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HISTORIA DE LA MICROECONOMÌA:
Por ejemplo, cuando se analiza el efecto que tiene un impuesto en la teoría de las finanzas
públicas habrá que decidir qué modelo microeconómico se utiliza para mostrar cómo afecta este
impuesto a la oferta, a la demanda y a los precios, y por tanto cuánto se podrá ingresar gracias a
ese impuesto o cómo afectará a la oferta de factores de producción. Así, un impuesto sobre la
renta puede reducir la oferta de trabajo y un impuesto sobre los beneficios puede disminuir la
demanda de inversión. De igual forma, las principales tesis de la economía del bienestar se
fundamentan en supuestos relativos al funcionamiento de los mercados.
Algunos grandes contribuyentes a la microeconomía han sido Marshall, Walras, Jevons y Menger.
La microeconomía es un conjunto de teorías que tienen un objetivo común, el cual es estudiar el
proceso mediante el cual los recursos escasos se asignan en una economía moderna. Así mismo
estudia el papel que juegan en ese proceso los precios y los mercados. El estudio se acompaña de
la capacidad para predecir y controlar. La microeconomía trata de las acciones de los
consumidores, de las unidades de producción, entre otros agentes económicos. Se pueden dar
varios tipos de asignaciones, cada una de ellas con distinta distribución entre los agentes
económicos. La elección de una asignación concreta es un problema social fundamental.
Microeconomía
La microeconomía es la ciencia social que se encarga de estudiar y analizar las diferentes
implicaciones que tiene la acción humana individual, específicamente sobre cómo esas
decisiones pueden llegar a afectar la utilización y distribución de los recursos que se
encuentran escasos. La microeconomía muestra cómo y por qué los diferentes bienes tienen
valores que no son iguales, la manera en que los individuos toman las diferentes decisiones
ya sea de forma más eficientes o más productivas, y cómo los individuos pueden ser
capaces de coordinar y cooperar mejor entre ellos mismos. La microeconomía ha llegado
a considerarse como una ciencia más completa, compleja, unida, avanzada y establecida
que la macroeconomía.
¿Qué es la microeconomía?
La microeconomía es una parte de la economía que se encarga de estudiar la forma en la
que los hogares y las empresas deciden como limitar sus recursos, productos y servicios,
ya sea para vender o para comprar alguno de los mismos.
Características
Las principales características de la microeconomía son las siguientes:
Historia
Tuvo su origen en Europa a mediados del siglo XIX con un grupo de ideas para organizar
la producción explicando los diferentes valores de los bienes por medio de la sicología del
individuo. Los primeros en utilizar el término fueron los marginalistas, quienes son
considerados fundadores de la microeconomía. En los años 40 del anterior siglo, se avanzó
grandemente en el tema gracias a los procesos matemáticos. Sus principales exponentes
fueron Stanley Jevons, Karl Menger y León Walras quienes aseguraban que había una ley
en la psicología que decía que la satisfacción por un bien aumentaba el consumo de este.
Ramas
Existen tres diferentes ramas de desarrollo en la microeconomía que son:
Microeconomía
Las personas tienen necesidades específicas que cubrir (alimentación, vestido, medicinas,
vivienda) y existen múltiples factores que influyen en la capacidad de generar recursos para
satisfacer dichas necesidades, tales como trabajo, materia prima o capital. El equilibrio y
óptima distribución de estos recursos es materia microeconómica.
Debemos tener en cuenta, además, que la microeconomía desarrolla tópicos que suelen ser
más tangibles para el público, como los precios del mercado, o la cantidad de oferta y
demanda en un sector particular. En cambio, la macroeconomía se centra en conceptos más
teóricos como el Producto Interior Bruto o la tasa de crecimiento económico. Sin embargo,
ambas ramas abarcan aspectos importantes que impactan en la vida de las personas.
Otro tema de la microeconomía son los diferentes tipos de mercado que pueden distinguirse
y, aunque no siempre es fácil diferenciar a qué categoría pertenece cada sector, este marco
teórico nos permite entender mejor cómo funcionan las dinámicas de la oferta y demanda
en cada caso y sus implicancias.
Ramas de la microeconomía
La teoría microeconómica se divide en varias ramas y tipos de temas: consumo,
producción, mercados, equilibrio general y economía del bienestar.
Ejemplos de microeconomía
Algunos ejemplos de aplicación de la microeconomía pueden ser:
Una empresa que confecciona zapatos debe analizar el impacto que tiene sobre su
negocio el alza del precio de uno de sus insumos, el cuero.
En el país B un grupo de analistas ha cuestionado el mercado bancario, pues solo
cuatro grandes bancos compiten en él, siendo considerado un oligopolio. Sin
embargo, otros expertos advierten que se debe tomar en cuenta que las
microfinacieras (que son quince) también ofrecen productos de ahorro y crédito.
Ante problemas climáticos, los agricultores ven reducida su producción de papa.
Esto tiene como consecuencia una menor cantidad ofertada en el mercado y, por
tanto, presiones al alza en el precio.
Preferencia en economía
Las preferencias del consumidor están determinadas por aquellos bienes o servicios que otorgan
una utilidad a este. En otras palabras, estos productos satisfacen las diferentes necesidades que
los consumidores tienen. Sin embargo, siempre teniendo en cuenta sus respectivas restricciones
presupuestarias.
La relación es reflexiva: A ≤ A
La relación es transitiva: A ≤ B y B ≤ C entonces A ≤ C. Junto con la reflexividad,
esto significa que es un preorden
La relación es completa: para todo A y B en S tenemos A ≤ B o B ≤ A o ambas (la
completitud implica reflexividad). Esto significa que el consumidor es capaz de
formar una opinión sobre el mérito relativo de cualquier par de elementos.
Si S es un espacio topológico, entonces la relación es continúa si para cada par de
Si solo hay dos artículos, las clases de equivalencia pueden representarse gráficamente
como curvas de indiferencia. A partir de la relación de precedencia de S se tiene una
relación de preferencia en S/~. A diferencia de lo anterior, en este caso hablamos de una
relación antisimétrica y un orden total.
Preferencia
En las ciencias sociales, particularmente la economía, la preferencia es el orden que un
individuo (agente económico) otorga a un conjunto de alternativas en función de su utilidad
relativa, proceso que da como resultado una "elección" óptima. En lugar de los precios de
los bienes, la renta personal o la disponibilidad de bienes, el carácter de las preferencias
está determinado por los gustos de una persona. La racionalidad económica establece que
los individuos actúan de la manera más conveniente a sus gustos cuando se enfrentan a una
decisión, es decir, a partir de un número de opciones, necesariamente debe tener un
conjunto de preferencias. Por ejemplo, suele preferirse la felicidad al sufrimiento o la
tristeza. Además, usualmente (aunque no siempre) se asume que se prefiere el mayor
consumo de un bien normal a un consumo menor.
Preferencias en economía
En microeconomía, particularmente la teoría del consumidor, las preferencias son usadas
para modelar las decisiones de los agentes económicos. 1 En 1926 Ragnar Frisch desarrolló
un modelo matemático de las preferencias en el contexto de la demanda económica y las
funciones de utilidad.2 Mientras que los economistas de los siglos XVIII y XIX teorizaron
sobre la utilidad, con el advenimiento del positivismo lógico en el siglo XX, Frisch
consideró que el concepto necesitaba una mayor contrastación empírica. Dado que las
elecciones binarias son directamente observables, el concepto de preferencia atrajo a los
economistas de la época. La búsqueda de observables en microeconomía fue después
llevada más lejos por la teoría de la preferencia revelada, donde se sostiene que las
preferencias de los consumidores pueden "revelarse" a partir de lo que compran,
particularmente en diferentes circunstancias de ingresos y precios.3
Gérard Debreu, influenciado por las ideas del grupo Bourbaki, defendió la axiomatización
de la teoría del consumidor en la década de 1950, y las herramientas que tomó prestadas de
las relaciones binarias se han convertido en una corriente principal desde entonces. 7
Aunque la economía de la elección puede examinarse tanto a nivel de funciones de utilidad
como a nivel de preferencias, pasar de una a otra puede resultar útil. Por ejemplo, cambiar
la base conceptual de una relación de preferencia abstracta a una escala de utilidad abstracta
da como resultado un nuevo marco matemático, que permite formular e investigar nuevas
condiciones sobre la estructura de las preferencias.
Axiomas de la elección racional
Sea un conjunto de alternativas posibles, mutuamente excluyentes, entre las que debe
Para que la relación de preferencia sea racional ha de verificar otras dos propiedades
matemáticas:
Completitud:
∀x,y∈X,x≿y∨y≿x
Transitividad:
∀x,y,z∈X,x≿y∧y≿z⟹x≿z
∀x∈X,x≿x
Las preferencias pueden realizarse en torno a ciertos temas. En economía se suele emplear
con canastas de bienes o compra de servicios. En inteligencia artificial, sin embargo, se
utilizan los estados del mundo externo. A partir de las preferencias puede crearse una
función de utilidad, la cual asigna una numeración real siempre y cuando respete las
preferencias establecidas sobre X . Por ello, una función U : X ---R es una función de
utilidad que representa la relación de preferencia ≥ sobre el conjunto si: U(x) ≥ U(y)
Si solo hay dos artículos, las clases de equivalencia pueden representarse gráficamente
como curvas de indiferencia. A partir de la relación de precedencia de S se tiene una
relación de preferencia en S/~. A diferencia de lo anterior, en este caso hablamos de una
relación antisimétrica y un orden total.
Ceteris paribus
La satisfacción de una persona no depende únicamente de los bienes que consume, sino
también sus actitudes psicológicas, las presiones de su grupo social y su entorno cultural.9
Los economistas tienen un interés general por analizar estas influencias, pero normalmente
tienen que estrechar su enfoque. Por tanto, una práctica común consiste en dirigir nuestra
atención exclusivamente a las elecciones entre opciones cuantificables (por ejemplo, las
cantidades relativas de alimentos y cobijo que han sido adquiridas, el número de horas
trabajadas por semana o la elección entre tasas fiscales concretas), pero manteniendo
constantes todos los demás factores que afectan el comportamiento. El análisis económico
de las elecciones para maximizar la utilidad recurre al supuesto "ceteris paribus"
(manteniéndose todo lo demás constante), a efecto de facilitar el análisis de las elecciones
en un contexto simplificado.
Esta herramienta se conoce como las curvas de indiferencia, que proporciona las
diferentes combinaciones de bienes que otorgan el mismo nivel de utilidad o satisfacción a
un individuo. Este es el tema que desarrollamos hoy en nuestros Conceptos de Economía.
La curva de indiferencia muestra las diferentes combinaciones entre dos bienes que
reportan la misma satisfacción a una persona, y que son preferidas a otras
combinaciones. Por ejemplo, todas las combinaciones posibles de hamburguesas o
películas que reportan a la persona el mismo nivel de utilidad o satisfacción. La curva de
indiferencia refleja simplemente las preferencias entre pares de bienes y no tiene relación
alguna con el dinero o con los precios. A lo largo de la curva de indiferencia cada punto
tiene un valor monetario distinto, pero su satisfacción es la misma.
Por definición, a una persona le da igual encontrarse en cualquiera de los puntos de una
curva de indiferencia dada, pero sí preferiría encontrarse en la curva de indiferencia más
alta posible, dado que mientras más alejado del origen, mayor es el nivel de
satisfacción. Sin embargo, lo que le impide alcanzar curvas de indiferencia más elevadas,
es su restricción presupuestaria. En otras palabras, y como se muestra en la gráfica, la
curva de indiferencia más alta que puede alcanzar una persona es aquella que toca la
restricción presupuestaria en forma tangente (curva B de la gráfica). En este punto de
tangencia, tanto la curva como la recta tienen la misma pendiente. Por lo tanto, en el punto
de tangencia, la pendiente de la Tasa Marginal de Sustitución tiene el mismo valor que la
relación de los precios relativos que indica la restricción presupuestaria. Tenemos así un
principio básico de la decisión del consumidor: los individuos eligen en el punto en que la
relación marginal de sustitución es igual al precio relativo.
La restricción presupuestaria significa que los bienes de un consumidor están acotados por
su renta. En este caso, puede gastar todo en hamburguesas (intersección con el eje vertical),
o todo el ingreso en películas (intersección con el eje horizontal) La pendiente de esta
restricción presupuestaria mide la velocidad (tasa de cambio) a la que un consumidor puede
compensar un bien por otro, y está dada por los precios relativos de ambos bienes. Por eso
que la restricción presupuestaria está determinada tanto por el ingreso del consumidor,
como por los precios relativos de los bienes. Pero adquiere más sentido cuando
incorporamos el análisis de las curvas de indiferencia, que son las que incorporan las
preferencias del consumidor.
Curva de indiferencia
Figura 1. Un ejemplo de mapa de indiferencia con dos bienes elegibles X e Y y tres curvas
de indiferencia, es decir, tres niveles de satisfacción distintos.
Las preferencias del consumidor le permiten elegir entre diferentes canastas de consumo. Si
se ofrece a un consumidor dos canastas diferentes, elegirá la que mejor satisface sus gustos.
Si ambas satisfacen sus gustos en igual medida, se dice que el consumidor es «indiferente»
entre las dos canastas. Existen discrepancias entre autores sobre si la continuidad,
derivabilidad y convexidad de dichas curvas están garantizadas y ello tiene fuertes
implicaciones en la discusión sobre la existencia o no de puntos de equilibrio. Desde un
punto de vista matemático la discusión implica el axioma de elección.2
Historia
La teoría de las curvas de indiferencia fue desarrollada por Francis Edgeworth en su libro
Mathematical Psychics: an Essay on the Application of Mathematics to the Moral Sciences,
1881,3 Vilfredo Pareto las dibujó por primera vez en su libro "Manuale di economia
politica con una introduzione alla scienza sociale", 1906.4 La teoría se deriva de la teoría
de la utilidad ordinal, donde se presupone que los individuos pueden clasificar cualquier
combinación de bienes por orden de preferencia, siendo el origen de esta los trabajos de
William Stanley Jevons.
Mapa de curvas
Cada combinación de bienes ofrece un determinado nivel de utilidad, por lo que pasan
curvas de indiferencia por todos los puntos del plano. Las curvas de indiferencia son de esta
manera similares a las curvas de nivel de un mapa, que representan líneas de la misma
altitud. Existen infinitas curvas de indiferencia en un plano. 5
Las curvas de indiferencia representan las preferencias del consumidor y de forma genérica
se pueden sacar conclusiones sobre ellas que son trasladables a las propiedades de las
curvas de indiferencia, son por tanto las reglas o propiedades que rigen la ordenación del
mapa de curvas de indiferencia de un individuo. La teoría del consumidor se basa en
preferencias regulares de los consumidores para que los equilibrios enunciados sean
válidos, por tanto las preferencias y por tanto las curvas de indiferencia han de cumplir una
serie requisitos para estudiar el equilibrio del consumidor:
1. Se prefieren las curvas más alejadas del origen. Dado el axioma de insaciabilidad,
los consumidores prefieren combinaciones con una cantidad mayor de bienes. En la
figura 1, se muestra un mapa de indiferencia compuesto por tres curvas. La que está
situada más a la derecha y más arriba (I3) representa un consumo de mayor que la
situada más a la izquierda y más abajo (I 1), por tanto, el consumidor prefiere la
curva de indiferencia más alta (I3) a la más baja (I1).6
2. Son decrecientes. De acuerdo al principio expuesto anteriormente, las curvas de
indiferencia deben ser decrecientes, es decir, tienen pendiente negativa. Una
disminución en el consumo de un bien se compensa con un incremento en el
consumo del otro bien para mantener la misma satisfacción. También se podría
expresar de forma que el incremento del consumo de un bien (X) no produce un
incremento de la satisfacción total del individuo si se compensa con una
disminución del consumo del otro bien (Y). La pendiente de una curva de
indiferencia (relación marginal de sustitución) refleja la tasa a la cual el consumidor
está dispuesto a sustituir un bien por el otro. En la mayoría de los casos, al
consumidor le agradan ambos bienes. Por consiguiente, si la cantidad de un bien se
reduce, la cantidad del otro bien se debe aumentar para que el consumidor se sienta
igualmente satisfecho. Por esta razón, la mayoría de las curvas de indiferencia tiene
pendiente negativa. Como excepción, solo las curvas de indiferencia
correspondientes a bienes cuyo consumo produce un rechazo, serían crecientes. 7
3. Las curvas de indiferencia no se cruzan. A partir del carácter transitivo de las
preferencias se deduce que pasa una única curva de indiferencia por cada punto del
espacio. Si dos curvas de indiferencia se cruzasen, como en el punto B de la Figura
3, entonces, debido a que el punto B se encuentra en la misma curva de indiferencia
que el punto A, los dos puntos producirían la misma satisfacción al consumidor.
Además, debido a que el punto B se encuentra en la misma curva de indiferencia
que el punto C, estos dos puntos también otorgarían la misma utilidad. Pero estas
conclusiones implican que los puntos A y C también harían al consumidor
igualmente feliz, aun cuando el punto C tiene más de ambos bienes. Esto contradice
el supuesto de que el consumidor siempre prefiere más de ambos bienes que menos.
Por esta razón, las curvas de indiferencia no se pueden cruzar. 7
4. Son curvas convexas hacia el origen. Esto significa que se valora más un bien
cuanto mayor es su escasez. Cuando se dispone en abundancia de un bien, el
consumidor está dispuesto a prescindir de una unidad a cambio de poca cantidad del
bien alternativo. Sin embargo cuando renuncia a un bien escaso, solo mantiene su
nivel de utilidad si cada unidad renunciada se compensa con cantidades crecientes
del otro bien. La pendiente de una curva de indiferencia es la tasa marginal de
sustitución, entendida como la relación de intercambio entre bienes dispuesta por un
consumidor . La tasa marginal de sustitución depende usualmente de la cantidad de
cada bien que el individuo se encuentra consumiendo. En particular, debido a que
las personas están más dispuestas a intercambiar los bienes que poseen en
abundancia y menos dispuestas a intercambiar aquellos bienes de los que tienen
poco, las curvas de indiferencia son convexas al origen.
Aplicaciones
Las curvas de indiferencia junto con el presupuesto que dispone el consumidor para gastar
(recta de balance) son los elementos fundamentales para determinar el punto de equilibrio
de un consumidor y con él deducir su curva de demanda, definida como el conjunto de
puntos que potencialmente pueden ser de equilibrio. Para que las conclusiones alcanzadas
en el equilibrio del consumidor sean correctas, es necesario que las preferencias de los
consumidores sean regulares y por tanto las curvas de indiferencia cumplan las
restricciones exigidas por el modelo (continuidad, derivabilidad, convexidad, utilidad
marginal decreciente en ambos bienes, no sustituibilidad perfecta, entre otros).89
Tasa marginal de sustitución
En economía, se conoce como tasa marginal de sustitución (TMS) a la cantidad de bienes o
servicios que un individuo está dispuesto a cambiar por otra, sin que por esta pierda su
nivel de utilidad o satisfacción.
Pero al cambiar las circunstancias es posible que ya no pueda seguir obteniendo con
facilidad las 3 unidades del producto B, o bien porque es escaso o porque sus recursos no
son suficientes, que también puede suceder por disminución de sus ingresos o por
incremento del precio del producto B.
El caso es que llegado el momento en que el individuo tenga dificultades para obtener las 3
unidades del producto B, optará por sustituir una unidad del producto B por una unidad del
producto A, para seguir conservando el nivel de satisfacción considerado por él adecuado.
En el supuesto que no pueda adquirir las 3 unidades del producto B, el individuo estará
dispuesto a sustituir una unidad del producto A, con el fin de mantener su grado de
satisfacción en un momento dado. Dependiendo de la satisfacción y la utilidad que le
representa cada producto individualmente, el consumidor podrá sacrificar un producto por
otro.
Caso contrario, entre menor disponibilidad haya de un producto determinado, mayor será la
utilidad que el individuo le otorga a un producto, por consiguiente, será reacio a sustituirlo
por otro.
El individuo siempre presentará una tendencia a sacrificar el producto que le ofrezca una
menor utilidad, a cambio de aquel producto que para el represente mayor utilidad.
Es importante conocer la tasa marginal de sustitución, tanto para el individuo como para el
productor, pues este podrá conocer, en determinado momento, que productos estarán
dispuestos los consumidores a sacrificar a cambio de otros.
Conocerlos con exactitud, les permitirá una indudable ventaja, puesto que podrán
aprovechar al máximo los comportamientos del consumidor en determinadas circunstancias
y situaciones.
La tasa marginal de sustitución tiene, por lo general, forma de curva con pendiente
descendente. Cada punto a lo largo de la curva nos indica una combinación distinta de
bienes, por lo que matemáticamente hablando, la pendiente de cualquier punto a lo largo de
la misma nos indicará la tasa marginal de sustitución.
Curvas de indiferencia
Las curvas de indiferencia son representaciones gráficas de las diferentes utilidades
reportadas a un consumidor por parte de dos bienes distintos, por los que nos permite ver
qué combinación de ambos bienes reportarían qué utilidad al consumidor. Todos los
puntos de las curvas de indiferencia serían entendidos como diferentes combinaciones de
ambos productos que tienen como resultado la misma utilidad para el consumidor.
De igual manera, nos es imposible comparar dos combinaciones distintas tras haber
realizado los análisis, por lo que no podríamos saber cómo de mejor o peor estaría un
consumidor respecto a su utilidad cuando comparamos la relación marginal de sustitución
del bien A y B, respecto a otra con el bien C y D.
Por ejemplo, si la RMS es igual 3, significa que el individuo está dispuesto a renunciar a 3
unidades de Y para obtener 1 unidad de X. La RMS es igual al cociente entre la utilidad
marginal del bien X y la utilidad marginal del bien Y con signo negativo:
Representación gráfica de la Relación Marginal de
Sustitución (RMS)
La RMS entre dos bienes es el número de unidades del bien “Y” (el que se encuentra en el
eje de ordenadas) que estamos dispuestos a ceder a cambio de recibir unidades del bien “X”
(eje de abscisas) manteniendo siempre constante el nivel de utilidad del consumidor.
La RMS es negativa porque tienes que de prescindir de un bien para obtener mayor
cantidad de otro bien. Esto se produce porque la curva de indiferencia es
decreciente.
La RMS es decreciente porque el consumidor, cuanto más tenga del bien ”Y”, más
dispuesto estará a cederlo por obtener unidades de “X” y, cuanto menos tenga del
bien, menos cederá.
Relación marginal de sustitución
Dentro de la teoría del consumidor, que estudia cómo se comportan los diferentes agentes
económicos respecto a los bienes y servicios disponibles en una economía, podemos
considerar que la relación marginal de sustitución (TMS) es el número de unidades de un
bien concreto a las que estaría dispuesto a renunciar un consumidor a cambio de ser
intercambiadas por una unidad adicional de otro bien, siempre y cuando se mantenga
estable la utilidad del consumidor. Recordemos que, en economía, la utilidad es el nivel de
satisfacción de los consumidores cuando se consumen bienes y servicios.
La tasa marginal de sustitución tiene, por lo general, forma de curva con pendiente
descendente. Cada punto a lo largo de la curva nos indica una combinación distinta de
bienes, por lo que matemáticamente hablando, la pendiente de cualquier punto a lo largo de
la misma nos indicará la tasa marginal de sustitución.
Curvas de indiferencia
Las curvas de indiferencia son representaciones gráficas de las diferentes utilidades
reportadas a un consumidor por parte de dos bienes distintos, por los que nos permite ver
qué combinación de ambos bienes reportarían qué utilidad al consumidor. Todos los
puntos de las curvas de indiferencia serían entendidos como diferentes combinaciones de
ambos productos que tienen como resultado la misma utilidad para el consumidor.
De igual manera, nos es imposible comparar dos combinaciones distintas tras haber
realizado los análisis, por lo que no podríamos saber cómo de mejor o peor estaría un
consumidor respecto a su utilidad cuando comparamos la relación marginal de sustitución
del bien A y B, respecto a otra con el bien C y D.
La tasa marginal de sustitución se utiliza para analizar la curva de indiferencia. Esto se debe
a que la pendiente de una curva de indiferencia es la MRS.
En la tabla, en el punto A, podemos ver que el consumidor está listo para intercambiar tres
unidades del bien Y por una unidad adicional del bien X. Por lo tanto, en esta etapa, la tasa
marginal de sustitución de X por Y del consumidor es tres.
La MRS de X para Y representa la cantidad de Y que el consumidor tiene que renunciar por
la ganancia de una unidad adicional de X para que su nivel de utilidad (satisfacción) siga
siendo el mismo. Suponemos que cualquiera de las cinco combinaciones de la tabla tiene el
mismo nivel de utilidad.
En otras palabras, una teoría de valor sirve para justificar el precio o valor de cambio de
una mercancía. Así, esto varía en función del enfoque que le otorgue cada escuela de
pensamiento económico.
En ese sentido, cabe señalar que, para estimar valor de un producto, algunos economistas
consideran más importantes las variables objetivas (como la cantidad ofertada del bien en
cuestión). Sin embargo, otros académicos dan más relevancia a los factores subjetivos
como la satisfacción que brinda el bien o servicio al consumidor.
Las teorías de valor suelen aparecer como respuesta o complemento a alguna(s) teoría(s)
anterior(es). De ese modo, se enriquece el debate académico.
Pensemos en dos escenarios: Una persona perdida por el desierto y otra que camina por la
calle después del trabajo camino a casa y que no está sedienta. El primer individuo estará
dispuesto a pagar un precio mucho mayor que el segundo por una botella agua. Y
precisamente estará dispuesto a pagar más porque le concede más valor al vaso de agua. En
términos económicos, podríamos decir que al individuo sediento le reporta más utilidad.
La teoría objetiva del valor pretende explicar históricamente el concepto del valor; es decir,
explicar qué es y cómo funciona el valor en una sociedad históricamente determinada. Esta
sociedad es la capitalista. Por lo anterior se puede afirmar que la teoría del valor trabajo tienes
3 características principales:
1. Es histórica, esto es, explica el valor en una sociedad determinada; no pretende tener
validez universal ni para todo el tiempo. La forma de estudiar el valor parte de lo
abstracto (características generales) para llegar a lo concreto (estudio específico de
una sociedad). Explica cómo surge y se manifiesta el valor en la sociedad primitiva y
su evolución hasta su manifestación en la sociedad capitalista actual.
2. Es objetiva; es decir, reconoce la existencia objetiva de los procesos económicos de
una colectividad. La valoración según esta corriente no depende de criterios
individuales, sino que tiene que contrastarse contra la realidad económica. Analiza la
manifestación real y objetiva del valor en la sociedad y lo considera un valor social,
no un valor subjetivo, que dependa de criterios personales.
3. Es social, estudia el valor desde el punto de vista de la producción total de la sociedad.
Lo importante es el valor social y no el valor que cada persona le dé al bien. La
valoración varia al cambiar la forma en que la sociedad satisface sus necesidades.
La mercancía
Características de la mercancía:
Esto significa que puede haber bienes que solo sean valores de uso; por ejemplo el aire, que
es un bien natural no producido por el trabajo del hombre. Pero también bienes producidos
por el hombre que solo son los valores de uso; es decir, no se venden porque satisfacen
necesidades del productor directo.
Una mercancía como valor de uso puede satisfacer diferentes necesidades humanas de
acuerdo con sus características específicas y sus propiedades, que le hacen cumplir con el
objetivo de satisfacer necesidades humanas.
El valor de uso de las mercancías solo se manifiesta en el uso o consumo de los bienes, y
estos valores de uso forman el contenido material de la riqueza. El estudio del valor de uso
no es parte de la economía.
Valor de la mercancía.
El valor se manifiesta en el valor de cambio de las mismas. Un bien puede ser un valor de
uso sin mercancía. Para ser mercancía el producto ha de pasar a manos de otro, del que lo
consume, por medio de un acto de cambio
Adam Smith nos decía que la Tierra (la naturaleza) es la madre y el trabajo es el padre.
Si eliminamos las características Ya hemos visto que las mercancías se presentan con una
gran variedad de valores de uso y que el valor se manifiesta en el valor de cambio de las
mercancías. Actualmente este valor es el dinero
Esto se hace tomando en cuenta trabajo abstracto, simple y reduciéndolo al tiempo de trabajo
socialmente necesario para su producción; en pocas palabras, la medida del valor de las
mercancías es el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas.
Entonces, la empresa DIMA deberá pagar mayores salarios que la media del sector para
manufacturar la misma mercancía. Es decir, los costes de producción de la familia
Fernández serán más altos, y sus ganancias serán menores, en comparación a su
competencia.
Plusvalía
Sin embargo, la realidad es que una persona es más eficiente que otra si logra realizar la
misma faena en menos tiempo. Por esa razón, Marx considera que debe tomarse como
medida del valor las horas hombres promedio requeridas en la industria. Es decir, se calcula
una media con los datos de todas las empresas que fabrican un determinado bien.
. La mercancía que expresa su valor se encuentra en forma relativa desarrollada del valor, y
las mercancías que sirven de material de expresión del valor se encuentran en forma de
equivalentes particulares de valor.
. Las mercancías que expresan su valor se encuentran en forma relativa unitaria del valor,
mientras que la mercancía que sirve de material de expresión del valor se encuentra en
forma de equivalente general.
FORMA DINERO
. La mercancía que expresa su valor se encuentra en forma relativa simple o individual del
valor, mientras que la mercancía que sirve de material de expresión se encuentra en forma
de precio.
Pregunta: ¿cuánto vale 1 metro de tela? Respuesta: 2 kilos de trigo. De esta manera
hacemos más evidente que las dos mercancías no desempeñan el mismo papel. La seda
desempeña un papel activo, puesto que es la mercancía que expresa su valor . Mientras
que el trigo desempeña un papel pasivo, puesto que es la mercancía que sirve de material de
expresión del valor de la tela. Pues bien, de la mercancía que expresa su valor, diremos que
está en forma relativa de valor , y de la mercancía que sirve de material de expresión de la
otra diremos que se encuentra en forma equivalente de valor. Por lo tanto, la forma del
valor o valor de cambio incluye dos formas de valor: la relativa y la equivalente.
Baudrillard erróneamente concibe la relación de cambio entre las mercancías sólo como
una relación de equivalencia. Es obvio que una mercancía necesita expresar su valor, pero
no puede expresar su valor en sí misma. No podemos decir que 1 metro de tela vale 1 metro
de tela, pues así estamos expresando lo contrario, que 1 metro de tela no es más que 1
metro tela. La tela sólo puede expresar su valor de forma relativa, esto es, en otra
mercancía. Por lo tanto, la forma relativa de valor presupone que otra mercancía se halle
frente a ella en forma equivalente. Y a la inversa, ninguna mercancía puede estar en forma
equivalente si otra mercancía no se encuentra frente a ella en forma relativa. Por lo tanto,
forma relativa de valor y forma equivalente de valor son dos momentos de la expresión del
valor, se pertenecen el uno al otro, cada uno existe por medio del otro, y se excluyen
polarmente. Es evidente que la ecuación 1 metro de tela = 2 kilos de trigo incluye la
contraria: 2 kilos de trigo = 1 metro de tela. Pero si hacemos eso, será entonces el trigo la
mercancía que esté en forma relativa de valor, mientras que la tela se encontrará en forma
equivalente. Pero nunca podrá suceder que una misma mercancía se encuentre
simultáneamente bajo las dos formas.
Contenido de la forma relativa del valor. Volvamos a nuestro ejemplo. 1 metro de tela se
cambia por 2 kilos de trigo. Recordemos que esta relación de cambio se puede representar
por medio de una ecuación: 1 metro de tela = 2 kilos de trigo. Pero para comparar dos
magnitudes de cosas distintas, hay que reducirlas primero a la misma unidad . Deben
ser concebidas como objetos de la misma índole, y pueden concebirse así porque
efectivamente son de la misma índole, esto es, valores. Así que la base de la ecuación es
tela = trigo. Las dos mercancías desempeñan papeles distintos. Sólo se expresa el valor de
la tela. ¿Y cómo? Mediante su relación con el trigo en calidad de equivalente suyo. En esta
relación el trigo figura como forma de existencia del valor o como cuerpo de valor .
Esta noción es muy importante para comprender el análisis de las formas del valor. Así que
entremos en detalles. Empecemos con un ejemplo del mundo religioso. Nosotros podemos
considerar a Jesucristo como un personaje histórico real sin más, como podemos considerar
el trigo como un valor de uso sin más. Pero de acuerdo con la representación religiosa
cristiana, podemos ver en Jesucristo, no sólo ni fundamentalmente un personaje histórico,
sino la forma de existencia sensible de Dios. Así se presenta Jesucristo ante el cristiano:
como Dios hecho hombre. Dios es una sustancia espiritual y, por consiguiente,
imperceptible. Necesita, por lo tanto, volverse sensible, objetivo, perceptible. Y Jesucristo
representa esa objetivación sensible. En suma, a Jesucristo lo podemos concebir de dos
modos: por un lado, en sí mismo, en tanto personaje histórico de carne y hueso, y por otro
lado, como forma fenoménica de Dios. Del mismo modo el valor de la tela es una sustancia
social y, por lo tanto, imperceptible. Necesita objetivarse, volverse sensible. Y esto sólo
puede hacerlo relacionándose con otra mercancía en calidad de equivalente suyo, por
ejemplo, con el trigo. Y así, en su relación de cambio con la tela, el trigo existe como
forma sensible del valor de la tela. No figura como valor de uso, sino que su valor de uso
figura como forma de existencia del valor, del mismo modo que Jesucristo figura como
forma de existencia de Dios. Lo mismo ocurre con la palabra: podemos concebirla en si
misma, como valor referencial sonoro sin más, o como significante, esto es, como forma de
existencia sensible del significado.
Las tres particularidades del contenido de la forma equivalente del valor. La tela al
expresar su valor en el trigo, le imprime al trigo su forma de valor particular, la de
equivalente. La tela saca a relucir su valor mediante el hecho de que el trigo equivale a
ella. La forma de equivalente de una mercancía es, por consiguiente, la forma de su
inmediata intercambiabilidad por otra mercancía. Hemos visto que la tela al expresar
su valor en el trigo, le imprime a esta última su forma de valor particular, la de equivalente.
Pues bien, la primera particularidad de la forma de equivalente es ésta: el valor de uso se
convierte en forma fenoménica del valor . Para ilustrar esta primera particularidad Marx
recurre a un ejemplo muy interesante. Una manzana es pesada y tiene, por lo tanto, peso.
Pero no se puede ver ni tocar el peso de la manzana. Por lo tanto, a la manzana le pasa lo
que a la tela con su valor, que no puede expresar su peso en sí misma, sino que tiene que
expresarlo en otro cuerpo. Tomemos entonces diversos trozos de hierro cuyo peso se ha
determinado previamente. Para expresar el peso de la manzana lo ponemos, por medio de
una balanza, en relación con los trozos de hierro. En esta relación el hierro figura como un
cuerpo que sólo representa peso. Dicho en términos fenomenológicos: en esta relación el
cuerpo del hierro se presenta como forma fenoménica del peso. Si la manzana y el hierro
no fueran ambos pesados, el uno no podría servir de expresión del peso de la otra. Si
ponemos la manzana y el hierro en el platillo de la balanza, vemos que en cuanto peso son
lo mismo y que en cierta proporción pesan lo mismo. Del mismo modo, por una parte, el
trigo en su relación con la tela figura como cosa que sólo representa valor, y por otra
parte, en cierta proporción tienen la misma magnitud de valor. Por lo tanto, se ha
demostrado que la primera particularidad de la forma equivalente estriba en que el valor de
uso se convierte en forma fenoménica del valor.
Insuficiencia de la forma simple del valor. Marx llama a la forma simple del valor forma
germinal del valor. ¿Por qué? Porque esta forma tiene que experimentar aún una serie de
metamorfosis, esto es, una serie de cambios de formas, hasta concluir en la forma dinero.
La forma acabada del valor sería aquella donde la tela pudiera representar, por una
parte, su igualdad cualitativa con el resto de las mercancías, y por otra parte, su
proporcionalidad cuantitativa con el resto de las mercancías . Pero en la forma simple
del valor este objetivo no se logra, pues la tela lo único que representa es su igualdad con el
trigo.
Utilidad ordinal
La utilidad ordinal es un concepto económico que señala que es posible ordenar las
cestas de bienes y servicios que consume una persona de acuerdo al grado de
satisfacción que le reportan.
La utilidad ordinal nace como respuesta a las limitaciones de la utilidad cardinal en donde
se pretendía asignar un valor exacto a la utilidad que reportaba cada cesta de consumo.
Dado que en la práctica lo anterior no es posible, la opción que ofrece la utilidad ordinal es
ordenar estas cestas de acuerdo a las preferencias del consumidor. De esta forma, es posible
conocer cuales son preferidas sobre otras, pero no es factible hacer comparaciones
interpersonales de manera exacta.
Para explicarlo, imaginemos que tenemos tres cestas de bienes: A, B y C. Así, es posible
ordenar estas cestas de acuerdo a las preferencias del consumidor. Por ejemplo, si A>C>B,
entonces A es preferido a C y C es preferido a B.
La utilidad marginal.
La diferencia o comparación de los valores que asignan distintos consumidores a las
cestas de consumo.
Utilidad cardinal
La utilidad cardinal es un concepto económico según el cual, la utilidad o satisfacción
que obtiene una persona al consumir un cierto bien o servicio es directamente
observable y cuantificable.
La utilidad cardinal es una medición exacta de la utilidad que obtienen los consumidores de
cada bien o servicio. La unidad de medida utilizada son los “útiles” y con ellos es posible
hacer operaciones aditivas, ordenaciones y comparaciones tal como se hace con los
números.
La utilidad cardinal asigna un cierto valor al consumo de una cesta de bienes y servicios,
valor que depende de las preferencias del consumidor y de la cantidad consumida de cada
bien.
Permite conocer con exactitud cuánto valora un bien o servicio una persona.
Es posible ordenar los bienes y servicios según reporten mayor o menor utilidad.
Se pueden hacer comparaciones directas entre las valoraciones que hacen distintos
consumidores.
Es factible calcular con exactitud la utilidad marginal que reporta el consumo de
una unidad adicional del bien o servicio.
Se pueden graficar las preferencias de un consumidor utilizando una curva en cuyos
ejes se encuentran la cantidad consumida y los “útiles” obtenidos
La utilidad cardinal es una ficción que tiene utilidad teórica, pero que no se ajusta a la
realidad. Las personas son complejas y medir el valor que asignan a los bienes y servicios
es engañoso.
Cuadro comparativo
Utilidad Cardinal Utilidad ordinal
La utilidad cardinal es el servicio en el que se La utilidad ordinal expresa que la
obtiene la satisfacción que obtienen los satisfacción que un consumidor origina
consumidores del consumo de un bien o por el consumo de un bien o servicio no
servicio expresada numéricamente. expresa unidades numéricas.
Promovido por
Economistas clásicos y neoclásicos Economistas modernos
Medición
Dice que la «utilidad» se basa en el rango
Dice que ‘Utilidad’ se mide en ‘utilidades’.
de la «satisfacción».
Acercarse
Cuantitativo Cualitativo
Análisis
Análisis de utilidad marginal Análisis de curvas de indiferencia
Realista
Es menos realista. Es más realista.
Otro nombre
Análisis de utilidad Análisis de curvas de indiferencia
Diferencias clave
1. La utilidad cardinal es el servicio o beneficios en donde se obtiene la satisfacción o
el consuelo que obtienen los consumidores del consumo de un bien o servicio
medido numéricamente. La utilidad ordinal establece que la satisfacción que obtiene
un consumidor del consumo de un producto o servicio no puede medirse
numéricamente.
2. La utilidad cardinal es menos práctica, ya que no es posible la medición cuantitativa
de la utilidad. Por otro lado, la utilidad ordinal es más práctica ya que se basa en la
medición cualitativa.
3. La utilidad cardinal medida con respecto a utilidades, es decir, unidades de utilidad.
En contraste, la utilidad ordinal se mide con respecto a la clasificación de
preferencias de un producto cuando se comparan entre sí.
4. La utilidad cardinal mide la utilidad objetivamente, mientras que existe una
medición subjetiva de la utilidad ordinal.
5. La utilidad cardinal se refiere al análisis de la utilidad marginal. En contraposición a
esto, el concepto de utilidad ordinal se refiere al análisis de curvas de indiferencia.
Conclusión
A lo largo del análisis del comportamiento del consumidor, describen dos niveles de
sofisticación. Tanto la utilidad cardinal como la ordinal son esenciales para evaluar y
examinar la demanda del consumidor de un bien o servicio, independientemente del
propósito.
Utilidad marginal
La utilidad marginal es el beneficio que obtenemos por el consumo de una unidad
adicional de un bien o servicio.
La utilidad marginal (UM) se refiere al concepto de “adicional” o “extra”. Así, se trata de la
utilidad que se agrega o añade cuando consumimos una unidad más de un bien o servicio.
La utilidad marginal depende de las preferencias del consumidor, las que no siempre son
conocidas. No obstante, independientemente de su forma o nivel, los economistas suelen
coincidir en que generalmente se cumple que, a medida que aumenta el consumo de un
producto, la utilidad que obtenemos va cayendo.
Suponga que un consumidor tiene mucha hambre y decide comprar una unidad de pan. La
utilidad que obtiene por este primer pan es de 50. Luego, decide comprar una unidad
adicional, que le reporta una utilidad de 30. Luego, decide consumir otra unidad, la que le
da una utilidad de 10. Finalmente, compra otra unidad, la que ya no le reporta ninguna
utilidad pues ya no tiene hambre y ha comido bastante (ha llegado al punto de saturación).
La utilidad que reporta cada unidad de pan adicional es la utilidad marginal, la que es
decreciente puesto que el consumidor valora cada vez menos el pan una vez que ya ha
consumido una unidad.
Unidad de pan UM
1 50
2 30
3 10
4 0
Representación gráfica:
En la siguiente tabla vemos la relación entre ambas utilidades de nuestro ejemplo anterior:
Unidad de pan UT UM
1 50 50
2 80 30
3 90 10
4 90 0
Representación gráfica:
Utilidad marginal
El Diccionario de la RAE define utilidad como “provecho, conveniencia, interés o fruto
que se saca de algo”: a una persona algo le resulta útil cuando satisface una necesidad (por
ejemplo, si tiene hambre, la comida) o cuando se produce bienestar o placer o cuando
responde a un deseo que tiene.
Esta utilidad la obtiene una persona de muchas cosas de su vida: de su familia y amigos, de
su mascota, de la capacidad que tiene de hacer algo (como cantar o pintar), etc.
Pero una persona también obtiene utilidad de los bienes y servicios que puede poseer y/o
consumir.
Cualquier cosa que compramos es algo que necesitamos (comida, bebida, ropa), algo que
nos produce placer o bienestar (un sillón cómodo, un viaje a Ibiza) o algo que queremos por
capricho.
Utilidad total
Si estamos pensando en términos de Economía, debemos intentar valorar la utilidad de algo
en unidades monetarias para que pueda ser comparado con otras cosas, es decir, intentar
evaluar cuantos euros vale para nosotros una cosa o servicio (no cuánto hemos pagado por
ello sino cuánto estaríamos dispuestos a pagar por ello).
Esta valoración en moneda nos va a servir para saber si compramos algo o no, si lo que
compramos tiene un precio caro o barato y para comparar si compramos una cosa u otra.
La utilidad total depende, además de los beneficios que nos aporta, de la cantidad
disponible de esa cosa. Por ejemplo, un vaso de agua en el desierto vale muchísimo, un
vaso de agua en un lugar donde abunde el agua dulce por todos lados va a tener muy poco
valor.
La abundancia o falta de ella de algo es, por tanto, un dato muy importante para evaluar su
utilidad, y esto determina también cuál va ser el precio que se le ponga en el mercado.
El que pone el precio tiene dos intereses: vender la cosa y cobrar la mayor cantidad de
dinero posible. Uno que vende agua en el desierto puede poner un precio muy alto, alguien
que vende agua en medio de la Gran Vía de Madrid no.
Los diamantes o los metales preciosos como el oro tienen un alto valor económico (precio)
porque son escasos, hay pocos, de las cosas que son muy abundantes el precio es menor.
Por lo tanto, la utilidad total será diferente dependiendo de cuanto se consuma de esa cosa,
cuanto más se consuma la utilidad total será menor. Esto nos conduce al concepto de
utilidad marginal.
La utilidad marginal
Por definición la utilidad marginal es la variación de la utilidad total de un bien o servicio
que se produce cuando se consume una unidad adicional de él.
Si, por ejemplo, necesitamos gafas y no las tenemos, el comprar unas gafas es una
necesidad perentoria (porque no podemos ver), por lo que la utilidad de un par de gafas va a
ser muy grande.
Cuando ya tenemos un par de gafas y nos las ponemos ya podemos ver. Entonces el
comprar otro par de gafas puede ser una buena idea para tenerlas en reserva por si se nos
rompen las que ya teníamos, en este caso la utilidad de ese segundo par de gafas será
mucho menor (porque ya tenemos cubierta la necesidad fundamental).
Siguiendo así, cuando ya tenemos varios pares de gafas tenemos totalmente cubierta la
necesidad (porque podemos ver y porque estamos tranquilos de que, si se nos rompen,
tenemos a mano otras), llega un momento en el que un siguiente par de gafas no tiene
ningún valor para nosotros porque ni las necesitamos ni las deseamos.
Por lo tanto disponer de dinero tiene utilidad ya que con él podemos acceder a otras cosas
(consumo) o utilizarlo para conseguir mas dinero (inversión).
La utilidad marginal del dinero es, también, decreciente. Si no tenemos ningún dinero una
unidad adicional tiene muchísimo valor para nosotros (si estamos mendigando en la calle
una moneda de un Euro es algo muy importante).
Cuando ya disponemos de cierta cantidad de dinero, una unidad adicional nos vendrá bien
pero ya no tiene esa importancia tan grande.
Si disponemos de grandes cantidades de dinero siempre vamos a agradecer tener más, pero
en realidad tiene una importancia muy pequeña.
Utilidad ordinal
La utilidad ordinal es un concepto económico que señala que es posible ordenar las
cestas de bienes y servicios que consume una persona de acuerdo al grado de
satisfacción que le reportan.
La utilidad ordinal nace como respuesta a las limitaciones de la utilidad cardinal en donde
se pretendía asignar un valor exacto a la utilidad que reportaba cada cesta de consumo.
Dado que en la práctica lo anterior no es posible, la opción que ofrece la utilidad ordinal es
ordenar estas cestas de acuerdo a las preferencias del consumidor. De esta forma, es posible
conocer cuales son preferidas sobre otras, pero no es factible hacer comparaciones
interpersonales de manera exacta.
Para explicarlo, imaginemos que tenemos tres cestas de bienes: A, B y C. Así, es posible
ordenar estas cestas de acuerdo a las preferencias del consumidor. Por ejemplo, si A>C>B,
entonces A es preferido a C y C es preferido a B.
La utilidad marginal.
La diferencia o comparación de los valores que asignan distintos consumidores a las
cestas de consumo.
Utilidad cardinal
La utilidad cardinal es un concepto económico según el cual, la utilidad o satisfacción
que obtiene una persona al consumir un cierto bien o servicio es directamente
observable y cuantificable.
La utilidad cardinal es una medición exacta de la utilidad que obtienen los consumidores de
cada bien o servicio. La unidad de medida utilizada son los “útiles” y con ellos es posible
hacer operaciones aditivas, ordenaciones y comparaciones tal como se hace con los
números.
La utilidad cardinal asigna un cierto valor al consumo de una cesta de bienes y servicios,
valor que depende de las preferencias del consumidor y de la cantidad consumida de cada
bien.
Permite conocer con exactitud cuánto valora un bien o servicio una persona.
Es posible ordenar los bienes y servicios según reporten mayor o menor utilidad.
Se pueden hacer comparaciones directas entre las valoraciones que hacen distintos
consumidores.
Es factible calcular con exactitud la utilidad marginal que reporta el consumo de
una unidad adicional del bien o servicio.
Se pueden graficar las preferencias de un consumidor utilizando una curva en cuyos
ejes se encuentran la cantidad consumida y los “útiles” obtenidos
La utilidad cardinal es una ficción que tiene utilidad teórica, pero que no se ajusta a la
realidad. Las personas son complejas y medir el valor que asignan a los bienes y servicios
es engañoso.
Cuadro comparativo
Utilidad Cardinal Utilidad ordinal
La utilidad cardinal es el servicio en el que se La utilidad ordinal expresa que la
obtiene la satisfacción que obtienen los satisfacción que un consumidor origina
consumidores del consumo de un bien o por el consumo de un bien o servicio no
servicio expresada numéricamente. expresa unidades numéricas.
Promovido por
Economistas clásicos y neoclásicos Economistas modernos
Medición
Dice que la «utilidad» se basa en el rango
Dice que ‘Utilidad’ se mide en ‘utilidades’.
de la «satisfacción».
Acercarse
Cuantitativo Cualitativo
Análisis
Análisis de utilidad marginal Análisis de curvas de indiferencia
Realista
Es menos realista. Es más realista.
Otro nombre
Análisis de utilidad Análisis de curvas de indiferencia
Diferencias clave
1. La utilidad cardinal es el servicio o beneficios en donde se obtiene la satisfacción o
el consuelo que obtienen los consumidores del consumo de un bien o servicio
medido numéricamente. La utilidad ordinal establece que la satisfacción que obtiene
un consumidor del consumo de un producto o servicio no puede medirse
numéricamente.
2. La utilidad cardinal es menos práctica, ya que no es posible la medición cuantitativa
de la utilidad. Por otro lado, la utilidad ordinal es más práctica ya que se basa en la
medición cualitativa.
3. La utilidad cardinal medida con respecto a utilidades, es decir, unidades de utilidad.
En contraste, la utilidad ordinal se mide con respecto a la clasificación de
preferencias de un producto cuando se comparan entre sí.
4. La utilidad cardinal mide la utilidad objetivamente, mientras que existe una
medición subjetiva de la utilidad ordinal.
5. La utilidad cardinal se refiere al análisis de la utilidad marginal. En contraposición a
esto, el concepto de utilidad ordinal se refiere al análisis de curvas de indiferencia.
Conclusión
A lo largo del análisis del comportamiento del consumidor, describen dos niveles de
sofisticación. Tanto la utilidad cardinal como la ordinal son esenciales para evaluar y
examinar la demanda del consumidor de un bien o servicio, independientemente del
propósito.
Utilidad marginal
La utilidad marginal es el beneficio que obtenemos por el consumo de una unidad
adicional de un bien o servicio.
La utilidad marginal (UM) se refiere al concepto de “adicional” o “extra”. Así, se trata de la
utilidad que se agrega o añade cuando consumimos una unidad más de un bien o servicio.
La utilidad marginal depende de las preferencias del consumidor, las que no siempre son
conocidas. No obstante, independientemente de su forma o nivel, los economistas suelen
coincidir en que generalmente se cumple que, a medida que aumenta el consumo de un
producto, la utilidad que obtenemos va cayendo.
Suponga que un consumidor tiene mucha hambre y decide comprar una unidad de pan. La
utilidad que obtiene por este primer pan es de 50. Luego, decide comprar una unidad
adicional, que le reporta una utilidad de 30. Luego, decide consumir otra unidad, la que le
da una utilidad de 10. Finalmente, compra otra unidad, la que ya no le reporta ninguna
utilidad pues ya no tiene hambre y ha comido bastante (ha llegado al punto de saturación).
La utilidad que reporta cada unidad de pan adicional es la utilidad marginal, la que es
decreciente puesto que el consumidor valora cada vez menos el pan una vez que ya ha
consumido una unidad.
Unidad de pan UM
1 50
2 30
3 10
4 0
Representación gráfica:
En la siguiente tabla vemos la relación entre ambas utilidades de nuestro ejemplo anterior:
Unidad de pan UT UM
1 50 50
2 80 30
3 90 10
4 90 0
Representación gráfica:
Utilidad marginal
El Diccionario de la RAE define utilidad como “provecho, conveniencia, interés o fruto
que se saca de algo”: a una persona algo le resulta útil cuando satisface una necesidad (por
ejemplo, si tiene hambre, la comida) o cuando se produce bienestar o placer o cuando
responde a un deseo que tiene.
Esta utilidad la obtiene una persona de muchas cosas de su vida: de su familia y amigos, de
su mascota, de la capacidad que tiene de hacer algo (como cantar o pintar), etc.
Pero una persona también obtiene utilidad de los bienes y servicios que puede poseer y/o
consumir.
Cualquier cosa que compramos es algo que necesitamos (comida, bebida, ropa), algo que
nos produce placer o bienestar (un sillón cómodo, un viaje a Ibiza) o algo que queremos por
capricho.
Utilidad total
Si estamos pensando en términos de Economía, debemos intentar valorar la utilidad de algo
en unidades monetarias para que pueda ser comparado con otras cosas, es decir, intentar
evaluar cuantos euros vale para nosotros una cosa o servicio (no cuánto hemos pagado por
ello sino cuánto estaríamos dispuestos a pagar por ello).
Esta valoración en moneda nos va a servir para saber si compramos algo o no, si lo que
compramos tiene un precio caro o barato y para comparar si compramos una cosa u otra.
La utilidad total depende, además de los beneficios que nos aporta, de la cantidad
disponible de esa cosa. Por ejemplo, un vaso de agua en el desierto vale muchísimo, un
vaso de agua en un lugar donde abunde el agua dulce por todos lados va a tener muy poco
valor.
La abundancia o falta de ella de algo es, por tanto, un dato muy importante para evaluar su
utilidad, y esto determina también cuál va ser el precio que se le ponga en el mercado.
El que pone el precio tiene dos intereses: vender la cosa y cobrar la mayor cantidad de
dinero posible. Uno que vende agua en el desierto puede poner un precio muy alto, alguien
que vende agua en medio de la Gran Vía de Madrid no.
Los diamantes o los metales preciosos como el oro tienen un alto valor económico (precio)
porque son escasos, hay pocos, de las cosas que son muy abundantes el precio es menor.
Por lo tanto, la utilidad total será diferente dependiendo de cuanto se consuma de esa cosa,
cuanto más se consuma la utilidad total será menor. Esto nos conduce al concepto de
utilidad marginal.
La utilidad marginal
Por definición la utilidad marginal es la variación de la utilidad total de un bien o servicio
que se produce cuando se consume una unidad adicional de él.
Si, por ejemplo, necesitamos gafas y no las tenemos, el comprar unas gafas es una
necesidad perentoria (porque no podemos ver), por lo que la utilidad de un par de gafas va a
ser muy grande.
Cuando ya tenemos un par de gafas y nos las ponemos ya podemos ver. Entonces el
comprar otro par de gafas puede ser una buena idea para tenerlas en reserva por si se nos
rompen las que ya teníamos, en este caso la utilidad de ese segundo par de gafas será
mucho menor (porque ya tenemos cubierta la necesidad fundamental).
Siguiendo así, cuando ya tenemos varios pares de gafas tenemos totalmente cubierta la
necesidad (porque podemos ver y porque estamos tranquilos de que, si se nos rompen,
tenemos a mano otras), llega un momento en el que un siguiente par de gafas no tiene
ningún valor para nosotros porque ni las necesitamos ni las deseamos.
Por lo tanto disponer de dinero tiene utilidad ya que con él podemos acceder a otras cosas
(consumo) o utilizarlo para conseguir mas dinero (inversión).
La utilidad marginal del dinero es, también, decreciente. Si no tenemos ningún dinero una
unidad adicional tiene muchísimo valor para nosotros (si estamos mendigando en la calle
una moneda de un Euro es algo muy importante).
Cuando ya disponemos de cierta cantidad de dinero, una unidad adicional nos vendrá bien
pero ya no tiene esa importancia tan grande.
Si disponemos de grandes cantidades de dinero siempre vamos a agradecer tener más, pero
en realidad tiene una importancia muy pequeña.
Laberinto 9 http://laberinto.uma.es
Claudio Katz
RESUMEN
La teoría marxista del valor plantea una caracterización del funcionamiento y de la crisis del
capitalismo a partir de una interpretación de la explotación y de una ley de formación de los
precios. Postula que el trabajo abstracto es la sustancia del valor y analiza la forma del valor a
través de una crítica al fetichismo de la mercancía y el dinero. Indaga cómo los cambios, en
primer lugar, en la productividad y, en segundo término, en las necesidades sociales modifican
el tiempo socialmente necesario para la producción de las mercancías y puntualiza de qué forma
impactan estos cambios en el proceso de valorización. También esclarece por qué la asignación
mercantil de los recursos crea un marco de desequilibrios acumulativos que desembocan en las
crisis periódicas.
La teoría marxista del valor subraya la relevancia que tiene el trabajo como fundamento del
proceso económico. En oposición a la ortodoxia plantea que la utilidad es una condición
objetiva para el consumo de las mercancías y no un parámetro de la satisfacción personal.
Critica el rechazo pragmático del concepto de valor por parte de los neoclásicos, señalando que
conduce a una descripción superficial de los acontecimientos del mercado.
La teoría destaca la importancia del valor para comprender las causas y los límites del
condicionamiento institucional de la economía y de la manipulación monopólica de los precios,
que la heterodoxia presenta como los rasgos predominantes del capitalismo contemporáneo.
Subraya además, que el valor es indispensable para entender la lógica de las variables
distributivas y de las condiciones técnicas, que los neoricardianos consideran suficientes para
interpretar los precios, la ganancia y la acumulación.
La teoría marxista le asigna al valor un significado preciso, frente al uso difuso de este
concepto que predomina en la actualidad. Se han desarrollado, por otra parte, importantes
aplicaciones empíricas de esta categoría en el terreno de la crisis y del intercambio desigual. Los
debates más recientes entre los marxistas giran en torno a tres temas: la resolución lógica del
problema de la transformación, la comprobación empírica de la correlación entre los valores y
los precios, y el significado político del valor.
1
La actualidad de la teoría objetiva del valor. http://laberinto.uma.es
INTERPRETACIÓN DE LA EXPLOTACIÒN
La teoría del valor surgió en el siglo XVIII para explicar el comportamiento de los precios,
cuando la expansión del mercado inviabilizó el sistema de regulaciones medievales. La
economía política clásica consideraba que la industria manufacturera se había convertido en el
centro del proceso productivo y atribuía la variación de los precios a la cantidad de trabajo
incorporado en las mercancías. A partir de esta relación buscó establecer una forma de cálculo
de las principales variables económicas. Al formular una crítica a esta concepción, Marx
modificó por completo el objetivo de la teoría.
Mientras que Smith intentaba ilustrar la pérdida de relevancia del intercambio mercantil y
de la vieja agricultura frente a la nueva industria, y Ricardo pretendía probar que el aumento de
la renta deterioraba la ganancia, Marx se propuso demostrar que el capitalismo es un sistema
históricamente transitorio, que se basa en la explotación de los trabajadores. Este cambio
transformó radicalmente el sentido del concepto de valor.
Marx recurrió a esta última categoría para explicar cómo los capitalistas expropian una parte
del valor creado por los trabajadores en el proceso productivo y cómo se redistribuyen esta
plusvalía a través de distintas modalidades del beneficio. Semejante apropiación es posible
porque los asalariados generan durante su jornada laboral más valor que el requerido para su
propia reproducción. La magnitud del valor que incorporan a las mercancías es superior al valor
de su fuerza de trabajo expresada en salarios. Esta desigualdad no es un “engaño”, ni una estafa
circunstancial. Es un producto de la propiedad privada de los medios de producción, que otorga
a los capitalistas el derecho a apropiarse del fruto del trabajo ajeno. Los empresarios detentan la
atribución de contratar y despedir asalariados, que al carecer de medios propios de subsistencia
están obligados a vender sus fuerza de trabajo en el mercado. En estas condiciones surge la
plusvalía, cuya acumulación permite la aparición y el acrecentamiento del capital.
Marx desarrolló esta concepción a partir de su contacto con los socialistas ricardianos que
remarcaban el fundamento del valor en el trabajo, frente al creciente abandono y desaprobación
de esta noción por parte de la burguesía. A mediados del siglo XIX resultaban cada vez más
evidentes las consecuencias teóricas y políticas de asignarle al trabajo un papel central en la
interpretación del proceso económico: todo el secreto de la valorización del capital podía
explicarse a partir del aprovechamiento empresario de este “factor”. Desarrollando este planteo
Marx desenvolvió su teoría de la plusvalía. Rechazó la interpretación smithiana del salario, la
ganancia y la renta como “retribuciones naturales” a los trabajadores, los empresarios y los
terratenientes. Y tampoco aceptó que el nivel de ingresos percibido por los trabajadores debía
situarse –como pensaba Ricardo– en los “salarios de subsistencia”.
Al considerar que el centro del capitalismo es la explotación, Marx postuló que el trabajo
abstracto, nutrido de los asalariados y uniformado en el proceso de intercambio, es la sustancia
del valor. Destacó que esta modalidad social del trabajo es específica del capitalismo y por lo
tanto no se identifica con el gasto fisiológico laboral que se desarrolla en cualquier sociedad, ni
con el trabajo concreto de un tipo particular de actividad. Marx subrayó esta dimensión
cualitativa del valor, antes de abordar su estimación cuantitativa. Por eso –a diferencia de
Ricardo– en lugar de indagar las “propiedades” del valor y buscar su medición con criterios de
cálculo semejantes al volumen o al peso, puso de relieve las relaciones sociales en que se
fundamenta el valor.
Marx utilizó esta categoría para demostrar que bajo la apariencia de armonía y justicia, el
capitalismo se basa en la desigualdad social. Pero, además, destacó que esta inequidad
2
Laberinto 9 http://laberinto.uma.es
3
La actualidad de la teoría objetiva del valor. http://laberinto.uma.es
magnitudes que debían ser explicadas, sino explicaciones de los precios de las mercancías.
Ricardo intentó preservar el valor, pero al chocar con la evidencia de bienes con alto contenido
de trabajo y precios bajos (y viceversa) comenzó a enunciar “excepciones” a la teoría y
concluyó postulando que la ganancia es un regulador independiente de los precios.
Marx superó estas dificultades al plantear que la teoría del valor debía analizarse en varios
niveles de razonamiento, distinguiendo un plano más abstracto que ilustra una relación de clase
(la plusvalía valoriza los capitales de todos los empresarios) y otro más concreto que describe
una relación de competencia (mediante la concurrencia los empresarios se distribuyen la
apropiación de esta plusvalía). En el primer caso, el valor de cambio de la mercancía representa
el tiempo de trabajo socialmente necesario para recrear las condiciones materiales de la
producción y asegurar la continuidad de la explotación, y en esta instancia de razonamiento los
precios de mercado –determinados coyunturalmente por la oferta y la demanda– giran
estructuralmente en torno al valor. Pero en el segundo caso, el valor de cambio (ahora
denominado precio de producción) expresa la magnitud de trabajo requerido para reproducir
condiciones materiales de producción de cada rama y remunerar a cada capitalista en proporción
a la magnitud de su capital adelantado y ya no en relación al trabajo incorporado en las
mercancías. En esta segunda instancia de análisis los precios de mercado oscilan en torno a los
precios de producción y por lo tanto se rompe la proporcionalidad –infructuosamente buscada
por Ricardo– entre la magnitud del trabajo incorporado a las mercancías y los precios.
Este desvío entre los valores y los precios de producción es una consecuencia de la
homogeneización de todo el proceso de valorización en torno a una ganancia media, que unifica
en un mismo nivel a sectores que operan con tasas de explotación, proporciones de mano de
obra y maquinaria (composición orgánica del capital) y tiempos de maduración de la inversión
(velocidad de rotación del capital) muy distintos. Esta igualación se concreta mediante la
movilidad del capital que acompaña la búsqueda de los beneficios superiores, surgidos del
aumento de la productividad en cada sector o del desarrollo de nuevas ramas con nuevos
mercados.
La estructuración de la acumulación en torno a esta base común de valorización implica
redistribuciones de plusvalía y por lo tanto desvíos ignorados por la economía política clásica. A
diferencia de sus precursores, Marx considera que la ley del valor se desenvuelve por este
camino indirecto de la redistribución de la plusvalía y de la separación de cada precio individual
de su valor. Llegó a esta explicación de la formación de los precios recurriendo a varias
instancias de reflexión y al uso de categorías muy abstractas (valor individual, valor social),
intermedias (precios de producción) y concretas (precios de mercado, precio de monopolio).
Estas categorías son instrumentos analíticos y no instancias empíricamente observables, ya que
en el proceso real e inmediato de la acumulación sólo existen los precios de mercado o los de
monopolio. El uso de estas nociones contribuye a explicar que los precios dependen del valor,
pero divergen al mismo tiempo de esa magnitud en el plano de cada mercancía.
Marx precisó que al interior de cada sector, la ley del valor explica la formación de los
precios a partir del establecimiento de una magnitud social dominante (y referencial de las
magnitudes individuales), que se establece en torno a la productividad (alta, media o baja) de las
empresas que predominan en la oferta de la rama. Este nivel de productividad premia y castiga
respectivamente a las empresas que economizan o derrochan trabajo social. Pero además –como
puntualizaron varios autores (Rosdolsky, Mandel, Carchedi, Giusani) – la productividad
interactúa con las necesidades sociales, que establecen un marco condicionante para dirimir si la
oferta es dominada por empresas de menor o mayor productividad. Si las necesidades sociales
de la rama están aumentando (por ejemplo, calzado deportivo) habrá lugar para ambas, mientras
que en el caso inverso (por ejemplo, sombreros) tenderán a subsistir sólo las más eficientes.
A escala de toda la economía, la ley del valor explica el sentido de la redistribución de la
plusvalía que se dirige hacia los sectores de mayor composición orgánica, porque de esta
manera se forja una ganancia media que asegura la remuneración a cada empresario en
proporción a su capital adelantado. Pero este proceso –concebido en torno a los precios de
producción– es un análisis teórico y explicativo de la dinámica observable en los precios de
mercado, que oscilan según los movimientos de la oferta y la demanda. Cuando existen
4
Laberinto 9 http://laberinto.uma.es
limitaciones a la movilidad del capital y aparecen los precios de monopolio cambian muchos
aspectos de este proceso, pero no se altera el principio de formación de los precios en base al
tiempo de trabajo.
En términos generales la ley del valor explica, por lo tanto, cuánto tiempo de trabajo social
necesario destina la sociedad capitalista a la producción de cada bien, en cada época y
circunstancia del proceso de acumulación. Esta es la explicación integral que Marx propone de
la formación de los precios a partir del valor.
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LA OBJECIÓN SUBJETIVISTA
La corriente neoclásica austriaca (Bohm Bawerk), que a principio de siglo lideró una
reacción ortodoxa contra la tradición de la economía política y que en la actualidad constituye
un soporte teórico del neoliberalismo, contrapone la concepción subjetiva de la utilidad a la
teoría objetiva del valor. Afirma que el trabajo no es el único “factor” de la economía, que la
explotación es una anomalía circunstancial bajo el capitalismo, que los precios expresan las
preferencias de los consumidores y que el mercado armoniza estos deseos con la maximización
de las ganancias de los productores.
Pero este enfoque ignora que el trabajo no es un “factor” complementario del “factor
capital”, sino que constituye el pilar de toda la producción y es la fuente en que se nutre la
existencia y reproducción del propio capital. Ningún proceso económico puede desarrollarse
prescindiendo del trabajo humano y por eso la “productividad del trabajo” es el principal
indicador del desarrollo económico. El trabajo es una cualidad común a todas las mercancías y
su magnitud es determinante de los precios. Es cierto que existen bienes inmateriales o
derivados de la naturaleza o resultantes de la actividad artesanal y artística, cuyos precios no se
establecen en función del tiempo de trabajo. Pero incluso estas excepciones están sometidas a la
lógica general del valor, cuanto más se integran a las condiciones de producción capitalistas.
También es cierto que el trabajo no es homogéneo y que la hora de actividad de un operario
calificado y de un obrero descalificado repercuten de manera muy diferente en la valorización
de las mercancías. Pero el mercado reduce objetivamente las distintas modalidades del trabajo
concreto a un mismo tipo de trabajo abstracto. Y esta reducción contempla los diferentes costos
de formación y reproducción de la fuerza de trabajo. En la valuación de las distintas mercancías
se refleja que la inversión exigida para preparar un trabajador calificado es superior a la
destinada al entrenamiento de un obrero. Por eso los salarios de las distintas profesiones varían
en proporción al grado de formación requerido para elaborar cada tipo de bien y para asegurar la
reproducción de la fuerza de trabajo comprometida en esa producción.
Los neoclásicos argumentan que la utilidad es el verdadero elemento común a todas las
mercancías y por eso consideran que los precios reflejan directamente el grado de satisfacción
que el individuo alcanza con el uso de cada bien. Este es el fundamento de la teoría del
consumidor y de las estimaciones cardinales de la utilidad a partir de las preferencias personales
o de las mediciones ordinales comparativas de estos deseos.
Pero si bien la utilidad es una propiedad indispensable de todas las mercancías, para
comprender su relevancia económica se requiere analizarla como una condición objetiva de la
producción y del consumo y no como un parámetro de la satisfacción personal. La utilidad es
una categoría social y no individual cuya importancia se pone a prueba, por ejemplo, en los
departamentos de control de calidad de las empresas cuando se garantiza el cumplimiento de las
normas técnicas requeridas para la elaboración de cada producto. Este valor de uso es la
condición del valor de cualquier mercancía y debe corresponder con el tipo y la magnitud de
necesidades sociales solventes que prevalecen en cada etapa de la acumulación y el consumo.
La utilidad no es una propiedad comparable a escala individual. Ni el placer, ni la
satisfacción, ni el bienestar que cada individuo recibe de un producto puede compararse con el
efecto que genera otro bien en otra persona. La utilidad social influye en la fijación de los
precios, a través de la configuración de un cuadro de necesidades sociales dependiente de la
producción y estructurado en torno de la distribución del ingreso entre las clases sociales. Esta
incidencia no puede evaluarse mediante el registro mercantil de las preferencias individuales
agregadas, como suponen los austriacos.
Para los neoclásicos el mercado actúa como un fiel registro de la utilidad porque suponen
que en este ámbito confluyen las necesidades de los consumidores con el beneficio de los
productores. Pero esta imagen idílica omite la desconexión existente entre los bienes que la
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mayoría desearía consumir si pudiera elegir libremente sus prioridades y lo que es producido
habitualmente con el parámetro del lucro. El mercado es incapaz de registrar la utilidad social
colectiva e indicar cuáles son las necesidades sociales no satisfechas que privilegia la población.
Esta desconexión es parcialmente reconocida por todos los autores no ortodoxos que
promueven la intervención del estado en sectores, países, productos o actividades en los cuales
el mercado “no llega”, “no puede”o “no tiene incentivos para actuar”. El alcance de esta
limitación es muy debatido, pero su origen en la contradicción del valor de uso con el valor, es
decir en el conflicto entre las necesidades sociales y la rentabilidad, es generalmente ignorado.
Los autores neoclásicos siempre buscaron formas de medir las utilidades de los
consumidores para corroborar sus teorías. Pero estos intentos no han llegaron nunca a buen
puerto. No hubo forma de establecer cálculos ordinales y cardinales aceptables de las
preferencias, porque no se pudo encontrar un barómetro de la satisfacción individual. Cuando,
además, tomaron en cuenta las conductas variadas, inciertas y carentes de información
suficiente o las psicologías complejas, la estimación de los precios a partir de las preferencias se
tornó aún más inviable. Estas dificultades tampoco fueron superadas con la introducción del
arsenal formalizador de curvas de indiferencia, rectas de presupuesto y tasas marginales de
sustitución. Así comenzó el abandono de la utilidad y el giro contemporáneo hacia las
“preferencias reveladas”, que simplemente constatan los comportamientos de los consumidores.
El pensamiento neoclásico tiende en la actualidad a omitir por completo cualquier referencia al
valor.
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La actualidad de la teoría objetiva del valor. http://laberinto.uma.es
Bajo la superficie de una montaña de ecuaciones, los walrasianos se limitan a postular que
los precios son resultantes de la escasez y de la sabia reacción de la oferta frente a la demanda.
Explican cada precio específico a partir de otro precio, lo que irremediablemente conduce a un
razonamiento circular, como destacaron en los años 70 los economistas de Cambridge al
demostrar que en el modelo neoclásico la tasa de interés es al mismo tiempo la condición y el
resultado de la productividad marginal del capital. La única salida de este pantano es reconocer
que los precios son expresiones monetarias del valor y que la cuantificación de esta categoría
sólo es posible a través del tiempo de trabajo socialmente necesario para producir las
mercancías.
En la línea de pensamiento ortodoxa que nace con Say, se afirma con Walras y se refuerza
luego con la introducción de la estática comparada y la relectura de Keynes en la clave de la IS-
LM, cada precio debe estudiarse a partir de otro con el auxilio del procedimiento estático. Pero
con este método el tiempo es eliminado del análisis y el estudio de los cambios en ciertas
variables se realiza suponiendo –“ceteris paribus”– la inmovilidad de las restantes.
Esta simplificación simultaneista impide investigar la realidad cambiante y contradictoria
del proceso de formación de los precios. En una economía de mercado dominada por la
incertidumbre, la asignación ex post de los recursos, la imprevisibilidad de los resultados de la
inversión y la competencia descontrolada, razonar desconociendo la temporalidad de los precios
equivale a ignorar la lógica del capital.
En la variante austriaca y en el enfoque del equilibrio, el planteo neoclásico impugna la
teoría objetiva del valor porque esta concepción desmistifica los pilares de la ortodoxia. Este
desenmascaramiento se realiza demostrando la centralidad de la explotación, la gravitación del
trabajo abstracto, la dependencia de los precios del valor y la permanencia de los desequilibrios
del mercado.
CUESTIONAMIENTOS HETERODOXOS
La heterodoxia, que con excepción del marxismo reúne a todas las escuelas actualmente
críticas de los neoclásicos, cuestiona la teoría objetiva del valor argumentando que esta
concepción no toma en cuenta la alta determinación extra-económica que tienen los precios en
el capitalismo contemporáneo. Plantea, además, que la categoría de valor tampoco contribuye al
análisis de la explotación, porque atribuye este hecho a desigualdades sociales originadas en la
distribución del ingreso o en el poder político de los grupos dominantes en la sociedad.
La heterodoxia estima que el funcionamiento de los sistemas económicos depende de su
configuración institucional. Por eso considera que el valor es una “noción metafísica” (Joan
Robinson) o prescindible para explicar la dinámica de los “regímenes de acumulación” (Boyer).
Algunos autores avalan las objeciones neoclásicas, señalando que el “valor-trabajo omite el
papel de la utilidad” (Schumpeter) o “ignora al consumidor” (Bunge). En los cuestionamientos
más recientes se añade que el valor es un concepto “naturalista” (Milberg) o “esencialista”
(Amariglio), porque implica suponer que alguna sustancia misteriosa subyace en el proceso
económico. Todas estas críticas convergen en una misma conclusión pragmática: ¿para qué
utilizar la noción de valor si ningún empresario la considera para calcular sus inversiones,
costos o beneficios?
Sin embargo, los capitalistas tampoco recurren a los conceptos de “modo de regulación” o
“reproducción sistémica” para evaluar si les conviene o no invertir en tal sector, simplemente
porque no suelen elaborar teorías a partir de su propia actividad. Quienes deben formular las
preguntas que los empresarios no se plantean ni pueden responder, son los economistas.
Descartar el valor argumentando que en la actividad económica se opera directamente con
precios es lo mismo que impugnar el estudio de la utilidad marginal, la preferencia por la
liquidez o las normas de consumo, afirmando que en las transacciones corrientes no se utilizan
estas nociones. Cualquier teoría recurre a conceptos abstractos para explicar los acontecimientos
concretos y la teoría del valor no es la excepción.
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El mérito de esta concepción es explicar cuáles son los procesos que inciden
subterráneamente en la persistencia de la explotación, en la formación de los precios y en la
dinámica general del capitalismo. Estos fenómenos son desconocidos por los heterodoxos, que
interpretan los precios a partir de acciones políticas, decisiones técnicas o propuestas retóricas,
como si estos hechos fueran independientes de los acontecimientos económicos objetivos. Al
subrayar, además, la gravitación de los condicionamientos institucionales olvidan que estas
normas forman parte de la lógica del capitalismo y que no transforman, reglamentan o
modifican los precios en un vacío económico. La manipulación extra-económica solo es
efectiva en el largo plazo si confluye con los patrones generales de la acumulación.
El concepto de valor es vital para entender las relaciones entre la explotación, los precios y el
funcionamiento del capitalismo, porque no alude –como malinterpretan los heterodoxos– a
algún tipo de sustancia física o química. Indica, en cambio, que el tiempo de trabajo socialmente
necesario es el principio clave para entender todo el entramado de relaciones sociales que
determina la dinámica del mercado. El valor es el único enlace cuantitativo entre productos que
satisfacen necesidades distintas y actúa como el único cohesionador cualitativo del
funcionamiento de una economía mercantil.
La heterodoxia recurre a la teoría del monopolio para impugnar la interpretación marxista de
los precios, afirmando que las abundantes evidencias de cartelización industrial o de regulación
estatal de las cotizaciones estratégicas (salarios, tipos de cambios, insumos claves) demuestra
que los precios no dependen del valor, sino de la acción intervencionista de las grandes
empresas. Pero esta fijación concertada de los precios es sólo parcial y no elimina la compulsión
competitiva. Si esta concurrencia hubiera desaparecido, la asignación de los recursos ya no sería
caótica y el comportamiento de las variables macroeconómicas sería previsible y enmendable
por la misma vía regulatoria.
Muchas interpretaciones del “fin de las crisis y del ciclo”, basadas en estas caracterizaciones
heterodoxas de un “capitalismo organizado” fueron desmentidas por los desajustes económicos
imprevistos de las últimas décadas. La concertación monopólica no puede alterar en el largo
plazo el fundamento competitivo de una economía mercantil, que funciona creando beneficios y
pérdidas a partir de los cambios en los precios. Ninguna modalidad de la concurrencia puede
anular este principio del mercado. Mientras el sistema sea capitalista las regulaciones no podrán
preestablecer la marcha de los precios, ni predeterminar su influencia sobre la inversión, el
ahorro, la ganancia o la acumulación.
Es igualmente cierto que con el aumento de la escala de las corporaciones, todos los
mercados se han fragmentado y jerarquizado. La batalla que libran entre sí las grandes
compañías es totalmente distinta a la que individualmente desarrollan contra empresas de
pequeña o mediana envergadura. Nuevas formas de “alianzas competitivas” que mixturan la
asociación con la rivalidad se están generalizando en la actualidad, recreando distintos tipos de
rentas artificiales, basadas en obstáculos a la movilidad del capital. Pero ni estas barreras, ni las
plusganancias que las acompañan son permanentes. Están sometidas a la erosión que generan
los aumentos de productividad en otras empresas del sector.
La acción de la ley del valor se modifica cuando aparecen limitaciones a la movilidad del
capital, pero sin alterar el principio de formación de los precios en base al tiempo de trabajo. Y
la vigencia de este principio se expande a medida que el capital penetra en sectores (agrícolas,
mineros, artesanales) tradicionalmente excluidos de esta influencia. Cuanto mayor es la
concertación entre grandes empresas, mayor es la intensidad de la concurrencia por la obtención
de tasas de ganancias diferenciadas.
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ganancia. En el primer caso, la estimación directa de los precios en unidades físicas de trabajo
incorporado recrea todos los problemas que ya enfrentó Ricardo en esta medición, cuando al
ignorar la redistribución de plusvalía no pudo resolver la discrepancia existente entre los precios
y la magnitud del trabajo incorporado a cada mercancía. En el plano monetario los
neoricardianos utilizan modelos de trueque reemplazando la moneda por numerarios y
omitiendo que el dinero es un verificador objetivo del trabajo social que no puede
preestablecerse, ni introducirse artificialmente. En la estimación de la ganancia parten de una
identificación con el excedente material y esta asimilación les impide evaluar la tendencia de la
tasa de ganancia, porque esta investigación requiere distinguir la composición técnica de la
composición orgánica del capital y desarrollar los cálculos con las categorías correspondientes
al proceso de valorización.
Toda la incomprensión neoricardiana del valor se resume en su rechazo a la
distinción metodológica que estableció Marx para estudiar primero al capitalismo en
términos abstractos (subrayando la explotación y suponiendo que los precios
equivalen al valor) y luego en el plano concreto (destacando la competencia por la
distribución de la plusvalía y la diferencia entre precios y valores). Esta separación
no es un “enredo filosófico”, sino una forma de remarcar que el eje del sistema es la
extracción de plusvalía por todo el bloque de capitalistas y no su redistribución entre
los empresarios. Por eso el tomo l de “El Capital” se anticipa y difiere del tomo 3.
La validez de la teoría objetiva del valor no depende de la exactitud del procedimiento
analítico que Marx utiliza para “transformar” los valores en precios. Centrar la impugnación al
valor en este punto carece de sentido, porque la veracidad de esta concepción no puede
dilucidarse a través de este cálculo. Como en la realidad empírica sólo existen los precios, lo
que está en debate en la transformación es cuál es el mecanismo más apto para ilustrar
cuantitativamente la dependencia de los precios del valor. Y esta discusión no puede reducirse a
un procedimiento algebraico, sino que exige una evaluación de la totalidad de la teoría del valor
como explicación de la explotación, los precios y el funcionamiento y crisis del capitalismo.
ACIERTOS MARXISTAS
Al colocar a la teoría objetiva del valor en el centro de la reflexión económica, la concepción
marxista contribuye, en primer término, a superar una de las grandes paradojas que rodea al
estudio contemporáneo del valor: cuanto mayor es la percepción de su importancia, menor es la
atención que se le presta a su análisis teórico. Por eso es muy común la distorsión del
significado del término. Cuando se habla corrientemente del “valor competitivo de las
empresas”, del “valor agregado” de los países o del “valor estratégico del conocimiento”, nunca
queda claro qué definen exactamente estos conceptos. Y mucho más oscuras son las
expresiones: el “valor de la producción subió” o el “valor nominal y real de los activos no
coincide”. Frente a estas imprecisiones, la caracterización marxista del valor aporta una
interpretación muy precisa del concepto.
El enfoque marxista destaca, además, que todas las restantes corrientes del pensamiento
económico se fundamentan en alguna otra teoría del valor y que los autores que pretenden
descartar esta noción, simplemente ignoran a cuál de estos enfoques adscribe su análisis. Se
puede declarar que la noción de valor es “inútil”, pero no se puede prescindir de su uso en
cualquier intento de explicación de la lógica del capitalismo.
Ni el giro formalista hacia la sofisticación matemática, ni la tendencia pragmática a
abandonar las cuestiones sustanciales de la economía han eliminado la gravitación del valor.
Cualquier reflexión relevante sobre el proceso económico replantea la tradicional oposición
entre la teoría subjetiva de la utilidad y la concepción objetiva del trabajo. Ningún investigador
de la economía puede sustraerse de esta divisoria.
La visión marxista destaca, en segundo lugar, que el estudio del valor es la llave maestra
para comprender por qué el capitalismo se basa en la explotación. El capital se valoriza con la
extracción de plusvalía porque la fuerza de trabajo es remunerada por debajo del valor creado
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por los asalariados. Esta caracterización refuta no sólo la negación ortodoxa de la explotación (
“el salario corresponde a la productividad”, “el mercado remunera adecuadamente al factor
trabajo”), sino también la evaluación heterodoxa de este fenómeno como un acontecimiento
apenas potencial y surgido de las desigualdades distributivas.
La teoría marxista puntualiza, en tercer lugar, que el valor es la clave para comprender cómo
se forman los precios en el capitalismo en función del parámetro objetivo del tiempo
socialmente necesario para la producción de las mercancías. Esta caracterización coloca el
estudio del problema en la esfera productiva, contra la pretensión neoclásica de analizarlo como
un hecho puramente mercantil. Subraya la centralidad del trabajo abstracto en esta indagación,
en oposición a la preeminencia que la ortodoxia le asigna al consumidor y a sus preferencias.
Destaca el carácter objetivo de este proceso frente a la interpretación heterodoxa de los precios a
partir de las instituciones, las regulaciones o las variables distributivas.
La concepción marxista destaca, en cuarto lugar, que el valor es el pilar de una teoría del
funcionamiento del capitalismo, cuya reproducción es periódicamente desestabilizada por crisis,
que en última instancia se originan en la competencia por el beneficio y en la ausencia de
mecanismos de asignación planificada de los recursos. Esta caracterización desmiente las
superstición que los neoclásicos han difundido en torno de la acción armónica de la “mano
invisible” del mercado y cuestiona también las alternativas heterodoxas a este mito, basada en
atribuirle al estado o a las instituciones un rol de “mano visible”, de “mano evolutiva” o de
“reproducción sistémica” del capitalismo.
Finalmente, en quinto lugar, cabe señalar que varios autores marxistas han comenzado a
utilizar la teoría del valor como instrumento empírico de evaluación de las tendencias del
capitalismo contemporáneo. Para ello han definido el concepto “valor del dinero” (Foley) como
una relación entre el producto neto de cada economía y el total de las horas trabajadas (por
ejemplo, un dólar es igual a cuatro minutos de trabajo en cierto período de la economía
norteamericana), a fin de realizar diversas estimaciones. En otros casos (Ramos) recurren a la
relación inversa –denominada expresión monetaria del valor (MELT) – que indica cuánto dinero
representa cierta hora de trabajo (por ejemplo, una hora igual a 15 dólares).
Con estos conceptos se han realizado mediciones de la evolución de la tasa de ganancia en el
largo plazo y comprobando su relación inversa con el aumento de la composición orgánica del
capital. Esta evaluación permite a su vez corroborar la existencia de dos tipos de crisis
(periódicas y generales), derivadas de las contradicciones internas del proceso de valorización
(Freeman). Con las mismas herramientas se ha elaborado –en otros estudios– una “labour
aproppiation ratio” para medir comparativamente la evolución del poder de compra de cada
hora de trabajo en distintas regiones del mundo. Este cálculo confirma el impresionante
aumento de la dolarización de ingresos registrado en las últimas décadas entre los países
desarrollados y los periféricos. El ensanchamiento de esta brecha en términos de la capacidad
adquisitiva de las horas de trabajo constituye una evidencia del intercambio desigual y del
imperialismo contemporáneos, en base a la teoría objetiva del valor (Freeman).
DEBATES MARXISTAS
Existen por lo menos tres temas de la teoría objetiva del valor de intenso debate actual entre
los marxistas: la resolución lógica del problema de la transformación, la comprobación empírica
de la correlación entre los valores y los precios y el significado político del valor.
Inicialmente algunos marxistas (Sweezy) aceptaron la búsqueda de una solución matemática
de la transformación en base al diagnóstico de teóricos ricardianos (especialmente Bortkiewicz)
que atribuían la falta de correspondencia de los cuadros de Marx a un error de cálculo, originado
en la computación de los insumos en valor y de los productos en precios. Esta caracterización
condujo a varios intentos algebraicos de corrección del “error” basados en la introducción de un
“coeficiente de transformaciòn” uniformador de los insumos y de los productos en términos de
precios. El artificio resolvía las incógnitas del sistema respetando las igualdades exigidas para
la reproducción, pero distorsionaba toda la concepción de Marx porque, en lugar de ilustrar
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cómo los precios surgen del valor, planteaba un modelo centrado en los precios, omitiendo su
dependencia analítica respecto de los valores. La profundización de este camino con el auxilio
de ecuaciones desagregadas, formalizaciones matriciales y coeficientes técnicos en unidades de
trabajo directo e indirecto acentuó la tendencia a prescindir por completo del valor.
Otros autores (Meek) retomaron, en cambio, la hipótesis histórica que Engels dejó planteada
al afirmar que en el origen del capitalismo existió una coincidencia de los precios con los
valores que se fue disolviendo con la formación de los precios de producción. Esta convergencia
de los valores y los precios en la “producción simple de mercancías” desapareció con la
redistribución de la plusvalía y el desarrollo de ganancias diferenciadas de los sectores
industriales. Pero otros autores (Moseley, Smith) consideran que la “producción simple de
mercancías” es un artificio puramente lógico que jamás existió y que apunta sólo a a ilustrar la
dinámica de la acumulación. Señalan que toda la secuencia de valores, precios de producción y
precios de mercado expuesta en “El Capital” sigue un orden exclusivamente lógico, tal como
ocurre también con el estudio de la reproducción simple y ampliada. El problema de la
transformación no parece resolverse en el plano histórico. La ley del valor operó sin dominar
nunca en las sociedades precapitalistas y difícilmente podría haber actuado durante ese estadio
como patrón de fijación de los precios.
Otro enfoque distinto plantean los partidarios de la corriente “temporalista” (Carchedi,
Freeman, Kliman) que intentan una resolución lógica de la transformación, resaltando el
impacto de las redistribuciones de plusvalía en la formación de los precios. Se oponen a buscar
“coeficientes de transformaciòn” y consideran que los ejemplos numéricos de Marx no
presentan a los insumos en valor y a los productos en precios, sino que ilustran dos momentos
temporalmente distintos de la formación del precio en el proceso de la reproducción. Señalan
que en la transformación aparece la secuencia cronológica de los precios finales variando en
cada ciclo productivo, en función de precios de reposición cambiantes. La transformación
registra, por lo tanto, una adaptación de los precios a los valores sociales efectivamente
realizados de las mercancías a partir de sus valores potenciales. Se trata de una ejemplificación
de cómo se adecuan temporalmente los precios a los cambios en la productividad y en las
necesidades sociales.
Esta línea de pensamiento ha convergido parcialmente con autores “antidualistas”
(inicialmente Wolff, Callari y Roberts, en la fusión con los temporalistas Freeman, Kliman,
McGlone, Ramos) que plantean que los valores y los precios forman parte de un mismo sistema
analítico que no puede subdividirse, ni debe resolverse mediante artificios algebraicos, como
creyeron los intérpretes tradicionales de la transformación. Para indagar simultáneamente las
dimensiones abstractas y concretas de los procesos estudiados y evitar interpretaciones
esencialistas (el valor como sustancia metafísica) o empiristas (sólo importa la realidad
observable de los precios) hay que considerar el problema en un sólo sistema. Este es el
tratamiento que originalmente planteó Marx en varios ejemplos numéricos expuestos
directamente en precios transformados y que no incluyen las columnas intermedias de plusvalía
y valor introducidas posteriormente por los intérpretes dualistas.
Otros autores (Foley, Lipietz, Dumenil) han propuesto una “nueva solución” del problema de
la transformación incorporando conceptos operativos (por ejemplo, el “valor del dinero”) que
toman en cuenta la forma concreta que asume el valor ya transformado en precios (1 dólar es
igual a 4 minutos de trabajo), sin considerar cómo se desenvolvió esta conversión. Este enfoque
evade la resolución analítica del problema, estimando que la redistribución de la plusvalía en la
formación de los precios no es una caracterización que requiera ser probada.
Los partidarios de cada uno de estos enfoques debaten, además, cómo realizar el cómputo
del valor creado en cada período. Para los partidarios de la “nueva solución” esta magnitud
corresponde al producto neto y por eso se debe tomar en cuenta exclusivamente el capital
variable (los cuatro minutos que, por ejemplo, igualan a un dólar involucran solamente al
trabajo vivo). La corriente antidualista propone, en cambio, incluir en esta estimación a todo el
capital constante, considerando junto al nuevo valor creado el valor transferido a lo largo del
período. Por su parte el temporalismo plantea registrar no solo el capital variable y constante,
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La actualidad de la teoría objetiva del valor. http://laberinto.uma.es
sino también todo el acervo de capital. Esta discusión surge a partir de los distintos abordajes
que se plantean frente al problema de la transformación.
Un segundo campo de debate es la corroboración empírica de la teoría del valor y la
consiguiente dependencia de los precios del tiempo socialmente necesario para la producción de
mercancías. Algunos autores (Reuten) se oponen a intentar esta demostración argumentando que
al proceder a este cálculo se identifica al valor con una sustancia física observable, olvidando
que expresa exclusivamente una relación social de explotación entre capitalistas y asalariados.
Pero esta objeción no aclara cuál es la incompatibilidad entre reconocer esta dimensión
cualitativa del trabajo abstracto y buscar instrumentos para medir el tiempo de trabajo. La teoría
marxista del valor incluye una ley interpretativa de los precios, cuya corroboración exige
recurrir al cálculo porque si se renuncia a la conmensurabilidad del valor, el concepto queda
situado en el universo de las entidades ideales. No hay que olvidar que la teoría tuvo su origen
clásico en la finalidad práctica de utilizar al trabajo como instrumento de estimación de las
cotizaciones de los terrenos y de registro de las ganancias y las pérdidas en términos reales.
Apuntó a encontrar una forma de contabilización del trabajo social, que facilitara la
organización de la producción.
Algunos teóricos (Negri) plantean que el cálculo del valor se ha vuelto imposible en la
actualidad, porque la producción se ha “desmaterializado” y el crecimiento económico depende
de los incrementos en las calificaciones y de la productividad, aportados por la subjetividad
incuantificable de los trabajadores. Pero incluso sin abrir juicio sobre el alcance real de esta
transformación virtualista del capitalismo contemporáneo, no existe ningún obstáculo para
mensurar la nueva influencia laboral de la subjetividad evaluando los costos de formación y
reproducción de la fuerza de trabajo calificada.
La forma de corroborar empíricamente la dependencia de los precios del valor ha sido
desarrollada por varios autores (Shaik, Valle Baeza, Cockshott, Cotrell) utilizando la matriz
insumo-producto. Consideran que las cifras representativas del trabajo contenido en cada
segmento industrial que aparece en el input de estas tablas puede identificarse con el valor
creado en estos sectores y que las magnitudes que figuran en los ouputs equivalen a los
correspondientes precios de producción. Se han realizado numerosas estimaciones con matrices
de diversos países y se han obtenido altos coeficientes de regresión. En otras estimaciones se
han tomado elementos diferentes (electricidad, petróleo, acero) como base de cálculo, para
demostrar que la baja correlación observada en estos casos confirma la concordancia empírica
de los precios con los valores en base al trabajo.
Estos intentos de hacer operativa la ley del valor constituyen un aporte reconocido por todos
los marxistas, aunque está en debate si el criterio elegido es el adecuado, porque Marx a
diferencia de Ricardo no consideraba que los precios constituyen aproximaciones directas del
valor. Por eso introdujo categorías intermedias indagando la redistribución de la plusvalía en
función de la composición orgánica de los capitales intervinientes. La búsqueda de
proporcionalidad directa entre precios y valores utilizando coeficientes integrados verticalmente
no contempla esta redistribución. Si los precios son expresiones del valor porque incluyen no
solo el trabajo incorporado, sino también el valor transferido a las mercancías (como adición o
sustracción), entonces más que probar la correspondencia de los valores y los precios habría que
demostrar que su divergencia es coherente con las diferentes composiciones orgánicas de los
capitales involucrados en este ejercicio. En lugar de coincidencias se tendría que analizar la
lógica de esta desviación. También es controvertible si corresponde considerar al valor como un
indicador registrable en la correlación de los insumos con los productos.
El tercer aspecto del debate es el significado político del valor. Todos los marxistas
coinciden en que este concepto no se refiere a “valores” morales, éticos o familiares,
ni tampoco a un principio jurídico de equidad. Para los marxistas el valor representa
un criterio de estudio de la lógica del capitalismo. Pero la relación entre este análisis
objetivo y la interpretación de la acción subjetiva de las clases sociales es un tema de
aguda discusión.
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Laberinto 9 http://laberinto.uma.es
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