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Grietario

Alicia Piso

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Diseño de cubierta : Lucio Gat Alba

© Alicia Piso, 2000

grietaria@hotmail.es

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A Josechu

AGRADECIMIENTOS

Siempre estaré en deuda con


Lucio Gat Alba y Rosa María Gallardo
por dar cubierta y formato a este libro y su amistad a la autora.
Gracias

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Índice

I Inútiles a pesar de la pereza.


Marea negra 10
Los del otro lado lo ignoran todo 11
Qué miseria reptando de madrugada 12
Sé que no llegaré a abrazar 13
A veces olvidas esto 14
Mal sueño 15
Me he cubierto de hojas pardas 16
Inquieto sólo el mar que nos informa 17
A pesar de la pereza 18
El asentidor 19
Y seguir adelante con los ojos como dientes 20
De todo lo horrible elijo morir 21
Frío 22
La separación de la sangre 23
Malamorador 24
Pretendo continuidad en los parques 26
La muerte y la doncella 28
Amigos 29
Espero que me liberen 30
Pedro 31
Julieta 32
La alegría se subió a los párpados 33
Esto está pasando como si nunca 34
Se verían siempre 35

II Grietas.

Dos que hablan 38


Qué descuido en vuestra carne 39
La ciencia melancólica 40
Caminos para el olvido 41
Dedicarse a la mentira libremente 43
De las materias 44
Hablas en otra piel 45
La piedra suave 46
Limpieza 47
Fotos 48
Hay cosas antiguas 49
El paso de la laguna Estigia 50

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8
I

Inútiles a pesar de la pereza

¿Por qué habremos proyectado la finalidad hasta el mismo cielo?


E.M. Ciorán

9
Marea negra

Varados en el orden de la orilla, somos muchos aquí.


La voz no se da tregua aunque somos muchos y no podemos volar.
La voz sabe expandirse contra el tiempo. Racimos de carne. Todo está pasando
sin nosotros.
La voz camina contra el tiempo desde el primer salto hasta el vuelo más justo.
Los ciegos dan media vuelta. Los muertos no ven a los ciegos.
Un animal cansado se corta las alas con el filo de su sombra.
La voz es sombra.
Nos sacamos los ojos para que crezca y somos pájaros
martirizados por todos los niños del mundo.
La voz es continua, agua y fuego paralelos, agua y fuego;
excede nuestro deber de morir en el mar que nos excede
porque ya no es mar y no nos da de comer.
La voz es hambre.
Retorcemos el cuello, pateamos el vacío, agonizamos a pesar de que un grito
florea y hay más puntos allí arriba uno tras otro alumbradores.

Ya no vemos nada. Nos morimos.


La voz habla de los ciegos y los muertos.

Somos muchos, pero la voz escogió nuestra derrota.

10
Para gentes como ella el misterio empezaba siempre con la explicación.

Julio Cortázar
Los del otro lado lo ignoran todo,
por eso no se mueren
con certeza
de muerte concebida.
Se mueren de esperanza que les niega
su asiento en la esperanza.
Se mueren con el viejo, el niño ingrato
que antes de volar estudia el tiempo.
En un día marino, como éste,
se mueren por si acaso no regresa
la orilla deslumbrada,
por si acaso
no alumbra la otra orilla.

Se mueren de estar vivos


en medio de cascadas
de hierro perfumado.

Se mueren con tal fuerza que casi no se nota.

Instinto miserable.
Inútil propaganda de azules en alcobas
que nunca nos encierran.

Inútiles raíces.
Inútil educarlos.

Inútiles.

11
Qué miseria reptando de madrugada
por mi vientre, algunas veces
por los ojos de sus santos retorcidos en calmadas sepulturas,
me desvela.

Es mentira que la luna te consuele


como árbol generoso en el invierno.
Es mentira
porque vuelas
invirtiendo sus adornos.

La miseria
se complica entre azules,
nos amarga
lejanías.

Entusiasta de cloacas,
me otorgaste la desdicha de ver lobos en pañales
y dormir
como si nunca
me acecharan tras la puerta.

Eres poso del encuentro


y retorno camuflado en cada origen.
Eres siempre.

Se me pierden los minutos


y las llaves van pasando
como ideas,
como nubes,
como estatuas.

Amanece.

12
Sé que no llegaré a abrazar ni siquiera por un momento tus piernas.
Se abre el vientre de mi voz,
pero nadie me ha llamado a la victoria
y nadie escucha,
sólo tú.
Te pareces al horror de las raíces.

Duerme, infancia lunar, duerme entre muertos.


Sé tan necia como yo.

13
A veces olvidas esto,

demasiado evidente, limpio de vísceras cansadas, su motor es otro.


Se acaricia

A veces te olvidas, como ahora, y sólo ves aquello que pudieras ver,
el dolor que se adhiere a un lento arañar de labios,
humedades ebrias de lo mucho que te importa.
Y entonces, adiós, vida alta. Por este momento prescindes. Llega
la sensación del útero primero. Llega siempre
la verdad olvidándote,
asomando por una herida.
Estaba aquí.

14
Si las pesadillas fueran grietas del infierno…
Jorge Luis Borges

Mal sueño

A ver qué me trae hoy esta mentida noche,


semimuerte, sobreinfancia
mentidas, mentidos ecos del murmullo de los peces,
calendario que sucumbe a mi paisaje cuando duermo
y perdí mentida fiesta que abarcaba tantas flores,
tanta selva agonizante por el sueño de mi alfombra
y debajo de mi cama izaba un hombre sus arterias
de imposible. Mentira, certera carne que requiere suplemento de sentido,
que se cansa de existir y que se piensa, maldita,
eternamente cierta pobre carne,
que te piensas existiendo por la carne,
apiádate de mí.

15
Me he cubierto de hojas pardas como alguna luz.
Rata turbia boquiabierta, ficción de ayer
cuando invocabas el último aire para huir
y te quedaste en el oscuro perfil de la huida

En este opaco lugar de pelo y frío


debe de haber un centro que sea viaje
y no fiebre sepulcral, vacío entre grietas, poro
abierto a la evidencia de la mugre.

Ya sé que me andáis rondando tú


y ese sueño que no sabe comer solo,
rondando el agua
porque siempre fuisteis limpios y dementes,
alrededor de aquí dentro agazapados,
con miel rabiosa en las encías.

Cuánto quiero envejecer con vuestras manos llenas,


abundante cada ojo.
Dadme la ternura y eso que ya sabéis
con patitas y relámpagos de sangre.

Deseo un alfiler que sea pestaña


y no ver más el frecuente color.

16
Inquieto sólo el mar que nos informa,
caudal de tigres, humo en sólo el mar que va creciendo
y de la vida no, esfera que rebota dentro de sí,
legión de cadavéricos estantes.
Ordena muebles como años
y en la sorda insistencia de pasar nos acumula.

Inquieto sólo el mar que nos enlaza


para arriba, desde ser hacia nosotros. Lento humo
inquieto, con bacterias de humedad inevitable de tan vivos
y de la tierra no.

17
A pesar de la pereza
y por ella, desde ella,
con toda la muerte que imita para ahuyentar a la muerte,
a pesar de todos los días, contra ellos,
contra todos los tranquilos que no cesan un movimiento adecuado.

Se incorpora a veces, a pesar de la tristeza,


para explicar de reojo lo más triste,
aun a pesar de la vida, lo importante, es decir, nada,
ni tiempo siquiera
o todo el tiempo y sus criaturas en legión de humo.
Altas, perezosas.

18
El Asentidor

Huyes en mí, vida,


cegando los caballos luminosos.
Te enroscas a los pies de la garganta
o esperas,
asaltante de caminos.

Y yo, que a veces siento, me empacho de tu nombre.


Y yo, que nunca entiendo las cosas que me pasan,
te cuido las criaturas.

Me avisan que esta orgía se explica en la constancia


de abrazos que retornan,
se explica por sus ojos de blandos frutos. Dicen
que muere el horizonte.

Aguanta en mí la muerte que tira de las venas.


Te metes en los pliegues brumosos de mi sangre.
Te escapas hacia dentro.

Y yo, que siempre pierdo por no agitar la noche,


me apago en las heridas;
y yo, que a veces creo,
que a veces veo tu sombra,
te amo cuando atacas.

19
Y seguir adelante con los ojos como dientes,
después
una selva en cada dedo.

Seguir arrastrando muecas,


cobertizos de furia,
tromba de insomnio y ramas.

Con la piel aleteando cuesta abajo,


adelante, blanco y negro. Después
terrible filo cariñoso
y lenta, larga sombra.

20
De todo lo horrible elijo morir.

Elijo la muerte
antes de que mis amigos se suiciden
o crezcan tan lejos que ya no me vean.

Elijo la muerte
antes de seguir catapultando tu mirada
hacia la ventana en lluvia
donde voy a dejarte envejecer

Elijo la muerte
antes de saber esto que sé ahora
tan claro,
tan frío,
tan obstinadamente cierto.

21
Frío

Es un error más equivocado que mi vida


lo que estáis pretendiendo, adorar lo que no siente,
lo que brillará cuando no sintáis.

Será el miedo, sutil materia, a ser yo


sola otra vez, porque andar me cansa,
en este espanto cotidiano que babea frente a mí,
que me propone acabar ya
de desaparecer.

Yo también la veo con ese aire visible con que abraza,


pero nunca pensé en ignorar el intenso momento
aunque agote
y perjudique la salud de las domésticas vísceras
porque, cómo no lo sabéis, de él también brota
en ramificaciones bestiales
que nos unen.

No devastéis la esencia. Hay maneras más amplias


de sucumbir.

Si, a pesar de todo vosotros, amigos, queréis ser lejanos


nada importa
y (mirad los vasos vacíos) nunca será para un encuentro mayor.

22
La separación de la sangre

En el último retrato
prefería estar más tiempo solo
o en silencio con los amigos,
pero no soportaba la soledad ni tener nada que decir
a los mismos compañeros.

Pasó que un día la muerte se hizo necesaria


y había que mantenerse en pie
sin un poco de amor ni el brillo
de los que se permiten ganar.

23
Malamorador

Miro y por ti estoy pasando como un murmullo feroz que no me deja


acompañarte.
Volveré a derrumbar mi cuerpo para aplacar el desastre repetido
en venas que arrastrarían todos los mundos.

Voy a herirte para ver


y no veo murmullo ni ferocidad,
sólo el terror antiguo de los que vieron
una vez para quedar murmurando la lejanía de su misma esencia.
Brazos que se alzan para no acudir a mí
reptando por la pared que a veces pesa en mi espalda.

Estas malditas no saben tocarte. Tus manos no pueden tocarme.


Cómo te azotaré.
Él, perecedero igual, se desenvuelve en un símbolo,
se sueña eterno en los miserables, el mar,
y abre cosas que no juntaremos.

Un sauce, dice Gloria, espera.


Malamorarte en cada cruce de grietas, maleza en los bordes.
Un sauce dirá que mi terror es el primero, amante de mis tobillos.
El mar guepardado pide leche y araña con olas lúbricas, monstruosas
y veo que hay un murmullo quieto dentro de tus ojos.
Morimos deprisa y mi soledad se desespera en tu presencia. Morimos
malamorados, pero tú no puedes partir el vientre que ignoras.
El fondo es esto blanco que el abismo tragaría
y el principio impulsa un movimiento involuntario,
el desastre repetido, venas que nos arrastran.

24
El agua no sabe amorar, la esfera se amora o se destruye,
ganamos el negativo de una historia de amor para ocultarlo bajo las alas.
Dame tiempo
bien cargado que podré nada más que eso. Te dejaré solo. Caeremos los dos.
Voy a herirte para ver qué te asoma a los ojos
y no entiendo tu murmullo por ser tan feroz el ataque.

Puede que no hable de ti aunque has de ser la víctima, el cielo de la rayuela


encarnado,
juego, salto, dolor por el lobo que husmea entre mis piernas.

Este pasadizo me avanza. Volveré a derrumbar tu cuerpo


como un bosque nocturno.

Población de angustia tu forma de ahuyentar.


La respiración concreta asfalta las flores.
Cavernariamente queda el olor y vas a sangrar junto a tu madre.
Mi amor prescinde de ti. Mi amor sobresalta el sueño dentario.
Soy tu nueva lección de infierno, necesaria como lo que ocurre,
pero no me confundas con el que se avecina.

Voy a herirme.
Como primera disculpa me arrinconaré en tus huesos,
malamor contra las piedras,
sal si quieres.

Miro y me esfuerzo en tu pasado para no querer acompañarte.

25
A J. y puede que a J.

Pretendo continuidad en los parques sin olor a muerte esférica


para ocurrirte de verdad, conmigo, a través
y ver tu música de encuentros paralelos.

Ambigüedad en los parques, resumiendo el barro y la estatua


podríamos encender contornos, sin el horror
y marchitar las fuentes a través
de las orillas continuas, ambiguas.
Brevedad de los parques. Ni siquiera eso. Es como hablo.
No podemos y aún hay lugar.

Continuidad en los parques nuestros contra la palidez


que abarca todos los caminos.

Tú y yo somos muchos aunque a veces te me mueras


y otras seas nada que añadir a vuestra altura. Paseabais por el parque,
leve espiral a sorbos. Hay palomas
y un ángel. Continuidad de alas. Con las alas en los parques
rueda la salvación, hojas y escondite del amante lisiado. Amores,
pretendo vuestra deuda amarga, la desdicha continua de luz
hacia ningún horizonte.
Soledad de los parques frente a ti y otras cosas que irrumpen
abiertas por mis ojos. Brevedad de tus ojos. Vives
al margen de mi boca pero buscas la palabra
siendo tú continuidad de los hijos sin casillas.

Pretendo
sentir que vienes siempre aunque no sé por qué.
Fijeza y comunión.

26
Dame la lucha que remansa, la vértebra porosa que me asoma por el pecho
aunque ahora duerma en tierra bautizando a las hormigas.
Dadme la mano, continuidad de estatuas,
ambigüedad de piedra, lávame la cara con tu música de encuentros desolados.
Te orillarás en el mar que hiciste.

Pretendo
continuidad de los parques sin la muerte vertebrada, contigo,
que te raspa el horizonte porque sabes que aún hay lugar.

27
La muerte y la doncella
se contienen.
Sabemos muy bien que se acabó la luz de un principio imaginario
y nos rompemos en uno.
Pero no basta. Nada vuelve los ojos y devora
empezando por el cuello.
Nos maquillamos con sangre genital para aplacar el vacío,
rueda la maleza pese a todo
con agujas en el costado. Percibo un olor
que acecha alejándose,
nos abraza de cuchillas.

No ha quedado impune la esperanza. Un ligero desmayo de los huesos


avisa de la ternura trenzada en el crimen.
La pirámide navega por la verdad. Su cúspide tampoco importa
y no estar allí es doble condena.

Nosotras nos mordemos los tendones


la una a la otra, como blasfemando contra el vientre húmedo.
Nos contenemos a la vuelta de todas las esquinas, nos invadimos
porque mi niñez no es rubia y el dolor siempre es sublunar.

Pasemos ahora a explorar la música y el motivo,


mi frente descuidada, su cuerpo flotando en la corriente
del río que nace del miedo y la miseria.
Olvidar lo que nos abalanza para despertar otra vez oscuros.

La muerte y la doncella
se enamoran. Persiguen su dentadura por los espejos.
Sólo nosotras nos amamos así, repitiendo
un sueño de mar inesperado.

La hierba se da importancia cuando las siente caer.

28
Buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno
y hacer que dure, y dejarle espacio.
Italo Calvino

Amigos
Mientras la tarde avanza no consiente el gris la vida
y os abarco en la memoria.

Con brutal entendimiento, como un niño, vengo a veros.

Si no sirven para nadie las palabras sobre mármol


ni el cadáver que amenaza desde el fondo,
queda un día que ha pasado y aún espera
( y viajamos hacia el mar
con el alma contagiosa de las flores)

Ya he vivido eternidades como espejos que se espían.


He vivido del cristal que quiebra el tiempo.
He vivido sin vosotros.

Si uno más en cada ausencia, si la innata cualidad de ser amigos


se desliza, si recoge los segundos por si acaso.

Somos fruto de otro día terminado y aún distante,


somos hijos de los sabios sin razones
que nos guíen,
somos una sola cosa.

Y viajamos hacia el mar


con el alma como un fiel paracaídas.

Y miramos hacia el mar


y nos reímos.

29
Espero que me liberen por si queda algo que
decir y miro.
Vuelvo arriba o dame la mano, Gloria,
que nadie entiende y al despojar se comen todo,
la grieta que nos abarca.
Termíname como los nuevos filos dibujados.

Por fin reventó la luz, por fin reventará


frente al péndulo paciente en una misma dirección.
De todas las veces, una, desde allí
frecuentaré la salida o dame la mano, Gloria,
la grieta que ha de ser cada momento,
y no me hartara. Oye
deslizar el amarillo más despacio cuando juntos
o lejos
desbordamos la importancia de ser.

30
Pedro,
eres el peor, el más inútil,
por eso tendrás lugar en mí, espacio
cumplido desde siempre.

Cuelgo los ojos que no sabes cerrar


y te necesito.
Estás en el mundo y cobra
sentido la víspera de todas las muertes
por ti, que no sirves para nada
porque tu carne se enjambra de amor
por la ruina que soy.

Te ofrezco un golpe mortal pero limpiaré tu casa


y doleré por tu herida de labio a labio
hasta salvarte.

Hablo de un niño que salta y ríe


para endulzar la lentitud de mis costillas.

Sus manos me daban paz

Somete la miseria sin rozar su costra


mirando desde un cielo que a nadie más contiene.

La paz oscura

Eres el más inútil con los ojos de un dios perro.


Los hombres se arrastran
o crecen, vencidos
por tus manos que dan la paz oscura
de que existas a partir de esta tierra.

31
Julieta,
me gustaría que estuvieras aquí
y que fumáramos mucho de la vida
empeñada en darnos filo.
No me importa con tal de tu camisa sirviéndose el café
y en la calle los reptiles voceando su hermosura
al compás de un pie dorado.

Si supieras estar aquí más a menudo y fueran otros los que...


Tú me tienes que buscar por los feroces
desertores de mi frente. Yo prefiero verte a ti,
no a tu amante cavernosa.

Primero apacigua la tierra y luego vamos


a romper saludos de pared.

Por el humo azul


traspareces.
Sobresueño,
festín de eternidad.

32
La alegría se subió a los párpados
y el vicio más lógico quebró por tu boca, lo que decías.
Mi límite hacia la constancia
fue nacimiento.
No dejó huellas de pies letales ni propósito.

Mar herido. Amorador.

El que salta llegó sin luces para requerirnos mucho,


pero bailó acerca del deseo, besar los tendones, el hueso, la blandura. No
acabaríamos
ni bebiendo la sangre.

Espero sobre la muerte y todo lo que sufre,


tú, con filos más lejanos.

Explica la alegría como desesperanza,


sonrisa aparte de rizos bienhechores,
don de olvido,
nada, pero más que un paseo de lobos tendiendo el cuello
con instinto olfateador de cunas.

Sentí la alegría
y no fue abrir los brazos
ni abandonar mi reflejo en un tren sumiso a próximas paradas.
Se subió a mis ojos, te veía como un animal que sólo nace.
Se encerró en la música sellando la infinitud,
igual que la eternura por todos los rincones.

Mar herido. Amorador,


sabes ya qué cierta la alegría.
Sabes qué cierto morir y la alegría.

33
Esto está pasando como si nunca
volviera a pasar.
Entonces
no me queda nada de ti
aunque no acepte la tierra en ambos lados
conteniéndome.
Hubiera acabado igual pero no tan perfecto
sino con un dolor amarrado a los muslos, crecido
en las noches.
Arrastro las venas, la carne, llego
a él, que puede verme así, tras de la boca.
Suplico una extensa conmoción de todo
y que no haya paz ni alegría
ahora que dices que no puede ser.

34
Se verían siempre
con todas las bocas abiertas.
Se reconocen
por el alambre curvo que tira de sus ojos hacia abajo,
se nostrean de punta a punta, invencibles
del golpe creciente.
Fueron más. Barrunto de alas,
vuelo y despedida en la fila negra.
Hubo muertos que no esperaron,
pero siempre se verían.
Las compuertas ebrias, el suelo invadido
de titanes, perfectamente manso en su orilla,
cangrejo rocoso que viene alejándose a ellos.
Brazos, brazos…
Y ven el abrazo.
Dientes, dientes…
Y ven el beso eternuro.
Sus brazos rotos, su lengua colgando la sangre.

Se verían desde los ojos


y llegarán a las uñas clavadas en la tolerante retina.
Caminos, caminos…

Y ven una mujer bostezando semen,


pero pudieron verse antes.
Inquietos, nos vimos, sabemos que nos vimos siempre. Nosotros
doloridos, inútiles, capaces sólo de amarnos en la eternidad del fósforo.
Nos acariciamos las vísceras aunque los ángeles no suden.
Sabemos de la extensión. Nunca la suma es aceptable
por los dedos como ramas lascivas,
por los ojos como ojos lascivos
y el poro o tentáculo se olvida de sí
para ejercer el aire entre los que habitan. No olvidemos

35
la cantidad de carne que anima nuestras frentes, Julieta,
y a partir del hueco se dividirá la esfinge
con un mismo propósito.

36
II
Grietas

Ya va a venir el día; pasan, han abierto en el hotel un ojo, azotándolo, dándole


con un espejo tuyo.

César Vallejo

37
Dos que hablan

Es tiempo de estudio
a pesar de que hay alguien arañando la puerta.
Estudiemos a fondo porque así no nos pueden ver, tan ignorantes,
sin saber todavía la fuerza ni esas cosas que brillan lejos.
Quizá no brillen, puede que se enciendan cuando abramos.

Pero… si es tiempo de estudio, siempre lo será. No te levantes


ni toques. El cielo está en calma. Supongo que este olor
proviene de allí y no lo entiendo, por eso tengo que aprender.

Me voy.
No podrás con este peso. No hay lugar más amplio. No encontrarás lugar
donde los brazos cuelguen más acompasados y el cielo te reciba
más sumiso.

Me voy

38
Qué descuido en vuestra carne. Ni un intento de caer
avasallados de dolor.

Qué poca muerte la mitad que no era sueño.


Nada noble. Ni miseria, ni desdicha,
nada más grande que una sombra siempre a medias
y un hombre en cada esfuerzo por dormir no muy altos
aunque juntos en la carne descuidada,
plena sin vosotros, rota en días. Esto fue ayer
cuando nadie miraba para arriba o entre hombros. Luego
llegaron los lucientes cargados de otras cadenas vertidas en luz
y sólo luz. Qué descuido en vuestra carne,
qué poca muerte prometéis. A medias también
crecen vuestros hijos de huesos blandos.

Y Minotauro, otra vez sin comprender, envuelto en sangre,


qué poca muerte anuncia con su muerte
sin carne, de carne obligada, infeliz.

Un milagro enternecido desclavándose los ojos


siempre a medias. Si rompiera a matar
la mitad continuamente, doliéndolo todo, la otra parte
en ningún sitio maestro en líneas.

Se ofrece con cuidado y perecéis intactos en las cajas.


Ni un intento de caer rotos de labios o piernas.
Nada más breve que las manos limpias.

Ahora no sonríen.

Qué descuido en vuestra muerte,


cuánta vida amenaza detrás.

39
La ciencia melancólica

No te atrevas a consolar a nadie, no lo insultes así.


No prescindas del odio. Aborrece por todos los hombres.
No complazcas la vista en un engaño sin eco
y derrota al eco superándolo en nada.

Golpea. Golpea siempre. Reconoce la sombra detrás de ti mismo, plena y


atroz.
Amansa los días desesperando.
No ames. No ames lo que morirá. No tientes tu pulso y no te rindas
a la máscara belleza, a la ternura que confirma todo el sufrimiento.

Grita fuerte sin dar opción a la víctima enternecida,


que no quede en pie.
Reduce la materia a un transcurrir de reinados sólo tuyos
por el poder de la pena sin tregua.

Somete las razones que te harían bueno, feliz, humillado.


Invierte el sentido de la luz
y entonces, el amor. Entonces la belleza, la ternura
mientras caes frente a ti, solo y despierto, intensamente mortal.

40
Caminos para el olvido

Dejar caer las manos o abrazar la exigencia mostrando una señal de rendición.
Hacia dentro será temer primero para eludir la condena del agua
desperezando la quietud con sus armas de infinito o brotar al revés conociendo
el sur a partir de las noches.
Vuelve, olvido, a cada frente y lamenta
la palabra que te hizo importante.
Despliega tu amor alado. Abriga siendo muchos
para olvidar.

Regresa por donde nos perdemos. Apaga después la luz


para poder elegir nuestra derrota,
ser ciegos de la ley que te expulsa
o la rigidez del cielo con más información
asombrada por tu llanto
y tu silencio de pecera.

41
Dedicarse a la mentira libremente,
sin el desgarro de su claridad.

Vemos la grieta,
se almacena de inviernos.

Dedicarse a despejar la duda sin tu caridad,


espina de mil brazos,
piedra inmune.

Vemos la grieta y la entregamos por fuerza de suelos posibles.

Entregarse a la grieta,
malherir la piedra,
caer de los mil brazos ensartados en la espina,
caer para trepar por el suelo constante,
sangrar por los oídos de tanta presión en corrientes subterráneas,
malherirse en la grieta,
morir.

42
De las materias

Vuestra frente sería como la de los ángeles


si existierais,
esos ángeles que vigilan el trayecto de nuestra infancia en perfecta evolución
hacia que no podamos tocarnos.

No estáis en el espacio que apenas respiro.


No teméis el límite del vientre y yo intento no parar de nacer ignorando la pura
estatua.

Cada infierno toma su turno porque el oficio del cristal es revelar la memoria
de lo que permanece.
Avisa del primer escalón y el alma se retuerce fija con los huesos astillados,
pulpando la forma que no deja de estar.

Enjambres paralelos. No importa continuidad de ojos cada vez más vencidos


pues las nubes
no nos olvidan.

Crecen las raíces. Eso bastaría para arrinconar la dicha y qué hacer si no sois
de la tierra.
No puedo elevar mi gesto en dulzura porque yo sí soy de la tierra.

De no ser tan imaginarios, me veríais,


pero abarcáis la esencia que no se merece.
Vuestra piel os hace de otro mundo en la región de los mendigos, anuncia la
gran
levedad.

Comprobé la noche. Concebí el preludio de una tarde a partir del deseo,


pero siempre estuve aquí, cercana.
Soy de los que mueren aunque mi muerte es pacífica,
tampoco podrá tocaros.

43
No hay razón para el sueño cuando la carne regresa al lugar donde el niño
antiguo
bebió madre y lodo.

Volver allí para saber qué murmuraron las estrellas, cómo organizaron
olvidando su propia obra
y el dolor.

No nos tocaremos porque seréis de una especie amplia que me acecha con su
altura.

Cosecháis las caricias en el tacto de la leyenda,


lo puedo ver al trasluz de las miradas que pierdo.
El aire defiende vuestro contorno con la impertinencia del que os ama.

Dejadme la fuerza para no haber sido nunca parte.


Dejadme volver de nuevo marítima y fugaz si ya no es posible saltar de otra
manera
hasta que uno de vosotros hubiera escrito esto pensando en mí.

44
Hablas en otra piel, maga del inicio, asoladora,
y habrás de saber morir según leyes de la víspera,
cesar antes de todas las mañanas.

Ella frecuenta el destiempo, te acoge;


tus pedazos se disuelven en su lengua para ser de una vez.

Te dará el esquema del vacío y sumará el abrazo.


Dice que es así, tal como las olas sostenidas o la punta de sus dedos
melodiando el rastro de maleza que te hace llorar.

Se te caen los ojos dentro. Ya puedes leer, ha vuelto la cara hacia tus dientes.
Dice que empujes los espejos de cierta realidad que invade sus miradas.
Y ella no existe para que la puedas tocar.

45
La piedra suave por mar o viento. Blanca.
será la misma piedra siempre
la ternura innumerable protección de tristes
lamiendo por crecer el beso en hilo. Ávidos.

Los muertos se acompañan de sí soñando piedra


blanca suave (el mar, ternura)
muriendo más fuertes cada vez,
deshabitados.

46
Limpieza

El muerto que abraza a un vivo que desconoce por sentir los pies en la carne
y no el vértigo del tiempo abismado sobre la plenitud del frío.

El muerto que llora de certeza y unidad,


enajenado en los ojos,
la mirada hacia dentro. El alma se aferra al descanso de títeres
y la verdad aguarda en la distancia enseñando sus dientes de lluvia.

La muerte que arrastra mi pecho por cloacas


limpiando después con un día tras otro,
y el muerto que se abraza llorando
recuerda el futuro.

Su pasión es soledad por él y todos los seres.

47
Fotos

Los ojos
se doblan.
Nada parece haber ocurrido si no tuercen los ojos
hacia el punto vertebrado.
Mil golpes en cada hilo y el temblor.

Enseñan los ojos ahora que son verdad impune.


Qué sabios al sufrir así, por los ojos vivieron.
No hay ruido, continuidad de ojos. Principio
que amenaza ya y apremia.

Adónde quieren llegar tan quietos,


seguros de su importancia. Dolor. Los ojos invaden y crecen
en multitud asolando a quien ronda y los descubre
en un momento doblado al infinito,
su tarea.

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Hay cosas antiguas porque se han comido otras cosas
y a todas las personas que pasaron
con su carga de muerte o de vida.
Es así que al final sólo quedan las cosas
antiguas y llenas de lo importante,
un gesto, una palabra
definitiva que se vació por sus grietas
y persevera siempre en los que saben
y los otros la intuyen o se estremecen con su contacto.

Seremos cosas antiguas que asumirán nuestra presencia.

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Vi la serenidad en los ojos de las reses destinadas a
los cuchillos industriales y los caballos inmóviles
en la tristeza;
después, la cal, su luz en los ancianos, y grandes grietas
habitadas por lamentos .

Antonio Gamoneda

El paso de la laguna Estigia


(o desde el cuadro de Patinir)

Es necesario. Desde aquí veo su esfuerzo, los músculos grises de


sabiduría limitada por la raíz del oficio.
El trabajo disminuye la certeza mitológica de sus ojos que me ignoran para
arrebatar todos los ojos hacia el vuelo horizontal.
Pero me lleva donde le pedí. Al término del viaje inexistente comenzará el
estudio.
Siempre estuve donde he nacido y el remero no sabe más que yo.

No desciendo. No es tránsito. No hay forma de regresar aunque no partí.


Las tres visiones se aúnan. Permanezco para condenarme.

Llego para ver un vientre abierto que amamanta con sangre el paraíso de
piedra y zonas blandas.
Llego para ver los latidos que no son tan evidentes
por cegar el rastro que conduce al dolor más inequívoco.
Después ruedan encadenados, adición de horrores
y no hay salvación para los que ven.

Queda el salto sobre fosas comunes


o hundirse en la propia fosa
cuando las piernas se pueden moldear.

Hay una materia que no arde. Me escudo en su lluvia


porque no participó en el origen.

Llego con trabajos.


No hay salvación para los que necesitan ver.

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