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El poder en la Familia

Hemos observado como dentro de la pareja, al igual que dentro de todo grupo, existen
fuerzas estructuradoras que constituyen un "instituido", que tienden a fijar "la
institución" y a limitar la evolución posterior de las relaciones. Entre este "instituyente"
y este "instituido" se organiza un movimiento dialéctico muy vivo, cuya percepción es
muy nítida en el plano de la comunicación.
Jean Lemaire (1986)
El desarrollo de las corrientes institucionalistas a partir básicamente del mayo francés,
no solamente han puesto en entredicho la mayoría de las viejas instituciones sociales,
sino que incluso han abierto innumerables frentes en lo que a pensar la familia se
refiere. Se trata ni más ni menos que del problema del poder, del poder en las
instituciones y del poder en la familia. De las relaciones de poder, como le gusta
puntualizar a Foucault.
Conviene desde el inicio realizar una distinción. No se está hablando de los efectos del
poder en la subjetividad, no se trata de las repercusiones del ejercicio del poder, de la
apropiación del poder y de las derivaciones que tiene en la construcción de la
subjetividad. Se trata de pensar el problema del poder real y de la violencia que el
mismo genera. Esta precisión nos ubica claramente en un más allá de toda aproximación
psicológica y psicologizante, en un registro diferente tanto teórico como
metodológicamente y que, por tanto, no es abordable desde los marcos de la
psicoterapia familiar cualquiera sea su esquema referencial.
Se pretende pensar un marco nuevo con un instrumental que posibilite la modificación
real de la situación, alterar las relaciones de poder al interior de la familia. Y sobre todo
comprender que no es posible modificar las relaciones de poder desde la psicoterapia
familiar, que vela básicamente por las conflictivas emocionales. No estamos en el plano
del aparato psíquico tal como lo enfatiza el psicoanálisis, estamos en la esfera de lo
sociopolítico que determina a su vez la conformación del aparato psíquico. En suma,
estudiar el problema de poder en la familia sin psicologizarlo, sin camuflarlo.
Las concepciones que plantean pensar a la familia como un grupo son aquellas que han
desarrollado los innumerables enfoques de la terapia familiar. Así, se ha puesto el
énfasis en el análisis de la "célula social" como una forma de preservarla y cada escuela
que estudia la familia le ha impreso los lineamientos metodológicos propios, buscando
siempre propender a una mayor funcionalidad del grupo. Estudiar a la familia como
grupo ha sido la consigna. El análisis de la comunicación entre sus miembros, de los
patrones de interacción, de los depósitos (identificación proyectiva e improyectiva), del
funcionamiento de los subsistemas, etc., no han dejado de producir modelos bajo los
cuales es posible diagnosticar al grupo en tanto presenta un funcionamiento más o
menos eficaz o, por el contrario, un operar patológico, con su lista de secuelas en toda
una amplia gama de síntomas entre sus miembros.
Tal es así que se ha dicho que la familia es el primer grupo en el cual nos desarrollamos
por lo que es ese el lugar donde aprendemos a funcionar en grupo. Los estudios de los
grupos, de la clínica grupal, de la fantasmática grupal o del imaginario grupal han
pretendido tipificar esquemas de operación tendientes a determinar productos normales
o anormales o mejor, funcionales o disfuncionales, con todo los peligroso que dicho
etiquetamiento puede tener.
La extrapolación de estos criterios grupales a la familia ha sido tarea aparentemente
sencilla, desconociendo importantes diferencias entre los grupos espontáneos o
artificiales y la familia, que no es de constitución ni espontánea ni artificial.
Por si eso no fuera poco, la psicoterapia familiar lleva implícita en su misma fundación
una ideología familiarista, bajo el supuesto de que la familia es buena de por sí y que
continuará siéndolo, más allá del marco socio económico-político en el cual se
desarrolla. Si la familia es la base de la sociedad, no puede estar en entredicho su
existencia y menos su permanencia, tema que está vedado para su análisis aún en los
círculos más conspicuos. Dicho discurso se ha sostenido pretendiendo presentar el
modelo de la familia burguesa como universal. En todo caso no escapaba a Engels el
suponer una relación directa entre la estructura del Estado, la propiedad y privada y la
familia, inaugurando una forma diferente de analizar el problema de la familia: la vía
institucional. Por ello, abordar la familia es meterse directamente con los estratos más
conservadores de la sociedad, más ligados directamente al control social y al ejercicio
del poder político. Si no es pensable un capitalismo sin propiedad privada tampoco lo es
sin la familia, tal y como está estructurada en este momento.
Es sabido que la ideología familiarista pretende brindar un marco afectivista a algunas
relaciones sociales que pueden resultar por momentos explosivas. Cuando una
importante empresa automotriz dice expresamente de boca de sus ejecutivos que es una
gran familia, es
indudable que desea psicologizar- en términos de relaciones entre padres e hijos - las
relaciones de explotación que aparecen en su seno, y manejar por medio de la culpa las
reivindicaciones económicas de sus empleados. Así, una relación de trabajo se
"familiariza", con lo que se logra el reconocimiento de relaciones de dependencia.
De igual modo la iglesia utiliza también el modelo familiar para mantener incólume su
jerarquía, así como su poder y disponer de éste en un supuesto beneficio de sus fieles
que nunca dejarán de ser hijos, seres dependientes que nunca crecerán. El análisis de
Freud (1921) muestra los mecanismos que autorizan este tipo de agrupamientos y los
dispositivos inconscientes en los que se basan.
La familia antes de ser un grupo es una institución pues ha sido conformada por una
normatividad desde el momento mismo de la fundación de la pareja, de manera estable
y bajo un rígido sistema de responsabilidades que incluso adquieren a nivel del Estado
legislaciones que la autorizan. El Estado es el que norma todas las instituciones del
sistema, entre ellas a la familia. Por eso, las hace a su imagen y semejanza con el
propósito de mostrar su hegemonía: no existe otro modelo de institución que aquel que
autoriza el Estado, reconocía Aristóteles; la sociedad no se puede organizar de otro
modo. El Estado no aparece así interrogado desde otros modelos institucionales acerca
de su pertinencia, aparece como único, como eterno, como inalterable, natural.

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