La narración historiográfica y la narración literaria provocan
conflictos en sus parámetros teóricos en la nueva novela histórica. Si recorremos la mirada, llegaremos hasta la poética aristotélica y de ahí corroboraríamos los cambios conceptuales que se han generado cuestionando verdad y ficción. Ante la disyuntiva de qué le corresponde a la historia y qué a la literatura, siguió el cómo contarlo. El Renacimiento introdujo la instancia de la narración construida sobre la base de un diseño de principio, medio y fin que coincidía con el enfoque antropocéntrico.
Durante el siglo XIX, la orientación cientificista buscó alternati-
vas de representación de lo real y verdadero que comunicase un conocimiento objetivo del pasado.
Propositivamente entonces, el siglo XIX es un parteaguas en
donde la subjetividad de lo imaginativo se calificó como ficción, y en donde la historia y la literatura propusieron cánones discipli- narios más rigurosos y diferenciados. Al paso del tiempo, la indagación sobre el lugar de la historia en la ficción o la ficción en la historia, ha sido la problemática constante para quienes se insertan en tales disciplinas, y para quienes estudian sus textos desde múltiples enfoques, ante la necesidad de diferenciación o coincidencia de perspectivas teóricas que caractericen una clase de verdad histórica o literaria. Cabría preguntarse si las narrativas poéticas actuales que construyen objetos de conocimiento histó- rico, deben o no denotar una reacreditación de su disciplina ante amenazas epistemológicas o al contrario, inscribir un tipo de acreditación que difiere de lo institucionalizado.