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La acción y reflexión forman parte esencial del comportamiento humano.

Cierto es que entre la


acción y la reflexión hay una relación importante. Pero primero, considero pertinente definir estos
términos para crear un ambiente más claro. Aquello que entra dentro del campo de la acción es
todo aquello que se basa en la toma de decisiones, es decir, en el razonamiento sobre las
pasiones. Cierto es que cuando uno se ve motivado a actuar, es por una pasión, a la que se le
responde de dos modos: Cediendo ante ella, o rechazándola. De esto, pues, consta la pasión, de
una decisión entre ceder a una pasión determinada o rechazarla, acabando por resultar, sea lo que
se decida, en un acto. Por apelar a un ejemplo burdo: Un muchacho debe decidir sobre qué comer,
sus pasiones lo guían hacia comer un dulce. El muchacho puede, o bien, seguir a sus pasiones y
comerlo, o rechazarlas y optar por otra cosa. Con el ejemplo, a su vez, se ilustra otra cuestión, que
la acción implica una dicotomía entre optar por un placer o un dolor, siendo, a veces racional
optar por uno o por otro, según las circunstancias. La verdad es que la razón en la acción no opera
en los motivos para accionar, si no en los medios para actuar. Esta regla se cumple en la mayoría
de los casos, aunque hay algunas excepciones que trataré en otro momento. De manera contraria,
la reflexión se ve impulsada por la razón. La misma estará orientada al mejoramiento de la
persona, ya sea preparándose para futuras decisiones o ejercitando las virtudes. Lo cierto es que la
reflexión en relación a la acción puede dividirse en dos tipos, mientras que en sí misma, en uno. La
reflexión en relación a la acción tiene dos formas, la reflexión Pre-Acción y la reflexión Post-acción.
La primera se basa en, como ya fue mencionado, prepararse para una acción al porvenir de
manera directa y concisa, teniendo conciencia de dicha acción. La segunda, de otro modo, se basa
en analizar la acción completada y aprender de ella. Del mismo modo que la Reflexión Pre-acción,
la reflexión post-acción tiene por fin prepararse para futuras acciones indeterminadas, sin tener
conciencia de ellas, por eso es correcto decir que este tipo de acción prepara de manera indirecta.
Luego, podemos ver claramente un tercer tipo de reflexión, independiente y más perfecta, la
reflexión trascendente. Este tipo de reflexión no es más que la misma reflexión filosófica basada
en la contemplación de los máximos ideales. Si bien para los sujetos sin valor, esta reflexión es
vana e inútil, lo cierto es que es la más valiosa, pues esta, de ser recta, enriquece a la persona. Esta
reflexión ejercita las virtudes intelectuales, mientras que las otras dos ejercitan las demás virtudes.
Una clara ilustración de lo que digo se puede ver en el desarrollo del mismo hombre. Cierto es que
un niño solo es capaz de acción, esto se debe a que su razón no es tan elevada como para
reflexionar y sus pasiones si se encuentran capaces de motivarlo a actuar. Esto le brinda como
ventaja el hecho de que puede aprender por medio de la acción, de manera muy óptima, sin
necesidad de reflexionar. Pero también le brinda dos desventajas, la incapacidad de planificar o
pensar a largo plazo y la incapacidad de razonar sobre sus pasiones, generalmente dejándose
llevar por el placer y rechazando el dolor siempre que es posible, por ello lo correcto es disciplinar
a los niños para que aprendan que, a veces, el dolor puede llevar a un mayor bien y el placer
puede ser detrimental en algunas circustancias. Luego, cuando el niño crece y es adolescente o
adulto, se vuelve capaz de reflexionar, aplicando aquí los dos primeros tipos de reflexión que ya
mencioné. Curioso es que, a pesar de haberse desarrollado por completo (O casi por completo, en
el caso de los adolescentes) no surja automáticamente la reflexión trascendente. La verdad es que
la reflexión filosófica es algo que debe desarrollarse siguiendo a la razón, y, a pesar de que es algo
que potencialmente todos pueden hacer, solo unos pocos lo lograrán al final. Esta razón perfecta
se alcanza siguiendo a la razón, y la razón por la que muchos no la alcanzan es porque solo operan
en relación a la acción y sus pasiones. La razón trascendente, si bien perfecciona las cualidades de
la persona, es un fin en sí misma, es subsistente de toda cuestión externa. Así, las personas que se
ejercitan en esta son dichosas, pues han seguido correctamente el fin del hombre, que no es más
que la trascendencia.

Para finalizar esta cuestión ilustraré sobre la relación entre la acción y la reflexión en un sentido
absoluto. La acción y la reflexión pueden surgir por voluntad del sujeto, o como efecto de la otra.
Lo que estoy expresando es que entre la acción y la reflexión hay una relación recíproca de
retroalimentación positiva, que se origina con una de las dos, dependiendo de la voluntad del
sujeto. El sujeto puede, o bien actuar directamente, o bien reflexionar primero para luego actuar.
De este modo, si actúa luego reflexionará y si reflexiona luego actuará, aunque no tiene por qué
ser el caso, pues hay situaciones en que una puede no llevar a la otra. En casos en los que se crea
una retroalimentación Acción-Reflexión o Reflexión-Acción, se seguirá hasta un punto en el que
una acción o una reflexión termine el círculo. Cuando se inicia un círculo de este tipo puede ser
por cualquiera de las dos, que se ven llevadas al acto por una cosa distinta cada una. La acción
pasa al acto por una pasión que orienta al sujeto a un fin, mientras que la reflexión puede surgir
por sí sola observando una acción futura o por mera necesidad racional, en el caso de la reflexión
trascendental. De este modo concluyo este asunto.

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