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Nuestras vidas las han digitalizado y ahora parecen paralizadas. Los actos más cotidianos, enviar mensajes, comprar por internet, hacer pagos con tarjeta, no pueden hacerse.
Nuestras vidas las han digitalizado y ahora parecen paralizadas. Los actos más cotidianos, enviar mensajes, comprar por internet, hacer pagos con tarjeta, no pueden hacerse.
Nuestras vidas las han digitalizado y ahora parecen paralizadas. Los actos más cotidianos, enviar mensajes, comprar por internet, hacer pagos con tarjeta, no pueden hacerse.
Se multiplican las noticias de robos de números de
tarjetas, numerosos servidores caídos por ataques, la web de Hacienda y otras de trámites administrativos no funcionan, el whatsup va a ratos y el correo electrónico también falla. Cada cual aporta su relato personal que confirma lo que se dice por las televisiones. Claro que la Pandemia Digital es mucho menos espectacular y fotogénica que la del covid. Tendrán que esforzarse más en encontrar imágenes aterradoras; sin embargo, no habrán de desmerecer testimonios de gente desesperada por no poder acceder a sus cuentas digitales del banco así como las caras de otras víctimas de Apocalipsis digital. Los datos también son inestimable para dar credibilidad a toda esta situación. Sobre todo si son datos fuera de contexto, que no pueden compararse con otros. Solo cifras inimaginables de pérdidas: si se llega a nosecuantos billones de euros, la cosa es bien grave y no es para tomárselo a broma. Nuestras vidas las han digitalizado y ahora parecen paralizadas. Los actos más cotidianos, enviar mensajes, comprar por internet, hacer pagos con tarjeta, no pueden hacerse. En la versión oficial no cabe duda: cientos de miles de haquer