forma tácita se reconoce
La Constitución de 1991, en su artículo 243, señala que el efecto erga omnes se encuentra
restringido únicamente al decisum, con lo cual limita la facultad legislativa de la Corte a la ratio
decidendi¸ A partir de esta disposición, los fallos emanados de la Corte Constitucional en pleno
tienen un efecto universal, erga omnes, por lo que se constituyen en cosa juzgada constitucional,
contenido de normas que hayan sido declaradas como inexequibles por sentencias de la Corte
Constitucional, en tanto las normas que fueron utilizadas para declarar una norma ordinaria
Constitucional se convierta, por vía de sus precedentes constitucionales, en un órgano con poder
De tal manera que, una norma jurídica, es entendida como una proposición prescriptiva
integrada en un sistema jurídico. Esto quiere decir que la función de la norma es modificar el
significa, además de la cancelación de la norma, la sustitución de esta por una nueva que regule,
La derogación se distingue de la anulación, en este sentido, en que se requiere que, una vez
anulada una norma, esta sea reemplazada por otra. Por lo que la derogación se puede entender
En este sentido lógico, la derogación de los precedentes constitucionales solo puede ser
realizada por la Corte Constitucional, pues se asume que, al momento de una derogatoria, al
mismo tiempo se está promulgando un nuevo precedente que pasa a ser una norma jurídica
constitucional, erga omnes. Por esta razón, los fallos de constitucionalidad condicionada, son la
única excepción a lo anterior, ya que el sentido que acoge la Corte Constitucional se convierte en
En el caso de los fallos donde se declara la inexequibilidad de una norma, ocurre que la
De tal modo que, la acción de inexequibilidad tiene una peculiaridad que se desarrollan
acción derogatoria prospera, la Corte actúa anulando la norma contraria a la regla constitucional.
Esta derogatoria tiene un efecto erga omnes, como todas las sentencias de la corte, por lo que se
proyecta en sus efectos a futuro. De manera que es importante diferenciar entre sentencias de
de una norma, un hecho que no anula su origen, sino simplemente que ordena que se deje de
seguir.
sistema jurídico colombiano ha sido lograr la seguridad jurídica que garantice el estado de
norma jurídica constitucional, y por lo tanto como fuente principal de derecho, siguiendo las
Esto último es un hecho que contrasta con las ataduras que representa una Constitución
rígida, que puede ir incluso en contra de la seguridad jurídica y podría eventualmente vulnerar
Según los establecido por la propia Corte Constitucional en sus sentencias C-032 de
2017, C-516 de 2016 y C-412 de 2015, la derogatoria es un “[…] trámite que se utiliza para
eliminar la vigencia de una norma válida que pertenece al ordenamiento jurídico”.
De tal modo que lo que define y determina la derogación es, de acuerdo con la propia
Corte Constituional:
Conclusiones
De todo lo antes expuesto es posible concluir que el sistema jurídico colombiano, a partir
de 1991, ha realizado un proceso muy interesante de hibridación de doctrinas provenientes de
tradiciones antagónicas. A la tradición francesa, de derecho positivo, que había sido imperante en
el sistema jurídico colombiano, al igual que todos los sistemas jurídicos sudamericanos, en
Colombia, se ha venido incorporando, con rango y fuerza de ley, procedimientos propios de la
tradición anglosajona de la Common Law, en especial lo relacionado con el precedente
constitucional que asume la validez doctrinaria de la cosa juzgada, erga omnes, con validez y
obligación de acatamiento universal.
Esto quiere decir que el modelo que sigue el sistema jurídico colombiano por esta vía no
es igual al sistema de precedentes de la Common Law, en la que se desestima la Constitución,
como canon positivo. En el caso colombiano se trata de un sistema jurídico sui generis que
asume la Carta Magna diseñada y promovida por el legislador a través de la Asamblea Nacional
Constituyente como la fuente principal del Derecho, acompañada de las interpretaciones hechas
por la Corte Constitucional, que se convierte de este modo en órgano legislativo principal, al que
le siguen las normas y leyes promovidas por el legislador.
De modo que el rol que cumple el precedente constitucional es vinculante, y que incluso
puede alcanzar el rango de la Constitución, en cualquier caso, ambas fuentes de Derecho
funcionan como un sistema que persigue la defensa de los derechos fundamentales de los
ciudadanos, no solo por la vía del legislador, sino por la función tutelar asignada y desempeñada
por la Corte Constitucional.
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