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Desarrollo de La Ciencia en Amèrica Latina
Desarrollo de La Ciencia en Amèrica Latina
Introducción:
Pero, ¿qué relación guarda la investigación científica con la sociedad, con el orden
establecido, con intereses creados por grupos de presión? ¿No compete al investigador
interrogarse sobre la utilización de sus resultados, sobre la búsqueda de una vida
humana más justa? ¿No debe traspasar los límites de sus propios supuestos teóricos y
sus descubrimientos? La respuesta, por supuesto, está en cada individuo que debe
responder frente a su conciencia.
Para nosotros como jóvenes universitarios y estudiantes de una carrera encaminada al desarrollo
científico “Las bases del desarrollo de la ciencia en América Latina ya están plantadas, lo único
que falta es permitir su crecimiento, desarrollo y florecimiento, además de quitar todos los factores
económicos, políticos, sociales y religiosos que impiden dicho desarrollo” La juventud latina
actual viene con una fuerza y una motivación que permitirá que estas bases se desarrollen y sean
competentes al momento de enfrentarse a aquellas que ya tienen años de haber surgido como la
europea y la estadounidense.
Desarrollo:
Es evidente que en todas las sociedades humanas algún tipo de conocimiento ha jugado siempre el
papel relevante de principio organizador y base de la autoridad. Así lo señala un siglo y medio de
investigaciones antropológicas, en un arco tan amplio que incluye a grupos muy simples como al
Antiguo Egipto y a la antigua sociedad maya, en las que el avanzado conocimiento astronómico,
agrícola y religioso desempeñaron un rol relevante (Francisco Piñón: Ciencia y tecnología en
América Latina)
Sin embargo, hoy, como nunca, es el conocimiento de base científica y tecnológica el que ha
adquirido ese protagonismo; y lo ha hecho además en una medida nunca antes alcanzada, como
factor crucial de la productividad, del poder e incluso de la experiencia personal (Francisco Piñón:
Ciencia y tecnología en América Latina).
En la actualidad el conocimiento sobre la realidad se ha hecho tan vasto y complejo, que podría
describirse como un archipiélago en cada una de cuyas islas trabaja un investigador
ultraespecializado, que ignora todo el resto. Peor aún: el celo profesional lleva a penalizar al
investigador que se atreva a opinar sobre campos ajenos, aún en el caso de que llegue a tener
razón. (Marcelino Cereijido, “Por que no tenemos ciencia”)
Algunos investigadores han señalado desde hace algún tiempo que después de la
primera bomba atómica y de la aplicación de la ciencia a perfeccionar la guerra, se han
sacudido las certezas sobre la contribución positiva de la ciencia en un mundo mejor
(Patarroyo, 2006).
El científico debe elegir entre intereses contrapuestos y, a menudo, entre los centros de
poder y las conveniencias sociales del conocimiento. La historia de la ciencia cuenta con
numerosos ejemplos de escogencia excepcional, pero la sociedad actual hace más
apremiante la selección entre opciones divergentes.
La investigación científica no puede “levantar centrales nucleares, igual que las
catedrales francesas en la Edad Media”, dice Dunning. La investigación científica puede
optar por un código humanista que recuerde permanentemente la relación entre saber y
conciencia, como dice Bronowski, y reitere la relación entre producción de resultados y
bienestar de sectores amplios de la sociedad. Una ética humanista podría seguir al
menos dos grandes principios: reconocer las propias limitaciones y respetar los valores
ajenos.
Nos es fácil afirmar que en todos los países existen un sin número de grupos de
científicos que hacen de la ciencia una política y por lo tanto no permiten el surgimiento
de nuevos conocimiento, nuevas figuras en el ámbito de la ciencia, cara nuevas,
podríamos decir; no permiten que la juventud que viene con conocimientos renovados,
fuertes y con otras mentalidades participen en “sus ciencias” creada por sus “Mafia”
científica; por lo tanto la poca ciencia que ellos practican sigue arraigada en la época de
piedra copiando los conocimientos e ideas de países que si se han unido y se han
puesto a trabajar en lo que en realidad es la ciencia. La coherencia de las políticas de
ciencia y tecnología con las nuevas orientaciones económicas y sociales se puede
alcanzar en la medida en que dichas políticas contribuyan al logro de propósitos que
están presentes en la agenda del desarrollo de la región:
Entre las orientaciones generales que aparecen como prioritarias para estructurar en
América Latina las denominadas “políticas industriales” las cuales prefieren producir para
vender en cantidad y no en calidad, no permiten la entrada de nuevos cerebros
nacionales para el trabajo y para que así se pueda tener un desarrollo al igual que
países del primer mundo; es vergonzoso saber que a pesar de que en los países
latinoamericanos se cuenta con buenos cerebros, juventud con capacidades
sobresalientes, estos migran a otros lugares donde si se les brinda las oportunidades, se
les da las posibilidades para crecer y desarrollarse; países en los cuales hasta han
obtenido reconocimientos internacionales por su buena capacidad, por su inteligencia,
esmero e interés, pero aquí por todos los factores no se les permitió sobresalir.
Latinoamérica sólo saldrá del subdesarrollo cuando los países que la integran dejen de
ser maquiladores y comiencen a crear su propia ciencia y tecnología, afirmó el secretario
general de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Enrique del Val, al
diario La Jornada, 2006.
Como podemos ver América Latina si cuenta con las bases principales y centrales que
permitan el desarrollo de la Ciencia y que dándole la oportunidad a otros cerebros
jóvenes para que participen, el desarrollo de la ciencia será rápido; así también que las
industrias nacionales apliquen el uso de productos nacionales, mano de obra nacional,
materia prima nacional, saldremos de ese agujero en el cual hemos estado sumergidos.
Así como dice Federico Mayor Zaragoza: «Sólo nos queda un patrimonio intacto:
el futuro: Ahí está nuestra esperanza. Preservemos las tierras vírgenes del futuro.
Sembremos ya los valores del porvenir. Cultivémoslos. Confiémoslos a nuestros
sucesores. Así legaremos a nuestros hijos una herencia abierta viva, una herencia
sin testamentos (Barcelona 2000, Un nuevo mundo).
Conclusión:
Con ello quiero decir que la ciencia es producto que se gesta y desarrolla a través de
procesos relativamente prolongados. Precisa de un cúmulo de actitudes y disposiciones,
tanto en los individuos como en las instituciones y grupos, para que sea posible. Es un
producto histórico.
La falta de desarrollo ha conducido a que el esfuerzo prolongado, persistente del trabajo
científico, no sea comprendido ni por el Estado y las instituciones, ni por la mayoría de
los académicos. Se quisiera que los resultados marcharan al ritmo de los problemas
apremiantes, que no dan espera y que casi hacen percibir, dentro del común, a la ciencia
como un lujo imposible para estos países.
El libre mercado no asigna necesariamente con eficiencia los recursos necesarios para
la investigación y la innovación tecnológicas. Es indispensable complementar los
mecanismos de mercado con el apoyo del Estado para estimular la investigación en
aquellos sectores de la sociedad que no pueden expresarse a través del mercado, o
estimular sectores estratégicos vinculados a nuevas tecnologías.
No podemos permitir que se nos excluya como grupo humano del derecho que tenemos
de proyectarnos al infinito. El futuro es de nuestra incumbencia. Porque, ciertamente,
como decía Pasteur, si la “ciencia no tiene patria, el investigador científico sí”.
Evaluación de forma