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Orientador: Omar Valderrama Alarcón

EL DRAMA

Para armar un drama necesitamos de un contenido.

El contenido es el “que trasmite” el drama. ¿Qué queremos decir? ¿qué mensaje


queremos comunicar al oyente?, ¿Qué tema, cuestión, problema básico queremos
proponer a la reflexión?. El “qué” decimos va íntimamente asociado al “para qué”
lo decimos; o sea, los objetivos del mensaje.

El contenido debe determinarse teniendo siempre presente a quiénes queremos


dirigirnos, a nuestro auditorio, y extraerse de su propia realidad.

Para armar un drama necesitamos de una historia.

La historia es el “qué pasa” en el drama. ¿Qué argumento vamos a contar? ¿Qué


situación concreta encarnará significativamente el contenido que subyace a
nuestro mensaje?

Esa historia, argumento o trama es la que contendrá implícitamente el contenido.

Y esto es importante: la idea temática del drama no debe estar expuesta


explícitamente como un sermón o un discurso con moraleja.

Y aquí llegamos al motor del drama. El drama es siempre un conflicto. El conflicto


se expresa en los personajes y sus relaciones mutuas.

Y para armar un drama se necesitan unos personajes.

Los personajes son el “quién” del drama. ¿Quién o quiénes viven esa historia que
vamos a recrear para el oyente?, ¿ quién, quiénes sufren el conflicto que
desarrollaremos?

Y por supuesto: ¿cómo lo viven, piensan y sienten?

Al crear los personajes debemos concebirlos como personas. Seres reales,


auténticamente humanos, con toda la profundidad psicológica, las contradicciones
de sentimientos y conductas y toda posibilidad de cambio, propias de cualquier ser
humano.

En la construcción de personajes, nuestra fuente es la realidad misma, es decir, la


gente.

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