Está en la página 1de 6

El autor

de la salvación

Le coronaste de gloria y de honra. Todo lo


sujetaste bajo sus pies. Porque convenía a aquel
por cuya causa son todas las cosas, y por quien
todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar
muchos hijos a la gloria, perfeccionase por
aflicciones al autor de la salvación de ellos.
Hebreos 2:7,10

Jesús – El autor de la salvación


La Pascua de Resurrección es la fiesta en la que celebramos nuestra redención.
Jesús venció el poder del enemigo mediante su muerte y resurrección, derrotó al
pecado, la muerte y al diablo y dejó vencidos a los poderes de las tinieblas para
toda la eternidad. El mensaje de Pascua es: ¡Jesús es victorioso! Sin él nunca
hubiera existido la posibilidad de nuestra redención, pero gracias a su sacrificio
y su resurrección triunfante, él nos abrió el camino hacia Dios. Jesús llegó a ser
el autor de la salvación mediante su sufrimiento.

Y cuando hablamos de salvación, hay que decir que sólo su presencia salva.
La salvación no nos llega por envío certificado desde el cielo. Jesús no sólo nos
la trae, sino que él ES la salvación. Se trata de tener una relación viva con él.
Necesitamos estar “en Cristo”. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para
los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). “Cristo en nosotros, la esperanza
de gloria” (Colosenses 1:27). Jesús no creó un sistema religioso con reglas que
sean difíciles de cumplir. Él es el Dios de nuestra salvación, no el jefe que nos
obliga a trabajar duramente para él y así obtener la salvación. “Dios es el que en
vosotros produce” (Filipenses 2:13). ¡Sólo Jesús! Él dijo: “Venid a mí … y yo os
haré descansar” (Mateo 11:28).

Así que ¡váya! Él y sólo él hace la obra salvadora. Desafortunadamente hay


muchas personas a las que no les gusta esta idea. Quieren lucir con todo lo
que ellos hacen para lograr cosas. Jesús quiere darnos descanso cuando nos
acercamos a él, pero ellos hacen que tan solo el llegar a Jesús sea un trabajo
durísimo. Algunas iglesias se han inventado caminos horriblemente difíciles
para llegar a Jesús. Algunos quieren que se les dé reconocimiento, otros ser
adulados como santos. Así que nos lo ponen muy difícil llegar a Jesús y su
religión consiste en reglas muy duras, trabajo arduo, mucha disciplina, mucha
oración y ayuno, mucha renuncia a sí mismo, mucha predicación e incluso
sillas muy duras. Algunos hacen del llegar a Cristo un trabajo de toda la vida
y piensan que núnca sabrán a ciencia cierta que lo lograron. A mi modo de
ver, esto suena muy cínico. “Si vienes, recibirás descanso pero tendrás que
trabajar duro para llegar a mí.” Muchos sólo cuentan con recibir descanso en el
cementerio.

Jesús núnca dijo que hacía falta tanto trabajo y estrés. Todo lo que tenemos
que hacer es aceptarlo. Sus mandatos son simples: “Venid a mí.” “Cree en mí.”
“Sígueme.”

Jesús – La palabra de Dios


Los profetas de la Biblia comunicaban mensajes de Dios. Jesús no comunicaba
mensajes de Dios porque él era el mensaje, el mensaje del que hablaban los
profetas. Ellos habían dicho: “Así dice el Señor” Jesús dijo: “Yo os digo.” Él no
estaba inspirado, él era quien inspiraba, él habló a través de los profetas.

Mahoma dijo de sí mismo que era un profeta, un mensajero enviado por Alá.
Se dice que el primer mensaje que recibió en la Meca es la esencia del Corán.
Consiste en siete breves líneas. La línea número cinco dice “Enséñanos
el camino recto.” Ningún cristiano necesita orar esta oración. Jesús es el
camino. Cientas de religiones y sectas hablan de sus caminos, así como lo dice
Isaías 53:6: “Cada cual se apartó por su camino.”

El apóstol Pablo que tenía una gran apertura de miras y un gran corazón dijo:
“Para mí el vivir es Cristo” (Filipenses 1:21). Nuestra confianza está en Jesús
mismo, no importa la doctrina que sigamos. Seremos juzgados por lo que Jesús
es, no por el texto de un libro doctrinal. “Todos pecaron, y están destituidos de
la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

Los evangelios nos hablan de Jesús, no son libros con indicaciones para
salvarnos a nosotros mismos. Nos enseñan que todo es posible con Jesús.
Encontramos uno de esos ejemplos en Lucas 5:17. Jesús estaba en una casa y “el
poder del Señor estaba con él para sanar”. Nadie fue sanado, pero el poder para
sanar seguía allí. Entonces, un hombre paralítico y sus amigos entraron en la
casa por el tejado para llegar a Jesús. Jesús no le tocó, pero el hombre fue sanado
y sus pecados perdonados. Por dónde andaba Jesús había sanación y esperanza.
Lucas 6:19 nos habla de que Jesús caminaba por la región de Tiro y Sidón y
“poder salía de él y sanaba a todos”.

Hoy en día, los cristianos son bombardeados con cientos de libros, CDs y videos
que enseñan nuevas técnicas de oración y de fe, nuevas revelaciones y teorías
y también revelaciones personales. Pero cuando Jesús hablaba de la fe, hablaba
de algo muy simple: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”
(Juan 11:40). Los grandes cristianos de tiempos pasados eran hombres de una
fe simple, pero no hombres simples. Podemos aprender de su ejemplo espiritual.
Obraban por la clara y simple convicción de que Dios estaba con ellos.

El Dios Todopoderoso no obra cuando se pronuncia una formula específica.


Hay personas que hablan de mover a Dios, pero nosotros no somos los que le
movemos. Él es el que mueve: “Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse
en él” (Jueces 13:25). “Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados
por el Espírito Santo” (2 Pedro 1:21). No empezamos a ser de uso para Dios con
una lucha de boxeo; empieza todo con luchar en él porque él es todo en todo.
“Mi presencia irá contigo y te daré descanso” (Exodo 33:14).
Jesús – La presencia sanadora
Vamos a hablar ahora sobre lo que pasó en Lucas 8:43-44 con una mujer
que fue sanada de flujo de sangre. La clave en esto es que Jesús no hizo nada
en ningún momento. Ella se acercó a él, no hizo nada más que extender su
mano para tocar el borde de su manto y fue sanada en el mismo instante. Esta
mujer había descubierto el secreto. Hay poder y sanación en su presencia.
No necesitamos técnicas especiales o gimnasia espiritual para ser sanados.
Lo vemos también en Marcos 6:56: “Ponían en las calles a los que estaban
enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y
todos los que le tocaban quedaban sanos.” Ninguna de estas personas era un
atleta religioso, simplemente se acercaron a Jesús.

La sanación de esta mujer tiene un aspecto conmovedor, pues no sólo estaba


enferma sino también era una marginada social. Por el flujo de sangre que
sufría era inmunda y nadie quería tratar con ella para evitar contaminarse por
hacerlo. Era un paria. Levitico 15:19 explica que si una mujer tuviere flujo de
sangre “cualquiera que la tocare sera inmundo”. Esta mujer sabía que al tocar
la ropa de Jesús, este sería inmundo por su culpa, sin embargo pensaba, que
nadie se daría cuenta. Pero Jesús se dio cuenta al instante. Sintió como poder
sanador salió de él y preguntó “¿Quién me ha tocado?”. La pequeña mujer
se sorprendió y se sintió muy mal, pues no había contado con que sucediera
algo así. Si Jesús llegaba a saber que ella le había tocado, también sabría que
le había contaminado. Así que se escondió entre la multitud. Pero Jesús siguió
indagando y al final, ella salió temerosa y temblorosa y admitió que había
estado enferma y fue por eso que le había tocado.

Jesús sabía que la gente no trataba con la mujer, estaba tan pálida con aspecto
enfermo. Había gastado todo su dinero en médicos y ya no podía alimentarse
bien para combatir su anemia. Cuando ella estaba delante de él temblando y
Jesús escuchó su historia no reaccionó con enfado, ni la criticó. La bendijo:
“Hija, tu fe te ha salvado; vé en paz.” (Lucas 8:48). Si ella le contaminó, él la
purificó. Así es Jesús. Siempre.
El nos limpia de nuestra inmundicia y nos da pureza a cambio. “Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).

Plinio el Viejo, un erudito romano que vivía en los tiempos de Jesús, recogió
todo cuanto la gente decía sobre mujeres con flujo de sangre: se les consideraba
una amenaza. Su estado físico podía causar diversas cosas malas como por
ejemplo hacer agrio el vino, causar que los frutos cayeran de los árboles,
destruir colmenas y causar la rabia en los perros. Si una mujer como la de la
historia bíblica tan sólo miraba a un bebé, lo envenenaba. La pobre mujer que
tocó a Jesús sabía todo esto. No nos cuesta nada imaginar lo mal que se debía
de sentir por haber tocado el manto de Jesús.

Cuando Jesús le dijo “Hija, tu fe te ha salvado; vé en paz”, revolucionó toda


idea que había existido sobre Dios. Para los judíos, Yahweh era un ser tan
trascendental que no se le podía acercar si no fuese con mucha precaución.
Incluso los sacerdotes tenían que cumplir escrupulosa y perfectamente las
reglas para los rituales. Y entonces vino Jesús y el poder de sanación fluía de él
tocando incluso a los intocables.

Los gentiles sabían aún menos de Dios. Pensaban que era un rey de poder
desconocido sin sentimientos, indescriptible e inmutable. Este ser era tan puro
que no era posible que tuviera trato alguno con seres mortales o con el mundo
material. Carecía de pasión y era inalcanzable. El Hijo de Dios, sin embargo,
tomó forma de hombre y, aún siendo Dios, abrazó al ser humano, incluso a los
leprosos. Vemos a Dios tal y como siempre ha sido desde la eternidad, un Dios
lleno de compasión, amor y poder. Cuando la mano temblorosa de una pobre
mujer marginada le tocó, salió a la luz una verdad que cambiaría el mundo:
Dios es amor.

Cuando meditamos sobre esta historia nos damos cuenta de que la verdad más
deslumbrante no era el milagro de la sanación sino que Jesús aceptó a esta
mujer tal y como era y concentró toda su atención divina en ella, un ser humano
quebrantado, degradado, indeseado. El Príncipe de Gloria quería hablar con un
alma olvidada.
Cuando hablamos sobre la presencia de Dios, hablamos sobre la presencia de
Dios entre nosotros, no su presencia que llena los cielos. Su presencia es el cielo.
El hace llegar el cielo a las vidas de personas normales.

CfaN realiza campañas evangelísticas en algunos de los países más pobres


del mundo, donde la gente a veces no posee más que una manta. La multitud
consiste a veces de cientos de miles de personas de los más pobres de los pobres
pero Dios las bendice una vez tras otra con bendiciones extraordinarias. El está
interesado en cada individuo, saca a cada uno del lodo y otorga sentido y valor a
sus vidas. Jesús dijo: “A los pobres es anunciado el evangelio” (Mateo 11:5).

No importa si estamos delante de una mujer enferma o un erudito como Pablo,


de Agustín o Lutero, de un rey o un campesino. En el centro del cristianismo
está la presencia de Jesús, el estar cerca de él. El desea compartir con ustedes y
conmigo.

Reinhard Bonnke

Volveré a compartir con ustedes en el próximo estudio bíblico de la serie


“Jesús mismo” dentro de dos semanas: Jesús – El pan de vida

abril 2011

Español
Cristo para todas las Naciones
Postfach 60 05 74 Tel: (069) 4 78 78 0 cfan@bonnke.net
60335 Frankfurt am Main Fax: (069) 4 78 78 10 20 www.bonnke.net

También podría gustarte