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El mundo ha sido afectado por la pandemia del coronavirus, la cual ocasiona la enfermedad COVID-19.

Esta
enfermedad puede afectar a todas las personas; sin embargo, las personas adultas mayores, las mujeres embarazadas y
aquellas con alguna enfermedad previa, como diabetes o hipertensión son más vulnerables. Debido a que no había una
cura, el contagio entre las personas fue aumento y los gobiernos se vieron obligados a llevar a cabo una serie de
estrategias para mitigar el contagio. Entre las estrategias se encuentran: la suspensión de clases escolares en todos los
niveles, el cierre temporal de los comercios, pequeñas, medianas y grandes empresas de sectores no esenciales, la
restricción de la movilidad, y el cierre de zonas turísticas, deportivas, culturales, de entretenimiento, entre otras.

Ello ha impactado en la reducción de la velocidad de contagio del virus, y se creó una vacuna (eso no significa
que ya todo está en orden, igual hay que tomar ciertas medidas), aunque no se ha logrado detener, ha permitido que
poco a poco se vayan retomando las actividades económicas y el regreso a clases; no obstante, también ha afectado de
forma negativa en términos sociales y económicos a la población.

Muchos factores asociados a la presencia de la pandemia, tales como el miedo a contraer el virus, frustración,
falta de contacto con amigos y profesores, falta de espacio personal y pérdidas económicas familiares, pueden asimismo
contribuir al impacto psicológico que tiene la propagación del COVID-19; podrían llevar incluso a la formación de estrés
postraumático. No es descabellado decir que las disparidades socioeconómicas tendrán un rol clave en el grado de
seriedad de estos impactos. Los efectos desiguales en la salud repercutirán de una manera particularmente dañina la
productividad de los niños de hogares vulnerables en el corto y largo plazo, contribuyendo al aumento de la disparidad
de habilidades presentes en la economía.

La pandemia provocó una crisis en una innumerable cantidad de aspectos, la pandemia de Covid-19 no es solo
una emergencia sanitaria sin precedentes, sino que es una emergencia económica y social, cuya magnitud y
consecuencias están teniendo un impacto dramático en las familias más vulnerables. Resulta especialmente
preocupante la situación que enfrentan las familias de menores ingresos con niños, niñas y adolescentes, considerando
que previo a la crisis, la pobreza infantil, En momentos de crisis, como la actual pandemia, es donde los países deben
demostrar con acciones su verdadero compromiso con la niñez y adolescencia

La rápida propagación de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y las drásticas medidas de respuesta
adoptadas por los Gobiernos han golpeado fuertemente a la economía mundial. La pandemia interrumpió las cadenas
de producción y el consumo en la mayoría de los países, y generando una caída del comercio sin precedentes, aparte de
eso, también generando otras consecuencias reflejadas en los niveles económicos y sociales en los países, como: la
pérdida de millones de empleos; los aumentos en los niveles de pobreza y desigualdad en diversos ámbitos.

A nivel de sectores económicos, los más afectados siguen siendo los servicios, principalmente aquellos
intensivos en contacto personal, el turismo y el trabajo doméstico, así como también otros sectores como la
construcción, por ello, las personas buscan otra forma de generar dinero ya que no tienen trabajo.

La pandemia actual está afectando seriamente la desigualdad social, la distribución de recursos en el largo plazo
y la igualdad de oportunidades en numerosas dimensiones, y además buscar trabajo también se ha vuelto difícil. En una
primera instancia, la interrelación entre la educación, el nivel de ingresos y la salud terminará por delimitar el impacto
del COVID-19 sobre las generaciones futuras. Deberán diseñarse estrategias adecuadas, con vistas tanto en el tiempo
presente como en el futuro próximo, para controlar la propagación y salvar vidas, así como prevenir una crisis social en
el largo plazo mediante la protección de los intereses de las familias más vulnerables.

Así mismo, ciertos países han logrado estabilizar moderadamente sus cifras económicas, la incertidumbre
económica mundial es aún muy alta. Los impactos en los países pueden aminorarse o agravarse dependiendo de la
evolución de la pandemia, la aparición de nuevas cepas, la agilidad para producir y distribuir vacunas, y de la robustez de
los sistemas económicos y de protección social que los países han desarrollado.

De ser controlado el virus, la economía mundial comenzaría a mostrar repuntes hacia el primer cuatrimestre de
este año, lo cual llevaría a que la política económica de los países evolucione desde medidas paliativas hacia medidas
reactivadoras, especialmente en materia de creación de empleo y fomento de la inversión. En el caso de la región, si
bien la recuperación será desigual e incierta, distintas entidades como el BID, FMI y la OCDE han señalado que la
pandemia puede ser la oportunidad para que América Latina implemente reformas estructurales que ayuden a
incrementar los ingresos de las naciones, a reducir la informalidad, y a disminuir la desigualdad.

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