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SPAN 6270, Tarea 3 NOMBRE Isabel Lozano


Zorrilla, Don Juan Tenorio
Número de palabras: por lo menos 1500
Formato: doble espacio, Times New Roman 12
Fecha de entrega en Dropbox: viernes, 24 de septiembre, antes de las 10 de la noche

Tema: El personaje de Don Juan Tenorio encarna el prototipo de héroe romántico, dado
que reúne una serie de características asociadas con este movimiento (ver Alborg, García
López, Pedraza Jiménez & Rodríguez Cáceres y Ruiz Ramón).

Tomando como base las ideas de Alborg, García López, Pedraza Jiménez & Rodríguez
Cáceres y Ruiz Ramón, escribe un ensayo explicando cómo aparece caracterizado el
personaje de Zorrilla y qué es lo que lo hace un personaje típicamente romántico.

ESTRUCTURA
 (1) Una introducción, (2) varios párrafos de apoyo, (3) Una conclusión
 Los párrafos deben estar bien organizados y redactados

Fuentes
 Limita las citas del texto de Zorrilla al mínimo. Usa paráfrasis.
 A lo largo de tu trabajo necesitas aludir a los textos de Alborg, García López y PJ &
RC, y Ruiz Ramón, e indicar de dónde provienen las ideas utilizadas (autor + pp).
 Si utilizas otras fuentes debes citarlas al final.
 Formato: MLA (Consulta Purdue Owl)
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ENCARNACIÓN DEL HÉROE ROMÁNTICO EN EL PERSONAJE DE DON JUAN

TENORIO

Mucho ha sido lo que se ha escrito y sigue escribiéndose sobre el Romanticismo, ya que la

misma esencia del movimiento, libertad y subjetividad, dan como resultado una infinidad de

posibilidades y direcciones, muchas veces opuestas, dando al fenómeno romántico una

apariencia caótica, llena de contradicciones. En opinión de Schenk, recogida por Alborg,

ninguna fórmula única puede apresar la esencia del Romanticismo, y según Kierkegaad, el

Romanticismo rebasa todas las fronteras (Alborg 10-12). Juan Luis Alborg, en su obra sobre

Romanticismo Español y sus problemas, demostró este fue distinto en cada lugar: se difundió en

diversas oleadas que actuaron a diferente velocidad, en distintos momentos cronológicos, con

vaivenes de reacciones y mutuos influjos de ámbito internacional, no se produjo en todas partes

y en todos los autores con el mismo grado de intensidad y profundidad.

Para concluir esta Introducción sobre el movimiento, dejaremos claro que el

Romanticismo Español tiene, al igual que los europeos, sus propias características, con obras y

autores de distinta intensidad y profundidad. Bebe del romanticismo Europeo, pero a la vez, o

mejor dicho, antes, este bebe de él, porque como dice García López en su investigación sobre el

Romanticismo: “El Romanticismo al venir a España no hizo sino entrar en su propia casa” (434).

Teniendo lo anteriormente explicado en cuenta, se puede decir que la obra que aquí nos

atañe, Don Juan Tenorio, es plenamente romántica en lo que al movimiento español se refiere

(Alborg 33). Este drama teatral fue estrenado en Madrid en 1944, y convierte a su autor, Zorrilla,

en un genio de la teatralización, además, su personaje principal representa la plenitud del

absoluto teatral, de ahí la perdurabilidad de la representación de la obra en los escenarios

españoles. Tanto el protagonista como la obra en sí misma, tienen abundantes elementos


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románticos. En cuanto a la obra en general, el que se ve a simple vista es la escritura de la misma

en verso. Aunque existen muchas obras románticas en las que se mezcla la prosa y el verso,

obedece más al placer de romper las normas y reglas que a razones internas del drama. Afirma

Ruíz Ramón que es pura y gratuita indisciplina y que una vez satisfecho el capricho, se

abandona y se escribe sólo en verso con una rica policromía (313).

Junto con lo dicho en el párrafo anterior, también incluimos en estos elementos

románticos las contradicciones con las que se caracteriza el movimiento. Ejemplo de estas

contradicciones sería que, frente al ateísmo de la primera parte en el que destaca sobre todo un

protagonista que encarna el rechazo de los valores tradicionales de jerarquía y religiosidad el

cual se enfrenta a sus mayores, padre y futuro suegro, y rechaza y abomina a todo dios e idea

moral que pudiera poner límites a su libertinaje, nos encontramos con una segunda parte en la

que don Juan ya tiene un único amor apasionado y a pesar de su agnosticismo, se vuelve más

espiritual, pide perdón y piedad a doña Inés y al padre de ésta, arrepintiéndose al final y

creyendo en Dios. En definitiva, en la primera parte de la obra tenemos un personaje

vibrantemente entusiasta, y en la segunda nos encontramos un personaje más pesimista y

morboso, hasta el punto que invita a cenar a una estatua, a un muerto, de acuerdo también con el

carácter audaz del personaje que no pierde en ningún momento. En esta segunda parte don Juan

ya no tiene planes de conquista de otros amores, ya sólo tiene un amor: Doña Inés.

Sin embargo, la contradicción no solo la podemos ver en el contenido de la obra en sí, sino

que, como nos dicen Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres, la evocación de sentimientos o

pensamientos contradictorios en el espectador o lector también es algo típico del romanticismo

(18), y lo podemos ver en la figura de don Juan, el cual por un lado nos causa rechazo e incluso

podemos llegar a verlo como la personificación del demonio, pero por otro podemos ver al
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personaje como un pecador arrepentido que consigue expiar sus pecados.

Don Juan cumple desde el principio de la obra con las características del típico héroe

romántico (Ruíz Ramón 314), es un personaje libre, extremista y apasionado en sus actos, sin

ataduras físicas ni morales, que goza de libertad. En este se ve reflejado fácilmente el culto al

“Yo” propio del personaje romántico, personaje extremadamente egocéntrico. Sólo atiende a

aquello que constituye su deseo, sin importar el perjuicio que pueda ocasionar a otros y sin

sujetarse a ninguna norma moral (García López 422). Junto a todo esto, también se ven

reflejadas en don Juan la pasión y el instinto como única ley de vida, propias del romanticismo.

Vive la vida en todo su esplendor, o lo que él entiende por esto, con una intensidad apasionada,

jugándose la vida continuamente en su afán de ser el que siempre tenga la mayor fama -mejor o

peor-, da igual cómo conseguirla, subrayando aquí también el egocentrismo del personaje.

Otro rasgo muy característico del romanticismo es la estética tétrica, la cual se ve

representada sobre todo en la segunda parte en más de una ocasión, sin embargo, puesto que este

ensayo se centra en el personaje de don Juan, vamos a hablar solamente del escenario tétrico que

crea Zorrilla en el comedor de don Juan, con el plato y el cubierto para una persona muerta y la

escena que se produce cuando el espíritu de don Gonzalo va llamando a la puerta de la casa

primero, luego sube por las escaleras, llama a otras puertas y poco a poco va acercándose al

comedor produciéndose el desfallecimiento de Avellaneda y el capitán Centellas. En estos

ejemplos podemos ver como el entorno que rodea a don Juan es plenamente tétrico, dándonos así

un ejemplo más de por qué este personaje es considerado romántico.

Cabe destacar también que la obra de Zorrilla se opone al típico drama neo-clásico en el

que la regla de las tres unidades siempre se seguía (Ruíz Ramón 313). En este caso vamos a

destacar el incumplimiento de las unidades de tiempo y lugar, siendo el propio protagonista el


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que las rompe. Si nos centramos en la unidad de lugar, ya en la primera parte nos encontramos

que el personaje pasa por diferentes escenarios, una taberna, algunas escenas sueltas en la calle,

el interior de un convento y una habitación de la casa de don Juan. Continuando con esta

diferencia de escenarios nos encontramos con la segunda parte, la cual, tiene un escenario

totalmente diferente al anterior, transcurriendo, en su gran mayoría, en un cementerio construido

encima de lo que anteriormente había sido el palacio de su familia. En cuanto al tiempo, el

personaje también rompe con esta unidad, pues entre las dos partes del teatro han transcurrido

cinco años de la vida de don Juan. Además, este transcurso del tiempo es necesario y muy

importante para dar autenticidad a un aspecto de la obra bastante significativo, la duración en el

tiempo del amor de don Juan por doña Inés.

Dicho todo esto podemos concluir afirmando que don juan Tenorio, de José Zorrilla, es

pues un personaje romántico, pero la virtud fundamental de este estriba en la poderosa capacidad

teatral que el autor de esta obra le ha otorgado. Zorrilla con su don Juan ha conseguido lo que

ningún otro dramaturgo romántico: Seguir vivo en los escenarios españoles. Prueba suficiente de

su vitalidad como personaje teatral. Creemos que es obvio que esta supervivencia no se debe a la

densidad humana del personaje, o a la belleza de situaciones dramáticas, ni a la universalidad del

mensaje. Zorrilla no explica el mito de don Juan con mayor profundidad que otros dramaturgos,

románticos o no, Tirso de Molina, Moliere, Unamuno, Montherland y otros muchos a los que ha

tentado este mito del Burlador. La interpretación de Zorrilla de este mito no es la más original, ni

la más honda, pero sí es la más melodramática, concordando perfectamente con el movimiento

romántico. Don Juan es el personaje teatral por excelencia, y Zorrilla ha sabido captarlo y

expresarlo haciendo así de él la viva encarnación del héroe romántico. Don Juan habla, siente y

piensa de acuerdo a las características típicas de los personajes románticos; escribe de forma
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romántica sus cartas, cuenta románticamente sus libertinajes; se enamora y maldice de manera

romántica, y románticos son sus desplantes a vivos, muertos, a la Muerte y a Dios; además de, al

final de la obra, salvarse de un modo plenamente romántico. El acierto de Zorrilla está pues en

haber recalcado con la máxima intensidad la teatralidad del personaje, don Juan (Ruíz Ramón

329-30), consiguiendo así reproducir en él todas las características románticas que hemos

presentado en este ensayo. Como bien dice Ruiz Ramón, en la literatura romántica española eran

mucho más importantes la belleza y la riqueza de forma, que la profundidad y la originalidad del

contenido en general (312), y Zorrilla consigue plasmar esto al cien por cien en su obra y en el

protagonista de la misma.

TRABAJOS CITADOS

Alborg, Jose Luis. “CAPÍTULO I: EL ROMANTICISMO ESPAÑOL Y SUS PROBLEMAS.”


Historia De La Literatura Española, Gredos, 2000, pp. 11–71.

García López, José. “EL ROMANTICISMO.” Historia De La Literatura Española, Vicens


Vives, 1972, pp. 421–436.

Pedraza Jiménez, Felipe, and Milagros Rodríguez Cáceres. “1. LA ÉPOCA ROMÁNTICA. LA
LITERATURA ESPAÑOLA EN SU CONTEXTO.” Manual De Literatura Española, vol.
6, Cénlit, 1982, pp. 13–81.

Ruiz Ramón, Francisco. “Capítulo V: El Teatro Del Siglo XIX.” Historia Del Teatro Español
(Desde Sus Orígenes Hasta 1900), 8ª ed., Cátedra, 1992, pp. 311–333.

Zorrilla, José. Don Juan Tenorio. Colección Averroes.

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